Valentina -Zayn Malik-

Prologo

Mama se fue y me dejo. Ni Leandro, ni Alex, ni Nicco saben dónde está, papá seguro que lo sabe, pero no quiero hablar con él. Sé que se fue para que a mí no me quedara ningún remedio más que irme a Inglaterra con mi padre. Y lo logro. Ahora estoy aquí, en mi nueva casa, dentro de mi nueva habitación, sentada sobre una maleta llena de mis cosas. Ni siquiera sabía a qué parte de Inglaterra venia hasta que tome el vuelo. Admito que Yorkshire es una ciudad más tranquila de lo que esperaba, quiero decir es más tranquila que Londres, pero esa tranquilidad no se compara a la de Florencia. En fin. Ya estoy aquí, así que solo queda la resignación. Leandro y Alex le toman un lado diferente a las cosas y ya han salido de paseo apenas esta mañana, no han desempacado nada y la verdad dudo que alguien además de papá tenga ánimos de hacer esa clase de labor.
La casa es bastante grande, tengo mi propia habitación con mi propio baño inmenso y un closet enorme, pero nada sirve de consuelo.
Decido salir de la habitación y escucho ruido en afuera. Creí que estábamos solos Nicco y yo. Me encamino a echar un vistazo; hay una mujer de aproximadamente unos 50 años desempacando las cosas. Se percata de mi presencia y me mira con una sonrisa amable.
-¿Necesita algo, señorita?
-Sí. –Dije desconcertada en mis pensamientos- ¿Quién es usted?
-Mi nombre es Arundhati, su padre me contrato. En un minuto la ayudo a desempacar.
En Florencia no teníamos personas que nos ayudaran con la limpieza del hogar. Todos juntos nos encargábamos de eso. No sé qué está sucediendo exactamente, pero parece que todo en mi vida está cambiando y no es que la situación sea de mi agrado.
Baje al primer piso y ahí estaba Nicco, sé que sentía igual de triste que yo, él también amaba Florencia y aún más a mi mamá aun a pesar de que no es su madre biológica. Lo justifico, cuando su madre murió Nicco apenas era un bebe de 3 meses. Y cuando mi padre se casó con ella Nicco apenas cumpliría 2 años. Leandro y Alex ya eran más grandes, por lo que recuerdan y aman más a su madre, pero igual aman a Elisabetta como una madre.
-Han llamado Alex y Leandro, quieren que vayamos con ellos, nos veremos en un lugar llamado Costa Cofee.
Solo lo mire con una cara que obviamente expresaba que no tenía muchos ánimos de salir. No los tenía. No tenía ánimos de nada.
-A mí tampoco me gusta estar aquí, pecas.
-Lo sé.
-Pero ya estamos aquí y creo que lo único que podemos hacer es tratar de que nuestra estadía en este lugar no sea tan mala. No te cuesta nada intentar hacer amigos. El estar sola y deprimida en casa extrañando Florencia y a todas las personas que dejaste allá no hará que te sientas mejor.
Tenía razón. Típico de Nicco; de mis hermanos él era el menor, pero siempre fue el más maduro, el que siempre sabe que decir en cada situación, un excelente consejero. No sé qué haría sin él.
-Vamos. –Le dije haciendo un gesto con la cabeza. Salimos de casa y empezamos a caminar para salir del vecindario. No sé si caminar era la mejor opción, parecía probable perdernos. -¿Sabes bien hacia dónde vamos?
-Sí. Estoy usando el mapa en mi teléfono. Relájate.
Teléfono. Le deje varios mensajes a Sofie explicándole que fue lo que sucedió, pero seguro que creerá que se trata de una mala broma de mi parte y es que, ¿Qué clase de padre te dice que al día siguiente te mudaras a otro país? Empiezo a creer que solo el mío seria así de desconsiderado. Lo tenía todo listo. Ya estoy inscrita en un colegio de la cuidad, empiezo el lunes. No hay nada peor que mudarte a una nueva cuidad y entrar a una nueva escuela a mitad del siclo escolar. Todos deben de conocerse ya, seguro que nadie querrá hacer amistad conmigo. Joder.
Caminamos alrededor de 30 minutos. En Florencia nadie caminaba media hora para llegar a un lugar, solo caminabas 10 o 15 minutos, 20 a lo mucho pero ¿30 minutos? Nadie que no tuviera la intención de hacer ejercicio haría tal cosa. Mientras caminábamos conté alrededor de unas 3 sucursales de Costa Cofee pero Nicco dijo estar seguro de que Leandro y Alex no nos esperaban en ninguna. Cuando pasamos la tercera sucursal, ni siquiera me tome la molestia de preguntar si era esa, parecía que aún nos faltaban mil más para recorren y llegar a la indicada. No. Nicco abrió la puerta de esta y me dejo pasar primero. Al fin habíamos llegado.
-Tardaron demasiado, este es nuestro segundo café. Ya ni siquiera quiero pedir otro, a dos edificios más hay un bar, preferiría ir ahí.
-Leandro es imposible caminar sobre esta ciudad, dije un poco furiosa.
-Lo sé, ¿Crees que vinimos en coche?
-Ordenen ya. –Nos pidió Alex.
Abrí el menú y todo estaba en inglés. Ahora comprendo porque papa nos mandó a todos a clases particulares del idioma. Me pregunto desde cuando había planeado todo esto y me enfurezco aún más. Le pido a la mesera un expreso, para recordar a mi bella Italia, pero no sabe igual a los de Florencia, tiene un sabor muy amargo.
La mesera es rubia y tiene ojos café, le calculo una edad de aproximadamente 22 años, Alessandro coquetea con ella. Supongo que si yo fuera hombre sería más sencillo vivir en una cuidad nueva. Apenas he dado unos tres tragos a mi baso, cuando ya no soporto la situación; Alessandro coqueteando con la mesera, Leandro y Niccolas peleando. Me levanto de un golpe con mi café en la mano y salgo del lugar nos sin antes decir. –Necesito caminar un rato.-Todos me miran extrañados con mi repentina actitud, no digo nada, salgo del lugar y comienzo a caminar pensando como hare para que toda esa situación mejore. Pensándolo bien al menos los tengo a ellos, podrán ser raros y totalmente diferentes uno del otro, pero sin ellos, mis hermanos, todo sería mucho más difícil. Agradezco a Dios por ellos. Luego de  caminar por un pequeño rato, me encuentro con un parque. Justo lo que necesito. Decido entrar en él y comienzo a caminar observando y escuchando a la gente hablar. No podría olvidarme de que estoy en otro país ni por un segundo cuando ninguna persona habla italiano, escucho inglés, árabe, escoces, incluso algo que parece ser francés y español, pero nadie habla italiano. Cierro mis ojos y trato de mantener mi mente en blanco, solo olfateo con la esperanza de poder olvidarme de este lugar por al menos un minuto y fingir que no estoy aquí; fingir que estoy en la bella Florencia con mi madre y todos mis amigos. Huele a flores, me recuerda al puente de Santa Trinidad, me recuerda a mis viajes a la toscana, me recuerda a Florencia, me recuerda a Italia. El olor desapareció y fue invadido por un olor a cigarrillos, menta y perfume varonil, volví a la realidad, estoy en Reino Unido. Siento como el humo no solo huele, sino que golpea en mi rostro, así que no me queda más remedio que abrir los ojos y despertar de mi trance. Mierda. Hay un chico parado justo al frente de mí; es alto, unos quince o veinte centímetros por encima de mí, está completamente vestido de negro, el único punto de luz que alcanzo a percibir sobre su ropa es una camiseta blanca que con letras negras dice “Cool kids don´t dance” Yo amo bailar, ¿Cómo alguien no puede gustarle? La lleva debajo de una chaqueta de cuero negra. Tiene tatuajes por los brazos y cerca de su cuello percibo uno. Tiene aretes en las orejas y un peinado bastante arreglado hacia arriba. Me mira profundamente, sus ojos son de un color entre café y verde. Lo miro por unos cuantos segundos que parecen ser eternos y logro pronunciar solo una frase.
-Non farmi male. –Lo digo. Significa “No me hagas daño”. Tal vez cuando se dé cuenta que no soy de aquí no me haga daño. Frunce el ceño y luego relaja la mirada y me regala una sonrisa.
-Lastima. No hablas inglés, preciosa. –Me llamó preciosa. Mierda, ¿Dónde están mis hermanos cuando más los necesito? Comprendía lo que decía, pero preferí regalarle una sonrisa de incomprensión con la esperanza de que se marchara.
-¿Estas perdida? ¿Necesitas ayuda? –No. No estoy perdida y no necesito tu ayuda. Vete maleante. Quería decirle, pero nada salió nada de mi boca.
-Joder. –Hizo una mueca de risa con cierta ironía. –Eres lo más bello que he visto en toda mi vida y ni siquiera me entiendes.
Maldito idiota ¿Cree que porque él piensa que no lo entiendo puede decir eso? Quisiera golpearlo. Pero sin duda no será una buena salida. Lucho con todas mis fuerzas para que mi rostro no se torne rojizo. Decido dedicarle una sonrisa y me despido de él como si no supiera lo que acababa de suceder.
-Ciao, scemo. –Él no es el único que puede jugar ese juego. Me doy media vuelta y camino hacia el café olvidándome del idiota.
-¡Me llamo Zayn, linda! ¡Solo para que lo sepas! –Scemo le quedaba mejor.