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"Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]

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Mensaje por Danne G. Lun 06 Dic 2010, 7:32 pm

Hola hermosas niñas... Soy nueva subiendo noves.. De hecho escribo peor aun no me animo a subir una de mis noves aquí.. así que les traigo una nove de una de mis escritoras favoritas Lisa Kleypas que observé no han subido y al parecer la quieren.. Espero les guste.. es la historia con el Conde Westcliff...

Repito NO es mía. Les dejo el argumento y ustedes dirán si la sigo.


Nombre: Sucedió en Otoño
Autor: Lisa Kleypas
Adaptación: Sí
Género: Generales.
Advertencias: Para mayores de 16 Años.
Otras Páginas: Ninguna. Por mi parte.


ARGUMENTO:


Cuatro jovenes damas se introducen en la sociedad londinense con un objetivo prioritario: utilizar todos los ardides y artimañas femeninos a su alcance para encontrar marido. Así pues, forman un equipo: las Wallflowers. Ésta es la historia de una de ellas.....
Sucedio en un baile.... Inteligente, irrespetuosa e impulsiva, _______ Bowman comprendió rápidamente que sus costumbres americanas no eran recibidas con simpatía por la sociedad londinense. Y el que más las desaprobaba era Nicholas, Lord Westcliff, un insufrible y arrogante aristócrata que, por desgracia, tambien era el soltero más codiciado de la ciudad.
Sucedio en un jardin.... Allí Nicholas la estrechó entre sus brazos y _______ se sintió consumida por la pasión hacia un hombre que ni siquiera le caía bien. El tiempo se detuvo; era como su bi existieran mas que ellos dos... Y casi los atrapan en esa actitud tan escandalosa.
Sucedio en otoño....Nicholas era un hombre que controlaba sus emociones, un paradigma de aplomo. Con _______, sin embargo, cada caricia suponía una exquisita tortura, cada beso una invitación a buscar más- Pero ¿como podría considerar siquiera tomar como su prometida a una mujer tan manifiestamente inapropiada?



Última edición por Danidans! el Dom 19 Feb 2012, 11:56 am, editado 3 veces
Danne G.
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"Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN] Empty Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]

Mensaje por {@idrunkniall.} Mar 07 Dic 2010, 7:53 am

¡¡ S I G U E L A !!
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"Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN] Empty Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]

Mensaje por Invitado Mar 07 Dic 2010, 8:34 am

noo que copado. yo lei la de el diablo en invierno y no me acuerdo cual mas. estan buenisimas las historias de las wallflowers. seguila! neuva y fiel lectora!
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"Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN] Empty Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]

Mensaje por Danne G. Mar 14 Dic 2010, 2:04 pm

Gracias!... La seguire cuando vea 2 lectoras más..
Danne G.
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"Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN] Empty Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]

Mensaje por Danne G. Miér 15 Dic 2010, 3:40 pm

En honor a Andre.. Amigazaa. y a enlosboxersdenick.. Gracias por leer..

1

Stony Cross Park, Hampshire

-Han llegado los Bowman -anunció lady Olivia Shaw desde la entrada del estudio, donde su hermano mayor estaba sentado tras su escritorio en medio de un montón de libros de contabilidad.
El sol del atardecer se colaba a través de las enormes ventanas rectangulares de cristal tintado, que eran la única ornamentación de una estancia cuyas paredes estaban cubiertas con paneles de pali¬sandro.
Nicholas, lord Westcliff, levantó la vista de su trabajo con un si¬niestro ceño fruncido que unió sus cejas por encima de los ojos color café.
-Que empiece el caos... -musitó.
Livia se echó a reír.
-Supongo que te refieres a las hijas. En realidad no son tan ma¬las, ¿verdad?
-Son peores -afirmó Nicholas de forma sucinta; su ceño se acentuó todavía más cuando vio que la pluma que había olvidado entre sus dedos acababa de dejar una enorme mancha de tinta en la, hasta ese momento, inmaculada columna de números-. No he co¬nocido dos jóvenes tan maleducadas en toda mi vida. Sobre todo, la mayor.
-Bueno, son americanas -señaló Livia-. Sería justo que go¬zaran de cierta flexibilidad, ¿no te parece? No se puede esperar que conozcan cada uno de los complejos detalles de nuestra intermina¬ble lista de reglas sociales...
-Puedo permitirles cierta flexibilidad con los detalles -inte¬rrumpió Nicholas de forma cortante-. Como bien sabes, no soy el tipo de hombre que se quejaría por el ángulo impropio del dedo meñique de la señorita Bowman al coger la taza de té. Lo que no puedo pasar por alto son ciertos comportamientos que se encon¬trarían inaceptables en cualquier rincón del mundo civilizado.
« ¿Comportamientos?» Vaya, aquello se estaba poniendo inte¬resante. Livia se adentró en el estudio, una habitación que solía re¬sultarle de lo más desagradable debido a lo mucho que le recordaba a su difunto padre.
Ningún recuerdo del octavo conde de Westcliff era agradable. Su padre había sido un hombre frío y cruel que parecía absorber todo el oxígeno de una habitación cuando entraba. No había nada ni nadie que no hubiera decepcionado al conde en vida. De sus vás¬tagos, tan sólo Nicholas se había aproximado a sus elevadas expecta¬tivas, ya que, sin importar lo imposibles que fueran sus requerimientos o lo injustos que resultaran sus juicios, Nicholas jamás se había quejado. Livia y Aline admiraban a su hermano mayor, cuyo esfuerzo constante por alcanzar la excelencia lo había conducido a obtener las más altas calificaciones en la escuela, a romper todas las marcas en sus deportes preferidos y a juzgarse con más dureza de lo que lo habría hecho nadie. Nicholas era un hombre que sabía mon¬tar a caballo, bailar una contradanza, dar una conferencia sobre una teoría matemática, vendar una herida y reparar la rueda de un ca¬rruaje. No obstante, ninguna de su vasta colección de habilidades había merecido nunca una felicitación por parte de su padre.
Al volver la vista atrás, Livia se dio cuenta de que la intención del anterior conde debía de haber sido eliminar cualquier vestigio de amabilidad o compasión que poseyera su hijo. Y, al parecer, duran¬te una época lo había conseguido. Sin embargo, tras la muerte de su progenitor, cinco años atrás, Nicholas había demostrado ser un hom¬bre muy diferente al que se suponía que debía ser. Livia y Aline habían descubierto que su hermano mayor nunca estaba demasiado ocupado para escuchadas; sin importar lo insignificantes que le parecieran sus problemas, siempre estaba dispuesto a ayudar. A decir verdad, era comprensivo, cariñoso e increíblemente atento; lo cual no dejaba de ser un milagro si se tenía en cuenta que la mayor par¬te de su vida había transcurrido sin que nadie le demostrara esas cualidades.
Aparte de todo lo dicho, también había que admitir que Nicholas era un poco dominante. Bueno... muy dominante. Cuando se trataba de aquellos a quienes amaba, el actual conde de Westcliff no mostraba reparo alguno en manipularlos para que hicieran lo que él consideraba que era mejor. Ésa no era una de sus virtudes más encantadoras. Y si Livia se viera obligada a ahondar en sus defectos, también tendría que admitir que Nicholas poseía un molesto con¬vencimiento acerca de su propia infalibilidad.
Con una sonrisa cariñosa dirigida a su carismático hermano, Li¬via se preguntó cómo podía adorarlo de esa manera cuando se parecía tanto a su padre en el aspecto físico. Nicholas poseía los mismos rasgos severos, la frente ancha y la boca de labios finos. Tenía el mismo cabello abundante y negro como el ala de un cuervo; la misma nariz amplia y prominente; y la misma barbilla, pronunciada y te¬naz. La combinación resultaba más impactante que hermosa... pe¬ro era un rostro que atraía con facilidad las miradas femeninas. Al contrario que sucedía con los de su padre, en los atentos y oscuros ojos de Nicholas solía brillar una chispa de humor y poseía una par¬ticular sonrisa que permitía que sus blanquísimos dientes iluminaran su atezado rostro.
Al ver que Livia se acercaba, Nicholas se reclinó en el sillón y en¬trelazó los dedos de ambas manos sobre el vientre. En deferencia al calor tan poco usual para una tarde de principios de septiembre, el conde se había quitado la chaqueta y se había alzado las mangas, dejando al descubierto sus morenos antebrazos, que estaban ligeramente salpicados de vello negro. Era de altura media y se encontraba en un estado de forma extraordinario, con el poderoso físico de un ávido deportista.
Deseosa de escuchar más sobre el comportamiento de la male¬ducada señorita Bowman, Livia se apoyó sobre el borde del escritorio, de cara a Nicholas.
-Me pregunto qué habrá hecho la señorita Bowman para ofen¬derte tanto... -discurrió en voz alta-. Cuéntamelo, Nicholas. Si no, mi imaginación conjurará de seguro algo mucho más escandaloso de lo que la pobre señorita Bowman sería capaz de realizar nunca.
- ¿La pobre señorita Bowman? -resopló Nicholas-. No pre¬guntes, Livia. No estoy en libertad de hablar sobre el tema.
Al igual que la mayoría de los hombres, Nicholas parecía no com¬prender que nada enardecía tanto las llamas de la curiosidad feme¬nina como un tema acerca del cual uno no estaba en libertad de dis¬cutir.
-Suéltalo ya, Nicholas -le ordenó-. O te haré padecer de for¬mas indecibles.
Una de sus cejas se enarcó de forma irónica.
-Puesto que los Bowman ya han llegado, esa amenaza resulta algo redundante.
-Trataré de adivinarlo, entonces. ¿Pillaste a la señorita Bow¬man con alguien? ¿Acaso estaba permitiendo que la besara algún caballero... o algo peor?
Nicholas respondió con una sarcástica sonrisa de medio lado.
-Más bien no. Basta echarle un vistazo para que cualquier hombre que esté en sus cabales salga huyendo y sin dejar de gritar en la dirección opuesta.
A Livia le dio la impresión de que su hermano estaba siendo de¬masiado duro con ___________ Bowman y frunció el ceño.
-Es una chica muy guapa, Nicholas.
-Una fachada bonita no basta para esconder los defectos de su carácter.
- ¿Y cuáles son esos defectos?
Nicholas soltó un breve resoplido, como si los defectos de la se¬ñorita Bowman fueran demasiado evidentes como para requerir que se los enumerara.
-Es una manipuladora.
-También lo eres tú, querido -murmuró Livia.
Su hermano pasó por alto el comentario.
-Es dominante.
-Como tú.
-Y arrogante.
-También como tú -dijo Livia con jovialidad.
Nicholas la miró echando chispas por los ojos.
-Creí que estábamos discutiendo los defectos de la señorita Bowman, no los míos.
-Pero es que, al parecer, tenéis mucho en común -protestó Livia con fingida inocencia. Observó cómo él dejaba la pluma y la alineaba con el resto de artículos que había encima de su escritorio-. Respecto a su comportamiento inapropiado... ¿Me estás di¬ciendo que no la atrapaste en una situación comprometida?
-No, no he dicho eso. Lo único que he dicho es que no estaba con un caballero.
-Nicholas, no tengo tiempo para esto -dijo Livia con impa¬ciencia-. Debo ir a darles la bienvenida a los Bowman, y tú tam¬bién tendrías que hacerla, por cierto; sin embargo, antes de salir del estudio, exijo que me digas qué es esa cosa escandalosa que estaba haciendo ________ Bowman.
-Resulta demasiado ridículo decirlo siquiera.
- ¿Cabalgaba a horcajadas? ¿Estaba fumando un puro? ¿Na¬dando desnuda en el estanque?
-Nada de eso. -A regañadientes, Nicholas cogió un estereos¬copio que había sobre la esquina del escritorio, un regalo que le había enviado su hermana Aline, que ahora vivía con su marido en Nueva York.
El estereoscopio era un invento reciente, fabricado con madera de arce y cristal. Cuando una tarjeta estereoscópica -una fotografía doble- se introducía en la extensión que había tras la lente, la imagen aparecía en tres dimensiones. La profundidad y la calidad de las fotografías estereoscópicas resultaba sorprendente: las ramas de los árboles parecían a punto de arañar la nariz del espectador y la sima de una montaña parecía abrirse con tal realismo que a uno le daba la impresión de que podría caerse y morir en cualquier momento. Nicholas se llevó el aparato a los ojos y examinó la imagen del Coliseo de Roma con ardua concentración.
Justo cuando Livia estaba a punto de explotar de impaciencia, Nicholas musitó:
-Vi a la señorita Bowman jugando a rounders en paños me¬nores.
Livia lo miró con ojos como platos.
- ¿Al rounders? ¿Te refieres a ese juego en el que se utiliza una pelota de cuero y un bate plano?
Nicholas frunció los labios con impaciencia.
-Ocurrió durante su anterior visita. La señorita Bowman y su hermana estaban haciendo cabriolas con sus amigas en un prado que se encuentra en el cuadrante noroeste de la propiedad cuando Simón Hunt y yo pasamos cabalgando por allí de casualidad. Las cuatro mujeres estaban en ropa interior... y todas alegaron que re¬sultaba muy difícil jugar a ese deporte con esas pesadas faldas. Su¬pongo que se habrían aferrado a cualquier excusa para correr por ahí medio desnudas. Las hermanas .Bowman son unas hedonistas. Livia se había llevado una mano a la boca para reprimir, sin mu¬cho éxito, un ataque de risa.
- ¡No puedo creer que no lo hayas mencionado hasta ahora!
-Desearía haberlo olvidado -replicó Nicholas con una mueca al tiempo que apartaba el estereoscopio-. Sólo Dios sabe cómo vaya enfrentarme a Thomas Bowman con el recuerdo de su hija desnuda aún fresco en mi mente.
La diversión de Livia se aplacó un tanto mientras contemplaba los fuertes rasgos del perfil de su hermano. No se le había pasado por alto que Nicholas había dicho «hija», lo que dejaba claro que ape¬nas había prestado atención a la más joven. Había sido __________ la que acaparara su atención.
Puesto que conocía muy bien a Nicholas, Livia habría esperado que su hermano se riera de aquel asunto. Pese a que poseía un es¬tricto sentido de la moralidad, no era ningún mojigato y tenía un saludable sentido del humor. Si bien nunca había tenido una aman¬te, Livia había oído rumores acerca de unas cuantas relaciones dis¬cretas... e incluso un chisme o dos acerca de que el supuestamen¬te estricto conde se mostraba muy intrépido en el dormitorio. Sin embargo, por alguna razón, a su hermano le perturbaba esa audaz muchacha americana de carácter fuerte, modales atroces y que, por añadidura, era descendiente de nuevos ricos. No sin cierta perspicacia, Livia se preguntó si la atracción de la familia Marsden por los americanos - después de todo, Aline se había casado con uno y ella misma acababa de contraer matrimonio con Gideon Shaw, uno de los Shaw de Nueva York- podía aplicarse también a Nicholas.
- ¿Tan arrebatadora estaba en ropa interior? -preguntó Livia con astucia.
-Sí -respondió Nicholas sin pensar y, acto seguido, frunció el ceño-. Quiero decir, no. Bueno, no la miré el tiempo suficiente pa¬ra hacer una evaluación de sus encantos. Si es que tiene alguno.
Livia se mordió la parte interior del labio para reprimir una car¬cajada.
-Venga, Nicholas... Eres un hombre saludable de treinta y cin¬co años... ¿Ni siquiera le echaste una miradita a la señorita Bowman en calzones?
-Yo no echo miraditas, Livia. O miro las cosas de arriba abajo o no las miro. Las miradita son para los niños o para los pervertidos.
Ella le dedicó una mirada lastimera.
-Bien, siento muchísimo que hayas tenido que pasar por una experiencia tan espantosa. Sólo nos queda desear que la señorita Bowman permanezca completamente vestida en tu presencia du¬rante esta visita con el fin de no escandalizar tu refinada sensibili¬dad una vez más.
Nicholas frunció el entrecejo en respuesta a sus burlas.
-Dudo que lo haga.
- ¿Quieres decir que dudas que permanezca vestida o que du¬das que te escandalice?
-Ya es suficiente, Livia -gruñó, y ella se echó a reír.
-Vamos, tenemos que saludar a los Bowman.
-No tengo tiempo para eso -replicó su hermano con brus¬quedad-. Encárgate de darles la bienvenida e inventa algo para ex¬cusar mi ausencia.
Livia lo miró con incredulidad.
-No irás a... ¡Por Dios, Nicholas, tienes que hacerla! Jamás te había visto comportante con tanta grosería.
-Me encargaré de saludarlos más tarde. Por todos los santos, ¡van a estar aquí casi un mes! Ya tendré tiempo de aplacarlos. Está claro que hablar de la señorita Bowman me ha puesto de un humor de perros y, ahora, la posibilidad de encontrarme en la misma habitación que ella me pone los pelos de punta,
Livia negó con la cabeza antes de mirarlo con una expresión es¬peculativa que a él no le hizo ninguna gracia.
-Mmm... Te he visto conversar con gente que no te gusta y siempre has conseguido comportarte de forma civilizada, especial¬mente cuando quieres conseguir algo. No obstante, por alguna ra¬zón, esta señorita Bowman te irrita sobremanera. Y tengo una teo¬ría acerca del porqué.
- ¿Sí? -En sus ojos brillaba un sutil desafío.
-Todavía la estoy desarrollando. Te la haré saber cuando lle¬gue a una conclusión definitiva.
-Que Dios me ayude. Ahora vete, Livia, y da la bienvenida a nuestros invitados.
-Mientras tú te encierras en este estudio como un zorro que corre a esconderse en su madriguera, ¿no?
Nicholas se puso en pie y le hizo un gesto para que lo precediera al atravesar la puerta.
-Vaya salir por la parte trasera de la casa y a dar una buena ca¬balgada.
- ¿Cuánto tiempo estarás fuera?
-Estaré de vuelta a tiempo de cambiarme para la cena.
Livia dejó escapar un suspiro de exasperación. La cena de esa no¬che sería un acontecimiento muy concurrido, el preludio del primer día de la fiesta campestre que comenzaría a la mañana siguiente. La mayoría de los invitados ya se había instalado, aunque aún queda¬ban unos cuantos rezagados cuya llegada se esperaba en breve.
-Será mejor que no llegues tarde -le advirtió-. No me dijis¬te que tendría que ocuparme de todos los detalles cuando accedí a ejercer como tu anfitriona.
-Nunca llego tarde -respondió Nicholas con voz tranquila an¬tes de alejarse con el mismo entusiasmo de un hombre que acabara de librarse de la horca.

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Mensaje por #Ale Miér 15 Dic 2010, 4:11 pm

NUEVA LECTORA!!!!!
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Mensaje por Invitado Miér 15 Dic 2010, 4:38 pm

:D seguilaaaa
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Mensaje por Dayi_JonasLove!* Miér 15 Dic 2010, 5:31 pm

New Reader :D!
Ahhh Lisa Kleypas es de mis autoras favoritas también!
De hecho tengo en el foro dos de sus noves! Jajajajaja
Graciaas por subir esta! Espero la continúes pronto!
Dayi_JonasLove!*
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Mensaje por danfix Miér 15 Dic 2010, 8:57 pm

Nueva lectors. Me encantó la historia, siguela:)
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Mensaje por Danne G. Vie 17 Dic 2010, 1:05 pm

Voy a Subir Cap...
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Mensaje por Danne G. Vie 17 Dic 2010, 1:29 pm

2

Nicholas se alejó cabalgando de la mansión y condujo a su caba¬llo a lo largo del transitado sendero del bosque que se extendía más allá de los jardines. Tan pronto como hubo cruzado una hondonada y ascendido la ladera opuesta, dejó que el animal corriera a sus an¬chas, de modo que sus cascos comenzaron a resonar sobre los pra¬dos de ulmaria y de hierba amarilleada por el sol. Stony Cross Park poseía los mejores terrenos de todo Hampshire, con bosques frondosos, praderas cubiertas de flores, charcas y extensos campos dorados. Las invitaciones a la propiedad, que una vez fuera coto de ca¬za de la familia real, eran en esos momentos las más codiciadas de toda Inglaterra.
El flujo más o menos constante de invitados que acudían a Stony Cross Park resultaba muy beneficioso para los propósitos de Nicholas, puesto que no sólo le proporcionaba compañía para prac¬ticar la caza y los deportes que tanto le gustaban, sino que también le permitía llevar a cabo ciertas maniobras tanto financieras como políticas. Se realizaban todo tipo de negocios en el transcurso de esas fiestas campestres, en las que Nicholas solía persuadir a algún que otro político u hombre de negocios para que apoyara su postura en asuntos de importancia.
La fiesta que estaba a punto de comenzar no tenía por qué ser distinta a cualquier otra; sin embargo, durante los últimos días, Nicholas se había visto asaltado por un progresivo estado de intran¬quilidad. Como el hombre racional que era, no creía ni en premo¬niciones ni en esas estupideces espiritistas que se habían puesto tan de moda... aunque le daba la sensación de que el ambiente de Stony Cross Park había cambiado de alguna manera. El aire estaba carga¬do con la incertidumbre de la espera, como la tensa calma que pre¬cede a la tempestad. Nicholas se sentía inquieto e impaciente, y no había ejercicio físico alguno que lograra calmar ese creciente desasosiego.
Al pensar en la noche que tenía por delante, y a sabiendas de que tendría que relacionarse con los Bowman, sintió que la inquietud se transformaba en algo que rayaba en la ansiedad. Se arrepentía de ha¬berlos invitado. De hecho, renunciaría de buena gana a cualquier posible negocio futuro con Thomas Bowman si, de ese modo, pu¬diera librarse de ellos. No obstante, el hecho era que ya se encontra¬ban allí, que permanecerían en su casa durante un mes completo y que lo único que podía hacer era sacarle el máximo partido a la situación.
Nicholas tenía toda la intención de lanzarse a una exhaustiva ne¬gociación con Thomas Bowman para conseguir que éste expandie¬ra su industria jabonera y estableciera una fábrica en Liverpool o, quizás, en Bristol. Con toda probabilidad, el impuesto con el que el gobierno británico tasaba el jabón se derogaría en los años venide¬ros, si Nicholas podía confiar en los amigos reformistas con los que contaba en el Parlamento. Cuando eso sucediera, el jabón se con¬vertiría en un artículo mucho más asequible para la población en ge¬neral, hecho que no sólo repercutiría de forma favorable en la salud pública, sino también en la cuenta corriente de Nicholas. Siempre y cuando Thomas Bowman tuviera a bien contar con él como socio.
El único problema era que la presencia de Thomas Bowman sig¬nificaba tener que soportar también la de sus hijas y en eso no ha¬bía vuelta de hoja. _________ y Daisy eran la personificación de esa mo¬da tan censurable que se había impuesto entre los norteamericanos de mandar a sus herederas a Inglaterra a la caza de un marido. De ese modo, la aristocracia se veía asediada por una horda de señori¬tas ambiciosas que no paraban de cotorrear sobre sí mismas con ese acento tan atroz, deseosas de atraer la atracción de los periódicos y ganar publicidad... Jovencitas carentes de elegancia, vocingleras y engreídas que no tenían más ambición que la de comprar un título con el dinero de sus padres... cosa que solían conseguir en la mayoría de los casos. Nicholas había llegado a conocer muy bien a las her¬manas Bowman durante la última estancia de las muchachas en Stony Cross Park, y poco podía decir a favor de ninguna de ellas. La ma¬yor, ________, se había convertido en el foco de su aversión al descu¬brir que, junto con sus amigas -«las floreros», tal y como preferían llamarse a sí mismas... ¡Como si fuese algo de lo que estar orgullo¬sas!-, había ideado una estratagema para que un caballero de la no¬bleza se viera obligado a pedir a una de ellas en matrimonio. Nicholas, jamás olvidaría el momento en el que el plan fue descubierto. «Santo Dios, ¿es que no respeta absolutamente nada?», le había pregunta¬do a ________. A lo que ella había respondido de modo impertinente: «Si algo que merezca mi respeto, aún no lo he descubierto.»
Su extraordinaria insolencia la diferenciaba de cualquier otra mujer con la que Nicholas tuviera relación. Eso, además del partido de rounders que habían jugado en paños menores, lo había con¬vencido de que _________ Bowman era una alborotadora. Y, una vez que Nicholas juzgaba el carácter de una persona, cambiaba de opi¬nión en muy raras ocasiones.
Con el ceño fruncido, sopesó cuál sería el mejor modo de tratar a _________. Adoptaría una actitud distante y tranquila, y pasaría por alto cualquier provocación de la muchacha. No le cabía duda de que a __________ le enfurecería ver lo poco que le afectaba su comportamiento. La presión que sentía en el pecho disminuyó en cuanto imaginó la irritación de la muchacha al ver que la ignoraba. Sí... haría todo lo posible por evitarla y, cuando las circunstancias los obligaran a permanecer en la misma habitación, la trataría con una distante cortesía. Una vez aplacado su malestar, Nicholas guió a su caballo por una zona de saltos sencillos: un seto, una valla y un es¬trecho muro de piedra que hombre y animal superaron en perfecta coordinación.
-Y ahora, niñas -dijo Mercedes Bowman mientras lanzaba a sus hijas una mirada severa desde la puerta de entrada de la habitación que éstas compartían-, insisto en que durmáis una siesta de al menos dos horas para que estéis descansadas esta noche. Las cenas de lord Westcliff suelen comenzar bastante tarde y acaban bien en¬trada la medianoche. No quiero que ninguna de las dos bostece en la mesa.
-Sí, madre -contestaron las dos al unísono con actitud obe¬diente, al tiempo que la miraban con sendas expresiones de inocen¬cia que no engañaron a la señora Bowman ni por asomo.
Mercedes Bowman era una mujer en extremo ambiciosa que adolecía de un exceso de energía. Su cuerpo, delgado como un hu¬so, podía conseguir que un galgo resultara rollizo en comparación. Su estridente e insoportable cháchara solía estar dirigida hacia la consecución del objetivo primordial de su vida: ver a sus dos hijas espléndidamente casadas.
-No saldréis de esta habitación bajo ninguna circunstancia -continuó con el mismo tono inflexible-. Nada de vagar a hurta¬dillas por la propiedad de lord Westcliff; nada de aventuras, araña¬zos, ni incidentes de ninguna otra clase. Es más, tengo la firme in¬tención de cerrar la puerta con llave para asegurarme de que os quedáis aquí sin ocasionar daño alguno y que descansáis.
- ¡Madre! -protestó _________-. Si hay algún lugar en la faz de la Tierra más aburrido que Stony Cross Park, me comeré mis zapa¬tos. ¿En qué lío podríamos meternos?
-Vosotras sacáis problemas del aire -contestó Mercedes con los ojos entrecerrados-. Y por eso mismo no pienso quitaros los ojos de encima. Después del comportamiento que demostrasteis durante nuestra última estancia aquí, me sorprende mucho que ha¬yan vuelto a invitarnos.
-A mí no -replicó ___________ con sequedad-. Todos saben que es¬tamos aquí porque Westcliff le ha echado el ojo al negocio de padre.
-Es «lord» Westcliff -la corrigió Mercedes con un siseo-. ¡____________, debes referirte a él con el debido respeto! Es el aristócrata más rico de toda Inglaterra y su linaje...
…es más antiguo que el de la mismísima reina -interrum¬pió Daisy con voz cantarina, puesto que había escuchado ese mis¬mo discursito en multitud de ocasiones-. Y su título es el más antiguo de Gran Bretaña, lo que lo convierte...
-... en el soltero más codiciado de toda Europa-concluyó ________ con voz monótona al tiempo que alzaba una ceja en un gesto burlón-. O, tal vez, de todo el mundo. Madre, si de verdad alber¬gas la esperanza de que Westcliff se case con una de nosotras, es que estás chiflada.
No está chiflada -la corrigió Daisy-. Es una neoyorquina.
Había muchas personas en Nueva York en las mismas circuns¬tancias que los Bowman que se esforzaban por ascender en el escalafón social, pero no les resultaba fácil mezclarse con las clases más conservadoras ni con la sociedad más elegante. Esas familias adve¬nedizas habían amasado considerables fortunas gracias a negocios tales como la minería o las fábricas, pero no terminaban de ser acep¬tados en los círculos a los que deseaban pertenecer con tanta deses¬peración. El ostracismo y el bochorno que conllevaba el hecho de ser rechazados por la sociedad neoyorquina habían enardecido la ambición de Mercedes como ninguna otra cosa podría haberlo he¬cho jamás.
- Vamos a esforzarnos para, que lord Westcliff olvide el desastroso comportamiento que demostrasteis durante nuestra última visita - señaló Mercedes con gravedad-. De ahora en adelante, os conduciréis con modestia, serenidad y decoro a todas horas, y no quiero oír ni una sola palabra, relacionada con las floreros. Quie¬ro que os mantengáis alejadas de esa escandalosa Annabelle Peyton y de la otra, otra, esa...
- Evie Jenner -le recordó Daisy-. Y ahora es Annabelle Hunt, madre.
- Annabelle se casó con el mejor amigo de Westcliff-señaló ___________ al descuido-- Yo diría que es un motivo de peso para que continuemos nuestra relación con ella, madre.
- Lo pensaré. -Mercedes las observó con recelo-. Entretan¬to tengo la intención de que durmáis una siesta larga y sin sobre¬saltos. No quiero oír el menor ruido procedente de esta habitación, ¿me habéis entendido?
- Sí, madre -contestaron ambas a coro.
La puerta cerró tras Mercedes, que echó la llave por fuera.
Las hermanas se miraron la una a la otra con idénticas sonrisas.
- Menos mal que no ha llegado a enterar del partido de roun¬ders-dijo __________.
-A estas alturas, estaríamos muertas -convino Daisy muy se¬riamente.
_____________ sacó una horquilla para el pelo de la cajita esmaltada que había sobre el tocador y se acercó a la puerta.
-Es una lástima que se enfade por cosas tan tontas, ¿no te pa¬rece?
-Como cuando metimos aquel cerdito lleno de grasa en el sa¬lón de la señora Astor.
___________, a la que el recuerdo le había arrancado una sonrisa, se arrodilló frente a la puerta y metió la horquilla en el ojo de la cerra¬dura.
-Te confieso que nunca he entendido por qué madre no se dio cuenta de que lo hicimos para desagraviarla. Había que hacer algo para vengarnos de la señora Astor por no haber invitado a madre a su fiesta.
-Si mal no recuerdo, lo que dijo madre fue que meter anima¬les en casas ajenas no nos granjearía muchas invitaciones a futuras fiestas. .
-Bueno, no creo que fuese tan malo como esa ocasión en la que encendimos una bengala en aquella tienda de la Quinta Avenida.
-No nos quedó otro remedio después de que el vendedor nos tratara con semejante grosería.
___________ sacó la horquilla de la cerradura y dobló con pericia uno de los extremos antes de volver a introducirla. Con los ojos entre¬cerrados a causa del esfuerzo, siguió moviendo la horquilla hasta que se oyó un chasquido, tras lo cual miró a su hermana con una sonrisa triunfal.
-Creo que éste ha sido mi mejor tiempo.
No obstante, su hermana pequeña no le devolvió la sonrisa. -________... si encuentras un marido este año, todo cambiará. Tú cambiarás. Ya no habrá más aventuras ni diversión, y yo me queda¬ré sola.
-No seas tonta -la regañó _______________, sin dejar de fruncir el ceño-. Yo no vaya cambiar y tú no vas a quedarte sola.
-Tendrás que responder ante tu marido. - le recordó Daisy .- Y no te permitirá acompañarme en mis travesuras.
- No, no y no... -_________ se puso en pie y desechó la idea con un gesto de la mano-. No pienso tener esa clase de marido. Voy a casarme con un hombre al que no le importe o no se dé cuenta de lo que hago cuando no estoy con él. Un hombre como nuestro padre.
-Un hombre como, nuestro padre no parece haber hecho muy feliz a madre -replicó Daisy-. Me pregunto si alguna vez estuvieron enamorados.
____________ apoyó la espalda contra la puerta y arrugó el entrecejo mientras reflexionaba sobre ese asunto. Jamás se le había ocurri¬do plantearse si el matrimonio de sus padres había sido o no una unión por amor. Por algún motivo, no creía que ése fuera el caso.
Ambos parecían demasiado independientes. Su relación podía con¬siderarse como mucho un vínculo insignificante. Hasta donde _________ sabía, sus padres nunca discutían, nunca se abrazaban y apenas se hablaban. Sin embargo, entre ellos no parecía existir resenti¬miento alguno. A decir verdad, manifestaban una indiferencia mutua y no había evidencia alguna de que ansiaran la felicidad, ni de que supieran siquiera cómo conseguida.
El amor es para las novelas, querida -replicó ___________ esforzándose todo lo posible por parecer cínica. Abrió la puerta, echó un vistazo a ambos lados del pasillo y miró a Daisy por encima del hombro-. Camino despejado. ¿Salimos por la entrada del ser¬vicio?
-Sí, vamos al ala oeste de la mansión y directas al bosque.
- ¿Por qué al bosque?
- ¿ No te acuerdas del favor que me pidió Annabelle?
___________ la miró un instante sin comprender y, poco después, pu¬so los ojos en blanco.
-Por el amor de Dios, Daisy, ¿es que no se te ocurre nada me¬jor que hacer un recado tan ridículo como ése?
Su hermana pequeña la contempló con una mirada perspicaz.
- Lo que pasa es que no quieres ir porque es en beneficio de lord Westcliff.
No va a beneficiar a nadie -replicó ___________, exasperada-. Es una estupidez
Daisy respondió con una mirada decidida.
- Voy a buscar el pozo de los deseos de Stony Cross Park- anunció con gran dignidad- y a hacer lo que me ha pedido An¬nabelle. Puedes acompañarme si lo deseas o, por el contrario, hacer cualquier otra cosa que te apetezca. Sin embargo... -sus ojos al¬mendrados se entrecerraron de forma amenazadora-, después de todo el tiempo que me has tenido esperando mientras tú te dedica¬bas a mirar polvorientas perfumerías y anticuadas boticas, creo que me debes al menos un poco de paciencia...
-De acuerdo -gruñó ____________-. Iré contigo. Si no lo hago, no lo encontrarás nunca y acabarás perdida en mitad del bosque.
Volvió a echar un vistazo al pasillo y, tras comprobar que seguía desierto, abrió la marcha hacia la entrada de la servidumbre, situa¬da en el otro extremo. Ambas caminaron de puntillas, con un sigilo adquirido gracias a la práctica, y sin que sus pies hicieran ruido al¬guno sobre la gruesa alfombra.
Por mucho que ____________ aborreciera al dueño de Stony Cross Park, tenía que admitir que la propiedad era magnífica. La mansión estaba diseñada según el estilo europeo: una elegante fortaleza cons¬truida con piedra de color miel, en cuyas esquinas se alzaban cuatro pintorescas torres que apuntaban al cielo. Emplazada en una colina que dominaba el río Itchen, la mansión estaba rodeada por jardines dispuestos en terrazas y por huertas que se extendían a lo largo y ancho de las más de ochenta hectáreas de cultivos y bosques. Quin¬ce generaciones de la familia de Westcliff los Marsden, habían ocu¬pado la mansión, tal y como cualquier sirviente estaba más que dispuesto a señalar. Y en realidad, la propiedad no era ni mucho me¬nos la única posesión de lord Westcliff. Se decía que controlaba unas ocho mil hectáreas en Escocia e Inglaterra, y que entre sus propie¬dades se contaban dos castillos, tres palacetes, varias viviendas ado¬sadas, cinco casas y una villa a la orilla del Támesis. No obstante, Stony Cross Park era, sin lugar a dudas, la joya de la corona de los Marsden.
Mientras rodeaban uno de los laterales de la mansión, _____________ y Daisy pusieron mucho cuidado en mantenerse siempre cerca de un largo seto de tejas que las mantendría ocultas a la vista de cualquie¬ra que se encontrara en la casa principal. Cuando entraron en el bos¬que, formado por vetustos cedros y robles, los rayos del sol se fil¬traban a través del dosel de ramas entrelazadas que se extendía sobre sus cabezas
Daisy alzó los brazos con entusiasmo y exclamó:
- ¡Adoro este lugar!
-No está mal-concedió ___________ a regañadientes, aunque en el fondo tenía que admitir que, en plena floración otoñal, no podría haber otro lugar en toda Inglaterra más hermoso que aquél.
Daisy se encaramó sobre un tronco caído que alguien había apartado a un lado del camino y comenzó a caminar con cuidado sobre él.
-Casi merece la pena casarse con lord Westcliff para poder ser la dueña de Stony Cross Park, ¿no crees?
_________ arqueó las cejas.
- ¿Para tener que aguantar todas sus pomposas afirmaciones y estar dispuesta a obedecer todas y cada una de sus órdenes? -Hizo una mueca y arrugó la nariz con aversión.
-Annabelle dice que lord Westcliff es mucho más agradable de lo que ella creyó en un principio.
-No le queda más remedido que decir eso después de lo que sucedió hace unas semanas.
Ambas hermanas guardaron silencio mientras recordaban los dramáticos acontecimientos que habían tenido lugar poco tiempo atrás. Mientras Annabelle y su esposo, Simón Hunt, visitaban su fá¬brica de locomotoras, de la que también era socio lord Westcliff, una terrible explosión estuvo a punto de acabar con sus vidas. Lord Westcliff se había abalanzado al interior del edificio en un intento suicida por salvar a la pareja y había conseguido sacados sanos y sal¬vos. Desde entonces, como no podía ser de otro modo, Annabelle consideraba a Westcliff desde otra perspectiva: la de héroe. Incluso había llegado a afirmar recientemente que la arrogancia del hombre resultaba de lo más encantadora. ___________ había respondido al co¬mentario con la agriada sugerencia de que tal vez Annabelle siguie¬ra sufriendo los efectos perniciosos que provocaba la inhalación de humos.
-Creo que deberíamos estarle agradecidas a lord Westcliff -comentó Daisy, que bajó del tronco de un salto-. Después de todo, salvó la vida de Annabelle, y no puede decirse que tengamos precisamente un grupo exorbitante de amigas.
-El hecho de que salvara a Annabelle fue pura coincidencia--replicó ____________, malhumorada- El único motivo por el que West¬cliff arriesgó su vida fue para no perder a un socio muy rentable.
- ¡___________! -Daisy, que se encontraba unos pasos por delante, se giró para mirar a su hermana con la sorpresa dibujada en el ros¬tro-. Por lo general no eres tan desconsiderada. ¡Por el amor de Dios! El conde entró en un edificio en llamas para rescatar a nues¬tra amiga y a su esposo... ¿Qué más tiene que hacer ese hombre para impresionarte?
-Estoy segura de que a Westcliff le importa un comino que yo quede impresionada o no -contestó ____________. El deje resentido de su voz la sorprendió incluso a ella-. El motivo de mi antipatía hacia él, Daisy, no es más que la consecuencia de la antipatía que él me de¬muestra. Se cree superior a mí en todos los aspectos: moral, social e intelectual. ¡Cómo me gustaría encontrar el modo de dejarlo con un palmo de narices!
Caminaron en silencio durante un minuto, tras el cual Daisy se detuvo para recoger unas cuantas violetas que crecían en profusos ramilletes a ambos lados del camino.
- ¿Has pensado alguna vez en ser amable con lord Westcliff? -murmuró. Alzó los brazos para colocarse las violetas en las hor¬quillas que le sujetaban el pelo y añadió-: Puede que te sorprenda y te corresponda con el mismo gesto.
_____________ negó con la cabeza de forma rotunda.
-No, lo más probable es que me dijera algo cortante y se comportara con su típica arrogancia y presunción.
-Creo que estás siendo demasiado... -comenzó a reprender¬la Daisy, pero se detuvo con una expresión absorta en el rostro-. He oído un chapoteo. ¡El pozo de los deseos debe de estar cerca!
- ¡Demos gracias a Dios! -exclamó ___________ y sonrió muy a pe¬sar suyo mientras seguía a su hermana pequeña, que ya atravesaba a plena carrera una hondonada bordeada por un prado encharcado.
El prado estaba cubierto por margaritas azules, juncias remata¬das por sus penachos de flores y susurrantes varas de oro. Cerca del camino crecía una frondosa mata de hierba de San Juan con sus ra¬milletes de capullos amarillos, que se asemejaban a una mancha de luz de sol. ____________ aminoró el paso para recrearse en el balsámico ambiente y respiró hondo. A medida que se aproximaba al agitado pozo de los deseos, que no era más que una charca alimentada por un reguero subterráneo, el aire se tornó más húmedo y agradable.
A comienzos del verano, todos los floreros habían visitado el pozo y habían arrojado un alfiler al agua, sumándose a la tradición local. En aquel entonces, Daisy había pedido un misterioso deseo en nombre de Annabelle que, finalmente, se había cumplido.
-Aquí está -dijo Daisy al tiempo que se sacaba del bolsillo un delgado fragmento metálico en forma de aguja.
Era el mismo trozo de metal que Annabelle había extraído del hombro de Westcliff cuando la explosión de los escombros había hecho volar fragmentos de hierro como si de metralla se tratara. In¬cluso ________________, que no solía sentirse muy inclinada a mostrar compa¬sión alguna por el conde, hizo una mueca al ver la desagradable es¬quirla.
Annabelle me dijo que arrojara esto al pozo y que pidiera pa¬ra lord Westcliff el mismo deseo que pedí para ella.
- ¿y cuál fue ese deseo? - Exigió saber _________-. Nunca me lo has dicho.
Daisy la observó con una sonrisa burlona.
- ¿Es que no es obvio, querida? Deseé que Annabelle se casara con alguien que la amara de verdad.
- ¡Vaya!
Tras reflexionar acerca de los detalles que conocía sobre el ma¬trimonio de Annabelle y a la luz de la evidente devoción que la pa¬reja se profesaba, _________ llegó a la conclusión de que el deseo debía de haberse cumplido. Lanzó a su hermana una mirada de tierna exasperación y retrocedió un poco para observar el procedimiento.
- ___________ -protestó Daisy- tienes que ponerte a mi lado. El espíritu del pozo estará más dispuesto a conceder el deseo si las dos nos concentramos a la vez.
De la garganta de ___________ surgió una pequeña carcajada.
-En realidad, no crees que exista un espíritu del pozo, ¿ver¬dad? ¡Dios santo!, ¿cómo has podido llegar a ser tan supersticiosa?
- Y eso lo dice alguien que no hace mucho ha comprado un frasco de perfume mágico….
- Jamás he creído que fuese mágico. ¡Sólo me gustaba el olor!
-____________ - la reprendió Daisy en broma-, ¿qué hay de malo en creer que sea cierto? Me niego a pensar que vamos a pasar por la vida sin que suceda algo mágico. Y, ahora, vamos a pedir un deseo para lord Westcliff. Es lo menos que podemos hacer después de que salvara a nuestra querida Annabelle del fuego.
-¡Está bien! Me pondré a tu lado; pero sólo para sujetarte en caso de que resbales.
Puesto que ambas eran de la misma altura, _________ le pasó un brazo a Daisy por los delgados hombros y contempló esas aguas ce¬nagosas y susurrantes.
Daisy cerró los ojos con fuerza y apretó la esquirla de metal entre los dedos.
-Estoy deseándolo muchísimo -susurró-. ¿Y tú, ___________?
-Sí -murmuró ella, si bien no estaba precisamente rogando que lord Westcliff encontrara su amor verdadero.
Su deseo se acercaba más a: «Espero que lord Westcliff encuen¬tre una mujer que consiga ponerlo de rodillas.» La idea le arrancó una sonrisa que curvó sus labios y se demoró en su rostro mientras Daisy arrojaba el afilado fragmento de metal al agua, donde se hun¬dió hacia las insondables profundidades.
Tras sacudirse las manos, Daisy le dio la espalda al pozo con la satisfacción del deber cumplido.
-Listo -dijo con una sonrisa radiante-. Estoy deseando ver con quién acaba Westcliff.
-Compadezco a esa pobre chica -replicó ____________-, quien¬ quiera que sea.
Daisy hizo un gesto con la cabeza en dirección a la mansión.
- ¿Regresamos a la casa?
La conversación no tardó en derivar hacia la planificación de diversas estrategias mientras discutían acerca de una idea que An¬nabelle había sugerido la última vez que hablaran. Las Bowman necesitaban con desesperación que alguien las respaldara y las in¬trodujera en los círculos más elevados de la sociedad británica... y no podía ser cualquiera. Debía ser alguien poderoso, influyente y ampliamente reconocido. Alguien cuya aprobación fuese refrenda¬da por el resto de la aristocracia. Según Annabelle, nadie cumpliría mejor ese papel que la condesa de Westcliff, la madre del conde.
La condesa, que parecía tener cierta afición a viajar por el continente apenas se dejaba ver. Aun durante las temporadas en las que residía en Stony Cross Park, prefería mantenerse al margen de los invitados para condenar, de ese modo, la costumbre que tenía sus hi¬jos de relacionarse con hombres de negocios y otros personajes que pertenecían a la aristocracia. A decir verdad, ninguna de las Bowman había conocido a la condesa, pero habían oído muchos rumores sobre ella. De ser ciertos, la madre del conde no era sino un viejo dragón correoso que despreciaba a todos los extranjeros.
Especialmente a los norteamericanos.
- Los motivos por los que Annabelle piensa que la condesa puede acceder a ser nuestra madrina se escapan a mi comprensión-comentó Daisy, que se entretenía dando pataditas a una piedre¬cilla a lo largo del camino-. Está claro que no lo hará por voluntad propia..
- Lo hará si Westcliff se lo ordena-replicó ___________ antes de co¬ger un palo largo y comenzar a agitarlo de forma distraída-. Según parece Westcliff puede conseguir que la condesa haga cualquier cosa si se lo exige. Annabelle me contó que la condesa no aprobaba el matrimonio de lady Olivia con el señor Shaw y que por eso no tenía intención alguna de asistir a la boda. Sin embargo, Westcliff sabía que eso heriría profundamente los sentimientos de su hermana y obligó a su madre a acudir a la ceremonia y, lo que es más, a mantener una actitud civilizada mientras duró.
- ¿De veras? -Daisy la miró con una sonrisilla muy particu¬lar - Me pregunto cómo lo lograría.
-Pues siendo el señor de la casa. En Estados Unidos es la mu¬jer la que gobierna el hogar, pero aquí, en Inglaterra, todo gira alrededor del hombre.
-Mmm... Eso no me hace ninguna gracia.
-Sí, lo sé. -_______________ hizo una pausa antes de agregar con tono sombrío -: Según Annabelle, un marido inglés tiene que aprobar los menús, la disposición de los muebles, el color de las cortinas...
¡Todo!
Daisy parecía horrorizada y sorprendida.
- ¿El señor Hunt se ocupa de todas esas cosas?
- Bueno, no... pero él no es un aristócrata. Es un hombre de ne¬gocios. Y los hombres de negocios no suelen tener tiempo para esas frivolidades. No obstante, el aristócrata corriente tiene todo el tiempo de mundo para examinar hasta el más mínimo detalle que tenga relación con su casa.
Daisy, que había dejado de dar patadas a la piedra, miró a ____________ con el ceño fruncido.
-Me he estado preguntando una cosa... ¿Por qué estamos tan dispuestas a casarnos con un noble, a vivir en una enorme y vieja mansión que se cae a pedazos, a comer esta repulsiva comida ingle¬sa y a intentar dar instrucciones a un puñado de criados que no van a mostrarnos respeto alguno?
-Porque es lo que madre quiere -respondió ______________ con se¬quedad-. Y porque nadie se casaría con nosotras en Nueva York.
Era un hecho lamentable que en la estrictamente delimitada sociedad neoyorquina los poseedores de nuevas fortunas pudieran casarse con tamaña facilidad, pero que, por el contrario, las herede¬ras de linajes plebeyos no fuesen apreciadas ni por las familias de sangre azul ni por los nuevos ricos que querían ascender en el esca¬lafón social. Por tanto, la única solución consistía en marcharse a Europa a la caza de un marido, puesto que los hombres de las cla¬ses sociales privilegiadas necesitaban esposas acaudaladas.
El ceño fruncido de Daisy desapareció para dejar paso a una sonrisa irónica.
- ¿Y si aquí tampoco nos quieren?
-En ese caso, nos convertiremos en un par de viejas solteronas malvadas que se dedicarán a retozar a lo largo y ancho de Europa.
Daisy soltó una carcajada ante la idea y echó hacia atrás su lar¬ga trenza. Era impropio que las jovencitas de su edad se pasearan sin sombrero, y más aún que fuesen con el cabello suelto. No obs¬tante, las hermanas Bowman poseían un cabello tan abundante que era toda una proeza conseguir sujetado con las horquillas en uno de esos complicados recogidos que estaban tan a la moda. Semejan¬te logro requería, al menos, de tres cajas de horquillas para cada una de ellas, por no decir que el sensible cuero cabelludo de ___________ aca¬baba literalmente dolorido después de todos los tirones y retorci¬mientos que se necesitaban para tener el aspecto presentable que se requería en cualquier acontecimiento de gala. En más de una ocasión había sentido envidia de Annabelle Hunt, cuyo cabello, liviano y sedoso, siempre parecía permanecer tal y como ella deseaba llevarlo. En ese momento, _____________ llevaba el pelo sujeto en la nuca y suelto por la espalda, en un estilo que jamás habría podido lucir en compañía de otras personas.
- ¿Y cómo vamos a persuadir a Westcliff de que convenza a su madre para que nos ayude? -preguntó Daisy-. No parece muy probable que el conde acceda a hacer tal cosa.
_____________ estiró el brazo hacia atrás antes de arrojar el palo hacia el bosque, tras lo cual se sacudió los trocitos de corteza que tenía en las manos.
-No tengo la menor idea -confesó-. Annabelle ha intentado que el señor Hunt interceda en nuestro favor, pero éste se niega a hacerlo porque cree que eso sería abusar de su amistad.
-Si consiguiéramos obligar a Westcliff de algún modo... –musitó Daisy-. Engañarlo, hacerle chantaje o algo por el estilo.
-Solo puedes chantajear a un hombre cuando ha hecho algo vergonzoso que quiere mantener oculto. Y dudo mucho que ese aburrido, viejo y soso de Westcliff haya hecho algo en su vida con lo que podamos chantajeado.
Daisy rió por lo bajo ante semejante descripción.
-No es aburrido, ni soso... y mucho menos viejo.
-Madre dice que tiene por lo menos treinta y cinco años. Yo diría que eso es ser bastante viejo, ¿no crees?
-Me apuesto lo que quieras a que la mayoría de los hombres de veintitantos no está en tan buena forma como Westcliff.
Como era habitual cada vez que una conversación derivaba hacia el tema del conde, __________ se sintió irritada hasta extremos insos¬pechados; algo parecidos a lo que sentía de niña cuando sus herma¬nos le quitaban su muñeca favorita para arrojársela los unos a los otros por encima de su cabeza mientras ella exigía a gritos que se la devolvieran.
La cuestión de que cualquier mención del conde la afectara de semejante modo era una cuestión para la que no tenía respuesta. Así pues dejó pasar el comentario de Daisy encogiéndose de hombros con un gesto irritado.
Según se aproximaban a la casa, oyeron a lo lejos una serie de chillidos alegres, seguidos de unos cuantos gritos de ánimo semejantes a los que harían un grupo de niños en mitad de un juego.
- ¿Qué es eso? -preguntó ___________, que miraba en dirección a los establos.
-No lo sé, pero parece que alguien se lo está pasando en grande. Vamos a echar un vistazo.
-No tenemos mucho tiempo -le advirtió ______________-. Si madre descubre que nos hemos escapado...
-Nos daremos prisa. ¡Venga, __________, por favor!
Mientras dudaban, unos cuantos chillidos más, acompañados de algunas carcajadas, llegaron flotando hasta ellas desde la parte trasera de los establos y el contraste con el sereno paisaje que las rodeaba resultó tan evidente que la curiosidad de _____________ no pudo soportarlo. Miró a su hermana con una sonrisa temeraria.
-Te echo una carrera hasta allí. -y rompió a correr como alma que llevara el diablo.
Daisy se alzó las faldas y se apresuró a seguirla. Aunque sus piernas eran más cortas que las de ______________, también era tan ligera y ágil como un elfo, así que estaba a un paso de alcanzar a su herma¬na cuando llegaron a los establos. Algo jadeante tras el esfuerzo que había supuesto ascender a la carrera la larga pendiente, __________ ro¬deó la parte exterior de un corral delimitado por una primorosa va¬lla. Había un grupo de cinco chicos de edades comprendidas entre los doce y los dieciséis años jugando en el pequeño prado que se ex¬tendía al otro lado. A juzgar por sus atuendos, eran mozos de cua¬dra. Se habían quitado las botas, que yacían junto a la valla, y esta¬ban corriendo descalzos.
- ¿Estás viendo lo que yo? -preguntó Daisy, exultante
Tras recorrer el grupo con la mirada, __________ vio que uno de los chicos blandía un largo bate de madera de sauce y se echó a reír, en¬cantada.
-¡Están jugando al rounders!
Si bien el juego -que sólo necesitaba de un bate, una pelota y cuatro bases dispuestas en forma de rombo- era muy popular tan¬to en Estados Unidos como en Inglaterra, era en Nueva York don¬de había alcanzado cotas de interés que rayaban en la obsesión. Jugaban chicos y chicas pertenecientes a todas las clases sociales, y __________ recordó con añoranza muchas meriendas al aire libre seguidas de toda tarde jugando al rounders. Una cálida nostalgia se apoderó de ella mientras observaba a uno de los mozos de cuadra que corría alrededor de las bases. Estaba claro que solían utilizar el prado para semejante propósito, puesto que los postes que marca¬ban bases estaban profundamente clavados en el suelo y las zo¬nas intermedias habían sido pisoteadas hasta convertirse en una ex¬tensión de tierra carente de hierba. ____________ reconoció a uno de los jugadores: era el chico que le había prestado el bate que las floreros habían utilizado en el desafortunado partido de rounders que juga¬ran dos meses atrás.
-¿Crees que nos dejarán jugar? -preguntó Daisy esperanza¬da– ¿Aunque sólo sea por unos minutos?
-No veo por qué no. Ese chico pelirrojo fue el que nos prestó el bate la otra vez. Creo que se llama Arthur...
En ese momento, lanzaron una bola rápida y baja al bateador, que blandió el bate con un movimiento experto y rápido. La parte plana del bate impactó con fuerza en la pelota de cuero y ésta se di¬rigió dando tumbos en el aire hacia ellas, en un movimiento que en Nueva York llamaban «saltamontes». _______ corrió hacia delante, atrapó la bola con las manos desnudas y la lanzó de nuevo al cam¬po en dirección al chico que estaba en la primera base. El muchacho la atrapó de modo instintivo sin dejar de mirada de hito en hito. Cuando los demás se percataron de la presencia del par de jovenci¬tas que los observaba desde un lado del prado, se detuvieron, sin saber muy bien qué hacer.
_____________ se adelantó y buscó con la mirada al chico pelirrojo.
- ¿Arthur? ¿Te acuerdas de mí? Estuve aquí en junio; nos pres¬taste el bate
La expresión perpleja del chico se desvaneció.
- ¡Sí, claro! La señorita... la señorita...
- Bowman-le recordó __________ al tiempo que señalaba de modo informal hacia Daisy- Y ésta es mi hermana. Nos estábamos preguntando,.. ¿Nos dejáis jugar? ¿Sólo un ratito?
La pregunta los sorprendió tanto que el silencio cayó sobre el prado ______________ supuso que, si bien había sido apropiado prestarle el bate, permitirles jugar un partido con un grupo de mozos de cuadra era algo totalmente diferente.
-No somos tan malas, en serio -aseguró ella-. Solíamos ju¬gar mucho en Nueva York. Si teméis que entorpezcamos el juego...
- ¡ No, no! No es eso, señorita Bowman -protestó Arthur con el rostro tan rojo como su cabello. Echó un vistazo a sus compañe¬ros antes de mirar de nuevo a _________-. Es sólo que... las señoritas como ustedes... no pueden... Somos de la servidumbre, señorita.
-Pero ahora tenéis un rato libre, ¿no es cierto? -le rebatió ___________.
El chico asintió con cautela.
-Bueno, pues nosotras también estamos disfrutando de un descanso -replicó _________-. Y no es más que un partido de roun¬ders. ¡Venga, dejadnos jugar! No se lo diremos a nadie.
-Diles que les enseñarás a lanzar tu «ensalivada» -sugirió Daisy en un murmullo-. O el «avispón».
Al ver las expresiones apáticas de los muchachos, ______________ obedeció a su hermana.
-Sé lanzar -añadió mientras alzaba las cejas en un gesto elo¬cuente-. Bolas rápidas, ensalivadas, avispones... ¿No os apetece ver cómo lanzan los americanos?
___________ pudo comprobar que eso sí había despertado la curiosi¬dad de los chicos. No obstante, Arthur replicó con timidez:
-Señorita Bowman, si alguien las ve jugando al rounders en el patio del establo, nos culparán a nosotros y entonces...
-No, no lo harán -le aseguró _________-. Te lo prometo. Si alguien nos pilla, asumiremos toda la responsabilidad. Les diré que no os hemos dejado otra opción.
Aunque el grupo al completo las miraba con un elocuente escepticismo, _________ y Daisy continuaron fastidiándolos y suplicando hasta que, a la postre, las dejaron jugar. _________, que había cogido una pelota de cuero desgastada, flexionó los brazos, hizo crujir sus nudillos y se colocó en posición, encarando al bateador que estaba situado en la base conocida como «Castillo de Roca». Apoyó todo el peso de su cuerpo sobre el pie izquierdo, tomó impulso y realizo un lanzamiento rápido y bastante bueno. La bola cayó en la mano del receptor con un sonoro porrazo, puesto que el bateador había reaccionado tarde y ni siquiera había llegado a rozarla. Unos silbidos de admiración premiaron el esfuerzo de __________.
- ¡Tiene un brazo muy bueno para ser una chica! -Fue el comentario de Arthur, que arrancó una sonrisa a _________-. Ahora, se¬ñorita si no le importa... ¿Qué es ese avispón que mencionó antes?
Le arrojaron de nuevo la pelota y, tras cogerla, _________ se colocó otra vez frente al bateador. En esa ocasión, sujetó la bola tan sólo con el pulgar, el índice y el dedo corazón. Se echó hacia atrás, tomó impulso con el brazo y lanzó la pelota al mismo tiempo que giraba la muñeca, lo que hizo que la bola rotara en el aire y virara hacia dentro de forma brusca en cuanto alcanzó el Castillo de Roca. El bateador volvió a fallar, aunque también gritó en reconocimiento al avispón. El siguiente lanzamiento no lo falló y, por fin, consiguió darle a la pelota y enviarla al lado occidental del campo, que Daisy cruzó alegremente a toda carrera. Atrapó la pelota y se la lanzó al jugador que esperaba en la tercera base, quien tuvo que saltar para cogerla
En sólo unos minutos, el vertiginoso ritmo del juego y la con¬secuente diversión hicieron que los jugadores dejaran la timidez a un lado y sus lanzamientos, bateos y carreras perdieron cualquier rastro de inhibición. Entre carcajadas y alardes que resultaban tan ruidosos como los de cualquiera de los chicos, ___________ rememoró la descuidada libertad de la infancia. Suponía un alivio indescriptible poder olvidar las innumerables reglas y la rígida compostura que las habían asfixiado desde que pusieran un pie en Inglaterra, aunque sólo fuera por un instante. Además, hacía un día maravilloso, con ese sol resplandeciente que resultaba mucho menos sofocante que en Nueva York, y el aire suave y fresco que le llenaba los pulmones.
-Señorita, le toca batear -le dijo Arthur al tiempo que alzaba una mano para que _________ le arrojara la bola-. ¡Veamos si batea tan bien como lanza!
Ni de lejos -informó Daisy sin pérdida de tiempo, consi¬guiendo que __________le hiciera un gesto con la mano que arrancó un coro de estruendosas carcajadas de deleite a los muchachos.
Por desgracia, era cierto. Por muy avezada que fuese lanzando, _____________ jamás había conseguido dominar el bate... hecho que a Daisy, quien superaba a su hermana en ese aspecto, le gustaba airear a los cuatro vientos. Tras coger bata, __________ agarró la empuñadura con la mano izquierda como si fuese un martillo y dejó el dedo índice de la mano derecha ligeramente separado. Acto seguido, se apoyó el bate sobre uno de los hombros para esperar a que el lanzador realizara el lanzamiento, calculó lo que tardaría la bola en llegar con los ojos entrecerrados y blandió el bate con todas sus fuerzas. Para su completa frustración, la pelota rozó el extremo del bate y pasó acariciando la cabeza del receptor.
Antes de que el muchacho pudiera lanzarse en su busca, una fuerza invisible devolvió la pelota a las manos del lanzador. _________ quedó desconcertada al observar que el rostro de Arthur perdía todo rastro de color y adquiría una palidez que contrastaba enorme¬mente con el intenso color rojo de su cabello. Preguntándose qué sería la causa de semejante expresión, ___________ se dio la vuelta para mirar a sus espaldas. El receptor parecía haber dejado de respirar al igual que Arthur y, como éste, también observaba al recién llegado como si estuviera petrificado.
Porque allí, apoyado con despreocupación sobre la valla del patio, se encontraba nada más y nada menos que Nicholas, lord Westcliff.

Danne G.
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Mensaje por #Ale Vie 17 Dic 2010, 3:53 pm

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Mensaje por Jazmin Nicksita Jonas Vie 17 Dic 2010, 10:36 pm

nueva lectoraa!!

siguelaa!!!
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Mensaje por #Ale Sáb 18 Dic 2010, 1:52 pm

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Mensaje por Jazmin Nicksita Jonas Lun 20 Dic 2010, 10:37 am

siguelaaa!!
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