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Mensaje por ceonella. Sáb 28 Mar 2020, 2:08 am

✿ título: lovefool.
✿ autor: yo, camille, ceonella.
✿  género: comedia, drama, romance.
✿ adaptación: no.
✿ advertencias: tal vez vocabulario violento, escenas de todo tipo, sexuales, demás. daré las advertencias mediante el capítulo o al principio de cada uno.
✿ otras páginas: no.

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No busco excusas para amarte, ya no me da miedo hacerlo. Elijo amarte, porque de todas las cosas que puedo hacer, es la que mejor me hace. Almendra es una joven francesa, envuelta en un amor, casi imposible. Vida torpe, alma torpe, amor torpe, torpemente enamorada. Raymundo es un joven soldado alistado en las fuerzas del Eje. Ella, dulce y apasionada Francia, él fría y difícil Alemania. Sus ojos estarán conectados, enemistados con sus palabras, pero su piel y sus labios, fieles compañeros. Ella, prostituta. Él, casado. Tan comedia romántica, pero como este amor, este tonto amor, no vas a encontrarlo en cualquier esquina. Este amor se envuelve y se pierde, pasea, recorre todo Europa. Tierno y sensible, capaz de irse lejos, y olvidarse ambos de cada uno. Amor, abrázame fuerte, con pasión, no me sueltes. ¿Es posible? ¿Puede llegar a hacerse posible? 
feliiiiz:
ceonella.
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Mensaje por ceonella. Dom 29 Mar 2020, 10:03 pm

Andy Belmar. escribió:
Hola! Tu primera lectora! Me encantó la sinopsis  lovefool 1477071114
hola linda, gracias por el apoyoo. <3<3
ceonella.
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Mensaje por pantone. Jue 02 Abr 2020, 5:56 pm


CAMILLEEEEE, ACÁ REBECA lovefool 1712497321 No sé si te acordás, pero yo leía love kills y casi me enamoro de Sid, ahq lovefool 3613945505 lovefool 1477071114 Me he pasado por los informes y, si es como entendí, creo que la nove se desarrolla en el contexto de la IIGM... y eso me re tentó, asdfghjklñ aunque está bien si no lovefool 1712497321 (?) El punto es, que me he puesto muy feliz porque has vuelto a escribir y no puedo esperar por comenzar a leer esta historia lovefool 1022085747 So, cuenta conmigo, Camz lovefool 2416783629



pantone.
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Mensaje por ceonella. Vie 17 Abr 2020, 5:21 pm

pantone. escribió:

CAMILLEEEEE, ACÁ REBECA lovefool 1712497321 No sé si te acordás, pero yo leía love kills y casi me enamoro de Sid, ahq lovefool 3613945505 lovefool 1477071114 Me he pasado por los informes y, si es como entendí, creo que la nove se desarrolla en el contexto de la IIGM... y eso me re tentó, asdfghjklñ aunque está bien si no lovefool 1712497321 (?) El punto es, que me he puesto muy feliz porque has vuelto a escribir y no puedo esperar por comenzar a leer esta historia lovefool 1022085747 So, cuenta conmigo, Camz lovefool 2416783629



siiii obvio que me acuerdo bb, lloro :((( nostaalgia. si la berda que no puedo dejar así lovekills, tengo que seguirla. SIIII es en la segunda guerra, estas en lo cierto bb. gracias gracias por tan lindo mensaje, en serio, gracias <3, besosss. lovefool 1477071114
ceonella.
ceonella.


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Mensaje por ceonella. Vie 17 Abr 2020, 9:08 pm

capítulo 001.
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The view of Almendra.
Otro día más despertándome temprano, acomodando mis libros que deje la madrugada anterior en la mesa. Arreglándome para estar medianamente presentable, y comenzando a cocinar para mis papás, que llegarían de sus respectivos trabajos.
Esto solía ser yo, esto solía ser Almendra Augier. Mi vida, ahora cuando la de todos estaba resultando ser bastante complicada, la mía se había transformado en simple y plana, quizás vacía. Salvo por un pequeño detalle. Me había decidido a trabajar en un prostíbulo desde los 18 años, hace ya tiempo atrás. Otro pequeño detalle. En el prostíbulo de Susane Beauchene, la mujer que me salvo mi vida. Mi madre adoptiva.
Si bien tanto ella como mi padre tenían trabajos pequeños, ella en un bar y él en transporte de comida y verduras, Susane decidió tener el prostíbulo, que hoy, es el más popular de toda París. Verdadera triunfadora se podría decir, de algo que nunca debió existir, pero ella siempre supo sacarle "provecho" a todo. No, nunca estuvo de acuerdo a que yo tuviera cercanía con el lugar al que consideraba más oscuro de ella, pero que nos daba de comer todos los días, y no solo a nuestra familia, sino a muchas más. Yo siempre quise ayudarla, devolverle todo lo que hizo ella por mí, y alejarla del ambiente, así poder quizás algún día manejarlo yo, para que no cargue con tanta culpa. Era una lástima que existieran estos lugares, pero a veces no había mucho más que hacer. Quise alargar mis estudios así poder hacer que Susane no vuelva a tener que trabajar ni manejar, y que ambos con papá tengan asegurado un plato frente a sus narices, pero había tirado inconscientemente todos mis estudios por la borda.

No soy de tener muchas motivaciones cerca. Trato de ser lo más positiva que puedo, pero a veces me cuesta. Había perdido a mi madre de muy chica, y fue ahí cuando Susane me rescató. Nada volvió a ser lo mismo. Cambió, para mejor sí. Estaba más que agradecida.
Francia se encontraba en problemas. Nuestras vidas estaban en manos de los soldados alemanes que recorrían las calles y se frenaban en ciertas veredas, pues la Segunda Guerra Mundial estaba a flor de piel y los soldados del Eje habían tomado Francia victoriosamente. Eran épocas desesperantes, y venían tiempos peores, yo sólo quería cuidar de mi gente, dedicarme a eso. Estar al margen de todo, y poder defenderlos en caso de que las cosas se pusieran feas. Pero no, no tengo ni idea de lo que se viene, y tampoco puedo asegurar si estoy preparada.

—¡Mujer hermosa! ¡Llegamos! —exclamó mamá mientras entraba a nuestra casa con papá y bolsas con comida y verduras que posó sobre la mesa.
—¿Cómo les ha ido hoy? —respondí dándole un beso a cada uno y acomodando las cosas para poder comer los tres.
—Bastante bien Alme, cada vez es un poco más peligroso salir. —dijo papá un poco preocupado, su rostro casi siempre era angustia.
—Sabes cómo es tu padre de exagerado, eso sí, de noche, cuidarse. —

Chandler Delacrouix era mi padre. Pareja durante años de Susane, a veces amigos, a veces amor, no los entendía mucho, pero siempre estuvieron para el otro. Papá la cuidaba de todo. Los negocios suelen ponerse bastante sucios, y es ahí donde esta él para cuidarla y procurar que nada le pase, ni a mí ni a ella. Era bastante meticuloso y perfeccionista, tanto que a veces hasta el mínimo error lo angustiaba. Y para eso estábamos nosotras, para calmarlo. Sin dudas era su amor el que abundaba en la casa, y a mi me encantaba compartir con él todo. Nunca supe por qué no tuvieron hijos, ni por qué intentaron ahora, pero con mi llegada sé que fue todo distinto y que los hizo, quizás, más feliz, y a mi me alegraba por completo saberlo.
No sabía como considerarme. Aún no había tenido ese momento donde uno se encuentra así mismo. Por supuesto que estaba ansiosa por tenerlo, ya que mi vida siempre fue un montón de incógnitas, quizás eso la hace mas entretenida, pero a veces quería ir más allá de mi rutina de siempre. Comenzar a sentir cosas nuevas, a conocer gente nueva y adentrarme, tal vez, en una vida nueva. Agradecida de todo lo que me rodea, pero con ganas de más. Siempre con ganas de más.

En el barrio de mi casa, todo solía ser más alejado de lo que era centro, donde se encontraban los soldados y las represiones. Las balas en el suelo, los gritos de la gente y las protestas. Entre los vecinos de cada casa a color, nos conocíamos e intentábamos cuidarnos entre todos, incluso hacer mandados que otros no pueden. Darnos una mano, cada vez que podíamos. Las calles con adoquines cada vez estaban más rotas, también la esperanza y felicidad de la gente, y eso sí que era una tristeza y bajeza. La humanidad no merecía pasar por lo que estaba pasando, algo tan desconocido a la vez, porque claro, no siempre nos informaban correctamente de qué era lo que pasaba. Siempre se vivía en esa incertidumbre, y entre tanta neblina, trataba de ponerle la mejor cara a la vida, y contagiar esa energía. Son propósitos que uno, tal vez, con el fin de cambiar para bien algo, comienza a darse en la vida. Porque si algo sé, que las energías chocan, se contagian entre sí, pelean, a veces no están de acuerdo, pero una vez que puedes contagiarla, haces un buen cambio. Y a esa persona, le estas compartiendo algo muy importante de ti. Eso es la energía, un gran parte de ti.
Mientras almorzábamos en familia, comenzó a sonar el teléfono de la casa, por bastante tiempo, y aunque mamá siempre dice que las cosas de trabajo no las lleva a la mesa, decidió contestar. No era una llamada del todo cordial, porque la reacción de mamá era más de indignación y preocupación que otra cosa, por lo que me entró la duda de que podía ser el tema que la tenía tan así. Se preguntaba cosas como “¿es posible?” “¡¿No hay forma de cambiarlo?!” y papá le preguntó de qué se trataba, pero ella solo respondió con las manos en forma de que no era nada, y se fue hacía su estudio, que se encontraba en el segundo piso de la casa. Con miradas cómplices papá la siguió, y luego solo escuché la puerta cerrarse y una leve discusión entre ambos, pero claramente me dejaba con mucha duda saber el tema que envolvía a esa llamada.

✿✿✿

La noche comenzó a llegar, para ser precisos golpeaba a un caluroso jueves. Mamá ya se iba al bar, siendo ya un cabaret de noche. Ahí es cuando se transformaba, cuando cambiaba su pelaje, por uno más fuerte. Cuando dejaba de ser alguien con señales de cariño y debilidad, se transformaba en Dalié, la mujer creadora de todo ese éxito. De todo ese cabaret rojo, lleno de teatro y tragos, terciopelo y mojitos, whisky, de gente y fiestas, y de bellas mujeres bailando. A todas y cada una, estaba dispuesta a cuidar. Siempre se iba segura, confiada, pero esta vez, se veía diferente.

—Hoy quiero que te quedes Alme, no hace falta ni que vayas a vigilar, ni nada ¿sí? —dijo cuando asomó su hermoso rostro en la puerta de mi habitación.
—¿Segura? Sabes que no tengo drama en acercarme a cuidarte y ayudarte. —
—Sí Alme, quiero que te quedes. —determinante.
—Pero madre, hoy le prometí a Bene y Camille que iría, sabes cómo se ponen cuando no voy, se preocupan de más. —
—No Alme. —
—Me sé cuidar sola y lo sabes más que a perfección. —voltee un poco al costado mi cabeza y la mire como cuando era niña, como cuando quería algo con todas mis ganas, para convencerla con mis ojos.
—¡No Almendra! ¡Joder no quiero que vayas hoy! ¡¿No entiendes?! —jamás era de gritarme, y hoy no entendía la razón de por qué lo hizo. Sólo me limité a mirarla, para asentir con la cabeza y concentrarme en otra cosa, ella se fue rápido de casa y mi mente se llenó de más dudas.

Cuando ella se fue, hoy papá no la acompañó, así que decidí escaparme hacía el lugar. Tenía 20 años, ya era bastante raro para mi escaparme de mi casa como una adolescente, pero me preparé, y fui hasta el bar. Escondida, con un gran gamulán rosa oscuro, busqué entre la gente que concurría al lugar, que no estaba tan a la vista pero que era el que mas resaltaba de todos, a mis dos amigas. Sabía que estaba por ir, ya que era media noche y recién comenzaba todo por estas calles. Y ahí estaban las dos, esperando para entrar por otra puerta, que era para el personal y la gente de más confianza. Lindas, brillantes, únicas como siempre, los ojos de las dos, capaces de iluminar toda la calle, esos que me miraban y se agrandaban de alegría.
Benedetta era parte de mi vida gracias a este bar. Era mi hermana, y lo iba a ser siempre. Prometimos cuidarnos de cualquier situación, y arreglar cualquier problema, juntas. Era mi amiga tanto en la noche, como de día, a todas horas. Amaba su compañía, y su personalidad tan fuerte, era como si fuese una armadura, pero con alas. Su fuerza y libertad eran características de ella. Amaba verla saltar, y que su cabellera rubia revolotee por el aire, sus brazos al compas de la música, y sus pies queriendo llegar al cielo.
Camille era la más chica del grupo que formamos. Ella tenía su vida aparte, pero aún así hacia tiempo para vernos. Tenía sus amigas de la secundaria, la cual culminaba este año. Tenía sus miedos, preocupaciones, y miles de cosas más. Para mí era una bebé aún, y a veces me ponía fatal verla en este lugar, pero sabía que iba a protegerla pase lo que pase.

—¡Querida! —gritó Bene y me abrazó con entusiasmo. Ambas con nuestros gamulanes. —Que no te veíamos, nos tenías preocupadas. —
—Me vine un poquito tarde, mamá salió antes saben como es. —
—Si dios es jodida cuando quiere. — dijo a las risas Camille.
—A ver bonitas, que se nos pasa la vida paradas aquí, vamos adentro. —animó Bene. —Eso sí, ¿se enteraron? —con Camille negamos, y no entendíamos bien de qué hablaba nuestra amiga, por lo que con las miradas decidimos darle el paso a que nos cuente. —Vale vale, ¿cómo no lo van a saber? Ya que este es el cabaret más codiciado de toda París, los soldados alemanes que se instalaron en nuestra bella ciudad, como bien pijos y verdes que son, vienen a concurrirlo. Y pues, hay que echarse ojo y tener cuidado... —
—¿Hablas en serio? —
—Sí bebé, que son unos bombones joder que no te lo niego ni cuando veo al hombre más precioso, pero ya sabes, estamos en guerra. Es todo tan difícil. —
—Debe de ser eso que la tenía tan preocupada a mamá…—
—¿No te lo contó? —preguntó Bene.
—No, y por eso no quería que este aquí hoy. —
—Oh… ¿te vuelves a tu casa? —preguntó Camille.
—No, claro que no, no las dejare solas en esta. —agarré sus manos y nos metí adentro.

Las luces, la música clásica, el calor de tanta gente dentro. Las noches eran diferentes siempre, era como adentrarse a un mundo distinto cada día. Tu vida, cambiaba. En horas, entre tragos y risas, labios rojos, terciopelo y ropa sostificada pero seductora, todo cambiaba. Era, definitivamente, un camino nuevo, una aventura casi.
Cada una a lo suyo, a reírse, a seducir con la mirada, pues no era cuestión de acostarse y ya, incluso el cabaret no era famoso por eso, pues se lo consideraba vulgar. Se trataba de intercambio de interés y relaciones, de charlas, bailes y tragos. Una noche de disfrute, pero hasta ahí llegaba ese contacto. Por eso los nombres cambiaban también. No usabas tu nombre verdadero, sino el que querías, o sentías más cómodo.
Mamá estaba rodeada de gente poderosa, en su lugar vip. No, no me veía, sabía escabullirme entre la gente bien, y alejarme de esos sillones bordo. De los lejos vi a Bene con un soldado, conversando, intentando entenderse claramente. Demostraban poder, intimidaban, eran diferentes a la gente del lugar, que claro, no podía decir nada porque se podría generar un conflicto oscuro y peligroso. Estaban de civil algunos, y su ceño fruncido los caracterizaba. Se manejaban con soberbia y tal vez fríos. No era época para divertirse quizás, no en su puesto, pero cuando uno tiene poder, todo es más accesible, y ellos lo tenían, en un abrir y cerrar de ojos. Porque la guerra era eso, intimidación, apropiación, imposición. Todo… oscuro.

Entre tanta negatividad, entre tanta gente, entre el humo y vapor, a lo lejos lo vi a él. No, no era igual que los demás. Se podría decir que único. Cuando realmente amo a alguien, lo veo único de todo lo demás, me parecía raro sentirme así con un completo desconocido, pero era él y su rostro de cansancio. Su media sonrisa hacia el costado, tratando de quizás, entender qué hacía realmente en un lugar como este. Su aparecía era seria, madura, distante al resto. Se encontraba lejos de donde estábamos todos los de aquel cabaret. Y en una desesperación por querer conocerlo y acercarme, me miró. Sus ojos chocaron con los míos. Será cuestión del tiempo, del lugar, pero cuando me miró sentí que nada nos separaba, y esta intrigada por este sentimiento nuevo. Completamente nuevo.
ceonella.
ceonella.


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Mensaje por ceonella. Lun 20 Abr 2020, 10:46 pm

capítulo 002.
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The view of Raymundo.
Choqué miradas con alguien que me sacudió las ideas. Era una joven hermosa y distinta a lo demás, distinta a todo lo que la rodeaba. La música sonaba fuerte y los gritos en francés y las risas de las personas locales del lugar me distraían, pero aún así no quitaba la mirada de ella, y ella de mi tampoco. Comencé a acercarme y tratar de seguirla, pero parecía que ella se escabullía, se alejaba más. Era deslumbrante su mirada, su apariencia, jamás nadie me había llamado la atención así, y en un lugar como este, en otro país, en guerra, no esperaba encontrarme en una situación así, menos en un cabaret, pero ella buscaba encontrarme, a mi me volvía loco la idea que me sonriera a medias, y que se mueva entre la gente y la música, pero que sus ojos seguían posados en mi figura, y yo como torpe buscándola entre la multitud.

¿Qué estaba haciendo?

Mi mejor amigo y compañero en el frente, Adler Holmberg, me había convencido de venir al lugar donde todos los demás soldados venían a “distraerse”, y mira que a mi me parecía una idea totalmente descabellada e innecesaria, pero él me insistió de salir de los lugares donde nos quedábamos luego de la victoria y de la derrota por parte de la ciudad parisina. No, no eran épocas que me ponían del todo bien, pero me había tocado. Esta era mi vida. Un aburrido e infeliz soldado alemán. Con sus padres orgullosos, su vida hecha y una esposa que lo espera con ansías. ¿Qué si soy un malagradecido? No, no me consideraba así, de echo valoraba todo lo que me rodeaba, pero claramente, nada me completaba en años. Estaba vacío, completamente vacío. Y tal vez se notaba en mi mirada.

Mi vida no había tomado ninguna sorpresa ni nada que me llamara la atención. Que mira formo parte de las fuerzas del Eje, y aunque mis ideologías no las acompañaban, tenía que callarme la boca y enorgullecer a mis padres, y eso sí que era una sorpresa bastante grande, pero, aun así, no me llamaba en lo absoluto. Levantarme, la ropa verde, las esvásticas rojas, la arrogancia de mis compañeros, las serpientes, los abdominales, los trabajos sobre barro, y lo peor claro, la sangre, las balas y las muertes. Por suerte mi tropa era una de las más nuevas. Sí, vaya que suerte. Con Adler recién acabábamos de llegar a París, y no tuvimos que pasar por la invasión y la caída de esta misma. Realmente era suerte. Alguna bendición tal vez, o los miles de rezos de mi esposa. Frederika. Podría decirse que era la mujer de mi vida, ella me amaba con todas sus pequeñas fuerzas y se supone que eso era suficiente, pero no lo sabía. No sabía mis sentimientos exactos con ella, sólo sabia que la apreciaba mucho y que es fiel compañera, y amante de la música después de comer y la perfección. Ella era sinónimo de perfección, y, aun así, aunque parezca imposible, aunque parezca un idiota, no me completaba. 

Sabes, a veces tienes todo y aún así no tienes nada. A veces tienes hasta el futuro trazado, y aún así careces de tranquilidad y seguridad. Tenerlo todo, no te asegura nada. Tienes que sentirlo todo, ahí sí que eres rico. Cuando sientes, las cosas presentes y materiales, no tienen comparación. Así de fuertes son los sentimientos, incontrolables, sorprendentes, y cuando lo sientes todo, vaya que linda suerte.

Buscaba un salto de alegría en mi vida, y que momento difícil para encontrarlo.

The view of Almendra.
Escondiéndome del joven que me había sacudido las emociones, en un intento de divertirlo y seducirlo a los lejos, me cruce con Bene a las risas con otro joven alemán. Ella se veía entretenida, y se ve que el muchacho sabía francés, por lo que la entendía a la perfección. No era el mismo con el que estaba hace rato, era otro, mas alegre, más soberbio y con una presencia fanfarrona.

Clarita amiga, ¿cómo vas? —le dije por su nombre de trabajo, Clara. Dentro del cabaret teníamos la obligación de usar otros nombres, debido a un tema de poder gozar de más seguridad, y no correr ningún tipo de peligro. El mío era Mía.
—¡Mía! ¡Joder! ¡Que bueno que te encuentro! —dijo a las risas y con un trago en la mano. —Mira, te presento a Adler, soldado alemán. —dijo a lo último a gritos y risas junto al tal Adler que la acompañaba con puro júbilo. La miré y me límite a sonreírle también. —Oye, que creo que me gusta. —me dijo cuando me tomó por el vestido y me acercó, así podía susurrar y que el joven no la escuchara.
—Que recién lo conoces. —
—¿Y eso? ¡Anda no seas aburrida! —
—¿Qué te parece si te digo que es un soldado alemán? —
—Mmm, interesante. —y soltó carcajadas para luego llenarme de besos. —¿Y tú? ¿Cómo vas escapando de mamá y con el trabajo? —
—Algo me espera. —le guiñé y me reí.
—Anda que lista. —

Decidí asegurarme de que mamá estaba en su lugar con su gente, y salí afuera a fumar, a estar lejos de tanta gente y la música. Las calles se vaciaban más rápido, a la gente le convenía estar dentro de los lugares, antes que fuera en las calles de noche, pues estaban llenas de soldados, y quién sabe qué es lo que podría pasar.
Las noches eran eso para nosotras, para escapar de la realidad, teníamos esta segunda vida, que no era la mejor, pero nos teníamos a nosotras también en todo esto, y eso me hacía sentir menos sola. Nací, y crecí en la soledad, y en un momento que pensé que moriría sola, y sin amor, apareció Susane, junto a Chandler. Para luego aparecer Benedetta y Camille. Estaba feliz y agradecida a la vida gracias a ellos, pero ese miedo a soledad, a sufrimiento y dolor, no, no se iba jamás. Cuando uno sufre tanto a lo largo de su vida, y tiene tantos días de lluvia, ya casi no espera el sol. Pero cuando el sol aparece, después de tanto tiempo, es tan rápida la ilusión, que eso hace que desaparezca tan rápido, en un abrir y cerrar de ojos. ¿Vale la pena un pequeño rayo de sol en la cara? A veces sentía que sí, pero nunca era suficiente.

Prendí el cigarrillo y me pegué al costado de la entrada, la gente aún seguía llegando, los fieles clientes de siempre y los nuevos. Buscaban quizás también, alejarse de todo.

—¿Fuego? —me preguntó alguien que se pegó también a la pared y posó el cigarrillo suavemente en su boca. Quedándose al lado, cerca. Era él. Sus ojos celestes se sentían tan fuerte. Eran intimidantes, todo en él gritaba intimidante. No sé si era la fachada de soldado, pero hacía temblar mis piernas, y me dejaba sin aire. Se sentía como en las películas, y no podía creer que yo me sintiera como en las películas.
—Sí, tome. —le pasé el mechero nerviosamente, a lo que él soltó una pequeña y suave risa.
—Puedes tutearme ¿sabes? Para mirarme si que eres experta ¿no? —ambos reímos, pero yo más de vergüenza que de otra cosa.
—¿Sabes hablar francés? —
—Sí, mira aquí los que saben hablar bien francés son los más experimentados, para ser espías. Nos mandan a estos lugares porque quizás, aquí es donde más uno se entera de las cosas, entre las copas y los cigarros. —
—¿Y tú crees que yo voy a decirte algo relacionado a la guerra? ¿Crees que alguien como yo sabe algo? —
—¿Y a ti que te parece? Dime tú, te conoces más a la perfección que yo podría decir. —largó el cigarrillo casi terminado al suelo y me miró. —No pareces de aquí. —
—¿Y de dónde crees que soy? —respondí en tono arrogante, simulando ser él y su confianza salida de una película.
—Primero puedo empezar sabiendo tu nombre ¿no crees? —
—Mía. —
—¿Y bien? —
—¿Esperas que te diga algo más? Claro que no. Así no son los negocios aquí, muchacho. —
—Vale, entonces tendré que conformarme con poco de ti, y siento que es una perdida muy grande privarme de conocerte. —
—Podría sorprenderte. —sonreí y tiré la colilla del cigarro al suelo, que estaba toda roja debido a mis labios.

Luego lo mire y revolee los ojos, para meterme dentro del cabaret, y perderme entre la gente, esperando a que él me siguiera, y así lo hizo. Se apegó a mí, como si no quisiera soltarme, y la música acompañaba sus manos, que buscaban las mías por detrás. Su boca me hablaba despacio al oído, helando mi espalda, y llamándome a buscarlo más aún. Pero luego de que nuestras manos se sostuvieran por un corto tiempo, lo solté, dejé mis labios marcados en su mejilla, y me fui, en busca de mis amigas, para poder avisarles, e irme a casa. Extasiada de adrenalina, pero por fuera quería demostrarle esa seguridad, con la que se presentó. Y el me miró, con los ojos caídos y tristes, como un cachorro, quizás esperando a que lo nuestro fuera más que un simple encuentro y un simple baile entre la gente, más que miradas. Frente a mí, había perdido esa confianza y arrogancia, y yo hacia todo lo que podía para no perderme entre sus brazos.
Y me alejé, busqué a Camille, que estaba con un grupo tranquilo de gente, parecida a ella. Le avisé que me iba con el primer taxi que esperaba en la entrada, debido a que mamá no sabía que no estaba en mi cama, y debía llegar antes que ella. Le pedí que le avisara a Bene, que se encontraba más que entretenida.

Parecía que todo era cámara lenta, y que la música clásica me acompañaba a donde iba. Tal vez es lo que uno siente cuando se enamora, por primera vista. Y parecía una locura, pero sentía que todo era suave para mí, incluso mis ojos al cerrarse, lo hacían suavemente. Incluso la última mirada que le regalé. Y ahí se encontraba sentado en los pequeños asientos redondos de terciopelo bordo de la barra, con un trago en la mano. Las copas chocaban lentamente, la gente se reía en cámara lenta, los hombres festejaban, los grupos bailaban, todo con tanta suavidad y delicadeza. Y es que así, tímidamente, era el amor. Y cuando por fin te dabas cuenta, dejaba de ser tímido, y se adentra en ti, con tanta pasión y locura.
ceonella.
ceonella.


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lovefool Empty CAPÍTULO 003 ✿

Mensaje por ceonella. Dom 03 Mayo 2020, 11:39 pm

capítulo 003.
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The view of Benedetta.


La Guerra afectaba todo a su paso. Era una gran bola de nieve que derribaba todo lo que se ponía en su camino, y también, todo a sus costados. Nuestra familia no era la excepción. Si bien no sufríamos la fría y horrible parte de la que nadie nos hablaba, ni diarios ni noticias, sufrimos la ida de un hijo a combatir por el país. Francia era prácticamente el país donde de patriotismo se hablaba, y de defender la “patria” y combatir con cualquier enemigo. Esas ideas se instauraban en nosotros desde pequeños, y mi hermano, Alexandre, tampoco era una excepción.

Mis sueños abordaban todo el teatro y toda su maravilla. Mi sueño iba de la mano del cine y me había instalado en la gran París, para poder cumplirlos. Todo era tan grandioso a principio de año, y contaba con el apoyo económico de mis padres, pero la guerra, también se llevo mis sueños en el camino. O intento quizás. Alexandre se había alistado a las fuerzas Aliadas. ¿Obligado? ¿Con honores? No lo sabía. Lo único que sabía es que quería a mi hermano en casa, en nuestro pueblo, con nuestros padres, a salvo, y no en esta pesadilla.

Mis sueños no estaban echados a perder, pero quien sabe, los de Alexandre sí, y no había nada que me haga peor que eso. Papá tuvo que cortar mis ingresos, por lo que tuve que rebuscármelas sola, y agradecida, aprendí de eso. Fue ahí donde conocí a Almendra y al bar, a Susane, y a todo este mundo nuevo. No, no me enorgullecía, y dudo que con mis padres fuese diferente, pero había conocido a la mejor compañera que podía haber tenido, y a Camille con ella. Mis padres no sabían de esto, y no lo iban a saber nunca, les mentí acerca de x trabajo en alguna cafetería. Aún así los preocupaba que yo este lejos al igual que Alexandre, en la gran capital del país, que se encontraba invadido por fuerzas del Eje. Donde la noche siempre era oscura y contagiaba de ese grisoso color, al día y al atardecer. Uno buscaba la manera más fácil de salir de todo esto, pero, ¿qué es fácil? En estos tiempos, así, nada era fácil. A veces cartas de Alexandre llegaban tarde, otras incluso no. Su vida estaba llena de incertidumbres para nosotros en adelante, y quizás, la mía también.

Sí, se sentía ese cierto peligro, sentías que tu vida estaba en manos del cliente con el que sonreías y fingías diversión y sensualidad. A la hora de entrar al bar, sentías, todo, miedo, desesperación, dolor, vergüenza, demás. Pero todos esos sentimientos nos convertían en las mujeres fuertes, que siempre demostramos ser.
Había conocido a un soldado alemán muy simpático, y por supuesto, apuesto. Me llamaba la atención, claro, y sentía que yo a él también. Me había dicho su nombre entre risas y alcohol, mi labial rojo carmesí, corrido, y chistes que hacía él, que por cierto, eran pésimos. Su nombre era Adler Holmberg, y parecía tan cálido que no tenía esa pinta fuerte y fría que demostraban los soldados alemanes al caminar por las veredas de París como si fuesen suyas. No escupía esos aires de grandeza, parecía que estaba en el momento y en el tiempo equivocado. Era soñado, no pertenecía a sus alrededores. Quería salvarlo, rescatarlo de cualquier dolor, y que el sintiera lo mismo hacía mí.

—Así que, nueva noche, interesante ¿no? —me dijo Almendra, mientras colocaba el mantel en la mesa de mi departamento. Estábamos juntas casi todo el tiempo, y hoy almorzaba conmigo para luego pasar la tarde y noche.
—Sabes, me dijo hasta su nombre y todo. —entre risas.
—¿Y tú le dijiste el tuyo? —
—Claramente no, ¡le dije el falso! Pero me hubiese gustado decirle todo acerca de mí. —
—¡Pero estas enamoradísima! —
—¿Tú que opinas? ¿Es peligroso? —
—Oh amiga, el amor siempre es peligroso. —
—Y tú, ¿qué fue de tu noche? Te vi como mirabas a otro de estos soldaduchos. Aunque sientas que no, ¡siempre estoy atenta! —
—Sí… bueno conocí a uno. —
—¿Y cómo era? —
—Bien. —
—¡¿Bien?! ¡¿Sólo eso?! Otro cliente aburrido en tu aburrida vida. —
—No, sabes, sentí algo especial. —y ella soltó su risa con timidez.
—¡Lo sabía! ¡Dímelo todo acerca de él! —
—Me gustaría saber todo de él. Era tan misterioso, tan todo. Pero bueno, no se puede. —
—¿Quién te dijo que no se puede? — ella solo se limitó a mirarme con sus ojos grandes de asombro constante. Y si… seguía mis propios consejos, si escuchaba mi propia voz. Tal vez la vida buscaba darnos algo nuevo. ¿Valía arriesgarse? Por el amor, sí, siempre valía.
 
The view of Raymundo.


Nuestro día se basaba en preparaciones físicas, en charlas extensas de qué hacer y qué no. Muestras de vídeos acerca de lo que “sucedía” y sobre quién era el malo y quién era el bueno, aunque claro, no me creía nada de esa basura. Adler y yo estábamos juntas en esta, y le prometí que hacía sería hasta el final. Nuestros compañeros alardeaban acerca de sus noches de distracción en el bar, y hablaban barbaridades acerca de las mujeres con las que estaban, pero yo no podía parar de pensar de otra forma. Mía. La mujer de mis sueños, y vaya que sueños, porque no la conocía en absoluto. No conocía nada acerca de ella, de sus anhelos, de sus ideas, de sus pensamientos, y aún así, quería conocer todo de ella. Sólo pensaba en sus ojos, enormes, que no dejaban de mirarme, y quería que me miraran para toda la vida. En sus labios, en su figura y su presencia, su aroma, era casi un ángel y por alguna razón, cerca de ella, todo se sentía bien. Me olvidaba de todo, y la había visto una sola vez, mira como me tenía de tonto el amor.

Me olvidaba de todo, incluso de que sí, estaba casado. Felizmente, con una gran amiga y novia de toda la adolescencia, Frederika Meyer. La conocía de toda la vida, y teniendo todo perfecto y tan en orden con ella, no, no sentía esas incontrolables ganas de conocer más y más como con Mía. Parecía casi imposible, pero sentía más a Mía, que la había visto sólo una vez, y con Frederika, no sentía nada. Ella me amaba, y yo, hombre que la adoraba con el alma, pero no funcionaba. Mis padres amaban todo de Frederika, para ellos era la mujer perfecta de la que tenía que “cuidar” toda la vida, y ella “atenderme”. Por su parte no escuchaba ninguna queja hacía esa idea tan antigua, ella buscaba que la perfección rodeara mi vida, y atendía todas mis necesidades. Le pedí miles de veces que no lo hiciera, que no era una obligación, pero ella estaba para “amarme y mimarme” o así me lo explicaba.

Flashback.
Su corta cabellera rubia estaba peinada de una manera sofisticada, el velo se lo había quitado, y mientras toda la gente festejaba nuestro casamiento, nosotros nos alejábamos de todo y de todos, para mirarnos, sinceramente, en algún momento del día. De este, gran día.

—Estas muy hermosa, no había tenido la oportunidad de decírtelo. —
—No hace falta que lo hagas, entendí todo Ray. —
—Sabes… que loco pensar que ahora mismo, estamos casados. ¿No es raro?
—A mí me parece grandioso…—
—Sí, cierto… es verdad. —
—Raymundo, ¿me amas? —
—¿Qué dices? Por supuesto que lo hago. —ella asintió tímidamente y metió sus manos entre las telas de su hermoso vestido, para jugar con ellas. —Oye Frede, siempre fuiste mi compañera en todo sentido ¿lo sabes no? Bueno, quiero que entiendas que quizás a veces…—
—No Raymundo. No tienes que decir nada. Vas a amarme, fuertemente, de la misma manera que lo hago yo. Eso te lo prometo. Basta de compañera, de cosas de niños, y adolescencia rebelde. Estamos grandes, somos adultos, vas a amarme Ray, y voy a cuidarte. —me interrumpió con la voz casi a punto de quebrar.
—Voy a ir en la próxima camada de soldados a Francia. —y ella alejó su mirada del verde prado que estaba frente a nuestros ojos. Se agrandaron y los posó en los míos. Con sorpresa, enojo, tristeza, angustia, no sé, pero si las miradas tuvieran algo más que esa fuerza que las caracteriza y las hace más potente que cualquier palabra, me hubiese comido de un bocado.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —me acomodé en el césped, donde tal vez nuestros trajes estaban arruinándose y tomé sus manos y la miré.
—Todos los días, pienso en la mujer que me tocó, pienso y me doy cuenta de que es la mejor de todas. —ella sonrió, y dejó caer sus lágrimas. —Pero esto, viene por parte de mi padre, y aunque quisiese, no puedo negarme… ¿entiendes no? —asintió—Mira, amor, soy frío, soy distante, soy todo lo que odias, pero jamás seré nada en tu vida, siempre me tendrás, quiero que seas consciente de eso ¿esta bien? —
—¿Estas dejándome en nuestro casamiento? —dijo entre risas mientras las lágrimas caían en los hombros de su hermoso vestido.
—No, no. Quiero que entiendas que puede existir la posibilidad de que no vuelva, y no quiero que tu vida dependa de la mía. Somos almas diferentes, pero podemos conectarlas, incluso a la distancia. ¿Vale? —ella respondió con un suave “sí” y me abrazó. Fue en ese momento que sentí, que, aunque ella dispuso todas sus energías para amarme, hasta toda su fuerza, dejándola sin, yo no podía hacer lo mismo por ella. No porque no la amase como la amiga que siempre fue, sino que no la amaba para dejar todo por ella, como cuando amas descontroladamente a alguien en los libros de amor y películas de cine. Y era un completo cobarde, por alejarme, y dejarla sin mi presencia, no brindarle mi amor, era un maldito cobarde, el peor de todos. 

No estaba listo para lastimarla, e inconscientemente ya lo había hecho bastante, su vida tensaba con la mía, y aunque quería lo mejor para los dos, no fui capaz de decirle que no en ningún momento. Quizás porque sentí que era el camino más cómodo, porque quizás no quería arriesgarme a enamorarme jamás, ni sentir todo eso que siente ella, valientemente. Sí, mandaban a un cobarde al frente a defender a su país a un país desconocido. Y jamás me perdonaría por resecar todos los sentimientos de Frederika, dejarla en nuestra nueva casa, sola. Sus lágrimas eran sus nuevas amigas, y los papeles en la gran cama matrimonial también. Su fiel compañero era el café, extrañarme una nueva rutina. Y la extrañaba, pero no con esa fuerza como la de ella. Sí, se había vuelto más fuerte que yo. Era todo más que yo, y merecía más, algo más que alguien como yo.


Si yo estaba atrapado en una vida que no quería, no me imagino ella. La admiraba con todas mis ganas, por soportar tanto dolor, porque a pesar de mi silencio, ella entendía todo, sabía todo. Sabía que las cosas no andaban bien, sabía que estar en Francia, era la misma lejanía que tenerme en casa, durmiendo a su lado. Ella, era valiente para amar, y el amor, es sólo para valientes. Era casi una inspiración. Frederika me había enseñado tantas cosas, que las guardo y las recuerdo con tanta adoración.
Y escribí la respuesta a una de las últimas cartas que me había mandado, para hacerle saber que me había llegado y para que esté más tranquila. Con amor, Raymundo, que te ama.


Perdón Frederika… en la vida hay cobardes y valientes. El amor les quita las mascaras a cada uno de ellos. Y yo, tal vez, no era ninguno de los dos. No era nada. Mis ojos vivían esperando que las respuestas cayeran del cielo, atentos a mirar las nubes, que iluminen mis pensamientos y así poder obtener todo más fácil, manejados por la comodidad, pero no era capaz de atreverme a buscar mis respuestas, a manejar el mapa de mi vida. Abrumado, angustiado. Sentía que no tenía solución, y por alguna razón, el único sentimiento que se acercaba determinante y con fuerza, era el que sentía por una joven prostituta que había visto una sola vez en mi vida. Era casi imposible de creer. Pero así son los sentimientos fuertes, siempre ganan. Será motivo por el cual casi siempre decidimos seguirlos.
 
Los días en la armada y las tropas alemanas en las calles parisinas, no eran más que siempre lo mismo, y yo esperaba ese “descanso” que nos daban para dejarnos ir a los bares. ¿Merecido? No lo sabía, pero ansiaba ese momento, y de poder verla, otra vez.
ceonella.
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Mensaje por ceonella. Jue 09 Jul 2020, 11:27 pm

capítulo 004.
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The view of Camille.

Las nubes hoy se adueñaban del día, el frío me abrazaba y yo sólo quería quedarme en casa, cubierta de mis bellas sabanas, y obviamente no escuchando los gritos de mi madre y las quejas de mi padre. En esta casa, eso abundaba por todas las paredes, que eran fieles testigos de todo. Mi vida, estaba resuelta, y no me molestaba ni quería cambiar el rumbo de esta misma, tal vez sólo me sentía vacía, y joder, que feo que se sentía. Para mamá y papá, era y seré siempre perfecta. No podía existir el error en mí, no nos relacionábamos, no teníamos nada en común, yo lejos de él. Y ahí se equivocaban tanto ellos. El error se transforma en nuestro mejor amigo, cuando nos equivocamos y gracias a él, aprendemos. Yo estaba más que agradecida por vivir equivocándome, sentía que crecía, pero el error a veces venía con un compañero a visitarme, y no quería saber nada de él. La tristeza, me envolvía siempre, el sufrimiento que tenía esta, me invadía, y lo quería lejos, pero costaba, y mucho. Y aunque también, es importante en el crecimiento propio, era mi terquedad la que me impedía entenderlo, no quería hacerlo, ni quería hacerme amiga de mi sufrimiento. Simplemente no quería sentirlo, pero para poder sentir las demás bellas sensaciones, tenía que sentir que el frío de la tristeza me atravesaba el alma. Hoy, era uno de esos días.

Camino a la escuela, con el viento fresco golpeando mi rostro, me encontraba con mis dos amigas de toda la vida, con las cuales seguí el rumbo hacia el instituto. No era cosa de otro día cruzarse filas de soldados marchando en las calles, de hecho, estaba repleto de ellos, y sí, asustaba. Nosotras, habíamos vivido cosas similares en el bar, cuando realizaban requisas, llenas de incertidumbre, por suerte, tenía a Bene y Alme, para cuidarme, y ellas sí, eran mis hermanas.
Luego de la jornada de clases, donde mis amigas no paraban de chusmear acerca de chicos y millones de cosas más, yo sólo pensaba en cómo escaparme a la noche. Era increíble que papá y mamá no se dieran cuenta, o que me dejaran ir “noches a dormir” a lo de alguna de mis amigas, con tanto soldado afuera, pero fallarle a Alme y Bene, no. Mi vida, se encontraba en ese bar. Allí vivía esos momentos donde no importa lo que vendrá ni lo que te trajo hasta ahí, simplemente importa lo que estas sintiendo, el presente. Y no por la música, el alcohol, el rojo velvet y los jóvenes, sino porque, sentía que estaba viviendo. Aprendiendo, creciendo, experimentando. Y era lo más importante de todo, que de verdad, sentía. A veces me gustaría que sintiéramos toda la vida, y que dejáramos de pensar tanto. Si ser precavidos o conscientes, pero sintiendo más que antes.
 
The view of Eliot.


Me preparaba para ir a ver a Almendra al café que tenían sus padres. Ella ayudaba en la caja mientras ellos se ausentaban, quién sabe por qué. Sabía su historia, sabia del bar a la noche, en el mismo lugar del café, sabía de su soledad y su dolor, sabía todo, y había prometido cuidarla de cualquier tipo de sufrimiento. Nos hicimos amigos de pequeños, y mi familia la adoraba, era todo perfecto. Mi amor por ella rebosaba. Para mí, era un ángel, perfecta, en todo sentido. No podía explicar que me generaba, pero que agradecido que estaba de tenerla a mi lado. Hacía que sintiera los mejores sentimientos que el ser humano podría sentir, pero claro, ella no lo sabía. Y como me gustaría que lo sepa, que sepa que por ella mi vida se pierde en la noche y descansa en el día, al sol, junto a sus ojos.

—¡¿Cómo esta la flor mas bella de todo el día?! —grité con cariño al entrar y verla con un pequeño delantal sirviendo café para los clientes. Estaba seguro que ese café, servido por sus suaves manos, era el más rico de todos.
—¡No sabía que venías hoy! —me sonrió tan cálidamente que mi pie se sintió cómoda por completo.
—Sabes… hoy me gustaría que pasemos la noche, te acompaño al bar si quieres, y me demuestras tu talento. —dije entre risas.
—Mm no lo sé, no quiero que me veas… así. —
—¿Así cómo? —
—Tú sabes a que me refiero… me da vergüenza. —soltó con una mueca formada por sus bellos labios.
—Anda, que quiero cuidarte, no debes tener vergüenza conmigo eh. —
—Vale, vendrás hoy, pasa por casa a las 23:00, y ten cuidado. —me respondió mientras juntaba los restos de diferentes mesas y yo la seguía hasta la barra.
—¡Esa es mi mon chéri! —

La acompañé toda la tarde luego de su turno. La ayude a limpiar las ultimas cosas y recibir a la que seguía en el turno, la señora Dona, también amiga de la familia de Alme. Fuimos a pasear por la plaza, y a disfrutar de bellos campos alejados del centro y de todo el ruido, de todo el dolor de la guerra y el color gris. A veces me sorprendía como aún no nos pasaba nada, en plena capital, pero tampoco quería atraer malas energías. Sí, me tenía preocupado. Papá estaba metido en la política y su puesto y sus ideologías lo ponían en peligro, pero la compañía de Almendra me hacía olvidar de cualquier tipo de mal. Su sonrisa y sus suaves ojos, se convertían en el mayor placer visual del mundo. A veces sentía que no necesitaba nada más que su presencia, pero tampoco podía depender emocionalmente de alguien. Jamás me había pasado, sabía de lo valioso que era, pero Almendra lo cambio todo. Llegó a la vida para cambiarlo todo. Era como si tratase de una estrella fugaz, tan importante, tan veloz y tan impredecible y mágica. Ella sí, para ella quería todo y hacía todo, y que mal, pero que imposible no hacerlo, no sentirlo.
Cuando ya sientes, es cuando ya es eterno y puro. Puedes pensarlo, analizarlo, vivirlo incluso, pero no hay nada más fuerte, que sentirlo.
 
Nos encontrábamos acostados en el césped, sintiendo esa frescura y disfrutando de los rayos de sol, que de a poco se iban escondiendo.
—¿A veces no sientes que tienes miedo de que algo malo ocurra? —me preguntó con inocencia y delicadeza mirándome a los ojos, atenta a mi respuesta.
—¿Malo? ¿Cómo qué? A ver, que estamos en guerra, pero no sé… creo que no he sentido miedo aún. —dije, tratando de quizás, tranquilizarla.
—¿No te da miedo? —
—¡Abajo los alemanes! —bufé y ella se rio.
—No sé, a veces siento que vivo muy preocupada sabes, como si todo tuviese que ser un poquito perfecto, siento que no disfruto ni he vivido nada que me erice la piel, como en las películas. —
—¡Anda tú! Alme… eres como de película, y lo sabes. —reía fuerte ante mi respuesta. —Nos esperan cosas buenas, créeme. Y si no me crees, prometo traerte esas cosas buenas ¿va? —
—Bueno, pero cuando necesites ayuda, me dices. —ambos reímos y procedimos a levantarnos para volver a nuestras casas. Si podía hacerla reír al menos una vez al día, lo haría durante toda la vida.
 
La noche se acercaba y mis padres sabían que saldría por ahí, así que les prometí cuidarme. La gente aún seguía saliendo, muy poco, pero las calles por suerte estaban iluminadas y el centro intentaba olvidarse de toda situación. Caminaba con confianza y sonreía a quien se cruzase para recibir lo mismo. La música de algunos lugares sonaba fuerte, los soldados cruzaban y caminaban por todas las veredas, rectos. Los carteles de la querida Edith Piaf resaltaban, y las banderas y carteles de distintas ideologías políticas, también. Esperaba, como siempre, que hoy no sucediera nada malo.
Llegué a la casa de Alme, y ella salió junto a Susane, tan bella como siempre.
—¿Estas preparado para una gran noche de bar querido Elliot? —dijo Susane, coqueta.
—Por supuesto. —sonreí.
 
The view of Almendra.


Otra noche más, peor esta vez acompañada. Quizás, escoltada. Mamá feliz de que Elliot me cuidara, y yo no tan cómoda, pero siempre agradecida, le amaba. Las chicas ansiosas y bellas, obviamente, en la puerta del bar. La gente, los abrigos de piel, y claro, los soldados alemanes.
Bene tenía tragos en la mano y hablaba sin parar, contagiando esa hermosa y única felicidad que la representaba. Camille tranquila, en nuestro lugar, sonreía coqueta a las miradas. La música y las trompetas resonaban y la gente bailaba al compás. Elliot se sentía en un mundo nuevo, y se lo veía muy emocionado junto a nosotras, bailando y recibiendo halagos de diferentes chicas. Y yo, con la mirada perdida en la gente, esperando que esos ojos y esa cabellera rubia se asomara, en algún momento. Y así fue, era Raymundo, en la puerta del bar junto a su gran amigo, y nuestras miradas otra vez, conectadas. Como si nada las separara.
ceonella.
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