THE GIRL OF THE BOOK

 Eran solamente dos chicos. Dos almas inocentes a punto de tocarse. Dos jóvenes con el corazón dispuesto a amar, pero con la mente bloqueada por el miedo a que se les rompiera. Ambos se querían. Ella a él. Y él a ella. Ambos se pertenecían, aun cuando no tenían ningún espacio en el mundo. Querían estar juntos, pero no daban los pasos, ni tan siquiera hacían amagos de darlos.
Pero todo pasó muy rápido, el tiempo curó las heridas que ambos tenían y que les obstaculizaban el proceso de dejarse amar para ser amados. Quisieron volver a encontrarse en el camino. Pero como bien decían las antiguas lenguas: "si algo está en tu destino, vendrá".
Una chica inocente, pero a la vez madura, pasó a formar de aquél muchacho de los ojos fijos en ninguna parte. Ella miraba por la ventana mientras él sonreía recordando todo lo vivido juntos. Y situaciones similares a esta pasaban continuamente sin que ninguno de los dos dijera nada de lo mismo.
Pero una tarde, en un pueblo lejano del que nadie recuerda el nombre, salvo ellos, pasó lo que el destino ya quería contar.
-Soy un libro difícil de leer -dijo ella mirándolo mientras ambos miraban el alumbrado de la calle.
Sólo una frase, sólo un conjunto de palabras sin coherencia aparente. Metáforas salidas de una boca que apenas querían decir nada.
-Por favor, no digas eso -dijo él susurrando mientras se giraba para verla directamente a las pupilas del color del otoño.- A mí me gusta lo difícil.
Él era así. Por eso, para ella él era especial. Por esa misma razón, él era el único al cual su corazón pertenecía. Porque sin quererlo, él, para ella, era su mundo.
-Pues lo soy.
Y esas palabras bastaron para que él tomara aire de sus pulmones y se fundiera con ella en un beso, y sellara del todo todos esos huecos que el tiempo había erosionado en el corazón de la muchacha. En ese momento fue cuando ambos corazones empezaron a latir, cuando todo comenzó a tener color. Y cuando ambos curaban todo aquello que les infringía dolor.