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Perfect Chemistry (Harry Styles)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
15. Invitado
Una cosa tengo clara... no voy a darme el lote con Harry Styles. Afortunadamente, la señora Peterson nos ha tenido ocupados toda la semana, haciendo experimentos, de modo que no hemos tenido tiempo de hablar excepto para decidir quién enciende el mechero Bunsen. Aunque cada vez que miro el brazo vendado de Harry, me acuerdo del golpe que le propiné.
Intento no pensar en él mientras me pinto los labios para mi cita con Nick. Es viernes por la noche, y vamos a ir a cenar y al cine. Después de comprobar mi aspecto en el espejo, hasta tres veces, y de ponerme el brazalete de Tiffany's que me regaló por nuestro aniversario el año pasado, me dirijo a la piscina del jardín, donde mi hermana está junto a su terapeuta físico. Mi madre, que lleva su bata de terciopelo rosa, descansa acomodada en una tumbona, leyendo una revista de decoración. La tranquilidad reina en la escena, excepto por la voz del terapeuta físico que le da instrucciones a Shelley. Mi madre baja la revista y veo que su expresión es tensa y ceñuda.
- Invitado, no vengas más tarde de las diez y media.
- Mamá, el cine empieza a las ocho. Llegaremos a casa cuando acabe la película.
- Ya has oído lo que te he dicho. No más tarde de las diez y media. Si tienes que salirte del cine para llegar a casa a tu hora, pues te sales. Los padres de Nick no respetarán a una chica que no tiene toque de queda.
El timbre de casa suena.
- Probablemente sea él -digo.
- Pues date prisa y ve a abrirle. Un chico como él no esperará para siempre, ya lo sabes.
Salgo corriendo hacia la puerta principal antes de que mi madre lo haga por mí y nos haga quedar a los dos como tontos. Nick aparece en el umbral de la puerta con una docena de rosas rojas en la mano.
- Para ti -dice, sorprendiéndome.
¡Vaya! He sido una idiota por pensar tanto en Harry esta semana. Abrazo a Nick y le doy un beso, un verdadero beso en los labios.
- Deja que las ponga en agua -digo, retrocediendo.
Canturreo alegre mientras me dirijo a la cocina, oliendo la dulce fragancia de las rosas. Pongo agua en un jarrón, preguntándome si Harry habrá llevado flores a su novia alguna vez. Puede que regale cuchillos o algo así, por si su novia los necesita cuando vaya a alguna parte sin él. Estar con Nick es tan...
¿Aburrido?
No. No somos aburridos. Somos prudentes. Acomodados. Monos.
Después de cortar la parte inferior de los tallos y colocar las rosas en el jarrón, encuentro a Nick charlando con mi madre en el patio, algo que no me gusta mucho que haga.
- ¿Preparado? -le pregunto.
Nick me lanza su súper sonrisa blanca del millón de dólares.
- Sí. Tráela a las diez y media -grita mi madre.
Como si una chica con toque de queda deba tener además valores. Qué ridiculez, pero miro a Shelley me trago las ganas de discusión.
- Por supuesto, señora Ellis -responde Nick.
Una vez sentados en su Mercedes, le pregunto:
- ¿Qué película vamos a ver?
- Hay un cambio de planes. La empresa de mi padre ha conseguido entradas para ver a los Chicago Cubs. En un palco situado justo detrás del bateador. Cariño, vamos a ver a los Cubbies.
- Qué guay. ¿Estaremos de vuelta a las diez y media? -le pregunto, porque no me cabe ninguna duda de que mi madre estará esperándome a la puerta de casa.
- Sí, a no ser que el partido se prolongue demasiado. ¿Cree tu madre que te convertirás en una calabaza o algo así?
- No, solo es que, bueno, no quiero darle un disgusto -digo, cogiéndolo de la mano.
- No te lo tomes a mal, pero tu madre es un poco rara. Está muy buena, no me importaría tirármela, aunque está totalmente pirada.
- ¡Puaj! ¡Nick, acabas de confesarme que te tirarías a mi madre! Qué asqueroso eres -exclamo, soltándole la mano.
- Venga ya, Invitado -dice, mirándome-. Tu madre parece más tu hermana gemela que tu madre. Está buenísima.
Mi madre hace mucho ejercicio y tiene un cuerpo de treintañera, a pesar de sus cuarenta y cinco años. Pero saber que mi novio cree que está buena es una asquerosidad total.
Ya en el partido, Nick me conduce al palco de la empresa de su padre en el estadio Wrigley Field. El lugar está abarrotado de gente de varios bufetes de abogados del centro de la ciudad. El padre de Nick nos da la bienvenida. Su madre me da un abrazo y un beso al aire antes de dejarnos para que nos relacionemos con el resto de la gente. Observo a Nick mientras habla con otras personas en el palco. Aquí se siente en casa, está en su elemento. Estrecha la mano, sonríe de oreja a oreja y responde con carcajadas a los chistes que cuentan los demás, tengan o no gracia.
- Veamos el partido en esas butacas de ahí -sugiere, llevándome a un asiento después de haber comprado unos perritos calientes y refrescos en la cafetería.
- El año que viene espero conseguir una pasantía en Harris, Lundstrom y Wallace -dice en voz baja-. Así pasaré más tiempo con estos tipos.
Cuando el señor Lundstrom aparece a nuestro lado, Nick adopta un tono muy serio. Le miro con admiración mientras habla con el señor Lundstrom como si fueran viejos amigos. Definitivamente, mi novio tiene un don especial para hacerle la pelota a la gente.
- He oído que quieres seguir los pasos de tu padre -dice el señor Lundstrom.
- Sí, señor -replica Nick, y acto seguido se ponen a charlar sobre fútbol y finanzas, cualquier cosa que se le ocurre a Colin para seguir conversando con el señor Lundstrom.
Megan me llama al móvil y le describo los momentos claves del partido. Mientras charlamos, espero a que Nick termine de hablar con el señor Lundstrom. Megan me comenta que se lo ha pasado genial bailando en un sitio llamado Club Mystique, un local en el que dejan entrar a adolescentes. Me asegura que a Sierra y a mí nos encantaría.
En la séptima entrada, Nick y yo nos ponemos en pie y tarareamos el himno. Desafinamos un montón, pero no importa porque en este momento da la impresión de que los miles de seguidores de los Chicago Cubs que están cantando desafinan tanto como nosotros. Me gusta divertirme así con Nick, lo que me hace pensar que he sido excesivamente crítica con nuestra relación.
A las nueve y cuarenta y cinco me vuelvo hacia él y le repito que no puedo llegar a casa con retraso aunque el partido no haya acabado aún. Él me coge de la mano. Tengo la sensación de que va a disculparse por no haberme hecho mucho caso durante su conversación con el señor Lundstrom. Entonces, el señor Lundstrom invita al señor Wallace a unirse al grupo.
A medida que pasan los minutos, empiezo a ponerme nerviosa. Ha habido demasiada tensión en mi casa últimamente. No quiero añadir más.
- Nick... -digo, apretándole con fuerza la mano.
Él me responde rodeándome los hombros con un brazo.
Al final de la novena entrada, cuando ya son las diez pasadas, intervengo en la conversación:
- Lo siento, pero Nick tiene que llevarme a casa.
El señor Wallace y el señor Lundstrom estrechan la mano de Nick y, acto seguido, lo saco del estadio.
- Invitado, ¿sabes lo difícil que es conseguir una pasantía en HL&W?
- Ahora mismo no me importa, Nick. Tengo que estar en casa a las diez y media.
- Pues llegarás a las once. Llama a tu madre y dile que estamos en mitad de un atasco.
Nick no se imagina cómo se pone mi madre cuando está de malhumor. Afortunadamente, son muchas las veces que he podido evitar que venga a recogerme a casa, y cuando lo hace es solo para pasar unos pocos minutos. No tiene ni idea de cómo me siento cuando mi madre descarga su ira sobre mí.
Nos ponemos en marcha, no a las once, sino casi a las once y media. ick todavía sigue hablando de su posible pasantía en HL&W mientras escucha el resumen del partido por la radio.
- Tengo que irme -digo, acercándome para darle un beso rápido.
- Quédate aquí un rato -me susurra contra los labios-. Hace una eternidad que no hemos tenido tiempo de divertirnos un rato juntos. Lo echo de menos.
- Yo también, pero es muy tarde -replico, lanzándole una mirada cargada de disculpas-. Pasaremos juntos más noches.
- Espero que sea pronto.
Entro en casa, preparada para el sermón. Tal y como esperaba, mi madre me espera en la entrada, cruzada de brazos.
- Llegas tarde.
- Lo sé. Lo siento.
- ¿Crees que puedes saltarte mis reglas a la torera?
- No.
Deja escapar un suspiro.
- Mamá, de verdad que lo siento. En lugar de ir al cine, fuimos a un partido de béisbol y el tráfico era horrible.
- ¿A un partido de béisbol? ¿Han estado en la ciudad todo este tiempo? ¡Se podrían haber atracado!
- Estamos bien, mamá.
- Crees que lo sabes todo, Invitado, pero no es así. Vete a saber, podrías estar muerta en algún callejón de la ciudad mientras yo pienso que estás en el cine. Comprueba tu bolso y mira si te falta dinero o algún documento.
Abro el bolso y repaso el contenido de mi bolso, únicamente para complacerla. Sostengo en alto el dinero y los documentos.
- Está todo aquí.
- Considérate afortunada. Por esta vez.
- Siempre me ando con cuidado cuando voy a la ciudad, mamá. Además, Nick estaba conmigo.
- No quiero oír ninguna excusa, Invitado. ¿No has pensado que sería un detalle por tu parte llamar para contarme el cambio de planes y para decirme que ibas a llegar tarde? -¿Para qué me grite por teléfono y después tenga que aguatar al llegar a casa? De ninguna manera. Sin embargo, no puedo decirle eso en la cara.
- No se me ocurrió -contesto sin más.
- ¿Alguna vez piensas en esta familia? El mundo no gira a tu alrededor, Invitado.
- Ya lo sé, mamá. Te prometo que la próxima vez llamaré. Estoy cansada. ¿Puedo irme a la cama?
Me despacha con un gesto de la mano.
El sábado por la mañana me despierta el grito de mi madre. Aparto de una manotada las sábanas, me levanto y salgo corriendo por la escalera para ver a qué se debe tanto alboroto.
Shelley está en su silla de ruedas, frente a la mesa de la cocina. Tiene la boca llena de comida y se ha manchado la camiseta y los pantalones. Parece una niña pequeña en lugar de una mujer de veinte años.
- ¡Shelley, si vuelves a hacerlo, te irás a tu habitación! -le grita mi madre antes de colocar un bol de comida triturada en la mesa, delante de ella.
Shelley lo tira al suelo. Mi madre ahoga un grito y después fulmina a mi hermana con la mirada.
- Yo me encargo -digo, corriendo hacia mi hermana.
Mi madre nunca le ha puesto la mano encima a mi hermana. Sin embargo, su excesiva desesperación causa el mismo efecto.
- No la mimes tanto, Invitado-advierte mi madre-. Si no come, la alimentaremos a través de un tubo. ¿Te gustaría eso?
No soporto que mi madre haga esto. Siempre imagina lo peor que puede suceder en lugar de intentar arreglar lo que está mal. Cuando mi hermana me mira, veo la misma desesperación en sus ojos.
Mi madre señala a Shelley con el dedo y después a la comida que hay esparcida por el suelo.
- Esa es la razón por la que hace meses que no te llevo a un restaurante -le dice.
- Mamá, para -le ruego-. No tienes que empeorar las cosas. Shelley ya está alterada, ¿De qué sirve echar más hierro al asunto?
- ¿Y qué hay de mí?
La tensión aparece de nuevo: nace en mi interior y se extiende por todo mi cuerpo hasta llegar a los dedos de las manos y de los pies. Se hace más intensa y estalla con tal fuerza que apenas soy capaz de reprimirla.
- ¡Esto no tiene nada que ver contigo! ¿Por qué siempre crees que todo se vuelve contra ti? -vocifero-. Mamá, ¿no te das cuenta de que se siente dolida? En lugar de chillarle, ¿por qué no te detienes un momento a pensar qué ha podido salir mal?
Sin pensarlo dos veces, cojo una toallita y me arrodillo al lado de mi hermana. Empiezo a limpiarle los pantalones.
- ¡ Invitado, no! -grita mi madre.
No le hago caso. Aunque debería hacerlo, porque antes de que logre apartarme, Shelley me coge del pelo y empieza a tirar con fuerza. Con todo el alboroto, se me ha olvidado que a Shelley le ha dado últimamente por tirar del pelo a la gente.
- ¡Ay! -exclamo-. ¡Shelley, para, por favor!
Intento alcanzarle las manos y presionarle los nudillos, tal y como nos dijo el médico que hiciéramos para lograr que nos soltara, pero es inútil. Estoy en la posición equivocada, agachada sobre los pies de Shelley con el cuerpo torcido. Mi madre está soltando tacos, la comida vuela por la cocina y empiezo a sentir el cuero cabelludo en carne viva.
Shelley sigue tirando con fuerza, a pesar de que mi madre intenta conseguir que me suelte el pelo.
- ¡Los nudillos, mamá! -grito, recordándole lo que sugirió el Dr. Meir. Maldita sea, ¿cuánto pelo me ha arrancado? Tengo la sensación de que una gran parte de la cabeza me ha quedado calva.
Parece que mi madre ha aceptado la sugerencia y debe de haber presionado con fuerza los nudillos de mi hermana porque por fin me suelta el pelo. O eso o Shelley me ha arrancado el mechón que estaba agarrando.
Caigo al suelo y acto seguido me llevo la mano a la parte de atrás de la cabeza.
Shelley está sonriendo.
Mi madre frunce el ceño.
Y las lágrimas me resbalan por las mejillas.
- Voy a llevarla al Dr. Meir ahora mismo -dice mi madre, agitando la cabeza, dejando claro que soy yo la culpable de toda esta situación descontrolada-. Esto ha llegado demasiado lejos. Invitado, coge el coche de tu padre y ve al aeropuerto O'Hare a recogerlo. Su vuelo llega a las once. Es lo mínimo que puedes hacer para echar una mano.
Una cosa tengo clara... no voy a darme el lote con Harry Styles. Afortunadamente, la señora Peterson nos ha tenido ocupados toda la semana, haciendo experimentos, de modo que no hemos tenido tiempo de hablar excepto para decidir quién enciende el mechero Bunsen. Aunque cada vez que miro el brazo vendado de Harry, me acuerdo del golpe que le propiné.
Intento no pensar en él mientras me pinto los labios para mi cita con Nick. Es viernes por la noche, y vamos a ir a cenar y al cine. Después de comprobar mi aspecto en el espejo, hasta tres veces, y de ponerme el brazalete de Tiffany's que me regaló por nuestro aniversario el año pasado, me dirijo a la piscina del jardín, donde mi hermana está junto a su terapeuta físico. Mi madre, que lleva su bata de terciopelo rosa, descansa acomodada en una tumbona, leyendo una revista de decoración. La tranquilidad reina en la escena, excepto por la voz del terapeuta físico que le da instrucciones a Shelley. Mi madre baja la revista y veo que su expresión es tensa y ceñuda.
- Invitado, no vengas más tarde de las diez y media.
- Mamá, el cine empieza a las ocho. Llegaremos a casa cuando acabe la película.
- Ya has oído lo que te he dicho. No más tarde de las diez y media. Si tienes que salirte del cine para llegar a casa a tu hora, pues te sales. Los padres de Nick no respetarán a una chica que no tiene toque de queda.
El timbre de casa suena.
- Probablemente sea él -digo.
- Pues date prisa y ve a abrirle. Un chico como él no esperará para siempre, ya lo sabes.
Salgo corriendo hacia la puerta principal antes de que mi madre lo haga por mí y nos haga quedar a los dos como tontos. Nick aparece en el umbral de la puerta con una docena de rosas rojas en la mano.
- Para ti -dice, sorprendiéndome.
¡Vaya! He sido una idiota por pensar tanto en Harry esta semana. Abrazo a Nick y le doy un beso, un verdadero beso en los labios.
- Deja que las ponga en agua -digo, retrocediendo.
Canturreo alegre mientras me dirijo a la cocina, oliendo la dulce fragancia de las rosas. Pongo agua en un jarrón, preguntándome si Harry habrá llevado flores a su novia alguna vez. Puede que regale cuchillos o algo así, por si su novia los necesita cuando vaya a alguna parte sin él. Estar con Nick es tan...
¿Aburrido?
No. No somos aburridos. Somos prudentes. Acomodados. Monos.
Después de cortar la parte inferior de los tallos y colocar las rosas en el jarrón, encuentro a Nick charlando con mi madre en el patio, algo que no me gusta mucho que haga.
- ¿Preparado? -le pregunto.
Nick me lanza su súper sonrisa blanca del millón de dólares.
- Sí. Tráela a las diez y media -grita mi madre.
Como si una chica con toque de queda deba tener además valores. Qué ridiculez, pero miro a Shelley me trago las ganas de discusión.
- Por supuesto, señora Ellis -responde Nick.
Una vez sentados en su Mercedes, le pregunto:
- ¿Qué película vamos a ver?
- Hay un cambio de planes. La empresa de mi padre ha conseguido entradas para ver a los Chicago Cubs. En un palco situado justo detrás del bateador. Cariño, vamos a ver a los Cubbies.
- Qué guay. ¿Estaremos de vuelta a las diez y media? -le pregunto, porque no me cabe ninguna duda de que mi madre estará esperándome a la puerta de casa.
- Sí, a no ser que el partido se prolongue demasiado. ¿Cree tu madre que te convertirás en una calabaza o algo así?
- No, solo es que, bueno, no quiero darle un disgusto -digo, cogiéndolo de la mano.
- No te lo tomes a mal, pero tu madre es un poco rara. Está muy buena, no me importaría tirármela, aunque está totalmente pirada.
- ¡Puaj! ¡Nick, acabas de confesarme que te tirarías a mi madre! Qué asqueroso eres -exclamo, soltándole la mano.
- Venga ya, Invitado -dice, mirándome-. Tu madre parece más tu hermana gemela que tu madre. Está buenísima.
Mi madre hace mucho ejercicio y tiene un cuerpo de treintañera, a pesar de sus cuarenta y cinco años. Pero saber que mi novio cree que está buena es una asquerosidad total.
Ya en el partido, Nick me conduce al palco de la empresa de su padre en el estadio Wrigley Field. El lugar está abarrotado de gente de varios bufetes de abogados del centro de la ciudad. El padre de Nick nos da la bienvenida. Su madre me da un abrazo y un beso al aire antes de dejarnos para que nos relacionemos con el resto de la gente. Observo a Nick mientras habla con otras personas en el palco. Aquí se siente en casa, está en su elemento. Estrecha la mano, sonríe de oreja a oreja y responde con carcajadas a los chistes que cuentan los demás, tengan o no gracia.
- Veamos el partido en esas butacas de ahí -sugiere, llevándome a un asiento después de haber comprado unos perritos calientes y refrescos en la cafetería.
- El año que viene espero conseguir una pasantía en Harris, Lundstrom y Wallace -dice en voz baja-. Así pasaré más tiempo con estos tipos.
Cuando el señor Lundstrom aparece a nuestro lado, Nick adopta un tono muy serio. Le miro con admiración mientras habla con el señor Lundstrom como si fueran viejos amigos. Definitivamente, mi novio tiene un don especial para hacerle la pelota a la gente.
- He oído que quieres seguir los pasos de tu padre -dice el señor Lundstrom.
- Sí, señor -replica Nick, y acto seguido se ponen a charlar sobre fútbol y finanzas, cualquier cosa que se le ocurre a Colin para seguir conversando con el señor Lundstrom.
Megan me llama al móvil y le describo los momentos claves del partido. Mientras charlamos, espero a que Nick termine de hablar con el señor Lundstrom. Megan me comenta que se lo ha pasado genial bailando en un sitio llamado Club Mystique, un local en el que dejan entrar a adolescentes. Me asegura que a Sierra y a mí nos encantaría.
En la séptima entrada, Nick y yo nos ponemos en pie y tarareamos el himno. Desafinamos un montón, pero no importa porque en este momento da la impresión de que los miles de seguidores de los Chicago Cubs que están cantando desafinan tanto como nosotros. Me gusta divertirme así con Nick, lo que me hace pensar que he sido excesivamente crítica con nuestra relación.
A las nueve y cuarenta y cinco me vuelvo hacia él y le repito que no puedo llegar a casa con retraso aunque el partido no haya acabado aún. Él me coge de la mano. Tengo la sensación de que va a disculparse por no haberme hecho mucho caso durante su conversación con el señor Lundstrom. Entonces, el señor Lundstrom invita al señor Wallace a unirse al grupo.
A medida que pasan los minutos, empiezo a ponerme nerviosa. Ha habido demasiada tensión en mi casa últimamente. No quiero añadir más.
- Nick... -digo, apretándole con fuerza la mano.
Él me responde rodeándome los hombros con un brazo.
Al final de la novena entrada, cuando ya son las diez pasadas, intervengo en la conversación:
- Lo siento, pero Nick tiene que llevarme a casa.
El señor Wallace y el señor Lundstrom estrechan la mano de Nick y, acto seguido, lo saco del estadio.
- Invitado, ¿sabes lo difícil que es conseguir una pasantía en HL&W?
- Ahora mismo no me importa, Nick. Tengo que estar en casa a las diez y media.
- Pues llegarás a las once. Llama a tu madre y dile que estamos en mitad de un atasco.
Nick no se imagina cómo se pone mi madre cuando está de malhumor. Afortunadamente, son muchas las veces que he podido evitar que venga a recogerme a casa, y cuando lo hace es solo para pasar unos pocos minutos. No tiene ni idea de cómo me siento cuando mi madre descarga su ira sobre mí.
Nos ponemos en marcha, no a las once, sino casi a las once y media. ick todavía sigue hablando de su posible pasantía en HL&W mientras escucha el resumen del partido por la radio.
- Tengo que irme -digo, acercándome para darle un beso rápido.
- Quédate aquí un rato -me susurra contra los labios-. Hace una eternidad que no hemos tenido tiempo de divertirnos un rato juntos. Lo echo de menos.
- Yo también, pero es muy tarde -replico, lanzándole una mirada cargada de disculpas-. Pasaremos juntos más noches.
- Espero que sea pronto.
Entro en casa, preparada para el sermón. Tal y como esperaba, mi madre me espera en la entrada, cruzada de brazos.
- Llegas tarde.
- Lo sé. Lo siento.
- ¿Crees que puedes saltarte mis reglas a la torera?
- No.
Deja escapar un suspiro.
- Mamá, de verdad que lo siento. En lugar de ir al cine, fuimos a un partido de béisbol y el tráfico era horrible.
- ¿A un partido de béisbol? ¿Han estado en la ciudad todo este tiempo? ¡Se podrían haber atracado!
- Estamos bien, mamá.
- Crees que lo sabes todo, Invitado, pero no es así. Vete a saber, podrías estar muerta en algún callejón de la ciudad mientras yo pienso que estás en el cine. Comprueba tu bolso y mira si te falta dinero o algún documento.
Abro el bolso y repaso el contenido de mi bolso, únicamente para complacerla. Sostengo en alto el dinero y los documentos.
- Está todo aquí.
- Considérate afortunada. Por esta vez.
- Siempre me ando con cuidado cuando voy a la ciudad, mamá. Además, Nick estaba conmigo.
- No quiero oír ninguna excusa, Invitado. ¿No has pensado que sería un detalle por tu parte llamar para contarme el cambio de planes y para decirme que ibas a llegar tarde? -¿Para qué me grite por teléfono y después tenga que aguatar al llegar a casa? De ninguna manera. Sin embargo, no puedo decirle eso en la cara.
- No se me ocurrió -contesto sin más.
- ¿Alguna vez piensas en esta familia? El mundo no gira a tu alrededor, Invitado.
- Ya lo sé, mamá. Te prometo que la próxima vez llamaré. Estoy cansada. ¿Puedo irme a la cama?
Me despacha con un gesto de la mano.
El sábado por la mañana me despierta el grito de mi madre. Aparto de una manotada las sábanas, me levanto y salgo corriendo por la escalera para ver a qué se debe tanto alboroto.
Shelley está en su silla de ruedas, frente a la mesa de la cocina. Tiene la boca llena de comida y se ha manchado la camiseta y los pantalones. Parece una niña pequeña en lugar de una mujer de veinte años.
- ¡Shelley, si vuelves a hacerlo, te irás a tu habitación! -le grita mi madre antes de colocar un bol de comida triturada en la mesa, delante de ella.
Shelley lo tira al suelo. Mi madre ahoga un grito y después fulmina a mi hermana con la mirada.
- Yo me encargo -digo, corriendo hacia mi hermana.
Mi madre nunca le ha puesto la mano encima a mi hermana. Sin embargo, su excesiva desesperación causa el mismo efecto.
- No la mimes tanto, Invitado-advierte mi madre-. Si no come, la alimentaremos a través de un tubo. ¿Te gustaría eso?
No soporto que mi madre haga esto. Siempre imagina lo peor que puede suceder en lugar de intentar arreglar lo que está mal. Cuando mi hermana me mira, veo la misma desesperación en sus ojos.
Mi madre señala a Shelley con el dedo y después a la comida que hay esparcida por el suelo.
- Esa es la razón por la que hace meses que no te llevo a un restaurante -le dice.
- Mamá, para -le ruego-. No tienes que empeorar las cosas. Shelley ya está alterada, ¿De qué sirve echar más hierro al asunto?
- ¿Y qué hay de mí?
La tensión aparece de nuevo: nace en mi interior y se extiende por todo mi cuerpo hasta llegar a los dedos de las manos y de los pies. Se hace más intensa y estalla con tal fuerza que apenas soy capaz de reprimirla.
- ¡Esto no tiene nada que ver contigo! ¿Por qué siempre crees que todo se vuelve contra ti? -vocifero-. Mamá, ¿no te das cuenta de que se siente dolida? En lugar de chillarle, ¿por qué no te detienes un momento a pensar qué ha podido salir mal?
Sin pensarlo dos veces, cojo una toallita y me arrodillo al lado de mi hermana. Empiezo a limpiarle los pantalones.
- ¡ Invitado, no! -grita mi madre.
No le hago caso. Aunque debería hacerlo, porque antes de que logre apartarme, Shelley me coge del pelo y empieza a tirar con fuerza. Con todo el alboroto, se me ha olvidado que a Shelley le ha dado últimamente por tirar del pelo a la gente.
- ¡Ay! -exclamo-. ¡Shelley, para, por favor!
Intento alcanzarle las manos y presionarle los nudillos, tal y como nos dijo el médico que hiciéramos para lograr que nos soltara, pero es inútil. Estoy en la posición equivocada, agachada sobre los pies de Shelley con el cuerpo torcido. Mi madre está soltando tacos, la comida vuela por la cocina y empiezo a sentir el cuero cabelludo en carne viva.
Shelley sigue tirando con fuerza, a pesar de que mi madre intenta conseguir que me suelte el pelo.
- ¡Los nudillos, mamá! -grito, recordándole lo que sugirió el Dr. Meir. Maldita sea, ¿cuánto pelo me ha arrancado? Tengo la sensación de que una gran parte de la cabeza me ha quedado calva.
Parece que mi madre ha aceptado la sugerencia y debe de haber presionado con fuerza los nudillos de mi hermana porque por fin me suelta el pelo. O eso o Shelley me ha arrancado el mechón que estaba agarrando.
Caigo al suelo y acto seguido me llevo la mano a la parte de atrás de la cabeza.
Shelley está sonriendo.
Mi madre frunce el ceño.
Y las lágrimas me resbalan por las mejillas.
- Voy a llevarla al Dr. Meir ahora mismo -dice mi madre, agitando la cabeza, dejando claro que soy yo la culpable de toda esta situación descontrolada-. Esto ha llegado demasiado lejos. Invitado, coge el coche de tu padre y ve al aeropuerto O'Hare a recogerlo. Su vuelo llega a las once. Es lo mínimo que puedes hacer para echar una mano.
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
16. Harry
Llevo una hora esperando en la biblioteca. Bueno, más bien una hora y media. Antes de las diez, salí a sentarme en los bancos de cemento. A las diez volví adentro y me quedé mirando el expositor, fingiendo estar interesado en los próximos eventos anunciados por la biblioteca. No quería parecer ansioso por ver a Invitado. A las diez y cuarenta y cinco me senté en los sofás de la sección de literatura juvenil y aproveché para hojear el libro de química. De acuerdo, admito que solo estaba pasando las páginas sin fijarme en lo que había escrito.
Ahora son las once. ¿Dónde se habrá metido?
Podría ir a dar una vuelta con mis amigos. Maldita sea, debería ir a dar una vuelta con mis amigos. Pero tengo la estúpida necesidad de saber la razón por la que Invitado me ha dejado plantado. Intento convencerme de que es cuestión de orgullo, pero en el fondo estoy preocupado por ella.
Durante su ataque de nervios en la enfermería, me dio a entender que su madre no era la candidata idónea para la Madre del Año. ¿No se da cuenta Invitado de que ya tiene dieciocho años y que puede irse de casa si quiere? Si lo pasa tan mal, ¿por qué se queda allí?
Porque sus padres son ricos.
Si yo me fuera de casa, mi nueva vida no sería muy diferente de la antigua. Sin embargo, para una chica que vive en la zona norte, una vida sin toallas de diseño y una sirvienta que te siga a todas partes probablemente sea peor que la muerte.
Ya he esperado suficiente a Invitado. Voy a ir a su casa, para que me explique por qué me ha dejado plantado. Sin pensarlo dos veces, me subo a la moto y me dirijo a la zona norte. Sé dónde vive... en la vomitiva mansión blanca flanqueada por columnas.
Aparco la moto en el camino de entrada y llamo al timbre.
Me aclaro la garganta, para no atragantarme al hablar.
Mierda, ¿qué voy a decirle? ¿Y por qué me siento tan inseguro, como si ella fuera a juzgarme y yo tuviera que impresionarla?
Nadie responde. Vuelvo a llamar.
¿Dónde está el sirviente o el mayordomo que te abre la puerta cuando los necesitas? Justo en el momento en el que estoy a punto de renunciar y alejarme con el rabo entre las piernas, la puerta se abre. Delante de mí aparece una versión más mayor de Invitado. No cabe duda de que es su madre. Cuando me mira, reparo en la mueca de desprecio que me lanza.
- ¿En qué puedo ayudarte? -pregunta llena de seguridad. Tengo la impresión de que o espera que forme parte de la plantilla de jardineros o que sea un vendedor que va de puerta en puerta acosando a la gente-. En este vecindario está terminantemente prohibida la venta ambulante.
- Yo, esto, no estoy aquí para vender nada. Me llamo Harry. Solamente quería saber si Invitado estaba, bueno, en casa -respondo. Genial, me he quedado sin palabras dos veces.
- No -contesta con un tono de voz tan frío como su mirada.
- ¿Sabe adónde ha ido?
La señora Ellis entrecierra la puerta. Probablemente piense que voy a asomar la cabeza para comprobar las cosas de valor que tiene y sentirme tentado de robarlas.
- No suelo dar información acerca de dónde se encuentra mi hija. Ahora, si me disculpas -dice, antes de cerrarme la puerta en las narices.
Me quedo delante de la puerta principal como un completo imbécil. Tengo la sensación de que Invitado estaba detrás de la puerta pidiéndole a su madre que se deshiciera de mí. En su lugar, yo no jugaría conmigo.
Detesto los juegos que no puedo ganar.
Regreso a la moto con el rabo entre las piernas, preguntándome si debería sentirme como un perro apaleado o como un pitbull furioso.
Llevo una hora esperando en la biblioteca. Bueno, más bien una hora y media. Antes de las diez, salí a sentarme en los bancos de cemento. A las diez volví adentro y me quedé mirando el expositor, fingiendo estar interesado en los próximos eventos anunciados por la biblioteca. No quería parecer ansioso por ver a Invitado. A las diez y cuarenta y cinco me senté en los sofás de la sección de literatura juvenil y aproveché para hojear el libro de química. De acuerdo, admito que solo estaba pasando las páginas sin fijarme en lo que había escrito.
Ahora son las once. ¿Dónde se habrá metido?
Podría ir a dar una vuelta con mis amigos. Maldita sea, debería ir a dar una vuelta con mis amigos. Pero tengo la estúpida necesidad de saber la razón por la que Invitado me ha dejado plantado. Intento convencerme de que es cuestión de orgullo, pero en el fondo estoy preocupado por ella.
Durante su ataque de nervios en la enfermería, me dio a entender que su madre no era la candidata idónea para la Madre del Año. ¿No se da cuenta Invitado de que ya tiene dieciocho años y que puede irse de casa si quiere? Si lo pasa tan mal, ¿por qué se queda allí?
Porque sus padres son ricos.
Si yo me fuera de casa, mi nueva vida no sería muy diferente de la antigua. Sin embargo, para una chica que vive en la zona norte, una vida sin toallas de diseño y una sirvienta que te siga a todas partes probablemente sea peor que la muerte.
Ya he esperado suficiente a Invitado. Voy a ir a su casa, para que me explique por qué me ha dejado plantado. Sin pensarlo dos veces, me subo a la moto y me dirijo a la zona norte. Sé dónde vive... en la vomitiva mansión blanca flanqueada por columnas.
Aparco la moto en el camino de entrada y llamo al timbre.
Me aclaro la garganta, para no atragantarme al hablar.
Mierda, ¿qué voy a decirle? ¿Y por qué me siento tan inseguro, como si ella fuera a juzgarme y yo tuviera que impresionarla?
Nadie responde. Vuelvo a llamar.
¿Dónde está el sirviente o el mayordomo que te abre la puerta cuando los necesitas? Justo en el momento en el que estoy a punto de renunciar y alejarme con el rabo entre las piernas, la puerta se abre. Delante de mí aparece una versión más mayor de Invitado. No cabe duda de que es su madre. Cuando me mira, reparo en la mueca de desprecio que me lanza.
- ¿En qué puedo ayudarte? -pregunta llena de seguridad. Tengo la impresión de que o espera que forme parte de la plantilla de jardineros o que sea un vendedor que va de puerta en puerta acosando a la gente-. En este vecindario está terminantemente prohibida la venta ambulante.
- Yo, esto, no estoy aquí para vender nada. Me llamo Harry. Solamente quería saber si Invitado estaba, bueno, en casa -respondo. Genial, me he quedado sin palabras dos veces.
- No -contesta con un tono de voz tan frío como su mirada.
- ¿Sabe adónde ha ido?
La señora Ellis entrecierra la puerta. Probablemente piense que voy a asomar la cabeza para comprobar las cosas de valor que tiene y sentirme tentado de robarlas.
- No suelo dar información acerca de dónde se encuentra mi hija. Ahora, si me disculpas -dice, antes de cerrarme la puerta en las narices.
Me quedo delante de la puerta principal como un completo imbécil. Tengo la sensación de que Invitado estaba detrás de la puerta pidiéndole a su madre que se deshiciera de mí. En su lugar, yo no jugaría conmigo.
Detesto los juegos que no puedo ganar.
Regreso a la moto con el rabo entre las piernas, preguntándome si debería sentirme como un perro apaleado o como un pitbull furioso.
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Ahhhh me dara un infarto, amo que subas más capítulos!!! Pronto se darán el lote lo sé 1313 JUUUU.
Síguela sweetie
Síguela sweetie
Chiaara
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
El "lote" no suena nada mal eh! Pero que rayos pasa con Shelley arranco cabello! AUCH! Síguelaaaa : )
Mafe
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
DIOS!! Me acabo de pasar por tu nove y esta como asdfghjkjhgfdfghjkl SÍGUELA *-*
Melanie♥1D
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
HolaHola Melanie♥1D gracias por pasarte :B
Mañana la sigo con muchosmuchos cap's ; )
Mañana la sigo con muchosmuchos cap's ; )
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Si mañana no veo CAPS juro que te haré bullying!!!! Síguelaaaaaaaaaa : )
Chiaara
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
17. Invitado
- ¿Quién es Harry?
Esas son las primeras palabras que me dirige mi madre después de llegar a casa del aeropuerto, donde he ido a recoger a mi padre.
- Es un chico del instituto que me ha tocado como compañero en la clase de química -respondo en voz baja. Espero un momento antes de añadir-: ¿Por qué le conoces?
- Vino aquí después de que te fueras al aeropuerto. Le he echado.
La realidad le golpea en la cara. ¡Ay, Dios! Me olvidé de que había quedado con Harry esta mañana.
Cuando pienso en ello, le imagino esperándome en la biblioteca y me invade un sentimiento de culpabilidad. Era yo quien no confiaba en que se presentara, pero al final he sido yo quien no ha cumplido con su palabra. Debe de estar furioso. Puf, me siento fatal.
- No lo quiero cerca de casa -confiesa-. Los vecinos empezarían a chismorrear sobre ti.
«Como hacen con tu hermana», sé que está pensando.
Espero que algún día pueda vivir en un lugar en el que no tenga que preocuparme de los cotilleos de los vecinos.
-De acuerdo -accedo.
- ¿Puedes cambiar de compañero?
- No.
- ¿Lo has intentado?
- Si, mamá. Lo he hecho. La señora Peterson se niega a volver a asignar compañeros.
- Quizás no hayas insistido lo suficiente. Llamaré al instituto el lunes y les haré...
La miro fijamente, ignorando la intensa y dolorosa punzada en la parte posterior de la cabeza, donde mi hermana se ha llevado un buen mechón de pelo.
- Mamá, ya me encargo yo. No necesito que llames al instituto y me hagas sentir como una niña de dos años.
- ¿Ha sido ese chico, Harry, el que te ha enseñado a faltarle el respeto a tu madre? ¿De repente, crees que puedes hablarme así porque ese chico sea tu compañero?
- Mamá...
Ojala estuviera mi padre para intervenir. Pero fue directamente a su despacho para comprobar su correo justo después de que llegásemos a casa. Me gustarla que actuara como árbitro en lugar de quedarse al margen.
- Porque si empiezas a codearte con gentuza como esa, la gente te considerará como tal. No es así como te hemos educado tu padre y yo.
Vaya, aquí viene el sermón. Preferiría comer pescado vivo con escamas y todo antes de escuchar esto ahora. Sé cuál es el significado que se esconde tras sus palabras.
Shelley no es perfecta, de modo que yo tengo que serlo por las dos.
Aspiro profundamente intentando calmarme.
- Mamá, lo he entendido. Lo siento.
- Sólo intento protegerte -dice-. Y tú me lo echas en cara.
- Lo sé. Lo siento. ¿Qué ha dicho el Dr. Meir de Shelley?
- Quiere que vaya dos veces por semana para hacer un seguimiento. Voy a necesitar tu ayuda para llevarla.
No le menciono nada de la política de la señora Small acerca de faltar al entrenamiento de animadoras, porque no sirve de nada que nos estresemos más de lo que ya lo estamos. Además, me gustaría averiguar por qué mi hermana se comporta de ese modo tan agresivo...
Afortunadamente, suena el teléfono y mi madre va a atender la llamada. Salgo corriendo hacia la habitación de mi hermana antes de que mi madre me llame para seguir con la discusión. Shelley está sentada frente a su ordenador personalizado, dando golpecitos al teclado.
- Hola -le digo.
Shelley levanta la mirada. No está sonriendo. Quiero que sepa que no estoy enfadada con ella porque sé que no era su intención hacerme daño. Puede que ni siquiera comprenda qué la empuja a hacer esas cosas.
- ¿Quieres jugar a las damas? -Niega con la cabeza. - ¿Ver la tele? -Vuelve a negar con la cabeza.
- Quiero que sepas que no estoy enfadada contigo -le explico mientras me acerco a ella, pero con cuidado para que el pelo quede fuera de su alcance, y le froto la espalda-. Ya sabes que te quiero.
No hay respuesta, ni asentimiento de cabeza, ni aproximación verbal. Nada.
Me siento en el borde de su cama y la observo jugar con el ordenador. De vez en cuando hago algún comentario para que sepa que estoy allí. Puede que ahora no me necesite, pero me gustaría que así fuera. Porque sé que llegará el día en el que me necesite, y yo no estaré aquí para ayudarla. Eso me asusta.
Poco después dejo a mi hermana y me voy a mi habitación. Busco la guía de estudiantes del Instituto Fairfield para conseguir el teléfono de Harry.
Abro mi teléfono móvil y marco su número.
- ¿Sí? -contesta una voz de chico.
Aspiro profundamente.
- Hola -respondo-. ¿Está Harry?
- Ha salido.
- ¿Quién es? -oigo a una mujer preguntar a lo lejos.
- ¿Quién eres? -pregunta el muchacho.
Me doy cuenta de que estoy desconchándome la uña mientras hablo.
- Invitado Ellis. Soy... una amiga del instituto de Harry.
- Es Invitado Ellis, una amiga del instituto de Harry -explica el chico a su madre.
- Coge el mensaje -le oigo decir.
- ¿Eres su nueva novia? -pregunta el chico.
Oigo un golpe y un « ¡Ay!» antes de que el chico rectifique
- ¿Quieres dejar un mensaje?
- Dile que ha llamado Invitado Ellis. Este es mi número...
- ¿Quién es Harry?
Esas son las primeras palabras que me dirige mi madre después de llegar a casa del aeropuerto, donde he ido a recoger a mi padre.
- Es un chico del instituto que me ha tocado como compañero en la clase de química -respondo en voz baja. Espero un momento antes de añadir-: ¿Por qué le conoces?
- Vino aquí después de que te fueras al aeropuerto. Le he echado.
La realidad le golpea en la cara. ¡Ay, Dios! Me olvidé de que había quedado con Harry esta mañana.
Cuando pienso en ello, le imagino esperándome en la biblioteca y me invade un sentimiento de culpabilidad. Era yo quien no confiaba en que se presentara, pero al final he sido yo quien no ha cumplido con su palabra. Debe de estar furioso. Puf, me siento fatal.
- No lo quiero cerca de casa -confiesa-. Los vecinos empezarían a chismorrear sobre ti.
«Como hacen con tu hermana», sé que está pensando.
Espero que algún día pueda vivir en un lugar en el que no tenga que preocuparme de los cotilleos de los vecinos.
-De acuerdo -accedo.
- ¿Puedes cambiar de compañero?
- No.
- ¿Lo has intentado?
- Si, mamá. Lo he hecho. La señora Peterson se niega a volver a asignar compañeros.
- Quizás no hayas insistido lo suficiente. Llamaré al instituto el lunes y les haré...
La miro fijamente, ignorando la intensa y dolorosa punzada en la parte posterior de la cabeza, donde mi hermana se ha llevado un buen mechón de pelo.
- Mamá, ya me encargo yo. No necesito que llames al instituto y me hagas sentir como una niña de dos años.
- ¿Ha sido ese chico, Harry, el que te ha enseñado a faltarle el respeto a tu madre? ¿De repente, crees que puedes hablarme así porque ese chico sea tu compañero?
- Mamá...
Ojala estuviera mi padre para intervenir. Pero fue directamente a su despacho para comprobar su correo justo después de que llegásemos a casa. Me gustarla que actuara como árbitro en lugar de quedarse al margen.
- Porque si empiezas a codearte con gentuza como esa, la gente te considerará como tal. No es así como te hemos educado tu padre y yo.
Vaya, aquí viene el sermón. Preferiría comer pescado vivo con escamas y todo antes de escuchar esto ahora. Sé cuál es el significado que se esconde tras sus palabras.
Shelley no es perfecta, de modo que yo tengo que serlo por las dos.
Aspiro profundamente intentando calmarme.
- Mamá, lo he entendido. Lo siento.
- Sólo intento protegerte -dice-. Y tú me lo echas en cara.
- Lo sé. Lo siento. ¿Qué ha dicho el Dr. Meir de Shelley?
- Quiere que vaya dos veces por semana para hacer un seguimiento. Voy a necesitar tu ayuda para llevarla.
No le menciono nada de la política de la señora Small acerca de faltar al entrenamiento de animadoras, porque no sirve de nada que nos estresemos más de lo que ya lo estamos. Además, me gustaría averiguar por qué mi hermana se comporta de ese modo tan agresivo...
Afortunadamente, suena el teléfono y mi madre va a atender la llamada. Salgo corriendo hacia la habitación de mi hermana antes de que mi madre me llame para seguir con la discusión. Shelley está sentada frente a su ordenador personalizado, dando golpecitos al teclado.
- Hola -le digo.
Shelley levanta la mirada. No está sonriendo. Quiero que sepa que no estoy enfadada con ella porque sé que no era su intención hacerme daño. Puede que ni siquiera comprenda qué la empuja a hacer esas cosas.
- ¿Quieres jugar a las damas? -Niega con la cabeza. - ¿Ver la tele? -Vuelve a negar con la cabeza.
- Quiero que sepas que no estoy enfadada contigo -le explico mientras me acerco a ella, pero con cuidado para que el pelo quede fuera de su alcance, y le froto la espalda-. Ya sabes que te quiero.
No hay respuesta, ni asentimiento de cabeza, ni aproximación verbal. Nada.
Me siento en el borde de su cama y la observo jugar con el ordenador. De vez en cuando hago algún comentario para que sepa que estoy allí. Puede que ahora no me necesite, pero me gustaría que así fuera. Porque sé que llegará el día en el que me necesite, y yo no estaré aquí para ayudarla. Eso me asusta.
Poco después dejo a mi hermana y me voy a mi habitación. Busco la guía de estudiantes del Instituto Fairfield para conseguir el teléfono de Harry.
Abro mi teléfono móvil y marco su número.
- ¿Sí? -contesta una voz de chico.
Aspiro profundamente.
- Hola -respondo-. ¿Está Harry?
- Ha salido.
- ¿Quién es? -oigo a una mujer preguntar a lo lejos.
- ¿Quién eres? -pregunta el muchacho.
Me doy cuenta de que estoy desconchándome la uña mientras hablo.
- Invitado Ellis. Soy... una amiga del instituto de Harry.
- Es Invitado Ellis, una amiga del instituto de Harry -explica el chico a su madre.
- Coge el mensaje -le oigo decir.
- ¿Eres su nueva novia? -pregunta el chico.
Oigo un golpe y un « ¡Ay!» antes de que el chico rectifique
- ¿Quieres dejar un mensaje?
- Dile que ha llamado Invitado Ellis. Este es mi número...
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
18. Harry
Estoy en el almacén donde los Latino Blood quedan cada noche. Acabo de fumarme el segundo o tercer cigarrillo, ya he perdido la cuenta.
- Bebe un poco de cerveza y borra esa cara de deprimido -suelta Louis, pasándome una Coronita. Le cuento que Invitado me ha dejado plantado esta mañana y lo único que hace es negar con la cabeza, como si me lo mereciera por haberme acercado a la zona norte.
Cojo la botella pero vuelvo a lanzársela.
- No, gracias.
- ¿Qué pasa, tío? ¿No es lo suficientemente bueno para ti? -pregunta Javier, probablemente el más imbécil de los Latino Blood. El colega consume alcohol con la misma moderación con la que consume droga, es decir, ninguna.
Le lanzo una mirada de advertencia, sin decir palabra.
- Estaba de coña, tío -masculla el borracho de Javier.
Nadie quiere meterse en líos conmigo. Durante mi primer año como pandillero en los Latino Blood, demostré mi valía en un encontronazo con una banda rival.
Cuando era crío, solía pensar que podría salvar el mundo... o al menos salvar a mi familia. «Nunca me convertiré en miembro de ninguna banda», me repetía a mí mismo cuando ya tenía edad de meterme en una. «Protegeré a mi familia con mis propias manos». En la zona sur de Fairfield, o eres un gangster o estás contra ellos. Entonces, solía soñar con otro futuro, sueños ilusos en tíos que podía mantenerme al margen de las bandas y seguir protegiendo a mi familia. Pero esos sueños se desvanecieron hace mucho tiempo, condenando mi futuro, la noche en la que dispararon a mi padre a unos cinco metros de mí. Tenía seis años.
Cuando me acerqué a su cuerpo, todo lo que pude ver fue una mancha roja extendiéndose por la parte delantera de la camiseta. Me recordó a una diana, excepto porque el centro del objetivo se hacía cada vez más grande. En cuestión de segundos, mi padre se quedó sin aliento. Aquello fue todo. Había muerto.
No me acerqué demasiado, ni tampoco lo toqué. Tenía demasiado miedo. No dije ni una palabra durante los días posteriores a su muerte. Incluso cuando la policía me interrogó, no fui capaz de hablar. Llegaron a la conclusión de que me encontraba en estado de shock, y que mi cerebro no sabía cómo procesar lo ocurrido. Tenían razón. Ni siquiera recuerdo el aspecto del tío que le disparó. Nunca he podido vengar la muerte de mi padre, aunque cada noche rememoro la escena del disparo e intento juntar las piezas del rompecabezas. Si pudiera acordarme, ese cabrón pagaría por lo que hizo.
Lo que ha sucedido hoy, sin embargo, está perfectamente claro en mi mente. Invitado me ha dejado plantado, su madre me ha mirado con el ceño fruncido... cosas que deseo olvidar pero que parezco tener incrustadas en el cerebro.
Louis vacía la mitad de la cerveza de un trago, sin importarle que le caiga por las comisuras de los labios y que le salpique la camiseta. Cuando Javier se vuelve hacia otro de los chicos, Louis se dirige a mí.
- Emma te la jugó bien, ¿verdad?
- ¿Por qué lo dices?
- No confíes en las tías. Y si no, fíjate en Invitado Ellis... -Suelto un taco en voz baja.
- Louis, me lo he pensado mejor, pásame una Coronita.
Una vez abierta la vacío de un trago y aplasto la lata contra la pared.
- Puede que no quieras escuchar lo que voy a decirte, Harry. Pero vas a tener que hacerlo estés o no borracho, Emma, esa ex tuya, esa Latina sexy que adora los cotilleos y hacerle chupones a sus novios, te dio una puñalada por la espalda. De modo que lo único que haces con Invitado Ellis es utilizarla porque necesitas devolverle el golpe a alguien. -Escucho a Louis, sin mucha gana, mientras cojo otra cerveza.
- ¿Crees que intento hacer eso con mi compañera de clase de química?
- Sí, pero te va a salir el tiro por la culata, colega, porque en realidad esa chica te gusta. Admítelo.
- Solo me interesa por la apuesta -concluyo, sin ninguna intención de admitir nada.
Louis ríe con tanta fuerza que acaba tropezando y cayendo de culo sobre el suelo del almacén. Me señala con la cerveza que aún sostiene en la mano.
- Amigo, se te da tan bien mentirte a ti mismo que empiezas a creerte todas las gilipolleces que sueltas por la boca. Esas dos tías son polos opuestos, Harry.
Cojo otra cerveza. Cuando abro la pestaña, reflexiono sobre las diferencias entre Emma y Invitado. Emma tiene una mirada sexy, oscura y misteriosa. La mirada de Invitado parece más bien inocente, con esos ojos azules tan claros que casi puedes ver a través de ellos. ¿Seguirá siendo así cuando haga el amor con ella?
Mierda. ¿Hacer el amor? ¿Por qué coño he mezclado a Invitado y el amor en una misma frase? Se me está yendo la cabeza.
La siguiente media hora, la paso bebiendo tanta cerveza como puedo. Así me siento lo suficientemente bien como para no tener que pensar... en nada.
Una voz de chica me saca del ensimismamiento.
- ¿Se apuntan a una fiesta en Danwood Beach? -pregunta.
Miro a unos ojos de color chocolate. Aunque mi mente esté nublada y me siento mareado, sé con seguridad que el chocolate es lo opuesto a lo azul. No quiero lo azul. El azul me confunde demasiado. El chocolate es sencillo, es más fácil tratar con él. Algo no va bien, pero no soy capaz de identificar de qué se trata. Y cuando siento los labios de chocolate sobre los míos, deja de importarme todo excepto apartar el azul de mi mente. Aunque también recuerde que el chocolate puede ser amargo.
- Sí -digo cuando separo los labios de los de ella-. ¡Vámonos de fiesta!
Una hora más tarde, estoy con el agua hasta la cintura. Deseo convertirme en un pirata y surcar mares solitarios. Por supuesto, en el fondo de mi confusa mente sé que estoy contemplando el Lago Michigan y no un océano. Pero en este momento que no pienso con claridad, ser un pirata me parece una opción de narices. Sin familia, sin preocupaciones, sin chicas de pelo rubio y ojos azules que me perforan al mirarme.
Unos brazos me rodean el torso, como tentáculos.
- ¿En qué piensas, cariño?
- En convertirme en pirata -murmuro al pulpo que acaba de dirigirse a mí con tanta confianza.
Las ventosas del pulpo me están besando en la espalda y avanzan hasta la cara. Pero en lugar de asustarme, me siento a gusto. Conozco este pulpo, estos tentáculos.
- Tú serás un pirata y yo una sirena. Podrás rescatarme.
De algún modo, tengo la sensación de que es a mí a quien deberían rescatar porque siento que me está ahogando con sus besos.
- Emma -le digo al cefalópodo de ojos marrones que se ha transformado en una sexy sirena, comprendiendo de repente que estoy borracho, desnudo y con el agua hasta la cintura en el Lago Michigan.
- Shh, relájate y disfruta.
Emma me conoce lo suficiente como para hacerme olvidar la realidad y ayudarme a concentrarme en la fantasía. Me abraza con sus manos y su cuerpo. Parece ingrávida en el agua. Llevo las manos hacia lugares en los que he estado antes y tanteo un territorio que me resulta familiar, pero la fantasía no me invade esta vez. Y cuando vuelvo la mirada hacia la orilla, el bullicio provocado por mis ruidosos amigos me recuerda que no estamos solos y que a mi pulpo-sirena le encanta tener público.
A mí no.
Cojo a mi sirena de la mano y empiezo a caminar hacia la orilla. Hago caso omiso de los comentarios de mis colegas y le digo a mi sirena que se vista mientras yo me pongo los pantalones. Hecho esto, la cojo de nuevo de la mano y nos abrimos paso a través de la multitud hasta dar con un espacio vacío en el que poder sentamos junto a nuestros amigos.
Me recuesto sobre una enorme roca y estiro las piernas. Mi ex novia se acurruca a mi lado, como si nunca hubiéramos roto, como si nunca me hubiera engañado con otro. Me siento atrapado, sin escapatoria.
Ella da una calada a algo más fuerte que un cigarrillo y me lo pasa. Observo el porro fino y bien liado.
- Esto no llevará alucinógenos, ¿verdad? -pregunto. Estoy deshecho, y lo último que necesito es mezclarla marihuana y la cerveza con otras drogas. No quiero matarme, solo pretendo alcanzar un estado de entumecimiento temporal.
- Solo es marihuana, cariño - dice, poniéndome el porro en los labios.
Quizás me ayude a dejar la mente en blanco y olvidar todo lo relacionado con disparos y ex novias, y apuestas en las que tengo que acostarme con una chica que cree que soy la escoria de la sociedad.
Acepto el porro y le doy una calada.
Las manos de mi sirena avanzan hacia el pecho.
- Puedo hacerte feliz, Harry -susurra, tan cerca de mí que puedo oler el alcohol y la marihuana en su aliento. O quizás sea el mío, no estoy seguro-. Dame otra oportunidad.
La droga y el alcohol confunden mis sentidos. Y al rememorar la imagen de Nick y Invitado abrazados en el instituto, acerco el cuerpo de Emma hacia mí.
No necesito una chica como Invitado.
Necesito una chica sexy y picante como Emma, mi sirenita mentirosa.
Estoy en el almacén donde los Latino Blood quedan cada noche. Acabo de fumarme el segundo o tercer cigarrillo, ya he perdido la cuenta.
- Bebe un poco de cerveza y borra esa cara de deprimido -suelta Louis, pasándome una Coronita. Le cuento que Invitado me ha dejado plantado esta mañana y lo único que hace es negar con la cabeza, como si me lo mereciera por haberme acercado a la zona norte.
Cojo la botella pero vuelvo a lanzársela.
- No, gracias.
- ¿Qué pasa, tío? ¿No es lo suficientemente bueno para ti? -pregunta Javier, probablemente el más imbécil de los Latino Blood. El colega consume alcohol con la misma moderación con la que consume droga, es decir, ninguna.
Le lanzo una mirada de advertencia, sin decir palabra.
- Estaba de coña, tío -masculla el borracho de Javier.
Nadie quiere meterse en líos conmigo. Durante mi primer año como pandillero en los Latino Blood, demostré mi valía en un encontronazo con una banda rival.
Cuando era crío, solía pensar que podría salvar el mundo... o al menos salvar a mi familia. «Nunca me convertiré en miembro de ninguna banda», me repetía a mí mismo cuando ya tenía edad de meterme en una. «Protegeré a mi familia con mis propias manos». En la zona sur de Fairfield, o eres un gangster o estás contra ellos. Entonces, solía soñar con otro futuro, sueños ilusos en tíos que podía mantenerme al margen de las bandas y seguir protegiendo a mi familia. Pero esos sueños se desvanecieron hace mucho tiempo, condenando mi futuro, la noche en la que dispararon a mi padre a unos cinco metros de mí. Tenía seis años.
Cuando me acerqué a su cuerpo, todo lo que pude ver fue una mancha roja extendiéndose por la parte delantera de la camiseta. Me recordó a una diana, excepto porque el centro del objetivo se hacía cada vez más grande. En cuestión de segundos, mi padre se quedó sin aliento. Aquello fue todo. Había muerto.
No me acerqué demasiado, ni tampoco lo toqué. Tenía demasiado miedo. No dije ni una palabra durante los días posteriores a su muerte. Incluso cuando la policía me interrogó, no fui capaz de hablar. Llegaron a la conclusión de que me encontraba en estado de shock, y que mi cerebro no sabía cómo procesar lo ocurrido. Tenían razón. Ni siquiera recuerdo el aspecto del tío que le disparó. Nunca he podido vengar la muerte de mi padre, aunque cada noche rememoro la escena del disparo e intento juntar las piezas del rompecabezas. Si pudiera acordarme, ese cabrón pagaría por lo que hizo.
Lo que ha sucedido hoy, sin embargo, está perfectamente claro en mi mente. Invitado me ha dejado plantado, su madre me ha mirado con el ceño fruncido... cosas que deseo olvidar pero que parezco tener incrustadas en el cerebro.
Louis vacía la mitad de la cerveza de un trago, sin importarle que le caiga por las comisuras de los labios y que le salpique la camiseta. Cuando Javier se vuelve hacia otro de los chicos, Louis se dirige a mí.
- Emma te la jugó bien, ¿verdad?
- ¿Por qué lo dices?
- No confíes en las tías. Y si no, fíjate en Invitado Ellis... -Suelto un taco en voz baja.
- Louis, me lo he pensado mejor, pásame una Coronita.
Una vez abierta la vacío de un trago y aplasto la lata contra la pared.
- Puede que no quieras escuchar lo que voy a decirte, Harry. Pero vas a tener que hacerlo estés o no borracho, Emma, esa ex tuya, esa Latina sexy que adora los cotilleos y hacerle chupones a sus novios, te dio una puñalada por la espalda. De modo que lo único que haces con Invitado Ellis es utilizarla porque necesitas devolverle el golpe a alguien. -Escucho a Louis, sin mucha gana, mientras cojo otra cerveza.
- ¿Crees que intento hacer eso con mi compañera de clase de química?
- Sí, pero te va a salir el tiro por la culata, colega, porque en realidad esa chica te gusta. Admítelo.
- Solo me interesa por la apuesta -concluyo, sin ninguna intención de admitir nada.
Louis ríe con tanta fuerza que acaba tropezando y cayendo de culo sobre el suelo del almacén. Me señala con la cerveza que aún sostiene en la mano.
- Amigo, se te da tan bien mentirte a ti mismo que empiezas a creerte todas las gilipolleces que sueltas por la boca. Esas dos tías son polos opuestos, Harry.
Cojo otra cerveza. Cuando abro la pestaña, reflexiono sobre las diferencias entre Emma y Invitado. Emma tiene una mirada sexy, oscura y misteriosa. La mirada de Invitado parece más bien inocente, con esos ojos azules tan claros que casi puedes ver a través de ellos. ¿Seguirá siendo así cuando haga el amor con ella?
Mierda. ¿Hacer el amor? ¿Por qué coño he mezclado a Invitado y el amor en una misma frase? Se me está yendo la cabeza.
La siguiente media hora, la paso bebiendo tanta cerveza como puedo. Así me siento lo suficientemente bien como para no tener que pensar... en nada.
Una voz de chica me saca del ensimismamiento.
- ¿Se apuntan a una fiesta en Danwood Beach? -pregunta.
Miro a unos ojos de color chocolate. Aunque mi mente esté nublada y me siento mareado, sé con seguridad que el chocolate es lo opuesto a lo azul. No quiero lo azul. El azul me confunde demasiado. El chocolate es sencillo, es más fácil tratar con él. Algo no va bien, pero no soy capaz de identificar de qué se trata. Y cuando siento los labios de chocolate sobre los míos, deja de importarme todo excepto apartar el azul de mi mente. Aunque también recuerde que el chocolate puede ser amargo.
- Sí -digo cuando separo los labios de los de ella-. ¡Vámonos de fiesta!
Una hora más tarde, estoy con el agua hasta la cintura. Deseo convertirme en un pirata y surcar mares solitarios. Por supuesto, en el fondo de mi confusa mente sé que estoy contemplando el Lago Michigan y no un océano. Pero en este momento que no pienso con claridad, ser un pirata me parece una opción de narices. Sin familia, sin preocupaciones, sin chicas de pelo rubio y ojos azules que me perforan al mirarme.
Unos brazos me rodean el torso, como tentáculos.
- ¿En qué piensas, cariño?
- En convertirme en pirata -murmuro al pulpo que acaba de dirigirse a mí con tanta confianza.
Las ventosas del pulpo me están besando en la espalda y avanzan hasta la cara. Pero en lugar de asustarme, me siento a gusto. Conozco este pulpo, estos tentáculos.
- Tú serás un pirata y yo una sirena. Podrás rescatarme.
De algún modo, tengo la sensación de que es a mí a quien deberían rescatar porque siento que me está ahogando con sus besos.
- Emma -le digo al cefalópodo de ojos marrones que se ha transformado en una sexy sirena, comprendiendo de repente que estoy borracho, desnudo y con el agua hasta la cintura en el Lago Michigan.
- Shh, relájate y disfruta.
Emma me conoce lo suficiente como para hacerme olvidar la realidad y ayudarme a concentrarme en la fantasía. Me abraza con sus manos y su cuerpo. Parece ingrávida en el agua. Llevo las manos hacia lugares en los que he estado antes y tanteo un territorio que me resulta familiar, pero la fantasía no me invade esta vez. Y cuando vuelvo la mirada hacia la orilla, el bullicio provocado por mis ruidosos amigos me recuerda que no estamos solos y que a mi pulpo-sirena le encanta tener público.
A mí no.
Cojo a mi sirena de la mano y empiezo a caminar hacia la orilla. Hago caso omiso de los comentarios de mis colegas y le digo a mi sirena que se vista mientras yo me pongo los pantalones. Hecho esto, la cojo de nuevo de la mano y nos abrimos paso a través de la multitud hasta dar con un espacio vacío en el que poder sentamos junto a nuestros amigos.
Me recuesto sobre una enorme roca y estiro las piernas. Mi ex novia se acurruca a mi lado, como si nunca hubiéramos roto, como si nunca me hubiera engañado con otro. Me siento atrapado, sin escapatoria.
Ella da una calada a algo más fuerte que un cigarrillo y me lo pasa. Observo el porro fino y bien liado.
- Esto no llevará alucinógenos, ¿verdad? -pregunto. Estoy deshecho, y lo último que necesito es mezclarla marihuana y la cerveza con otras drogas. No quiero matarme, solo pretendo alcanzar un estado de entumecimiento temporal.
- Solo es marihuana, cariño - dice, poniéndome el porro en los labios.
Quizás me ayude a dejar la mente en blanco y olvidar todo lo relacionado con disparos y ex novias, y apuestas en las que tengo que acostarme con una chica que cree que soy la escoria de la sociedad.
Acepto el porro y le doy una calada.
Las manos de mi sirena avanzan hacia el pecho.
- Puedo hacerte feliz, Harry -susurra, tan cerca de mí que puedo oler el alcohol y la marihuana en su aliento. O quizás sea el mío, no estoy seguro-. Dame otra oportunidad.
La droga y el alcohol confunden mis sentidos. Y al rememorar la imagen de Nick y Invitado abrazados en el instituto, acerco el cuerpo de Emma hacia mí.
No necesito una chica como Invitado.
Necesito una chica sexy y picante como Emma, mi sirenita mentirosa.
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
19. Invitado
Convencí a Sierra, Doug, Nick, Shane y Darlene para ir esta noche al Club Mystique, el local que me recomendó Megan. Está en Highland Grove, en la playa. A Nick no le gusta mucho bailar, así que acabé bailando con el resto de la pandilla, incluso con ese chico llamado Troy, que baila genial. Creo que he aprendido algunos pasos que podremos introducir en las coreografías de las animadoras.
Ahora estamos en casa de Sierra, en la playa que hay detrás de su casa. Mi madre sabe que me quedo a dormir aquí esta noche, de modo que no tengo que preocuparme del toque de queda. Mientras Sierra y yo colocamos unas mantas sobre la arena, Darlene se ha quedado rezagada con los chicos, que están sacando las botellas de vino y las cervezas que llevábamos en el maletero del coche de Nick.
- Doug y yo nos acostamos el fin de semana pasado -espeta Sierra.
- ¿En serio?
- Sí. Ya sé que quería esperar hasta que estuviéramos en la universidad, pero pasó sin más. Sus padres estaban en la ciudad, fui a su casa, una cosa llevó a la otra y lo hicimos.
- Vaya, ¿y cómo fue?
- No lo sé. Si te soy sincera, fue un poco extraño. Aunque él estuvo muy cariñoso después, preguntándome una y otra vez si estaba bien. Y por la noche vino a mi casa y me trajo tres docenas de rosas rojas. Tuve que mentir a mis padres y decirles que era por nuestro aniversario. No podía decirles que las flores eran para celebrar que había perdido la virginidad con él. ¿Qué hay de ti y Nick?
- Nick quiere que nos acostemos -le suelto.
- Todos los chicos de más de catorce años desean tener relaciones sexuales -explica-. Es su obligación querer hacerlo.
- Pero es que... yo no quiero. Por lo menos, no ahora.
- Entonces tu obligación es decir que no -añade, como si fuera tan fácil. Sierra ya no es virgen porque ha dicho que sí. ¿Por qué me cuesta tanto a mí dar ese paso?
- ¿Cuándo sabré que ha llegado el momento?
- Te aseguro que no vas a venir a preguntármelo. Supongo que cuando estés completamente preparada, querrás hacerlo, sin reservas ni preguntas. Nosotras sabemos que ellos quieren tener relaciones. Depende de ti hacer que eso ocurra. O no. Verás, mi primera vez no ha sido divertida ni fácil. Fue un poco chapucera y la mayor parte del tiempo me sentía como una estúpida. Cuando estás con la persona a la que quieres, es más fácil abrirte y asumir que puedes cometer errores y no temer mostrarte vulnerable, y eso es lo que hace que sea hermoso y especial.
¿Será esa la razón por la que no quiero hacerlo con Nick? Quizás en el fondo, no lo quiera tanto como suponía. ¿Soy capaz de querer tanto a alguien como para abrirme y no temer mostrarme vulnerable? La verdad es que no estoy segura.
- Tyler ha roto hoy con Darlene -susurra Sierra-. Ha empezado a salir con una chica de su residencia.
Si antes no me compadecía por Darlene, ahora sí lo hago. Sobre todo porque sabe atraer la atención de los chicos, como si actuar así alimentara su autoestima. No me extraña que haya estado encima de Shane toda la noche.
Veo aparecer a Darlene y al resto del grupo, que se ponen a colocar las mantas sobre la arena. Darlene agarra a Shane por la camiseta y tira de él.
- Vayamos a darnos el lote -le dice. Shane está más que dispuesto a aceptar la propuesta.
Yo me la llevo aparte, me acerco a ella y le susurro para que nadie pueda oírnos:
- No juegues con Shane.
- ¿Por qué no?
- Porque no te gusta tanto. No lo utilices. Ni dejes que te utilice a ti.
Darlene me aparta de un empujón.
- En serio, Invitado, tienes una perspectiva distorsionada de la realidad. O quizás quieras señalar las imperfecciones de todos para poder seguir luciendo la corona de Reina de las Perfectas.
Eso no es justo. Mi intención no es subrayar sus defectos, pero si la veo avanzar por un camino peligroso, ¿acaso no es mi deber como amiga detenerla?
Tal vez no. Somos amigas, pero no súper amigas. La única a la que permito acercarse lo suficiente es a Sierra. ¿Cómo me atrevo a darle consejos a Darlene cuando nunca le dejaría actuar del mismo modo conmigo?
Sierra, Doug, Nick y yo nos sentamos en las mantas y hablamos sobre el último partido de fútbol delante de una fogata que hemos hecho a base de ramitas y viejos trozos de madera.
Reímos, recordando las jugadas fallidas e imitando al entrenador del equipo cuando increpaba a los jugadores desde el banquillo. Cuando se enfada, se pone muy rojo, no deja de chillar y de escupir, y los jugadores tienen que apartarse para que no les salpique en la cara. Doug imita genial.
Estoy a gusto aquí, sentada junto a mis amigos y a Nick, y durante un momento me olvido de mi compañero de química que, últimamente, ocupa todos mis pensamientos.
Un rato después, Sierra y Doug se van a dar un paseo y yo me tumbo sobre Nick, frente a la hoguera, que ilumina la arena que nos rodea con un brillante resplandor. A pesar de mis consejos, Darlene y Shane han estado comiéndose a besos todo el tiempo, y aún no han regresado.
Cojo la botella de Chardonnay que han comprado los chicos. Ellos han estado bebiendo cerveza, y las chicas vino, porque Sierra no soporta la cerveza. Me llevo la botella a los labios y la vacío. Empiezo a sentirme mareada, pero haría falta que me bebiera otra entera para sentirme desinhibida del todo.
- ¿Me has echado de menos este verano? -le pregunto. Me acurruco contra él mientras me acaricia el pelo, el cual, por cierto, debe de estar hecho un desastre. Ojalá estuviera lo suficientemente bebida como para que no me importara.
Nick me coge una mano y se la lleva a la bragueta. Deja escapar un gemido lento.
- Sí -susurra contra mi cuello-. Un montón.
Cuando aparto la mano, me rodea el cuerpo con los brazos. Me apretuja las tetas como si fueran balones de agua. Nunca me habían molestado las caricias de Nick, pero el recorrido que hace con las manos me está cabreando y dando asco, todo al mismo tiempo.
Me aparto de su lado.
- ¿Qué pasa, Invitado?
- No lo sé -le digo. Es verdad, no lo sé. Las cosas con Nick parecen tensas desde que empezó el curso. No puedo dejar de pensar en Harry, lo cual me molesta más que Cualquier otra cosa. Alargo la mano y cojo una cerveza-. Es demasiado forzado -le digo a mi novio mientras abro la lata y doy un sorbo de cerveza-. ¿No podemos quedarnos aquí sentados sin hacer nada? -Y Nick deja escapar un resoplido fuerte y exagerado.
- Invitado, yo quiero hacerlo. -Intento vaciar la cerveza de un trago, aunque acabo derramando un poco.
- ¿Quieres hacerlo ahora? -le pregunto. - ¿Aquí, donde nuestros amigos pueden vernos si se dan la vuelta?
- ¿Por qué no? Ya hemos esperado mucho.
- No sé, Nick -digo, verdaderamente asustada por estar teniendo aquella conversación pese a saber que llegaría el momento.
- Supongo... supongo que imaginaba que sucedería de un modo natural.
- ¿Qué puede ser más natural que hacerlo al aire libre, sobre la arena?
- ¿Y los condones?
- Me quitaré a tiempo.
Eso no suena nada romántico. Me volveré loca hasta que me baje el periodo por miedo a haberme quedado embarazada. No es así como quiero que sea la primera vez.
- Hacer el amor significa mucho para mí.
- Y para mí también. Así que hagámoslo ya.
- Tengo la impresión de que el verano te ha cambiado.
- Tal vez -replica a la defensiva-. Quizás me haya dado cuenta de que nuestra relación tiene que avanzar. Joder, Invitado. ¿Quién pensaría que una estudiante de último curso todavía es virgen? Todos creen que ya lo hemos hecho, ¿por qué no lo hacemos y ya está? Mierda, incluso has permitido que ese tipo, Styles, piense que puede acostarse contigo.
El corazón me da un vuelco.
- ¿Crees que preferiría acostarme con Harry antes que contigo? -pregunto con los ojos llenos de lágrimas. No sé si es el alcohol el culpable de que me sienta tan sensible o si sus palabras han dado en el blanco. No puedo dejar de pensar en mi compañero de laboratorio. Me odio a mí misma por tener esos pensamientos, y ahora mismo odio a Nick por habérmelo recordado.
- ¿Y Darlene? -replico, Echo un vistazo a mi alrededor para asegurarme de que Darlene no puede escucharnos-. Parece que hay muy buen rollo entre ustedes cuando están en clase de química.
- Déjalo ya, Invitado. Hay muchas chicas que se fijan en mí en clase. Obviamente tú no lo haces porque estás demasiado ocupada discutiendo con Styles. Todos saben que están tonteando.
- Eso no es justo, Nick
- ¿Qué pasa? -pregunta Sierra, que aparece con Doug desde detrás de una enorme roca.
- Nada -respondo, antes de ponerme en pie con las sandalias en la mano-. Me voy a casa.
- Voy contigo -dice Sierra cogiendo su monedero.
- No -le contesto. Por fin me siento completamente mareada. Es como si hubiera abandonado mi cuerpo, pudiera observarlo todo y quisiera enfrentarme sola a la situación-. No quiero ni necesito a nadie. Iré caminando.
- Está borracha -añade Doug, mirando la botella vacía y la lata de cerveza donde había estado sentada.
- No lo estoy. -Cojo otra cerveza y la abro antes de acercarme a la orilla. Sola. Por mi misma. Como debe ser.
- No quiero que vayas sola por ahí -dice Sierra.
- Ahora quiero estar sola. Necesito pensar en ciertas cosas.
- Invitado, vuelve aquí -espeta Nick, pero sin moverse de donde está.
Le ignoro.
- No vayas más allá del cuarto muelle. No es seguro -me advierte Sierra.
¿Que no es seguro? Qué más me da. ¿Qué pasará si me sucede algo? A Nick no le importará. Ni a mis padres tampoco.
Cierro los ojos. Siento que los dedos de los pies se me hunden en la arena y me lleno los pulmones con la fresca y perfumada brisa del Lago Michigan que me acaricia la cara.
Y sigo bebiendo cerveza. Me olvido de todo excepto de la arena y la cerveza, continúo caminando, deteniéndome solo para observar la oscura superficie del lago. La luz de la luna brilla sobre ella y dibuja una línea que parece cortarla en dos.
He pasado dos muelles. O tal vez sean tres. De todas formas, no queda mucho para llegar a casa. Menos de un kilómetro y medio. Cuando llegue a la siguiente playa, subiré la calle y me dirigiré a casa. No es la primera vez que hago algo así.
Pero me gusta tanto sentir la arena bajo los pies, es como una de esas almohadas rellenas de bolitas que se adaptan a la forma. Y más adelante oigo música. Me encanta la música. Cierro los ojos y muevo el cuerpo al ritmo de una canción desconocida.
No me he percatado de la distancia que he recorrido y sigo bailando hasta que el bullicio de risas y voces me deja paralizada. Frente a mí veo a un grupo de gente con bandanas rojas y negras. Está claro que hace mucho que he dejado atrás el cuarto muelle.
- Eh, miren, es Invitado Ellis, la animadora más sexy de todo el instituto Fairfield -anuncia un tipo-. Ven aquí, guapa. Baila conmigo.
Miro desesperada a la multitud, esperando encontrar una cara amiga, familiar. Harry.
Está aquí. Y Emma Sánchez está sentada sobre su regazo.
Una imagen que da que pensar.
Otro de los chicos avanza hacia mí.
- ¿No sabes que esta zona de la playa es solo para chicanos? -me pregunta, acercándose más-. O quizás has venido atraída por el olor de la carne oscura. ¿Sabes lo que dicen, nena? Que la carne oscura es la más jugosa.
- Déjame en paz -mascullo como puedo.
- ¿Crees que eres demasiado buena para un tipo como yo? -insiste el desconocido que ya me ha alcanzado y me acecha con unos ojos llenos de rabia. La música deja de sonar.
Me tambaleo hacia atrás. No estoy lo suficientemente borracha como para no darme cuenta de lo peligrosa que se ha vuelto la situación.
- Javier, déjala -interviene Harry en voz baja. Es una orden.
Harry le está acariciando el hombro a Emma, y sus labios están a escasos centímetros de su piel. Me tambaleo. Esta es una pesadilla de la que necesito escapar, y rápido.
Empiezo a correr, las carcajadas de los miembros de la banda resuenan en mis oídos. No puedo huir lo suficientemente rápido, tengo la impresión de estar en un sueño en donde mis pies se mueven pero no consigo avanzar.
- ¡Invitado, espera! -llama una voz desde detrás de mí.
Me doy la vuelta y me encuentro cara a cara con el chico que me persigue en mis sueños... tanto en los que estoy despierta como en los que estoy dormida.
Harry.
El chico que odio.
El chico que no consigo apartar de mis pensamientos, no importa lo borracha que esté.
- No hagas caso a Javier. A veces se deja llevar e intenta dárselas de gamberro -dice Harry. Me quedo atónita cuando le veo acercarse para enjugar una lágrima de mi mejilla-. No llores. Nunca permitiría que te hicieran daño.
¿Debería decirle que no temo que me hagan daño? Me gusta no ser capaz de controlar lo que digo.
Aunque no he corrido mucho, ha sido lo suficiente para alejarme de los amigos de Harry.
No pueden verme, ni tampoco oírme.
- ¿Por qué te gusta Emma? -le pregunto antes de que todo empiece a darme vueltas. Me desplomo sobre la arena-. Es mala.
Sé ofrece para ayudarme a ponerme en pie, pero me asusto, y él se mete las manos en los bolsillos.
- ¿Y, de todas formas, a ti qué cono te importa? Me has dejado plantado.
- Tenía cosas pendientes.
- ¿Cómo lavarte el pelo o hacerte la manicura?
Más bien porque mi hermana me ha arrancado un mechón de pelo y mi madre me ha echado la bronca por ello. Le clavo el dedo en el pecho y le digo:
- Eres un gilipollas.
- Y tú una petarda -dice-. Una petarda con una sonrisa fascinante y unos ojos que pueden hacerle perder la cabeza a un chico.
Hace una mueca mientras las palabras salen de su boca, como si quisiera volver a tragárselas.
Esperaba que dijera un montón de cosas, pero eso no. Especialmente eso. Me fijo en sus ojos inyectados en sangre.
- Estás drogado, Harry.
- Sí, bueno, tú tampoco pareces estar muy sobria. Quizás sea el momento perfecto para que me des ese beso que me debes.
- De ninguna manera.
- ¿Por qué no? ¿Temes que te guste tanto que acabes olvidando a tu novio?
¿Besar a Harry? Nunca. Aunque es algo que me ha pasado por la cabeza. Muchas veces. Más de las que desearía. Sus labios son gruesos y tentadores. Ay, Dios, tiene razón. Estoy borracha. Y, definitivamente, no me siento bien. Se me ha pasado el atolondramiento y he empezado a delirar, porque estoy pensando en cosas en las que no debería pensar.
Como, por ejemplo, en lo mucho que deseo saber qué se siente al tener esos labios pegados a los míos.
- Está bien. Bésame, Harry -digo, caminando hacia delante e inclinándome hacia él-. Entonces, estaremos en paz.
Me agarra de los brazos. Eso es. Voy a besar a Harry y voy a averiguar qué se siente. Es peligroso y se ríe de mí. Pero también es sexy, misterioso y guapo. Estar tan cerca de él me provoca tal excitación que empiezo a estremecerme y la cabeza me da vueltas. Meto el dedo dentro del pasador de su cinturón para mantener el equilibrio. Es como si estuviéramos subidos en el tiovivo de una feria.
- Vas a vomitar -dice.
- Qué va. Estoy... disfrutando del paseo.
- No estamos paseando.
- Ah -digo, confusa. Suelto el pasador y me concentro en mis pies. Parece como si se levantaran solos, flotando sobre la arena-. Estoy un poco mareada, eso es todo. Pero estoy bien.
- Ni de coña.
- Si dejaras de moverte, me sentiría mucho mejor.
- No me estoy moviendo. Y odio tener que aguarte la fiesta, tía, pero estás a punto de vomitar.
Tiene razón. El estómago no deja de darme vueltas. Me tiene sujeta con la mano, mientras que con la otra me recoge el pelo, alejándolo de mi cara mientras me inclino y vomito.
No consigo que el estómago deje de darme vueltas. Devuelvo una y otra vez. El sonido que emito, entre tanto gorgoteo y arcada, resulta asqueroso, aunque estoy demasiado borracha como para que me importe.
- Anda, mira -digo entre vómito y vómito-. Mi cena está sobre tu zapato.
Convencí a Sierra, Doug, Nick, Shane y Darlene para ir esta noche al Club Mystique, el local que me recomendó Megan. Está en Highland Grove, en la playa. A Nick no le gusta mucho bailar, así que acabé bailando con el resto de la pandilla, incluso con ese chico llamado Troy, que baila genial. Creo que he aprendido algunos pasos que podremos introducir en las coreografías de las animadoras.
Ahora estamos en casa de Sierra, en la playa que hay detrás de su casa. Mi madre sabe que me quedo a dormir aquí esta noche, de modo que no tengo que preocuparme del toque de queda. Mientras Sierra y yo colocamos unas mantas sobre la arena, Darlene se ha quedado rezagada con los chicos, que están sacando las botellas de vino y las cervezas que llevábamos en el maletero del coche de Nick.
- Doug y yo nos acostamos el fin de semana pasado -espeta Sierra.
- ¿En serio?
- Sí. Ya sé que quería esperar hasta que estuviéramos en la universidad, pero pasó sin más. Sus padres estaban en la ciudad, fui a su casa, una cosa llevó a la otra y lo hicimos.
- Vaya, ¿y cómo fue?
- No lo sé. Si te soy sincera, fue un poco extraño. Aunque él estuvo muy cariñoso después, preguntándome una y otra vez si estaba bien. Y por la noche vino a mi casa y me trajo tres docenas de rosas rojas. Tuve que mentir a mis padres y decirles que era por nuestro aniversario. No podía decirles que las flores eran para celebrar que había perdido la virginidad con él. ¿Qué hay de ti y Nick?
- Nick quiere que nos acostemos -le suelto.
- Todos los chicos de más de catorce años desean tener relaciones sexuales -explica-. Es su obligación querer hacerlo.
- Pero es que... yo no quiero. Por lo menos, no ahora.
- Entonces tu obligación es decir que no -añade, como si fuera tan fácil. Sierra ya no es virgen porque ha dicho que sí. ¿Por qué me cuesta tanto a mí dar ese paso?
- ¿Cuándo sabré que ha llegado el momento?
- Te aseguro que no vas a venir a preguntármelo. Supongo que cuando estés completamente preparada, querrás hacerlo, sin reservas ni preguntas. Nosotras sabemos que ellos quieren tener relaciones. Depende de ti hacer que eso ocurra. O no. Verás, mi primera vez no ha sido divertida ni fácil. Fue un poco chapucera y la mayor parte del tiempo me sentía como una estúpida. Cuando estás con la persona a la que quieres, es más fácil abrirte y asumir que puedes cometer errores y no temer mostrarte vulnerable, y eso es lo que hace que sea hermoso y especial.
¿Será esa la razón por la que no quiero hacerlo con Nick? Quizás en el fondo, no lo quiera tanto como suponía. ¿Soy capaz de querer tanto a alguien como para abrirme y no temer mostrarme vulnerable? La verdad es que no estoy segura.
- Tyler ha roto hoy con Darlene -susurra Sierra-. Ha empezado a salir con una chica de su residencia.
Si antes no me compadecía por Darlene, ahora sí lo hago. Sobre todo porque sabe atraer la atención de los chicos, como si actuar así alimentara su autoestima. No me extraña que haya estado encima de Shane toda la noche.
Veo aparecer a Darlene y al resto del grupo, que se ponen a colocar las mantas sobre la arena. Darlene agarra a Shane por la camiseta y tira de él.
- Vayamos a darnos el lote -le dice. Shane está más que dispuesto a aceptar la propuesta.
Yo me la llevo aparte, me acerco a ella y le susurro para que nadie pueda oírnos:
- No juegues con Shane.
- ¿Por qué no?
- Porque no te gusta tanto. No lo utilices. Ni dejes que te utilice a ti.
Darlene me aparta de un empujón.
- En serio, Invitado, tienes una perspectiva distorsionada de la realidad. O quizás quieras señalar las imperfecciones de todos para poder seguir luciendo la corona de Reina de las Perfectas.
Eso no es justo. Mi intención no es subrayar sus defectos, pero si la veo avanzar por un camino peligroso, ¿acaso no es mi deber como amiga detenerla?
Tal vez no. Somos amigas, pero no súper amigas. La única a la que permito acercarse lo suficiente es a Sierra. ¿Cómo me atrevo a darle consejos a Darlene cuando nunca le dejaría actuar del mismo modo conmigo?
Sierra, Doug, Nick y yo nos sentamos en las mantas y hablamos sobre el último partido de fútbol delante de una fogata que hemos hecho a base de ramitas y viejos trozos de madera.
Reímos, recordando las jugadas fallidas e imitando al entrenador del equipo cuando increpaba a los jugadores desde el banquillo. Cuando se enfada, se pone muy rojo, no deja de chillar y de escupir, y los jugadores tienen que apartarse para que no les salpique en la cara. Doug imita genial.
Estoy a gusto aquí, sentada junto a mis amigos y a Nick, y durante un momento me olvido de mi compañero de química que, últimamente, ocupa todos mis pensamientos.
Un rato después, Sierra y Doug se van a dar un paseo y yo me tumbo sobre Nick, frente a la hoguera, que ilumina la arena que nos rodea con un brillante resplandor. A pesar de mis consejos, Darlene y Shane han estado comiéndose a besos todo el tiempo, y aún no han regresado.
Cojo la botella de Chardonnay que han comprado los chicos. Ellos han estado bebiendo cerveza, y las chicas vino, porque Sierra no soporta la cerveza. Me llevo la botella a los labios y la vacío. Empiezo a sentirme mareada, pero haría falta que me bebiera otra entera para sentirme desinhibida del todo.
- ¿Me has echado de menos este verano? -le pregunto. Me acurruco contra él mientras me acaricia el pelo, el cual, por cierto, debe de estar hecho un desastre. Ojalá estuviera lo suficientemente bebida como para que no me importara.
Nick me coge una mano y se la lleva a la bragueta. Deja escapar un gemido lento.
- Sí -susurra contra mi cuello-. Un montón.
Cuando aparto la mano, me rodea el cuerpo con los brazos. Me apretuja las tetas como si fueran balones de agua. Nunca me habían molestado las caricias de Nick, pero el recorrido que hace con las manos me está cabreando y dando asco, todo al mismo tiempo.
Me aparto de su lado.
- ¿Qué pasa, Invitado?
- No lo sé -le digo. Es verdad, no lo sé. Las cosas con Nick parecen tensas desde que empezó el curso. No puedo dejar de pensar en Harry, lo cual me molesta más que Cualquier otra cosa. Alargo la mano y cojo una cerveza-. Es demasiado forzado -le digo a mi novio mientras abro la lata y doy un sorbo de cerveza-. ¿No podemos quedarnos aquí sentados sin hacer nada? -Y Nick deja escapar un resoplido fuerte y exagerado.
- Invitado, yo quiero hacerlo. -Intento vaciar la cerveza de un trago, aunque acabo derramando un poco.
- ¿Quieres hacerlo ahora? -le pregunto. - ¿Aquí, donde nuestros amigos pueden vernos si se dan la vuelta?
- ¿Por qué no? Ya hemos esperado mucho.
- No sé, Nick -digo, verdaderamente asustada por estar teniendo aquella conversación pese a saber que llegaría el momento.
- Supongo... supongo que imaginaba que sucedería de un modo natural.
- ¿Qué puede ser más natural que hacerlo al aire libre, sobre la arena?
- ¿Y los condones?
- Me quitaré a tiempo.
Eso no suena nada romántico. Me volveré loca hasta que me baje el periodo por miedo a haberme quedado embarazada. No es así como quiero que sea la primera vez.
- Hacer el amor significa mucho para mí.
- Y para mí también. Así que hagámoslo ya.
- Tengo la impresión de que el verano te ha cambiado.
- Tal vez -replica a la defensiva-. Quizás me haya dado cuenta de que nuestra relación tiene que avanzar. Joder, Invitado. ¿Quién pensaría que una estudiante de último curso todavía es virgen? Todos creen que ya lo hemos hecho, ¿por qué no lo hacemos y ya está? Mierda, incluso has permitido que ese tipo, Styles, piense que puede acostarse contigo.
El corazón me da un vuelco.
- ¿Crees que preferiría acostarme con Harry antes que contigo? -pregunto con los ojos llenos de lágrimas. No sé si es el alcohol el culpable de que me sienta tan sensible o si sus palabras han dado en el blanco. No puedo dejar de pensar en mi compañero de laboratorio. Me odio a mí misma por tener esos pensamientos, y ahora mismo odio a Nick por habérmelo recordado.
- ¿Y Darlene? -replico, Echo un vistazo a mi alrededor para asegurarme de que Darlene no puede escucharnos-. Parece que hay muy buen rollo entre ustedes cuando están en clase de química.
- Déjalo ya, Invitado. Hay muchas chicas que se fijan en mí en clase. Obviamente tú no lo haces porque estás demasiado ocupada discutiendo con Styles. Todos saben que están tonteando.
- Eso no es justo, Nick
- ¿Qué pasa? -pregunta Sierra, que aparece con Doug desde detrás de una enorme roca.
- Nada -respondo, antes de ponerme en pie con las sandalias en la mano-. Me voy a casa.
- Voy contigo -dice Sierra cogiendo su monedero.
- No -le contesto. Por fin me siento completamente mareada. Es como si hubiera abandonado mi cuerpo, pudiera observarlo todo y quisiera enfrentarme sola a la situación-. No quiero ni necesito a nadie. Iré caminando.
- Está borracha -añade Doug, mirando la botella vacía y la lata de cerveza donde había estado sentada.
- No lo estoy. -Cojo otra cerveza y la abro antes de acercarme a la orilla. Sola. Por mi misma. Como debe ser.
- No quiero que vayas sola por ahí -dice Sierra.
- Ahora quiero estar sola. Necesito pensar en ciertas cosas.
- Invitado, vuelve aquí -espeta Nick, pero sin moverse de donde está.
Le ignoro.
- No vayas más allá del cuarto muelle. No es seguro -me advierte Sierra.
¿Que no es seguro? Qué más me da. ¿Qué pasará si me sucede algo? A Nick no le importará. Ni a mis padres tampoco.
Cierro los ojos. Siento que los dedos de los pies se me hunden en la arena y me lleno los pulmones con la fresca y perfumada brisa del Lago Michigan que me acaricia la cara.
Y sigo bebiendo cerveza. Me olvido de todo excepto de la arena y la cerveza, continúo caminando, deteniéndome solo para observar la oscura superficie del lago. La luz de la luna brilla sobre ella y dibuja una línea que parece cortarla en dos.
He pasado dos muelles. O tal vez sean tres. De todas formas, no queda mucho para llegar a casa. Menos de un kilómetro y medio. Cuando llegue a la siguiente playa, subiré la calle y me dirigiré a casa. No es la primera vez que hago algo así.
Pero me gusta tanto sentir la arena bajo los pies, es como una de esas almohadas rellenas de bolitas que se adaptan a la forma. Y más adelante oigo música. Me encanta la música. Cierro los ojos y muevo el cuerpo al ritmo de una canción desconocida.
No me he percatado de la distancia que he recorrido y sigo bailando hasta que el bullicio de risas y voces me deja paralizada. Frente a mí veo a un grupo de gente con bandanas rojas y negras. Está claro que hace mucho que he dejado atrás el cuarto muelle.
- Eh, miren, es Invitado Ellis, la animadora más sexy de todo el instituto Fairfield -anuncia un tipo-. Ven aquí, guapa. Baila conmigo.
Miro desesperada a la multitud, esperando encontrar una cara amiga, familiar. Harry.
Está aquí. Y Emma Sánchez está sentada sobre su regazo.
Una imagen que da que pensar.
Otro de los chicos avanza hacia mí.
- ¿No sabes que esta zona de la playa es solo para chicanos? -me pregunta, acercándose más-. O quizás has venido atraída por el olor de la carne oscura. ¿Sabes lo que dicen, nena? Que la carne oscura es la más jugosa.
- Déjame en paz -mascullo como puedo.
- ¿Crees que eres demasiado buena para un tipo como yo? -insiste el desconocido que ya me ha alcanzado y me acecha con unos ojos llenos de rabia. La música deja de sonar.
Me tambaleo hacia atrás. No estoy lo suficientemente borracha como para no darme cuenta de lo peligrosa que se ha vuelto la situación.
- Javier, déjala -interviene Harry en voz baja. Es una orden.
Harry le está acariciando el hombro a Emma, y sus labios están a escasos centímetros de su piel. Me tambaleo. Esta es una pesadilla de la que necesito escapar, y rápido.
Empiezo a correr, las carcajadas de los miembros de la banda resuenan en mis oídos. No puedo huir lo suficientemente rápido, tengo la impresión de estar en un sueño en donde mis pies se mueven pero no consigo avanzar.
- ¡Invitado, espera! -llama una voz desde detrás de mí.
Me doy la vuelta y me encuentro cara a cara con el chico que me persigue en mis sueños... tanto en los que estoy despierta como en los que estoy dormida.
Harry.
El chico que odio.
El chico que no consigo apartar de mis pensamientos, no importa lo borracha que esté.
- No hagas caso a Javier. A veces se deja llevar e intenta dárselas de gamberro -dice Harry. Me quedo atónita cuando le veo acercarse para enjugar una lágrima de mi mejilla-. No llores. Nunca permitiría que te hicieran daño.
¿Debería decirle que no temo que me hagan daño? Me gusta no ser capaz de controlar lo que digo.
Aunque no he corrido mucho, ha sido lo suficiente para alejarme de los amigos de Harry.
No pueden verme, ni tampoco oírme.
- ¿Por qué te gusta Emma? -le pregunto antes de que todo empiece a darme vueltas. Me desplomo sobre la arena-. Es mala.
Sé ofrece para ayudarme a ponerme en pie, pero me asusto, y él se mete las manos en los bolsillos.
- ¿Y, de todas formas, a ti qué cono te importa? Me has dejado plantado.
- Tenía cosas pendientes.
- ¿Cómo lavarte el pelo o hacerte la manicura?
Más bien porque mi hermana me ha arrancado un mechón de pelo y mi madre me ha echado la bronca por ello. Le clavo el dedo en el pecho y le digo:
- Eres un gilipollas.
- Y tú una petarda -dice-. Una petarda con una sonrisa fascinante y unos ojos que pueden hacerle perder la cabeza a un chico.
Hace una mueca mientras las palabras salen de su boca, como si quisiera volver a tragárselas.
Esperaba que dijera un montón de cosas, pero eso no. Especialmente eso. Me fijo en sus ojos inyectados en sangre.
- Estás drogado, Harry.
- Sí, bueno, tú tampoco pareces estar muy sobria. Quizás sea el momento perfecto para que me des ese beso que me debes.
- De ninguna manera.
- ¿Por qué no? ¿Temes que te guste tanto que acabes olvidando a tu novio?
¿Besar a Harry? Nunca. Aunque es algo que me ha pasado por la cabeza. Muchas veces. Más de las que desearía. Sus labios son gruesos y tentadores. Ay, Dios, tiene razón. Estoy borracha. Y, definitivamente, no me siento bien. Se me ha pasado el atolondramiento y he empezado a delirar, porque estoy pensando en cosas en las que no debería pensar.
Como, por ejemplo, en lo mucho que deseo saber qué se siente al tener esos labios pegados a los míos.
- Está bien. Bésame, Harry -digo, caminando hacia delante e inclinándome hacia él-. Entonces, estaremos en paz.
Me agarra de los brazos. Eso es. Voy a besar a Harry y voy a averiguar qué se siente. Es peligroso y se ríe de mí. Pero también es sexy, misterioso y guapo. Estar tan cerca de él me provoca tal excitación que empiezo a estremecerme y la cabeza me da vueltas. Meto el dedo dentro del pasador de su cinturón para mantener el equilibrio. Es como si estuviéramos subidos en el tiovivo de una feria.
- Vas a vomitar -dice.
- Qué va. Estoy... disfrutando del paseo.
- No estamos paseando.
- Ah -digo, confusa. Suelto el pasador y me concentro en mis pies. Parece como si se levantaran solos, flotando sobre la arena-. Estoy un poco mareada, eso es todo. Pero estoy bien.
- Ni de coña.
- Si dejaras de moverte, me sentiría mucho mejor.
- No me estoy moviendo. Y odio tener que aguarte la fiesta, tía, pero estás a punto de vomitar.
Tiene razón. El estómago no deja de darme vueltas. Me tiene sujeta con la mano, mientras que con la otra me recoge el pelo, alejándolo de mi cara mientras me inclino y vomito.
No consigo que el estómago deje de darme vueltas. Devuelvo una y otra vez. El sonido que emito, entre tanto gorgoteo y arcada, resulta asqueroso, aunque estoy demasiado borracha como para que me importe.
- Anda, mira -digo entre vómito y vómito-. Mi cena está sobre tu zapato.
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
SIGUEEEEEEEELAAAAAAAAAAAAAA!! nueva lectora<3 Le vomite a Harry(8) kajskaskls me encantaaaaaaa.
Samemistakes
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Siguela pronto porfavor! me encantaa :3
nueva lectora... besos xx
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laruskii
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
JAJAJA OH POR DIOS!!! SIGUELA, AMO CON LOCURA TODO ESTO!!! ♥
Chiaara
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