Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

por **chelis** Mar 18 Sep 2012, 3:44 pm

AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH
AAII QUE HACER UNA FIESTAAAA PORFIIINN NICK !!!
SE ATREEEVIOOOOOOO!!!
AAAIII AHORA SI SON MARIDO Y MUJEEERRRR!!!!!!
PEROO AAAAII NICK SE UN POCO MAS CARIÑOOOSSOOOOO!!!
NO RETROCEDAAAASSSS!!!
PORRFIISS

por **CariitoJonas15** Dom 23 Sep 2012, 8:38 pm

Capítulo 30

—Creo que no. Todavía me duele un poco el tra¬sero. Además... —bebió café y arrojó los posos—, creo que deberíamos recoger e iniciar el viaje de vuelta.
—¿Tan pronto? —dijo sorprendida. Lo miró y desvió rápidamente la vista, pero no antes de que él viera la expresión de decepción en su rostro revela¬dor.
—Será lo mejor. Si esperamos a la tarde nos sor¬prenderán las tormentas, y no sé tú, pero a mí no me apetecería volar por un cielo parecido al de ayer —te¬nía la voz rasposa, y mantuvo el rostro vuelto para que ella no viera la tensión que lo dominaba. Ni si¬quiera con las gafas de sol se fiaba de sus propios ojos.
Y, diablos, ¿por qué no podía decirle lo que sen¬tía, que nada le gustaría más que quedarse allí con ella indefinidamente, en aquella casa ruinosa, como un par de bohemios, desnudos la mayor parte del tiempo y haciendo el amor cuando más les apetecie¬ra? No sabía por qué, sólo que incluso pensar en de¬cirlo lo hacía sentirse demasiado vulnerable. Todavía no estaba preparado para desnudar su corazón. Qui¬zá nunca lo estaría.
—Además —dijo, con mayor brusquedad de la pretendida—.Tengo mucho trabajo que hacer de cara a la próxima semana. Me espera una agenda muy apretada —levantó el tazón de café, vio que es¬taba vacío e hizo una mueca. Maldición, y lo había hecho a propósito. Se había cargado de compromi¬sos para no tener que ir a casa, con su esposa. Dia¬blos, ¿cómo iba a imaginar que las cosas cambiarían tan deprisa y que tendría ganas de estar con ella?—. Dudo que vaya a estar mucho tiempo eh casa —añadio con amargura—.Al menos, durante el resto de la semana.
—Claro, lo entiendo —murmuró _________—. Enton¬ces... iré a prepararme. Avísame cuando sea la hora de partir —se dio la vuelta y entró en la casa, alta, elegante y regia. Incluso con el pelo revuelto a modo de recordatorio de una noche de pasión y de sexo desenfrenados, era una princesa de la cabeza a los pies.

El viernes Nick telefoneó para decir que llegaría pronto a casa, quizá a tiempo para cenar con su es¬posa. Cuando _________ lo oyó, sintió una enorme oleada de alegría, que estuvo seguida de inmediato por otra de enojo casi similar. Había estado experimen-tando aquella montaña rusa de emociones toda la semana, mientras su marido permanecía a cientos de kilómetros de distancia en un lugar llamado Odessa.
«¿Cómo ha podido hacerme esto?», pensaba una y otra vez. «¿Cómo puede ser tan cruel?» Le había abierto las puertas del paraíso, le había mostrado la felicidad, todo lo que su corazón había soñado siem¬pre y, al momento siguiente, le había dado con la puerta en las narices y la había atrapado una vez más en su solitaria jaula.
Sí, así era como se sentía, atrapada en una jaula. «No podré soportar mucho más tiempo que me tra¬te así», se dijo, fortaleciendo sus mermadas reservas de aplomo con algo que poseía en abundancia: orgullo. «A fin de cuentas, ¡soy una princesa! Soy una mu¬jer. Merezco algo mejor. Merezco ser amada»
Y se lo diría a Nick, decidió. Aquella noche, des¬pués de compartir con él la cena que Betsy había preparado.
Pero, por alguna razón, y para desconsuelo de _________, Betsy decidió marcharse pronto aquel viernes. Rueben y ella tenían cosas que hacer, ir a la ciudad. _________ no debía preocuparse: la cena estaba preparada y lo único que debía hacer era calentarla en el micro-ondas. Betsy le mostró la fuente de carne de ternera marinada y asada dispuesta sobre un lecho de arroz esponjoso aderezado con caldo y pimientos rojos. Era uno de los platos favoritos de Nick, le dijo, y lo pondría de buen humor aquella noche. Después, le hizo un guiño a _________, la abrazó y susurró:
—No te rindas, cariño. Sólo debes ser paciente.
¿Paciente? Pues la paciencia nunca había sido una de sus virtudes. Y a medida que se acercaba la hora de la cena, su impaciencia y sus nervios crecían. Daba vueltas por la cocina, sin dejar de mirar el reloj digital del horno. Nick le había dicho a Betsy que lle-garía pronto para cenar, pero ¿qué hora sería esa? ¿Las seis? ¿Las siete? Estaba oscureciendo muy depri¬sa. ¿Y si le había ocurrido algo? Un accidente de trá¬fico, tal vez, conduciendo por esas autovías llenas de coches.
Sin dejar de dar vueltas, su nerviosismo se acre¬centaba. Por fin, _________ no pudo soportarlo más. Al menos, sacaría la comida. La metería en el microon-das, para que estuviera lista al instante, en cuanto Nick volviera a casa...
Resonó un trueno en el atardecer justo cuando abría la nevera y, con mucho cuidado, sacaba la pesada fuente. La tomó con las dos manos y se volvió para cerrar la puerta con la cadera.
De pronto, se oyó un gran estruendo. Un trueno ensordecedor. Con toda la concentración puesta en la fuente y los nervios de punta, _________ reaccionó al ruido como si la hubieran disparado. Emitió un gemi¬do de sobresalto y la fuente se le cayó de las manos.
Se le paró el corazón. Se hizo un gran silencio. Envuelta en una burbuja de conmoción, contempló el arroz, los trozos de carne y las verduras de alegres colores desperdigados por el suelo entre los cente¬lleantes trozos de cristal.
¡No!, chilló su mente, negándose a creer lo que tenía ante sus ojos. Negándose a creer que hubiera ocurrido aquel desastre y que ella fuera la responsa¬ble. ¡No! Aquello no podía ser culpa de ella. Jamás había hecho nada parecido en la vida.
Con un aullido de furia poco principesca, _________ cruzó la cocina, abrió la puerta de par en par y salió a la lluvia que hacía un momento había empezado a caer.
Nick no recordaba desde cuándo no se alegraba tanto de volver a casa. Tampoco podía creer lo impa¬ciente que estaba por ver a su esposa. El grato zum¬bido de expectación que había estado alimentando todo el día, se había intensificado durante el tiempo que había permanecido sentado erí la lluvia, en un atasco provocado por un accidente, hasta convertir¬se en un peso palpitante en su vientre y un fuego candente en su entrepierna.
No había podido quitársela de la cabeza durante toda la semana. Imágenes, retazos del día y de la noche que habían pasado en el rancho, no hacían más que invadir sus pensamientos conscientes e incons¬cientes, burlándose de su concentración durante el día y creando un caos absoluto durante la noche.
Lo cierto era que había pensado mucho en _________ y en su matrimonio durante esas noches solitarias en una fría habitación de hotel de las Grandes Llanu¬ras texanas. Y la conclusión a la que había llegado era que, puesto que iba a seguir casado una tempo¬rada, debía luchar por aquel matrimonio. Había vuel¬to a Houston lleno de promesas y de determinación: pasar más tiempo con su esposa, llegar a conocerla mejor, descubrir si tenían cosas en común.
Una cosa era indudable: estaba cansado de com¬batir su deseo hacia ella. Literalmente. Estaba ex¬hausto.

Cuando llegó a la casa, llovía a cántaros, así que aparcó justo al lado de la verja de atrás. Por suerte, la verja estaba abierta de par en par. No empezó a alar¬marse hasta que vio que la puerta de la cocina tam¬bién estaba abierta.
Llamando a _________ por su nombre, franqueó el um¬bral. El corazón le latía con fuerza. Estaba tan con¬centrado buscándola que estuvo a punto de pisar lo que había en el suelo.
—¿Qué diablos...? —masculló. Sorteando rápida¬mente el desastre, se asomó al pasillo, llamándola de forma más apremiante. Y estaba subiendo las escale¬ras cuando por fin se dio cuenta de por qué había encontrado abierta de par en par la verja de la entra¬da. Entonces, tuvo la certeza de dónde podría en¬contrarla.
_________ se hallaba en el pasillo central del establo, cepillando a la potrilla, Sari, mientras Suki, su madre, observaba con las orejas levantadas desde un cubí¬culo próximo. _________ cantaba en árabe, como solía ha¬cer cuando trabajaba con los caballos, pero no con su tono tranquilizador habitual, sino con gemidos cortos y entrecortados que no tranquilizaban a na¬die, y menos aún, a la propia _________.
Cuando oyó las pisadas sobre el cemento, prefi¬rió no mirar. Quería seguir cepillando a Sari tranqui¬lamente como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo, pero ¿cómo iba a hacerlo cuando cada latido de su corazón parecía un golpe que hacía temblar todo su cuerpo?
Después, por supuesto, se volvió para mirar. Y ni siquiera pensó en lo melodramática que parecía la escena: Nick, empapado y con la mirada desencaja¬da, enmarcado en la puerta de la cuadra, mientras los rayos temblaban y refulgían a su espalda como en una película de terror. Estaba completamente ab¬sorta en la tormenta de sus propias emociones. ¡Y qué mezcla más incomprensible! Alivio, anhelo... amor abrumador y furia irracional.
—¿_________? —se acercó rápidamente a ella, con la voz ronca de preocupación—. Oye, ¿estás bien? ¿Qué haces aquí?
—Te has quedado sin cena —a _________ le parecía oír su voz fuera de la cabeza—. Sonó un trueno... y se me cayó al suelo.
—Sí, ya lo he visto —Nick le tocó el brazo con suavidad, una presión suave—. Oye, mira... No pasa nada...
Se abalanzó sobre él con toda su furia.
—¿Dónde...? ¿Dónde estabas? — empezó a apo¬rrearle el pecho, lanzando chispas y lágrimas por los ojos al mismo tiempo—. Dijiste... Dijiste que llegarías pronto a casa. Estuve esperando y cuando se hizo de noche... —las emociones acumuladas habían estalla¬do finalmente, y no podría haberse contenido aun¬que lo hubiese intentado—.Y pensé... ¡No sabía dón¬de estabas! Y pensé... pensé que estabas...
—Lo siento. El tráfico... La lluvia... Alguien había tenido un accidente —balbució Nick, aturdido. Le daba vueltas la cabeza. Sus deseos y emociones salían disparados en direcciones inesperadas, más allá de su capacidad para controlarlas.
Tras un breve forcejeo, rodeó el cuerpo trémulo de _________ con los brazos y la apretó contra él. Envol¬vió con la mano la húmeda maraña de pelo para in¬movilizarla y la besó.
Lo que ocurrió después fue una combustión. Es¬talló de manera tan inesperada y ardió con tanta vo¬racidad que no le dejó tiempo para pensar.
Cuando la besó por primera vez, _________ profirió una exclamación de sorpresa y ultraje, después, lu¬chó contra él... durante no más de dos segundos. Cuando Nick quiso darse cuenta, estaban jadeando, gimiendo y arrancándose la ropa. Recordaba vaga¬mente haberla hecho retroceder hasta un cubículo vacío...y que el colchón de heno había amortiguado la caída de sus cuerpos entrelazados.
Con una semana de deseo acumulado retorcién¬dole las entrañas y nublándole el cerebro, no se le ocurrió pensar que podía haberla penetrado con de¬masiada brusquedad, o demasiado pronto. Ni a _________, al menos, en aquel momento. Profirió un gemido ás-pero, pero era de pasión, no de dolor, y arqueó el cuerpo contra él, en vez de apartarlo. Tenía el cuer¬po en llamas, febril en sus brazos, y lo envolvió como un guante. Era una sensación maravillosa estar dentro de ella, como si, tras un largo y arriesgado viaje, por fin hubiese encontrado el camino a casa.
Lo invadió un gozo fiero y exultante cuando ella recibió sus embestidas con pequeños gemidos de pasión... cuando pronunció su nombre mientras él liberaba la avalancha de su pasión dentro de ella... cuando se retorció y se aferró a él mientras Nick se¬guía embistiéndola, hasta que, momentos más tarde, sintió que se deshacía... que el cuerpo de _________ se volvía ligero, inerme y palpitante en sus brazos.
Gozoso, más feliz de lo que recordaba haber esta¬do en su vida, deseando compartir su risa trémula y maravillada con la de _________, Nick se volvió de costa¬do lo bastante para poder tocarle la cara. Pero su ale¬gría se convirtió en desesperación. La risa se endure¬ció en su interior y se convirtió en un nudo en el vientre.
_________ estaba llorando, no de emoción, como la primera vez que habían hecho el amor, sino de tris¬teza. Era un llanto de dolor.
—Cariño, ¿qué pasa? Lo siento...
Ella movió la cabeza con violencia y, como no ha¬bía nadie más a quien pudiera pedir consuelo, ente¬rró el rostro en el pecho de Nick.
Pero ¿qué podía decir para consolarla cuando no comprendía el motivo de aquel llanto? Así que no dijo nada, mientras su mente luchaba por romper las ba¬rreras de su ignorancia. Hasta que, con un destello de esperanza, se le ocurrió algo que podría hacerla sen¬tirse mejor.
—Oye —murmuró en el silencio trémulo de _________, contemplando con sorprendente ternura los mecho¬nes húmedos de pelo negro—. No he tenido tiempo de decírtelo. ¿A que no sabes quién ha llamado hoy?—tras una brevísima pausa, le dio la respuesta—. Ele¬na. Y Hassan. Han vuelto de su luna de miel. Hace tan sólo un par de días.
_________ se apartó de él lo justo para mirarlo.
—¿En serio? —se sorbió las lágrimas. Una mano larga, furtiva y avergonzada, se elevó para secarle el llanto—. ¿Están aquí? ¿En Texas?
Nick asintió.
—Sí.Van a pasar el fin de semana en el rancho de Elena. ¿Qué tal si vamos a verlos? —le dolía la gar¬ganta mientras sonreía.______ profirió una pequeña exclamación y se in-corporó, olvidando su desnudez y las lágrimas.
—¿Verlos? ¿Elena tiene un rancho? No lo sabía. ¿Está muy lejos? ¿Iremos en la avioneta?
—Es un rancho pequeño. Y no está muy lejos, jus¬to a las afueras de Evangeline. A una hora en coche. ¿Qué tal si vamos mañana?
—¿Mañana? Sí... Sí, Nick... —lo besó, y su rostro, todavía húmedo por las lágrimas e iluminado de feli¬cidad, era como el sol saliendo después de una tor¬menta.

por **chelis** Dom 23 Sep 2012, 8:57 pm

ooo puuueeesss!!!!... avanzan dos pasoooss y retroceden tresss!!!
este niiiccckk es un tontiiitoooo!!
pero lo amamoosss

por **aranzhitha** Dom 23 Sep 2012, 9:29 pm

hay Nicki te tenemos que enseñar a ser mas dulce
Siguela!!!

por **chelis** Dom 23 Sep 2012, 9:33 pm

por **MeliGarcia** Lun 24 Sep 2012, 3:51 pm

Hermoso!!! siguela :D

por **chelis** Lun 24 Sep 2012, 4:13 pm

SIIIII

por **CariitoJonas15** Lun 24 Sep 2012, 6:45 pm

A que no adivinaaaaan!! este es el penúltimo capítulo!!! :D Mañana Subireee el capítulo Final! Espero verlas en mi nueva novela -> "Atrapados en la Nieve" (Nick y tu) [Link en la Firma]

Capítulo 31

la mano desde el amplio porche delantero de una casa que, aunque estaba hecha de madera pintada de blanco en lugar de piedra marrón, le recordaba a _________ al rancho de Nick, donde había sido tan gozosa y fugazmente feliz. Tuvo que tragar saliva y El corazón de Nick estaba sumido en la desespe¬ración. Era un beso similar al que le había dado cuando le había regalado la potrilla. «Es gratitud. Sólo está feliz porque le he dado algo que quiere. No es por mí»
Elena salió a saludarlos, moviendo pestañear para reprimir las lágrimas y los recuerdos.
Nick apenas había tenido tiempo de aparcar el todoterreno cuando _________ se apeó del coche y reco¬rrió corriendo la senda de grava. Se reunió con Ele¬na en los peldaños.
—¡Cuánto me alegro de verte! —murmuró im¬pulsivamente mientras devolvía el abrazo de la mu¬jer. En aquel momento, se le escaparon unas cuantas lágrimas. Elena le parecía una hermana, lo cual la ha¬cía echar de menos a sus propias hermanas.
Se apartó, sin embargo, al ver la figura alta de Hassan, de pie junto a Elena. No sabía cómo saludar a aquel hombre sonriente y relajado que tan poco se parecía a su arrogante hermano mayor, quien siem¬pre había intentado intimidarla con sus penetrantes ojos negros.
—Buenos días, Hassan —dijo con formalidad, y se quedó aún más perpleja cuando su hermano dio un paso adelante y le dio un abrazo tan cálido como el de su esposa, rió y la llamó «hermanita». En árabe. Hassan casi nunca hablaba en árabe.
Después, Elena la tomó del brazo y dijo rápida¬mente, con su acento texano:
—Estamos encantados de que hayas venido. Casi no habíamos deshecho las maletas, pero deci¬dimos no preocuparnos y venir aquí unos días. Al¬morzaremos dentro de poco pero, ahora mismo, es¬toy impaciente por mostrarte el rancho.
—Pero ¿no deberíamos...? —_________ miró hacia los hombres, que se habían estrechado la mano y esta¬ban absortos charlando y alejándose hacia lo que pa¬recían los establos.
Elena los apartó con un ademán y una sonrisa.
—Bah, deja que se vayan. Querrán hablar de caba¬llos y de petróleo. Y yo me muero por saber qué tal os va a vosotros. Todavía no puedo creerlo, ¡qué re¬pentino! Ojalá Hassan y yo hubiéramos podido que¬darnos para asistir a la boda. Bueno, cuéntame. ¿Qué tal fue? ¿Tuvisteis luna de miel? —se detuvo a consi¬derar su propia pregunta—. Seguramente, no, si co¬nozco a Nick. Bueno... habrá que hacer algo al res¬pecto.
—Nick ha estado muy ocupado trabajando —dijo _________ con cuidado, y Elena le lanzó una mirada pene¬trante que la hizo alegrarse de llevar gafas de sol para ocultar las ojeras. Forzó una sonrisa mientras intenta¬ba distraer a Elena—. Parece que Hassan y tú sois muy felices.
Elena cerró los ojos y sonrió de una manera que hizo que a _________ se le encogiera el corazón de envidia.
—Ah, sí. No sabes cuánto. A decir verdad, hasta me ha sorprendido —lanzó a _________ una mirada de perplejidad—. No porque tuviera dudas de nuestro amor, al final, pero pensé que iba a tener que luchar más por que saliera bien.
—¿Luchar? —frunciendo el ceño tras las gafas de sol, _________ se detuvo para mirarla. Elena profirió una ronca carcajada.
—Ah, sí... el matrimonio requiere esfuerzo, no te engañes —la risa se volvió alegre de nuevo—. Sobre todo, con dos personas tan diferentes y obstinadas como Hassan y yo.
—Al menos... tú sabes que tu marido te quiere.
_________ no se dio cuenta de que había expresado en voz alta aquel sentimiento. Charlando, habían pasa¬do de largo los establos y habían subido a una pe¬queña colina cubierta de hierba y de las mismas fiorecillas amarillas que crecían en el pasto de Nick. En aquellos momentos, de pie sobre la cima que daba a más colinas, arboledas y a un enorme cielo neblino¬so, _________ pensó en sus espacios abiertos soñados y la tristeza estuvo a punto de abrumarla. Apenas se dio cuenta de que Elena le había pasado un brazo por los hombros hasta que la oyó hablar.

—Cariño, ¡por supuesto que Nick te quiere! —No —dijo _________, elevando la barbilla con orgu¬llo—. No me quiere.
—Mira —dijo Elena con rotundidad—, lo conoz¬co. No se habría casado contigo si no te quisiera. _________ negó con la cabeza.
—Sólo se casó conmigo para salvarme de la des¬honra.
Elena profirió un aullido de risa que reprimió al instante al ver las lágrimas que resbalaban tras las gafas de sol de _________. Le dio otro abrazo y dijo con un suspiro de exasperación:
—Está bien, cariño, dime por qué crees que ese marido tuyo no te quiere.
—No se comporta como si me quisiera —_________ tenía la voz ahogada y enojada—.Y, desde luego, nunca me lo ha dicho —se sorprendió y se sintió un poco dolida cuando Elena emitió un ruido muy gro¬sero a modo de respuesta.
Elena se echó hacia atrás su pelo corto y moreno y miró hacia el cielo un momento en busca de guía divina. Después, volvió a pasarle el brazo a _________ por los hombros.
—Déjame que te cuente algo sobre tu marido —dijo en voz baja, mientras empezaba a bajar la colina con ella—. Nick Jonas es el hombre más dulce y bueno del mundo, y el mejor amigo que una mujer podría tener. Pero lo cierto es que, en cuestión de emociones, es muy reservado. Por eso se¬guía sin casarse, creo... Nunca ha encontrado a una mujer en quien confiar lo bastante para abrirse a ella. Pero no siempre ha sido así. Me parece que se encerró en sí mismo cuando murió su madre...Te ha¬blé de eso, ¿verdad? Fue en un accidente de coche. El vehículo se salió de la carretera al ver acercarse a otro de frente y cayó al río, donde ella se ahogó.
_________ intentó ahogar en vano una exclamación de horror, y Elena la miró con compasión.
—Sí, lo sé, es terrible, ¿verdad? Nunca encontra¬ron al responsable... —dejó la frase en el aire,y _________ vio que se ponía lúgubre y sombría un instante. Des¬pués, prosiguió, con la voz más dura y brusca que antes—: Ocurrió un año después de que su madre intimara con mi padre. Nick tendría... quince años, creo. Sé que yo había cumplido los ocho cuando lo conocí, y recuerdo que tenía una sonrisa maravillosa y absolutamente espectacular, que le iluminaba los ojos.
_________ contuvo el aliento y la miró fijamente. «Sí», pensó con el corazón acelerado. «Yo también he vis¬to esa sonrisa. Sólo una vez...»
—La cuestión es que, cuando murió su madre —prosiguió Elena con suavidad—, no volví a ver esa sonrisa. Y tampoco lo ayudó descubrir, varios años después, que mi padre, el hombre que lo ha¬bía adoptado y lo había tratado como a su propio hijo, le había arrebatado la herencia.
_________ profirió otra exclamación de horror. —Sí, es cierto —dijo Elena—.Yo lo sé desde hace poco... Nick me lo contó poco antes de mi boda —tomó aliento—. Me quedé atónita, créeme.

Su madre había dejado un testamento en el que nombraba a Yusuf Rahman tutor de Nick, así como fideicomisario de sus bienes, que en aquel momento era lo que le quedaba de la compañía de petróleo de su padre antes de que su marido, el padre de Nick, lo perdiera casi todo jugando. Cuando Nick cumplió los veintiuno, descubrió que no quedaba nada de las participaciones de su madre. Rahman Oil lo había ab¬sorbido todo.
Dejó de caminar para mirar a _________, quien seguía de pie, con una mano en los labios.
—Así que ya ves —dijo con suavidad— por qué es un poco lento para confiar en alguien de todo co¬razón, incluso después de tanto tiempo.
—Pero —susurró _________ con labios trémulos—, ¿qué puedo hacer? No sé cómo conseguir que se abra a mí —la tarea le parecía demasiado difícil, y los obstáculos, enormes, insuperables. Se sentía abruma¬da, derrotada antes de la lucha.
—Para empezar, ¿has intentado decirle lo que sientes por él?
—Por supuesto que no —replicó _________, y se puso rígida—.Y no pienso hacerlo... No hasta que no ten¬ga la certeza de que él me corresponde —era una princesa, ¡tenía su orgullo!
Elena emitió un gemido de exasperación.
—Vosotros, los Kamal, sois todos iguales: las per¬sonas más obstinadas y orgullosas que he conocido —siguieron bajando la colina en silencio, hasta que...—. ¡Tengo una idea!
_________ miró a Elena, esperanzada, y se sorprendió al ver que sonreía... sonreía y miraba colina abajo ha¬cia los establos, donde Nick y Hassan estaban apoya¬dos en la cerca del corral, absortos en la conversación. Se volvió hacia _________, de nuevo con mirada se¬rena.
—Cariño, lo que necesitas es hacer un pequeño viaje. ¿No te gustaría ir a Tamir? Ya sabes, para ver a tu familia.
—¿Y dejar a Nick? —a _________ le dio un vuelco el corazón, y sintió una fría oleada de pánico—. Pero... No lo entiendo. ¿Cómo...?
—Oye —dijo Elena, encogiéndose de hombros—. A mí me funcionó.
—¿Quieres decir que te fuiste...?
Negó con la cabeza, con una media sonrisa.
—No, Hassan me dejó a mí. Me negaba a casarme con él. Supongo que temía no amarlo bastante... en aquel momento. Así que volvió a Tamir. Tardé... Bue¬no, quizá un día en darme cuenta de que había co¬metido el mayor error de mi vida. Así que fui tras él. El resto —añadió con un sonido parecido al ronro¬neo de un gato— es historia.
—Pero —balbució _________—, ¿y si voy a Tamir y Nick no viene por mí? —el corazón le latía con de¬senfreno. Si Nick no iba a buscarla, sabía que no po¬dría regresar a Texas a vivir como había estado ha¬ciendo las últimas semanas. Y, sin embargo, la idea de no volver a ver a Nick, de no volver a sentir sus bra¬zos en torno a ella la asustaba tanto que no podía respirar.
—Ah, irá —dijo Elena—. Confía en mí.
—Pero...Yo no puedo pedirle...
—Oye, no te preocupes.Tú déjalo en mis manos.
Nick estaba apoyado en la cerca del corral, vien¬do cómo se acercaban las dos mujeres. A una la conocía desde siempre, le era tan familiar como la hier¬ba que lo rodeaba; la otra era tan desconocida y exó¬tica como una orquídea floreciendo en el desierto. Las dos eran hermosas, pero por una no sentía más que el profundo y cercano afecto de un hermano por su hermana, mientras que la otra le hacía latir el pulso como una estampida de búfalos. ¿Por qué no habría sido al revés? Se sentía traicionado, engañado por su propio corazón.
—¿Qué tal, chicos? —gritó Elena cuando estuvie¬ron lo bastante cerca. Y Nick observó con una pun¬zada de envidia cómo se acercaba con fluidez y certi¬dumbre a besar a su marido, mientras que su esposa vacilaba y se quedaba rezagada, sin saber qué ha¬cer—. ¿Os habéis puesto al día de los últimos chismorreos? —bromeó, con el brazo en torno a la cintu¬ra de su marido.
Nick pestañeó y movió la cabeza, mientas Hassan decía con altivez:
—Los hombres no chismorreamos.
—Claro —Elena rió—. Me refería a las últimas noticias deTamir. Oye, ¿qué os parece lo de Nadia?
—¿Nadia? --_________ se puso alerta y tensa—. ¿Qué pasa con mi hermana? Hablé con ella la semana pa¬sada. ¿Se encuentra bien?
—Va a casarse —dijo Elena—. ¿Te lo puedes creer? Será la cuarta boda de la familia Kamal este año —dio un codazo a Hassan—. Ahora ya sólo queda Samira, ¿eh? —después, miró con preocupación a _________, que tenía los dedos sobre los labios y una expresión de horror en el rostro—. Qué pasa, ¿no te alegras?
_________ carraspeó y dijo con voz débil:
—Entonces... ¿se casará con Butrus? —Elena asin¬tió, y Hassan dijo con voz ronca:
Kathleen Creighton

—Con la bendición de nuestro padre.
—Pero —dijo _________—, no lo ama. Me lo dijo ella misma —tenía las mejillas sonrojadas y Nick podía ver que había cerrado los puños a los costados—. ¡No puede hacerlo! ¡No debe! Ay, ¡si pudiera hablar con ella...! —añadió con voz tensa por la angustia.
—¿Por qué no lo haces? —preguntó Elena, como si fuera lo más sencillo del mundo.
—Se lo he dicho. Pero por teléfono no...
—No, me refiero a por qué no vas a Tamir —Ele¬na miró a Nick.
Una enorme inmovilidad pareció crearse a su al¬rededor. _________ parecía estar conteniendo el aliento. Él a miró y ella volvió el rostro rápidamente, pero no lo bastante deprisa para ocultar el destello de esperan¬za, el resplandor de alegría tan intensa y pura que también llegó a atravesar el corazón de Nick.
—Claro, ¿por qué no? —prosiguió Elena, entu¬siasta... ajena a todo—.Ve a hacerles una visita. Pue¬des permitírtelo, ¿verdad Nick? _________ debería estar con su hermana en un momento como éste.
Nick carraspeó. Sentía el corazón en el estómago como un peso muerto.
—¿Qué me dices? —le preguntó a _________, mante¬niendo el tono cuidadosamente neutro—. ¿Te gusta¬ría ir a Tamir? ¿Visitar a tus padres?
_________ levantó la cabeza y lo miró a través de las gafas de sol durante unos momentos de suspense, en los que Nick deseó poder verle los ojos. Salvo por un brevísimo temblor en la boca, tenía el rostro completamente inmóvil. Por primera vez, él fue inca¬paz de adivinar sus emociones.
Después, _________ inspiró y sonrió.
—Sí —dijo con suavidad—, me encantaría.

—¿Qué? ¿Lo ves? —dijo Elena. Y ella y Hassan in¬tercambiaron una mirada secreta.
—Está bien —accedió Nick, parpadeando mien¬tras observaba la sonrisa radiante de su esposa—. Entonces, irás aTamir. ¿Cuándo quieres partir?
—¿Es mañana demasiado pronto? —extrañamen¬te, _________ parecía estar a punto de romper a llorar.
—Mañana pues —confirmó Nick y, en aquel so¬leado y caluroso día de mayo, sintió frío en el cora¬zón.
Aquella noche, Nick entró en el dormitorio en que _________ hacía las maletas.
—Todo listo —anunció con un suspiro—. El avión sale de aquí a las dos. Harás escala en Atlanta y volarás directamente hasta Atenas. Llegarás allí el lu¬nes por la mañana, hora local. Después, sólo te que¬dará un pequeño salto hasta Tamir.
—Gracias —su voz sonaba ahogada mientras ali¬saba metódicamente una prenda de tela fina antes de guardarla en la maleta. Se le había caído el pelo sobre el hombro y le ocultaba el rostro. Nick contu¬vo el impulso de quitárselo de en medio.
—¿Necesitas ayuda?
—No, gracias. Ya casi he terminado —se endere¬zó y se echó la melena hacia atrás, aunque seguía sin mirarlo. Un ceño le arrugó la frente—. No creo que_ necesite llevar muchas cosas...Todavía tengo mucha ropa en Tamir.
Quizá aquello debería haberlo tranquilizado. En cambio, sintió una repentina oleada de enojo miste¬riosamente mezclada con dolor. Sentía el deseo in¬fantil de gritarle: «¿Qué clase de mujer eres? ¿Cómo puedes irte y dejarme así?» Egoístamente, quería su¬plicarle: «Por favor, no te vayas. Olvídate de tu her¬mana, ¡te necesito!»
Lo que Nick no entendía era por qué. Desde el principio había pensado en enviarla de vuelta a Ta¬mir. Entonces, ¿por qué sentía aquel miedo inquie¬tante de que, una vez que volviera con su familia, _________ tal vez no regresaría jamás a Texas?
Ella intentaba levantar un lado de la maleta para cerrar la cremallera.
—Espera...Ya lo hago yo —dijo Nick con aspere¬za, necesitado de hacer algo, de hallar un escape para sus emociones. Y, alargando la mano hacia de¬lante, le rozó el pecho con el brazo sin querer.
Se quedó completamente inmóvil. Salvo por el ascenso de cada inspiración, ella tampoco se movía. Después, despacio, muy despacio, se volvió hacia ella. _________ también se volvió, e inclinó la cabeza hacia atrás parar mirarlo. Se alargó tanto aquella mirada que, en la tensión y quietud reinantes, reavivó un re¬cuerdo.
Nick no tardó en reconocer cuál: la velada en la terraza. Y el recuerdo era tan vivido, tan inmediato, que le parecía oír las olas rompiendo en las rocas bajo el risco... hasta que comprendió que eran los la¬tidos de su corazón. Recordó cómo ella lo había mi¬rado con intensidad, y lo que le había dicho a conti¬nuación...
—¿Quieres besarme?
No se dio cuenta de que había pronunciado las palabras hasta que vio la llamarada de reconoci¬miento en los ojos de _________ y la oyó decir en voz baja y vacilante, con un acento francés mucho más delicioso que el suyo.

por **aranzhitha** Lun 24 Sep 2012, 7:55 pm

awwww Nicholas lucha por ella
Siguela!!

por **chelis** Mar 25 Sep 2012, 7:16 pm

AAAAARRRGGG!!!!!!! TENGOO QUE IR DE URGEEENNCIIAA A TEXAAAAASSSS!!!
PARA ENCONTRAR A NIIICCCKK Y DARLE UN ZAAAPEEEEE!!!!
COOOMOO LA DEJAAA IIRRR SIN LUUCHAAAARRRR
AAAARRRGGGGG
POR QUEEEEE LOS HOOOMBREEEESS NO SOOONNNN COMO NOOOOSSSOOOTRRAAASSS!!!!
YAAA MEJOORR PON EL ULTIMO CAAAPIISS

por **CariitoJonas15** Jue 27 Sep 2012, 2:16 pm

Holaaa Chicas!, este el ultimo capitulooo 9.9 espero que les aya gustado :D y no se olviden pasar por mi nueva nove "Atrapados en la Nieve"(Nick y tu) besos :hi:

—¿Besarte? Oui, monsieur...
No se dio cuenta, entonces, de la importancia de aquel momento. Suponía un entendimiento mutuo e instantáneo, el reconocimiento de una historia de in¬timidad compartida, el primero de incontables be¬sos como aquél que formarían un vínculo de por vida. Sólo sabía que estaba aterrado. «Dios mío», pen¬só mientras acercaba despacio la boca a la de ella, «no puedo dejarla marchar. La quiero»
«¿Cómo puedo irme?», pensó _________ mientras se abría al abrazo de su marido. «Lo amo tanto... Si, al menos», se dijo, «me pidiera que me quedara, me dije¬ra que no me fuera... Entonces, sabría que me quiere»
Pero Nick no dijo nada, aunque su beso fue tan hondo e intenso que _________ lo sintió en todos los rinco¬nes de su ser, y habría sido fácil creer que era amor.
No, Elena tenía razón. Debía irse a Tamir. Si su ma¬rido la amaba, iría a buscarla y la llevaría a casa. Pero ¿cómo cerciorarse de que iría en su busca sin perder el orgullo? Intentando sin palabras transmitirle el amor y el anhelo que albergaba, le entregó su cuerpo con una especie de ternura desesperada, adoró el suyo con una devoción sin reservas...y rezó para que él oyera y supiera lo que había en su corazón.
Aturdido por el ardor de su pasión, conmociona-do por la intensidad de lo que sentía por ella, Nick enterró el rostro en la fragante cascada de pelo de su esposa. ¿Por última vez? La estrechó con fuerza y se estremeció de temor.
El lunes por la tarde, Nick llamó a Elena desde su oficina de Houston.
—Bueno —dijo—, espero que estés satisfecha.
Ella respondió con una pequeña risita.
—¿Se puede saber de qué estás hablando?
—_________ se ha ido —dijo de malhumor—. Llamó hace un rato para decir que había llegado bien a casa. Parecía contenta de estar con su familia —hizo una pausa, inspiró hondo e intentó aparentar que no le importaba—. Dudo que quiera volver... al menos, pronto —añadió para no parecer melodramático.
—Bueno, ya te lo advertí, Nick —Elena emitió un sonido de exasperación—. ¿Qué piensas hacer?
Nick resopló.
—¿Qué puedo hacer? Es evidente que no consi¬go hacerla feliz.
—¡Vamos! ¡Qué propio de un hombre decir eso! —hizo una pausa—. Nick, ¿la quieres? —y prosiguió antes de que pudiera contestar—. ¿Sabes? No hace fal¬ta más para hacer feliz a una mujer si ella te quiere...
—Bueno —dijo Nick con voz rasposa—, ésa es la cuestión, ¿no?
Se produjo otra pausa, en la que Nick tragó saliva un par de veces. Después, Elena habló con suavidad.
—No puedes reprimir eternamente tus emocio¬nes, Nick.
Él enderezó la silla con un golpe airado.
—¿Qué diablos quieres decir con eso?
—Vamos, te has encerrado en ti mismo desde que murió tu madre...y desde lo que te hizo mi padre.
—Eso es absurdo, tengo emociones.
—Apuesto a que sí pero, desde luego, no lo de¬muestras.
—¿Y en qué me vuelve eso distinto de la mayoría de hombres que conoces?
—En nada —reconoció Elena—. Pero la mayoría confían en alguien lo bastante para reflejar sus emociones. Hassan confía en mí. ¿No crees que con lo que le ocurrió a tu madre y a la mía tienes miedo de...?
—Corta el rollo, Elena. Eso no es más que basura psicoanalítica...
—Nick, ¿puedo preguntarte algo? —su voz era diferente, vacilante, casi temerosa—. ¿Crees...? ¿Algu¬na vez se te ha pasado por la cabeza, desde que se supo que mi padre había matado a mi madre... que podría haber causado el accidente de la tuya?
Nick no podía contestar; se quedó mirando la ne¬blina de Houston por la ventana de su oficina. Se daba golpecitos nerviosos en la hebilla del cinturón.
—Debe de habérsete ocurrido, Nick —prosiguió ella—. Se suponía que tú también ibas en ese coche, ¿recuerdas? Si no hubieses convencido a tu madre para que te dejara en la casa de tu amigo David de camino a casa...
—¿Qué quieres que te diga? —le espetó—. ¿Qué sentido tiene esto? Ese hombre está muerto. No se le puede matar dos veces.
—No —dijo Elena en voz baja—. Pero puedes matar tu matrimonio si no consigues asumir lo que pasó. Debes aprender a confiar, Nick, a confiar lo bastante para amar. Confía en que alguien te quiere y no te decepcionará.
—Eso es basura psicoanalítica —repitió Nick.
—Puede que sí —Nick oyó lágrimas en la voz de Elena—. Quizá sólo quiera que todo el mundo sea tan feliz como yo —y, maldición, le colgó.
Aquella noche, Nick estaba en el establo, exami¬nando a un nuevo potro con Rueben, cuando Betsy bajó con el biberón que había preparado. Se lo pasó a su marido y, después, retrocedió, se puso en jarras y miró a Nick con expresión furibunda.
—Está bien —dijo—. ¿Cuándo piensas irte?
—¿Qué? —estaba sujetando al potrillo y no po¬día mirarla—. ¿Irme adonde?
—A Tamir... o como quiera que se llame ese país. ¿Cuándo vas a traer a _________ a casa?
Nick resopló. Después de su conversación con Elena, sentía tantos deseos de colaborar como el po¬trillo.
—Ya volverá cuando ella quiera.
—Ya —dijo Betsy—.Tienes que ir a buscarla —lo miró con enojo y cruzó los brazos sobre su generosa delantera—. ¿Cómo va a saber si no que quieres que vuelva? ¿Alguna vez se lo has dicho? —profirió un re¬soplido de exasperación monumental—.Apuesto a que ni siquiera le has dicho que la quieres, ¿verdad?
Nick soltó por fin al potrillo, que empezaba a comprender que había algo bueno para él en aque¬lla tetilla de goma.
—Ella nunca me lo ha dicho a mí.
Betsy levantó los brazos.
—Es una mujer. ¿Esperas que te lo diga ella pri¬mero? —Nick guardó silencio. Contempló al potri¬llo, que chupaba del biberón con avidez—.Ya te he hecho la maleta —añadió Betsy.
Nick miró a Rueben, que encogió un hombro.
—Será mejor que vayas a buscar a tu esposa —fue lo único que dijo.
Alima estaba desayunando con _________ en la terraza oeste, aunque sólo había tomado un poco de fruta y un té. Costaba trabajo digerir cuando le dolía tanto la garganta... cuando su corazón de madre sufría por su hija pequeña.
—No entiendo por qué no quiere escucharme —decía _________ con enojo—. Nadia cree saberlo todo porque es la mayor, pero se equivoca. No sabe lo que es un matrimonio sin amor. ¡No sabe lo que hace!
—Pero —le recordó Alima con suavidad— eso debe decidirlo Nadia, ¿no? —hizo una pausa y cu¬brió la mano de _________ con la suya. Su hija estaba des¬menuzando una peladura de naranja—. Querida hija, ¿por qué te preocupa tanto? ¿Qué es lo que real-mente te molesta? ¿Tan...? ¿Tan desgraciada eres en Norteamérica?
_________ movió las manos; después, se quedó inmóvil y se las llevó al rostro para cubrir un sollozo.
—¡Ay, mamá, no sé qué hacer! Creo que Nick es un buen hombre. Lo sé. Y quiero ser una buena es¬posa para él. Pero me he sentido tan sola... y no en¬tiendo a mi marido —redujo la voz a un susurro—. Ni siquiera sé si me quiere.
—_________ —empezó a decir su madre, controlando su enojo hacia el hombre que había hecho a su pe¬queña tan desgraciada—. No debes desistir —un movimiento le llamó la atención, y dirigió la mirada hacia el otro lado de la terraza, donde una figura alta se erguía bajo el arco que comunicaba con los jardi¬nes, por el que llegaba una suave brisa fragante.
Alima inspiró y... sonrió.
—Hija mía —dijo con suavidad, sin apartar la mi¬rada de aquella figura alta—. Si de verdad quieres a tu marido, no debes desistir. Dime la verdad... ¿amas a ese hombre, a Nick Jonas?
Nick dejó de respirar mientras aguardaba la res¬puesta. Le pareció que transcurría una eternidad hasta que, por fin, _________ retiró las manos de la cara, dejan¬do al descubierto su resplandor...y su desolación.
—Sí, lo amo. No creía que fuera posible querer tanto a alguien. Lo quiero tanto que a veces... me duele por dentro —se llevó el puño al corazón, y Nick empezó a avanzar, aunque no tenía la sensa¬ción de que sus pies rozaran el suelo—.Y tengo tan¬to miedo... No sé si sobreviviré si no vuelvo a verlo más... —_________ sintió una mano en el hombro, una mano trémula.

—¿Por qué piensas que no volverás a verme más? —dijo una voz... una voz tan desgarrada como los pedacitos de cáscara de naranja que estaban sobre la mesa.
_________ clavó la mirada en los trocitos de peladura, inmóvil, sin poder respirar. Su madre le sonrió, levan¬tó la vista y murmuró una bendición en árabe; des¬pués, se levantó de la silla y se alejó sin hacer ruido.
«Soy una princesa... Soy una princesa»Temblando como una flor bajo la lluvia y aferrándose a los jiro¬nes de orgullo, _________ se enderezó.
—¿Qué haces aquí? —inquirió sin aliento, levan¬tando la cabeza pero sin volverla hacia él.
El corazón de Nick se estremeció... de risa, de ternura y de orgullo. «Diablos, es una princesa», se recordó. Le apretó el hombro y sintió cómo su voz de volvía más grave y ronca.
—Pensé que habías olvidado dónde vives, y que hay una potrilla solitaria que te necesita. Se me ocu¬rrió venir a buscarte.
—¿Por qué? —preguntó, lanzándole la pregunta con desafío, como una niña terca.
Con valentía, _________ levantó aún más la barbilla y lo miró a la cara. «¿Me habrá oído?», se preguntó, temblando por dentro. «Sí, debe de haberme oído decir que lo amo» Jamás se había sentido tan vulne¬rable, ni siquiera desnuda en sus brazos. «Por favor, que me lo diga ahora, si no lo hace, no sé qué...»
—¿Cómo que por qué? —el temor endureció la voz de Nick. Jamás se había sentido tan vulnerable en su vida, ni siquiera tras la muerte de su madre. ¿Cómo podía desnudar tanto su alma? No tenía va¬lor...
«Es una mujer. ¿Esperas que te lo diga ella prime¬ro?» Al instante, se relajó. Se le llenó el corazón de sentimiento, y la luz le inundó el alma.
—¿Tú qué crees? —la voz de Nick había perdido su dureza. Era tierna... suave como una caricia—. Porque... te quiero, princesa —ella contuvo el alien¬to, pero él no había terminado—. ¡Te quiero! —repi¬tió—. ¡Te quiero!
Entonces, _________ la vio. Por fin, la sonrisa que lleva¬ba tanto tiempo conservando en la memoria... la sonrisa que había anhelado... la sonrisa que ilumina¬ba el rostro y los ojos de Nick de puro gozo.
Entonces, supo que era cierto.

Epílogo

El jeque Ahmed Kamal estaba sentado en la ca¬becera de la mesa del gran patio del Palacio Real de Tamir, sonriendo a la asamblea que se había reu¬nido para celebrar el walima de su hija pequeña y de su marido, Nick Jonas. Saciado de buena co¬mida y de buen vino, se sentía humilde y muy ben¬decido.
¿Alguna vez un monarca había tenido tantos mo¬tivos para alabar a Alá? Primero la boda de sus dos hijos, después una hija felizmente casada y, muy pronto, tendría lugar otro satisfactorio enlace: su hija mayor iba a casarse con su más fiel consejero... ¿Qué podía ser más deseable?
Por fin, se estaban consolidando las relaciones con sus vecinos del reino montebellano y, con la in¬corporación a la familia de ricos texanos expertos en el negocio del petróleo, el futuro económico de Tamir nunca había sido más prometedor. Por si fue¬ra poco, para la próxima primavera, si todo transcurría. como se esperaba, nacerían más nietos que le alegrarían la vida a Alima... y, si era sincero, a él tam¬bién.
«Sí... la vida es realmente bella», pensó el anciano jeque

por **MeliGarcia** Jue 27 Sep 2012, 3:20 pm

BRAVO!!!!

la princesa y el sapo - La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 12 88550944

Que hermoso final, me encanto la nove.
Saludos.xo :)

por **aranzhitha** Jue 27 Sep 2012, 4:07 pm

awww me encanto
Fue tan linda!!!
Gracias por subirla!!!

por **chelis** Jue 27 Sep 2012, 5:50 pm

SIII!!!
POOOORRRFIINN ENTROOO EN RAAAZOOONNNN!!!
AII QUE UNIRNOOSS PARA UNA FIIIIEEESTAAA!!!!!!
ME ENCATOO LA NOOVEEEE!!!!!
GRAACIIIAAS POR SUBIRLAA

por **CoteDreamer** Miér 17 Oct 2012, 12:36 pm

siguelaa

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