Anja. {one shot}

Cuando conocí a Anja, era la mejor estudiante de mi curso. De todos los cursos, en realidad.

Tenía sólo ocho años, pero ya podías notar lo inteligente que era. Aunque eso no era lo que más me gustaba de ella, sino su amabilidad con cualquiera. Anja solía ser la única persona que me hablaba, ya que todos me evitaban por ser el revoltoso de la clase.

Pero ella nunca me hizo a un lado. Me dedicaba siempre una sonrisa ladeada, y me indicaba que me sentara a su lado — hecho que los profesores agradecían, ya que nadie quería sentarse conmigo —.

Ella era relativamente tranquila; todo lo contrario a mí. Si bien, en este momento no lo parezca, solía ser un desastre. Pero ahora estoy bien.

Es una lástima que cuando yo salí a la superficie, Anja se había hundido.

Aún cuando miro el cielo pienso en sus ojos. Eran muy bonitos, pero la última vez que los vi parecían bastante tristes.

Eso fue hace unos días, en realidad. Creo que jamás olvidaré como sus ojos brillaban con una pena tremenda, pero sin botar lágrimas. Y a pesar de eso, cuando me vio, pude notar un poco de felicidad.

Me alegra pensar que quizás, yo era alguien importante para ella, tal como lo fue ella para mí.

La primera vez que Anja se drogó, fue a los catorce años. A esa edad también empezó a fumar. Me había dicho que sólo quería probar, y yo no me opuse, ya que sabía que la relación con su madre no iba muy bien y que su padrastro parecía un tipo bastante raro.

A los dieciséis ya era adicta.

Cuando éramos pequeños todos querían estar junto a Anja, sentarse a su lado, hablar con ella o simplemente intercambiar miradas, pero a medida que íbamos creciendo, la dejaron de lado sin que ella hiciera nada. Fue mi culpa, porque nadie quería estar conmigo.

Le dije a Anja un montón de veces que podía alejarse y no me importaría — una gran mentira — , pero se negaba a hacerlo.
Anja era humilde, y mejor persona que muchos otros. Jamás dejaría a una persona sola.

Así que yo hice lo mismo. Cuando ya las chicas se me acercaban, interesadas sólo por la apariencia física, yo nunca la dejé.

Siempre estuvimos solos. Por lo que fui la única persona que la ayudó con su adicción. Todos murmuraban al verla llegar con el pelo rubio desordenado y unas ojeras rojas que le rodeaban los ojos, pero nunca dejó de sonreír. Sonrisas nerviosas, sonrisas tristes, sonrisas felices. Anja era todo sonrisas. Siempre sonreía. Y nunca, pero nunca, la había visto llorar, o al menos no hasta ese momento.

Recuerdo esa vez que ambos fumábamos en el garaje de su mamá, con diecisiete años, sentados en la parte de atrás de la camioneta y con las piernas enredadas. Cuando acabó su cigarrillo, y me pidió que le compartiera del mío fue probablemente uno de los mejores momentos de mi vida. No por compartir el cigarrillo, sino por lo que pasó después. Ni siquiera esperaba que me besara. Y nunca pensé verla como algo más que una amiga hasta esa vez, que luego de abrir los ojos, vi todo diferente.

Ella era diferente, y yo era diferente.

Me sentía distinto, y desde ese momento dejé de verla solamente como la mejor amiga que podría tener.

Comencé a verla también como Anja, la persona más dulce, de buen corazón, genuina y con buenas intenciones. La chica más hermosa que iba a conocer a lo largo de mi vida.

Anja siempre estuvo a mi lado, y la quería muchísimo. Me alentó un montón de veces a seguir mis ideales, y no dejarme pisotear. Porque Anja podía ser muy buena, pero cuando tenía que ser mala, lo era. Se hacía respetar, y jamás permitiría que la pasaran a llevar.

Eso le sirvió después.

Recuerdo una tarde perfectamente. Era un Viernes, y no teníamos clases debido a que estábamos de vacaciones de Verano, pero raramente llovía a cántaros. ¡Era como si el mar cayera del cielo! No recuerdo una lluvia más intensa que esa.

Estábamos en el patio de mi casa. Hace poco papá había construido un mirador en el jardín, era genial. A todos les encantaba, incluida Anja.

Jugábamos al póker, y ella estaba muy callada, algo que me parecía raro, porque no era del tipo de chicas tímidas. En realidad, le gustaba hablar, y los silencios en ella extrañaban a cualquiera.

Anja miraba fijamente sus cartas, y al ponerlas en la mesa, logré distinguir una lágrima caer sobre ellas. La secó con el dedo, y me dio una pena tremenda.

Solté mis cartas y me senté a su lado. Ella no me miraba. Le pregunté qué pasaba y me respondió que nada. Pasaron unos minutos así hasta que se echó a llorar de verdad. No sé por qué, pero yo también quería llorar. Entonces comencé a besarle toda la cara: las orejas, las mejillas, los ojos, la frente, las cejas. Cualquier parte menos la boca, por alguna razón pensé que no era apropiado. Porque de alguna manera, me recordaba a Holden con Jane, de El guardián entre el centeno. Ya que yo me sentía de la misma manera respecto a Anja.
Poco después de eso, la echaron de su casa.

Le ofrecí mi ayuda, pero ella no la aceptó. Así que Anja con sólo dieciocho años vivía en la calle, pidiendo limosnas que pocas veces llegaban. Robaba para sobrevivir, y seguía involucrada en la droga.

Pero aún así, nunca perdió la honestidad que la caracterizaba. Siempre andaba con una libreta, y un día, le pregunté por qué era tan importante. Ella sin decir una palabra me la entregó, sonriendo.

Cuando la abrí, estaba llena de direcciones, fechas, objetos y precios. Algunos estaban tachados, y después de unos minutos de confusión, entendí. La miré sorprendido, y supe que ella no cambiaría sus valores. Que ahí llevaba el registro de las cosas que había robado.

— Cuando me vaya de este mundo, no le deberé nada a nadie — me dijo.

Y yo sólo pensé en que nunca conocería a nadie mejor que ella.

— No quiero perderte — murmuré, y ella soltó una carcajada.

— No lo harás — me aseguró.

Pero si lo hice. La perdí, porque no pude lograr que dejara de exponerse de esa manera, y luego de un tiempo fue arrestada y la condenaron a prisión.

Al principio, algunas personas iban a visitarla y le llevaban regalos, pero después de un tiempo dejaron de ir, por lo que terminé siendo el único.

Anja dejó de ocupar el pelo rubio suelto y desordenado, ya que empezó a peinarse con trenzas africanas que una reclusa le había hecho. Se veía bien, y a ella le gustaba. Nadie se metía con ella, y por lo que me contó, dentro de la prisión se vivía un mundo bastante racista. Sin embargo, Anja se llevaba bien con todas. Negras, blancas, hispanas. Incluso, las negras la halagaban diciéndole que a pesar de ser blanca lucía bien con aquel peinado.

Por alguna razón, Anja era bastante feliz en prisión. Nunca lo entendí bien. Creo que incluso encontró una figura materna y una nueva familia. Eso me alegraba.

Otra cosa que lo hacía, era que gracias a su encierro había dejado la droga — o eso creía yo — . Se le veía mejor.

La prisión sólo quedaba a quince minutos de mi casa, así que iba varias veces a la semana. Y siempre nos poníamos a jugar al póker. Si bien el tiempo era escaso, ella me ganaba como siempre lo hacía, sin importar las condiciones.

Una vez que iba a visitarla, su madre me paró. Se veía bastante nerviosa, y no paraba de mirar hacia los lados. Me preguntó cómo estaba Anja, y yo le respondí que bien. Luego prácticamente rogó que yo le mandara saludos suyos, pero antes de que pudiera responderle, su novio (O marido, no estoy muy seguro, pero era el padrastro de Anja. Qué tipo más raro) la llamó gritando entonces se tuvo que ir.

De todas maneras le di los saludos a Anja, a lo que ella asintió, y me pidió que le dijera a su madre que la había perdonado. No sé qué le había perdonado, pero cuando me encontré con su madre se lo dije y lloró dándome las gracias.

Siempre que visitaba a Anja me divertía muchísimo. Ella siempre fue graciosísima, y apreciaba un montón los leves momentos que podía pasar con ella. Me hacía reír, enojar...simplemente con ella me sentía especial, ¿Se entiende? Era una sensación bastante rara.

Una de las amigas de Anja, un día me pidió que la visitara, no entendía por qué, pero acepté. Quizás por curiosidad. Pero lo que importa es que ella me informó que Anja seguía drogándose.

Al parecer en la prisión era presente el contrabando, y su amiga estaba preocupada por la drogadicción de Anja. Yo también lo estaba, porque ella no podía seguir así.

Por lo que en la siguiente visita que le hice, intenté ponerme serio.

Cuando la vi entrar, puse mis manos sobre la mesa y ella notó que algo había pasado porque siempre mientras la esperaba sonreía, así que cuando se sentó, me preguntó hosca:

— ¿Qué?

— Te estás drogando, Anja. No sé cómo lo haces, pero te estás drogando — afirmé, echándoselo en cara. Ella se sorprendió. Nunca la había visto sorprendida.

— No finjas que te importa, ¿está bien?

— ¡Claro que me importa! — le reclamé —. Podrían duplicarte la condena, maldición. ¿En qué estabas pensando?

— Ni siquiera entiendo por qué aún me visitas. ¿Por qué no te consigues a alguien mejor que yo? ¿Por qué sigues viniendo y desperdiciando tu vida?

Entonces noté que ella en algún sentido era insegura, pero yo no lo sabía.

— Te equivocas. Y yo estoy aquí porque así lo quiero.

Anja negó con la cabeza y susurró más para sí misma: — Deberías olvidarte de mí.

Entonces yo me levanté de golpe de la mesa.

— No lo haré, y quiero que dejes de hacer estupideces, estás jodida.

Y sin esperar una respuesta, me fui.

No sé si lo que hice estuvo bien o mal, porque después de eso Anja confesó y la llevaron a aislamiento. Le agregaron 4 años de prisión, pero dejó la droga.

— Estoy limpia — me dijo la siguiente vez que la vi. Que fue luego de un mes, un Martes, porque durante su estadía en aislamiento no podía recibir visitas.

Hablamos todo ese día, y me pidió por favor que viniera pronto.

Así que fui el Viernes. Y ese día me confesó que me amaba.

Por alguna razón, aunque sus ojos estuvieran llenos de tristeza, sabía que lo decía en serio. Le dije que yo también lo hacía, y nos abrazamos.

Al día siguiente, ella murió.

Según me dijeron, fue un suicidio. El personal de la prisión me asegura que se colgó con unos cables eléctricos, pero las amigas de Anja me dijeron que había tenido un problema con un oficial corrupto y tuvo una sobredosis.

Me gusta pensar que Anja tenía toda una vida por delante, porque sólo murió con diecinueve años. Me gusta pensar que ella podía triunfar, y volar.

Ahora yo sólo miro el cielo una vez más y pienso en sus ojos, pienso en que Anja estaría feliz de que su madre ha dejado a su padrastro, y que aunque no lo admitiera, le alegraría que voy a recordarla a lo largo de toda mi vida.

EMILY. ESTO ES PERFECTO, NO SE AME TODO. ANJA Y EL NARRADOR. La relación de ellos dos es genial. Bueno, eso.