Como todo  padre primerizo, mi hijo debía llevar mi nombre, realmente aquello no me gustaba mucho; sin embargo al final lo que importó fue la decisión de la madre de este, sus palabras fueron estás: Mi primer hijo debe llevar el nombre del amor de mi vida. Así que no tuve otra opción más que estar de acuerdo con aquella idea.
El pequeño Edward no era nada parecido a mí, supuse que en algún momento de su vida lo haría, creí que los ojos azules fueron herencia de su madre, al igual que su cabello rubio y sin mencionar que en él no se asomaba ningún rizo.
Fue con lo que me topé al observarle tan detalladamente, esperando encontrar algún parecido con su padre, revisé cada uno de sus rasgos y por más que lo hacía, no encontraba ningún parecido a mí,  llegando a creer que si cortábamos su cabello, este sería reemplazado por unos cuantos rizos; sin embargo al momento de hacerlo, salió un nuevo cabello, más lizo y rubio que antes.
Al final creo que el parecido conmigo no me importaba al tenerlo en mis brazos. Y, confieso que pasaba mucho más tiempo a mi lado que al lado de la mujer que decía ser su madre.
Al dar a luz, la chica de cabellos dorados comenzó a salir por las noches, dormía por las mañanas. Y, jamás se hacía cargo del Edward, lo cual me llevó a pensar por completo de aquel pequeño, una guardería no me llamaba la atención, pues sabía que en aquel lugar no le enseñarían lo mismo que yo quería enseñarle, sin mencionar que no me apetecía que mi hijo creará más lazos con una persona que no conociera que conmigo.
Por lo cual opte por llevar a Edward conmigo, sabiendo que no sería fácil trabajar y cuidar de un bebé, pero pensar en dejarlo en manos de aquella chica, simplemente me asustaba.
Acostumbrarme a la vida con un bebé a mi cargo no fue tan fácil como lo imaginé o como decían que era, llevar al pequeño a mi trabajo y tener que cuidarle era una tarea dura, debía estar al cuidado de todo su entorno, tanto de las personas que le tomaban en brazos, hasta cuando su tía lo tomaba y trataba de alimentarle por horas.
-Creo que tiene tu nariz- comentó la chica sonriente.
Me encontraba en la oficina de mi hermana, puesto que había tomado al pequeño de nuevo, excusándose en que su trabajo le estresaba. Y, además de que le había finalizado.
-Parece una copia masculina de Taylor- respondí firme, frotándome las manos, mientras contemplaba estas, como si mi vida dependiera de aquello.
-Yo creo que deberías realizarle una prueba de ADN y así saldremos de la duda- soltó la chica firme.
Realmente había pensado aquello desde que Taylor me había dado la noticia de que sería padre; sin embargo temía el saber los resultados, puesto que no quería perder a aquel pequeño de ojos azules.
Tenía claro que podría no ser mi hijo. Y, a pesar de eso le amaba. Le amaba porque fue quién me salvó de toda aquella tristeza, frustración y odio.
-Es mío-confesé firme.-No hace falta una prueba para saber que es mi hijo-añadí.
Ante aquella respuesta la chica sonrió ampliamente, volviendo a poner toda su atención en el pequeño que yacía en sus brazos.
-Yo también le amo- soltó sonriente.- Y, creo que fue mejor que no se pareciese a su horrible padre-bromeo.
-Es bueno saber que me amas Gem-comenté sarcástico.
-Sabes que te adoro- respondió burlona.-Con todo y ese sarcasmo te amo hermanito-añadió.
Aquel pequeño cambió por completo mi mundo en el momento que le escucho llorar, haciéndome creer que todo aquel amor que pude llegar a sentir por Grace estaba siendo recompensado con el amor del pequeño, creí que al tenerle a él podría olvidarme un poco de la chica de cabellos rubios. Y,  funcionaba, pero en algún momento del día me gusta imaginarme a la rubia con el pequeño Edward en brazos, torturándome más de lo que podía hacerlo.
Si tan sólo la madre fuese la pequeña Grace, todo mi mundo estaría completo y tal vez todo sería tan distinto, sería el hombre más feliz al saber que ella era la madre, desafortunadamente aquello no podía ser. Y, solo debía aceptar la cruda realidad, ella no volvería y yo no sería la mitad de feliz de lo que una vez fui, no podría serlo sin ella.