✞ Guardian Angels ✞

La luna llena se alzaba sobre mi en todo su explendor. Brillante, tan blanca, como si anunciará buenos tiempos. Pero yo sabía que nada bueno podría venir.
A mis pies descanzaba lo único que me había hecho sentir vivo, por quién había caído y por quién estaba dejando mi orgullo de lado para volver.
Bajé la mirada un poco más observando la maleza que crecía alrededor de aquella lápida haciendola lucir más vieja y andrajosa de lo que ya era.
A veces, solía preguntarme si no había alguien más en el mundo a parte de mi que se preocupara por mantener su lugar impecable, como ella merecía. Luego recordaba que yo era el único ser inmortal que había caminado lo sufienciente por a tierra como para haber presenciado dos guerra mundiales y la lucha por la paz.
Además, era el único que la amaba o al menos, que se acordaba de ella cada día al despertar.
Olivia había sido el gran error de mi vida, pero no me arrepiento de haberla amado con locura porque en ese entonces me sentí vivo.

—Veo que aun sigues siendo el mismo romántico de siempre —dijeron detrás de mi. Su voz retumbó por todo el cementerio haciendo eco en mis oidos. Había llegado finalmente.
—Veo que sigues siendo el mismo curioso de siempre. ¿Hace cuánto estas aquí? —pregunté sin mirarlo. Sentía su respiración muy cerca y estaba más  que seguro que en su rostro se encontraba dibujada una de sus características sonrisas.
—Lo sufienciente como para saber que haz dejado al fin la idea de ser humano y volver a donde perteneces.
—No soy humano.
—Actúas como tal.
—Te equivocas.
—Caiste en la tentación, Aspen. Renunciaste a todo por un simple mortal que al final término viviendo su vida para morir en paz. ¿Nunca le dijiste lo que eras? — preguntó. Giré sobre mis talones sientiendo como mis manos se cerraban en puños. Su pelo rubio no había cambiado nada, al igual que vestimenta blanca que resaltaba en la oscuridad.
—Iba a hacerlo antes de...
—¿Antes de ser desterrado? — Asentí. Él sonrió aun más.  — Deberías comenzar a replantear tus prioridades, Aspen.
—Lo hice — respondí cortante. — La deje vivir.
Un silencio nos envolvió a ambos. Sabía que intentaba meterse en mi mente, pero yo era fuerte, aun sin alas ni habilidades, era capaz de luchar contra su poder.

—No luches, Aspen. — Contra atacó aun más fuerte.
Su sonrisa se hacía más grande y yo no podía soportar el dolor.
Una puntada en el pecho me hizo caer de rodillas sobre la tumba de Olivia y como si hubiese sido ayer, los recuerdos vinieron a mi pasando deprisa y luego lentamente. Lo dejé entrar.

—¿Cuánto tiempo te irás? —Me preguntó. Su cabello caía desordenado por su rostro  ocultando sus hermosos ojos. Para ese punto, sabía que estaba llorando.
—Hasta conseguir lo que necesito, Liv —mentí. Conocía las reglas como si las hubiese escrito. Nadie podía bajar sin autorización. Nadie podía dejar sus deberes sin autorización. Nadie podía permanecer más de la cuenta en la Tierra.
Yo ya había cumplido mi misión, y un poco más también.
Me estaban llamando.

—Prometeme que vas a regresar. Prometeme que no te olvidaras de mi. —Le sonreí porque no podía prometerle eso. Solo tenía un par de mi minutos más y lo único que quería hacer era contemplarla, memorizar cada pequeño detalle, sentir su olor, tocar su piel. Después que cruzara la puerta posiblemente no volvería.
—Prometeme que si no vuelvo en una semana continuaras con tu vida. — Me miró horrorizada. Hasta yo lo hubiese hecho.
—¿No me amas?
—Liv...
—Dime, Aspen.
—Te amo más de lo que debería.
La besé con necesidad, la besé porque quería sentir por última vez lo que era ser humano.
Liv era la única razón que tenía para luchar.


Y así fue.
Un mes después, caí. Sentí frío y dolor. Mucho dolor. Pero estaba en la Tierra. Podía vivir mis dias con Oliva. Hasta que comprendí finalmente que no todo había salido como quería.
Era inmortal y ella no.

—Tienes un gran corazón, Aspen —Su mano tocó mi hombro regresandome a la realidad. — ¿Qué te hizo cambiar de opinión? — me preguntó. Solté una risa irónica. Como si él no lo hubiese visto por si mismo minutos atrás.
—Sabes perfectamente, Gabriel, que ya no tengo nada que perder. — Su mirada me estudió por un segundo comprobando sus sospechas, luego me tendió la mano para ayudarme a levantar. No la acepté. Suficiente orgullo había perdido dejandolo entrar a mi mente.
—No quiero darte muchas esperanzas...
—¿Qué tengo que hacer?
—No te gustará, Aspen.
—Quiero mis alas de nuevo.
—¿Por qué? —volvió a cuestionarme.
Me tomé el tiempo para responder. No quería más errores en mi vida.

—Sin ella no se vivir.

Gabriel desplegó sus alas y junto con ellas el cementerio desapareció. Mi vista se fue apangando y por un momento pensé que iba a volver a menterse en mi mente.

—Una oportunidad más, Aspen. Es todo lo que tendrás.- lo escuché decir. Minutos después ya no vi más nada excepto un nombre y la necesidad de protegerla.
Gwen.
Debo proteger a Gwen.