Friendzone.

Capítulo 8

I find the words when all I had to say was hello... hello.

Francesca Phillips.

Suspiré frente al espejo de cuerpo entero que descansaba detrás de mi puerta. Vale, había pasado toda la noche pensando en cómo evitaría a Jai- puesto que su mi mejor amigo (si, aquella cosa que gran parte del día pensaba en senos y traseros) por fin había conseguido una cita con aquella rubia de la cafetería a la que usualmente asistíamos los sábados-. Y adivinen, no se me había ocurrido absolutamente nada. Estaba resignada, iba a tener que escuchar al idiota de Stark hablándome de cuan fabulosa fue la noche anterior. Creo que Jayden ha confundido el concepto de ''probar cosas nuevas'', se supone que me refería a... no sé, comidas nuevas, lugares nuevos. Pero, juro que no me refería a probar vaginas nuevas cada semana. Si, desagradable. Y de todos modos estaba enamorada de él. De mi mejor amigo. De la persona que me conoce desde que tengo cinco años, de aquel que me contuvo, que me hizo reír incontadas veces. De aquel que ama las vaginas. Patético.

— ¡Francesca!— el grito de mi madre me hizo salir de mi trance. Acomodé mi cabello rápidamente, dándole una última mirada al espejo y cuando me aseguré de que todo este en su lugar, salí de mi habitación. Al llegar a la cocina me encontré con Ana, recargada en la pared de esta, con una taza entre sus manos, me sonrió en forma de saludo y le devolví el gesto sin pensarlo—. Buenos días, ¿no?
— Oh, lo siento— me disculpé mientras tomaba la taza que mi madre me tendía—. Gracias, y buenos días. Ana, ¿todo en orden?
— Yep— contestó algo insegura—, ¿por qué?
— No, nada— sonrío de costado y mi hermana asiente, desconfiada. Cuando se percata de que mamá no está viendo mueve sus labios formando palabras que logro comprender: ''hablaremos en el camino, enana'', esta vez, soy yo la que asiente. Me apresuro en terminar el café. Una vez que completé la tarea, salgo de la cocina en dirección a mi habitación. La mochila se encuentra tirada en el medio de la habitación, tal y como la había dejado ayer. Suspiró y la tomo entre mis manos para luego salir por donde entre.

— ¿Le ha pasado algo a Jayden, Fran? Él suele estar aquí a esta hora— comentó mi madre.
— Ahm... no lo sé, quizá se ha quedado dormido. Lo llamaré de salida— miento, sin dejarla replicar. Salgo de la cocina, y voy directo hacia la puerta de entrada. Obviamente Jai no se había quedado dormido (bueno, no TAN obvio, ya que... es Jai), ayer, después de que me contara que se había tirado a la mesera, me había excusado diciéndole que debía hablar con Ana- de hecho, era cierto- Jai no objetó. Y ese es el fin de la historia.

Quería, por sobretodas las cosas, evitar detalles. Una cita que había terminado en... eso. Sorprendentemente, a mis dieciséis años, el tema del sexo sigue resultandome incómodo. No entendía como la gente podía hablar de tal cosa como si hablasen de que han comido ayer por la noche. Jai entra en la categoría de ese tipo de personas.

Hay veces que me pregunto qué hacemos personas como yo y James a su alrededor. Creo que nunca voy a encontrar una respuesta coherente. Los misterios de la vida.

— Jai no se ha quedado dormido, ¿verdad?— preguntó o quizás afirmó mi hermana mayor. Sonreí de lado, asintiendo levemente— A ver... ¿nueva conquista?
— ¡Ha conseguido tirarse a Monica!— exclamé con un tono de indignación.
— ¿La mesera de Hilary's?— acompañó la pregunta con un gesto en su pecho, si. Monica tenía unos senos enormes. Reí, casi sin poder evitarlo. Dios, soy una tabla con piernas.
— Justamente esa— acordé cuando pude detener mi carcajada— ¿Qué hay de ti?
— Nada nuevo.
— ¿Nada? ¡Oh, vamos! ¿Connor?— a fin de cuentas, Anabel sabe que tiene una hermana bastante curiosa. Odiaba que me ocultara las cosas cuando sabía que tenía algo que decirme, mas no insistiré... no tanto.
— Nada, Francesca. Eso pasa, nada— recalcó la última palabra, y luego adelantó el paso.

Claro, la hermandad ante todo, pensé rodeando los ojos.

¿Quién en su sano juicio pone deportes en la primer hora de escuela? Son esos momentos en los que odio a todo ser que pase por enfrente mío. Corrí hasta las canchas, no sin antes cambiar mi ropa. La profesora Hensen se encontraba en el medio de la cancha, esperando a que llegasen todas las chicas. Me limité a sonreír en forma de saludo y tirarme en el pasto. A decir verdad, nunca fui buena en ningún deporte. Ni corriendo. Ni nada. Así que siempre aprobaba la materia con lo justo. ¿Imaginan venir a la escuela de verano por esta materia? Ugh, sería (bastante) terrible.

La clase comenzó unos cinco minutos después. Correr. Teníamos que correr. Quince minutos. Seguidos. ¿Alguien puede matarme? Es lo único que quiero en estos momentos. La profesora hizo sonar su silbato indicando que el calvario comenzaba. Seis o quizá siete minutos después mis piernas exigían parar. Mis metabolismo estaba totalmente irregular. Quería tirarme en el pasto, tomar tres litros de agua y dormir, si era posible. Iba última, pero, ¿creen que eso me importa? Por favor, lo único que quería era que alguien llegase y dijera que había una bomba en el colegio y teníamos que irnos porque moriríamos todos. ¿Posibilidades? Una en un millón. Mas sigo confiando en la palabra de mi querido Walt Disney: -if you can dream it, you can do it. En menos de lo que imaginé, Hensen sonó el silbato indicando que los quince minutos habían finalizado. Malditos quince minutos.

— Última, Phillips— comentó la profesora, una vez que nos encaminábamos a los vestuarios en busca de mi tan requerida botella de agua.
— Los últimos serán los primeros, profesora— dije sonriendo—, creo que está en la Biblia.

Mierda, mierda, mierda, mierda y podría seguir. Creo que me estoy hiperventilando. Si, suelo ser un poco exagerada a veces. Bueno muy. Jayden tiene su vista fija en mi. Está sonriéndome. Está diciéndole algo a James. Está caminando hacia mi. Sigue con esa maldita sonrisa en su rostro. Quiero correr hasta China. A decir verdad, no me molestaría que toqué el timbre y tenga que volver a clases. Para nada.

Miré hacia la izquierda, encontrándome con Summer y Thony hablando. Lo único que quería era evitar esos malditos ojos marrones. Sus (trabajados, hermosos, perfectos) brazos se enredaron en mi cintura, elevándome unos centímetros. Me regaló un sonoro beso en la mejilla, y luego me liberó de su agarre.

— ¿Qué hay, Bambi?— ese era mi apodo. Bambi. Era frágil, tierna y necesitaba protección. Como Bambi.
— Nada nuevo, Jaycie, hablamos ayer por la noche. No creo que me haya pasado algo loco mientras dormía. Mas no opino lo mismo sobre ti.
— Jaycie— masculló mi amigo—, sólo a ti te permito decirme ese estúpido apodo.
— ¡Oye! Es lindo— reí, él odiaba ese sobrenombre.
— Ya— hizo un gesto con la mano. Oh oh, iba a cambiar de tema y...—, cambiando de tema, ayer fue ¡alucinante, Fran! Quizá podría sentar cabeza con Monica.
— Jai— dije con tono de preocupación, poniendo mis brazos en forma de jarra—, Monica tiene veintitrés años. Tu tienes diecisiete y una vida por delante.
— Bambi, estoy bromeando— le creía, Jayden no solía llevar ese tono de voz, lo hacía solo cuando de verdad estaba siendo sincero—. ¿En serio has pensado que yo y Monica podríamos...?
— Jai, eres la persona más impredecible de este maldito mundo. Sales con cada cosa, y... y bueno, lo siento.

Casi sin poder evitarlo, sonreí. No habíamos tenido esa maldita charla incómoda que hasta esta mañana creía que íbamos a tener. Abracé a mi mejor amigo colgándome- literalmente- de su cuello. Jai rió sobre mi cabello.

— ¡Awww!— sentí la voz de Summer a nuestras espaldas. Nunca en mi vida pensé en maldecir tanto a mi mejor amiga como lo estaba haciendo en este mismo momento. Sonreí de costado, saludando a mi ''querida'' amiga y a Thony.
— ¿Qué hay?— preguntó el semirubio saludando a Jai.

Jai fue interrumpido por James (quien nos saludó a mi y a Summer con un rápido beso en la mejilla) y llevándose a Thony, los tres corrieron en dirección -suponía- al gimnasio.

— No pude evitarlo— soltó la castaña, sonriendo tiernamente—. Se veían tan...
— Oh, ¡eres una idiota!— ella hizo puchero y no pude resistirme— Eres una maldita y odias la pizza, pero te amo tanto.

Rodee su hombro con mi brazo y ambas nos dirigimos a nuestra próxima clase.
Nunca me cansaría de Summer.
Jayden Stark.

Luego de la agotadora clase de Gimnasia tomé camino a las duchas, junto a James y Thony. Lo único que necesitaba era una buena ducha, estaba (y seguramente) olía asqueroso, después de todo, tengo diecisiete años. Pensaba en Francesca, ella en serio había creído que yo podría llegar a sentar cabeza con Monica. ¿Cómo pudo hacerlo? Monica ni siquiera está en mis opciones de futuras chicas con las cuales pueda llegar a tener ''algo serio''. Es mas, esa lista no existía. No encontraba una chica con la cual quisiera tener una relación formal. Llámenme mujeriego o como se les cante, no iba a atarme a alguien con quien seguramente me aburriría a las semanas. Nunca te aburres de Fran, habló una voz dentro de mi cabeza. Era verdad, nunca me aburriría de aquella castaña. ¡Vamos-! No hay ser en la Tierra que se aburra con ella. Es, en pocas palabras, única en su especie. Pero nunca estaría con ella. No soportaría lastimarla, no soportaría perder todos estos años de amistad. Era hermosa, no puedo negarlo, pero era como mi hermana menor.

— ¿En qué piensas, Jaycie?— preguntó (con un tono de burla bastante claro) James. No me di cuenta en qué momento Anthony desapareció de la escena.
Bufé fastidiado, mostrandole mi dedo medio— Te daré una buena patada en el culo si vuelves a llamarme así.
— ¡Hey! Merezco el mismo respeto que tienes por Fran— comentó indignado.
— Lo único que mereces es un buen polvo, hermano.
— No, Stark, sé a donde quieres llegar y es un rotundo NO.
— Yo sólo decía— levanté mis manos en señal de inocencia.

Tú siempre dices, lo escuché susurrar antes de meterse a la ducha. Negué divertido y imité su acción. Dos canciones de Imagine Dragons (mi banda preferida), salí envolviendo mi cintura en una toalla. Le mostré el dedo medio a James y este solo rió.
— ¡Vamos, Jayden!
— No.
— ¡Por Dios! ¿Eres idiota?
— No.
— ¿Entonces por qué no lo haces?
— Porque no.
— ¿Quieres que tengamos una noche de sexo en mi casa a las ocho?
— ¡¿ESTOY HABLANDO CON FRANCESCA?!

He aquí la misma charla que tenemos siempre. Ese maldito ''Concurso de Talentos'' me tiene mis dos lindos ya saben por el piso. Se me da bien en el canto, pero nunca- NUNCA- me anotaría en un concurso, menos en ese patético concurso de la escuela. Y eso era algo que ni siquiera Fran iba a poder convencerme. Ella logra que haga cosas que jamás haría (por ejemplo, la semana pasada hizo que limpiara mi habitación), pero no voy a dar el brazo a torcer en esto. Phillips, no podrás conseguir que haga esto.

Una hora pasó desde la conversación con mi mejor amiga (quien se enojo y cortó la llamada, cinco minutos después me mando un mensaje diciéndome que me odiaba, a lo que respondí con un yo más), decidí llamar a George, mi querido primo. Quizá podríamos ir a hacer algo por ahí hasta la hora de la cena. Oh si, era un niño educado a veces.

— Geogie— saludé una vez que contestó su celular.
— ¿Qué, idiota?— gruñó— Estaba soñando algo muy lindo.
— Baja tu asquerosa erección y mueve tu culo hacia mi casa. Te quiero aquí en cinco minutos.
— Vete a la...
— Cinco, G.

Bonita relación, ¿no? Los cinco minutos se transformaron en una maldita hora. Será capullo.

— Qué hay, metrosexual— comentó en forma de saludo, tirándose encima mío.
Lo empujé consiguiendo que cayera de la cama— Metrosexual serás tu.
— Ya, ya. ¿Qué necesitabas?
— Dije cinco minutos, ¡vives a dos cuadras de aquí!
— Recuerda que también has dicho que baje mi ''asquerosa erección''— sonrió pervertidamente.
— Oh, eres desagradable.
Llevamos hablando más de una hora, luego de la ''pelea'' habitual, la llamé diciéndole que me perdonara y que la amaba demasiado. Eso siempre funcionaba. Fran no podía estar enojada conmigo. Y yo me aprovecho de eso.

— ¿Qué piensas de Greg?— preguntó, llevaba unos veinte minutos nombrándome posibles candidatos. Y me molestaba. Mas de lo que debería. Es MI mejor amiga, mía— Es lindo.
— ¡Greg es simplemente terrible!— contesté disgustado.
— ¿Por qué?
— No querrás saberlo.
— Gracias— dijo riéndo—. De todos modos mi corazón de pertenece a Patch Cipriano.

Ese maldito ángel caído que un 50% de la población femenina amaba, porque el resto amaba al que tiene una pierna... ¿cómo era? Gus. Si, Gus. O al panadero o a Travis. Ugh, como los odiaba. Y si, pasó mucho tiempo con Francesca y su entorno literario.

Pero me era imposible ignorarla.

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