Mi amigo imaginario (Nick Jonas)

SOS MI IDOLA DIOOOS MARATOOOOON MUERO IM HAPPY ESTOY RE CRAZY WIIIIIIIIIIIII MARATOOOOOOOON OK YA PARO TE DEJO BESITOS (0*0)

NUEVA LECTORA, SIGUELA

En unas horas subo maraton!!! quien quiere leerla? ;)

Yooooooooooooooooo!
Date prisa please!!!!!!!!!!!

YOOO, SUBE SUBE

Wola a todaaaaaaaaaaaas!!!! :)
cuanto tiempo sin venir no? bueno, he venido alguna vez pero rapidamente y sin poder leer ninguna nove, asi que me tengo que poner al dia!! jajaa
a, que quereis ya la maraton? okok...yo dejo la maraton pero antes muchisimas gracias por todos los increibles comentarios!!! estoy dos domingos sin subir caps y me pasais dos paginas!! sois impresionantes y os adoro :)
Bienvenidas a mis nuevas lectoras, que siempre es bueno tener ojos nuevos: GabuchiJonas, NattyFearless (me emociona eso de que te hiciste la cuenta por mi porque se lo que es eso!), romina.13 y bueno, una re-bienvenida a myown_world_9 que si me acuerdo!! por tu foto de Nick (L) yo vi la pelicula hace unos meses y es graciosa!! un poco antigua pero el amigo imaginario esta re loco (o al menos creo que es de la misma pelicula?)
Disfrutar maraton :)

M 1/7

Capitulo 34

Nick y Samantha entraron en la casa de los Jonas cogidos de la mano. Ella iba cabizbaja, rememorando los hechos de la noche que debería haber sido pero que terminó completamente diferente a como ella esperó.
Denisse se asomó por la puerta y frunció el ceño al ver a su hijo tirando delicadamente de Sam. La joven se veía abatida y apagada. Miró a su hijo, comprendiendo cada cosa que este le decía con la mirada y volvió a sus quehaceres.
Los jóvenes se encaminaron a la planta de arriba y pararon frente a la puerta de la habitación de Nick. Este tenía claro donde dormiría Sam, aunque sus padres se opusieran. No iba a dejarla sola en ningún momento.
Entraron y Nick encendió las luces, colgó la chaqueta de su traje y miró fijamente a Sam. Ya no estaba tan conmocionada como al principio, parecía más cansada que triste.
- Yo dormiré en el sofá.
- Oh, no -negó inmediatamente la joven mientras sacudía la cabeza-. Este es tu cuarto, yo puedo dormir en el sofá.
- Insisto, quiero que te quedes aquí.
Y la discusión siguió y siguió. Ninguno de los dos quería ceder. Nick tenía claro que Sam no dormiría en otro lugar que no fuera su cama, pero ella en cambio no iba a dejar a Nick en el sofá mientras que este le ofrecía su casa sin ni siquiera pedirlo.
Denisse llamó a la puerta, cansada de escuchar la discusión de los enamorados. Cuando entró, le ofreció la habitación de invitados a Sam, pero no era suficiente para Nick. La habitación de invitados se encontraba en la azotea, demasiado lejos de su alcance para estar pendiente de si se sentía cómoda o no. Si por el fuera, compartirían cama, pero dudaba que su madre o Sam se lo permitieran.
- Entonces, traeré un colchón hasta aquí y podrás ser su perro guardián -dijo Denisse malhumorada, mirando a su hijo.
Samantha se tapó la boca para ocultar su risa. Nick la contemplaba de reojo. Esa risa consiguió que varios nudos que se anudaban en su pecho de deshicieran. No podía pedir más que una sonrisa de Samantha.
Nick ayudó a llevar el colchón y todas las mantas de la azotea a su habitación mientras que la joven se cambiaba el vestido a un pijama que Denisse le había prestado. Le quedaba algunas tallas grande, pero se sentía muy agradecida por haber sido acogida de tal forma.
Antes de apagar la luz de baño, se asomó a la ventana por el jaleo y descubrió que la fiesta continuaba. La gente bailaba y se divertía, ajena o quizás no a lo que había ocurrido. El estomago de Sam se encogió al ver a su madre bailando animadamente con un hombre más joven que ella. Sonreía y reía, como si no le hubiera tomado y estrujado el corazón a su propia hija. Ella no tenía clara cuál había sido la parte que más le había dolido, si que le hubiera prohibido acercarse a Nick por el hecho de defenderla de Taylor, o haberla echado de su casa como si no le importara en absoluto.
Una solitaria lágrima descendió por su mejilla. Se ahorró el limpiársela, pues ya no llevaba maquillaje en la cara y no dejaría rastro. Se abrazó así misma mientras continuaba ojeando la fiesta. Parecía que aún duraría varias horas más. La gente tenía pinta de divertirse como nunca. No pudo encontrar a Taylor ni a ninguno de sus amigos, por lo que Sam supuso que se había marchado con el rabo entre las piernas. Ahora se arrepentía tanto de haber estado con él. Pero, como varias veces le había dicho Dolores, de los errores se aprenden.
Cuánto echaría de menos los consejos de aquella mujer. El único afecto que había recibido en muchos años había sido el de ella. Uno de los pocos cariños desinteresados que había conocido. El otro, era el del chico que se encontraba tras la puerta del baño, esperándola.
Sam tomó aire, se volvió a lavar la cara, pues aun así no quería preocupar más a Nick, y salió del baño. Nick había preparado las dos camas de forma paralela, perfectamente hechas. Se había cambiado el traje por unos pantalones deportivos grises y una camisa negra que remarcaba sus trabajados brazos.
- ¿Ya estás lista para acostarnos? Quiero decir, cada uno en una cama…
Sam rió al verlo sonrojado y levantó los brazos para que Nick pudiera verla en el coqueto pijama de dos piezas. En las mangas de los brazos le sobraban varios centímetros y en las piernas había remetido un poco el pantalón, ya que Denisse y ella medían más o menos lo mismo.
Nick sonrió y le señaló las camas mientras se acercaba a cerrar las cortinas y las ventanas para que el sonido disminuyera. Ella se sentó en el colchón que se encontraba en el suelo, pero antes de poder meterse entre las mantas y arroparse, Nick se acercó negando violentamente la cabeza y le señaló su cama.
- Tu duermes arriba.
Sam frunció el ceño y se levantó para enfrentarlo.
- ¿Y si me caigo?
- Caerás encima de mí.
Ambos se miraros a los ojos desde cerca. Esa fuerte conexión volvió a salir a flote y los recuerdos del beso que habían compartido se instaló en sus cabezas, a pesar de que ninguno de los dos había sido capaz de olvidarlo. Era muy extraño de definir, pero Sam tenía la certeza de que lo que aquella mirada le producía no era solo físico y sentimental. Había algo más fuerte y más profundo. Una unión. Dos piezas dispares que se encuentran y surge la pieza más perfecta jamás creada.
Ella nunca había sentido algo así, y tenía la sensación de que muchas personas tampoco.
Nick fue el primero en desviar la cabeza y le repitió, con voz ronca, que se acostara en su cama. Ella sabía que procuraba otorgarle la mayor comodidad. ¿Por qué se preocupaba tanto por ella? No lo sabía, pero ese día prefería no seguir pensando.
Obedeció a Nick a regañadientes y se acostó en la cama de madera, mientras Nick la imitaba en el colchón tirado en el suelo.
La luz se apagó y quedaron sumergidos en la absoluta oscuridad. Los sonidos del exterior habían descendido, pero seguían allí, torturándola.
Sam se masajeó el puente de la nariz y se giró para darle la espalda a las ventanas y al ruido. Aunque le resultaba extraño poder conciliar el sueño, en escasos minutos cayó en los brazos de Morfeo.

Un largo pasillo sombrío le tenía encerrado a pesar de tener decenas de puertas. Trataba y trataba de abrirlas, pero, o estaban cerradas, o completamente vacías. La desesperación comenzaba a crecer en su interior provocándole un estado de ansiedad. ¿Dónde estaba? ¿Quién trataba de alejarla de su lado? El martilleo de su cabeza ascendió, provocándole mareo. A pesar de los tumbos que daba, siguió andando. El pasillo parecía no acabar nunca y las puertas seguían apareciendo a los dos extremos. Algo le paralizó.
Los gritos de Samantha se escuchaban al final.
Nick corrió, pero estaba dentro de un juego macabro. Escuchaba a Samantha tras algunas puertas, pero todas estaban vacías. Su corazón se aceleró de manera desmesurada mientras seguía buscándola. No estaba. Había desaparecido, pero sus gritos y llantos seguían allí.
Atormentado y cerca de la desesperanza, vislumbró una puerta; justo donde acababa el inmenso pasillo. Sus pies ardían de tanto correr, pero él no se dejaría vencer. Solo un poco más. Cuando alcanzó el pomo de la puerta, segundos antes de conseguir abrirla, Nick se despertó agitado.
Seguía en su cuarto y, por el suave tacto que sentía en su mano, Sam también estaba ahí.
Acarició suavemente los dedos de Sam entre los suyos mientras la calma volvía a su interior. Todo había parecido tan real que casi le consume. Pero tenía la certeza de que ella seguía a su lado y se encontraba bien.
Suspiró y, con la delicada mano de Samantha entre las suyas, concilió un mejor sueño.

M 2/7

Capitulo 35

La morena se restregó los ojos y estiró los brazos al sentir que la neblina del sueño se desvanecía poco a poco. Los acontecimientos del día anterior se fueron agolpando en su cabeza, pero aun así, se sentía menos sola de lo que se había sentido en años.
Asomó la cabeza para mirar al colchón del suelo y suspiró al no ver a Nick. Acto seguido miró el reloj y se levantó de un salto al ver lo tarde que era. Sabía que era Domingo y no había clases, pero se encontraba en una casa ajena y no le parecía educado ser la última en acudir al desayuno. Sam frunció el entrecejo al ver unos jeans bien doblados y una camiseta estampada sobre una silla. Esa era su ropa, estaba segurísima. Se acercó y debajo de la ropa encontró un conjunto de ropa interior. Se encerró en el baño y en pocos minutos salió vestida y con el pelo recogido.
A medida que iba bajando las escaleras, los murmullos se intensificaban y lograba captar alguna risa de Denisse. Siguió el sonido hasta llegar a una enorme cocina amueblada con lujoso mármol en suelos y muebles y columnas doradas que combinaban con los detalles de la pared. Era muy lujosa, pero aun así era acogedora, como la de su casa cuando Dolores se encontraba allí.
Nick, que estaba sentado en la isla de la cocina mientras desayunaba, se giró al escucharla entrar y la recibió con una tierna sonrisa. Sam se la devolvió tímidamente y se sentó junto a él, tal como él le señalaba.
- Pensé que hoy ya no te despertarías.
- Siento mucho haber dormido tanto -dijo la joven con las mejillas sonrojadas.
- Era una broma - Nick rió suavemente y le acarició el hombro para que ella se relajara.
Una sonriente Denisse puso una enorme bandeja llena de fruta, leche, zumo, tortitas y huevos revueltos frente a Sam. Esta le sonrió pero se disculpó por no tener demasiado apetito. Aun así, comió casi la mitad del desayuno que le habían ofrecido mientras Nick continuaba hablando animadamente con su hermano sobre béisbol. En alguna ocasión le había comentado a Sam que los domingos por la tarde solían jugar al golf toda la familia. Y que ese domingo no iba a ser menos.
Aun que Sam no tenía ni idea de golf, ya que era un deporte que no le llamaba la atención, Nick insistió en que le enseñaría y se divertirían durante la tarde.
Antes de irse, Denisse preparó aperitivos para el paseo y Sam se ofreció a ayudarla. Juntas hicieron, entre otras cosas, un pastel de queso que los hermanos Jonas estuvieron a punto de devorar si no hubiera sido por la mirada asesina de su madre.
El sol fue calentando más la ciudad y la familia Jonas junto con Samantha, estaban preparados para pasar un día de Golf. Cuando salieron, Sam examinó de reojo su casa. Había varias personas limpiando los desechos de la que sería llamada la mejor fiesta del mes. No había rastro de Dolores, quien le había llevado una bolsa con prendas básicas mientras ella dormía, o de su madre. Todo estaba en silencio, como cada mañana. Sam estaba segura de que su madre estaría durmiendo sus diez horas mínimas para después calmarse en la sauna y relajar sus músculos con los masajes orientales.
Llevaba muchos años conociéndola como para saber su rutina.
Sam sacudió la cabeza y entró en el todoterreno de ocho asientos. Nick se había puesto en las dos plazas del fondo junto a Sam. Estaban alejados del barullo que sus padres y su hermano hacían, por lo que tenía más intimidad con Sam. Por supuesto que no pensaba hacer nada, pero no podía evitar querer sentirla cerca suya. Durante la noche lo había pasado mal por tenerla tan cerca y a la vez tan lejos, pues el quería tocarla, acariciarla y besarla, pero temía asustarla o hacer que se sintiera incómoda. Durante el trayecto de media hora, le fue enseñando canciones a Sam, acertando en el noventa y nueve por ciento de las veces. Ellos tenían el mismo gusto musical, por no decir que eran exactos. Le extrañó un poco a la morena, pero seguro que habría millones de personas en todo el mundo que tuvieran un gusto similar. Al fin y al cabo, tampoco era nada fuera de lo normal.
Aun que Nick sabía que se equivocaba.
Los campos eran inmensamente verdes y estaban húmedos por los continuos riegos. Estaba rodeado por árboles de distintas variedades y lagos colmados de peces. Cada uno tenía su propio carro de golf, pero Nick decidió compartir el suyo con Sam ya que ella era nuevo en todo eso. El carro, a pesar de ser pequeño, tenía asientos mullidos y el techo estaba cubierto para impedir que el sol les diera en la cara. Condujeron hasta alejarse de la gente. Sam prefería hacer el ridículo alejada de expertos jugadores que dedicaban horas y horas a aquél deporte.
Nick cargó con el saco de palos de gold mientras Sam buscaba el hoyo. Llevaba puesto un short deportivo rojo a juego con su camiseta y su gorra. Nick en cambio iba con un polo azul que se le pegaba a los brazos y pecho y unos pantalones deportivos oscuros. También tenía una gorra para cubrirse del sol y guantes blancos de marca. Parecía un golfista profesional. Aun que Sam dudaba que ellos se vieran tan bien.
- No sabía que eras tan peludo -dijo Sam entre risas mientras señalaba las piernas de Nick.
Y así, entre bromas, los jóvenes fueron jugando al golf. Samantha comprendió en segundos lo que tenía que hacer y, tras varios intentos y correcciones por parte de Nick, consiguió meter en el hoyo su primera bola. Algunas llegaron al lago y otras se perdieron entre la fauna de los alrededores, pero ambos se divirtieron mucho. Nick era bastante bueno y casi todos sus tiros fueron perfectos.
Entre medias pararon para reunirse con los restantes miembros de la familia y comer las deliciosas recetas variadas. Había dulce, como la tarta de queso con arándanos, o salado, como el pastel de pollo que Denisse se había encargado de hacer y de enseñarle a una receptiva Sam como prepararlo.
Regresaron a casa cuando el sol estaba ocultándose. Nick estaba empeñado en distraer a la joven de los pensamientos que involucraran a Grace, por lo que junto a su madre organizó una noche de juegos. Pasaron desde cartas hasta locos bailes. Samantha lo agradeció, pues no lo había pasado tan bien desde hacía bastante tiempo atrás.
Cuando casa uno estaba ya apunto de dormir, Sam miraba a la oscuridad el techo desde la cama de Nick. Este estaba tirado en el colchón del suelo y podía escuchar su pausada respiración. Era relajante, pero no podía conciliar el sueño.
Había sido un día corto, o eso le había parecido a ella. Se había divertido y reído tanto que cuando se dio cuenta, era de noche y hora de dormir. ¿Serían así los demás días? Si la respuesta era un sí, la joven tenía claro que no echaría de menos su vida en la casa de al lado. Aun que, si echaba de menos a su estrambótica madre. A pesar de todo, seguía siendo su madre y la única que había estado con ella todos aquellos años.
Y Nick también. ¿Por qué se habría ido durante unos cuantos años? Era algo que quería preguntarle, pero no estaba del todo segura de si quería saberlo.
Asomó la cabeza con cuidado por si Nick estaba despierto y le contempló en la oscuridad. La poca luz que entraba por las ventanas perfilaba su rostro y marcaba sus bellos rasgos. Así, observándolo, Sam echó la cabeza sobre la almohada y no apartó la vista de él hasta que sus ojos se hicieron pesados y cayó en un profundo y reparador sueño.

M 3/7

Capitulo 36

Samantha comenzó a desespererazarse cuando la alarma de su teléfono sonó.
Lunes, como odiaba los lunes. Cualquier estudiante o trabajador los odiaba, pues después de dos días sin horarios, tenías que volver a madrugar para estar encerrado durante horas. Era muy aburrido, pero era su obligación.
Al igual que el día anterior, cuando la joven asomó la cabeza bajo la cama, el colchón del suelo, pulcramente estirado, estaba vacío.
Tomó la bolsa de su ropa y se encerró en el baño. Se dio una ducha de diez minutos y se secó el pelo húmedo con un secador de mano. Cuando estuvo vestida con unos sencillos jeans y una sudadera, se recogió en lo alto de la nuca el pelo en una coleta y guardó lo demás en la bolsa.
Miró la hora en su teléfono y comprobó que iba bien de tiempo. Todavía tenía quince minutos para desayunar y otros quince para llegar a tiempo a clases.
Bajó las escaleras con aire animado y entró en la cocina. Nick preparaba dos bandejas con comida y bebidas mientras que Denisse seguía cocinando. Frankie ya había empezado su desayuno, aun que no estaba arreglado para ir a clases.
Nick sonrió y puso ambas bandejas en la isla de la cocina, se sentó en un taburete y le pidió a Sam que se uniera a él. Cuando esta le imitó, sonrió tímidamente al ver el contorno de un corazón de chocolate sobre sus tortitas. Estaba segura de quién había sido.
Llamaron al timbre y Denisse apartó la comida del fuego para atender la llamada. Frankie dejó la bandeja vacía sobre la encimera y desapareció escaleras arriba, dejando a los jóvenes solos en la cocina.
- Hoy te llevaré en mi moto.
- No estés tan seguro -murmuró Samantha entre risas-. Ni en mil años subiría en una moto contigo.
- ¿Tienes miedo? -bromeó Nick con voz grave y sensual.
Sam negó con la cabeza energéticamente y bebió un sorbo de café para no atragantarse con la comida. Varios pasos se escucharon por el pasillo y una tensa Denisse entró en la cocina.
- ¿Qué pasa, mamá?
Denisse dudó y miró durante unos segundos a su espalda. Se aclaró la voz y limpió sus sudorientas manos sobre el delantal que vestía siempre que cocinaba.
- Samantha, tienes visita. Está en la entrada.
La morena se quedó paralizada. Por el aspecto de Denisse, supuso quién sería. Grace. ¿Qué quería ahora? ¿Hacer más daño? No estaba del todo segura cuando se levantó del taburete, y Nick lo notó. Puso una mano en su brazo y se levantó también, pero ella negó con la cabeza. Tenía que enfrentarla sola, porque sino toda su rabia iría directa a Nick, cuando él no tenía ninguna culpa.
Se excusó y salió de la cocina con paso apresurado. Cuanto antes acabara con eso, antes podría terminar su desayuno -tenía el estómago más cerrado que un circulo- e ir a la escuela junto a Nick. No iba a alterarse ni mucho menos a deprimirse ante aquella mujer.
Pero su sorpresa y estupefacción aumentó al ver a un hombre más alto que ella, bien arreglado y con un corte de pelo perfecto. Era Tom, su padre.
- ¿Papá? -tartamudeó una atónita Sam.
Este giró al escuchar su nombre y sus comisuras se elevaron. Como si fuera el padre más cariñoso del mundo y hubiera realmente extrañado a su hija, Tom atrapó a Samantha en un abrazo durante varios segundos. No más de cinco.
- Sam, estaba muy preocupado. Tu madre me había dicho que te habías fugado.
¿Fugado? ¿Fugarse es que te echen? Porque si lo era, entonces estaba en lo cierto. Sam se sintió dolida, pero ya sabía cómo era su madre, y aquello era muy común en Grace. Ella nunca tenía culpa de nada, siempre era la pobre inocente que sufría las consecuencias del mundo cuando era la que más daba. Todo una completa mentira, por supuesto, pero su padre interrumpió cualquier intento de rectificar las palabras de Grace.
- Sé que la convivencia con ella puede llegar a ser difícil, pero eres menor de edad y no puedes vivir con cualquier persona.
- No vivo con cualquier persona -dijo malhumorada-. Ellos son mis amigos y me han tratado como a su invitada de honor.
Tom asintió ausentemente mientras miraba de reojo su IPhone. Movió el pulgar por la pantalla un par de veces y dirigió de nuevo su mirada a ella. Suspiró y puso de forma melodramática una mano sobre el hombro de Sam.
- Entiéndeme, soy tu padre y me preocupo por ti. No puedo dejarte en manos ajenas.
- Pero yo no voy a volver con Grace.
Sus palabras fueron sinceras y directas. Grace no se merecía una segunda oportunidad, no por el momento. Había vuelto a distorsionar la realidad para que todo apuntara a su favor, y había sido cruel. Lo que más le había dolido había sido su reacción ante Nick, cuando este la había defendido. No iba a volver a vivir bajo el mismo techo que ella, no hasta que tuviera fuerzas para perdonarla.
- Lo entiendo -asintió Tom mientras escribía rápidamente sobre la pantalla de su teléfono. Pulsó enviar y lo devolvió al bolsillo-. Por eso te vienes conmigo.

M 4/7

Capitulo 37

La joven le miró boquiabierta. ¿Había oído bien? ¿Su padre le estaba pidiendo que fuera con él hasta Miami? ¿Pero es que no pensaba en ella? Tenía una escuela a la que asistir y unos amigos cercanos. No podía dejar todo e ir hasta Miami, sitio que conocía tan solo de algunos viajes.
- Pero eso es imposible. Tengo clases. Una en concreto en veinte minutos.
- No tiene importancia -dijo Tom sacudiendo la mano en el aire-. Contrataré un tutor que te mantendrá al día. No tendrás que madrugar y tampoco trasladarte. Una hora a la semana y nada más. ¿No es perfecto?
¿Cómo pretendía que en una hora a la semana estuviera al día, cuando iba seis horas al día, cinco días a la semana? Estaba claro que su padre y su madre estaban hechos el uno para el otro. Ambos eran despreocupados. No entendía cómo podían tener tanto dinero, cuando el dinero otorgaba una gran responsabilidad.
Aun que quizás por eso eran así, apáticos.
- No, no puedo. Aquí estoy bien y creo que no molesto a los Jonas.
- ¿Que no molestas? Eso piensas tú, además que tan solo llevas dos días aquí. Pero ellos no te van a acoger como si fueras familia, porque no lo eres. Se cansarán de ti y no sabrán cómo deshacer su error. En cambio, yo soy tu padre y no seré así. Vas a venir conmigo -siguió diciendo antes de poder ser interrumpido-. Lo he hablado con Grace y estará fuera mientras recoges tus cosas. Aun que, en mi opinión, no las necesitas. Puedo comprarte todo allí.
Samantha le miraba atónita. Parecía que hablaba un idioma extranjero. No entendía nada. ¿Estaban decidiendo por ella sin darle opción a elegir? Y además, ponían por hecho lo que Nick y su familia terminarían haciendo. No tenían ni idea, y ellos no tenían derecho a prejuzgar a las personas, pero claro, Grace había influido mucho. No quería que estuviera cerca de Nick y, junto a Tom, había conseguido su propósito. Alejarla de él cuando empezaba a descubrir sentimientos escondidos.
Nick entró al recibidor donde se encontraban y miró a ambos con el ceño fruncido. Sam se aclaró la voz y rezó por que las lagrimas que se agolpaban en sus ojos no salieran. Se sentía tan impotente y tan frustrada.
- Me tengo que ir -le susurró a Nick.
- ¿A dónde? -preguntó este tratando de apaciguar su inquietud.
Tras varios segundos de silencio, Tom terminó de teclear en su IPone y, sin despegar la mirada de él y con una sonrisa en los labios, habló por Sam.
- A Miami. Se viene conmigo.
Sam miró de reojo a Nick para comprobar que este había tenido la misma reacción que ella minutos atrás. Estaba estupefacto y ligeramente enfadado, o eso pensaba ella. Denisse entró en ese momento y sintió el ambiente cargado y tan tenso que se podía cortar con un cuchillo.
- Nick, es su padre. Es lo mejor para ella.
A pesar de que Denisse trataba de calmar a su hijo, ella también estaba furiosa. Sam pasaba de unas manos a otras como si fuera el florero de la familia. Pero en cambio, si este florero se rompía, no tenía importancia, porque pensaban que era resistente a balas.
- Será mejor que recoja las cosas que tengo aquí y vaya a por las demás.
- Tengo un camión para que te lleves lo que quieras, siempre y cuando no cojas nada que esté fuera de tu cuarto. Ordenes de Gracie.
Sam asintió y echó una mirada a Nick antes de subir escaleras arriba. Tomó su bolsa y estudió la habitación en busca de alguna cosa suya, pero empezaba a ver borroso por culpa de las lágrimas. Unos brazos rodearon su cintura y la pegaron a un fuerte pecho. Sus sollozos se intensificaron al reconocer el tacto, el olor. Su pecho se movía violentamente por el llanto, pero Nick no la soltó en ningún momento, tratando de transmitirle su inexistente fuerza.
- No pasa nada -susurraba en su oído mientras la abrazaba-. Conseguiré que vuelvas pronto. No sé cómo pero prometo que lo haré.
Sam se restregó la cara para deshacerse de sus lágrimas, a pesar de que sabía que tendría los ojos hinchados y rojos. Se giró lentamente y subió tímidamente su mirada hasta la de Nick. Él la miraba con una mezcla de ternura y pena que consiguió romperle en mil pedazos el corazón. Lentamente, Sam colocó sus manos a cada lado del rostro de Nick y rozó sus labios contra los de él. Nick, un poco sorprendido, la besó dulcemente mientras su cuerpo se fundía con el de Sam. No quería dejarla ir, no podía. Pero era impotente, no le tenían permitido actuar sobre el destino. Y si su destino era estar alejado de ella, lo estaría. Pero lucharía hasta morir antes que aceptarlo.
Agarró las manos de la joven al finalizar el beso y miró sus profundos ojos azules. Para él eran únicos. El color podía ser el mismo que el de cierta persona, pero su calidez y sensibilidad eran únicas e inconfundibles.
Samantha se separó, agarró su bolsa y bajó las escaleras sin mirar atrás. Cuando estuvo en el recibidor, Tom sonreía abiertamente mientras hablaba por teléfono. Al verla, le hizo una señal con la cabeza y salió sin despedirse de nadie. Sam se acercó hasta Denisse y la abrazó afectivamente mientras le agradecía haberla refugiado aquellos días. Menos de dos días que la habían marcado y la habían hecho más feliz. Dio otro abrazo a Frankie y se arrepintió de que no estuviera Paul para despedirse de él.
Salió de su hogar durante menos de cuarenta y ocho horas y se dirigió a la casa en la que había vivido toda su vida.

M 5/7

Capitulo 38

Tal y como Tom le había dicho, la casa estaba vacía cuando entraron a recoger sus cosas. La joven no se llevó mucho, tan solo algo de ropa veraniega, calzado y libros para estudiar y seguir realmente sus estudios a distancia. Antes de cerrar la puerta de su habitación y salir, algo tiró dentro de ella. Frunció el ceño al sentir aquella extraña sensación y miró de nuevo el interior de su cuarto. Tenía la sensación de que olvidaba algo, ¿pero el qué? Entró pausadamente y echó una ligera ojeada.
Sus ojos pararon en una caja musical. Su caja musical de cuando tenía cinco años. No lo pensó y la guardó junto a su ropa, en un lugar seguro.
Bajó corriendo las escaleras y escapó de la casa antes de seguir torturándose con los recientes recuerdos.
Tom, hablando por el teléfono, como no, la miró con asombro. Sam le ignoró y guardó sus bolsas en el maletero de la limusina que su padre había alquilado, ante la atónita mirada de su progenitor y el chofer.
- ¿Nos vamos?
- ¿No te vas a llevar nada más que eso? -dijo señalando el maletero en el que había guardado sus escasas pertenencias.
- No voy a necesitar nada más -susurró Sam antes de meterse en el asiento trasero de la limusina. Tom la siguió mientras pronunciaba afectivas palabras a su receptor.
No tardaron mucho en llegar al aeropuerto y tomar un vuelo privado a Miami. El avión era cómodo y espacioso. Constaba de dos sofás y cuatro sillones con masaje. Dos azafatas se encargaban de ir de un lado a otro, preguntando si querían bebidas o comida, almohadas o incluso masajes. Tom bebía una copa tras otra, atento a su ordenador portátil, haciendo negocios o cualquier otra cosa. A Sam no le importaba. Ella tenía el estomago sellado y no porque le tuviera miedo a volar, pues no era la primera vez ni mucho menos, sino porque tenía consciencia de lo que dejaba atrás. En varias ocasiones había necesitado caminar y despejarse, por lo que sabía de sobre dónde se encontraba el baño, su único escondite.
En poco tiempo llegaron a Miami y una limusina les recogió. Sam no estaba segura de si su padre seguía conservando su casa o había vuelto a mudarse a otra más espaciosa y más vacía.
Tal y como imaginó, el camino les llevó a una casa desconocida para Sam. Se encontraba alejada del centro de la ciudad y la parte trasera daba a la costa.
- Tenemos un trozo de playa privada -le anunció su padre con suficiencia mientras salía de la limusina.
Una guapa rubia salió a saludarle con un efusivo beso. No podía pasar los veintitantos y tenía una figura que muchas modelos envidiarían. Llevaba un diminuto vestido de tirantes que se adhería a su cuerpo como una segunda piel, dejando poco a la imaginación. Esta se separó de Tom y corrió a abrazar a Sam. La joven apenas podía respirar mientras que la rubia la apretaba entre sus brazos y le propinaba besos en las mejillas. Era muy cariñosa.
- ¡Llevaba tanto tiempo queriendo conocerte! -gritó con una llamativa voz-. Eres mucho más guapa de lo que tu padre me contó.
- Y eso que yo te puse por las nubes -dijo este acercándose para pasar una mano por la cintura de la rubia, quien supuso que sería Jes, si no recordaba mal.
- Encantada de conocerte -susurró Sam tímidamente.
Jes la tomó del brazo y la arrastró hasta la casa. Por dentro era mucho más grande que el lugar donde vivía antes. Había dos tramos de escaleras paralelos y el techo era abovedado, provocando que el interior estuviera bañado de luz natural.
Lo que llamó la atención de Samantha fue ver cientos de reliquias antiguas. Su padre no un coleccionista nato, pero parecía que aquellas figuras eran auténticas y bastante caras. Tenía hasta un pequeño cuadro circular con el ojo de Horus rodeado de oro y turquesa. Sencillamente bonito.
Jes no dejó que se entretuviera viendo las figuras, pues rápidamente quiso enseñarle su nueva habitación. Insistía en que lo había amueblado pensando en ella y en lo que una joven de su edad amaba.
Cuando abrió una de las tantas puertas, Sam se quedó boquiabierta.
Una enorme cama, en la que tres personas podían dormir fácilmente, ocupaba un extremo de la habitación. Lo que más llamó su atención fue ver el cabecero de esta. Llegaba hasta el techo formando una enredadera de plateado terciopelo, a juego con la cama. Una cómoda de época a juego con el escritorio complementaban la habitación. Era sencilla pero a la vez los muebles que tenía eran muy pintorescos.
Jes la apresuró para ponerse el traje de baño y disfrutar de un chapuzón, pero en cuanto vio la escasa ropa que había traído, cambió los planes por una jornada intensiva de compras. Samantha no estaba segura de qué era peor.
Cuatro horas después, tenía una limusina cargada de ropa. Era variada, pasaba desde los bañadores más modernos a la alta costura. No comprendía para qué quería tanta ropa, pero había visto a Jes tan emocionada que solamente la dejó elegir. No creía que le importara tan poco la tarjeta de crédito.
Sam ahora se encontraba en una tumbona, tomando el sol de Miami mientras disfrutaba de una ligera intimidad que se esfumaba cada vez que pasaba un barco o una moto acuática. Pero por lo demás, podía decir que se encontraba sola con la mujer de su padre.
Y ahora que no tenía dónde ocupar su mente, pensaba en lo que había dejado atrás. No había pasado ni un día y echaba de menos a Nick. ¿Era verdad lo que le había prometido, o solo había tratado de calmarla? Porque ella rezaba porque fuera lo primero.
Porque la vida allí podía ser llevadera por el momento, pero su corazón pertenecía a otro lugar.

M 6/7

Capitulo 39

Samantha observaba desde su dormitorio la oscuridad de Miami. La playa estaba inundada por la negrura de la noche, y por la otra cara se encontraban las miles de pequeñas luces que procedían de la gran ciudad. Todo estaba en completo silencio, como si no hubiera vida humana en el mundo. Era extraño, pero esa tranquilidad no hacia más que alterarla.
Recordaba las últimas noches con Nick. La seguridad que sintió al tenerlo cerca no era comparable a la que sentía en ese momento. Su padre no la había hablado durante todo el día, como si fuera invisible. Si no hubiera sido por Jes, se habría sentido aún más ignorada. Aunque llevaba unas horas en esa casa, podía entender el motivo por el cual Tom se había casado con ella. Era un poco ingenua pero muy alegre y divertida. Había estado atenta de las necesidades de Sam durante toda la cena.
Pero seguía sin comprender por qué una chica tan bella por dentro y por fuera -había comprobado durante una de las charlas que ella tenía una gran fortuna familiar, incluso más valiosa que la de Tom- como Jes se había podido casar con su padre. Se pasaba todo el día encerrado en su oficina, y cuando no lo estaba, su mundo era el teléfono y el ordenador de mano. No comprendía como podía aguantarlo.
¿Fue así su padre cuando era pequeña? No lo recordaba muy bien, pero los pocos recuerdos que conservaba eran buenos. Su padre no era el mejor padre del mundo, pero no se acordaba que fuera así. Tan pasivo con ella. Se suponía que llevaban mucho tiempo sin verse y por eso estaría feliz de tenerla cerca. Pero en cambio, la única que había mostrado esa ilusión había sido Jes, a la que acababa de conocer ese día.
Ahora que era mayor empezaba a conocer cómo eran realmente las personas. En un mundo tan vacío, ¿qué le quedaba? Lo único que le quedaba en confiar, estaba a kilómetros de distancia. Quizás sus amigas desde hace años seguían allí. No habían hablado desde antes de la pelea con Taylor. Podía probar. Las echaba tanto de menos que necesitaba alguien con quien hablar, y ellas siempre habían estado allí cuando lo había necesitado, al igual que Sam.
Buscó el teléfono en la mesa de noche y marcó el número de Aria. Era la más sensata y seria en esos temas, pues Ariel era la locura y despreocupación personificada. Tras cuatro toques, escuchó la voz de su mejor amiga.
- Hola, Sam -murmuró.
- Hola, ¿por qué hablas tan bajo? -susurró esta al igual que su amiga con una gran sonrisa. Seguro que la había interrumpido en alguna cita con algún tipo de último curso.
- Es que… no creí que llamarías. Escuché sobre la pelea de la fiesta.
- Oh, ya -dijo Sam algo tensa.
Un incómodo silencio se produjo entre ambas. ¿No iba a preguntar como estaba? Porque la verdad es que había estado dolida de las palabras de Taylor. Era cierto de que ella no era menos, pues había besado a Nick aún manteniendo una relación con él. Pero no excusaba sus duras palabras. Esperó dos minutos más, escuchando como Aria removía unos papeles y escribía con un bolígrafo. Cuando escuchó que cerraba un libro y abría otro, habló.
- Supongo que estás estudiando.
- Si, tenemos examen el jueves.
- No voy a poder ir. Estoy en Miami.
Tras un ligero asentimiento por parte de Aria, el silencio se impuso de nuevo. Sam empezaba a preocuparse. Ella no solía ser así, y menos con Sam. La joven suspiró y preguntó por la hermana de Aria, Ariel.
- Se fue con Mandy -dijo ella secamente-. ¿Vas a ir a la evaluación de mañana?
Samantha se dio con la palma de la mano en la frente. Mañana tenía una evaluación de animadoras. Era una prueba anual que realizaban para comprobar que las animadoras estuvieran en forma y tuvieran buenas notas, pues si no conseguían esos requisitos, eran expulsadas. El centro estaba concienciado de que su equipo, tanto de animadoras como de jugadores, fueran inteligentes y sanos.
- No -murmuró Sam-. Estoy en Miami -repitió.
- Entonces te expulsarán -dijo Aria con convicción-. Una pena.
Sam captó el sarcasmo. ¿Tanto había cambiado de la fiesta del sábado al lunes? Era increíble. Finalmente, cansada de aquella patética conversación, Samantha colgó. Segundos después, marcó a Ariel. Esta lo cogió al segundo toque.
- Emm… hola.
Ella también estaba rara. ¿Por qué sería? ¿Es que había hecho algo que les molestó? Lo que le faltaba, no tener a sus mejores amigas. Estaba cansada. No se andaría por las ramas.
- ¿Te pasa algo conmigo?
- No, ¿por qué me iba a…
Un brusco ruido sonó en el teléfono y una discusión entre dos personas que Sam no logró entender. Ariel gritó frustrada y una voz masculina habló en su lugar.
- ¿Qué pasa?
Samantha se paralizó al reconocer la voz de Taylor. Este rió gravemente y se tomó un minuto antes de volver a hablar.
- Quizás te preguntes que hago con Ariel. Bueno, he comprendido que ella es mejor que tú. Ella ya lo tenía asumido.
La joven no comprendía las palabras que él le decía. Se mezclaban en su cabeza como un torbellino. ¿Ariel y Taylor? ¿Cómo de disparatado podía sonar eso? Antes de que Samantha saliera con él, Ariel no paraba de juzgarlo. Nada de lo que hacía o era le gustaba, y cuando empezó a salir con él, Ariel se tranquilizó, pero aún así más de una vez reprochaba su comportamiento. Eran tan opuestos que era impensable.
- Te explicaré todo, Sam. Pero ahora no puedo.
Ariel soltó un suave gemido antes de excusarse y colgar. Samantha miró incrédula el teléfono como si le hubieran salido patas y cola.
Ahora empezaba a conocer cómo eran las personas del circulo con el que había convivido desde pequeña. Ahora empezaba a pensar que era mejor estar solo.