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Mensaje por PEZA Miér 21 Ago 2013, 5:12 pm

Esta novela que a continuación les hago llegar esta basada en el antiguo Londres y es para mi un placer adaptarla a uno de nuestros tres hermanos favoritos Kevin Jonas.


Titulo: Mi Querida Institutriz .
Autor:Lola Rey
Adaptación:Si.
Género:Drama,romance,Hot.
Contenido:  Lenguaje vulgar,mas nada.
Advertencias:¿Ninguna?
Otras páginas: No por el momento.




La historia pertenece a la escritora Lola Rey, yo solo le he cambiado los nombres de los personajes principales, de ahi todo esta tal cual la escribieron:

Lola Reynació en Málaga aunque se considera melillense de adopción. Ávida lectora desde pequeña, siempre soñó con escribir sus propias historias. Además de la lectura y la escritura, le encanta compartir sus ratos libres con su familia y amigos y el contacto con la naturaleza. En la actualidad vive en Los Barrios, Cádiz, junto a su marido y sus dos hijos, y trabaja como maestra en un colegio de la localidad.


Les dejo alguna de las siglas que he utilizado y su significado y el nombre de los personajes


(TN): tu nombre, (TD): tu diminutivo.
Kevin Jonas, aparece como (Lord Jonas), (Lord Kevin) o el (Conde De Colchester).




Espero y les agrade esta historia donde nuevamente reina la pasión, las dudas y sobre todo el Amor, que se impone a pesar de las clases sociales. 


Última edición por PEZA el Dom 25 Ago 2013, 7:57 pm, editado 2 veces
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Mensaje por PEZA Miér 21 Ago 2013, 5:18 pm

Mi Querida Institutriz
 
 
(TN) Sommington es hija del mayordomo de Greenhill House, residencia de los Colchester. Gracias al aprecio que el difunto conde profesaba a su familia ha podido estudiar en una prestigiosa escuela para señoritas. Ahora vuelve para ser la institutriz del hijo del actual conde al que apenas recuerda pues rara vez han coincidido. La atracción entre ellos es inmediata pero por diferentes motivos ambos luchan contra ella sin lograr vencerla. Cuando el conde (él es viudo) acepta los sentimientos que la joven le inspira y decide proponerle matrimonio a pesar de la censura de su círculo social, descubre lo que él cree que es una traición y la aparta de su lado sin contemplaciones.
Tres años después vuelven a encontrarse ahora las circunstancias de ambos han cambiado drásticamente, pero a pesar de las apariencias el amor que una vez los unió continúa vivo en sus corazones. ¿Lograrán resolver las dudas y desconfianzas que ambos sienten?
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Mensaje por PEZA Miér 21 Ago 2013, 5:33 pm

Mi Querida Institutriz
 
 
(TN) Sommington es hija del mayordomo de Greenhill House, residencia de los Colchester. Gracias al aprecio que el difunto conde profesaba a su familia ha podido estudiar en una prestigiosa escuela para señoritas. Ahora vuelve para ser la institutriz del hijo del actual conde al que apenas recuerda pues rara vez han coincidido. La atracción entre ellos es inmediata pero por diferentes motivos ambos luchan contra ella sin lograr vencerla. Cuando el conde (él es viudo) acepta los sentimientos que la joven le inspira y decide proponerle matrimonio a pesar de la censura de su círculo social, descubre lo que él cree que es una traición y la aparta de su lado sin contemplaciones.
Tres años después vuelven a encontrarse ahora las circunstancias de ambos han cambiado drásticamente, pero a pesar de las apariencias el amor que una vez los unió continúa vivo en sus corazones. ¿Lograrán resolver las dudas y desconfianzas que ambos sienten?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 1
 
(TN) miraba por la ventanilla del carruaje, el paisaje le fascinaba a pesar de que no era la primera vez que recorría el camino que llevaba de la residencia para señoritas de la Señora Smithson a Greenhill House, la imponente residencia de campo de Lord Jonas, conde de Colchester y lugar donde ella misma había nacido y se había criado. Extensos prados salpicados de pequeñas arboledas suponían un agradable descanso para la visión tras los largos meses pasados en Londres, donde el humo de las chimeneas y los oscuros edificios componían una imagen de lo más deprimente, en cambio desde que habían entrado en el condado de Essex el familiar paisaje había contribuido a levantar enormemente el ánimo de la joven, a pesar de las nubes grises que cubrían el cielo y el ligero pero húmedo viento que hacía aletear la cortinilla que cubría la ventana de su carruaje. Pero nada podía empañar el buen ánimo de (TN) que volvía a su hogar para quedarse ya que ahora sería empleada de la casa: gracias a la generosidad y el aprecio que el difunto conde de Colchester profesaba a su ama de llaves y mayordomo, a la sazón padres de (TN), ésta había podido estudiar en la prestigiosa escuela para señoritas de la señora Smithson. Ingresó allí a los quince años, ya habían pasado cuatro y su formación se había completado, sólo había vuelto a casa desde su ingreso en la escuela unos días cada navidad y durante las vacaciones de verano. El año anterior había fallecido el anciano conde y el título había pasado a Lord Kevin, su único hijo, del que apenas tenía recuerdos, ya que éste siempre estaba viajando y además pasaba la mayor parte del año en Londres, o al menos así había sido hasta que había contraído matrimonio. Recordaba una figura alta y oscura, entrevista en los pasillos o a través de la ventana mientras se alejaba o acercaba al galope en su bello semental, pero realmente era al único miembro de la familia del conde al que no reconocería si lo viera por la calle. Eso iba a cambiar, por supuesto, ahora volvía a su hogar, pero ya no como hija del ama de llaves y el mayordomo, si no como una nueva empleada del conde de Colchester: este la requería como institutriz de su pequeño hijo de apenas tres años, (TN) estaba segura de que sus padres habían hablado por ella, ya que dudaba que el actual conde supiera siquiera de su existencia, no obstante al conde le urgía contar con sus servicios: la madre del niño había muerto poco después de su nacimiento y Lord Kevin no había vuelto a casarse.
(TN) se sentía pletórica, una nueva vida empezaba en ese momento, volvía al hogar pero con un nuevo estatus y se veía completamente capaz de llevar a cabo con suficiencia la tarea para la que se le contrataba, además contaba con una enorme ventaja sobre muchas de sus compañeras que también debían trabajar para sustentarse y es que ella conocía ampliamente a todos los habitantes de su nuevo hogar, exceptuando a su patrón, del que apenas se acordaba y a su pequeño pupilo. De repente sintió que el carruaje reducía el ritmo de la marcha ya que estaban subiendo una ligera pendiente; sonrió quedamente, eso significaba que se acercaban a Greenhill. Sacó la cabeza por la ventanilla y, efectivamente, a lo lejos divisó la gran mansión de los condes de Colchester sobre la colina que le daba nombre, una hermosa mansión de piedra gris y blancas balaustradas, rodeada por un enorme jardín de forma circular en el que destacaba un gran lago sobre el que pasaba un romántico puente; por unos segundos se perdió en ensoñaciones de su infancia correteando por esos mismos jardines y mirando fascinada hacia el lago desde el viejo puente. Era maravilloso volver a casa, y sobre todo volver para quedarse; (TN) se atusó el peinado, colocando tras la oreja derecha un rebelde mechón de pelo que había escapado del moño que llevaba peinado en la nuca, arregló las cintas de su pequeño sombrero de viaje y trató de alisar las pequeñas arrugas que se habían formado en la falda de su sencillo vestido color añil. Notó con sorpresa que se sentía un poco nerviosa pero era una inquietud en la que había más de expectación que de inseguridad.
Unos veinte minutos después sintió como el carruaje se detenía; el cochero se bajó y diligentemente abrió la puerta del carruaje; (TN) le lanzó una sonrisa, conocía a Thomas de toda la vida, a pesar de lo cual él se había empeñado en tratarla de acuerdo a su nuevo rango, en fin, pensó, el viejo Thomas siempre había sido de lo más ceremonioso. Nada más bajar del carruaje vio a sus padres de pie ante los escalones que llevaban a la inmensa puerta lateral que utilizaban los empleados, sin duda habían estado vigilando su llegada. Una gran sonrisa escapó de sus labios y le costó mucho mantener la compostura y no salir corriendo para abrazarlos; su madre no fue tan comedida y dando un gritito de alegría corrió a estrecharla entre sus amorosos brazos, su padre observaba la escena con una discreta sonrisa de satisfacción: tantos años como mayordomo manteniendo un semblante impasible en todo momento y circunstancias le habían ayudado mucho con el control de sus emociones. (TN) se volvió hacia él y le dio un cariñoso beso en la mejilla.
- ¡Oh papá! No puedo creer que esté aquí –a la vez que decía esto aprovechó para estirar discretamente los brazos y mover las piernas; se sentía entumecida tras el viaje.
- Bueno, ya verás que aquí todo sigue igual, exceptuando a tu madre, que está más vieja y más gruñona –esto último lo dijo bajando la voz y lanzando un guiño amistoso a su hija.
- Vamos hija –intervino su madre- no hagas caso a nada de lo que diga tu padre, ya sabes como es.
(TN) rió alegremente, era maravilloso volver a estar con sus queridos padres, siempre tan cariñosos y de buen humor. Era casi una tradición que se lanzasen pullas el uno al otro pero los unía un cariño y una lealtad sinceros e inquebrantables y en ese marco de amor y confianza habían educado a (TN).
- Discúlpeme señor Sommington –el cochero les interrumpió- ¿dónde puedo dejar el equipaje de la señorita?
- No se preocupe Thomas, déjelo aquí y ahora lo subiremos a su habitación.
- ¿Subirlo padre? ¿no me quedaré en el piso de abajo con vosotros?
Su madre le dirigió una sonrisa orgullosa antes de responder:
- Hija mía, ahora te alojarás al lado de la habitación del señorito Charles.
 
Kevin Jonas, el actual conde de Colchester, contemplaba pensativo la gran mansión de su propiedad. Había salido con su caballo, Impetuoso, a pasear por el bosquecillo que se extendía hacia el oeste de la colina y acababa de ver llegar un carruaje que reconoció como de su propiedad pero en un principio no recordó si esperaban visitas en Greenhill, frunció el ceño tratando de hacer memoria; aún le costaba un poco acostumbrarse a la responsabilidad de ostentar el título de conde aunque debía reconocer que sentía una poderosa atracción hacia la tranquila y apacible vida rural: había decidido trasladarse a Greenhill tras la muerte de su padre ya que ahora debía hacerse cargo de las tierras y los asuntos de sus arrendatarios, además el ambiente campestre sin duda beneficiaría mucho más a su hijo que el insano aire que se respiraba en Londres; al pensar en Charles de repente cayó en la cuenta de quién acababa de llegar en el carruaje, recordó que hoy llegaba la hija de Sommington, la institutriz de Charles. Frunció el ceño y pensó que eso sin duda iba a retrasar la visita que tenía pensado hacer a Olivia; no obstante era importante que hablase con la nueva empleada y le dejase muy claro que se esperaba de ella. Su hijo Charles era lo más importante del mundo para él y sólo admitiría a la joven si demostraba ser capaz de darle una buena educación y el cariño que se merecía, le importaba bien poco si era la hija de los Sommington, aunque debía reconocer que los dos sirvientes nunca habían demostrado más que una gran honradez y lealtad hacia su familia y que su padre tenía a la joven de los Sommington en gran estima, pero él debía comprobar primero que era digna de su confianza y para ello quería dejarle las cosas claras desde un principio.
Decidió acortar su paseo y volver a la casa, tendría que asearse deprisa y mantener la entrevista con la señorita Sommington con gran rapidez si quería ir a Londres a pasar la noche; a pesar de su creciente interés por la vida tranquila y sosegada seguía teniendo apetitos e intereses que atender en Londres. Palmeando el cuello de Impetuoso puso rumbo hacia la mansión deseando que la joven Sommington realmente fuera tan competente y adecuada como sus padres habían asegurado en cuanto comentó la necesidad de contratar una institutriz.
 
(TN) se encontraba con su madre en su nueva habitación, ambas guardaban las escasas pertenencias de la joven mientras charlaban animadamente contándose lo que había acontecido en sus vidas desde la última vez que se vieron. En ese momento llamaron a la puerta.
- Adelante.
Fue su madre la que contestó, a (TN) aún se le hacía raro sentir esa espaciosa habitación como suya; había estado tomando el té en la cocina con sus padres y algunos sirvientes y todos parecían tan orgullosos de ella que había transcurrido la mayor parte del tiempo sonrojándose como una niña. (TN) se había sentido algo abrumada pero a la vez muy querida por todos ellos: no cesaban de hacerle preguntas sobre su vida en la residencia de la señora Smithson y sobre Londres, todos querían saber si había visto alguna vez al rey Jorge III, cómo vestían en la gran ciudad, si había ido alguna vez al teatro…(TN) respondió pacientemente a sus preguntas aunque estaba deseando tener un momento libre y escapar a la caballerizas para ver a su querido Lucas.
La puerta se abrió y asomó Emily, la joven doncella de la condesa viuda; a pesar de tener aproximadamente la misma edad que ella, (TN) apenas la conocía pues entró al servicio de los Jonas cuando ella se encontraba en la residencia. Emily miró con interés a (TN), la había visto algunas veces aunque nunca habían hablado demasiado, sólo los saludos de cortesía y rigor, a pesar de eso sabía bastantes cosas de ella, pensó con amargura: lo inteligente qué era, lo extraordinariamente bien que subía a los árboles cuando era pequeña, la vez que se cayó y se dislocó la muñeca…..Lucas hablaba de ella a menudo y no tenía ningún reparo en admitir cuánto la añoraba; para Emily, que estaba profundamente enamorada de él desde el primer día que pisó Greenhill House, era duro escucharlo hablar de la muchacha. Ahora ella estaba aquí y venía para quedarse. Tragó saliva, se la veía radiante, alegre y segura: todo lo que ella creía que no era.
- La señora condesa desea ver a la nueva institutriz- anunció, mientras echaba rápidas y curiosas miradas a toda la habitación.
- Gracias Emily, ahora mismo voy.
- Le está esperando en la salita verde ….-como si no se le hubiese ocurrido antes añadió: – me alegro mucho de verla nuevamente aquí, señorita (TD).
 
(TN) sonrió en respuesta a sus palabras a la vez que Emily salía. Le había extrañado mucho el diminutivo que ésta había usado para llamarla, ya que la única persona que la llamaba así era Lucas pero el saber que la condesa viuda la estaba esperando hizo que todos sus pensamientos se olvidaran, apoderándose de ella una gran aprensión. Se volvió hacia su madre y preguntó algo insegura:
- ¿Estoy bien mamá?
- No podrías estar mejor, cariño. Anda ve, no hagas esperar a la señora condesa, yo terminaré de colocar tus cosas.
(TN) bajó a la planta baja; al lado de la biblioteca estaba la sala verde. Se trataba de un espacioso salón con grandes vidrieras que daban a la parte lateral de la casa. Se llamaba así porque el empapelado era de un suave color verde, aunque ese era el único detalle de ese color en toda la sala, los muebles eran de color marfil y dorado y las cortinas que cubrían las grandes ventanas eran de un extraño color cobrizo; allí era donde la familia solía recibir a las visitas y donde con mayor facilidad se podía encontrar a la condesa durante la mayor parte del día. (TN) había tenido poco trato con ella; a diferencia de su marido, el difunto Lord Colchester, la condesa era distante y fría y exigía de sus sirvientes una obediencia total, jamás había tenido una confidencia con ninguno de ellos, nunca un criado o doncella la había sorprendido llorando o con la guardia baja, ni siquiera el año anterior cuando el conde falleció. Sabiendo esto era lógico que (TN) sintiera un poco de aprensión por su encuentro con la condesa.
Una vez en la sala llamó suavemente a la puerta, un solo golpe con los nudillos como había visto hacer miles de veces a su padre y esperó hasta que escuchó el permiso para entrar. Entró, hizo una ligera reverencia y se quedó parada con la mirada baja, como correspondía a su estatus de subordinada.
- Acércate joven –la fría voz de la condesa casi hizo que se estremeciera. (TN) dio un par de pasos hacia delante.
- Así que tú eres la pequeña (TN) Sommington.
- Si, milady.
- Has crecido mucho desde la última vez que te vi….-la condesa la examinaba de arriba abajo, aunque ella sólo podía observarla a hurtadillas. Parecía que por ella no pasaba el tiempo, el mismo e imponente moño gris sobre su cabeza, los mismos impertinentes de montura dorada y el mismo gesto adusto que recordaba.
- Sí señora, creo que la última vez que la vi fue durante el funeral de su esposo.
- Uhmmm, puede ser, y de eso hace ya un año. Mírame, quiero ver a quien te pareces.
(TN) levantó la vista y se quedó mirando a la condesa, tratando de fijarse en pequeños detalles de su vestimenta y su peinado para evitar mirarla con demasiado descaro: era algo que siempre le había recriminado la señora Smithson, su tendencia a mirar de frente a las personas, impropio de una buena dama y una buena institutriz. La condesa en cambio la escrutaba a placer, con el ceño y la boca fruncidos.
- Bueno, tienes los ojos y la altura de tu padre y el semblante de tu madre – dijo finalmente-. Espero que al igual que ellos sepas cuáles son tus obligaciones.
(TN) volvió a bajar la mirada.
- Si, milady, estoy segura de que no tendrá quejas de mi comportamiento.
- Jovencita no seas tan descarada….-tras una breve pausa en la que pareció pensar lo que iba a decir la condesa continuó hablando, sin reparar en el sonrojo que su amonestación había provocado en (TN)-. Mi marido sentía un gran aprecio por tus padres, también por tus abuelos, ya lo sabes. Espero que tú no traiciones esa confianza y demuestres ser digna de las expectativas que se han depositado en ti.
- Por supuesto milady.
- Dentro de poco mi hijo, Lord Kevin, llegará de su paseo a caballo. Entonces te presentará al señorito Charles, tu pupilo, y te hablará de lo que se espera de ti – la condesa dio un profundo suspiro y añadió: - Dios sabe porqué es tan puntilloso en lo que respecta a su hijo, pero ya comprobarás que es un padre totalmente entregado al pequeño.
- Oh milady eso es tan poco habitual que resulta fascinante.
La condesa echó una mirada severa sobre los impertinentes y (TN) deseó poder volver atrás y borrar sus palabras…¡cómo se le ocurría dar su opinión sin que se la pidieran! Era otra de las cosas sobre las que a menudo la reprendía la señora Smithson: afirmaba que era una joven educada y correcta pero demasiado impetuosa y en ese sentido dirigió todos sus esfuerzos, en proporcionar a sus maneras serenidad y mesura.
La condesa hizo un gesto vago con la mano, como si eliminase invisibles motas de polvo y (TN) comprendió que la estaba despidiendo. Hizo otra ligera reverencia y salió, cerrando suavemente la puerta tras de sí; no le dio tiempo a dar más de tres pasos cuando su padre la interceptó:
- Hija mía, Lord Jonas te espera en la biblioteca.
(TN) suspiró y trató de tranquilizarse, todo estaba ocurriendo demasiado deprisa: apenas hacía un par de horas que había llegado, aún se sentía acalorada y agitada por su entrevista con la condesa, y sin tiempo para recuperarse y tranquilizarse tenía que afrontar una nueva entrevista. Cerró brevemente los ojos, deseando que Lord Jonas se pareciera más a su padre que a su madre.
- ¿Está el señorito Charles con él? –tenía muchas ganas de conocer a su pequeño pupilo aunque suponía que un niño de tres años tendría poco que decir ; a pesar de que su experiencia con niños era francamente limitada siempre le habían gustado ya que le parecían seres deliciosos, llenos de inocencia y espontaneidad.
- En este momento no está –la voz de su padre sonaba algo impaciente- vamos hija, no hagas esperar al conde.
(TN) se acercó a la biblioteca y como una repetición de la escena que acababa de vivir en la salita verde llamó a la puerta suavemente. Le respondió una voz profunda y grave con un quedo “adelante”. Ella pasó, cerró la puerta tras de sí y se quedó con la mirada baja, esperando que el conde se dirigiera a ella. Durante unos segundos que a ella se le hicieron eternos no se oyó nada en la biblioteca; luego oyó los suaves pasos del conde sobre la gruesa alfombra que cubría el suelo y alcanzó a ver sus relucientes botas negras. Su voz, tan cercana, la sobresaltó:
- Señorita Sommington, ¿tan interesantes le parecen mis botas?
(TN) levantó bruscamente la cabeza, mitad avergonzada, mitad indignada. Tuvo que alzar la mirada casi sin darse cuenta para poder mirar a Lord Kevin a la cara y supo que la indignación se reflejaba en su cara cuando vio que el conde alzaba una ceja en un gesto burlón. Por un momento se quedó sin palabras; se trataba del hombre más fascinante que había visto en su vida: su silueta era atlética, de anchos hombros, su cabello era negro, lo llevaba un poco largo por detrás ya que le cubría casi todo el cuello y tenía unas patillas bien recortadas que le llegaban a la mitad del mentón. Sus ojos eran negros y muy penetrantes, parecía que podían atravesar paredes y personas. Desde luego no era como lo había imaginado por los recuerdos que tenía de él, pero siempre lo había visto fugazmente y de lejos. Tragó saliva y se obligó a hablar.
- Discúlpeme lord Jonas, pero la señora Smithson se tomó muchas molestias para recordarme constantemente que nunca debía mirar a la cara a mis superiores, y eso es lo que he hecho –terminó la frase con una ligera elevación de la barbilla e imprimiendo a su voz un tonillo de suficiencia que lord Kevin encontró sumamente divertido.
- Señorita Sommington –en su voz se notaba aún la diversión que la actitud de la joven le había causado, hecho que hizo que (TN) frunciera el ceño- le ruego
que cuando esté en mi presencia olvide esa enseñanza en concreto de la señora Smithson, me gusta mirar a la cara a las personas a las que hablo y que me hablan.
- No se preocupe Lord Kevin, no lo olvidaré.
- Bien –Lord Kevin se acercó hacia la gran mesa de roble que presidía la biblioteca y se sentó en un enorme sillón que había tras ésta. Hizo un gesto a (TN) para que se acercara: -siéntese por favor –dijo señalando una gran silla que había frente a él.
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Mensaje por PEZA Miér 21 Ago 2013, 5:35 pm

Capítulo 1 (Continuación)
 
(TN) así lo hizo, a la vez que se colocaba nerviosamente un mechón de cabello detrás de la oreja. Lord Kevin miró el gesto fascinado, el cabello de la joven era castaño, de un color muy habitual, pero parecía más brillante, fino y sedoso que ninguno que él hubiese visto antes. La joven había despertado un gran interés masculino en él y esto le resultó algo incómodo: a sus treinta y dos años se consideraba un hombre con temple, capaz de controlar sus impulsos, mantenía una amante en Londres, Olivia, Lady Bronster, una joven viuda experimentada y sensual que cubría perfectamente sus necesidades y con la que se entendía muy bien y hacía mucho tiempo que no sentía la necesidad de corretear tras las faldas de ninguna mujer. Pero ahora, observando los grandes y expresivos ojos grises de (TN) Sommimgton, la curva grácil de su cuello y la forma en que la tela de su sencillo vestido añil se ceñía a sus generosos pechos y se estrechaba en su cintura, sintió que un apetito muy primitivo se apoderaba de él. Carraspeó ligeramente.
- Señorita Sommington – trató de centrarse en lo que iba a decir con todas sus fuerzas- le diré claramente lo que espero de usted…..como institutriz de mi hijo Charles.
- Sí, por supuesto –(TN) estaba algo turbada, como si el pulso le latiese más fuerte y deprisa de lo normal. Le costaba trabajo mantener la mirada de Lord Jonas pero se forzó a hacerlo porque no quería que él notase su confusión.
- Como ya sabrá –prosiguió el conde –mi hijo sólo tiene tres años, no pretendo que comience su instrucción académica de forma muy severa, aún es pequeño, así que por ahora su cometido será ser su acompañante e iniciarlo de manera gradual en las formas de la buena sociedad, más adelante se ocupará usted de su formación académica hasta que llegue el momento de que acuda a una escuela.
(TN) se preguntó cómo sería la relación del conde con su hijo…la condesa le había dicho que era un padre entregado pero a ella le costaba imaginarse al imponente hombre que tenía delante como un padre afectuoso.
Lord Kevin pareció leerle el pensamiento, pues continuó diciendo:
- Por supuesto yo le dedico todo el tiempo del que dispongo, pero creo que necesita alguna influencia femenina ya que como sin duda sabrá, su madre, la difunta condesa de Colchester murió de fiebres tras el parto y mi madre, la condesa viuda, no tiene suficiente energía para aguantar el ritmo de mi hijo –esto último lo dijo con un ligero toque de orgullo en la voz- . ¿Ha comprendido usted cuáles serán sus obligaciones?
- Perfectamente, Lord Kevin…¿podría conocer ya al señorito Charles?
- Sí, por supuesto –él pareció complacido por su petición, aún así añadió: -no obstante me gustaría que la relación que se establezca entre usted y mi hijo sea lo más cordial y natural posible. Ese es uno de los motivos por los que su habitación está al lado de la de Charles, usted deberá atenderlo por la noche si se desvela o se asusta y mi hijo debe tener en usted la suficiente confianza como para llamarla en cualquier circunstancia ¡Ah! Me olvidaba, el domingo será su día libre, ¿le parece a usted bien?
- Sí milord.
- Por último, su salario ha sido acordado con sus padres, supongo que le habrán informado al respecto.
- Si, lo han hecho milord.
- ¿Y está usted de acuerdo con esas condiciones?
- Por supuesto milord, el simple hecho de tener la oportunidad de trabajar junto a mi familia y en la casa en la que he crecido ya sería para mi pago más que Kevin la miró fijamente durante unos segundos, haciendo que la joven se pusiera aún más nerviosa y se preguntase si había dicho algo inadecuado, luego se levantó del sillón que ocupaba y pareció llenar todo su campo visual con su cuerpo. Era un hombre impresionante, de una presencia quizá demasiado viril. –Iré a por mi hijo, puede esperarnos aquí.
(TN) se levantó también y se quedó allí esperando y aprovechando su
momentánea soledad para tranquilizarse y recuperar el ritmo normal de su respiración, que notaba levemente alterada. Al cabo de unos minutos oyó la profunda voz del conde entremezclada con un soniquete ininteligible e infantil, una sonrisa asomó a su rostro, el contraste entre ambas voces era, cuanto menos, pintoresco. La puerta de la biblioteca se abrió y (TN) vio como el conde bajaba a su hijo, al que traía en brazos, hasta el suelo; el pequeño se aferró a la mano de su padre y se quedó semi escondido tras sus piernas, mirándola muy serio con unos ojos enormes y curiosos. (TN) se acercó a la vez que le sonreía; el niño era francamente guapo: tenía el pelo igual de oscuro que su padre pero su blanca piel y los grandes ojos color ámbar difuminaban un poco el parecido entre ambos.
- Hola señorito Charles –el niño la miraba fascinado- mi nombre es (TN).
- Hola “(TD)” -la voz del niño la hizo sonreír-.
- Sabes que vamos a estar mucho tiempo juntos ¿verdad?
- Sí, me lo ha “decío” mi papá.
- Cariño, no se dice así –el conde corregía cariñosamente a su hijo- “me lo ha dicho”
- ¿Te parece buena idea si me enseñas tu habitación? –(TN) estaba deseando quedarse a solas con el niño, la presencia de Lord Kevin era demasiado perturbadora para ella. El niño por toda respuesta miró a su padre, que asintió y se dispuso a cogerlo en hombros.
- Aún necesita un poco de ayuda con las escaleras.
- Es que soy pequeño.
(TN) no pudo evitar reír alegremente; el candor del niño era francamente encantador. Los siguió por la escalinata, mientras el niño la miraba con abierta curiosidad; el conde parecía serio, ella se preguntó si quizá habría dicho algo que le había molestado. Llegaron a la habitación del niño que tal y como le habían dicho sus padres se encontraba al lado de la suya, entraron y el pequeño la miró expectante, esperando sin duda que ella diera el primer paso; ella no podía evitar sentirse abrumada por la presencia del conde, sus rodillas temblaron de alivio cuando lo oyó decir:
- Bueno, os dejo solos –le revolvió cariñosamente el pelo a su hijo y añadió- luego vendré a darte las buenas noches.
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Mensaje por PEZA Miér 21 Ago 2013, 5:36 pm

Pues les dejo el primer capitulo, espero y les agrade.


:bye: 
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Mensaje por Invitado Miér 21 Ago 2013, 7:49 pm

¡Me encanto!,ponle la ficha o te la cancelan,pero como no quieres dejarme con la intriga lo haras ¿cierto?,32:o MAIGODNESxD siguela soy Annu:3
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Mensaje por PEZA Miér 21 Ago 2013, 11:11 pm

ficha, cual? :(
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Mensaje por Invitado Jue 22 Ago 2013, 6:48 pm

La fica de quién la hizo bla bla bla bla ,está en el protocolo del foro ,sí no la consigues copiala dr mi novela que está en la firma,allí la.conseguiras:3,siguelaaa porfaaaaa quieso saver más de Kevin sensuajh y Chars(?)
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Mensaje por PEZA Jue 22 Ago 2013, 7:41 pm

Capítulo 2
 
Lord Kevin miraba pensativo el dosel de la cama, Olivia dormía a su lado y su suave y rítmica respiración le indicaba que lo hacía profundamente. Habían hecho el amor y, como siempre, la experiencia había sido satisfactoria. Eran amantes desde hacía algo más de un año y el arreglo entre ellos les resultaba muy conveniente: ambos eran viudos –ella desde hacía más tiempo que él- y frecuentaban los mismos círculos sociales de Londres; ahora que él pasaba más tiempo en Greenhill iba al menos una vez a la semana a la ciudad y pasaba la noche con ella. Siempre le había parecido lamentable la persecución a la que muchos lores sometían a las criadas y prefería un arreglo claro con una mujer experimentada que supiera lo que se esperaba de ella. Olivia era en realidad su primera amante “oficial”, hasta conocerla a ella había recurrido a viudas complacientes y casadas lujuriosas, nunca había faltado una mujer en su cama cuando la había necesitado, sabía que las mujeres hacían apuestas sobre él y que más de algún marido se estremecía de aprensión cuando lo veían conversar con sus esposas. Exceptuando a su esposa, a la que profesó un amable afecto, Olivia era la mujer que más lo había interesado jamás. Era inteligente y sensata, no pedía más de lo que él estaba dispuesto a dar, de hecho sospechaba que no deseaba más de él que lo que tenían, no se mostraba posesiva ni celosa ni le exigía caros regalos aunque agradecía todos y cada uno de los que le había hecho; sabía que podía considerarse un hombre afortunado: muchos hombres habían deseado estar en su lugar pues Olivia además de inteligente era francamente hermosa. A Kevin le estaba costando mucho conciliar el sueño porque había un pensamiento que le molestaba y la culpa la tenía su nueva empleada: (TN) Sommington. Durante todo el camino hacia Londres no había dejado de recordar el momento de su encuentro en la biblioteca y cuanto más pensaba en ella más inquieto se sentía pues, si era sincero consigo mismo, debía reconocer que ella había despertado un interés en él que no recordaba haber sentido jamás. A pesar de que era bastante atractiva y tenía un hermoso cuerpo había visto muchas mujeres igual o más atractivas que ella, sin ir más lejos la que dormía a su lado, pero había una luz en su mirada, una transparencia que lo atraía como la llama atrae a una polilla. Estos pensamientos le incomodaban y le sorprendía la evidencia de su ingobernable lujuria, ya que no era posible darle satisfacción: ella nunca se convertiría en su amante, era demasiado convencional para ello, por otra parte él no quería como amante a ninguna de sus empleadas; debería reprimir sus pensamientos y sus instintos y mantenerse lo más alejado posible de la señorita (TN) Sommington. Suspiró profundamente y Olivia se movió, dejando al descubierto uno de sus hermosos pechos: eso es en lo que debía concentrarse –se dijo-, se inclinó sobre ella y pasó lentamente la lengua por el pezón; al ver que no reaccionaba comenzó a succionarlo suavemente. Olivia gimió y entreabrió los ojos.
- ¡Uhmmm! Aquí hay alguien que todavía tiene ganas de…jugar –mientras decía esto lo rodeó con sus brazos y lo apretó contra ella -¡Ah! Sigue así cariño, me estás poniendo muy caliente….
Kevin comenzó a acariciar todo el cuerpo femenino y sintió la humedad entre las piernas de Olivia, de una sola embestida la penetró profundamente, provocando un placentero gemido en ambos; mientras se movía contra su amante se obligó a mirarla fijamente a los ojos para recordar quién era la mujer a la que estaba haciendo el amor.
 
Lo primero que hizo (TN) tras despertar a la mañana siguiente fue dirigirse a las caballerías, ya había desayunado y aún tenía una hora de margen antes de que se despertase el pequeño Charles. La noche anterior se había quedado un buen rato con él en su habitación, tratando de ganarse su confianza, aún era pronto para afirmar nada pero parecía que había realizado un gran adelanto con el pequeño; sonrió al recordarlo, la verdad es que era un niño encantador, abierto y sociable y ¡tan gracioso con su media lengua! Tenía la sensación de que se habían separado como buenos amigos: les había acompañado a cenar a él y a Jane, su niñera y después de que Jane lo preparara para ir a la cama le contó una historia mientras lo arropaba en la cama, en aquel momento había aparecido el conde; sin poder evitarlo había sentido que su estómago se encogía y unos extraños escalofríos le recorrían la nuca. El conde apenas la miró, se había cambiado de ropa y parecía que se disponía a salir, le dio un cariñoso beso a su hijo y les deseó las buenas noches a los dos; al marcharse en el aire quedó flotando el aroma de su perfume y sin saber porqué ese olor le produjo un extraño desasosiego. Desechó de su mente los recuerdos del conde, si era sincera consigo misma debía admitir que no había dejado de pensar en él desde que lo había conocido, le parecía un hombre fascinante, tan tierno con su hijo pero a la vez tan…inaccesible. Esa misma mañana, mientras desayunaba, había preguntado discretamente a su madre sobre la difunta condesa, la madre de Charles; se le había ocurrido que tal vez ese halo de misterio y oscuridad que lo rodeaba se debía a la tristeza por haber perdido a su mujer tras el parto pero por lo que le había contado su madre el matrimonio entre ambos había sido un matrimonio concertado: ella era una mujer muy joven y correcta, la hija mayor de un baronet, con sangre azul pero poseedor de una fortuna más que modesta. El conde necesitaba un heredero y para el baronet había sido todo un triunfo el matrimonio de su hija: nada menos que con el conde de Colchester, el matrimonio se veía bien avenido pero no apasionado según su madre, además sólo había durado un año. Por supuesto, le dijo su madre, a todos les entristeció mucho la muerte de la joven señora y a Lord Kevin al que más, pero como le confió su madre bajando la voz, ya había encontrado una “distracción” en Londres. (TN) se había turbado intensamente al oír esto último y no supo muy bien el motivo.
Había llegado a las cuadras, justo cuando sus ojos comenzaron a acostumbrarse a la oscuridad oyó a Lucas:
- ¡¡(TD)!! ¿De verdad eres tú?
- ¡¡Lucas!!!
Los dos jóvenes se abrazaron riendo, Lucas apenas le llevaba dos o tres años, ninguno de los dos lo sabía con seguridad pues el joven desconocía su verdadera edad, se habían criado juntos ya que él era huérfano y los padres de ella siempre le habían tenido una consideración especial, desde que siendo apenas un niño había llegado acompañado por el reverendo Taylor a solicitar trabajo en la gran casa del conde; lo sabían todo el uno del otro, era difícil creer que realmente no fueran hermanos, tan grande e inocente era el cariño que se profesaban. Lucas la separó de su cuerpo para mirarla y lanzó un silbido de admiración:
- (TD) estás preciosa, cómo has cambiado en estos últimos meses….
- Tú tampoco estás mal –y decía la verdad pues Lucas era un joven atractivo, con el cabello rubio ondulado y los sonrientes ojos castaños.
- Vamos, cuéntame qué tal tu nuevo trabajo.
- Ahora no puedo Lucas, debo entrar pues el pequeño Charles debe estar a punto de despertarse.
En ese momento se oyó el ruido de un carruaje que paraba en la entrada y Lucas la miró con expresión extrañada; al instante escucharon unos pasos que se acercaban y Lord Kevin se asomó al establo con el sombrero de copa alta en la mano. Por un momento todos se quedaron paralizados, o al menos eso le pareció a (TN), pero Lucas, con absoluta normalidad dijo:
-Buenos días milord, ¿quiere usted que prepare a Impetuoso?
Lord Kevin miraba a (TN), que sólo había atinado a hacer una tímida inclinación de cabeza, daba la sensación de que le costaba trabajo apartar su mirada de ella. Lentamente miró a Lucas y su ceño se frunció levemente:
- No, venía a decirte que hoy no montaré –luego se dirigió hacia ella y con dureza le preguntó: - ¿No sería conveniente que fuese a la habitación de mi hijo? Sin duda estará a punto de despertarse.
(TN) sintió que sus mejillas enrojecían violentamente y se odió por sentirse así, ella no había hecho nada malo y él no tenía derecho a suponer que descuidaba su trabajo.
- Precisamente le decía a Lucas que ya me iba - salió haciendo una leve inclinación con la cabeza y sin apenas despedirse de Lucas. No pudo ver la expresión de sorpresa del conde al oírla dirigirse con tanta familiaridad al joven encargado de los establos.
 
(TN) acompañó a Charles mientras este tomaba su desayuno, luego, aprovechando el cálido día de primavera, salieron a pasear por los jardines de la mansión, cogidos de la mano. Charles sentía una curiosidad natural por todo lo que le rodeaba y a (TN) le complacía mucho responderle, aunque a veces no tenía respuestas para todo lo que el pequeño preguntaba; también habló mucho de su padre, se notaba que sentía adoración por él y le contó las veces que lo llevaba al río a pescar y cuando lo subía en “Impetoso” para pasear; ella le preguntó si no sentía miedo de montar en un caballo tan grande y el niño le contestó: -“No, voy con mi papá”, como si eso fuese garantía suficiente de que no podía pasarle nada.
 
Unas semanas después (TN) se había habituado totalmente a su nueva vida como institutriz. Cada día trascurría en medio de una agradable rutina, sólo interrumpida por las inquisidoras conversaciones que la condesa viuda sostenía con ella una vez a la semana respecto a los avances del pequeño Charles o los breves encuentros con el conde; entonces él la saludaba cordialmente y le hacía alguna pregunta amable sobre los progresos de Charles, nada que justificara el apretado nudo que se formaba en las entrañas femeninas aunque siempre la miraba con una intensidad desconcertante y más de una vez lo había sorprendido mirándola fijamente, con una expresión de hosca concentración que la ponía francamente nerviosa. A (TN) le costaba trabajo conciliar la imagen dura y distante del conde que tenía ella con la que le presentaba el niño, pero tenía que ser sincera con ella misma y reconocer que a través de los ojos de Charles encontraba en el conde cualidades a admirar: no era común encontrar un noble tan entregado a su hijo como Lord Kevin lo estaba al pequeño Charles, lo normal es que los progenitores mostraran un educado interés por las actividades de los hijos durante unos breves minutos diarios y el resto del tiempo confiaran su cuidado a niñeras e institutrices. Ahora precisamente estaban juntos y ella tenía la tarde libre, ya que hasta la hora de la cena no debía volver junto al pequeño por expreso deseo de su padre. Estuvo ayudando a su madre a elaborar la lista de provisiones que Thomas tenía que recoger del pueblo, ella escribía mientras su madre dictaba ya que su vista era mucho mejor. Luego salió a pasear por los jardines, le encantaban los olores y la paz que se respiraban en el lugar; mientras vagaba sin rumbo fijo pasando la mano sobre los setos iba pensando en lo feliz que se sentía allí, si no fuese por la incomodidad que le provocaba el conde su estancia en Greenhill sería perfecta: adoraba al pequeño Charles, tenía a sus padres, a Lucas; ; también estaba Emily, la única de las sirvientas de la casa que tenía aproximadamente su edad y con la que podía trabar amistad. Debía reconocer que era algo taciturna y reservada pero (TN) había notado que solía mirarla fijamente siempre que coincidían –generalmente cuando llevaba a Charles a visitar a la condesa o bien durante el desayuno- y creía que la joven deseaba ser su amiga pero su timidez se lo impedía. Su madre le había comentado que Emily había llevado una vida muy dura: por lo visto su padre bebía más de la cuenta y cuando esto ocurría solía maltratarlas a ella y a su madre. Eso explicaría su reticencia y reserva, pensó (TN), trataría de ser aún más amable con ella. Por otra parte, la condesa le resultaba demasiado distante pero ella sabía comportarse de acuerdo al lugar que ocupaba como empleada de la casa y no le provocaba la incertidumbre que el conde despertaba en ella, no podía comprender porqué se alteraba tanto en su presencia, incluso tenía la sensación de que podía presentir cuando entraba en la misma habitación en la que ella se encontraba ya que aunque no lo viese un extraño cosquilleo en su nuca le avisaba de su llegada; debía admitir que se sentía fascinada por él: su aspecto físico, el trato con su hijo, su apostura y seguridad…En ese momento oyó la risa de Charles seguida de la voz profunda del conde; seguramente estaban tras los setos de los rosales, donde había un pequeño refugio semicircular con un banco. Intentó alejarse sin molestarles y sin hacer notar su presencia y justo cuando se daba la vuelta escuchó la vocecita de Charles llamándola. Tragando saliva y obligando a sus tensos músculos faciales a esbozar una sonrisa se volvió y vio al pequeño sobre los anchos hombros de su padre, sintió un vacío en el estómago ya que visto así parecía tan accesible, tan cercano….
- ¡Vaya Charles! ¡Sí que has crecido! –se alegró al comprobar que su voz sonaba tranquila.
- No he crecido “(TD)”, me ha cogido mi papá…¡¡mira!! –dijo señalándolo alegremente.
- ¡Oh, ya veo!
Lord Kevin bajó a Charles de los hombros sin apartar la vista de ella, por más que lo había intentado no lograba sacarla de su mente, era consciente de su presencia con todos los poros de su cuerpo, ansiaba comprobar si su pelo era tan suave como parecía, si era tan apasionada como sus ojos y la terquedad de su barbilla sugerían; sabía que era absurdo sentirse así pero no era capaz de evitarlo, el deseo que ella le despertaba parecía tener voluntad propia y cada vez le costaba más mantenerse alejado. Era una experiencia nueva para él, jamás sus emociones habían gobernado su voluntad, solía reírse de las manifestaciones grandilocuentes y apasionadas y estaba absolutamente convencido de que ninguna mujer sería capaz de captar su interés hasta el punto de colarse sin permiso en sus pensamientos. Charles interrumpió sus cavilaciones intentando bajarse y corriendo hacia (TN) una vez que lo consiguió, ella lo alzó en sus brazos y acercó su nariz a la suya a la vez que ambos reían; esta imagen hizo que se le acelerase el pulso; se sentía contento de ver cómo su hijo se había encariñado tan pronto con ella y el sentimiento parecía mutuo, daba la impresión de que los Jonas no podían resistirse a (TN), primero su padre y ahora su hijo y él.
- “(TD)” papá me ha dicho que mañana vamos a pescar, tú te vienes ¿vale?
- Bueno cariño, creo que yo sería una molestia, seguramente tu papá quiere estar contigo y….-el conde la interrumpió:
- Por supuesto que vendrá Charles, seguramente lo pasaremos mejor cuantos más seamos.
- ¡¡¡Sí, sí!!! –chilló Charles con entusiasmo.
(TN) se sintió indignada por la forma en que el conde imponía su voluntad, no pudo ni quiso evitar dirigirle una mirada furiosa; lejos de mostrarse sorprendido o enfadado pareció divertirdo ya que levantó la comisura de los labios y la miró sardónicamente. Ignorando totalmente la ardiente mirada de (TN) dijo, dirigiéndose a su hijo:
- Charles, vuelve con (TN), yo tengo una reunión con el señor Sheetdown y debo irme ya.
El señor Sheetdown era el administrador de la extensa finca de los condes de Colchester y solía reunirse tres veces por semana con el conde; el resto de los días el conde salía a supervisar personalmente el trabajo en la finca de los campesinos y los ganaderos y los fines de semana los pasaba en Londres, seguramente con su amante. Este pensamiento la perturbó, pues imágenes confusas de Lord Kevin con su amante invadían su mente sin poder evitarlo.
Él pasó a su lado inclinando levemente la cabeza y se dirigió hacia la mansión; ella se quedó allí, con Charles en brazos y siguiéndole con la vista, hasta que, enfadada consigo misma, se obligó a retirarla.
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Mensaje por Invitado Jue 22 Ago 2013, 8:25 pm

Siiiiiguuuuueeeeee gosh,son hermosos enserio Charles e una ternura y
Kevin sensuajh y omg kabshdhdvd sigue sigue
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Mensaje por PEZA Vie 23 Ago 2013, 12:10 pm

HEY HEY HEY, HOY TENDREMOS MARATÓN, QUE DICEN LES AGRADA LA IDEA?
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Mensaje por PEZA Vie 23 Ago 2013, 12:47 pm

1/5
 
Capítulo 3
 
(TN) tenía cogido de la mano a Charles, se encontraban ambos en el vestíbulo esperando a Lord Kevin. El nudo de aprensión que parecía acompañarla siempre que se encontraba con el conde le dificultaba la respiración, debía concentrarse en respirar tranquila y profundamente, pues si no lo hacía así se encontraba tomando aire como si este se fuera a acabar. El pequeño Charles la miró extrañado y dijo, quejándose:
- ¡Ay! ¡Me haces pupa!
(TN) aflojó la mano a la vez que se inclinaba y depositaba un beso sobre la coronilla del niño. Se regañó a si misma, su nerviosismo era totalmente injustificado, sólo iba a pasar una tarde de pesca con su pupilo, eso era lo que tenía que pensar y lo que se repetía constantemente, pero para (TN) todo lo que concernía al conde le afectaba de una manera muy extraña: cuando lo veía su pulso se disparaba, si este le hablaba le daba la sensación de que se volvía torpe y tonta pues no era capaz de seguir su conversación con naturalidad, cuando alguien comentaba algo sobre él, por nimio que fuera, toda su atención se volvía hacia sus palabras….Ella trataba de no pensar mucho en el porqué de estas reacciones y lo atribuía a la natural curioidad, aunque en realidad era consciente de que nada en su actitud hacia él era natural, sólo esperaba con fervor que él no notase nada extraño en su forma de comportarse.
Su madre les había preparado una cesta con algunas viandas por si les daba hambre; a ella toda la situación se le antojaba irreal: la institutriz iba a pasar un alegre día de pesca con su pupilo y con nada más y nada menos que un conde, pero nadie más que ella pareció ver extraña la situación, bueno ella y la condesa viuda. Cuando poco antes Charles había hecho la habitual visita matutina a su abuela ésta había notado en el pequeño una gran inquietud; al hacérselo notar a Charles, éste con todo su candor infantil había respondido:
- Es que mi papá nos está esperando porque vamos a pescar.
La condesa la miró con la barbilla baja y levantando exageradamente la vista, como si la mirara por encima de unas lentes imaginarias.
- ¿Tú también vas, muchacha?
- Así es milady.
La condesa no añadió nada más pero (TN) había adivinado que la idea no le parecía demasiado adecuada; había buscado la mirada de Emily que se encontraba tras la condesa, como casi siempre, y no pudo deducir nada por su expresión ya que esta permanecía tan seria como acostumbraba. A decir verdad (TN) sólo había visto relajarse el semblante de la joven cuando miraba o hablaba con Lucas, entonces parecía transformarse y una gran alegría invadía su mirada. Era una chica extraña y (TN) desconfiaba un poco de ella pero si era sincera consigo misma tenía que admitir que tal vez se trataran de celos ya que jamás había tenido que compartir el cariño de Lucas con nadie.
Escucharon los fuertes pasos de Lord Kevin y Charles se soltó de su mano y salió corriendo al encuentro de su padre:
- ¡¡Papá, papá!! ¡Vámonos ya!
Lord Kevin revolvió cariñosamente el oscuro pelo de su hijo. Llevaba en la mano dos cañas, una de ellas muy pequeña.
- No seas impaciente, no tardaremos nada en llegar.
(TN) permanecía en silencio, tratando de dominar sus emociones. Al verla de pie en el vestíbulo el conde inclinó levemente la cabeza y murmuró:
- Buenos días señorita Sommington.
- Buenos días Lord Kevin.
- ¿Está usted lista para pasar un día de pesca con un experto pescador de tres años?
- Yo diría que sólo cabe decir sí, si no quiero enfrentarme a las iras del pequeño Charles.
El conde le sonrió abiertamente y a ella el corazón le dio un vuelco: si generalmente era un hombre de un atractivo imponente cuando sonreía podía provocar que cualquier corazón femenino se detuviera dentro del pecho.
El camino hasta el recodo del lago era precioso: tenían que cruzarlo casi completamente y adentrarse un poco hacia el oeste, allí vieron una pequeña ensenada y a sus espaldas como mudos centinelas altos y frondosos álamos plateados movían sus hojas al compás de la suave brisa. El camino lo hicieron en total armonía, ambos cogiendo de la mano a Charles y respondiendo a las infinitas preguntas que les formulaba el pequeño; cuando llegaron al lugar en el que iban a pescar (TN) eligió el pie de un gran álamo para soltar la cesta y se acercó hacia padre e hijo para observar como preparaban las cañas.
- No he traído una caña para usted pero he pensado que podríamos compartir la mía.
- Oh, bueno, no se preocupe, a mí ya me resulta encantador observar este paisaje y me divertiré mucho viendo como pescan usted y Charles.
- Seguro que yo cojo más “pescados” que mi papá.
Por una vez (TN) se adelantó al conde a la hora de corregir al pequeño:
- Se dice peces, Charles. La palabra “pescado” se utiliza cuando el pez ya está muerto y listo para ser cocinado – Lord Kevin la miró brevemente aunque no dijo nada.
Mientras padre e hijo buscaban posiciones para colocarse y comenzar a pescar, ella decidió dar un paseo por los alrededores.
La mañana trascurrió de una forma realmente encantadora; ninguno de los dos pescó nada pero eso no influyó en el buen humor general ya que estuvieron bromeando todos y riéndose de las ocurrencias del pequeño Charles. Ambos, padre e hijo, hicieron un alto para comer algo, (TN) extendió el mantel y sacó las viandas que su madre les había preparado: empanadas de trucha, bollos rellenos, dos tipos de queso, fruta y una botella de vino. Durante la comida el pequeño no dejó de parlotear provocando en más de una ocasión francas carcajadas en su padre, (TN) hubiera querido imitarlo pero no estaba bien visto que una señorita riese tan abiertamente así que más de una vez tuvo que taparse la boca con la mano para evitar romper las reglas del decoro riendo a carcajadas. A su pesar no pudo dejar de observar los largos y firmes tendones del cuello de Lord Kevin cada vez que este echaba la cabeza hacia atrás para reírse, haciendo que se preguntara qué sentiría si posase allí sus labios; este pensamiento hizo que se sonrojase como si lo hubiera expresado en voz alta, en ese momento se levantó aturulladamente y se alejó unos pasos, murmurando algo sobre el calor que hacía. El conde la miró fijamente haciendo que la joven temiese que pudiese haberle leído el pensamiento; ella se acercó hasta la orilla del lago y se arrodilló junto al agua, mojándose la punta de los dedos y pasándolos por su frente y cuello. Kevin miraba con avidez cada uno de sus gestos olvidada totalmente su intención de mantenerse a distancia de la joven: desde que la había visto parada en el vestíbulo seria y visiblemente nerviosa había sabido que iba a ser imposible ignorarla, lo que no había previsto es que iba a ser tan dolorosamente consciente de cada un de sus gestos, de sus sonrisas, de sus palabras, bebiendo cada pequeño pedazo de información que recibía de ella como un hombre sediento bebería el agua de un manantial. Lo sacó de su ensimismamiento el súbito silencio y la rítmica respiración de su hijo: Charles se había quedado dormido. Lo tapó con su chaqueta y se tumbó junto a su hijo con los brazos bajo la cabeza mirando a (TN) en silencio. Para ocultar la incomodidad que su escrutinio le producía la joven pidió permiso al conde para intentar pescar con su caña.
- Por supuesto señorita Sommington, será un placer ver si tiene usted éxito con estos peces tan inteligentes y esquivos.
Tras decir esto se incorporó y se quedó mirándola, ella se acercó, cogió la caña, diestramente metió el gusano en el anzuelo y lanzó el sedal al agua. Lord Kevin la miraba fascinado, era obvio que no era la primera vez que pescaba y al poco rato comenzó a tirar de la caña y sacó un hermoso ejemplar. Lord Kevin no daba crédito a la pericia de (TN); levantándose y acercándose a ella exclamó:
- ¡Qué sorpresa señorita Sommington! ¿Cuándo aprendió a pescar?
- Oh, solía venir al lago con Lucas –se sentía ligeramente complacida por la admiración que notaba en la voz del conde- él me enseñó a pescar, es muy diestro
Kevin se preguntó si Lucas también sería diestro en otros asuntos, en tres largas zancadas se colocó junto a la joven, observando como ella sacaba el pez del anzuelo y lo dejaba en la hierba.
- Es una pena que Charles esté dormido y no pueda ver su captura…y dígame señorita Sommington, ¿frecuenta usted mucho la compañía del joven Lucas?
- Ahora menos que antes pues nuestras respectivas obligaciones nos dejan menos tiempo libre pero solíamos estar siempre juntos. Él me enseñó no sólo a pescar, si no también a nadar, trepar a los árboles e incluso una vez salimos a cazar conejos….
Lord Kevin sintió el aguijonazo de los celos y eso le sorprendió muchísimo; no le gustaba la familiaridad con la que (TN) hablaba del joven y la estrecha relación que era evidente que mantenían, seguramente por eso no pudo evitar que su voz sonara áspera y mordaz al exclamar:
- Parece que tiene usted muchos talentos ocultos, señorita Sommington –a la vez que decía esto alargó la mano y acomodó tras su oreja el habitual y rebelde mechón que siempre escapaba de su moño.
Ese contacto les sorprendió a ambos: a ella porque jamás hubiera imaginado un gesto tan tierno del conde hacia ella, a él porque a pesar de ser el que lo había realizado no fue consciente de que quería tocarla hasta que sus dedos rozaron su firme mentón. Kevin pudo constatar que su pelo era tan suave como parecía y ella sintió que un escalofrío recorría toda su columna; se apartó bruscamente de él y al hacerlo tropezó con una piedra y cayó al suelo. A causa de los nervios y de lo extraño de la situación rompió a reír a la vez que el conde le daba la mano y la ayudaba a levantarse pero la risa se le cortó en seco al darse cuenta de que Lord Kevin no le soltaba la mano y la miraba con gran intensidad: en ese momento él la acercó a su cuerpo y la sujetó por la cintura a la vez que agachaba la cabeza y la besaba. (TN) se quedó totalmente aturdida, tanto que en un primer momento no fue consciente de lo que estaba pasando, pero pronto la suave presión de los labios del conde que le daba pequeños besos en la comisura de los labios hicieron que con un suspiro empezara a responderle, besándolo a su vez y pasando los brazos tras su cuello. Sintió como Lord Kevin metía suavemente la lengua en su boca y notó un extraño calor en su interior a la vez que se le escapaba un gemido; este sonido pareció despertar algo salvaje en el conde pues su beso se tornó más profundo, más íntimo, más apasionado….en ese momento oyeron la voz de Charles:
-¿Papá?
Se separaron bruscamente y mientras él se dirigía hacia donde su hijo se había sentado frotándose los ojos ella se volvió hacia el lago, intentando tranquilizarse sin conseguirlo. Le parecía imposible poder afrontar la situación después de lo que acababa de suceder, así que cogió la cesta y sin mirarlo dijo:
- Iré adelantándome si no le importa, Lord Kevin.
Él se limitó a asentir mientras ayudaba a su hijo a levantarse y se dirigía hacia la orilla a recoger las cañas. (TN)  esperaba que le diese tiempo a alejarse antes de emprender ellos el regreso, sinceramente no se veía capaz de volver a mirar al conde a la cara, ¿qué le había pasado? ¿cómo había permitido que él la besara? Y no sólo lo había permitido, no, había colaborado y había disfrutado, ¡cómo había disfrutado! Lo que había sentido había sido….¡oh Dios! Jamás había experimentado tanta excitación, tanto deseo por alguien: había deseado ese beso, había querido prolongarlo, no acabar jamás, sentir los labios del conde por todo su cuerpo…Esos pensamientos le produjeron gran vergüenza, debía acabar con ellos de inmediato ya que sólo la conducirían al desastre. Mientras caminaba como si la persiguiese una manada de lobos pensó que no podría huir siempre del conde y que su actitud debería ser normal, como si ese beso jamás hubiese sucedido, para no dar pie a que pudiese suceder de nuevo…por más que lo desease.
 
Al día siguiente era domingo y (TN)  estaba terminando de colocarse el sombrero; iba a acudir a la iglesia con sus padres como solía hacer cada semana. Desde el incidente de la mañana anterior no había vuelto a ver al conde, ni siquiera cuando acostaba al pequeño Charles, se preguntó si él también deseaba evitarla a ella pero pronto desechó este pensamiento: él era un conde, si le apetecía algo lo cogía y ya está, dudaba que ni siquiera le hubiese dedicado un segundo pensamiento a ese beso que
para ella había sido tan devastador. Aún no se sentía preparada para enfrentarse al conde así que deseaba con todo su corazón no verlo y si bien era cierto que el conde, junto con la condesa viuda y Charles acudía también a la iglesia, ellos se sentaban en los bancos delanteros mientras el resto del pueblo y los sirvientes lo hacían atrás, no tenían apenas ocasión de verse. Otra cosa distinta iba a ser evitarlo cuando acudiese a jugar o a acostar al pequeño Charles; si bien el domingo era su día libre, solía jugar un rato con él por la tarde o paseaban juntos y siempre lo acompañaba a la hora de acostarse; era entonces cuando solía coincidir con el conde, que acudía a darle las buenas noches a su hijo. Ella no quería renunciar a pasar estos momentos con Charles pues realmente le reconfortaba la compañía del pequeño y había llegado a cogerle un cariño inmenso.
Cuando hubo terminado su arreglo personal bajó a las dependencias del resto de los sirvientes y vio que sólo faltaba ella, sin duda se le había pasado el tiempo pensando en Lord Kevin: parecía que últimamente no podía hacer otra cosa, él ocupaba todos sus pensamientos. Vio con regocijo como Lucas ofrecía su brazo a Emily que lo aceptaba obviamente encantada, aunque no se le escapó una extraña mirada de reojo que le dirigió al hacerlo pero resolvió no darle mayor importancia, tal vez todo se debía al estado de susceptibilidad en el que se encontraba. Una vez en la iglesia todo sucedió como había supuesto: pudo ver a los Jonas en el banco delantero pero exceptuando la reverencia que realizaron todos los sirvientes cuando pasaron a su lado no tuvo más contacto con él. Más tarde, por su madre, supo que el conde había ido a Londres, así que pasó todo el día con Charles, aunque ni siquiera el constante parloteo del pequeño consiguió que su pensamiento se apartara ni un segundo del conde.
 
Esa misma tarde Emily paseaba por los jardines con Lucas, cogida de su brazo. Se sentía enormemente feliz: llevaba tres años trabajando en la casa y sólo uno como doncella personal de la condesa viuda que la había tomado a su servicio cuando su predecesora había fallecido de una repentina embolia cerebral. Antes de unirse al servicio de Greenhill House vivía en el cercano pueblo de Colchester; con su sueldo le daba para ahorrar un poco y ayudar a su madre, que había quedado viuda hacía un año, aunque a decir verdad ninguna de las dos lamentó la muerte del hombre que las había tratado peor que a animales. Desde que llegó al servicio de la casa se había sentido fascinada por el apuesto y alegre Lucas aunque sólo coincidían durante las comidas y la visita dominical a la iglesia; él siempre la había tratado con amabilidad y respeto, haciéndola sentir importante y apreciada. Era el primer hombre con el que se sentía cómoda: Lucas carecía de ademanes bruscos e impacientes, jamás levantaba la voz y además era capaz de acelerar su pulso con solo una mirada. Para Emily encontrar a Lucas había sido cómo ver aparecer el sol tras varios días de oscura tormenta, él había aportado una calidez y una esperanza en su vida que nunca antes había experimentado. En ese último año él parecía haber reparado cada vez más en su presencia y solía pedirle a menudo que le acompañase a dar un paseo. En esos momentos que pasaban a solas disfrutaba enormemente de la conversación de Lucas pero sobre todo disfrutaba al contar con toda su atención: sabía que desde la llegada de (TN)  ambos pasaban mucho tiempo juntos, ella los veía a veces paseando por los jardines de la mansión o salir de los establos. Sentía que Lucas se interesaba por ella, sabía además que resultaba atractiva a la mayoría de los hombres ya que tenía un físico muy de moda con su pelo rubio y ondulado y sus cándidos ojos marrones, por no hablar de un cuerpo lleno de generosas curvas, pero a pesar de esto no podía evitar sentir unos tremendos celos hacia (TD), como la llamaba Lucas. A veces se sentía mal y mezquina por esos sentimientos que experimentaba, sobre todo cuando era consciente de los esfuerzos que hacía la joven por ganarse su amistad, pero le resultaba muy difícil abrirse y confiarse a ella, pues no podía dejar de verla como una rival y era demasiado honesta para no actuar de acuerdo a sus sentimientos. Mientras iba pensando todo esto Lucas había estado hablando de la nueva yegua que el conde había adquirido para cruzarla con Impetuoso, pero de repente se había quedado callado. Sorprendida Emily alzó la mirada hacia él y lo sorprendió mirándola fijamente.
- ¿Lucas? ¿Pasa algo?
El joven apartó la vista, algo azorado, pero luego, armándose de valor, volvió a mirarla y exclamó:
- Nada, estaba pensando que eres preciosa.
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MI QUERIDA INSTITUTRIZ- KEVIN JONAS Y TU - ADAPTADA (TERMINADA) Empty Re: MI QUERIDA INSTITUTRIZ- KEVIN JONAS Y TU - ADAPTADA (TERMINADA)

Mensaje por PEZA Vie 23 Ago 2013, 12:49 pm

2/5
 
Capítulo 4
 
- ¡¡Vamos Lucas!! ¿Y qué dijo ella?
- Ya te he dicho que nada (TD), no insistas.
(TN)  se estaba divirtiendo mucho aunque le exasperaba un poco la actitud reticente de Lucas a la hora de contarle los últimos progresos realizados con Emily.
- ¡Oh, Lucas! Lo que haces no está nada bien- a la vez que decía esto frunció el ceño e hizo un mohín de disgusto- no puedes ponerme el caramelo en la boca y luego quitármelo.
- De verdad que no dijo nada se limitó a mirarme y yo no sé qué pensar –se levantó del banco circular en el que estaban sentados, el mismo al que solía ir el conde con su hijo y se puso a dar vueltas nerviosamente- .
- Bueno, yo creo que ella alberga sentimientos profundos hacia ti.
- ¿De veras? –Lucas detuvo su paseo y se dirigió hacia el banco, tomando asiento de nuevo a su lado - ¿te ha dicho algo?
- No, no me ha dicho nada, pero resulta evidente por la forma en que te mira: su mirada se ilumina cada vez que te ve, se nota que eres su sol, su luna y sus estrellas, todo en uno.
Lucas rió y le cogió ambas manos, apretándoselas cariñosamente:
- Ojalá tengas razón.
Ninguno de los dos se dio cuenta de que alguien se alejaba rápida y silenciosamente. Emily no había podido oír lo que hablaban pero no le hacía falta, podía suponerlo perfectamente. Sintió que le acometían unas terribles ganas de llorar pero pronto su tristeza se vio sustituida por la rabia, ¿a qué estaba jugando Lucas? Aunque tal vez se sintiera atraído por las dos y no supiese por cuál decidirse. Claro, eso era; tal vez (TD) había sido su primer amor y Lucas estaba indeciso; pues bien, ella no pensaba tirar la toalla, no renunciaría así como así al único hombre al que había amado en su vida.
Lord Kevin acababa de recibir la visita del vizconde Alistair Gordon, compañero de Cambridge y su mejor amigo, por añadidura. Ambos habían luchado juntos en Waterloo, habían compartido secretos y algunas mujeres también. Kevin había dejado de lado esa vida licenciosa al volver de la contienda; algo se rompió allí para él pues jamás había estado tan en contacto con la miseria humana. A pesar de que habían pasado seis años desde la victoria del duque de Wellington sobre las tropas de Napoleón aún lo despertaban atroces pesadillas en las que podía oír el grito de los moribundos y sentir el hedor de la carne quemada y putrefacta; se sentía humildemente agradecido de haber salido vivo e ileso de esa terrible experiencia, no compartía la fascinación por los honores de guerra que estaban tan de moda en esa época; había hecho lo que tenía que hacer: servir a su país luchando con valentía. Su padre tuvo sobrados motivos para sentirse orgulloso de él pero él no se sentía así, pues sabía que lo que más lo había ayudado a seguir adelante era su miedo a verse lisiado para toda la vida. A los dos años de volver de la guerra su padre le planteó la necesidad de asegurarse un heredero, puesto que era su único hijo y fue entonces cuando, muy a pesar de Alistair, empezó a buscar entre las jóvenes debutantes una que le pareciese adecuada para engendrar al futuro conde de Colchester. No pedía demasiado, sólo que tuviese sangre noble y que no fuese repulsiva a la vista ni de carácter histérico o caprichoso. Su joven esposa había sido una mujer tranquila y educada, apenas había llegado a conocerla pero la había apreciado y había lamentado profundamente lo injusto de su muerte.
- Bueno querido amigo, te hemos echado de menos últimamente en el club, ¿qué te retiene tanto tiempo en el campo? – Lord Alistair se hallaba repantigado en un sillón frente a Kevin, con una copa en una mano y un puro en la otra. Encarnaba a la perfección todo lo que un dandy debería ser: atractivo, bribón e incapaz de tomarse nada demasiado en serio, pero Kevin sabía que cuando hacía falta era el amigo más leal que se podía desear.
- Ya sabes que no me gusta dejar demasiado tiempo a Charles, disfruto mucho de su compañía, además el pobre no tiene madre y tampoco tiene perspectivas de tener hermanos ¡que menos que sienta que tiene un padre!
- Tiene abuela, que yo sepa la condesa viuda de Colchester aún se cuenta entre los vivos.
Kevin miró a su amigo socarronamente
- Vamos Alistair, cualquier parecido de mi madre con la imagen habitual de una abuela es pura coincidencia.
Alistair rió entre dientes y a continuación dio una larga calada a su puro.
- ¿Y qué piensa la encantadora Lady Bronster de tus cada vez más frecuentes ausencias?
La mención de su amante provocó una ligera incomodidad en Kevin ya que automáticamente su mente voló hacia la mujer a la que realmente deseaba: la encantadora, sincera y virginal señorita Sommington.
- Ya sabes que Olivia es muy comprensiva, no tiene nada que ver con la bailarina esa con la que estuviste el año pasado – Alistair resopló al oír a su amigo nombrar a Lidia, bailarina del teatro Drury Lane. Encandiló a la inmensa mayoría de la nobleza londinense pero fue él quien se quedó con el premio. Al mes ya no sabía cómo deshacerse de ella, su estupidez era comparable a su belleza y sus exigencias estaban totalmente fuera de lugar en una amante. Resolvió el problema marchándose una larga temporada a su residencia campestre alegando melancolía. Cuando volvió Lidia ya había encontrado un nuevo benefactor.
- Bueno, pero tendrás alguna linda amiga aquí en el campo, una rolliza viuda de mejillas sonrosadas….
- No, de vez en cuando voy a Londres, no he dejado de ver a Olivia.
- Sí, pero ya no acudes con la asiduidad de antes…..-de repente puso una expresión horrorizada y añadió - ¿no tendrás problemas con….ya sabes? –a la vez que hacía la pregunta señaló los atributos viriles de su amigo.
- No seas absurdo. A mi verga no le pasa nada…es quizá que ahora estoy algo confuso…-casi al momento de decirlo se arrepintió. No porque no confiase en su amigo, si no porque no quería expresar en voz alta lo que estaba sintiendo; eso sería hacerlo real, plantear un problema que él realmente quería olvidar.
Alistair no iba a dejar que el asunto quedara así; dejó la copa en la mesilla que había a su lado y se inclinó hacia delante mirando inquisitivamente a su amigo y esperando que continuara. Incómodo Kevin siguió hablando:
- Se trata de la institutriz de Charles….me siento inusualmente atraído hacia ella, más bien obsesionado, diría yo.
- Bueno ¿y porqué no te la llevas a la cama? Que yo sepa siempre has resultado atractivo a las mujeres, casi tanto como yo, me atrevería a añadir –esto último lo dijo con una enorme sonrisa de autosuficiencia.
- No es mi estilo desvirgar doncellas y ella tampoco parece loca por caer en mis brazos…y aún suponiendo que quisiera…¿lo haríamos aquí, en mi propia casa?
- Si sois discretos no veo dónde está el problema, no serías el primero.
- Yo te voy a decir dónde está el problema….¿recuerdas a mi mayordomo, Sommington?
- Sí, por supuesto, acabo de verlo cuando he llegado.
- Bien, pues la institutriz es la señorita Sommington.
- Vaya, eso sí que es un problema; todo el mundo sabe que los criados siempre se enteran de todo y no sería agradable que tu mayordomo descubra que estás pervirtiendo a su hija…
Kevin miró a su amigo a la vez que asentía.
- De todas formas esto es hablar por hablar ya te he dicho que ella no parece deseosa de compartir mi cama, de hecho me evita todo lo que puede….
 
(TN), totalmente ajena a esta conversación sobre su persona ayudaba a Charles a elegir los cubiertos adecuados entre una gran muestra. Había conseguido mantenerse alejada del conde los últimos días, sólo lo había visto brevemente cuando acudía a dar las buenas noches a su hijo y entonces ella ni lo miraba, pues sabía que en su cara se vería el deseo que sentía hacia él. Sus padres la habían notado más retraída pero ella lo había negado; también Lucas le había echado en cara su falta de atención mientras le contaba su último encuentro a solas con Emily, pero tampoco a él le había dicho nada….era tan absurdo, ¿qué iba a decir? ¿Qué se sentía totalmente fascinada y atraída hacia Lord Kevin? ¿Qué él ocupaba todos sus sueños, los que tenía dormida y los que tenía despierta? No se atrevía a poner nombre a estas sensaciones, era la primera vez que las experimentaba y le causaban gran sufrimiento y desazón. Aprovechando la llegada de Jane que iba a bañar a Charles decidió salir fuera a tomar el aire y aclarar sus ideas, tarea imposible, pues cuanto más vueltas daba sobre el tema más confundida se sentía. Al bajar la escalinata vio que la puerta de la biblioteca se abría y de ella salía un apuesto desconocido seguido de Lord Kevin; rápidamente inclinó la cabeza a modo de saludo y siguió su camino hacia la puerta trasera, la que usaba el servicio; no vio, por tanto, la apreciativa mirada que Lord Alistair le dirigió. Este, en cuanto (TN)  hubo desaparecido del vestíbulo se volvió hacia Kevin y levantando una ceja exclamó:
- Déjame adivinar…..acabo de ver a la fascinante señorita Sommington.
- Efectivamente, ¿cómo has sabido que era ella?
- Pues está claro que no es una invitada, pero tampoco lleva el uniforme de las criadas…además por lo poco que he podido ver tiene todo lo necesario para justificar tu ….¿cómo habías dicho? –Alistair fingió pensar durante unos breves segundos- ¡ah, si! Inusual atracción hacia ella…
- ¡Oh, por favor, Alistair!- exclamó Kevin con fastidio-. Olvida todo lo que te he dicho.
- Lo siento amigo mío, es demasiado jugoso ver al imperturbable conde de Colchester confundido por una jovencita.
 
(TN)  llevaba casi una hora deambulando por los jardines, empezaba a anochecer y la temperatura había descendido bastante. Al sentir el helor de la tarde decidió volver a la casa; salía del pequeño laberinto cuando se topó de frente con Lord Kevin. Este la había visto paseando por los jardines cuando despedía a Alistair y desde el momento en que la vio no había podido apartar la vista de ella, de regreso a la casa se sorprendió a si mismo ya que, como si sus pies tuvieran voluntad propia, se dirigió hacia donde había divisado a la joven.
- ¡Oh, disculpe milord! –a pesar de lo que él le había pedido el primer día que se conocieron no levantó la mirada del suelo, no se atrevía, ya que era consciente de que un revelador sonrojo se había apoderado de su rostro.
Él levantó suavemente su barbilla:
- (TN)  ….
La sorpresa al oír que él se dirigía a ella por su nombre hizo que lo mirara directamente a los ojos. Le dio la impresión de que se hundía en una noche de tormenta. Apartó bruscamente la cabeza:
- Lo siento, debo volver dentro.
- ¿Tienes miedo (TN)?
“¡¡Sí!!” habría deseado gritar, “tengo miedo de que me mires, de que me toques, porque sé que en tus manos seré como cera blanda…..”, en cambio murmuró:
- Por supuesto que no, milord.
- Pues deberías.
Sorprendida lo miró con algo muy parecido al temor reflejado en su rostro:
- ¿Por qué dice eso, milord?
- Porque mis pensamientos hacia ti no son los pensamientos que debería inspirarme la institutriz, porque cada vez me cuesta más trabajo no tocarte, no volver a besarte….
- Le ruego por favor que no vuelva a expresar esos pensamientos en voz alta, -le interrumpió ella bruscamente- no soy de las que van buscando un sitio en la cama de los nobles y me ofende…
- ¿De verdad te ofendo? ¿no será que tú sientes lo mismo que yo?
“¡Dios mío! ¡Lo había notado!”
- Por supuesto que no, me confunde usted con alguna de sus…meretrices –nada más decir esto se tapó horrorizada la boca y dio un paso atrás, ¿qué perverso pensamiento le había hecho decir estas palabras?
El conde, furioso, la atrajo contra su pecho y con los dientes apretados sólo dijo una palabra:
- Demuéstramelo.
Mientras la boca del conde se cernía sobre la suya supo que estaba perdida, aún así intentó mostrarse firme, resistir el empuje de su lengua que le exigía el acceso a su boca. Entonces él cambió de táctica y deslizó sus labios por su cuello; el contacto de su boca justo donde le latía el pulso le hizo suspirar momento que aprovechó el conde para apoderarse de su boca y abrazarla más fuerte contra su pecho. Ella ya no sentía el frío del atardecer, sólo sentía la dureza del pecho masculino contra sus senos, la tirantez de sus propios pezones al tensarse contra la tela de su vestido, la calidez y humedad de la boca del conde que acariciaba el interior de la suya y su propia humedad que le hacía sentir un vacío en el vientre que no había experimentado nunca. No percibió cómo el conde la empujaba suavemente con su cuerpo para resguardarse en el laberinto, ni siquiera notó cómo le desabrochaba los botones de su vestido y se lo bajaba hasta casi la cintura, todo esto sin dejar de besarla. Ella respondía frenéticamente a sus besos y caricias, lo agarraba del pelo para acercarlo, suspiraba, gemía…. luego, más tarde se avergonzaría, pero eso sería luego. De pronto contuvo bruscamente el aliento: sobre la camisola sintió la húmeda boca del conde, que besaba y succionaba suavemente su pezón; sintió que las piernas le temblaban, que si no fuese por las manos del conde que la sujetaban fuertemente se desplomaría al instante. Comenzó a acariciar su espalda mientras él atormentaba deliciosamente sus sensibles pezones, entonces de repente él se separó de ella. (TN)  aturdida lo miraba sin apenas verlo, con la respiración jadeante y sin ser apenas consciente apretó la parte delantera del vestido contra su pecho. Él parecía igual de confundido que ella, se pasó nerviosamente la mano por el despeinado cabello y murmurando: -“¡Dios mío!” se dio la vuelta y se fue.
(TN)  se dejó resbalar lentamente hasta el suelo, escondió la cara entre las manos y rompió a llorar.
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MI QUERIDA INSTITUTRIZ- KEVIN JONAS Y TU - ADAPTADA (TERMINADA) Empty Re: MI QUERIDA INSTITUTRIZ- KEVIN JONAS Y TU - ADAPTADA (TERMINADA)

Mensaje por PEZA Vie 23 Ago 2013, 12:50 pm

3/5
 
Capítulo 5
 
No notó que alguien se acercaba hasta que le pusieron su capa gris marengo sobre los hombros; al alzar la vista vio que se trataba de su madre y rompió a llorar de nuevo. Su madre se limitó a abrazarla.
- ¿Cómo sabías que estaba aquí?
- Os vi entrar en el laberinto por la ventana de la galería….
(TN)  no dijo nada más aunque había reparado en el plural que había utilizado su madre. Se levantó del suelo y cogida de su brazo anduvieron hacia la casa.
Poco más tarde, sentada en la habitación que compartían sus padres y frente a una reconfortante taza de té esperó a que su madre hablase primero; esta se limitaba a mirarla con expresión seria pero no había rastro de enfado ni reproche en su mirada. Al rato preguntó quedamente:
- Hija mía, ¿ha sucedido algo irreparable?
(TN)  no tenía más experiencia con los hombres que la que le había proporcionado el conde pero aún así sabía perfectamente a lo que se refería su madre, no era una señorita de la nobleza, se había criado entre gente común mucho más francos a la hora de hablar y actuar que los pertenecientes a la clase alta, había visto bestias pariendo y copulando, e intuía que entre los seres humanos las cosas sucedían de forma muy parecida.
- No lo que tú temes, pero sí, ha ocurrido algo irreparable –alzó la vista de su taza de té, miró a los ojos a su madre y valientemente añadió: - me he enamorado de Lord Kevin-. Poner nombre a sus sentimientos fue tan liberador como aterrador, (TN)  sospechaba la profundidad de sus sentimientos pero hasta el momento en que había comprobado cómo su cuerpo había reaccionado al contacto del conde no vio con claridad lo que sentía hacia él.
- Eso ya lo suponía como supongo también que eres consciente de que debes olvidar esos sentimientos…..
- Lo sé madre, y créeme, lucho contra ellos cada segundo de mi vida, pero parece que cuanto más intento no pensar en el conde, más presente lo tengo….
- Deberás evitarlo todo lo que puedas.
Su madre no hacía más que expresar en voz alta lo que ella ya sabía: los condes no se casaban con institutrices que no tenían nada que ofrecer, ni siquiera una mísera gota de sangre azul corriendo por sus venas, la otra opción que tenía, convertirse en su amante, se le antojaba intolerable.
 
Los días que siguieron al desgraciado episodio del laberinto supusieron un respiro para (TN)  ya que no volvió a encontrarse a solas con el conde. Con sorpresa constató que él también parecía evitarla, quizá porque era igual de consciente que ella de lo inapropiado de la situación; al menos le quedaba el consuelo de que él no pretendía abusar de su posición para lograr sus objetivos.
Estaba tumbada en la cama, a oscuras; ya hacía un buen rato que todos se habían ido a dormir, pero a ella últimamente le costaba muchísimo conciliar el sueño: el anhelo que sentía hacia el conde le impedía descansar y apenas concentrarse; andaba por la casa como un fantasma: pensativa y triste; su madre la miraba con silenciosa compasión y su padre mantenía la misma actitud de siempre aunque había preguntado extrañado si se sentía enferma, hacía varios días que no buscaba la compañía de Lucas, se sentía indiferente a todo y sólo la presencia del conde lograba que volviese a sentirse viva, aunque sus emociones eran más de temor por sus propios sentimientos que de verdadero placer. De repente oyó unos extraños sonidos procedentes de la habitación de Charles; rápidamente se puso una bata sobre el recatado camisón y se encaminó hacia la habitación de al lado mientras se anudaba la bata a la cintura. Al entrar vio a Charles inclinado sobre la cama y vomitando; se sentó a su lado y le acarició la frente: estaba ardiendo. En cuanto al niño se le hubieron pasado las arcadas fue a avisar a Jane que rápidamente acudió y se hizo cargo de la limpieza de la habitación. Charles gemía suavemente con los ojos cerrados, de vez en cuando se quejaba y se llevaba las manos al estómago. (TN)  estaba muy preocupada, la fiebre del niño era muy alta.
- Debería verlo el doctor –comentó para sí misma, olvidándose incluso de la presencia de Jane
- Ahora mismo le digo a Thomas que vaya a buscarlo.
- Alguien debería avisar al conde también.
Jane la miró horrorizada.
- ¿Quién crees tú que se va a atrever a despertarlo a estas horas? Esperemos a ver lo que dice el doctor.
(TN)  sacudió la cabeza:
- No, no, Jane. Tú, al igual que yo sabes la devoción que el conde siente por su hijo. No le gustará que le hagamos esperar.
- Muy bien entonces, ve tú misma y díselo. No perdamos más tiempo; yo avisaré a Thomas.
(TN)  estuvo a punto de protestar, seguramente cualquier criado podía desempeñar esa tarea, pero calculó el tiempo que perderían y el consuelo que a Charles le daría contar con su padre y sin querer meditarlo más se dirigió hacia las habitaciones del conde situadas en la misma planta pero en distinta ala de la casa. Tocó suavemente en la puerta y enseguida oyó la voz del conde autorizando el paso: o bien tenía un sueño muy ligero o bien estaba despierto. Al abrir la puerta apenas pudo distinguirlo; alzó la vela que llevaba justo cuando Lord Kevin se incorporaba. Sintió cómo se quedaba sin aliento: la camisa de dormir que llevaba estaba abierta hasta la mitad del pecho, revelando una musculatura no demasiado abultada pero sí muy marcada, cubierta con un rizado vello negro. La sorpresa del conde también fue memorable, sintió que sus sueños se materializaban: mil veces la había imaginado en su dormitorio, aunque en sus ensoñaciones ella aparecía tumbada en su cama y desnuda. (TN)  fue la primera en apartar la vista y murmurar:
- Charles se encuentra enfermo, creo que quizá usted quiera verlo.- Sabía que era cobarde, que el conde querría saber más detalles y probablemente se quedaría preocupado, pero no añadió nada más y salió rápidamente de la habitación.
El conde no tardó nada en aparecer en la habitación de su hijo, se había puesto un batín sobre su camisa de dormir y llevaba unas zapatillas de aspecto mullido. El doctor aún no había llegado, Jane se hallaba de pie, retorciendo sus manos y (TN)  estaba sentada al lado de Charles, en su cama; al ver entrar al conde se levantó.
Lord Kevin miró a su hijo, estaba muy pálido y respiraba agitadamente.
- ¿Qué le pasa? –preguntó sin apartar la vista de Charles.
Le explicaron brevemente los síntomas que presentaba el niño y le informaron también de que Thomas había ido a buscar al doctor. Él se sentó al lado de su hijo y puso la mano sobre su frente; su ceño se arrugó con preocupación, pues notó que la temperatura era muy elevada. El pequeño se quejó débilmente y Lord Kevin lo tranquilizó y acarició. (TN)  sintió encogerse su corazón ante la ternura del gesto; sabía que la forma que tenía el conde de tratar a su hijo era en parte responsable, junto a su gran atractivo, de los sentimientos que experimentaba hacia él. En ese momento oyeron voces en el vestíbulo; pudo distinguir la voz de su padre y otra que no le era familiar, sin duda se trataba de la voz del doctor. Al momento éste, acompañado por su padre, apareció en la habitación. Todos se apartaron para dejar sitio al médico, un hombre ya mayor de aspecto tranquilo y eficiente, quién tras preguntar por los síntomas del pequeño le tomó la temperatura, el pulso y le palpó el vientre. También quiso mirarle las pupilas y por fin se volvió hacia los rostros que, preocupados, esperaban el diagnóstico.
- El señorito Charles sufre un trastorno estomacal, ¿comió algo que le pudiera sentar mal?
Fue Jane la que respondió:
- No creo doctor, él come lo mismo que el conde, sólo que en menor cantidad.
- Yo no he notado ningún síntoma extraño –intervino el conde.
- Bueno, creo que ahora, para bajar la temperatura corporal será conveniente aplicar paños de agua fría en la frente. Su dieta consistirá sólo en caldos de ave y ternera hasta que veamos mejoría y mañana enviaré un tónico a base de manzanilla y camomila para calmar los dolores abdominales.
- ¿Cuándo volverá a ver a mi hijo?
- Mañana por la tarde, si no hay novedad.
- Muy bien doctor, seguiremos sus recomendaciones –Lord Kevin estaba realmente serio; (TN)  se preguntó si desconfiaba de las bondades del tratamiento del doctor.
Jane ya había ido a preparar los paños con agua fría y el doctor salió, dejando la puerta de la habitación abierta. El conde se volvió hacia (TN)  y le dijo:
- Señorita Sommington, puede ir a descansar. Yo me quedaré con mi hijo hasta que le baje la fiebre.
Ella estuvo a punto de protestar, pero la perspectiva de encontrarse a menos de un metro de él no le apetecía nada, así que acariciando por última vez la cabeza de Charles y besar suavemente su mejilla salió y se dirigió a su habitación.
No habían pasado aún dos horas cuando (TN)  se levantó de la cama y salió para dirigirse a la habitación de Charles. La preocupación no la dejaba descansar, tenía que comprobar que el pequeño estaba bien; seguramente el conde ya se había ido a su habitación y aunque no fuera así Jane estaría con ellos. Justo cuando se disponía a llamar suavemente a la puerta, esta se abrió y el conde apareció ante sus ojos; no le dio tiempo a reaccionar pues antes de que pudiera decir nada él volvió a cerrar, le hizo un gesto pidiéndole silencio, la cogió del brazo suavemente y la apartó de la puerta.
- (TN), no le he dado las gracias por venir a avisarme, imagino lo que le habrá costado tomar esa decisión….
- No es nada –se sentía turbada por la cercanía del conde y el susurro bajo de su voz tan cerca de su rostro –lo he hecho pensando en Charles. Ahora mismo iba a verlo, no podía dormir….
- Ahora está tranquilo, la fiebre le ha bajado y no ha vuelto a vomitar. Se ha quedado dormido…Jane está con él.
- ¡Ah! Tal vez quiera que la releve para descansar –no sabía cómo escapar de la cercanía del conde.
- No creo que nada pueda hacer que Jane se separe de la habitación de Charles.
- Siendo así, iré a dormir –y tratando de escabullirse añadió: - buenas noches.
- Espera….-Kevin no sabía lo que iba a decir, ni siquiera fue consciente de haberla detenido hasta que la palabra salió de su boca y su mano la agarró suavemente del brazo. Su proximidad, su pelo apenas recogido, la curva de su cuello, de sus labios….lo tenían totalmente hipnotizado, y sin poder evitarlo bajó la cabeza y la besó: lo hizo con toda el ansia que sentía por ella, la besó diciéndole con sus labios lo que no podía decirle con palabras, porque no conocía las palabras que pusiesen nombre a esos sentimientos.
En un primer instante ella se quedó paralizada pero luego sus manos se aferraron a su cuello y respondió a su beso, como si él le diese el aire que necesitaba para respirar. Notó como la empujaba con su cuerpo hasta acercarla a su propia habitación, justo al lado de donde se encontraban y abría la puerta. Siguió besándola, atormentándola con sus labios y sus manos, que la acariciaban por todas las partes de su cuerpo y en ese momento la tumbó sobre la cama y la cubrió con su cuerpo. La besaba por toda la cara, por el cuello, los párpados y….¡oh Dios! metía la lengua en su oreja, haciendo que la sangre le zumbara de tal manera en los oídos que se sentía mareada. Kevin había desatado su bata y ahora desabotonaba los pequeños botones de su camisón, besando y lamiendo cada trozo de piel que descubría. Ella, a su vez, le acariciaba frenéticamente el pelo, la espalda, todo lo que estuviera a su alcance y pequeños gemidos se escapaban de sus labios. Algo muy lejano quería advertirle, infundirle sensatez, pero las sensaciones que la dominaban eran demasiado poderosas para que pudiese resistirlas, ni siquiera podía pensar. En ese momento el conde dejó al descubierto sus pechos y se apartó para mirarlos; ella sintió cómo enrojecía de vergüenza ante la intensidad de la mirada del conde.
- ¡Dios santo! ¡Eres preciosa! –su voz, tan ronca, le resultó extraña a él mismo.
Jamás había estado tan encendido, tan fuera de control, sólo sabía que la deseaba, la deseaba, la deseaba….y si no la tenía, moriría. Su sabor, su olor a jabón, la suavidad de su piel, la rotundidad de sus pechos, plenos, redondos y coronados por enhiestos pezones marrones lo habían vuelto literalmente loco. Bajó la boca y lamió un pezón, mientras con sus dedos acariciaba el otro. Ella se arqueó, acercando inconscientemente sus pechos a la boca ardiente que la estaba atormentando; Kevin siguió deslizándole el camisón, sin dejar de lamer y chupar sus pezones…a la vez que el camisón iba descendiendo él dejaba al descubierto sus caderas, el centro de su feminidad, sus largos muslos, sus bien torneadas pantorrillas…sintió que ella, presa de la pasión, torpemente le desataba el batín y metía las manos en su camisa de dormir, acariciando su pecho, enredando suavemente sus dedos en el vello que lo cubría. Él empezó a notar que su control se tambaleaba, no podría aguantar mucho más, ¿cómo había podido caer tan profundamente en la seducción de una virgen, él, que había compartido la cama con algunas de las mujeres más experimentadas de su época? ; a la vez que saboreaba sus pechos con la lengua, acarició lentamente el lugar secreto entre sus muslos y ella dio un respingo. De repente (TN)  se retrajo, no se sentía preparada para responder a tanta pasión, no sabía lo que se esperaba de ella. El conde notó la reticencia femenina y sintió que el corazón se le encogía dentro del pecho; trató de tranquilizarla:
- (TN), cariño, confía en mí, no tengas miedo…-a la vez que decía esto la besaba y acariciaba lentamente en los párpados, el cuello, la frente, los labios…
Ella se rindió, la ternura de sus gestos, de sus palabras, ese “cariño” que se le había clavado en el alma acabaron por derribar sus últimos miedos y la hicieron responder apasionadamente a sus besos. Él, reconociendo la victoria y temiendo una nueva retirada femenina se despojó rápidamente de la camisa de dormir y se acopló sobre ella. Ambos sintieron la misma descarga cuando sus pieles desnudas se tocaron; él se moría por lamerla entera, pero tenía miedo de asustarla. A pesar de su apasionada respuesta se notaba la inocencia en todos sus gestos, en la sorpresa de sus ojos ante las nuevas sensaciones que estaba experimentando, en su entrega desinteresada…era deliciosa. Así que siguió besándola, bebiendo de su boca, mientras sus dedos volvían a deslizarse entre sus piernas, pasando el dedo lentamente por el suave montículo que se escondía entre sus húmedos rizos…ella empezó a jadear como si le faltara el aire y el sonido de su voz, de sus gemidos lo enardecieron más allá de cualquier razón.
- Dí mi nombre (TN) ….-murmuró en voz baja y ronca.
Ella se limitó a mirarlo con los ojos nublados por la pasión, sin apenas entender lo que él le estaba pidiendo. Él volvió a repetírselo con la voz enronquecida por la pasión que lo devoraba.
- Kevin…
Él ya no pudo aguantar más, le abrió las piernas con la mano y lentamente empezó a empujar con su miembro, totalmente duro y palpitante. En un principio ella pareció no darse cuenta de la nueva intromisión; seguía aturdida por sus besos, por el calor de su piel, por ese peso en su vientre que parecía volverse líquido y derramarse por sus muslos…pero de repente, un nuevo movimiento hizo que lanzara un fuerte gemido de dolor. Miró al conde y lo vio con los ojos cerrados y los labios apretados como si fuese presa de un gran sufrimiento; sin comprender bien lo que pasaba y temiendo que algo fuera mal se movió tratando de apartarse. Kevin abrió los ojos y la miró intensamente.
- No te muevas –como si le costase un gran esfuerzo continuó hablando- estoy tratando de que te acostumbres a mi cuerpo…
- Ya no me duele …
Sintiendo un gran alivio él empezó a moverse otra vez, primero lentamente, pero conforme notaba que el cuerpo femenino se amoldaba a sus embestidas fue aumentando el ritmo, colocando las piernas de ella alrededor de su cintura. (TN)  movía frenéticamente la cabeza de un lado a otro, gimiendo mientras lágrimas de incredulidad y felicidad resbalaban por sus mejillas y de pronto sintió un apremio en sus entrañas, una conmoción que la hizo quedarse sorda y ciega a todo lo que no fuera esa nueva sensación que la atravesaba como un rayo. A la vez que ella alcanzaba el orgasmo él había llegado al suyo, experimentando la unión más perfecta y trascendental de su vida. La abrazó fuertemente y se desplomó sobre ella, besando su cuello y sintiéndose el más humilde de los mortales por haber sido agraciado con ese momento único. Se sentía eufórico, alegre más allá de cualquier razón, optimista y feliz como nunca lo había sido antes; no quiso pararse a analizar sus sentimientos, sólo podía disfrutar de la sensación de tener a (TN)  entre sus brazos. A la vez que la acunaba suavemente besó sus cabellos, la joven permanecía con los ojos cerrados pero él sabía que no dormía pues un ligero temblor sacudía su cuerpo.
- (TN) …-suavemente la abrazó y comenzó a besarla de nuevo, sorprendido por necesitarla tanto.
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MI QUERIDA INSTITUTRIZ- KEVIN JONAS Y TU - ADAPTADA (TERMINADA) Empty Re: MI QUERIDA INSTITUTRIZ- KEVIN JONAS Y TU - ADAPTADA (TERMINADA)

Mensaje por PEZA Vie 23 Ago 2013, 6:49 pm

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Capítulo 6
 
Afortunadamente al día siguiente Charles se encontraba mucho mejor, al parecer su enfermedad había sido una indisposición pasajera; no obstante y por precaución continuaron suministrándole caldos y no le dejaron salir fuera de la casa. Después de más de un mes trabajando en Greenhill, (TN) conocía en qué momentos el conde iba a visitar a su hijo e hizo todo lo posible por evitarlo. Afortunadamente lo consiguió. Sabía que tarde o temprano debería enfrentarse no sólo al conde si no también a sus imperdonables acciones, pero se sentía tan conmocionada que no podía pensar con claridad. Esa mañana, al despertar, se había encontrado sola y desnuda y al momento todo lo que había sucedido la noche anterior había acudido de nuevo a su mente; a pesar de que realmente estaba consternada no podía sentirse culpable del todo y tenía que admitir que había sido maravilloso y que la alegría y felicidad que había sentido en los brazos de Lord Kevin le impedían arrepentirse totalmente de lo que había sucedido entre ellos. Pero siempre había sido sensata y sabía que no podía esperar nada bueno de aquello que fuera lo que se estaba gestando entre ellos, exceptuando esos momentos que el conde la tenía entre sus brazos, y el precio a pagar por la gloria de sus besos y su cuerpo era demasiado alto: la vergüenza, la deshonra, el acabar engendrando al bastardo del conde y el verse obligada a irse de allí con el desprecio de todos a los que conocía y quería. Desgraciadamente, la única solución que se le ocurría para evitar que volviese a suceder lo que preveía inevitable era irse ya que no tenía ninguna defensa contra los sentimientos tan profundos que le inspiraba el conde. No dijo nada a nadie, pero la idea fue madurando en su cabeza durante todo el día. A solas, en su habitación, lloró amargamente ya que una vez que tomó la decisión de buscar trabajo en otro lugar fue consciente de cuanto le iba a doler dejar el que consideraba su hogar, a sus padres, a Charles, a Lucas y, sobre todo a Lord Kevin, pero era la única opción correcta que se le ocurría. Decidió ser fuerte: al día siguiente iría a hablar con el conde y le comunicaría su decisión; después y tras haber anulado las posibilidades de que la convencieran de lo contrario, hablaría con su familia. La mañana siguiente se levantó nerviosa, había decidido hablar con Lord Kevin y por más que le costara no se iba a echar atrás: ese día lo vería y hablaría con él; seguro que no le pondría pegas: él ya había conseguido lo único que podía desear de la institutriz de su hijo.
 
Kevin se encontraba en la biblioteca, sentado en un sillón y bebiendo lentamente una copa del licor francés que tanto le gustaba. Pensaba en (TN), como cada uno de los días que habían trascurrido desde que la había visto por primera vez. Los detalles de la noche que la había tenido entre sus brazos aún daban vueltas en su cabeza; él, que había tenido incontables mujeres en su cama, algunas de ellas de las más experimentadas y atractivas cortesanas de su tiempo, se sentía totalmente cautivado por los encantos de una inocente institutriz, por los besos y las caricias de una joven a la que aventajaba varios siglos en experiencia. No sabía muy bien cómo manejar la nueva situación que se había establecido entre ellos, pero era muy consciente de que algo debía cambiar: desde luego él no estaba dispuesto a renunciar al éxtasis que había encontrado entre sus brazos, todas sus reservas iniciales de no enredarse con una empleada habían desaparecido tras esa gloriosa noche de pasión, no era tanto cuestión de que no quería renunciar a ella, era plenamente consciente, aunque eso lo incomodara en cierta manera, de que realmente no podía prescindir de la presencia de la joven: ocupaba su mente, llenaba sus sentidos, necesitaba sus besos y caricias. En ese momento oyó un leve golpe en la puerta; sintió un escalofrío de anticipación y supo que se trataba de ella.
Al pasar a la biblioteca (TN)  lo vio, observándola fijamente, le hizo un leve movimiento con la cabeza invitándola a que tomara asiento frente a él. A ella le temblaban las manos, era consciente de que al verlo había enrojecido profundamente pues las imágenes de lo que había ocurrido entre ellos ocuparon su mente al observar su atractivo rostro…¿de verdad él había besado cada rincón de su cuerpo? Ahora parecía un sueño pero ella sabía que todo había sido muy real.
- Lord Kevin …-comenzó con voz titubeante. A continuación inspiró hondo y prosiguió con firmeza: -he tomado la decisión de cambiar de trabajo y me gustaría que me proporcionara referencias para facilitarme la tarea….
- No – él había observado su pálido rostro y sus profundas ojeras, sabía que ella estaría arrepentida pero lo último que imaginaba es que querría irse, ¡por Dios!, esa había sido siempre su casa.
- ¿Perdón, milord?
Él a su vez le contestó con otra pregunta, que sonó exasperada:
- ¿No es ridículo que sigas llamándome milord después de lo que ha pasado entre nosotros?
Ella sintió cómo un vivo sonrojo se apoderaba de sus mejillas; levantando la barbilla con gesto obstinado replicó:
- Por mi parte estoy dispuesta a olvidarlo todo, por eso he tomado la decisión de irme; pienso que es lo mejor.
El conde se levantó rápidamente de su sillón y se acercó, sobresaltándola y haciendo que retrocediera un paso, se cernió sobre ella, agarrándola por ambos brazos y se apoderó de su boca, besándola ferozmente. En un primer momento (TN)  intentó resistirse, pero a la vez que la boca del conde se hacía más persuasiva ella fue respondiendo al beso, acariciando con su lengua la lengua del conde, gozando del poder que le otorgaba el gemido profundo que sus caricias arrancaban de los labios de él, sintiendo que se derretía, que era incapaz de pensar, sólo podía sentir y anhelar la intimidad que habían compartido con anterioridad. Kevin se separó de ella, sin dejar de acariciarle la nuca con sus dedos, la miró a los ojos y le dijo:
- ¿De verdad crees que puedes olvidar esto?
(TN)  sintió que se empañaban sus ojos, mordiéndose los labios apartó sus ojos de los penetrantes ojos masculinos y susurró:
- Debo intentarlo.
- No voy a dejarte ir, quítate esa idea de la cabeza. – Y sin darle tiempo a responder volvió a besarla.
La idea de resistirse al beso del conde pasó brevemente por su cabeza, pero no ahondó, era imposible luchar contra el amor, el deseo, la gloria de sentirse de nuevo entre sus brazos. Sin dejar de besarla, la empujó suavemente sobre el diván. Allí, sin pensar que alguien podía entrar y sorprenderlos, comenzó a besarla por todo el rostro y el cuello, mientras sus dedos pellizcaban suavemente sus pezones, haciendo que la cabeza le diera vueltas. Mientras la besaba iba desabrochando lentamente los botones de su recatado vestido, marcando con sus besos su ardiente piel; cuando dejó al descubierto sus pechos los acarició con sus dedos y sus labios, ella se arqueó ronroneando como una gatita y él metió su mano bajo su falda, buscando el cierre de sus calzones. Una vez que consiguió su objetivo empezó a acariciar el punto más sensible entre sus rizos y se sintió muy satisfecho al notar que ella ya estaba húmeda, dispuesta para recibirlo; no pudo aguantar más, abrió sus pantalones, lo suficiente para dejar salir su miembro, ya muy hinchado y palpitante. Ella se incorporó un poco sobre sus codos, quería contemplar esa parte de él que tanto placer le había proporcionado la noche anterior; él notó su interés y la dejó mirarlo, sintiendo como eso lo excitaba aún más. Ella adelantó tímidamente la mano y acarició suavemente la punta redondeada y brillante, él cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás disfrutando de las caricias de sus dedos; (TN)  se volvió más audaz, excitada por la respuesta masculina y comenzó a acariciar el largo miembro desde la base hasta la punta roma; Kevin no pudo aguantar más tiempo y apartando su mano suavemente levantó sus faldas colocándose entre sus piernas, cuando la penetró sintió que un rayo de placer le recorría toda la espalda, comenzó a moverse, gozando al ver que ella le seguía con entusiasmo y los ojos entrecerrados. Ninguno de los dos pensó que en cualquier momento podrían interrumpirlos, en ese momento ni siquiera eran conscientes del lugar en el que se encontraban, sólo existían ellos.
- ¡Oh, (TN)! Me vuelves loco….
Esas palabras la abocaron al abismo, sintió como unos deliciosos espasmos se apoderaban de su cuerpo y murmurando el nombre de él llegó al clímax. Enseguida él se unió a ella y cuando se derrumbó sobre su cuerpo besó su sien con gran ternura; ella le acarició la espalda y sin poder evitarlo murmuró:
- Te quiero.
En vano se quedó esperando una respuesta por parte de él, no la hubo. Se limitó a ayudarla a vestirse y a arreglarse él mismo. (TN), repentinamente triste le pidió permiso para marcharse: no quería que él la viese llorar.
 
Al día siguiente Kevin fue a Londres; tenía que hablar con Olivia. No temía la reacción de ella cuando él pusiese punto y final a su relación, era una mujer madura y sensata y entre ellos, sobre todo, había un gran cariño y una gran amistad. Iba dispuesto a sincerarse completamente con ella; una idea iba tomando forma en su mente y quería conocer la opinión, siempre bienintencionada y pragmática de Olivia. Cuando llegó a la bonita casa de Olivia, esta se sorprendió de verlo tan temprano, pero lo conocía muy bien y sabía que su visita se debía a un asunto muy distinto del que habitualmente lo llevaba a su casa. Lo recibió en un coqueto saloncito decorado en tonos rosados y le sirvió un jerez. Él le contó brevemente su aventura con (TN).
Olivia lo miraba entre sorprendida y divertida.
- Nunca hubiese pensado que te vería enamorado.
- Bueno Olivia –a pesar de la confianza que había ente ellos, la voz de Lord (TN)  sonaba azorada- decir enamorado…es un poco exagerado.
- Vamos Kevin, sólo hay que oírte cuando hablas de ella, eso por no decir que últimamente no parecías tú mismo. Me preguntaba qué te estaba pasando, ahora lo sé.
Kevin sintió su orgullo herido.
- ¿Acaso no has quedado satisfecha con nuestros encuentros?
- Sabes muy bien que sí, pero una mujer nota esas cosas –Olivia se acercó a él y le acarició suavemente la mejilla-. Cariño, voy a echarte mucho de menos, pero espero al menos no perder tu amistad.
- Por supuesto que no, Olivia –él besó la palma de su mano – siempre tendrás mi amistad y mi respeto.
Ambos se miraron a los ojos y sonrieron, recordando tantos buenos momentos que habían compartido. Él rompió el silencio, carraspeó y volvió a hablar:
- Verás Olivia, me gustaría conocer tu opinión…he pensado mucho sobre esto y creo que es lo único que puedo hacer.
- Adelante.
- He pensado casarme con (TN).
Ella lo miró con los ojos muy abiertos:
- No imaginaba que te había dado tan fuerte.
- ¿Qué otra cosa puedo hacer? Ella era virgen, ahora puede llevar un hijo mío …. y además no puedo perderla y es lo único que ella aceptará.
- ¿Cómo lo sabes? Tal vez le parezca bien ser tu amante…
- Oh no, noto que no está a gusto con esta situación y es sólo cuestión de tiempo que se marche sin más, no pienso arriesgarme a que eso suceda….
- Tienes razón, pero no será fácil.
- Eso no me importa.
- Ya te importará cuando tengas que lidiar con tu madre.
Él sonrió y dio un bufido.
- A mi madre no le gustará pero eso no va impedir que acabe casándome con ella.
Ella, tras un breve momento de reflexión, añadió:
- Bueno, no vas a ser el primero, recuerda a Lord Pembroke…¡es tan típico eso de liarse con la institutriz!
- Sé que al principio será un escándalo, pero eso durará hasta que suceda otra cosa, y te aseguro, querida, que aquí en Londres eso será más pronto que tarde.
 
(TN)  por su parte, se enteró esa misma tarde de la “escapada” a Londres de Lord Kevin; se lo dijo Lucas cuando fue a visitarlo como hacía habitualmente mientras Charles dormía su siesta. El impacto de la noticia la hizo palidecer de una forma tan ostensible que Lucas le preguntó si se encontraba mal. Murmuró una respuesta evasiva y se fue; necesitaba estar sola y asimilar lo que acababa de saber…¡qué idiota se sentía! ¿qué esperaba? ¿Qué el conde le declarara su amor eterno y le pidiera que se casara con él? Eso no sucedía en la vida real, él había conseguido de ella lo que quería y por lo visto no había quedado muy satisfecho pues no había tardado ni veinticuatro horas en ir a ver a su amante.
Ese mismo día, ya de noche, Kevin se acercó a ver a su hijo; el pequeño dormía ya profundamente, acarició suavemente su cabeza y salió silenciosamente de la habitación. Al pasar al lado de la habitación de (TN)  titubeó ante la puerta, él había llegado tarde y todos en la casa dormían, sabía que se arriesgaría mucho si entraba pero ya echaba de menos el tacto y el sabor de su cuerpo y las palabras que ella había susurrado en su oído burbujeaban en sus venas y ansiaba volver a escucharlas. Sin dar ocasión a la prudencia a poner objeciones, decidió entrar.
(TN)  se volvió asustada al oír un ruido a su espalda; estaba sentada frente a la mesa que hacía las veces de escritorio, vestida con el camisón y escribiendo algo a la luz de un candil. Al verlo se levantó bruscamente.
- ¿Qué hace aquí? ¿Está loco?
- Sí –dijo él acercándose- estoy loco por ti.
- ¿Qué pasa? ¿No has podido ver a tu amante hoy? – ella sabía que los celos y el resentimiento se notaban en su voz pero no le importaba. El descaro del hombre le parecía increíble.
Por toda respuesta él sonrió, se acercó y le dijo:
- Sí, ciertamente la he visto –y alargó el brazo para acariciarla.
Ella se apartó como si le ofreciese veneno mientras susurraba entre dientes: -¡No me toques! ¿cómo te atreves?
Él, sin hacer caso a sus protestas la abrazó por la cintura.
- ¡Shhh!, ya está pequeña, no es lo que tú piensas.
Ella forcejeaba entre sus brazos, temiendo que él intentara un acercamiento más profundo. Lord Kevin siguió hablando:
- Mi “amistad” con Lady Olivia se ha convertido sólo en eso, en una amistad. Además, hay otros asuntos que debo resolver en Londres, al menos dos veces al año debo acudir a ocupar mi escaño en el parlamento y tengo negocios con varias navieras que requieren mi presencia de vez en cuando.
(TN)  lo miró sin poder creerlo. Él prosiguió:
- No puedo pensar en otra persona que no seas tú, ¿es que no te has dado cuenta, tontita?
Ella quería creer en sus palabras pero ya no pudo pensar en nada más porque él bajó la cabeza y la besó, y todo lo que no fuese la dureza aterciopelada de esos labios se borró de su mente.
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