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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
aww pobre rayiz sufre mucho verdad :sad:
Maldito Mike es un hijo de su progenitora :caliente:
Que bien que lo puso en su lugar Nick :¬¬:
Siguela!!!
Maldito Mike es un hijo de su progenitora :caliente:
Que bien que lo puso en su lugar Nick :¬¬:
Siguela!!!
aranzhitha
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
CAPÍTULO 4
Parte 1.
Eran casi las siete de la tarde y el sol empezaba a hundirse tras las montañas cuando los mecánicos comenzaron a marcharse, mirando de reojo a Noah, como si les diera miedo dejar a su jefa a solas con él.
El sheriff no había aparecido, lo que quería decir que Mike no había presentado cargos. Todavía. Su todoterreno había sido entregado en el banco mientras él aún estaba allí, y si la suerte estaba de su lado, _____ no tendría que volver a tratar con aquel bastardo en mucho tiempo.
Noah Blake, por otra parte, era alguien con quien sí iba a tener que lidiar. La sangre le había bombeado con furia en las venas durante todo el día, dejándole los nervios a flor de piel y una sensación casi de excitación que se le clavaba en el pecho como si se tratara de unas afiladas garras.
Había trabajado duro y sin parar, y había conseguido que los demás hombres cumplieran con sus tareas más deprisa. Pero _____ no lo necesitaba allí. No le quería allí. No necesitaba que interfiriera en la estructurada y ordenada existencia que había logrado crear. No quería la excitación ni la tensión que sentía oprimiéndole las entrañas.
Los hombres que trabajaban para ella acabarían por aceptar sus órdenes o haría lo que había hecho durante los últimos tres años: despedirlos y buscar a otros que necesitaran el salario. Había despedido a tantos que uno más o menos no se notaría demasiado.
Toby se demoró todo lo que pudo, hasta que _____ no tuvo más remedio que sacarle a empujones por la puerta. Después cogió del escritorio la cartera con la recaudación del día, la metió en el bolso que se colgó al hombro y lanzó una mirada airada a Noah.
Allá iba. Él podía irse al infierno y ella volver a su monótona vida.
—Cuando veas a Rory, dile que quiero hablar con él de inmediato —le espetó—. Y si no viene trabajar mañana, que comience a buscarse otro empleo. Lo mismo que tú. No quiero tener a un maniático en mi taller atacando a mis clientes. —Levantó una mano cuando él comenzó a hablar—. Se lo merezcan o no.
Noah la miró con unos ojos enfurecidos y feroces, y una expresión que podría haber derretido las piedras.
La mirada masculina se desplazó por el cuerpo de _____ y ésta se sonrojó al percatarse de que sus pezones empezaban a endurecerse bajo la camisa y el sujetador. Sintió cómo la excitación ardía entre sus muslos, y lo odió. Odió sentir eso y odió a Noah por hacérselo sentir.
La joven desvió la mirada hacia el aparcamiento y casi hizo una mueca al ver el vehículo que se detenía en el camino. Se había olvidado de su cita.
Duncan Sykes era agradable, seguro y de trato fácil. Tenía el pelo castaño oscuro, los ojos marrones y una sonrisa tranquila. No era peligroso. No tenía el poder de arrebatarle la cordura ni de acabar con su autocontrol.
—Estaré aquí por la mañana —le aseguró Noah apretando los labios ante el sonido de la puerta del coche de Duncan cerrándose—. Con Rory.
_____ sonrió ante la idea de tener una conversación con Rory. Oh, su cuñado se había metido en un buen lío.
—Hazlo —le dijo la joven suavemente mientras Duncan se acercaba a ellos con el ceño fruncido—. Y estate preparado para irte de la misma manera que has llegado. Has hecho que me retrase y no estoy lista para mi cita. Mereces que te despida sólo por eso.
_____ se forzó a sonreír al ver que Duncan abría la puerta y entraba. Por supuesto, no pudo evitar comparar a los dos hombres, aunque lo cierto era que no había comparación posible. Noah era más duro, más rudo, más excitante, vibrante y turbador de lo que Duncan sería jamás.
—Veo que no estás lista. —Duncan sonrió ampliamente. La diversión bailaba en sus ojos a pesar de la mirada de curiosidad que le dirigió al otro hombre—. ¿Por qué tenía el presentimiento de que te olvidarías de nuestra cita si algo te mantenía ocupada?
—Porque me conoces. —Ella le devolvió la sonrisa, consciente de que su alegría era más fingida de lo que le habría gustado.
La mirada de Duncan cayó de nuevo sobre Noah.
—¿Un nuevo empleado? —preguntó al tiempo que le tendía la mano como si no fuera un maníaco peligroso—. Me llamo Duncan Sykes. Soy el propietario de la tienda de electrónica del pueblo.
Un terrible presentimiento atravesó a _____ al ver la sonrisa de Noah, la mirada fría de sus ojos y el destello de dientes que advertía que no era tan amistoso como fingía ser.
—Noah Blake —se presentó.
—Encantado de conocerle. —Duncan inclinó la cabeza y luego se dirigió a _____—. Vamos a llegar tarde si no te arreglas pronto. ¿Quieres que cierre yo?
En realidad no.
—Ya está todo listo, sólo me queda echar el cerrojo a la puerta en cuando salgamos. —_____ se giró hacia Noah con los ojos entrecerrados y observó que él seguía sin apartar la mirada de Duncan—. Noah, tengo que cerrar.
Un destello de temor le recorrió la espina dorsal cuando él se volvió y centró la atención en ella. Tenía los ojos duros y fríos, los labios apretados y su expresión era demasiado calmada. Demasiado tranquila.
—Que tenga una buena noche —dijo en voz baja dirigiéndose exclusivamente a ella, antes de abandonar la oficina y dirigirse hacia la Harley negra que estaba aparcada junto al taller.
_____ apenas se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento hasta que lo soltó silenciosamente y se volvió hacia Duncan.
—Tendrás que tomarte una copa de vino y esperar a que me arregle. Hoy no he tenido tiempo para nada.
—Por ti vale la pena esperar —afirmó Duncan mientras salían de la oficina y ella cerraba las puertas—. Además, ya hemos salido bastantes veces, _____, sé a qué hora tengo que hacer las reservas para cenar.
La joven hizo una mueca. Siempre llegaba tarde. Jamás había hecho esperar a nadie hasta la muerte de su marido. Parecía como si a partir de entonces se pasara la vida llegando tarde a todos lados. Como si de alguna manera intentara retroceder en el tiempo en vez de seguir adelante.
Al deslizarse en el asiento del copiloto del coche de Duncan para volver a casa, no pudo evitar notar que Noah aún seguía allí. Estaba agachado al lado de la Harley, manipulando alguna pieza sin importancia, sin duda para curiosear, porque su mirada estaba clavada en ellos.
—Supongo que fue Rory quien lo contrató —comentó Duncan al rebasar a la Harley.
—Supones bien —-respondió Sabella dejando escapar un suspiro.
Rory solía contratar vagabundos, que, por suerte, no duraban demasiado en el trabajo. Sin embargo, esta vez, ella tenía el presentimiento de que iba a tener problemas con Noah.
No hablaron nada más hasta que se detuvieron delante de la casa.
—Vamos. —_____ salió rápidamente del coche con las llaves de la casa en la mano—. Ya sabes dónde está el vino, entra y sírvete una copa, estaré abajo en media hora.
Abrió la puerta y se dirigió a toda prisa hacia las escaleras.
—Te voy a cronometrar —dijo él, riéndose—. Veinte dólares a que tardas una hora.
-Hecho. —_____ le brindó una rápida sonrisa y agachó la cabeza; estaba segura de que la sonrisa no le llegaba los ojos.
No podía evitar la sensación de que, de alguna forma, le estaba siendo infiel a un marido muerto hacía más de seis años. Había estado luchando contra esa sensación desde hacía un año, desde la primera cita con Duncan; la primera vez que se había prometido a sí misma que iba a conseguir superar la muerte de Nicholas.
Cada vez que Duncan y ella salían de la casa que había compartido con su esposo, se sentía intranquila y con el estómago revuelto. Como si estuviera engañando al hombre que amaba. Al hombre que la había amado.
Era una locura. Tenía que recordarse todos los días que Nicholas hubiera querido que fuera feliz, que no estaba mirándola fijamente desde el cielo, dolido y enojado porque ella le había dado la espalda a todo lo que habían compartido.
Y no le había dado la espalda, se dijo a sí misma mientras se metía en la ducha. El había sido un guerrero que no había regresado a casa. Ahora estaba muerto. Se había ido y ella todavía estaba viva, ¿verdad?
Noah debería estar asistiendo a una reunión informativa del grupo de operaciones. Pero en vez de eso, se encontraba bajo los árboles que bordeaban la propiedad que había compartido con _____, con unos binoculares militares en las manos y los ojos fijos en la casa.
No importaba cuánto se hubiera quejado él cuando estaban casados, _____ aún seguía dejando las persianas y las cortinas abiertas durante la noche. Y ahora también estaban abiertas.
Duncan Sykes, maldito fuera, estaba en la cocina abriendo una botella de vino. Noah apretó los labios. Ese seguía siendo su vino, sin importar que oficialmente estuviera muerto. Se había pasado muchos años coleccionando vinos, pero rara vez había abierto una botella; le gustaba observar cómo iba creciendo su pequeña colección en la bodega del sótano.
Y ahora, aquel hijo de perra estaba abriendo una de sus mejores botellas y sirviéndose una copa. Por Dios, mataría a ese bastardo si lo atrapaba en su cama con su esposa.
Respiró hondo. No era asunto suyo, se recordó a sí mismo.
Demonios, claro que lo era. Sintió cómo la rabia le nublaba la mente y cómo el control que había logrado mantener a raya durante los últimos años comenzaba a resquebrajarse. Si veía cómo Duncan la tocaba, no sería capaz de controlar la ira.
Noah era consciente de la presencia de Rory tras él. Lo había acompañado
siguiendo la orden que le había dado después de haberlo llamado desde el taller. Su hermano no parecía feliz. Y eso era condenadamente malo, porque Noah también estaba muy lejos de sentirse «feliz».
—¿Desde cuándo dura toda esta mierda? —escupió sin mirar a Rory, con los ojos aún fijos en la casa.
—¿Qué mierda? —le preguntó su hermano lanzándole una mirada cautelosa.
Noah señaló la casa con la mano.
—Lo de Sykes.
—Más o menos un año. —Rory se sentó a los pies de un árbol y bostezó con despreocupación-.
Noah bajó la mirada hacia él.
—¿Por qué no lo detuviste?
Rory lo miró con sorpresa antes de rascarse la mejilla con aire reflexivo.
—Demonios, pues seguramente porque es el único de los hombres con los que _____ salió que me cae bien.
Noah apretó los dientes.
—¿Con cuántos ha salido?
Otros hombres. No sólo uno. Había otros hombres que habían salido con su esposa. Que habían visto su sonrisa. Que habían sentido deseo por ella. No quería imaginar a ninguno de ellos tocándola, porque si lo hacía los buscaría y los mataría.
—Algunos. —Rory se encogió de hombros como si aquello no tuviera mayor importancia—. Jamás duran demasiado. Algunas citas aquí y allá. Luego _____ acaba sintiéndose culpable, se vuelve a poner la alianza un tiempo y se encierra en casa cuando no está trabajando antes de obligarse a volver a intentarlo. Sin embargo, lleva más de un año sin utilizar la alianza.
Rory cogió una brizna de hierba mientras Noah volvía a observar la casa.
Sykes estaba todavía en la cocina, rebuscando en los cajones. El muy bastardo cogió una taza de un gancho y se encaminó a la ventana para observar el taller colina abajo. Había una mirada de orgullo en la cara de Sykes, como si estuviera imaginando de qué manera iba a cambiar la vida de_____.
Bueno, Noah le conocía bastante bien. Duncan ocultaba su voluntad de hierro a la mayoría de la gente, y no era ningún estúpido. Si llevaba un año saliendo con _____, es que iba en serio. Tenía intención de poseer todo lo que Noah había poseído una vez, cuando era Nicholas Malone.
—Tú la abandonaste —le recordó Rory con un atisbo de cólera—. No tendría que importarte que se hubiera acostado con la mitad del pueblo.
Noah no dijo nada porque su hermano tenía razón. La había dejado. Había aceptado aquella maldita misión sabiendo que podía morir. Así había sido y no había regresado.
—¿Qué ocurrió con Grant? —le preguntó a Rory—. Intentó hacerse con el taller y la casa en vez de cuidar de ella tal y como me prometió que haría si me pasaba algo. ¿Por qué lo hizo?
—Supongo que por la misma razón que le impulsó a quedarse con las propiedades del abuelo. —Rory soltó un suspiro—. Porque es así. El abuelo todavía lo disculpa. Piensa que Grant hizo lo que creía más conveniente para protegerla. Dice que hay matices.
Los matices grises de los que le había hablado hacía casi una vida. Según él nada era lo que parecía. Pero en el caso de Grant, Noah no podía ver otra cosa que no fuera puro egoísmo.
—¿Y Mike Conrad?
Rory resopló.
—Es un cerdo. Está furioso porque _____ no quiere acostarse con él ni venderle el taller. Parece que ansia ambas cosas. Estuvo detrás de ella durante más de un año hasta que _____ tuvo que amenazarlo con demandarle por acoso. Luego comenzó a ponerse más violento. Al parecer deseaba más el taller que a ella. Intentó poner al pueblo en su contra, pero no le salió bien. Tú tenías muchos amigos. En cuanto _____ se convenció de que no merecía la pena pasarse la vida llorando por un hombre que nunca regresaría a casa, se entregó por completo al negocio y trató de sacarlo adelante. Ahora es cuando mejor le van las cosas.
—Deja de provocarme, Rory, o acabarás sin poder andar durante un tiempo.
Su hermano bufó y, después de guardar silencio un buen rato, añadió:
—El abuelo ha visitado hoy tu tumba. Por lo general suele acercarse a la de la abuela y habla con ella. Sin embargo, hoy se acercó a tu lápida y se quedó allí de pie, mirándola.
Noah no quería oír aquello. Reprimió la furia y el dolor que habitaba en lo más profundo de su alma y continuó observando cómo Duncan se paseaba por la cocina.
—Siempre noté algo extraño en el abuelo, pero no me había dado cuenta de qué era hasta ahora.
—Que nunca lloró mi pérdida —terminó Noah por él.
Demonios, Jordán y él deberían haber imaginado que no podrían engañar al anciano. El abuelo siempre parecía saber todo lo que ocurría.
—Exacto —asintió Rory—. Ni una sola vez. No como _____. Hubo un tiempo en que solía quedarme a dormir en tu casa. Ella me despertaba por las noches gritando tu nombre, jurando que tenía sangre en las manos, que estabas herido. Rogándome que te salvara. —Se puso en pie de un salto—. A la mierda con todo, me voy a casa.
—_____ tenía razón.
Sintió que Rory se detenía.
—¿En qué? —preguntó con cautela su hermano.
—En todo. Yo estaba herido, Rory. Al borde de la muerte. Cuando me rescataron apenas me quedaba un hálito de vida.
Observó cómo _____ entraba en la cocina y le sonreía a Duncan. Éste se terminó la copa de vino, la besó en la mejilla y se dirigieron a la puerta. El muy cerdo apoyaba la mano en el hueco de la espalda de _____ para guiarla. Maldición, Noah iba a tener que matarlo.
Se apartó los binoculares de la cara y clavó los ojos en la casa durante varios minutos antes de volverse hacia Rory.
—El abuelo debería haberme llorado —masculló en voz baja—. Porque el hombre que yo era murió en una celda oculta en una maldita selva. El marido de _____, tu hermano. El hijo y el nieto. Todo eso murió en mi interior, Rory. No soy el hombre que era y jamás volveré a serlo.
Rory lo miró durante un buen rato.
—Eso no es cierto —dijo él finalmente—. No todo murió, Noah, créeme. Toda esa estúpida testosterona y ese arrogante orgullo posesivo que siempre le ocultaste a _____ todavía siguen ahí, a la espera. —Rory le dirigió una mirada desdeñosa—. La parte que sobrevivió es, simplemente, la mejor.
Parte 1.
Eran casi las siete de la tarde y el sol empezaba a hundirse tras las montañas cuando los mecánicos comenzaron a marcharse, mirando de reojo a Noah, como si les diera miedo dejar a su jefa a solas con él.
El sheriff no había aparecido, lo que quería decir que Mike no había presentado cargos. Todavía. Su todoterreno había sido entregado en el banco mientras él aún estaba allí, y si la suerte estaba de su lado, _____ no tendría que volver a tratar con aquel bastardo en mucho tiempo.
Noah Blake, por otra parte, era alguien con quien sí iba a tener que lidiar. La sangre le había bombeado con furia en las venas durante todo el día, dejándole los nervios a flor de piel y una sensación casi de excitación que se le clavaba en el pecho como si se tratara de unas afiladas garras.
Había trabajado duro y sin parar, y había conseguido que los demás hombres cumplieran con sus tareas más deprisa. Pero _____ no lo necesitaba allí. No le quería allí. No necesitaba que interfiriera en la estructurada y ordenada existencia que había logrado crear. No quería la excitación ni la tensión que sentía oprimiéndole las entrañas.
Los hombres que trabajaban para ella acabarían por aceptar sus órdenes o haría lo que había hecho durante los últimos tres años: despedirlos y buscar a otros que necesitaran el salario. Había despedido a tantos que uno más o menos no se notaría demasiado.
Toby se demoró todo lo que pudo, hasta que _____ no tuvo más remedio que sacarle a empujones por la puerta. Después cogió del escritorio la cartera con la recaudación del día, la metió en el bolso que se colgó al hombro y lanzó una mirada airada a Noah.
Allá iba. Él podía irse al infierno y ella volver a su monótona vida.
—Cuando veas a Rory, dile que quiero hablar con él de inmediato —le espetó—. Y si no viene trabajar mañana, que comience a buscarse otro empleo. Lo mismo que tú. No quiero tener a un maniático en mi taller atacando a mis clientes. —Levantó una mano cuando él comenzó a hablar—. Se lo merezcan o no.
Noah la miró con unos ojos enfurecidos y feroces, y una expresión que podría haber derretido las piedras.
La mirada masculina se desplazó por el cuerpo de _____ y ésta se sonrojó al percatarse de que sus pezones empezaban a endurecerse bajo la camisa y el sujetador. Sintió cómo la excitación ardía entre sus muslos, y lo odió. Odió sentir eso y odió a Noah por hacérselo sentir.
La joven desvió la mirada hacia el aparcamiento y casi hizo una mueca al ver el vehículo que se detenía en el camino. Se había olvidado de su cita.
Duncan Sykes era agradable, seguro y de trato fácil. Tenía el pelo castaño oscuro, los ojos marrones y una sonrisa tranquila. No era peligroso. No tenía el poder de arrebatarle la cordura ni de acabar con su autocontrol.
—Estaré aquí por la mañana —le aseguró Noah apretando los labios ante el sonido de la puerta del coche de Duncan cerrándose—. Con Rory.
_____ sonrió ante la idea de tener una conversación con Rory. Oh, su cuñado se había metido en un buen lío.
—Hazlo —le dijo la joven suavemente mientras Duncan se acercaba a ellos con el ceño fruncido—. Y estate preparado para irte de la misma manera que has llegado. Has hecho que me retrase y no estoy lista para mi cita. Mereces que te despida sólo por eso.
_____ se forzó a sonreír al ver que Duncan abría la puerta y entraba. Por supuesto, no pudo evitar comparar a los dos hombres, aunque lo cierto era que no había comparación posible. Noah era más duro, más rudo, más excitante, vibrante y turbador de lo que Duncan sería jamás.
—Veo que no estás lista. —Duncan sonrió ampliamente. La diversión bailaba en sus ojos a pesar de la mirada de curiosidad que le dirigió al otro hombre—. ¿Por qué tenía el presentimiento de que te olvidarías de nuestra cita si algo te mantenía ocupada?
—Porque me conoces. —Ella le devolvió la sonrisa, consciente de que su alegría era más fingida de lo que le habría gustado.
La mirada de Duncan cayó de nuevo sobre Noah.
—¿Un nuevo empleado? —preguntó al tiempo que le tendía la mano como si no fuera un maníaco peligroso—. Me llamo Duncan Sykes. Soy el propietario de la tienda de electrónica del pueblo.
Un terrible presentimiento atravesó a _____ al ver la sonrisa de Noah, la mirada fría de sus ojos y el destello de dientes que advertía que no era tan amistoso como fingía ser.
—Noah Blake —se presentó.
—Encantado de conocerle. —Duncan inclinó la cabeza y luego se dirigió a _____—. Vamos a llegar tarde si no te arreglas pronto. ¿Quieres que cierre yo?
En realidad no.
—Ya está todo listo, sólo me queda echar el cerrojo a la puerta en cuando salgamos. —_____ se giró hacia Noah con los ojos entrecerrados y observó que él seguía sin apartar la mirada de Duncan—. Noah, tengo que cerrar.
Un destello de temor le recorrió la espina dorsal cuando él se volvió y centró la atención en ella. Tenía los ojos duros y fríos, los labios apretados y su expresión era demasiado calmada. Demasiado tranquila.
—Que tenga una buena noche —dijo en voz baja dirigiéndose exclusivamente a ella, antes de abandonar la oficina y dirigirse hacia la Harley negra que estaba aparcada junto al taller.
_____ apenas se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento hasta que lo soltó silenciosamente y se volvió hacia Duncan.
—Tendrás que tomarte una copa de vino y esperar a que me arregle. Hoy no he tenido tiempo para nada.
—Por ti vale la pena esperar —afirmó Duncan mientras salían de la oficina y ella cerraba las puertas—. Además, ya hemos salido bastantes veces, _____, sé a qué hora tengo que hacer las reservas para cenar.
La joven hizo una mueca. Siempre llegaba tarde. Jamás había hecho esperar a nadie hasta la muerte de su marido. Parecía como si a partir de entonces se pasara la vida llegando tarde a todos lados. Como si de alguna manera intentara retroceder en el tiempo en vez de seguir adelante.
Al deslizarse en el asiento del copiloto del coche de Duncan para volver a casa, no pudo evitar notar que Noah aún seguía allí. Estaba agachado al lado de la Harley, manipulando alguna pieza sin importancia, sin duda para curiosear, porque su mirada estaba clavada en ellos.
—Supongo que fue Rory quien lo contrató —comentó Duncan al rebasar a la Harley.
—Supones bien —-respondió Sabella dejando escapar un suspiro.
Rory solía contratar vagabundos, que, por suerte, no duraban demasiado en el trabajo. Sin embargo, esta vez, ella tenía el presentimiento de que iba a tener problemas con Noah.
No hablaron nada más hasta que se detuvieron delante de la casa.
—Vamos. —_____ salió rápidamente del coche con las llaves de la casa en la mano—. Ya sabes dónde está el vino, entra y sírvete una copa, estaré abajo en media hora.
Abrió la puerta y se dirigió a toda prisa hacia las escaleras.
—Te voy a cronometrar —dijo él, riéndose—. Veinte dólares a que tardas una hora.
-Hecho. —_____ le brindó una rápida sonrisa y agachó la cabeza; estaba segura de que la sonrisa no le llegaba los ojos.
No podía evitar la sensación de que, de alguna forma, le estaba siendo infiel a un marido muerto hacía más de seis años. Había estado luchando contra esa sensación desde hacía un año, desde la primera cita con Duncan; la primera vez que se había prometido a sí misma que iba a conseguir superar la muerte de Nicholas.
Cada vez que Duncan y ella salían de la casa que había compartido con su esposo, se sentía intranquila y con el estómago revuelto. Como si estuviera engañando al hombre que amaba. Al hombre que la había amado.
Era una locura. Tenía que recordarse todos los días que Nicholas hubiera querido que fuera feliz, que no estaba mirándola fijamente desde el cielo, dolido y enojado porque ella le había dado la espalda a todo lo que habían compartido.
Y no le había dado la espalda, se dijo a sí misma mientras se metía en la ducha. El había sido un guerrero que no había regresado a casa. Ahora estaba muerto. Se había ido y ella todavía estaba viva, ¿verdad?
Noah debería estar asistiendo a una reunión informativa del grupo de operaciones. Pero en vez de eso, se encontraba bajo los árboles que bordeaban la propiedad que había compartido con _____, con unos binoculares militares en las manos y los ojos fijos en la casa.
No importaba cuánto se hubiera quejado él cuando estaban casados, _____ aún seguía dejando las persianas y las cortinas abiertas durante la noche. Y ahora también estaban abiertas.
Duncan Sykes, maldito fuera, estaba en la cocina abriendo una botella de vino. Noah apretó los labios. Ese seguía siendo su vino, sin importar que oficialmente estuviera muerto. Se había pasado muchos años coleccionando vinos, pero rara vez había abierto una botella; le gustaba observar cómo iba creciendo su pequeña colección en la bodega del sótano.
Y ahora, aquel hijo de perra estaba abriendo una de sus mejores botellas y sirviéndose una copa. Por Dios, mataría a ese bastardo si lo atrapaba en su cama con su esposa.
Respiró hondo. No era asunto suyo, se recordó a sí mismo.
Demonios, claro que lo era. Sintió cómo la rabia le nublaba la mente y cómo el control que había logrado mantener a raya durante los últimos años comenzaba a resquebrajarse. Si veía cómo Duncan la tocaba, no sería capaz de controlar la ira.
Noah era consciente de la presencia de Rory tras él. Lo había acompañado
siguiendo la orden que le había dado después de haberlo llamado desde el taller. Su hermano no parecía feliz. Y eso era condenadamente malo, porque Noah también estaba muy lejos de sentirse «feliz».
—¿Desde cuándo dura toda esta mierda? —escupió sin mirar a Rory, con los ojos aún fijos en la casa.
—¿Qué mierda? —le preguntó su hermano lanzándole una mirada cautelosa.
Noah señaló la casa con la mano.
—Lo de Sykes.
—Más o menos un año. —Rory se sentó a los pies de un árbol y bostezó con despreocupación-.
Noah bajó la mirada hacia él.
—¿Por qué no lo detuviste?
Rory lo miró con sorpresa antes de rascarse la mejilla con aire reflexivo.
—Demonios, pues seguramente porque es el único de los hombres con los que _____ salió que me cae bien.
Noah apretó los dientes.
—¿Con cuántos ha salido?
Otros hombres. No sólo uno. Había otros hombres que habían salido con su esposa. Que habían visto su sonrisa. Que habían sentido deseo por ella. No quería imaginar a ninguno de ellos tocándola, porque si lo hacía los buscaría y los mataría.
—Algunos. —Rory se encogió de hombros como si aquello no tuviera mayor importancia—. Jamás duran demasiado. Algunas citas aquí y allá. Luego _____ acaba sintiéndose culpable, se vuelve a poner la alianza un tiempo y se encierra en casa cuando no está trabajando antes de obligarse a volver a intentarlo. Sin embargo, lleva más de un año sin utilizar la alianza.
Rory cogió una brizna de hierba mientras Noah volvía a observar la casa.
Sykes estaba todavía en la cocina, rebuscando en los cajones. El muy bastardo cogió una taza de un gancho y se encaminó a la ventana para observar el taller colina abajo. Había una mirada de orgullo en la cara de Sykes, como si estuviera imaginando de qué manera iba a cambiar la vida de_____.
Bueno, Noah le conocía bastante bien. Duncan ocultaba su voluntad de hierro a la mayoría de la gente, y no era ningún estúpido. Si llevaba un año saliendo con _____, es que iba en serio. Tenía intención de poseer todo lo que Noah había poseído una vez, cuando era Nicholas Malone.
—Tú la abandonaste —le recordó Rory con un atisbo de cólera—. No tendría que importarte que se hubiera acostado con la mitad del pueblo.
Noah no dijo nada porque su hermano tenía razón. La había dejado. Había aceptado aquella maldita misión sabiendo que podía morir. Así había sido y no había regresado.
—¿Qué ocurrió con Grant? —le preguntó a Rory—. Intentó hacerse con el taller y la casa en vez de cuidar de ella tal y como me prometió que haría si me pasaba algo. ¿Por qué lo hizo?
—Supongo que por la misma razón que le impulsó a quedarse con las propiedades del abuelo. —Rory soltó un suspiro—. Porque es así. El abuelo todavía lo disculpa. Piensa que Grant hizo lo que creía más conveniente para protegerla. Dice que hay matices.
Los matices grises de los que le había hablado hacía casi una vida. Según él nada era lo que parecía. Pero en el caso de Grant, Noah no podía ver otra cosa que no fuera puro egoísmo.
—¿Y Mike Conrad?
Rory resopló.
—Es un cerdo. Está furioso porque _____ no quiere acostarse con él ni venderle el taller. Parece que ansia ambas cosas. Estuvo detrás de ella durante más de un año hasta que _____ tuvo que amenazarlo con demandarle por acoso. Luego comenzó a ponerse más violento. Al parecer deseaba más el taller que a ella. Intentó poner al pueblo en su contra, pero no le salió bien. Tú tenías muchos amigos. En cuanto _____ se convenció de que no merecía la pena pasarse la vida llorando por un hombre que nunca regresaría a casa, se entregó por completo al negocio y trató de sacarlo adelante. Ahora es cuando mejor le van las cosas.
—Deja de provocarme, Rory, o acabarás sin poder andar durante un tiempo.
Su hermano bufó y, después de guardar silencio un buen rato, añadió:
—El abuelo ha visitado hoy tu tumba. Por lo general suele acercarse a la de la abuela y habla con ella. Sin embargo, hoy se acercó a tu lápida y se quedó allí de pie, mirándola.
Noah no quería oír aquello. Reprimió la furia y el dolor que habitaba en lo más profundo de su alma y continuó observando cómo Duncan se paseaba por la cocina.
—Siempre noté algo extraño en el abuelo, pero no me había dado cuenta de qué era hasta ahora.
—Que nunca lloró mi pérdida —terminó Noah por él.
Demonios, Jordán y él deberían haber imaginado que no podrían engañar al anciano. El abuelo siempre parecía saber todo lo que ocurría.
—Exacto —asintió Rory—. Ni una sola vez. No como _____. Hubo un tiempo en que solía quedarme a dormir en tu casa. Ella me despertaba por las noches gritando tu nombre, jurando que tenía sangre en las manos, que estabas herido. Rogándome que te salvara. —Se puso en pie de un salto—. A la mierda con todo, me voy a casa.
—_____ tenía razón.
Sintió que Rory se detenía.
—¿En qué? —preguntó con cautela su hermano.
—En todo. Yo estaba herido, Rory. Al borde de la muerte. Cuando me rescataron apenas me quedaba un hálito de vida.
Observó cómo _____ entraba en la cocina y le sonreía a Duncan. Éste se terminó la copa de vino, la besó en la mejilla y se dirigieron a la puerta. El muy cerdo apoyaba la mano en el hueco de la espalda de _____ para guiarla. Maldición, Noah iba a tener que matarlo.
Se apartó los binoculares de la cara y clavó los ojos en la casa durante varios minutos antes de volverse hacia Rory.
—El abuelo debería haberme llorado —masculló en voz baja—. Porque el hombre que yo era murió en una celda oculta en una maldita selva. El marido de _____, tu hermano. El hijo y el nieto. Todo eso murió en mi interior, Rory. No soy el hombre que era y jamás volveré a serlo.
Rory lo miró durante un buen rato.
—Eso no es cierto —dijo él finalmente—. No todo murió, Noah, créeme. Toda esa estúpida testosterona y ese arrogante orgullo posesivo que siempre le ocultaste a _____ todavía siguen ahí, a la espera. —Rory le dirigió una mirada desdeñosa—. La parte que sobrevivió es, simplemente, la mejor.
tianijonas
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
awww siempre me haces llorar :(
Ya quiero que se reconcilien y sean felices!
Nick la sigue amando!!
Siguela!!!
Ya quiero que se reconcilien y sean felices!
Nick la sigue amando!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
OMJ! :pokerface:
acabo de encontrar tu nove & esta genial!
es muy distinta de lo que he leido! ;)
esperemos que pronto le diga el Nicho a la rayiz que es el! :(L):
Bueno nos estamos leyendo! :D
Espero que tengas oportunidad & te pases por mi nove! ;)
PD: Esperando el Siguiente Capitulo! :cheers:
acabo de encontrar tu nove & esta genial!
es muy distinta de lo que he leido! ;)
esperemos que pronto le diga el Nicho a la rayiz que es el! :(L):
Bueno nos estamos leyendo! :D
Espero que tengas oportunidad & te pases por mi nove! ;)
PD: Esperando el Siguiente Capitulo! :cheers:
HeyItsLupitaNJ
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii :cheers: :cheers:
Ahora mismito subo capiii
Bienvenida Reina :love:
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tianijonas
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
CAPÍTULO 4
Parte 2.
Noah curvó los labios. Quizá, de alguna manera, su hermano tuviera razón.
Siempre había ocultado partes de sí mismo a aquellos a quienes amaba, pero Rory era un Malone, y conocía aquella parte de él que Nicholas siempre había contenido. Hasta ahora. Aquella oscuridad de su corazón, aquella arrogante necesidad de dominar y aquella voluntad de hierro, ya no podían ser disimuladas. Nicholas había sido civilizado; Noah, no.
—Síguelos —le ordenó a Rory.
—¿Qué? —exclamó su hermano con los ojos brillando de indignación—. ¿Qué quieres, que _____ me mate o algo así?
—¿Prefieres que te mate yo? —Noah se cernió sobre él, hablándole en un tono ronco y exigente—. ¿Quién crees que puede hacerte más daño?
Lo cierto era que nunca le haría daño. Demonios, Rory era su hermano pequeño. Casi no podía contener la sonrisa al ver el hombre en el que se había convertido. Sentía afecto por él. Apego. A pesar de que Noah llevaba años sin sentir ningún tipo de emoción, ahora se sentía embargado por ellas. Emociones que le dejaban sin control, que convertían en polvo los años que había dejado atrás.
Rory negó con la cabeza, apoyó las manos en las caderas y levantó la mirada al cielo.
—Rezo. Voy a misa. Incluso respeto a mis mayores y ayudo a las viejecitas a cruzar la calle. ¿Qué demonios he hecho para merecer esto?
Noah palmeó el hombro del joven.
—Respiras, Rory. Recuérdalo. Cuando los Malone respiran, el mundo tiembla. Siempre ha sido así. Es nuestro destino.
—Olvídalo. —Rory hizo una mueca— _____ me mataría.
—Pero si te mato yo —gruñó Noah— te dolerá más.
Rory le lanzó una mirada torva.
—No sabes lo que dices. ¿Estás seguro de que conoces bien a _____?
—Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa. Noah recordaba esa sonrisa. Una sonrisa que él había poseído una vez y que no presagiaba nada bueno—. Estás a punto de llevarte una gran sorpresa.
Jordán observó cómo Noah entraba en la sala de reuniones. Llegaba casi con media hora de retraso y la expresión de su mirada hizo que Jordán entrecerrara los ojos.
Salvaje. Peligrosa. Como un felino de la selva moviéndose sigilosamente, consciente de su naturaleza depredadora. Ya no era un tiburón de sangre fría. Incluso sus ojos habían perdido su frialdad, aunque jamás volverían a tener el azul de los Malone; la cirugía láser había convertido aquel azul zafiro —el color de los ojos de Jordán y de Rory— en un azul brumoso.
Esos ojos habían sido duros y fríos durante cinco años. Hasta esa noche. Esa noche, cuando Noah se detuvo delante de él y lo miró, eran salvajes y feroces.
—Tenemos que hablar. —Había un matiz de violencia en su voz, como el gruñido de un animal, que hizo que Jordán arqueara una ceja.
—Ey, Wildman —lo saludó Tehya llamando a Noah por su nombre en clave y dándole una palmada en el trasero.
Jordán se esperaba aquel gesto por parte de la mujer, pero no se esperaba la reacción de Noah. Tehya llevaba años palmeándole el culo a Noah con la intención de cabrear a Jordán, y Noah siempre la ignoraba. Sin embargo, esta vez le agarró la muñeca con cuidado y la miró fijamente.
—No vuelvas hacer eso —le ordenó con suavidad; la suficiente suavidad para que Jordán se pusiera lentamente en pie.
La sonrisa descarada de Tehya bastaba para conseguir que un hombre rechinara los dientes.
—Oh, cuánta testosterona. —La joven fingió un escalofrío—. Vaya, Noah, no irás a decirme que has sido reclamado por una mujer o algo por el estilo.
Algo por estilo. Jordán volvió a sentarse mientras la desvergonzada mujer dejaba un montón de dossieres sobre la mesa, dándoles la espalda.
—Los demás llegarán en unos minutos. Ian y Kira también se han retrasado.
Cuando Tehya salió de la sala de reuniones, Noah se giró para cerrar la puerta con llave mientras su tío se reclinaba en la silla, apoyaba los codos en los reposabrazos y juntaba los dedos delante de él.
—¿Ocurre algo? —preguntó Jordán.
Noah se giró lentamente y clavó una furiosa mirada en él.
—Sabías que _____ estaba saliendo con alguien —le acusó con violencia.
Jordán contuvo una sonrisa y asintió con la cabeza.
—Estaba en el informe que te doy todos los meses. Ya sabes, el que tiras a la papelera después de preguntarme si está viva y a salvo.
Noah se acercó a él sintiendo que la furia palpitaba en su interior. Parecía estar rodeado por un aura de peligro.
—_____ está saliendo con alguien —rugió enseñando los dientes furiosamente.
Jordán se enderezó y le miró a los ojos sin titubear.
—¿Acaso es asunto tuyo? Nicholas Malone está muerto, Wildman. ¿Recuerdas?
Noah se estremeció. Se echó hacia atrás como si lo hubieran abofeteado y al instante su rostro volvió a adquirir una expresión inescrutable.
—Abre la puerta —le ordenó Jordán con serenidad—. Tenemos una reunión y una misión que cumplir. —Centró la atención por un momento en los documentos que Tehya le había llevado y luego levantó la cabeza para enfrentarse a aquella furiosa mirada azul—. Su marido la abandonó, Noah. ¿Acaso pensabas que guardaría luto para siempre?
Quizá una parte de él sí lo había creído así.
Noah tomó asiento lentamente, conteniendo las emociones y la furia.
Llevaba años intentando dejar atrás el pasado, pero de alguna manera, en todos esos años, nunca había imaginado que _____ dejaría que otro hombre la tocara. Probablemente porque él nunca había sido capaz de tocar a otra mujer.
Se había entregado a ella. En corazón, cuerpo y alma. Todo lo que él era, todo lo que sería, pertenecía a aquella mujer.
El hombre que había resurgido de las cenizas del infierno no se parecía a Nicholas Malone en absoluto. Lo había sabido desde el día en que consiguió aclararse la mente, meses después del rescate. Ya no era la persona con la que _____ se había casado. Pero el hombre en que se había convertido reclamaba una parte de la vida de Nicholas. Noah Blake reclamaba a la esposa de Nicholas Malone.
Mientras los demás iban entrando en la sala, Noah miró fijamente a Jordán Malone. Se había obligado a olvidar que él era su tío. Que Rory era su hermano, que el abuelo había sido el pilar de su vida. Había olvidado a todos excepto a su esposa.
—Muy bien, esto es lo que tenemos. —Una vez que Tehya repartió los dossieres, se apagaron las luces e Ian y Kira Richards se pusieron de pie al lado del gran monitor de plasma que colgaba en la pared frente a la mesa de reuniones.
Cinco hombres, un americano, un ruso, un australiano, un israelí y un inglés, formaban la unidad de Operaciones Especiales, un comando marcado por el renacimiento y la muerte. Su símbolo era un sol negro y una espada color escarlata. Todos habían «muerto». Habían entregado sus vidas a la unidad a cambio de poder vengarse.
Jordán e Ian comandaban el grupo. La unidad de Durango —Reno, Kell y Macey—, era su apoyo. Todos sabían quién era Noah, lo que había sido, lo que había abandonado.
—La milicia Black Collar. —Tras aquella frase, apareció la primera foto en el monitor.
—Fueron ellos quien mataron a Angelina Rodríguez, la esposa de un senador de Tejas de origen mexicano. Apareció con su marca en la cadera.
—En la imagen podían verse las siglas «MBC» marcadas en la estrecha cadera—. Emilio Rodríguez dimitió de su puesto en el Senado cuando el cuerpo de su esposa fue encontrado con una nota que decía que sus hijas gemelas serían las siguientes. El FBI concluyó que la muerte había sido accidental, puesto que encontraron a la mujer en su coche, en el fondo de una cañada a la que había ido para hacer turismo, a las afueras de Odessa.
El monitor mostró más imágenes de Angelina Rodríguez. Había sido una mujer hermosa de largo pelo negro y ojos castaño oscuro. Pero su alegre sonrisa se había convertido en una mueca mortal.
—Aparte de su asesinato, tenemos una docena de cacerías y muertes —dijo Jordán.
De pronto aparecieron otras fotos; algunas de inmigrantes ilegales cuyos cuerpos habían sido encontrados a lo largo de Tejas y Nuevo México. Noah sabía que eran víctimas de cacerías humanas. La marca de la milicia Black Collar estaba grabada en nalgas y espaldas.
—Tres agentes del FBI murieron cuando investigaban una información que situaba la base de la milicia en Alpine. Dos hombres y una mujer —siguió Jordán—. Sus cuerpos han sido mutilados de tal manera que ha sido imposible reconocerlos. Les habían arrancado los dientes y los dedos y tuvieron que identificarlos mediante un análisis de ADN.
Las imágenes eran terribles. Los rostros habían sido quemados y mutilados hasta que los rasgos quedaron irreconocibles.
—La milicia Black Collar está dirigida por un grupo de supremacía blanca. De hecho, podría ser considerada como una organización terrorista —intervino Ian, adelantándoles más información—. Todo lo que sabemos está en los dossieres. Black Collar tiene su sede en Tejas, pero también se mueve por los estados limítrofes. Rodríguez ha sido la única figura pública contra la que han atentado, aunque también han ocurrido algunos incidentes en fábricas y empresas que emplean tanto a inmigrantes legales como ilegales. Los dueños han sido secuestrados y torturados, y sus familiares han sufrido diversos accidentes sospechosos, que a veces han terminado en muertes.
—¿Todavía no se ha identificado a ninguno de sus miembros? —preguntó Travis Caine, un antiguo miembro del servicio secreto británico. Sus ojos de color gris azulado se entrecerraron cuando miraron a Ian y luego a Jordán—. ¿No os parece un poco extraño?
—Todas las líneas de investigación que conducían a ellos han acabado en un caso cerrado o con los agentes muertos. Esta organización tiene al menos a uno de sus informantes bien situado en el gobierno, quizá a más.
—El apoyo público a las leyes contra la inmigración es cada vez mayor —señaló Nikolai Steele, antiguo miembro de las fuerzas especiales rusas.
—No tenemos nada salvo esto —masculló Jordán señalando la imagen de los agentes muertos—. Debemos detenerlos. Nuestro trabajo consistirá en identificar e interrogar al comandante del grupo ubicado en Alpine. Todas las pistas nos han conducido hasta aquí.
—Nuestro grupo cuenta entre sus miembros con un israelí, un inmigrante irlandés y un ruso —dijo Noah—. En teoría, somos un blanco interesante.
—Este es uno de sus objetivos —dijo Jordán al tiempo que aparecía en la pantalla una imagen por satélite del taller que poseían _____ y Rory.
Noah miró la foto en silencio, consciente de que todas las miradas se centraban en él.
—Mantendremos a _____ al margen de todo esto —siseó.
—No es posible, Noah. —Jordán suspiró—. Su nombre está en la lista de Black Collar, lo sabes. El propio taller es un objetivo para ellos. Ha sido un negocio muy rentable durante los últimos meses y podrían utilizarlo como tapadera. En el último informe de los agentes muertos se aseguraba que «Servicios y Reparaciones Malone», propiedad de Rory y _____ Malone, era un objetivo. En el informe se hacía constar que los planes eran o casar a _____ Malone con una de las figuras prominentes de la organización o matarlos tanto a ella como a Rory. No podemos ignorar ese informe, igual que no podemos mantener a _____ Malone al margen de todo esto.
—¿Por qué ese interés en una gasolinera? —Fue el ex-miembro del Mossad israelí, Micah Sloane, quien hizo la pregunta—. No es demasiado valiosa. ¿Por qué no abrir una propia y hacerle la competencia a la de los Malone?
—La de los Malone es una institución —contestó Noah—.
Fue fundada por Nicholas Malone, y la mayor parte de los habitantes del pueblo lo apreciaban y respetaban. Estaría por encima de cualquier sospecha de un grupo armado o blanqueo de dinero.
—Bingo. —Ian le dirigió una mirada fría—. Varios hombres de los que se sospecha que pertenecen a la MBC han intentado establecer relaciones con _____. Pero el único que parece haber conseguido algo es este hombre.
En la pantalla apareció de pronto una foto de Duncan Sykes.
—Duncan Sykes. Propietario de un próspero negocio de electrónica en el pueblo. Jamás contrata inmigrantes, ni legales ni ilegales. Se sabe que fue amigo íntimo de Nicholas Malone hasta su muerte. Sykes, igual que Mike Conrad, otro amigo de Malone, fue mencionado en el último informe.
Debería añadir que dicho informe se esfumó de las oficinas de Washington DC. unos días después de la desaparición de los agentes.
—Estamos hablando de alguien con un cargo de alto nivel —señaló John Vincent, cuyo nombre en clave era Rastreador y que había formado parte de las fuerzas especiales australianas.
—Muy alto —convino Jordán—. Alpine es la base central, así que debemos neutralizarla, detener a los cabecillas y regresar a Washington. Esa es nuestra misión.
—Nikolai y yo cubriremos el taller —apuntó Noah, que aún seguía mirando la foto aérea del taller—. La información inicial es que dos de los mecánicos pertenecen a la Milicia Black Collar. Si los Malone son uno de sus objetivos y Sykes es uno de los dirigentes, será interesante ver cómo reacciona ante nuestra presencia.
Sykes iba a desaparecer. Noah se aseguraría de que _____ no continuara con aquella amistad.
—En la primera fase, sólo recabaremos información —les ordenó Jordán—. Volveremos a reunimos dentro de una semana, veremos lo que hemos conseguido y decidiremos cómo actuar. Travis empezará a dar clases en la universidad como profesor de historia inglesa. John, tú y Micah le cubriréis. Sólo tenéis que pasearos por ahí. Id a los bares, a los clubs de la universidad donde se suele reclutar gente, y no perdáis de vista a Travis.
Micah y John asintieron con la cabeza. Los dos eran excelentes sombras.
Todos ellos, de hecho, pero Micah era el mejor.
—La unidad de Durango nos respaldará si nos encontramos en aprietos. Aparte de eso, estamos solos —les recordó Ian—. Tenemos sólo seis semanas para completar la misión, porque en ese tiempo ocurrirá esto.
La pantalla volvió a cambiar y mostró una carta. Sus palabras eran sencillas e iba directa al grano. Estaba dirigida al propietario de una empresa de Dallas que contrataba inmigrantes legales de todas las partes del mundo. El mensaje era claro. Tenia seis semanas para asegurarse de que sólo tenía en plantilla a empleados que hubieran nacido en Estados Unidos, o tendría que atenerse a las consecuencias.
—¿Quién es el propietario de esa empresa? —preguntó Micah.
—Es uno de los mayores patrocinadores de Manos Amigas, una organización que promueve la armonía y las buenas relaciones internacionales. —Jordán sonrió irónicamente—. Chicos, saludad a uno de vuestros jefes.
Parte 2.
Noah curvó los labios. Quizá, de alguna manera, su hermano tuviera razón.
Siempre había ocultado partes de sí mismo a aquellos a quienes amaba, pero Rory era un Malone, y conocía aquella parte de él que Nicholas siempre había contenido. Hasta ahora. Aquella oscuridad de su corazón, aquella arrogante necesidad de dominar y aquella voluntad de hierro, ya no podían ser disimuladas. Nicholas había sido civilizado; Noah, no.
—Síguelos —le ordenó a Rory.
—¿Qué? —exclamó su hermano con los ojos brillando de indignación—. ¿Qué quieres, que _____ me mate o algo así?
—¿Prefieres que te mate yo? —Noah se cernió sobre él, hablándole en un tono ronco y exigente—. ¿Quién crees que puede hacerte más daño?
Lo cierto era que nunca le haría daño. Demonios, Rory era su hermano pequeño. Casi no podía contener la sonrisa al ver el hombre en el que se había convertido. Sentía afecto por él. Apego. A pesar de que Noah llevaba años sin sentir ningún tipo de emoción, ahora se sentía embargado por ellas. Emociones que le dejaban sin control, que convertían en polvo los años que había dejado atrás.
Rory negó con la cabeza, apoyó las manos en las caderas y levantó la mirada al cielo.
—Rezo. Voy a misa. Incluso respeto a mis mayores y ayudo a las viejecitas a cruzar la calle. ¿Qué demonios he hecho para merecer esto?
Noah palmeó el hombro del joven.
—Respiras, Rory. Recuérdalo. Cuando los Malone respiran, el mundo tiembla. Siempre ha sido así. Es nuestro destino.
—Olvídalo. —Rory hizo una mueca— _____ me mataría.
—Pero si te mato yo —gruñó Noah— te dolerá más.
Rory le lanzó una mirada torva.
—No sabes lo que dices. ¿Estás seguro de que conoces bien a _____?
—Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa. Noah recordaba esa sonrisa. Una sonrisa que él había poseído una vez y que no presagiaba nada bueno—. Estás a punto de llevarte una gran sorpresa.
Jordán observó cómo Noah entraba en la sala de reuniones. Llegaba casi con media hora de retraso y la expresión de su mirada hizo que Jordán entrecerrara los ojos.
Salvaje. Peligrosa. Como un felino de la selva moviéndose sigilosamente, consciente de su naturaleza depredadora. Ya no era un tiburón de sangre fría. Incluso sus ojos habían perdido su frialdad, aunque jamás volverían a tener el azul de los Malone; la cirugía láser había convertido aquel azul zafiro —el color de los ojos de Jordán y de Rory— en un azul brumoso.
Esos ojos habían sido duros y fríos durante cinco años. Hasta esa noche. Esa noche, cuando Noah se detuvo delante de él y lo miró, eran salvajes y feroces.
—Tenemos que hablar. —Había un matiz de violencia en su voz, como el gruñido de un animal, que hizo que Jordán arqueara una ceja.
—Ey, Wildman —lo saludó Tehya llamando a Noah por su nombre en clave y dándole una palmada en el trasero.
Jordán se esperaba aquel gesto por parte de la mujer, pero no se esperaba la reacción de Noah. Tehya llevaba años palmeándole el culo a Noah con la intención de cabrear a Jordán, y Noah siempre la ignoraba. Sin embargo, esta vez le agarró la muñeca con cuidado y la miró fijamente.
—No vuelvas hacer eso —le ordenó con suavidad; la suficiente suavidad para que Jordán se pusiera lentamente en pie.
La sonrisa descarada de Tehya bastaba para conseguir que un hombre rechinara los dientes.
—Oh, cuánta testosterona. —La joven fingió un escalofrío—. Vaya, Noah, no irás a decirme que has sido reclamado por una mujer o algo por el estilo.
Algo por estilo. Jordán volvió a sentarse mientras la desvergonzada mujer dejaba un montón de dossieres sobre la mesa, dándoles la espalda.
—Los demás llegarán en unos minutos. Ian y Kira también se han retrasado.
Cuando Tehya salió de la sala de reuniones, Noah se giró para cerrar la puerta con llave mientras su tío se reclinaba en la silla, apoyaba los codos en los reposabrazos y juntaba los dedos delante de él.
—¿Ocurre algo? —preguntó Jordán.
Noah se giró lentamente y clavó una furiosa mirada en él.
—Sabías que _____ estaba saliendo con alguien —le acusó con violencia.
Jordán contuvo una sonrisa y asintió con la cabeza.
—Estaba en el informe que te doy todos los meses. Ya sabes, el que tiras a la papelera después de preguntarme si está viva y a salvo.
Noah se acercó a él sintiendo que la furia palpitaba en su interior. Parecía estar rodeado por un aura de peligro.
—_____ está saliendo con alguien —rugió enseñando los dientes furiosamente.
Jordán se enderezó y le miró a los ojos sin titubear.
—¿Acaso es asunto tuyo? Nicholas Malone está muerto, Wildman. ¿Recuerdas?
Noah se estremeció. Se echó hacia atrás como si lo hubieran abofeteado y al instante su rostro volvió a adquirir una expresión inescrutable.
—Abre la puerta —le ordenó Jordán con serenidad—. Tenemos una reunión y una misión que cumplir. —Centró la atención por un momento en los documentos que Tehya le había llevado y luego levantó la cabeza para enfrentarse a aquella furiosa mirada azul—. Su marido la abandonó, Noah. ¿Acaso pensabas que guardaría luto para siempre?
Quizá una parte de él sí lo había creído así.
Noah tomó asiento lentamente, conteniendo las emociones y la furia.
Llevaba años intentando dejar atrás el pasado, pero de alguna manera, en todos esos años, nunca había imaginado que _____ dejaría que otro hombre la tocara. Probablemente porque él nunca había sido capaz de tocar a otra mujer.
Se había entregado a ella. En corazón, cuerpo y alma. Todo lo que él era, todo lo que sería, pertenecía a aquella mujer.
El hombre que había resurgido de las cenizas del infierno no se parecía a Nicholas Malone en absoluto. Lo había sabido desde el día en que consiguió aclararse la mente, meses después del rescate. Ya no era la persona con la que _____ se había casado. Pero el hombre en que se había convertido reclamaba una parte de la vida de Nicholas. Noah Blake reclamaba a la esposa de Nicholas Malone.
Mientras los demás iban entrando en la sala, Noah miró fijamente a Jordán Malone. Se había obligado a olvidar que él era su tío. Que Rory era su hermano, que el abuelo había sido el pilar de su vida. Había olvidado a todos excepto a su esposa.
—Muy bien, esto es lo que tenemos. —Una vez que Tehya repartió los dossieres, se apagaron las luces e Ian y Kira Richards se pusieron de pie al lado del gran monitor de plasma que colgaba en la pared frente a la mesa de reuniones.
Cinco hombres, un americano, un ruso, un australiano, un israelí y un inglés, formaban la unidad de Operaciones Especiales, un comando marcado por el renacimiento y la muerte. Su símbolo era un sol negro y una espada color escarlata. Todos habían «muerto». Habían entregado sus vidas a la unidad a cambio de poder vengarse.
Jordán e Ian comandaban el grupo. La unidad de Durango —Reno, Kell y Macey—, era su apoyo. Todos sabían quién era Noah, lo que había sido, lo que había abandonado.
—La milicia Black Collar. —Tras aquella frase, apareció la primera foto en el monitor.
—Fueron ellos quien mataron a Angelina Rodríguez, la esposa de un senador de Tejas de origen mexicano. Apareció con su marca en la cadera.
—En la imagen podían verse las siglas «MBC» marcadas en la estrecha cadera—. Emilio Rodríguez dimitió de su puesto en el Senado cuando el cuerpo de su esposa fue encontrado con una nota que decía que sus hijas gemelas serían las siguientes. El FBI concluyó que la muerte había sido accidental, puesto que encontraron a la mujer en su coche, en el fondo de una cañada a la que había ido para hacer turismo, a las afueras de Odessa.
El monitor mostró más imágenes de Angelina Rodríguez. Había sido una mujer hermosa de largo pelo negro y ojos castaño oscuro. Pero su alegre sonrisa se había convertido en una mueca mortal.
—Aparte de su asesinato, tenemos una docena de cacerías y muertes —dijo Jordán.
De pronto aparecieron otras fotos; algunas de inmigrantes ilegales cuyos cuerpos habían sido encontrados a lo largo de Tejas y Nuevo México. Noah sabía que eran víctimas de cacerías humanas. La marca de la milicia Black Collar estaba grabada en nalgas y espaldas.
—Tres agentes del FBI murieron cuando investigaban una información que situaba la base de la milicia en Alpine. Dos hombres y una mujer —siguió Jordán—. Sus cuerpos han sido mutilados de tal manera que ha sido imposible reconocerlos. Les habían arrancado los dientes y los dedos y tuvieron que identificarlos mediante un análisis de ADN.
Las imágenes eran terribles. Los rostros habían sido quemados y mutilados hasta que los rasgos quedaron irreconocibles.
—La milicia Black Collar está dirigida por un grupo de supremacía blanca. De hecho, podría ser considerada como una organización terrorista —intervino Ian, adelantándoles más información—. Todo lo que sabemos está en los dossieres. Black Collar tiene su sede en Tejas, pero también se mueve por los estados limítrofes. Rodríguez ha sido la única figura pública contra la que han atentado, aunque también han ocurrido algunos incidentes en fábricas y empresas que emplean tanto a inmigrantes legales como ilegales. Los dueños han sido secuestrados y torturados, y sus familiares han sufrido diversos accidentes sospechosos, que a veces han terminado en muertes.
—¿Todavía no se ha identificado a ninguno de sus miembros? —preguntó Travis Caine, un antiguo miembro del servicio secreto británico. Sus ojos de color gris azulado se entrecerraron cuando miraron a Ian y luego a Jordán—. ¿No os parece un poco extraño?
—Todas las líneas de investigación que conducían a ellos han acabado en un caso cerrado o con los agentes muertos. Esta organización tiene al menos a uno de sus informantes bien situado en el gobierno, quizá a más.
—El apoyo público a las leyes contra la inmigración es cada vez mayor —señaló Nikolai Steele, antiguo miembro de las fuerzas especiales rusas.
—No tenemos nada salvo esto —masculló Jordán señalando la imagen de los agentes muertos—. Debemos detenerlos. Nuestro trabajo consistirá en identificar e interrogar al comandante del grupo ubicado en Alpine. Todas las pistas nos han conducido hasta aquí.
—Nuestro grupo cuenta entre sus miembros con un israelí, un inmigrante irlandés y un ruso —dijo Noah—. En teoría, somos un blanco interesante.
—Este es uno de sus objetivos —dijo Jordán al tiempo que aparecía en la pantalla una imagen por satélite del taller que poseían _____ y Rory.
Noah miró la foto en silencio, consciente de que todas las miradas se centraban en él.
—Mantendremos a _____ al margen de todo esto —siseó.
—No es posible, Noah. —Jordán suspiró—. Su nombre está en la lista de Black Collar, lo sabes. El propio taller es un objetivo para ellos. Ha sido un negocio muy rentable durante los últimos meses y podrían utilizarlo como tapadera. En el último informe de los agentes muertos se aseguraba que «Servicios y Reparaciones Malone», propiedad de Rory y _____ Malone, era un objetivo. En el informe se hacía constar que los planes eran o casar a _____ Malone con una de las figuras prominentes de la organización o matarlos tanto a ella como a Rory. No podemos ignorar ese informe, igual que no podemos mantener a _____ Malone al margen de todo esto.
—¿Por qué ese interés en una gasolinera? —Fue el ex-miembro del Mossad israelí, Micah Sloane, quien hizo la pregunta—. No es demasiado valiosa. ¿Por qué no abrir una propia y hacerle la competencia a la de los Malone?
—La de los Malone es una institución —contestó Noah—.
Fue fundada por Nicholas Malone, y la mayor parte de los habitantes del pueblo lo apreciaban y respetaban. Estaría por encima de cualquier sospecha de un grupo armado o blanqueo de dinero.
—Bingo. —Ian le dirigió una mirada fría—. Varios hombres de los que se sospecha que pertenecen a la MBC han intentado establecer relaciones con _____. Pero el único que parece haber conseguido algo es este hombre.
En la pantalla apareció de pronto una foto de Duncan Sykes.
—Duncan Sykes. Propietario de un próspero negocio de electrónica en el pueblo. Jamás contrata inmigrantes, ni legales ni ilegales. Se sabe que fue amigo íntimo de Nicholas Malone hasta su muerte. Sykes, igual que Mike Conrad, otro amigo de Malone, fue mencionado en el último informe.
Debería añadir que dicho informe se esfumó de las oficinas de Washington DC. unos días después de la desaparición de los agentes.
—Estamos hablando de alguien con un cargo de alto nivel —señaló John Vincent, cuyo nombre en clave era Rastreador y que había formado parte de las fuerzas especiales australianas.
—Muy alto —convino Jordán—. Alpine es la base central, así que debemos neutralizarla, detener a los cabecillas y regresar a Washington. Esa es nuestra misión.
—Nikolai y yo cubriremos el taller —apuntó Noah, que aún seguía mirando la foto aérea del taller—. La información inicial es que dos de los mecánicos pertenecen a la Milicia Black Collar. Si los Malone son uno de sus objetivos y Sykes es uno de los dirigentes, será interesante ver cómo reacciona ante nuestra presencia.
Sykes iba a desaparecer. Noah se aseguraría de que _____ no continuara con aquella amistad.
—En la primera fase, sólo recabaremos información —les ordenó Jordán—. Volveremos a reunimos dentro de una semana, veremos lo que hemos conseguido y decidiremos cómo actuar. Travis empezará a dar clases en la universidad como profesor de historia inglesa. John, tú y Micah le cubriréis. Sólo tenéis que pasearos por ahí. Id a los bares, a los clubs de la universidad donde se suele reclutar gente, y no perdáis de vista a Travis.
Micah y John asintieron con la cabeza. Los dos eran excelentes sombras.
Todos ellos, de hecho, pero Micah era el mejor.
—La unidad de Durango nos respaldará si nos encontramos en aprietos. Aparte de eso, estamos solos —les recordó Ian—. Tenemos sólo seis semanas para completar la misión, porque en ese tiempo ocurrirá esto.
La pantalla volvió a cambiar y mostró una carta. Sus palabras eran sencillas e iba directa al grano. Estaba dirigida al propietario de una empresa de Dallas que contrataba inmigrantes legales de todas las partes del mundo. El mensaje era claro. Tenia seis semanas para asegurarse de que sólo tenía en plantilla a empleados que hubieran nacido en Estados Unidos, o tendría que atenerse a las consecuencias.
—¿Quién es el propietario de esa empresa? —preguntó Micah.
—Es uno de los mayores patrocinadores de Manos Amigas, una organización que promueve la armonía y las buenas relaciones internacionales. —Jordán sonrió irónicamente—. Chicos, saludad a uno de vuestros jefes.
tianijonas
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
Nueva lectora!! Síguela, me encanta Lora Leigh ^^
:twisted:
:twisted:
TeenageDreamJB❤
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
CAPÍTULO 5
Parte 1.
Tres días después, Noah entró en el taller y observó cómo _____ salía de debajo de uno de los coches que él había reparado. Estaba inspeccionando el trabajo realizado como si él no hubiera pasado casi toda su vida entre motores.
Como propietaria del taller, tenía derecho a revisar de arriba abajo cada vehículo que pasaba por las manos de su nuevo empleado.
Noah hizo una mueca mientras se guardaba una llave inglesa en el bolsillo trasero, volvió a mirarla por encima del hombro y abrió la puerta de la oficina.
Lo que vio allí hizo que se detuviera en seco.
—Disculpe —masculló antes de darse la vuelta para marcharse.
—Ah, usted es Noah Blake —dijo el abuelo Malone levantándose del asiento del escritorio donde había tenido acorralado a Rory—. No se vaya tan deprisa, hijo. He oído que tenemos algo en común.
Noah hizo una mueca y apretó los dientes; luego se giró y cerró la puerta tras él antes de enfrentarse al hombre que había sido la base de su existencia.
Su abuelo. Tenía más arrugas y no parecía tan alto, pero su cara morena todavía conseguía impresionarlo y sus ojos aún conservaban aquel brillante tono azul zafiro que ya no tenían los de Noah.
—¿Tenemos algo en común? —le preguntó, mirando de reojo la expresión asombrada de Rory.
—Somos irlandeses, hijo. —La sonrisa del abuelo dejó paralizado a Noah. Aquel viejo bastardo parecía saber quién era él en realidad—. Los dos somos irlandeses.
No podía negarlo. Se había preparado para mentir al anciano. Sabía que tarde o temprano se encontraría con él y que tendría que afrontar ese momento. Pero ahora que ese momento había llegado, simplemente no podía hacerlo. No podía mentirle.
—Eso parece —replicó Noah con cautela.
El abuelo volvió a sentarse y cambió de postura en el asiento. Su largo cuerpo estaba más débil que la última vez que Noah lo había visto, que había sabido algo de él. Ahora tenía el pelo completamente gris y apenas quedaba un indicio del negro que había lucido antaño.
—Rory, voy a salir un momento —dijo Noah intentando escabullirse.
—¿Huye? —La sonrisa del abuelo desapareció— Los irlandeses no huyen.
Noah arqueó las cejas.
—¿Hay alguna razón por la que deba huir?
El abuelo le dirigió una mirada tan segura y sagaz que Noah volvió a mirar a Rory. Mataría a aquel pequeño gusano si le había dicho algo.
Rory negó sutilmente con la cabeza e hizo una mueca. Tal y como le había advertido a Noah, ocultarle todo aquello al abuelo era inútil.
—Tenía ganas de conocerlo. —El anciano se puso en pie y Rory también se levantó de su asiento—. Quería ver con mis propios ojos al mecánico que había alterado a mi niña. Nadie ha conseguido disgustarla tanto desde que su marido murió.
—Sí, ya había oído que murió —señaló Noah.
El abuelo asintió lentamente.
—Bueno, eso es lo que nos dijeron —masculló—, pero yo le dije a mi hijo que no podía ser cierto. Mi nieto era un SEAL, ¿sabe? Lo fue durante muchos años. —El abuelo negó con la cabeza y clavó la mirada en Noah—. Yo no me lo creí. Sin embargo... he acabado por cambiar de opinión.
Noah, Nicholas. Marido. Nieto. Hermano. Sintió todas aquellas partes de sí mismo ante aquel anciano que sabía la verdad sin que nadie se la hubiera dicho. Lo había decepcionado.
—Mi nieto era un héroe, ¿sabe? —le dijo el abuelo mientras se encaminaba a la puerta.
—Eso es lo que me ha dicho Rory —replicó él al fin con voz queda.
Su abuelo, venerable y entrañable, se detuvo otra vez y se quedó mirándole durante unos tensos segundos.
—Ese chico siempre hacía lo que tenía que hacer. Lo que era correcto. Lo más responsable. —Parpadeó para contener las lágrimas y Noah sintió una oleada de pena por él—. Murió —continuó el abuelo— antes de que pudiera decirle que sabía por qué dejó de luchar.
Sin más, salió de la oficina y Rory se apresuró a seguirlo. Noah había captado el mensaje, las palabras intencionadas, lo que había tras ellas.
¡Maldición! No necesitaba aquello.
—¿Se ha ido el abuelo? ¿Qué le has hecho? —_____ se acercó a él, le dirigió una mirada airada y luego siguió al abuelo y a Rory al aparcamiento.
Demonios, tampoco necesitaba eso.
—¡Abuelo! —lo llamó _____. El anciano se colocó tras el volante de su todoterreno y observó cómo se acercaba a él—. ¿Va todo bien?
El anciano le brindó una de sus sonrisas llenas de cariño, de afecto.
_____ podía sentir su calidez envolviéndola mientras se acercaba al asiento del conductor y le daba un abrazo rápido.
—Ni siquiera te has pasado a despedirte.
El abuelo siempre lo hacía antes de irse.
—Sólo he venido a conocer a tu nuevo hombre —le respondió el anciano—. Los irlandeses debemos mantenernos unidos, ¿sabes?
—No es mi nuevo hombre —protestó ella—. Lo ha contratado Rory. —Fulminó con la mirada a su cuñado, porque éste se negaba a despedirlo.
Tres días antes se había enfrentado a él. Habían discutido agriamente, y ahora incluso hablaba de contratar a otro mecánico. Un rubio enorme que estaba segura que era amigo del arrogante bastardo que pretendía hacerse con el control de su taller.
Pero Rory seguía manteniéndose firme, negándose a dar marcha atrás. Era cierto que en los tres últimos días habían tenido más clientes, pero ella sospechaba que era sólo porque todos sentían curiosidad por el nuevo mecánico.
El abuelo se limitó a mirarla de aquella manera paciente y sabia, y luego le palmeó el hombro con su nudosa mano.
—Cualquiera de esos jóvenes irlandeses podrían calentarte la sangre por la noche —le dijo con un guiño travieso.
—Ya he tenido a un feroz joven irlandés —afirmó—. Nadie podrá reemplazarlo, abuelo.
Nicholas había sido su alma y seguía formando parte de su corazón. No podía dejar de comparar a los demás hombres con él. Por desgracia, se olvidaba de hacerlo cuando Noah rondaba por allí.
—Hazle caso al corazón, no a la cabeza, hija —le aconsejó el abuelo con suavidad. Siempre se lo había dicho—. Y ven a verme pronto, te echo de menos.
Ella dio un paso atrás cuando él cerró la puerta y permaneció allí unos segundos observando cómo se alejaba en el todoterreno.
—Rory, ¿qué es lo que te traes entre manos? —le preguntó a su cuñado una vez que el abuelo se incorporó al tráfico.
La expresión de Rory era de total inocencia y le recordaba demasiado a la de Nicholas cuando éste le había ocultado algo. La misma expresión, el mismo cuerpo ancho y fuerte.
—Ves demasiados fantasmas, _____ —suspiró.
—No vas a contratar a ese vikingo —le dijo ella.
Rory apretó los dientes con fuerza y sus ojos azules lanzaron chispas.
—¿Quieres que me vaya, _____? —la provocó. Ese indicio de cólera en su voz hizo que Belle entrecerrara los ojos.
—No, no quiero que te vayas —le respondió devolviéndole el ceño—. Sólo quiero que me consultes antes de hacer nada.
—¿Acaso tú me has consultado a mí alguna vez? —Rory puso los ojos en blanco—. Han pasado tres años, _____. Decidiste venir y asumir el control tres años después de que Nicholas muriera, y te dejé porque no sabía de qué demonios iba esto. Pero ya he aprendido y ha llegado el momento de que haga mi parte. Es evidente que los mecánicos que tenemos contratados no son eficientes.
En eso tenía razón, pero odiaba que se lo señalara.
—No me gusta Noah Blake. Despídele y contrata al vikingo. Luego discutiremos lo demás.
—Vamos, _____. —Su voz estaba ahora llena de frustración—. Noah no te gusta porque sabe lo que hay que hacer y porque no le importa decírtelo.
Nadie lo ha hecho desde Nicholas y no lo soportas —la acusó.
_____ se estremeció, abrumada una vez más por la dolorosa realidad de la muerte de Nicholas. Todavía la sentía como una presión afilada y ardiente dentro del pecho.
—Nicholas jamás discutía conmigo —le espetó.
—No, no lo hacía —le dijo bruscamente—. Porque tú jamás le mostraste cómo eras en realidad ni lo que este maldito taller significaba para ti. Bueno, pues alguien lo sabe ahora. Págalo con él en vez de hacerlo conmigo.
Sin más, se alejó con las manos metidas en los bolsillos del mono mientras Noah salía por las puertas del taller.
Aquellos ojos azul brumoso estaban fijos en ella. Fibroso, voraz y poderoso, su cuerpo captaba la mirada de _____ cada vez que estaba cerca, le gustara a ella o no. Y, maldita sea, no le gustaba. No quería estar cerca de otro hombre peligroso. Pero tampoco quería a un hombre que siempre estuviera de acuerdo con ella. Por primera vez en los tres años desde que se había quitado la alianza su mente admitió lo que su corazón ya sabía. La seguridad no iba con ella. Duncan no era lo que buscaba. Sin embargo, por desgracia, Noah Blake sí. Quería aquella tensión sexual, aquel palpitar del corazón, aquella oleada de excitación. Algo que ella no había sentido con ningún otro hombre, salvo con su marido. Algo que le hacía daño, la encolerizaba, y aumentaba su animosidad contra aquel hombre.
Odiaba a Noah Blake desde lo más profundo de su corazón porque la estaba forzando a sentir cosas que sólo había sentido por su marido.
Y para _____, esa traición a los recuerdos de Nicholas era peor que cualquier otra cosa que pudiera haber hecho.
No podía quitárselo de la cabeza. Mientras el día seguía su curso, lidió con el ordenador de un vehículo que se negaba a cooperar, y aquel maldito hombre no parecía capaz de hacer otra cosa que atraer su mirada.
En un momento determinado, ella alzó la cabeza del interior del capó en que estaba trabajando para observar, fascinada, cómo él examinaba las entrañas de otro vehículo al tiempo que hacía girar lentamente una llave inglesa entre sus dedos.
El ceño fruncido de aquel rostro le resultó extrañamente familiar, al igual que la manera que él tenía de clavar la mirada en el motor mientras movía la herramienta entre los dedos, y consideraba lo que fuera que estuviera considerando.
Todo en él la excitaba. Con unos pantalones grises de trabajo y una camiseta de manga corta, mostraba una imagen de un hombre rudo y fornido a la que la joven no podía evitar reaccionar.
—Oye, Noah —le llamó Rory, interrumpiendo los pensamientos de _____—. Necesito que vengas un momento.
Noah se giró y miró con el ceño fruncido hacia la oficina.
—Ya voy —contestó antes de volver a concentrarse en el motor.
—¡Ahora! —La voz de Rory sonó brusca.
Parte 1.
Tres días después, Noah entró en el taller y observó cómo _____ salía de debajo de uno de los coches que él había reparado. Estaba inspeccionando el trabajo realizado como si él no hubiera pasado casi toda su vida entre motores.
Como propietaria del taller, tenía derecho a revisar de arriba abajo cada vehículo que pasaba por las manos de su nuevo empleado.
Noah hizo una mueca mientras se guardaba una llave inglesa en el bolsillo trasero, volvió a mirarla por encima del hombro y abrió la puerta de la oficina.
Lo que vio allí hizo que se detuviera en seco.
—Disculpe —masculló antes de darse la vuelta para marcharse.
—Ah, usted es Noah Blake —dijo el abuelo Malone levantándose del asiento del escritorio donde había tenido acorralado a Rory—. No se vaya tan deprisa, hijo. He oído que tenemos algo en común.
Noah hizo una mueca y apretó los dientes; luego se giró y cerró la puerta tras él antes de enfrentarse al hombre que había sido la base de su existencia.
Su abuelo. Tenía más arrugas y no parecía tan alto, pero su cara morena todavía conseguía impresionarlo y sus ojos aún conservaban aquel brillante tono azul zafiro que ya no tenían los de Noah.
—¿Tenemos algo en común? —le preguntó, mirando de reojo la expresión asombrada de Rory.
—Somos irlandeses, hijo. —La sonrisa del abuelo dejó paralizado a Noah. Aquel viejo bastardo parecía saber quién era él en realidad—. Los dos somos irlandeses.
No podía negarlo. Se había preparado para mentir al anciano. Sabía que tarde o temprano se encontraría con él y que tendría que afrontar ese momento. Pero ahora que ese momento había llegado, simplemente no podía hacerlo. No podía mentirle.
—Eso parece —replicó Noah con cautela.
El abuelo volvió a sentarse y cambió de postura en el asiento. Su largo cuerpo estaba más débil que la última vez que Noah lo había visto, que había sabido algo de él. Ahora tenía el pelo completamente gris y apenas quedaba un indicio del negro que había lucido antaño.
—Rory, voy a salir un momento —dijo Noah intentando escabullirse.
—¿Huye? —La sonrisa del abuelo desapareció— Los irlandeses no huyen.
Noah arqueó las cejas.
—¿Hay alguna razón por la que deba huir?
El abuelo le dirigió una mirada tan segura y sagaz que Noah volvió a mirar a Rory. Mataría a aquel pequeño gusano si le había dicho algo.
Rory negó sutilmente con la cabeza e hizo una mueca. Tal y como le había advertido a Noah, ocultarle todo aquello al abuelo era inútil.
—Tenía ganas de conocerlo. —El anciano se puso en pie y Rory también se levantó de su asiento—. Quería ver con mis propios ojos al mecánico que había alterado a mi niña. Nadie ha conseguido disgustarla tanto desde que su marido murió.
—Sí, ya había oído que murió —señaló Noah.
El abuelo asintió lentamente.
—Bueno, eso es lo que nos dijeron —masculló—, pero yo le dije a mi hijo que no podía ser cierto. Mi nieto era un SEAL, ¿sabe? Lo fue durante muchos años. —El abuelo negó con la cabeza y clavó la mirada en Noah—. Yo no me lo creí. Sin embargo... he acabado por cambiar de opinión.
Noah, Nicholas. Marido. Nieto. Hermano. Sintió todas aquellas partes de sí mismo ante aquel anciano que sabía la verdad sin que nadie se la hubiera dicho. Lo había decepcionado.
—Mi nieto era un héroe, ¿sabe? —le dijo el abuelo mientras se encaminaba a la puerta.
—Eso es lo que me ha dicho Rory —replicó él al fin con voz queda.
Su abuelo, venerable y entrañable, se detuvo otra vez y se quedó mirándole durante unos tensos segundos.
—Ese chico siempre hacía lo que tenía que hacer. Lo que era correcto. Lo más responsable. —Parpadeó para contener las lágrimas y Noah sintió una oleada de pena por él—. Murió —continuó el abuelo— antes de que pudiera decirle que sabía por qué dejó de luchar.
Sin más, salió de la oficina y Rory se apresuró a seguirlo. Noah había captado el mensaje, las palabras intencionadas, lo que había tras ellas.
¡Maldición! No necesitaba aquello.
—¿Se ha ido el abuelo? ¿Qué le has hecho? —_____ se acercó a él, le dirigió una mirada airada y luego siguió al abuelo y a Rory al aparcamiento.
Demonios, tampoco necesitaba eso.
—¡Abuelo! —lo llamó _____. El anciano se colocó tras el volante de su todoterreno y observó cómo se acercaba a él—. ¿Va todo bien?
El anciano le brindó una de sus sonrisas llenas de cariño, de afecto.
_____ podía sentir su calidez envolviéndola mientras se acercaba al asiento del conductor y le daba un abrazo rápido.
—Ni siquiera te has pasado a despedirte.
El abuelo siempre lo hacía antes de irse.
—Sólo he venido a conocer a tu nuevo hombre —le respondió el anciano—. Los irlandeses debemos mantenernos unidos, ¿sabes?
—No es mi nuevo hombre —protestó ella—. Lo ha contratado Rory. —Fulminó con la mirada a su cuñado, porque éste se negaba a despedirlo.
Tres días antes se había enfrentado a él. Habían discutido agriamente, y ahora incluso hablaba de contratar a otro mecánico. Un rubio enorme que estaba segura que era amigo del arrogante bastardo que pretendía hacerse con el control de su taller.
Pero Rory seguía manteniéndose firme, negándose a dar marcha atrás. Era cierto que en los tres últimos días habían tenido más clientes, pero ella sospechaba que era sólo porque todos sentían curiosidad por el nuevo mecánico.
El abuelo se limitó a mirarla de aquella manera paciente y sabia, y luego le palmeó el hombro con su nudosa mano.
—Cualquiera de esos jóvenes irlandeses podrían calentarte la sangre por la noche —le dijo con un guiño travieso.
—Ya he tenido a un feroz joven irlandés —afirmó—. Nadie podrá reemplazarlo, abuelo.
Nicholas había sido su alma y seguía formando parte de su corazón. No podía dejar de comparar a los demás hombres con él. Por desgracia, se olvidaba de hacerlo cuando Noah rondaba por allí.
—Hazle caso al corazón, no a la cabeza, hija —le aconsejó el abuelo con suavidad. Siempre se lo había dicho—. Y ven a verme pronto, te echo de menos.
Ella dio un paso atrás cuando él cerró la puerta y permaneció allí unos segundos observando cómo se alejaba en el todoterreno.
—Rory, ¿qué es lo que te traes entre manos? —le preguntó a su cuñado una vez que el abuelo se incorporó al tráfico.
La expresión de Rory era de total inocencia y le recordaba demasiado a la de Nicholas cuando éste le había ocultado algo. La misma expresión, el mismo cuerpo ancho y fuerte.
—Ves demasiados fantasmas, _____ —suspiró.
—No vas a contratar a ese vikingo —le dijo ella.
Rory apretó los dientes con fuerza y sus ojos azules lanzaron chispas.
—¿Quieres que me vaya, _____? —la provocó. Ese indicio de cólera en su voz hizo que Belle entrecerrara los ojos.
—No, no quiero que te vayas —le respondió devolviéndole el ceño—. Sólo quiero que me consultes antes de hacer nada.
—¿Acaso tú me has consultado a mí alguna vez? —Rory puso los ojos en blanco—. Han pasado tres años, _____. Decidiste venir y asumir el control tres años después de que Nicholas muriera, y te dejé porque no sabía de qué demonios iba esto. Pero ya he aprendido y ha llegado el momento de que haga mi parte. Es evidente que los mecánicos que tenemos contratados no son eficientes.
En eso tenía razón, pero odiaba que se lo señalara.
—No me gusta Noah Blake. Despídele y contrata al vikingo. Luego discutiremos lo demás.
—Vamos, _____. —Su voz estaba ahora llena de frustración—. Noah no te gusta porque sabe lo que hay que hacer y porque no le importa decírtelo.
Nadie lo ha hecho desde Nicholas y no lo soportas —la acusó.
_____ se estremeció, abrumada una vez más por la dolorosa realidad de la muerte de Nicholas. Todavía la sentía como una presión afilada y ardiente dentro del pecho.
—Nicholas jamás discutía conmigo —le espetó.
—No, no lo hacía —le dijo bruscamente—. Porque tú jamás le mostraste cómo eras en realidad ni lo que este maldito taller significaba para ti. Bueno, pues alguien lo sabe ahora. Págalo con él en vez de hacerlo conmigo.
Sin más, se alejó con las manos metidas en los bolsillos del mono mientras Noah salía por las puertas del taller.
Aquellos ojos azul brumoso estaban fijos en ella. Fibroso, voraz y poderoso, su cuerpo captaba la mirada de _____ cada vez que estaba cerca, le gustara a ella o no. Y, maldita sea, no le gustaba. No quería estar cerca de otro hombre peligroso. Pero tampoco quería a un hombre que siempre estuviera de acuerdo con ella. Por primera vez en los tres años desde que se había quitado la alianza su mente admitió lo que su corazón ya sabía. La seguridad no iba con ella. Duncan no era lo que buscaba. Sin embargo, por desgracia, Noah Blake sí. Quería aquella tensión sexual, aquel palpitar del corazón, aquella oleada de excitación. Algo que ella no había sentido con ningún otro hombre, salvo con su marido. Algo que le hacía daño, la encolerizaba, y aumentaba su animosidad contra aquel hombre.
Odiaba a Noah Blake desde lo más profundo de su corazón porque la estaba forzando a sentir cosas que sólo había sentido por su marido.
Y para _____, esa traición a los recuerdos de Nicholas era peor que cualquier otra cosa que pudiera haber hecho.
No podía quitárselo de la cabeza. Mientras el día seguía su curso, lidió con el ordenador de un vehículo que se negaba a cooperar, y aquel maldito hombre no parecía capaz de hacer otra cosa que atraer su mirada.
En un momento determinado, ella alzó la cabeza del interior del capó en que estaba trabajando para observar, fascinada, cómo él examinaba las entrañas de otro vehículo al tiempo que hacía girar lentamente una llave inglesa entre sus dedos.
El ceño fruncido de aquel rostro le resultó extrañamente familiar, al igual que la manera que él tenía de clavar la mirada en el motor mientras movía la herramienta entre los dedos, y consideraba lo que fuera que estuviera considerando.
Todo en él la excitaba. Con unos pantalones grises de trabajo y una camiseta de manga corta, mostraba una imagen de un hombre rudo y fornido a la que la joven no podía evitar reaccionar.
—Oye, Noah —le llamó Rory, interrumpiendo los pensamientos de _____—. Necesito que vengas un momento.
Noah se giró y miró con el ceño fruncido hacia la oficina.
—Ya voy —contestó antes de volver a concentrarse en el motor.
—¡Ahora! —La voz de Rory sonó brusca.
tianijonas
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
awww me fascina la nove
Hay el abuelo casi me hace llorar con todo lo que le dijo a Noah
Ya quiero que regrese con la rayiz :(
Siguela!!!
Hay el abuelo casi me hace llorar con todo lo que le dijo a Noah
Ya quiero que regrese con la rayiz :(
Siguela!!!
aranzhitha
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
CAPÍTULO 5
Parte 2.
La expresión de Noah se volvió calmada y peligrosa, pero se metió la llave inglesa en el bolsillo trasero y se dirigió a la oficina. Parecía un depredador en busca de una presa.
La puerta se cerró silenciosamente tras él mientras Rory cerraba las persianas de las ventanas que daban al taller. _____ entrecerró los ojos, sacó un trapo sucio del bolsillo y se limpió las manos antes de dirigirse a la oficina. Agarró el picaporte de la puerta e intentó abrirla, pero se encontró con que estaba cerrada con llave.
¿Se habían encerrado en su oficina? Eso era el colmo. Podía sentir cómo la ira le enrojecía la cara cuando sacó bruscamente las llaves del bolsillo.
Estaba a punto de meter una en la cerradura cuando la puerta se abrió de golpe.
—Cosas de hombres. —La amplia sonrisa de Rory era forzada, y en sus ojos brillaba más la preocupación que la cólera.
—Así que cosas de hombres. —Sonrió tensamente mientras entraba en la oficina para ver a Noah de pie ante el escritorio, con los brazos cruzados sobre el pecho y una dura miraba clavada en Rory—. ¿Qué ha hecho?
—_____ ¿podrías dejar, por favor, que me encargue yo de esto? —le pidió su cuñado con impaciencia—. De verdad, te lo prometo. Puedo ocuparme de algunas cosas yo solo.
Rory parecía cansado. Vale, puede que ella estuviera siendo un poco territorial con el taller, quizá demasiado. Pero durante años, había sido lo único que la había salvado de la locura. Rory lo sabía. ¿Por qué se comportaba ahora de esa manera?
—Sólo sentía curiosidad. —Metió las manos en los bolsillos y le dirigió a Noah lo que esperaba fuera una dulce sonrisa—. Sólo dime qué ha hecho y me iré. ¿Vas a despedirlo? ¿Puedo mirar cómo lo haces?
—Genial. —Rory no parecía feliz, y eso le resultó bastante extraño. La miró con cara de disgusto, cuando él jamás se enfadaba con ella. Y su sonrisa era forzada. Enseñaba todos los dientes. ¿Cuándo se había hecho mayor? Ya no era su hermanito—. ¡Te estaba mirando el culo! Y ahora encárgate tú del asunto.
Se giró y salió de la oficina dando un portazo, dejándola paralizada antes de que se diera la vuelta para enfrentarse a la mirada divertida de Noah.
—Está mintiendo —dijo ella.
Él sonrió ampliamente. Estaba encantado con la situación. Sin embargo, volvía a preguntarse qué había sucedido con la _____ que había conocido hacía ocho años. Jamás sacaba las uñas y nunca, bajo ningún concepto, se metía entre dos hombres que discutían.
—Realmente tienes un culo estupendo —le aseguró, sabiendo que la joven no se había tragado la explicación de Rory.
_____ entrecerró los ojos.
—¿No me irás a decir que Rory te ha despedido por eso? Noah se rió entre dientes.
—Tan sólo fue una advertencia. —Había cometido un desliz. Nicholas no estaba tan muerto como había creído; todavía tenía algunas costumbres demasiado arraigadas como, por ejemplo, la de girar esa condenada llave inglesa entre los dedos mientras miraba bajo el capó como si tratara descifrar algún enigma.
Ella bufó ante su respuesta.
—Cabréalo demasiado y lograré convencerlo para que te despida.
El sonrió en respuesta mientras se dirigía a la puerta. Antes de pasar junto a _____, se detuvo, inclinó la cabeza y le murmuró al oído:
—Yo también te sorprendí mirándome el culo. Quizá debería decírselo a Rory.
_____ le cogió del brazo cuando se movía para abrir la puerta, sosteniéndole la mirada con frialdad.
—Estás poniendo mi vida patas arriba —susurró—. Y no me gusta nada.
Noah se puso serio. Podía ver un indicio de dolor, de reconocimiento, en los ojos femeninos. Durante tres días habían estado rondándose el uno al otro como dos combatientes, acercándose y retirándose, intentando que fuera el otro quien iniciara el enfrentamiento que ambos sabían que estaba por venir.
—¿Cómo te estoy poniendo la vida patas arriba, _____? —Una vez, hacía mucho tiempo, lo habría sabido. Habría conocido a la mujer que tenía delante, y hubiera jurado que podría anticipar cada pensamiento y cada movimiento que ella hiciera. Sin embargo, por muy doloroso que le resultase, debía admitir que realmente había sabido muy poco de ella.
La esposa de Nicholas jamás habría entrado a la fuerza en la oficina.
Demonios, jamás se le habría ocurrido intentar arreglar un coche, ni le habría hecho bajar la vista. La mujer que había pertenecido a Nicholas le había ocultado partes de sí misma, igual que Nicholas se las había ocultado a ella.
Aun así, la mujer que tenía delante iba a pertenecer a Noah.
—Crees que puedes dominarme ¿verdad? —le preguntó suavemente _____—. Que puedes entrar aquí y tomar todo lo que quieras.
Él entrecerró los ojos. Lo había pensado, sí. Aunque ella pronto le había desengañado de esa idea.
—Yo sólo necesito un trabajo. —Noah forzó una sonrisa y observó cómo la joven escrutaba su rostro.
—Lo que necesitas es tener el control sobre todo y sobre todos —afirmó alejándose de él y dirigiéndose al escritorio—. Tener a todos metidos en un puño, acatando tus normas.
Noah se giró y observó cómo se apoyaba contra el escritorio.
Llevaba el pelo recogido en una coleta y tenía la cara, el cuello y los vaqueros manchados de aceite. Y era la imagen más bella que él hubiera visto jamás. Toda una mujer, segura de sí misma, poseedora de una feminidad casi abrumadora. De pronto, una oleada de lujuria atravesó el control de Noah e hizo que se estremeciera de pies a cabeza.
—No voy a negar que te deseo —le dijo.
Ella agrandó los ojos.
—No te lo he preguntado.
—Estoy cansado de esquivar el tema —gruñó él—. Estamos jugando un juego que comienza a irritarme, _____.
Una sonrisa burlona curvó los labios femeninos.
—No te necesito, Noah. Por si no te has dado cuenta, tengo una relación estable. No necesito otra.
—No te acuestas con él —afirmó acercándose a ella.
La cólera iluminó las profundidades de los ojos grises.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque, ahora mismo, tienes los pezones duros —le espetó él, bajando la vista a las pequeñas cimas que se erguían orgullosamente contra la tela—. Porque estás haciendo todo lo que puedes para apartarte y acercarte a mí al mismo tiempo. Porque sientes la química que hay entre nosotros igual que yo.
_____ respiró hondo y deseó no haberlo hecho, porque debajo del olor a aceite estaba el olor a hombre. A sudor húmedo y lujurioso, poderoso.
Aquellos penetrantes ojos, la tensión que llenaba su cuerpo, que la envolvía, le recordaba que hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre. Desde la última vez que Nicholas la había tocado, se recordó a sí misma con desesperación.
—-No quiero hablar de eso. —Se apartó del escritorio y se dirigió a la puerta, sólo para encontrarse con un cuerpo mucho más grande que el suyo bloqueándole el camino.
—Ignorarlo no va a hacer que desaparezca —le aseguró Noah con suavidad, cogiéndola por los hombros y manteniéndola inmóvil.
—No tengo que ignorar algo que no va a ocurrir y que ni siquiera existe —replicó ella con aspereza, alzando la cabeza de golpe para enfrentarse a él.
—Va a ocurrir.
_____ se quedó quieta. Debería luchar contra Noah, correr, gritar o algo por el estilo. Cualquier cosa salvo permanecer allí parada, sintiendo cómo se le aflojaban las piernas mientras él bajaba la cabeza para acercar inexorablemente sus labios a los de ella, sin dejar de sostenerle la mirada un solo instante.
—No lo hagas —susurró la joven cuando sus labios estaban a un aliento de los de suyos—. No lo conviertas en una guerra.
—Ya es una guerra —sentenció él con aquella voz ronca y áspera.
Extrañamente, ella percibió en ese momento las cicatrices que había bajo la barba—. Bésame, _____. Lo estás deseando. Los dos lo deseamos.
Estaba hablando contra sus labios y ella los separó involuntariamente. Sus manos se aferraron a la cintura masculina, mientras algo en su interior palpitaba con anhelo, con ansia.
—Ya basta. —Dio un paso atrás, pero él la atrajo hacia sí.
Antes de que _____ pudiera reaccionar, antes de que pudiera escapar, la inundó una oleada de placer.
Los labios de Noah se posaron sobre los suyos, cubriéndolos y separándolos hasta que ella se sintió perdida. El beso hizo que vibrara en lugares que no sabía que pudieran vibrar y se sintió invadida por una fuerza oscura, dominante y posesiva.
Al cabo de unos segundos, Noah la empujó contra la puerta, la alzó hacia su cuerpo y le introdujo la lengua en la boca mientras _____ oía su propio grito, mezcla de miedo y un abrumador placer.
—Esto es lo que quieres —la acusó levantando la cabeza de golpe, con la lujuria llameando en sus ojos y haciendo que la sangre ardiera en las venas de la joven—. Quieres esto, _____. Así de caliente y descontrolado. Ten cuidado, cariño, ten mucho cuidado, o puede que lo consigas antes de que estés preparada para ello.
La mirada de _____ se clavó en la de él con sorpresa. El placer la atravesaba; el oscuro poder de aquel beso dominante había despertado algo que ella no quería admitir. Algo para lo que no estaba preparada.
Se apartó lentamente.
—Dile a Rory que lo veré a la hora de cerrar.
—¿Huyes? —gruñó él cuando ella se giró, encaminándose hacia la puerta que daba al aparcamiento.
_____ se volvió hacia él y lo recorrió con la mirada, percatándose del grueso bulto en los pantalones, de la voracidad que brillaba en sus ojos.
—Mantente alejado de mí, Noah —le dijo en tono sombrío—. No te necesito. No te deseo. Todo lo que quiero es que te vayas.
Mentiras. No eran más que mentiras y ella las reconoció mientras salía de la oficina y recorría casi corriendo la distancia entre el taller y la casa de la colina. La casa que había compartido con el único hombre capaz de hacer lo que acababa de hacer Noah. El único hombre que había despertado un deseo que ella no podía controlar, que no podía combatir. Si no se alejaba de él ya, _____ sabía que se expondría de nuevo al dolor y a la pérdida.
Noah no era de los que se quedaban. No era de los que amaban para siempre. No era su marido.
Parte 2.
La expresión de Noah se volvió calmada y peligrosa, pero se metió la llave inglesa en el bolsillo trasero y se dirigió a la oficina. Parecía un depredador en busca de una presa.
La puerta se cerró silenciosamente tras él mientras Rory cerraba las persianas de las ventanas que daban al taller. _____ entrecerró los ojos, sacó un trapo sucio del bolsillo y se limpió las manos antes de dirigirse a la oficina. Agarró el picaporte de la puerta e intentó abrirla, pero se encontró con que estaba cerrada con llave.
¿Se habían encerrado en su oficina? Eso era el colmo. Podía sentir cómo la ira le enrojecía la cara cuando sacó bruscamente las llaves del bolsillo.
Estaba a punto de meter una en la cerradura cuando la puerta se abrió de golpe.
—Cosas de hombres. —La amplia sonrisa de Rory era forzada, y en sus ojos brillaba más la preocupación que la cólera.
—Así que cosas de hombres. —Sonrió tensamente mientras entraba en la oficina para ver a Noah de pie ante el escritorio, con los brazos cruzados sobre el pecho y una dura miraba clavada en Rory—. ¿Qué ha hecho?
—_____ ¿podrías dejar, por favor, que me encargue yo de esto? —le pidió su cuñado con impaciencia—. De verdad, te lo prometo. Puedo ocuparme de algunas cosas yo solo.
Rory parecía cansado. Vale, puede que ella estuviera siendo un poco territorial con el taller, quizá demasiado. Pero durante años, había sido lo único que la había salvado de la locura. Rory lo sabía. ¿Por qué se comportaba ahora de esa manera?
—Sólo sentía curiosidad. —Metió las manos en los bolsillos y le dirigió a Noah lo que esperaba fuera una dulce sonrisa—. Sólo dime qué ha hecho y me iré. ¿Vas a despedirlo? ¿Puedo mirar cómo lo haces?
—Genial. —Rory no parecía feliz, y eso le resultó bastante extraño. La miró con cara de disgusto, cuando él jamás se enfadaba con ella. Y su sonrisa era forzada. Enseñaba todos los dientes. ¿Cuándo se había hecho mayor? Ya no era su hermanito—. ¡Te estaba mirando el culo! Y ahora encárgate tú del asunto.
Se giró y salió de la oficina dando un portazo, dejándola paralizada antes de que se diera la vuelta para enfrentarse a la mirada divertida de Noah.
—Está mintiendo —dijo ella.
Él sonrió ampliamente. Estaba encantado con la situación. Sin embargo, volvía a preguntarse qué había sucedido con la _____ que había conocido hacía ocho años. Jamás sacaba las uñas y nunca, bajo ningún concepto, se metía entre dos hombres que discutían.
—Realmente tienes un culo estupendo —le aseguró, sabiendo que la joven no se había tragado la explicación de Rory.
_____ entrecerró los ojos.
—¿No me irás a decir que Rory te ha despedido por eso? Noah se rió entre dientes.
—Tan sólo fue una advertencia. —Había cometido un desliz. Nicholas no estaba tan muerto como había creído; todavía tenía algunas costumbres demasiado arraigadas como, por ejemplo, la de girar esa condenada llave inglesa entre los dedos mientras miraba bajo el capó como si tratara descifrar algún enigma.
Ella bufó ante su respuesta.
—Cabréalo demasiado y lograré convencerlo para que te despida.
El sonrió en respuesta mientras se dirigía a la puerta. Antes de pasar junto a _____, se detuvo, inclinó la cabeza y le murmuró al oído:
—Yo también te sorprendí mirándome el culo. Quizá debería decírselo a Rory.
_____ le cogió del brazo cuando se movía para abrir la puerta, sosteniéndole la mirada con frialdad.
—Estás poniendo mi vida patas arriba —susurró—. Y no me gusta nada.
Noah se puso serio. Podía ver un indicio de dolor, de reconocimiento, en los ojos femeninos. Durante tres días habían estado rondándose el uno al otro como dos combatientes, acercándose y retirándose, intentando que fuera el otro quien iniciara el enfrentamiento que ambos sabían que estaba por venir.
—¿Cómo te estoy poniendo la vida patas arriba, _____? —Una vez, hacía mucho tiempo, lo habría sabido. Habría conocido a la mujer que tenía delante, y hubiera jurado que podría anticipar cada pensamiento y cada movimiento que ella hiciera. Sin embargo, por muy doloroso que le resultase, debía admitir que realmente había sabido muy poco de ella.
La esposa de Nicholas jamás habría entrado a la fuerza en la oficina.
Demonios, jamás se le habría ocurrido intentar arreglar un coche, ni le habría hecho bajar la vista. La mujer que había pertenecido a Nicholas le había ocultado partes de sí misma, igual que Nicholas se las había ocultado a ella.
Aun así, la mujer que tenía delante iba a pertenecer a Noah.
—Crees que puedes dominarme ¿verdad? —le preguntó suavemente _____—. Que puedes entrar aquí y tomar todo lo que quieras.
Él entrecerró los ojos. Lo había pensado, sí. Aunque ella pronto le había desengañado de esa idea.
—Yo sólo necesito un trabajo. —Noah forzó una sonrisa y observó cómo la joven escrutaba su rostro.
—Lo que necesitas es tener el control sobre todo y sobre todos —afirmó alejándose de él y dirigiéndose al escritorio—. Tener a todos metidos en un puño, acatando tus normas.
Noah se giró y observó cómo se apoyaba contra el escritorio.
Llevaba el pelo recogido en una coleta y tenía la cara, el cuello y los vaqueros manchados de aceite. Y era la imagen más bella que él hubiera visto jamás. Toda una mujer, segura de sí misma, poseedora de una feminidad casi abrumadora. De pronto, una oleada de lujuria atravesó el control de Noah e hizo que se estremeciera de pies a cabeza.
—No voy a negar que te deseo —le dijo.
Ella agrandó los ojos.
—No te lo he preguntado.
—Estoy cansado de esquivar el tema —gruñó él—. Estamos jugando un juego que comienza a irritarme, _____.
Una sonrisa burlona curvó los labios femeninos.
—No te necesito, Noah. Por si no te has dado cuenta, tengo una relación estable. No necesito otra.
—No te acuestas con él —afirmó acercándose a ella.
La cólera iluminó las profundidades de los ojos grises.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque, ahora mismo, tienes los pezones duros —le espetó él, bajando la vista a las pequeñas cimas que se erguían orgullosamente contra la tela—. Porque estás haciendo todo lo que puedes para apartarte y acercarte a mí al mismo tiempo. Porque sientes la química que hay entre nosotros igual que yo.
_____ respiró hondo y deseó no haberlo hecho, porque debajo del olor a aceite estaba el olor a hombre. A sudor húmedo y lujurioso, poderoso.
Aquellos penetrantes ojos, la tensión que llenaba su cuerpo, que la envolvía, le recordaba que hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre. Desde la última vez que Nicholas la había tocado, se recordó a sí misma con desesperación.
—-No quiero hablar de eso. —Se apartó del escritorio y se dirigió a la puerta, sólo para encontrarse con un cuerpo mucho más grande que el suyo bloqueándole el camino.
—Ignorarlo no va a hacer que desaparezca —le aseguró Noah con suavidad, cogiéndola por los hombros y manteniéndola inmóvil.
—No tengo que ignorar algo que no va a ocurrir y que ni siquiera existe —replicó ella con aspereza, alzando la cabeza de golpe para enfrentarse a él.
—Va a ocurrir.
_____ se quedó quieta. Debería luchar contra Noah, correr, gritar o algo por el estilo. Cualquier cosa salvo permanecer allí parada, sintiendo cómo se le aflojaban las piernas mientras él bajaba la cabeza para acercar inexorablemente sus labios a los de ella, sin dejar de sostenerle la mirada un solo instante.
—No lo hagas —susurró la joven cuando sus labios estaban a un aliento de los de suyos—. No lo conviertas en una guerra.
—Ya es una guerra —sentenció él con aquella voz ronca y áspera.
Extrañamente, ella percibió en ese momento las cicatrices que había bajo la barba—. Bésame, _____. Lo estás deseando. Los dos lo deseamos.
Estaba hablando contra sus labios y ella los separó involuntariamente. Sus manos se aferraron a la cintura masculina, mientras algo en su interior palpitaba con anhelo, con ansia.
—Ya basta. —Dio un paso atrás, pero él la atrajo hacia sí.
Antes de que _____ pudiera reaccionar, antes de que pudiera escapar, la inundó una oleada de placer.
Los labios de Noah se posaron sobre los suyos, cubriéndolos y separándolos hasta que ella se sintió perdida. El beso hizo que vibrara en lugares que no sabía que pudieran vibrar y se sintió invadida por una fuerza oscura, dominante y posesiva.
Al cabo de unos segundos, Noah la empujó contra la puerta, la alzó hacia su cuerpo y le introdujo la lengua en la boca mientras _____ oía su propio grito, mezcla de miedo y un abrumador placer.
—Esto es lo que quieres —la acusó levantando la cabeza de golpe, con la lujuria llameando en sus ojos y haciendo que la sangre ardiera en las venas de la joven—. Quieres esto, _____. Así de caliente y descontrolado. Ten cuidado, cariño, ten mucho cuidado, o puede que lo consigas antes de que estés preparada para ello.
La mirada de _____ se clavó en la de él con sorpresa. El placer la atravesaba; el oscuro poder de aquel beso dominante había despertado algo que ella no quería admitir. Algo para lo que no estaba preparada.
Se apartó lentamente.
—Dile a Rory que lo veré a la hora de cerrar.
—¿Huyes? —gruñó él cuando ella se giró, encaminándose hacia la puerta que daba al aparcamiento.
_____ se volvió hacia él y lo recorrió con la mirada, percatándose del grueso bulto en los pantalones, de la voracidad que brillaba en sus ojos.
—Mantente alejado de mí, Noah —le dijo en tono sombrío—. No te necesito. No te deseo. Todo lo que quiero es que te vayas.
Mentiras. No eran más que mentiras y ella las reconoció mientras salía de la oficina y recorría casi corriendo la distancia entre el taller y la casa de la colina. La casa que había compartido con el único hombre capaz de hacer lo que acababa de hacer Noah. El único hombre que había despertado un deseo que ella no podía controlar, que no podía combatir. Si no se alejaba de él ya, _____ sabía que se expondría de nuevo al dolor y a la pérdida.
Noah no era de los que se quedaban. No era de los que amaban para siempre. No era su marido.
tianijonas
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
aww la beso :affraid:
Pero deberia de decirle la verdad que es Nick
Awww que tristeza quiero llorar :crybaby:
Ya quiero que esten juntos :sad:
Siguela!!!!
Pero deberia de decirle la verdad que es Nick
Awww que tristeza quiero llorar :crybaby:
Ya quiero que esten juntos :sad:
Siguela!!!!
aranzhitha
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
OMJ! OMJ! OMJ!
no me lo puedo creer! :cheers: por fin, esperemos que no se compliquen las cosas! :)
aww me encanta! :)
ojala pronto te diga a la rayiz el Nicho que es el! ;)
Nos estamos leyendo! :D
HeyItsLupitaNJ
Re: La Cara Oculta Del Deseo ~Nick&Tú~
Chicas, el capitulo 6 lo subire entero, porque no podre subir hasta el miercoles o asi, porque tengo el examen para el coche y tengo que estudiar jejeje perdon si? :) las adoorooo
CAPÍTULO 6
_____ logró evitar a Noah al día siguiente, y al siguiente. Podía sentir su mirada sobre ella cuando estaba trabajando en la oficina. Cuando él entraba allí, la joven se escapaba a la tienda de suministros. Si estaba trabajando en el taller, se colocaba lo suficientemente lejos de él como para poder ignorar la áspera voz masculina.
Estaba segura de que a Noah le había ocurrido algo en la voz. Surgía de lo más profundo de su garganta y era demasiado áspera y ronca. Las cicatrices de la cara y la fina red de marcas que se adivinaban bajo el vello de los musculosos brazos hacían que la joven se preguntara por aquéllas que había vislumbrado bajo el cuello de la camiseta. ¿Qué le había sucedido? Era difícil marcar a un hombre tan fuerte como él de una manera tan horrible.
No importaba dónde estuviera, _____ sentía su mirada sobre ella y recordaba aquel beso que la había hecho arder y que la había dejado débil durante horas.
Pudo sentir esa misma tensión creciente la tarde siguiente. Cada vez que él intentaba hablar con ella, cada vez que se movía en su dirección, _____ se dirigía hacia otro lado. No quería tratar con él. Su vida estaba bien así.
Estaba bien sola. Una cita de vez en cuando era suficiente. Y aunque Duncan quería más, su relación aún no había llegado al punto donde tendría que romperla. Le gustaba su compañía, su risa. Por el contrario, temía la intensidad de Noah.
Logró esquivarlo durante un día más, hasta la hora del cierre. Rory y los demás ya se habían ido, y ella estaba sola en la oficina cuando Noah entró.
—Tenemos que hablar —le dijo mientras ella metía la cartera en el bolso y sentía cómo se aceleraba el ritmo de su corazón.
—No tengo tiempo —se excusó ella—. Tengo una cita esta noche y no puedo retrasarme más.
—Ni hablar.
Cerró la puerta de una patada y echó el cerrojo con un chasquido, haciéndola sobresaltarse por la ferocidad que demostraba. Luego, antes de que ella pudiera esquivarle, la agarró por la muñeca y la condujo a las escaleras que llevaban al apartamento del primer piso.
—¿Qué demonios... ?
—Deja de huir de mí, _____ —gruñó Noah, instándola a subir las escaleras—. Vamos a terminar con esto ahora mismo.
—¿Terminar el qué? —Ella se soltó de su mano en cuanto entraron en el apartamento que una vez había compartido con Nicholas.
_____ debería gritar, debería intentar patearle, golpearle. No dejar que la arrastrara hasta aquel apartamento sin oponer la más mínima resistencia.
Sobre el sofá reposaba una mochila de cuero y había una caja en la cocina con algunas provisiones. Evidentemente, se había estado instalando. Allí, donde Nicholas y ella habían hecho el amor, donde se le había declarado, donde se habían acostado por primera vez. De pronto, pensar en otro hombre en aquel lugar le resultó intolerable.
—Quiero que te vayas de aquí. —Se volvió hacia él, temblando al ver las posesiones de otro hombre en el espacio de Nicholas—. Ahora mismo. ¡Vete!
Una neblina de calor la invadía. Era furia. Se dijo a sí misma que sólo era furia y nada más.
El soltó un bufido.
—Rory ha tenido la amabilidad de traerme provisiones mientras yo estaba dejándome el trasero en esos coches de ahí abajo — le dijo—. No me voy a marchar.
—No quiero que estés aquí. Vete antes de que llame al sheriff. —_____ estaba furiosa.
El le sostuvo la mirada como si fuera el dueño del apartamento, del taller y de ella, y lo estuviera presionando demasiado.
Pero _____ no pensaba rendirse. Lo quería fuera de su vida ya, antes de que fuera demasiado tarde.
—¿De verdad crees que voy a dejar que el sheriff me eche?
—le preguntó con aquella áspera voz que provocaba escalofríos en la espalda de _____.
Ella se quedó quieta y le sostuvo la mirada. Noah parecía peligroso, incluso la tensión que lo envolvía era peligrosa, entonces, ¿por qué no estaba asustada? ¿En qué momento había perdido todo el sentido común que poseía?
—¿Por qué estás aquí? —Lo miró, sintiendo que la cólera y la incredulidad colisionaban en su interior—. ¿Qué demonios te hace pensar que puedes entrar en mi vida y coger todo lo que te apetezca?
El le dio la espalda durante un segundo, bien para ocultarle algo, bien para controlar su temperamento. Cuando se giró hacia ella, la joven retrocedió un paso.
-Estás huyendo de ti misma, _____. ¿Por qué?
De pronto, la joven fue consciente de que él no se iría a ninguna parte. Y sólo tenía que mirar la expresión de su cara para saber que tampoco podía obligarlo. Rory, el propietario de la mitad del negocio, lo había contratado. Tenía tanto derecho a prestarle el apartamento como ella y podía contratar a quien quisiera.
Nicholas y ella habían llegado a ese acuerdo antes de casarse. Si a él le ocurría algo, entonces la mitad del negocio sería para Rory, porque sabía que su padre jamás le dejaría nada.
Tenía que aguantar a Noah hasta que éste decidiera por sí mismo que había llegado el momento de largarse, y eso no iba a suceder por ahora.
—No estoy huyendo de nada que no sea un hombre dispuesto a tomar por la fuerza más de lo que quieren darle. No eres un Malone, señor Blake. Eres un don nadie aquí y siempre lo serás. —Se giró con intención de dirigirse hacia la salida. Dio un paso y al segundo se encontró presionada, firme pero suavemente, contra la puerta por un cuerpo grande y duro que se apretaba contra el suyo.
Contuvo el aliento. Se sentía rodeada, repentinamente caliente y débil. El tenía la cabeza junto a la suya, le rozaba la mejilla contra el pelo, inmovilizándola con las manos mientras le hacía ser consciente de su erección.
—¿Por qué estás tan asustada? —susurró—. ¿Acaso tienes miedo de volver a sentirte viva?
—¿Crees que me haces sentir viva? —se burló ella—. No vales ni la décima parte de lo que valía mi marido, y si no lo necesito a él para sentirme viva, te puedo asegurar que tampoco te necesito a ti.
—¿Acaso Sykes te hace sentir viva? —inquirió—. ¿Te dice lo perfecta que eres? ¿Te acaricia como si fueras a romperte con un simple susurro? —se mofó—. ¿Es eso lo que necesitas, _____?
—¡Eres un bastardo!
Se retorció con violencia y levantó la rodilla para golpearlo sólo para sentir que Noah la alzaba y le separaba los muslos hasta que la dura longitud de su erección se apretó contra ella. Sin piedad, inclinó la cabeza y su boca cubrió bruscamente la de la joven.
La aspereza de la barba recortada de Noah sobre su piel le era desconocida. Sus labios, duros y hambrientos, tomaron los de _____ sin pedirle permiso, sin vacilar. Como si supiera que dentro de ella había una necesidad que ni ella misma conocía.
No fue un beso suave. Fue voraz. Lleno de un hambre y de una lujuria elemental que encendió una llama a partir de alguna chispa escondida dentro del cuerpo de la joven.
De pronto, el cuerpo femenino no tuvo más que una meta. _____ le pasó los brazos por el cuello, enterró los dedos en su espesa melena, y lo atrajo hacia ella.
Hacía tanto tiempo. Tanto tiempo desde que un hombre había tocado su cuerpo, desde que había necesitado unas caricias que no fueran las de Nicholas... Ni siquiera había pensado en ello. Y ahora, el deseo estallaba dentro de ella.
Un gemido agudo y furioso emergió de su garganta cuando Noah deslizó la lengua por sus labios antes de retirarse. Ella le tiró del pelo con fuerza y después de mordisquearle el labio inferior, hundió los dientes en él. En apenas un latido, se encontró aplastada contra la puerta por el cuerpo de Noah, y se dejó devorar por el hambre y la necesidad que invadía su ser.
La enorme mano de Noah se enredó en su cabello y le echó la cabeza hacia atrás.
Él no era suave, pero ella no deseaba que lo fuera. _____ quería fuego y fuerza, y aquel imposible deseo que crecía entre ellos.
Apretó las rodillas contra los firmes y esbeltos costados masculinos, movió las caderas, y se contorsionó contra él, apretándose contra su miembro a través de la tela de los vaqueros que los separaba.
_____ le oyó soltar un gruñido, un gemido. Noah cerró el puño sobre los cabellos femeninos y le echó la cabeza aún más hacia atrás, pasándole los labios por la barbilla, por la mandíbula, mordisqueándola y lamiéndola.
—Móntame —le murmuró Noah al oído, rozándole la oreja con la aspereza de su barba mientras ella seguía moviéndose sinuosamente contra él—. Esto es lo que quiero, _____. Aquí y ahora. —Le acunó el trasero con una mano para acercarla más hacia sí y ella se frotó violentamente contra su erección.
La costura de los vaqueros le rozó el clítoris, y las agudas sensaciones que atormentaban a _____ se incrementaron. Estaba cada vez más mojada. Podía sentir cómo se le hinchaba el clítoris, cómo se calentaban las paredes de su vagina y se volvían resbaladizas, llenas de necesidad.
—Móntame, _____ —repitió—. Oh, sí, pequeña, frótate contra mí. —El también empujaba las caderas contra ella, presionando con dureza la suave carne que escondía la unión entre sus muslos.
_____ bajó las manos y agarró la camiseta de Noah para subírsela por la espalda. Tenía que tocarle. Tenía que sentir su piel bajo las manos. Gimió cuando los labios masculinos cubrieron de nuevo los suyos, mientras ella seguía tirando de la tela hasta que él se apartó el tiempo suficiente para quitarse la camiseta por la cabeza. Apenas un segundo después, regresó junto a ella para besarla de nuevo, acunándole la cabeza con una mano y el trasero con la otra.
Sí. Eso era lo que ella necesitaba. El calor del cuerpo de Noah parecía fundirse con el suyo. Le sentía ardiente bajo las palmas de las manos cuando le acarició los hombros. Podía percibir la áspera rugosidad de las cicatrices que marcaban su cuerpo bajo las yemas de los dedos. Se aferró a él clavándole las uñas en la piel y gritó antes de que la besara de nuevo.
Se estaban moviendo. El mundo parecía estar del revés, se ondulaba peligrosamente, hasta que oyó el golpe sordo de la mochila cayendo al suelo y sintió el cuero del sofá contra la espalda cuando él la tendió sobre los cojines.
Los labios de Noah nunca abandonaron los suyos. No le dio la oportunidad de pensar y ella tampoco quiso hacerlo. Las manos masculinas agarraron la camiseta de _____ para sacársela de los vaqueros, y, antes de que ella pudiera procesar lo que ocurría, él le había subido la prenda de algodón y el sujetador por encima de los pechos.
Sintió la áspera barba sobre el pezón. Se la pasó por la sensible punta, haciendo que ella se arqueara un segundo antes de rozárselo con los labios y tomarlo en su boca.
Noah empujó las caderas con dureza contra las de _____. La montó sin piedad, sin importarle las capas de tela que les separaban, llevándola más cerca del éxtasis de lo que ella había estado en años. La joven se arqueó hacia él, rozándose contra su cuerpo, hundiendo la cabeza en los cojines del sofá y clavándole los dedos en los hombros para acercarlo más a ella.
Era tan bueno. Como fuego líquido. Pequeñas chispas explotaron ante los ojos de Sabella y las sensaciones se expandieron a través de sus terminaciones nerviosas.
—Ahora. —El se echó hacia atrás, le agarró la cabeza bruscamente y la atrajo contra su pecho—. Tócame, maldita sea. Tócame, _____.
Ella le mordió. Enterró los dientes en los músculos duros y poderosos antes de que la ferocidad del acto tomara el control. _____ le mordisqueó los planos pezones, los lamió, los succionó. Dejó que sus manos vagaran por la espalda de Noah, reconociendo la red de finas cicatrices que la cubría.
Noah apretó aún más las caderas contra ella y _____ deseó que los vaqueros desaparecieran. Quería que estuvieran desnudos. Quería sentir contra su piel el grueso y pesado miembro que podía notar frotándose contra ella. Empujándola y conduciéndola a un punto donde no podía distinguir el placer del dolor.
La sangre atravesaba el cuerpo de la joven a toda velocidad, palpitándole en la cabeza. Estaba cerca. Tan cerca. Volvió a morderle en el pecho otra vez y Noah lanzó una maldición al tiempo que se tensaba.
De pronto, él se apartó y su salvaje mirada se desplazó a la puerta trasera del apartamento al tiempo que le bajaba bruscamente el sujetador y la camiseta para cubrirle los pechos.
Fue entonces cuando la joven escuchó los golpes en la puerta.
—¿_____? ¿_____ Malone? Soy el sheriff Grayson. _____, abre la puerta o la echaré abajo.
Noah la ayudó a sentarse mientras ella intentaba controlar sus alborotados sentidos y componer una apariencia tranquila. Observó cómo, sin camisa, Noah cruzaba a zancadas el apartamento y pasaba por la cocina para abrir la puerta que conducía al lateral del taller y la terraza.
Las cicatrices de su espalda no presentaban un aspecto aterrador, pero era doloroso verlas. En el omóplato izquierdo tenía un tatuaje, un sol negro atravesado por una espada de color escarlata. Parecía tan rudo y excitante como el resto de él. E igual de peligroso.
_____ empezó a sentir que el frío se apoderaba de ella. La helada realidad la atravesó cuando Rick Grayson entró en la cocina, buscándola de inmediato con su mirada color miel al tiempo que mantenía una distancia prudencial entre Noah y él.
—¿Estás bien, _____? —Tenía los ojos entrecerrados y la mano apoyada en la culata de su arma mientras observaba cómo Noah cerraba la puerta.
_____ clavó los ojos en Noah. Sus ojos eran todavía más feroces que antes, más brillantes y aterradores, iluminados por un fuego interior, que conseguía que el corazón de la joven latiera a toda velocidad por la excitación y el pánico.
—¿_____? ¿Por qué no vienes conmigo fuera y hablamos un rato? —Rick no había apartado los ojos de Noah.
_____ negó con la cabeza antes de pasarse los dedos por el pelo y esbozar una sonrisa burlona. Rick había hablado con ella de esa manera en el entierro.
«Sólo deja que Sienna y yo te abracemos, _____». Su esposa y él estuvieron a su lado en todo momento mientras ella se tambaleaba ante el ataúd de Nicholas. «Todo irá bien, _____. Ya verás. Todo irá bien. Estaremos aquí un minuto y luego se acabará todo».
Rick era el marido de su mejor amiga. Sienna había llorado y sufrido con ella. Y Rick había tratado de consolarla como si fuera una niña que necesitara una mano que la guiara.
—Rick, éste es Noah Blake. —Señaló a Noah con la mano. Estaba apoyado contra la encimera de la cocina con los brazos sobre el pecho desnudo y le daba la espalda para mirar al sheriff—. Rory lo contrató.
El sheriff no le quitó la vista de encima mientras ella se obligaba a ponerse en pie. _____ no quería moverse. Quería hacerse un ovillo y hacer desaparecer el dolor que crecía en su interior.
—_____, cariño, tienes la barbilla magullada —le dijo Rick—. Ven afuera conmigo un minuto, ¿quieres?
_____ se frotó la barbilla y frunció el ceño antes de acercarse al espejo que colgaba de la pared. Se pasó los dedos por la pequeña magulladura y luego por el cuello, donde estaba apareciendo otra marca.
—El también tiene sus propias magulladuras —afirmó, dirigiéndose a Rick—. Me hizo un chupetón y yo le hice otro.
Rick la miró con los ojos entrecerrados y ella sintió que un profundo dolor le desgarraba las entrañas.
—No tenemos nada de que hablar, Rick. —Recogió el bolso y se dirigió a la puerta.
—Yo creo que sí, _____ —El sheriff se movió entre ella y Noah. ¿Para protegerla? _____ miró a Noah y vio la advertencia en sus ojos. No, nadie se interpondría entre ellos y sobreviviría a menos que él lo permitiera.
Pero, por ahora, Noah se limitaba a observar y esperar.
Ella se volvió hacia Rick.
—Nos interrumpiste cuando estábamos a punto de cometer un error y de veras te lo agradezco. —Su sonrisa era quebradiza y temblorosa—. Pero no fue culpa suya. Creo que fui la primera en morder, aunque puedes preguntarle su opinión si quieres. En lo que a mí respecta, me voy a casa.
—_____, alguien llamó para informar que estabas siendo acosada por este hombre. —Rick la cogió del brazo cuando pasó por su lado—. Tengo a mis ayudantes tras esa puerta. Estás protegida, cariño, lo sabes. ¿Quieres que eche a este hombre?
Ella le miró sorprendida.
—¿Qué?
—Ya lo has oído, _____ —dijo Noah con voz áspera—. Cree que te estoy acosando y quiere meterme en la cárcel por ello. ¿Vas a aprovechar la oportunidad de deshacerte de mí?
—Cállese. —Rick se volvió hacia él con una tensa expresión de cólera—. No le conozco, pero sé que ya ha tenido un encontronazo con un ciudadano de este pueblo. Y no me importa quién sea usted. No permitiré que presione a _____.
—El no ha hecho nada excepto conseguir que pierda la paciencia —intervino la joven—. Por el amor de Dios, Rick, usa los ojos en vez de dejarte guiar por las sospechas. Mírale los hombros. —Agarró el picaporte y le dirigió a Noah una mirada fría y dura—. Arréstame a mí por los arañazos que le he hecho, pero déjale en paz.
Eso era entre ellos dos. Noah y ella. _____ lo sabía. No permitiría que nadie más interfiriera en aquel asunto. No ahora.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Noah miró al sheriff y contuvo una sonrisa burlona. Rick Grayson era un buen hombre. Había sido marine.
Confiaba en la ley. Creía en el condado que había jurado proteger. Pero eso no quería decir que no estuviera en la lista de nombres que Noah pensaba comprobar, ni que confiara en él. Noah había aprendido de la peor manera posible que no se podía confiar en nadie
—¿Tiene alguna identificación? —Rick estaba fulminándole con la mirada.
Noah bajó la mano, ignorando la manera en que el sheriff sujetaba la culata del arma. Sacó la cartera del bolsillo trasero y la abrió antes de mostrársela.
Rick tomó la identificación, la miró y se la devolvió lentamente.
—_____ es una buena amiga, señor Blake. —Era una advertencia—. Y en este pueblo cuidamos de nuestros amigos.
—¿En serio? —Noah arqueó una ceja con aire burlón. No había notado que se hubieran esmerado mucho en proteger a _____—. Bien, sheriff Grayson, me alegra saberlo. Y estoy seguro de que _____ también se lo agradecerá.
Rick le sostuvo la mirada con serenidad.
—No le haga daño, o se las verá conmigo —le advirtió finalmente antes de encaminarse a la puerta. Una vez allí, se giró y volvió a brindarle una dura mirada—. Ándese con cuidado, señor Blake, no es bueno tenerme como enemigo. Y tenga por seguro que si le hace daño a _____ se convertirá automáticamente en mi enemigo.
Rick abrió la puerta y salió. La puerta se cerró a sus espaldas con suavidad, pero sus palabras habían cargado el aire de tensión.
Noah bajó la mirada a sus manos. Unas manos llenas de cicatrices. Había agarrado a _____ como si ella no fuera frágil ni débil, pero él sabía que lo era. Le había dejado marcas. En toda su relación, jamás le había hecho una sola marca; siempre había tenido cuidado de ello.
Se frotó el hombro y vio una mancha de sangre en los dedos. Le palpitaba el labio y la marca que ella le había dejado en el pecho.
_____ había sido salvaje. Ambos lo habían sido. Como si de repente se hubieran liberado algo y se hubiera desatado la lujuria de ambos.
Noah iba a asegurarse de liberarlo de nuevo.
_____ cerró la puerta de su casa de un portazo. La gruesa madera de roble resonó ante la violencia del acto y atravesó sus nervios con una aplastante oleada de tensión. Podía sentir las sensaciones eléctricas por todo el cuerpo, vibrando en su mente y envolviéndola en una abrumadora marea de pánico.
Oh, Dios, ¿qué había hecho?
Dejó caer el bolso al suelo y subió a su habitación a toda velocidad. Se arrancó las prendas que la cubrían, las arrojó a la cesta de la ropa sucia, y puso el agua de la ducha tan caliente como pudo antes de colocarse bajo el chorro y frotarse el pelo y la piel.
Quería arrancar de su cuerpo las sensaciones que él había provocado.
Quería quitarse su olor. Todavía podía olerlo. Todavía podía sentirlo.
Apoyó la cabeza contra la pared de la ducha y respiró hondo, conteniendo un sollozo. La había tocado otro hombre. Otras manos habían acunado sus pechos, otros labios le habían chupado los pezones, otro miembro se había frotado, dura y profundamente, contra su clítoris, y ella había estado a punto de suplicar más.
—Nicholas. —Apretó la cara contra la pared y se echó a llorar.
La culpa le invadía el corazón. Le quemaba el alma con un fuego que no podía apagar. Sufría. Sufría por el hombre que jamás volvería a tener, que jamás imaginó que perdería; sufría por haber disfrutado de unas caricias que se había negado a recibir durante mucho tiempo.
Se deslizó al suelo y apretó las rodillas contra el pecho. Inclinó la cabeza y empezó a llorar mientras se mecía.
«Mi bruja. Go síoraí. Ámame, _____. Ámame siempre».
La voz de Nicholas se abrió paso entre sus recuerdos y los sollozos se hicieron más intensos. Aún lo amaba. Lo amaba tanto que no podía comprender cómo había podido seguir viviendo sin él. Sin sus caricias, sin sus besos.
Seis años. Gimió ante aquel pensamiento y dejó caer la cabeza contra la pared de la ducha mientras el agua caía sobre ella. Estaba tan caliente como sus lágrimas. Pero aquello no alivió la abrasadora sensación de culpa que todavía ardía en su interior. Su marido llevaba seis años muerto y los votos que habían compartido todavía la apresaban y atormentaban.
Las lágrimas sólo hacían su pena más profunda. Podría llorar todo un océano y Nicholas seguiría sin estar allí, abrazándola y aliviando el dolor que algunas veces amenazaba con devorarla viva.
Y ahora, además, estaba aquella sensación de culpabilidad.
Tomó la esponja y el jabón, y se frotó de nuevo. Se restregó hasta que sintió la piel en carne viva, pero aun así, siguió sintiendo las caricias de otro hombre en su piel, seguía sintiéndose excitada, ansiosa por alcanzar la liberación.
—Me abandonaste, Nicholas —sollozó entre las volutas de vapor que la envolvían—. Me lo prometiste, Nicholas. Me prometiste que jamás me dejarías.
El le había jurado que siempre la abrazaría, que siempre estaría con ella. Pero no fue así. Durante más de seis años había tenido que vivir sin el abrazo de su marido y ella sentía que el dolor aún la desgarraba por dentro como si hubiera sido ayer. Como si Nicholas la hubiera traicionado y, sencillamente, no hubiera vuelto con ella. Como si todavía estuviese vivo y no quisiera tocarla.
Las lágrimas siguieron cayendo, dolorosas, interminables, a la vez que sentía la necesidad de alcanzar el éxtasis, de sentir las caricias y los besos de otro hombre.
Cuando ya no le quedaron lágrimas, cuando el agua comenzó a enfriarse, supo que tenia que moverse, así que se arrastró fuera de la ducha a la gruesa alfombrilla que cubría el suelo y se envolvió en una toalla.
Se acercó al espejo y al mirarse comprendió por qué Rick la había mirado sorprendido. Tenia la piel enrojecida por el roce de la barba de Noah y un moretón azul donde la había mordido. Pensar en aquel chupetón envió una oleada de sensaciones a su vientre, al mismo centro de su ser. Se lamió los labios hinchados y cuando su mirada se deslizó hasta el cuello, se le aflojaron las piernas. Aún tema marcas que le bajaban desde el cuello a los pechos. Una leve rojez, las señales de las caricias de Noah, de sus besos, de sus dientes.
_____ tampoco había sido suave. Había querido liberarse de la oscura y furiosa necesidad que ni siquiera sabía que habitaba en su interior y Noah la había ayudado.
Era obvio que tendría que cancelar la cita de esa noche con Duncan. No había manera de que pudiera estar con él en ese momento. No podía dejar que la viera así. Y, desde luego, no podía volver a salir con él.
Sacudiendo la cabeza, se secó el pelo y, tras dejar caer las toallas al suelo, se puso la bata antes de bajar las escaleras para llamarlo.
No se mostró encantado. Como era de imaginar, estaba irritado. A Duncan le gustaba seguir una agenda y ella había desbaratado sus planes.
Cuando colgó el teléfono, soltó un suspiro de cansancio al pensar en la frustración en la voz de Duncan. Tenía que romper pronto con él. La amistad no era una buena razón para continuar con la relación. Y además, no era suficiente. Había vuelto a saborear el deseo y quería más.
Mucho más.
_____ recorrió la casa débilmente iluminada hasta que finalmente se detuvo en la salita, delante de la enorme ventana, al lado de la larga mesa donde estaban las fotos de su boda.
Nicholas había sido tan increíblemente atractivo... Cogió una foto de los dos juntos. _____ llevaba un vestido largo y blanco que él le había regalado y apoyaba la cabeza en su amplio pecho. Casi podía sentir todavía el almidonado uniforme de gala bajo la mejilla. Él le rodeaba los hombros desnudos con un brazo y bajaba la mirada hacia ella como si hubiera encontrado en _____ algo que jamás hubiera imaginado encontrar.
Había sido su _____. Su _____ sureña. Solía llamarla así debido a aquel particular acento que ella tenia y del que nunca había intentado deshacerse.
Los ojos de Nicholas habían sido brillantes. Tan azules. Tan llenos de vida. Le acarició los ojos por encima del cristal deslizando el pulgar por su cara, y luego levantó la mirada hacia la ventana.
Escuchó a lo lejos el ronroneo de la Harley en el taller y observó cómo la luz del faro de la moto atravesaba la oscuridad dirigiéndose hacia la carretera principal.
Noah era sólo una sombra cuando la Harley aceleró y se alejó de su vista.
No dejó de mirar los faros traseros hasta que ya no pudo verlos. Después bajó de nuevo la mirada al sonriente rostro de Nicholas.
Una lágrima cayó sobre el cristal.
—Me dejaste —musitó otra vez—. ¿Qué voy a hacer, Nicholas? Dímelo. —Sintió que se quedaba sin respiración y que se le encogía el estómago con el dolor de la pérdida—. Dime, ¿qué voy a hacer ahora?
CAPÍTULO 6
_____ logró evitar a Noah al día siguiente, y al siguiente. Podía sentir su mirada sobre ella cuando estaba trabajando en la oficina. Cuando él entraba allí, la joven se escapaba a la tienda de suministros. Si estaba trabajando en el taller, se colocaba lo suficientemente lejos de él como para poder ignorar la áspera voz masculina.
Estaba segura de que a Noah le había ocurrido algo en la voz. Surgía de lo más profundo de su garganta y era demasiado áspera y ronca. Las cicatrices de la cara y la fina red de marcas que se adivinaban bajo el vello de los musculosos brazos hacían que la joven se preguntara por aquéllas que había vislumbrado bajo el cuello de la camiseta. ¿Qué le había sucedido? Era difícil marcar a un hombre tan fuerte como él de una manera tan horrible.
No importaba dónde estuviera, _____ sentía su mirada sobre ella y recordaba aquel beso que la había hecho arder y que la había dejado débil durante horas.
Pudo sentir esa misma tensión creciente la tarde siguiente. Cada vez que él intentaba hablar con ella, cada vez que se movía en su dirección, _____ se dirigía hacia otro lado. No quería tratar con él. Su vida estaba bien así.
Estaba bien sola. Una cita de vez en cuando era suficiente. Y aunque Duncan quería más, su relación aún no había llegado al punto donde tendría que romperla. Le gustaba su compañía, su risa. Por el contrario, temía la intensidad de Noah.
Logró esquivarlo durante un día más, hasta la hora del cierre. Rory y los demás ya se habían ido, y ella estaba sola en la oficina cuando Noah entró.
—Tenemos que hablar —le dijo mientras ella metía la cartera en el bolso y sentía cómo se aceleraba el ritmo de su corazón.
—No tengo tiempo —se excusó ella—. Tengo una cita esta noche y no puedo retrasarme más.
—Ni hablar.
Cerró la puerta de una patada y echó el cerrojo con un chasquido, haciéndola sobresaltarse por la ferocidad que demostraba. Luego, antes de que ella pudiera esquivarle, la agarró por la muñeca y la condujo a las escaleras que llevaban al apartamento del primer piso.
—¿Qué demonios... ?
—Deja de huir de mí, _____ —gruñó Noah, instándola a subir las escaleras—. Vamos a terminar con esto ahora mismo.
—¿Terminar el qué? —Ella se soltó de su mano en cuanto entraron en el apartamento que una vez había compartido con Nicholas.
_____ debería gritar, debería intentar patearle, golpearle. No dejar que la arrastrara hasta aquel apartamento sin oponer la más mínima resistencia.
Sobre el sofá reposaba una mochila de cuero y había una caja en la cocina con algunas provisiones. Evidentemente, se había estado instalando. Allí, donde Nicholas y ella habían hecho el amor, donde se le había declarado, donde se habían acostado por primera vez. De pronto, pensar en otro hombre en aquel lugar le resultó intolerable.
—Quiero que te vayas de aquí. —Se volvió hacia él, temblando al ver las posesiones de otro hombre en el espacio de Nicholas—. Ahora mismo. ¡Vete!
Una neblina de calor la invadía. Era furia. Se dijo a sí misma que sólo era furia y nada más.
El soltó un bufido.
—Rory ha tenido la amabilidad de traerme provisiones mientras yo estaba dejándome el trasero en esos coches de ahí abajo — le dijo—. No me voy a marchar.
—No quiero que estés aquí. Vete antes de que llame al sheriff. —_____ estaba furiosa.
El le sostuvo la mirada como si fuera el dueño del apartamento, del taller y de ella, y lo estuviera presionando demasiado.
Pero _____ no pensaba rendirse. Lo quería fuera de su vida ya, antes de que fuera demasiado tarde.
—¿De verdad crees que voy a dejar que el sheriff me eche?
—le preguntó con aquella áspera voz que provocaba escalofríos en la espalda de _____.
Ella se quedó quieta y le sostuvo la mirada. Noah parecía peligroso, incluso la tensión que lo envolvía era peligrosa, entonces, ¿por qué no estaba asustada? ¿En qué momento había perdido todo el sentido común que poseía?
—¿Por qué estás aquí? —Lo miró, sintiendo que la cólera y la incredulidad colisionaban en su interior—. ¿Qué demonios te hace pensar que puedes entrar en mi vida y coger todo lo que te apetezca?
El le dio la espalda durante un segundo, bien para ocultarle algo, bien para controlar su temperamento. Cuando se giró hacia ella, la joven retrocedió un paso.
-Estás huyendo de ti misma, _____. ¿Por qué?
De pronto, la joven fue consciente de que él no se iría a ninguna parte. Y sólo tenía que mirar la expresión de su cara para saber que tampoco podía obligarlo. Rory, el propietario de la mitad del negocio, lo había contratado. Tenía tanto derecho a prestarle el apartamento como ella y podía contratar a quien quisiera.
Nicholas y ella habían llegado a ese acuerdo antes de casarse. Si a él le ocurría algo, entonces la mitad del negocio sería para Rory, porque sabía que su padre jamás le dejaría nada.
Tenía que aguantar a Noah hasta que éste decidiera por sí mismo que había llegado el momento de largarse, y eso no iba a suceder por ahora.
—No estoy huyendo de nada que no sea un hombre dispuesto a tomar por la fuerza más de lo que quieren darle. No eres un Malone, señor Blake. Eres un don nadie aquí y siempre lo serás. —Se giró con intención de dirigirse hacia la salida. Dio un paso y al segundo se encontró presionada, firme pero suavemente, contra la puerta por un cuerpo grande y duro que se apretaba contra el suyo.
Contuvo el aliento. Se sentía rodeada, repentinamente caliente y débil. El tenía la cabeza junto a la suya, le rozaba la mejilla contra el pelo, inmovilizándola con las manos mientras le hacía ser consciente de su erección.
—¿Por qué estás tan asustada? —susurró—. ¿Acaso tienes miedo de volver a sentirte viva?
—¿Crees que me haces sentir viva? —se burló ella—. No vales ni la décima parte de lo que valía mi marido, y si no lo necesito a él para sentirme viva, te puedo asegurar que tampoco te necesito a ti.
—¿Acaso Sykes te hace sentir viva? —inquirió—. ¿Te dice lo perfecta que eres? ¿Te acaricia como si fueras a romperte con un simple susurro? —se mofó—. ¿Es eso lo que necesitas, _____?
—¡Eres un bastardo!
Se retorció con violencia y levantó la rodilla para golpearlo sólo para sentir que Noah la alzaba y le separaba los muslos hasta que la dura longitud de su erección se apretó contra ella. Sin piedad, inclinó la cabeza y su boca cubrió bruscamente la de la joven.
La aspereza de la barba recortada de Noah sobre su piel le era desconocida. Sus labios, duros y hambrientos, tomaron los de _____ sin pedirle permiso, sin vacilar. Como si supiera que dentro de ella había una necesidad que ni ella misma conocía.
No fue un beso suave. Fue voraz. Lleno de un hambre y de una lujuria elemental que encendió una llama a partir de alguna chispa escondida dentro del cuerpo de la joven.
De pronto, el cuerpo femenino no tuvo más que una meta. _____ le pasó los brazos por el cuello, enterró los dedos en su espesa melena, y lo atrajo hacia ella.
Hacía tanto tiempo. Tanto tiempo desde que un hombre había tocado su cuerpo, desde que había necesitado unas caricias que no fueran las de Nicholas... Ni siquiera había pensado en ello. Y ahora, el deseo estallaba dentro de ella.
Un gemido agudo y furioso emergió de su garganta cuando Noah deslizó la lengua por sus labios antes de retirarse. Ella le tiró del pelo con fuerza y después de mordisquearle el labio inferior, hundió los dientes en él. En apenas un latido, se encontró aplastada contra la puerta por el cuerpo de Noah, y se dejó devorar por el hambre y la necesidad que invadía su ser.
La enorme mano de Noah se enredó en su cabello y le echó la cabeza hacia atrás.
Él no era suave, pero ella no deseaba que lo fuera. _____ quería fuego y fuerza, y aquel imposible deseo que crecía entre ellos.
Apretó las rodillas contra los firmes y esbeltos costados masculinos, movió las caderas, y se contorsionó contra él, apretándose contra su miembro a través de la tela de los vaqueros que los separaba.
_____ le oyó soltar un gruñido, un gemido. Noah cerró el puño sobre los cabellos femeninos y le echó la cabeza aún más hacia atrás, pasándole los labios por la barbilla, por la mandíbula, mordisqueándola y lamiéndola.
—Móntame —le murmuró Noah al oído, rozándole la oreja con la aspereza de su barba mientras ella seguía moviéndose sinuosamente contra él—. Esto es lo que quiero, _____. Aquí y ahora. —Le acunó el trasero con una mano para acercarla más hacia sí y ella se frotó violentamente contra su erección.
La costura de los vaqueros le rozó el clítoris, y las agudas sensaciones que atormentaban a _____ se incrementaron. Estaba cada vez más mojada. Podía sentir cómo se le hinchaba el clítoris, cómo se calentaban las paredes de su vagina y se volvían resbaladizas, llenas de necesidad.
—Móntame, _____ —repitió—. Oh, sí, pequeña, frótate contra mí. —El también empujaba las caderas contra ella, presionando con dureza la suave carne que escondía la unión entre sus muslos.
_____ bajó las manos y agarró la camiseta de Noah para subírsela por la espalda. Tenía que tocarle. Tenía que sentir su piel bajo las manos. Gimió cuando los labios masculinos cubrieron de nuevo los suyos, mientras ella seguía tirando de la tela hasta que él se apartó el tiempo suficiente para quitarse la camiseta por la cabeza. Apenas un segundo después, regresó junto a ella para besarla de nuevo, acunándole la cabeza con una mano y el trasero con la otra.
Sí. Eso era lo que ella necesitaba. El calor del cuerpo de Noah parecía fundirse con el suyo. Le sentía ardiente bajo las palmas de las manos cuando le acarició los hombros. Podía percibir la áspera rugosidad de las cicatrices que marcaban su cuerpo bajo las yemas de los dedos. Se aferró a él clavándole las uñas en la piel y gritó antes de que la besara de nuevo.
Se estaban moviendo. El mundo parecía estar del revés, se ondulaba peligrosamente, hasta que oyó el golpe sordo de la mochila cayendo al suelo y sintió el cuero del sofá contra la espalda cuando él la tendió sobre los cojines.
Los labios de Noah nunca abandonaron los suyos. No le dio la oportunidad de pensar y ella tampoco quiso hacerlo. Las manos masculinas agarraron la camiseta de _____ para sacársela de los vaqueros, y, antes de que ella pudiera procesar lo que ocurría, él le había subido la prenda de algodón y el sujetador por encima de los pechos.
Sintió la áspera barba sobre el pezón. Se la pasó por la sensible punta, haciendo que ella se arqueara un segundo antes de rozárselo con los labios y tomarlo en su boca.
Noah empujó las caderas con dureza contra las de _____. La montó sin piedad, sin importarle las capas de tela que les separaban, llevándola más cerca del éxtasis de lo que ella había estado en años. La joven se arqueó hacia él, rozándose contra su cuerpo, hundiendo la cabeza en los cojines del sofá y clavándole los dedos en los hombros para acercarlo más a ella.
Era tan bueno. Como fuego líquido. Pequeñas chispas explotaron ante los ojos de Sabella y las sensaciones se expandieron a través de sus terminaciones nerviosas.
—Ahora. —El se echó hacia atrás, le agarró la cabeza bruscamente y la atrajo contra su pecho—. Tócame, maldita sea. Tócame, _____.
Ella le mordió. Enterró los dientes en los músculos duros y poderosos antes de que la ferocidad del acto tomara el control. _____ le mordisqueó los planos pezones, los lamió, los succionó. Dejó que sus manos vagaran por la espalda de Noah, reconociendo la red de finas cicatrices que la cubría.
Noah apretó aún más las caderas contra ella y _____ deseó que los vaqueros desaparecieran. Quería que estuvieran desnudos. Quería sentir contra su piel el grueso y pesado miembro que podía notar frotándose contra ella. Empujándola y conduciéndola a un punto donde no podía distinguir el placer del dolor.
La sangre atravesaba el cuerpo de la joven a toda velocidad, palpitándole en la cabeza. Estaba cerca. Tan cerca. Volvió a morderle en el pecho otra vez y Noah lanzó una maldición al tiempo que se tensaba.
De pronto, él se apartó y su salvaje mirada se desplazó a la puerta trasera del apartamento al tiempo que le bajaba bruscamente el sujetador y la camiseta para cubrirle los pechos.
Fue entonces cuando la joven escuchó los golpes en la puerta.
—¿_____? ¿_____ Malone? Soy el sheriff Grayson. _____, abre la puerta o la echaré abajo.
Noah la ayudó a sentarse mientras ella intentaba controlar sus alborotados sentidos y componer una apariencia tranquila. Observó cómo, sin camisa, Noah cruzaba a zancadas el apartamento y pasaba por la cocina para abrir la puerta que conducía al lateral del taller y la terraza.
Las cicatrices de su espalda no presentaban un aspecto aterrador, pero era doloroso verlas. En el omóplato izquierdo tenía un tatuaje, un sol negro atravesado por una espada de color escarlata. Parecía tan rudo y excitante como el resto de él. E igual de peligroso.
_____ empezó a sentir que el frío se apoderaba de ella. La helada realidad la atravesó cuando Rick Grayson entró en la cocina, buscándola de inmediato con su mirada color miel al tiempo que mantenía una distancia prudencial entre Noah y él.
—¿Estás bien, _____? —Tenía los ojos entrecerrados y la mano apoyada en la culata de su arma mientras observaba cómo Noah cerraba la puerta.
_____ clavó los ojos en Noah. Sus ojos eran todavía más feroces que antes, más brillantes y aterradores, iluminados por un fuego interior, que conseguía que el corazón de la joven latiera a toda velocidad por la excitación y el pánico.
—¿_____? ¿Por qué no vienes conmigo fuera y hablamos un rato? —Rick no había apartado los ojos de Noah.
_____ negó con la cabeza antes de pasarse los dedos por el pelo y esbozar una sonrisa burlona. Rick había hablado con ella de esa manera en el entierro.
«Sólo deja que Sienna y yo te abracemos, _____». Su esposa y él estuvieron a su lado en todo momento mientras ella se tambaleaba ante el ataúd de Nicholas. «Todo irá bien, _____. Ya verás. Todo irá bien. Estaremos aquí un minuto y luego se acabará todo».
Rick era el marido de su mejor amiga. Sienna había llorado y sufrido con ella. Y Rick había tratado de consolarla como si fuera una niña que necesitara una mano que la guiara.
—Rick, éste es Noah Blake. —Señaló a Noah con la mano. Estaba apoyado contra la encimera de la cocina con los brazos sobre el pecho desnudo y le daba la espalda para mirar al sheriff—. Rory lo contrató.
El sheriff no le quitó la vista de encima mientras ella se obligaba a ponerse en pie. _____ no quería moverse. Quería hacerse un ovillo y hacer desaparecer el dolor que crecía en su interior.
—_____, cariño, tienes la barbilla magullada —le dijo Rick—. Ven afuera conmigo un minuto, ¿quieres?
_____ se frotó la barbilla y frunció el ceño antes de acercarse al espejo que colgaba de la pared. Se pasó los dedos por la pequeña magulladura y luego por el cuello, donde estaba apareciendo otra marca.
—El también tiene sus propias magulladuras —afirmó, dirigiéndose a Rick—. Me hizo un chupetón y yo le hice otro.
Rick la miró con los ojos entrecerrados y ella sintió que un profundo dolor le desgarraba las entrañas.
—No tenemos nada de que hablar, Rick. —Recogió el bolso y se dirigió a la puerta.
—Yo creo que sí, _____ —El sheriff se movió entre ella y Noah. ¿Para protegerla? _____ miró a Noah y vio la advertencia en sus ojos. No, nadie se interpondría entre ellos y sobreviviría a menos que él lo permitiera.
Pero, por ahora, Noah se limitaba a observar y esperar.
Ella se volvió hacia Rick.
—Nos interrumpiste cuando estábamos a punto de cometer un error y de veras te lo agradezco. —Su sonrisa era quebradiza y temblorosa—. Pero no fue culpa suya. Creo que fui la primera en morder, aunque puedes preguntarle su opinión si quieres. En lo que a mí respecta, me voy a casa.
—_____, alguien llamó para informar que estabas siendo acosada por este hombre. —Rick la cogió del brazo cuando pasó por su lado—. Tengo a mis ayudantes tras esa puerta. Estás protegida, cariño, lo sabes. ¿Quieres que eche a este hombre?
Ella le miró sorprendida.
—¿Qué?
—Ya lo has oído, _____ —dijo Noah con voz áspera—. Cree que te estoy acosando y quiere meterme en la cárcel por ello. ¿Vas a aprovechar la oportunidad de deshacerte de mí?
—Cállese. —Rick se volvió hacia él con una tensa expresión de cólera—. No le conozco, pero sé que ya ha tenido un encontronazo con un ciudadano de este pueblo. Y no me importa quién sea usted. No permitiré que presione a _____.
—El no ha hecho nada excepto conseguir que pierda la paciencia —intervino la joven—. Por el amor de Dios, Rick, usa los ojos en vez de dejarte guiar por las sospechas. Mírale los hombros. —Agarró el picaporte y le dirigió a Noah una mirada fría y dura—. Arréstame a mí por los arañazos que le he hecho, pero déjale en paz.
Eso era entre ellos dos. Noah y ella. _____ lo sabía. No permitiría que nadie más interfiriera en aquel asunto. No ahora.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Noah miró al sheriff y contuvo una sonrisa burlona. Rick Grayson era un buen hombre. Había sido marine.
Confiaba en la ley. Creía en el condado que había jurado proteger. Pero eso no quería decir que no estuviera en la lista de nombres que Noah pensaba comprobar, ni que confiara en él. Noah había aprendido de la peor manera posible que no se podía confiar en nadie
—¿Tiene alguna identificación? —Rick estaba fulminándole con la mirada.
Noah bajó la mano, ignorando la manera en que el sheriff sujetaba la culata del arma. Sacó la cartera del bolsillo trasero y la abrió antes de mostrársela.
Rick tomó la identificación, la miró y se la devolvió lentamente.
—_____ es una buena amiga, señor Blake. —Era una advertencia—. Y en este pueblo cuidamos de nuestros amigos.
—¿En serio? —Noah arqueó una ceja con aire burlón. No había notado que se hubieran esmerado mucho en proteger a _____—. Bien, sheriff Grayson, me alegra saberlo. Y estoy seguro de que _____ también se lo agradecerá.
Rick le sostuvo la mirada con serenidad.
—No le haga daño, o se las verá conmigo —le advirtió finalmente antes de encaminarse a la puerta. Una vez allí, se giró y volvió a brindarle una dura mirada—. Ándese con cuidado, señor Blake, no es bueno tenerme como enemigo. Y tenga por seguro que si le hace daño a _____ se convertirá automáticamente en mi enemigo.
Rick abrió la puerta y salió. La puerta se cerró a sus espaldas con suavidad, pero sus palabras habían cargado el aire de tensión.
Noah bajó la mirada a sus manos. Unas manos llenas de cicatrices. Había agarrado a _____ como si ella no fuera frágil ni débil, pero él sabía que lo era. Le había dejado marcas. En toda su relación, jamás le había hecho una sola marca; siempre había tenido cuidado de ello.
Se frotó el hombro y vio una mancha de sangre en los dedos. Le palpitaba el labio y la marca que ella le había dejado en el pecho.
_____ había sido salvaje. Ambos lo habían sido. Como si de repente se hubieran liberado algo y se hubiera desatado la lujuria de ambos.
Noah iba a asegurarse de liberarlo de nuevo.
_____ cerró la puerta de su casa de un portazo. La gruesa madera de roble resonó ante la violencia del acto y atravesó sus nervios con una aplastante oleada de tensión. Podía sentir las sensaciones eléctricas por todo el cuerpo, vibrando en su mente y envolviéndola en una abrumadora marea de pánico.
Oh, Dios, ¿qué había hecho?
Dejó caer el bolso al suelo y subió a su habitación a toda velocidad. Se arrancó las prendas que la cubrían, las arrojó a la cesta de la ropa sucia, y puso el agua de la ducha tan caliente como pudo antes de colocarse bajo el chorro y frotarse el pelo y la piel.
Quería arrancar de su cuerpo las sensaciones que él había provocado.
Quería quitarse su olor. Todavía podía olerlo. Todavía podía sentirlo.
Apoyó la cabeza contra la pared de la ducha y respiró hondo, conteniendo un sollozo. La había tocado otro hombre. Otras manos habían acunado sus pechos, otros labios le habían chupado los pezones, otro miembro se había frotado, dura y profundamente, contra su clítoris, y ella había estado a punto de suplicar más.
—Nicholas. —Apretó la cara contra la pared y se echó a llorar.
La culpa le invadía el corazón. Le quemaba el alma con un fuego que no podía apagar. Sufría. Sufría por el hombre que jamás volvería a tener, que jamás imaginó que perdería; sufría por haber disfrutado de unas caricias que se había negado a recibir durante mucho tiempo.
Se deslizó al suelo y apretó las rodillas contra el pecho. Inclinó la cabeza y empezó a llorar mientras se mecía.
«Mi bruja. Go síoraí. Ámame, _____. Ámame siempre».
La voz de Nicholas se abrió paso entre sus recuerdos y los sollozos se hicieron más intensos. Aún lo amaba. Lo amaba tanto que no podía comprender cómo había podido seguir viviendo sin él. Sin sus caricias, sin sus besos.
Seis años. Gimió ante aquel pensamiento y dejó caer la cabeza contra la pared de la ducha mientras el agua caía sobre ella. Estaba tan caliente como sus lágrimas. Pero aquello no alivió la abrasadora sensación de culpa que todavía ardía en su interior. Su marido llevaba seis años muerto y los votos que habían compartido todavía la apresaban y atormentaban.
Las lágrimas sólo hacían su pena más profunda. Podría llorar todo un océano y Nicholas seguiría sin estar allí, abrazándola y aliviando el dolor que algunas veces amenazaba con devorarla viva.
Y ahora, además, estaba aquella sensación de culpabilidad.
Tomó la esponja y el jabón, y se frotó de nuevo. Se restregó hasta que sintió la piel en carne viva, pero aun así, siguió sintiendo las caricias de otro hombre en su piel, seguía sintiéndose excitada, ansiosa por alcanzar la liberación.
—Me abandonaste, Nicholas —sollozó entre las volutas de vapor que la envolvían—. Me lo prometiste, Nicholas. Me prometiste que jamás me dejarías.
El le había jurado que siempre la abrazaría, que siempre estaría con ella. Pero no fue así. Durante más de seis años había tenido que vivir sin el abrazo de su marido y ella sentía que el dolor aún la desgarraba por dentro como si hubiera sido ayer. Como si Nicholas la hubiera traicionado y, sencillamente, no hubiera vuelto con ella. Como si todavía estuviese vivo y no quisiera tocarla.
Las lágrimas siguieron cayendo, dolorosas, interminables, a la vez que sentía la necesidad de alcanzar el éxtasis, de sentir las caricias y los besos de otro hombre.
Cuando ya no le quedaron lágrimas, cuando el agua comenzó a enfriarse, supo que tenia que moverse, así que se arrastró fuera de la ducha a la gruesa alfombrilla que cubría el suelo y se envolvió en una toalla.
Se acercó al espejo y al mirarse comprendió por qué Rick la había mirado sorprendido. Tenia la piel enrojecida por el roce de la barba de Noah y un moretón azul donde la había mordido. Pensar en aquel chupetón envió una oleada de sensaciones a su vientre, al mismo centro de su ser. Se lamió los labios hinchados y cuando su mirada se deslizó hasta el cuello, se le aflojaron las piernas. Aún tema marcas que le bajaban desde el cuello a los pechos. Una leve rojez, las señales de las caricias de Noah, de sus besos, de sus dientes.
_____ tampoco había sido suave. Había querido liberarse de la oscura y furiosa necesidad que ni siquiera sabía que habitaba en su interior y Noah la había ayudado.
Era obvio que tendría que cancelar la cita de esa noche con Duncan. No había manera de que pudiera estar con él en ese momento. No podía dejar que la viera así. Y, desde luego, no podía volver a salir con él.
Sacudiendo la cabeza, se secó el pelo y, tras dejar caer las toallas al suelo, se puso la bata antes de bajar las escaleras para llamarlo.
No se mostró encantado. Como era de imaginar, estaba irritado. A Duncan le gustaba seguir una agenda y ella había desbaratado sus planes.
Cuando colgó el teléfono, soltó un suspiro de cansancio al pensar en la frustración en la voz de Duncan. Tenía que romper pronto con él. La amistad no era una buena razón para continuar con la relación. Y además, no era suficiente. Había vuelto a saborear el deseo y quería más.
Mucho más.
_____ recorrió la casa débilmente iluminada hasta que finalmente se detuvo en la salita, delante de la enorme ventana, al lado de la larga mesa donde estaban las fotos de su boda.
Nicholas había sido tan increíblemente atractivo... Cogió una foto de los dos juntos. _____ llevaba un vestido largo y blanco que él le había regalado y apoyaba la cabeza en su amplio pecho. Casi podía sentir todavía el almidonado uniforme de gala bajo la mejilla. Él le rodeaba los hombros desnudos con un brazo y bajaba la mirada hacia ella como si hubiera encontrado en _____ algo que jamás hubiera imaginado encontrar.
Había sido su _____. Su _____ sureña. Solía llamarla así debido a aquel particular acento que ella tenia y del que nunca había intentado deshacerse.
Los ojos de Nicholas habían sido brillantes. Tan azules. Tan llenos de vida. Le acarició los ojos por encima del cristal deslizando el pulgar por su cara, y luego levantó la mirada hacia la ventana.
Escuchó a lo lejos el ronroneo de la Harley en el taller y observó cómo la luz del faro de la moto atravesaba la oscuridad dirigiéndose hacia la carretera principal.
Noah era sólo una sombra cuando la Harley aceleró y se alejó de su vista.
No dejó de mirar los faros traseros hasta que ya no pudo verlos. Después bajó de nuevo la mirada al sonriente rostro de Nicholas.
Una lágrima cayó sobre el cristal.
—Me dejaste —musitó otra vez—. ¿Qué voy a hacer, Nicholas? Dímelo. —Sintió que se quedaba sin respiración y que se le encogía el estómago con el dolor de la pérdida—. Dime, ¿qué voy a hacer ahora?
tianijonas
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