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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu ) -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Dom 07 Jul 2013, 5:24 pm

Nombre: Treinta noches con ____

Autor: Noe Casado 

Genero: Romance/Hot/Humor

Advertencia: en la mitad de la novela empezaran a ver varias partes hot. Avisare :). Es la primera vez que publico algo en onlywn, espero que les guste :D. Y como la novela se trata de un par de personajes no necesitare chicas.

Otras paginas: es un libro, pero no la vi en ningún lado y como me gusto pensé en ponerla aquí:)

Prologo:

____ quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Burgos en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Niall, un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto ____ como Niall descubrirán que nadie es lo que parece...




MeliHoran
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Mensaje por MeliHoran Dom 07 Jul 2013, 6:04 pm

 
Capitulo Uno



— ¿Señor Horan?
   Niall oyó los suaves golpecitos en la puerta de su despacho y levantó la vista. Su secretaria, Helen, paradigma de la discreción, la educación y la efectividad aún estaba en su puesto de trabajo, a pesar de que hacía más de una hora que debería haberse marchado.
   Era joven y atractiva, así que no comprendía por qué dedicaba tantas horas a su empleo cuando lo más probable era que tuviera algún amigo especial por ahí.
   Tampoco entendía por qué se mostraba tan correcta siempre. Bueno, en realidad sí podía comprenderlo: él era igual.
   Nunca sacaba los pies del tiesto, siempre en su sitio, todo perfectamente planificado y ordenado. Como a él le gustaba. Como le había costado tanto conseguir.
— ¿Señor Horan? —lo llamó de nuevo.
—Adelante, pasa —respondió, algo cansado.
—Siento molestarlo pero... ahí fuera hay alguien que pregunta por usted.
— ¿A estas horas? —Dijo, mirando su reloj—. ¿Te ha dicho quién es o qué quiere?
—Sólo me ha dicho que necesita hablar urgentemente con usted y que trae unos documentos de vital importancia.
   Vaciló unos instantes. Estaba cansado y, aunque en casa no lo esperaba nadie, lo cierto era que tenía ganas de olvidarse de la civilización hasta el lunes.
   Pero por lo visto siempre hay alguien que opina lo contrario y prefiere esperar hasta última hora del viernes para molestar.
—Está bien, que pase. Y que sea lo que Dios quiera. —La última frase la pronunció cuando Helen ya no se encontraba en el despacho.
   Estaba sin la americana del traje y pensó un instante en ponérsela para mantener su imagen pulcra y cuidada de abogado de éxito, pero al final prefirió no hacerlo.
   Helen volvió acompañada de un hombre mayor, casi calvo, y que debía pecar de gula, pues los botones de la chaqueta se veían algo forzados. Sin embargo, sabía mejor que nadie que uno no debe fiarse de la primera impresión. Un cliente elegante y ataviado con traje de diseño podía ser en realidad el peor hijo de puta llegado el caso.
—Buenas noches, siento venir a deshoras —se disculpó el hombre—. Mi vuelo ha llegado con retraso. Ya sabe... Llega agosto, comienzan las vacaciones y los controladores se animan y ¡a la huelga! «Spain is diferent», como dicen ustedes. —El visitante inesperado e inoportuno bromeó, pero ni Niall ni Helen le siguieron el juego—. Bueno, no importa... Mi nombre es Manuel López, soy... bueno, era el abogado de su padre.
    Niall entornó los ojos.
   ¿Qué broma de mal gusto era aquélla?
   Helen salió discretamente, como siempre, y cerró la puerta.
   Hacía más de dieciocho años que no veía a su padre, Bobby Horan. La última vez que lo hizo, Niall acababa de conseguir su puesto como abogado en la firma de la que hoy era socio, y su padre vagabundeaba por la calle, pidiendo dinero para conseguir más alcohol. Cuando lo reconoció ni siquiera se detuvo, sino que siguió adelante, decidido a enterrar un pasado a todas luces inconveniente para un letrado con un brillante porvenir. Siguió caminando sin detenerse junto a su progenitor. Le importaba bien poco lo que le sucediera a ese padre borracho y maltratador del que huyó en cuanto cumplió la mayoría de edad.
   Volvió al presente, al hombre que se había presentado en su elegante despacho para llevarlo al pasado, gastándole una broma macabra.
   Se había presentado como abogado de su padre, hecho que le pareció más que improbable, ya que los vagabundos alcohólicos no solían tener un representante legal.
—Siento que haya tenido que venir hasta aquí para nada, señor López. Me temo que hay un error... —Eso tenía que ser. Y sintió lástima por aquel tipo.
   Seguramente le habían informado mal. Permaneció de pie indicándole de ese modo que debía marcharse.
—Si no le importa, me sentaré —dijo el hombre, acomodándose tranquilamente. Después abrió su maletín y sacó unos papeles—. ¿Es usted Niall Horan?
—Sí —respondió molesto.
—Pues entonces... —Rebuscó en su maletín hasta encontrar las gafas—. No hay ningún error. Su padre, Bobby Horan, me contrató hace más de diez años para ocuparme de sus asuntos legales.
—No puede ser, señor López. —Thomas se sentó; le dedicaría unos minutos de cortesía para aclarar el malentendido—. Debe de tratarse de otro individuo con el mismo nombre.
—Podría ser, no digo que no. Pero según consta en la información que me facilitó su padre...
   Niall escuchó cada vez más inquieto cómo aquel hombre iba repasando sus datos personales, desde la fecha de nacimiento, el hospital donde su madre dio a luz, la escuela donde estudió, la dirección de la última casa donde vivieron de alquiler... y, lo que asestó la puñalada definitiva, el nombre de su madre.
—No siga —lo interrumpió enfadado—. Me interesa poco o nada lo que quiera que vaya a contarme sobre él.
—Su padre murió el mes pasado.
   Vaya... El cabrón había durado más de lo esperado.
—Muy bien, ya me ha dado la noticia —dijo sin dar ninguna muestra de lamentar lo ocurrido.
   De todas formas, mostrarse apenado o sorprendido sólo sería una muestra evidente de hipocresía. Y ya tenía suficiente hipocresía en su día a día como para tener que fingir por algo que ni siquiera le importaba o de lo que pudiera obtener un beneficio.
   El otro abogado no se sorprendió de la reacción. Bobby le había relatado toda la historia, los errores de su pasado, lo que Niall vivió en su infancia y la desgraciada muerte de Maura, su madre.
—No he viajado hasta aquí para comunicarle únicamente tan trágica pérdida, eso podía haberlo solucionado con un telegrama. —Por un instante Manuel López abandonó su tono afable—. He venido para informarle de las últimas voluntades de su padre.
—Me disculpo por no haber sido todo lo claro que debiera, señor López. Pero me importa un carajo sus últimas voluntades. ¿Qué pidió ese viejo borracho antes de morir? ¿Un litro de vino de reserva?
—Creo que ese comentario está fuera de lugar...
—Y yo creo que usted no puede venir aquí y pedirme nada. Mi padre ha muerto. Muy bien, no hay más que decir. Si pidió cualquier cosa referente a mí, vaya apartando la idea de que yo me plantee si quiero colaborar. Así que... —Le señaló la puerta—. Sintiéndolo mucho... —mintió—, no tenemos nada de que hablar.
—Además de ser mi cliente, su padre y yo éramos amigos. Y exijo un mínimo de respeto.
   Niall sonrió de forma sarcástica. ¿Respeto?
   ¡Y una mierda respeto!
   Quería decirle muchas cosas a ese hombrecillo que tuvo la desgracia de confraternizar con su padre, pero no quería enzarzarse en una discusión tras la cual ninguno de los dos movería un ápice su postura.
—Vaya al grano —le pidió, recostándose en su sillón y adoptando una postura indolente. Todo cuanto dijera le entraría por un oído y le saldría por el otro.
—Será lo mejor —replicó el señor López—. Su padre hizo testamento antes de morir.
— ¿Y qué me dejó? ¿Dos botellas de whisky barato?
—Por favor... —le advirtió mirándolo por encima de sus gafas. Estaba claro que ese joven no perdonaba ni olvidaba.
—Está bien, continúe —murmuró sin arrepentirse lo más mínimo.
—Bobby, a su muerte, dejó importantes sumas depositadas en varias cuentas bancarias.
   Niall dio un respingo al escuchar semejante noticia. Era lo último que esperaba.
—No quiero nada —le espetó rápidamente para evitar que el señor López se hiciera una idea equivocada ante su reacción.
—Déjeme terminar, se lo ruego —pidió Manuel mostrándose más paciente de lo que debería. Al fin y al cabo, lo hacía por su amigo fallecido.
—Adelante.
—Bien, como le decía, las sumas depositadas en los bancos están, de momento, inmovilizadas, pues sus herederos deben presentarse ante el notario para que verifique la identidad de los mismos y así el banco pueda entregar dichas cantidades.
— ¿Ha dicho herederos, en plural? —Era lo único que le había interesado de todo el discurso.
—Sí. Veo que desconoce algunos detalles —le dijo satisfecho. Se podía permitir jugar a las adivinanzas; el hijo de Bobby era lo más desagradable que se había echado a la cara en mucho tiempo.
—Soy todo oídos —anunció teatralmente. Como abogado y por experiencia sabía que una herencia podía estar envenenada y se temía lo peor.
—Su padre volvió a casarse.
   ¡Joder con el viejo! No había perdido el tiempo... Quiso preguntar si con alguna mendiga compañera de borrachera, pero se abstuvo.
—Ya veo.
—Por su comentario deduzco que no sabía nada.
—Así es.
—Su padre, en un momento crítico, decidió cambiar de vida. No le voy a recordar aquí y ahora las condiciones lamentables en que vivía.
—Lo cual agradezco —replicó, intentando no mostrarse irónico. ¿Condiciones lamentables? ¡Vaya eufemismo!
—Gracias. —Manuel se relajó en su asiento—. Bobby acabó, no me pregunte usted cómo, viajando a España. Ni él mismo recordaba el motivo. En fin, el caso es que afortunadamente se apuntó a un programa de rehabilitación. El centro estaba situado en un pequeño pueblo castellano, Pozoseco de Arriba. Supongo que ni ha oído hablar de él ni sabe dónde está.
   Niall no quería tantos detalles, le importaba una mierda si su padre se había apuntado al programa espacial o a un reality de la tele. Quería ir a lo concreto, pero al parecer el señor López quería ensalzar la vida y milagros de su viejo para ver si cambiaba de opinión.
   Pues iba listo.
—Es un pequeño pueblo, de apenas doscientos habitantes. Tal vez alguno más en verano. Está a unos ocho kilómetros de Lerma, provincia de Burgos. Esa villa sí podrá localizarla en el mapa.
— ¿Podríamos centrarnos en lo importante?
—Todo lo es, debe usted entender las circunstancias. Como iba diciendo, en Pozoseco se conocen todos, así que cuando su padre comenzó a rondar a Marina, una chica del pueblo de toda la vida, y con una tragedia familiar a sus espaldas que... —interrumpió su historia al ver el gesto de impaciencia de Niall—.Bueno, ya se enterará.
—Lo dudo.
—En fin, Marina y su padre comenzaron a verse, ya se puede hacer una idea. Todos quisimos prevenirla, él era mucho mayor que ella, pero no hubo forma. Quizá... no, seguro, ella fue la tabla de salvación de Bobby.
—No se imagina cuánto me alegro —expresó su indiferencia con un comentario sarcástico.
—Terminaron casándose y nadie en el pueblo se podía haber imaginado el cambio tan radical que experimentó su padre. Empezó a trabajar y a construir una casa. No parecía el mismo, se lo veía ilusionado, enamorado de su esposa, y cuando anunciaron que ella estaba embarazada...
   Niall quería salir pitando de allí. Esa historia, de puto cuento de hadas, era como echar sal a sus heridas. Su madre había muerto demacrada, enferma y en la miseria por culpa de un marido borracho, maltratador e incapaz de sacar a su familia adelante. ¿Pretendía ese hombre que perdonara al viejo? Peor incluso, ¿pretendía que escuchara impasible la jodida historieta de final feliz?
—Lo que hiciera o dejara de hacer el viejo me trae sin cuidado —le espetó, molesto pero fingiendo indiferencia.
—Entiendo. —Se aclaró la voz—. En resumen, tiene usted una hermana.
—Hermanastra en todo caso.
—Se llama Julia Horan de la Mora, está a punto de cumplir quince años.
   No se esperaba algo así. Toda la vida siendo hijo único... De pequeño sí deseó tener hermanos con los que jugar, pero a medida que fue creciendo fue desechando la idea, ya que la situación familiar no era muy propicia.
   Su madre enferma soportaba los insultos y las agresiones como podía, a base de fármacos que la dejaban narcotizada. Carente de voluntad para enfrentarse a su marido, se fue consumiendo hasta que la dosis de pastillas fue demasiado seria como para que su maltrecho cuerpo pudiera resistirlo.
   Niall tenía dieciséis años y, desde ese momento, sólo pensó en llegar a la mayoría de edad para olvidarse de todo.
   Y ahora, maldita sea la gracia, un abogado español estaba recordándole lo que tanto se había afanado en enterrar.
— ¿Y? —preguntó, siguiendo con su pose despreocupada.
—Bobby quería ver a sus dos hijos juntos. Parece ser que intentó contactar con usted varias veces, pero no lo logró. Y, a juzgar por su actitud, creo que entiendo el por qué...—Era un velado reproche, pero necesario al fin y al cabo. Tenía que aprender a perdonar—. No se cansaba de hablar de usted, de lo lejos que había llegado, de lo importante que era, del hombre en el que se había convertido... presumía de su hijo, un importante abogado.
—Casi me hace llorar —le espetó burlón. Lo que le faltaba por oír...
—Sé que le resultará difícil, pero es la verdad. Bueno, como le comentaba, su hermana es menor de edad.
—Tiene una madre.
—Marina murió el año pasado —le informó—. Y a partir de ese mismo momento Bobby comenzó a...
— ¿Beber para olvidar?
—A dejarse morir —lo corrigió en claro tono de reproche—. Sobrevivía como podía, pero todos sabíamos que no volvería a ser el mismo. Estaba profundamente enamorado de Marina y no pudo soportar su pérdida.
—Entiendo —dijo por decir algo.
—Por eso dispuso en sus últimas voluntades que todo cuanto poseía se dividiera en tres partes.
— ¿Tres?
—Sí. Si me hubiese dejado explicarle toda la historia... Da igual. La mayor parte de los activos tienen que repartirse entre Julia y usted, y una pequeña parte está destinada a la señorita ____ de la Mora.
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Dom 07 Jul 2013, 6:38 pm

 Capitulo Dos


   La cosa se complicaba por momentos. Y no porque fueran tres a repartir, eso le traía al fresco, sino porque se estaba temiendo lo peor.

   Su viejo, en ese tardío afán por compensarle una infancia y adolescencia trágicas, quería que aceptara un dinero que ni necesitaba ni deseaba.


—Arregle lo que tenga que arreglar. Renuncio a cualquier cosa que me haya legado. —Y añadió petulante—: Ni lo quiero ni lo necesito.


—Me temo que no es tan sencillo.


—Estoy seguro de que mi hermana y esa tal ____ estarán muy contentas al saber que todo es para ellas. Yo mismo prepararé los documentos para hacer efectiva mi renuncia. Déjeme su dirección y se los enviaré lo antes posible —le explicó, pensando en trabajar todo el fin de semana para que el lunes a primera hora salieran por mensajería urgente.


—No es posible tal circunstancia.


— ¿Cómo que no? —preguntó arrogante. Se puso en pie, cansado de aparentar una calma que no sentía y dispuesto a acabar con aquella conversación lo antes posible—. Ambos sabemos que no estoy obligado a aceptar una herencia.


—Eso es cierto, pero me temo que hay otro punto que se debe tener en cuenta.


— ¿Cuál?


—Es usted, por designio de su padre, el tutor legal de Julia hasta que su hermana alcance la mayoría de edad.


— ¡¿Qué?!


—Así está estipulado en el testamento. —Le tendió los papeles—. Hasta que no haga acto de presencia ante el notario, ella no podrá tocar ni un solo euro del capital, ni poner la vivienda a su nombre. Nada. Depende por completo de usted.




— ¡Joder!


—Tiene que reunirse con el notario ante el que Bobby firmó su testamento. Si desea renunciar a su parte legítima, está usted en su derecho, pero antes deberá solucionar el asunto de la tutoría.




   Niall se pasó la mano por el pelo dos veces. Dio la espalda al señor López, no quería que éste viera la expresión de mala hostia que tenía.


   ¡Joder y mil veces joder!


   ¿Cómo era posible que el viejo le volviera a amargar la vida?


   Por lo visto, el muy cabrón lo había hecho de primera. Ahora estaba obligado a manejar el asunto y viajar a ese puto pueblo perdido de la mano de Dios para quitarse el problema de encima.


   Entonces cayó en la cuenta de algo muy importante.


— ¿No pretendería el viejo que me trajera a Julia a vivir conmigo?


—No, si ella no lo desea.


—Es menor de edad, no puede vivir sola. —No era sincera preocupación por lo que pudiera ocurrirle a su hermanastra, sino por las implicaciones legales que tendría él como responsable.


—Vive con su tía.


—Y ¿por qué cojones no es ella la tutora legal?


   Manuel se encogió de hombros.


—Ella se encargó de cuidar a su hermana durante los meses que estuvo enferma.


— ¡Un momento! ¿Qué hermana?


—Si me hubiese dejado... En fin. Eran hermanas. Cuando la madre de Julia enfermó, ____  se trasladó al pueblo para cuidarla y ayudar a su padre. Después siguió viviendo con ellos hasta el fallecimiento de Bobby, y ahora se ocupa de su hermana hasta que usted decida qué hacer.


— ¡No me lo puedo creer! —exclamó Niall, cada vez más mosqueado.


—____ es una buena chica pero... después de todo lo que ha hecho por su padre y por su familia, se merece un descanso.


   «La jodida buena samaritana», pensó Niall. Una tía solterona, jugando a los médicos y que al final tiene su recompensa.


— ¿No me ha dicho que también tiene derecho a una parte?


—Es lo justo.


—Pues que lo considere el pago por sus servicios. Además, puede seguir ocupándose de su sobrina como hasta ahora.


—Eso no sería justo, ella es...


— ¡Me da exactamente igual!


—Como quiera, pero antes tendrá que personarse y realizar los trámites burocráticos precisos para dejar las cosas solucionadas —contestó Manuel, visiblemente de mal humor.




—Tengo que organizar el viaje. ¿No pretenderá que mañana coja un avión y deje todo plantado?


—Lo entiendo. Aquí tiene una copia del testamento, para que lo estudie convenientemente. También incluye el certificado de defunción de su padre y otros documentos relevantes.


—Lo estudiaré, no lo dude —dijo de malos modos.


—Bien. Le dejo mi tarjeta, llámeme si necesita cualquier aclaración. —El abogado español se puso en pie y le tendió la mano—. Le ruego que recapacite. Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad.


   ¿Recapacitar? ¡Y un cuerno!


—El lunes tendrá noticias mías. En cuanto mi secretaria organice mis compromisos, le comunicaré qué día llegaré.


—Muy bien. Buenas tardes.


   Niall  hizo un gesto para despedirlo y se dejó caer en su sillón. No podía dar crédito a lo que se le venía encima.


   Pero negarlo no conducía a ninguna parte. Los documentos estaban allí, en su mesa, riéndose de él.


   El señor López no iba a ser tan estúpido como para incluir algún documento que no fuera estrictamente legal, de eso estaba seguro. Así que no podía dudar de ninguna de sus palabras. Por muy jodidas que éstas fueran.


— ¿Señor Horan?


   ¡La que faltaba! Su secretaria era tan malditamente eficiente que a veces lo sacaba de quicio. Como trabajadora no tenía ni una sola queja de ella, pero lo cierto es que en algunas ocasiones habría preferido que metiera la pata. Nadie puede ser tan perfecto.


   Él intuía que esa dedicación a su trabajo iba más allá del mero papel de empleada modelo. No era tonto. Y Nicole, su socia (ahora ex socia) se lo había comentado. Helen estaba colada por él. De ahí que a él lo tratase como a un marqués y a Nicole como a una cualquiera.


— ¿Qué haces todavía en el bufete? —le preguntó con más brusquedad de la necesaria.


—Pensé que... bueno... quizá me necesitaba para algo.


—No, gracias, Helen. Ya puedes irte. Yo me encargo de cerrar.


   Cuando oyó el suave clic del pestillo de la cerradura principal pudo relajarse.


   Mandó a paseo la asfixiante corbata de diseño, fue al mueble bar y buscó algo de alcohol. No era su estilo, pero si bebía una copa no era más que por el simple hecho de disfrutar de una bebida de exquisita elaboración. Con todo, en aquella ocasión, la calidad del licor no iba a ser tenida en cuenta.


   Hacía años que no pillaba una borrachera. Desde la universidad, para ser exactos. En aquella época, las fiestas a las que podía permitirse ir, cuando tenía un hueco entre el trabajo y los estudios, eran meras excusas etílicas para desmadrarse y follar sin mucha conversación previa.


   Aquellos días de locura, de cansancio y de horas robadas al sueño habían quedado muy atrás. Días en los que no había horas suficientes para poder realizar todo lo previsto. Jornadas en las que salía de lavar platos para ir corriendo a clase y aguantar de mala manera la tentación de dormir. Interminables noches repasando temarios una y otra vez, mientras muchos de sus compañeros de la residencia de estudiantes se marchaban de juerga. Él no tenía un papá que aflojara las mensualidades.


   Ahora estaba donde siempre quiso estar: tenía una buena reputación y el riñón bien cubierto. Pese a haberse quedado recientemente compuesto y sin novia...


   Tampoco estaba tan afectado como cabría esperar. Al fin y al cabo, de haberse llegado a celebrar la boda con su ex socia, entonces sí se habría sorprendido.


   En el fondo sabía que el compromiso era simplemente una buena excusa para hacer la pelota a su jefe, ya retirado, por darle la oportunidad de su vida al ficharlo para trabajar en el bufete.


   El problema no era que la mujer en cuestión fuese desagradable a la vista, o rematadamente idiota. No, el problema era que tanto él como ella sólo se respetaban, ni siquiera había un mínimo de cariño.


   Habían estado un año juntos, un año en el que incluso consiguió llevársela a la cama, pero había resultado una decepción tal que hasta él mismo buscaba excusas para no cumplir. Y cuando ya no podía espaciar más el encuentro, la faena acababa convirtiéndose en algo mediocre y deprimente. Ella no era lo que se dice muy fogosa, y él se reprimía pensando que había ciertas cosas que no se debían hacer con la futura esposa.




   Ella callaba y él... tres cuartos de lo mismo. Los dos fingían.


   Lo curioso del caso es que ella, la recatada, la mujer más fría del planeta, había acabado por ligarse a un ex futbolista famoso, conocido, entre otras cosas, por sus capacidades amatorias aireadas en la prensa.


   Cómo había sido eso posible era algo que quedaba fuera de su capacidad de razonamiento.


   Ver para creer.


   Pero lo que le dolía de esa ruptura no era quedarse sin novia, o decepcionar a su antiguo mentor, sino la cagada monumental que tuvo con uno de sus últimos casos. Por defender al más impresentable de los delincuentes por dinero, había puesto en peligro la vida de su socia.


   Y ella, aunque no se lo recriminó jamás, parecía haber pasado página.


   El problema viene cuando no te perdonas a ti mismo.


  Acabó su whisky, cogió la corbata, se la guardó en el bolsillo de la chaqueta y, tras recoger los documentos que le estaban jodiendo la vida, abandonó su despacho.


   En casa no lo esperaba nadie, pero al menos podía tumbarse en el sofá sin quitarse los zapatos y no preocuparse por mantener una imagen.

 
MeliHoran
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Mensaje por MeliHoran Dom 07 Jul 2013, 6:57 pm

 
Capitulo Tres
 
 
   Si pensaba que las cosas iban hasta el momento más o menos bien... podía ir cambiando de opinión. Puede que su vuelo llegase sin contratiempos, que su maleta apareciera sin percances en la cinta transportadora, pero pedir que el coche de alquiler estuviera preparado cuando se acercó al mostrador... era pedir un imposible.

   Helen, la eficiente, le había reservado, junto con el billete y el alojamiento, un coche de alquiler. Por supuesto, nada de un utilitario, ni una berlina de gama media. Había solicitado expresamente un coche de gama alta, descapotable, completamente equipado, incluyendo GPS y, cómo no, automático.

   Ya iba a ser complicado conducir por el otro lado, como para encima preocuparse por el cambio de marchas.

   Pues resultaba que la señorita de la empresa de coches de alquiler, muy mona por cierto, de esas que hacen realidad el dicho de «rubia de bote, tonta de serie», no acertaba a explicar por qué su coche no estaba disponible.

   Tras cuarenta y cinco minutos de infructuosa discusión con la rubia, apareció el encargado. Revisó los documentos de la reserva y se deshizo en disculpas por haberlo hecho esperar, así como por no tener su vehículo dispuesto, tal como se especificaba en el contrato de alquiler.

   Al final consiguió que le trajeran un BMW 650, pero no en gris plata como él especificaba en la hoja de pedido. Tuvo que conformarse con uno de color rojo.

   Si el coche ya de por sí llamaba la atención, en rojo iba a resultar del todo imposible pasar desapercibido.

   Pero Niall no iba a conformarse con menos. Los años en que se resignaba con cualquier cosa que tuviera cuatro ruedas para desplazarse quedaban muy lejos.

   Además, tenía por delante más de doscientos kilómetros, así que viajar cómodamente no era ninguna petición extravagante.

   Una vez programado el GPS, y dudando de que el maldito pueblucho apareciera registrado, salió de Barajas guiado por la voz mecánica del navegador.
   Mientras conducía, repasó mentalmente los pasos que debía seguir. Según sus cálculos, en tres días quedaría todo zanjado. Él regresaría tranquilamente a su casa con la conciencia más o menos tranquila (aunque tampoco estaba muy preocupado) y así podría olvidarse de una vez para siempre de que tenía familia.


   Joder, qué ironía.

   Doscientos veinte kilómetros más tarde, la vocecita le indicó que abandonara la autovía. Él no puso en duda la recomendación y pulsó el intermitente para entrar en una carretera secundaria bastante parcheada.

   No había ningún cartel indicando si la dirección era correcta, pero supuso que el sistema de navegación no iba a fallar.

   Cuando la vocecita le indicó que había llegado a su destino, no se lo podía creer.

   Un cartel, bastante deteriorado, por cierto, indicaba que estaba en Pozoseco de Arriba.

   No obstante, aquello era como un decorado de película. De una película de terror, claro.

   Niall  no era muy aficionado al mundo rural, pero lo que ocasionalmente había visto eran casas bajas, de ladrillo y piedra, con bonitos jardines. Todo muy de postal.

   Con todo, aquello no tenía nada que ver con esa imagen. El asfalto se acababa allí mismo, las cunetas estaban llenas de hierbajos secos, y en uno de los lados se podía ver una fuente de piedra ennegrecida y un par de bancos oxidados.

   Unos golpes en la ventanilla lo sobresaltaron.

   Se volvió y vio a un hombre mayor, con boina y un palillo en la boca. Apoyado sobre la cachava, esperaba que le dijese algo.

   Apretó el botón y bajó la ventanilla.

—Es usted forastero, ¿no?

   A Niall le costó un poco entenderlo. Su español lo había aprendido en la facultad y practicado en los viajes que todo hijo de la Gran Bretaña hacía cuando iba a España: Ibiza y alrededores.

   Decidió aprovechar las circunstancias para averiguar dónde se ubicaba la casa que buscaba.

—Si es tan amable... ¿Podría indicarme cuál es la casa de los Horan?

— ¿La del inglés?

—Sí, ese mismo. —Menos mal, una buena noticia. No creía que en el pueblo hubiera una colonia británica instalada.

—La casa del inglés está al final del pueblo. Gire por esta calle y coja un camino a la derecha. Luego siga todo recto. Al final está la casa que busca.

—Gracias. —Por lo menos el anciano había sido amable.

— ¿Por qué busca la casa? —preguntó el hombre cuando intentaba subir la ventanilla.

—Es un asunto personal.

— ¿Es de la familia?

—No. Ahora, si me disculpa...

—Pues tiene un cierto parecido con el inglés.

   « ¡Joder con el anciano y sus dotes de observación!», maldijo en silencio. Debería haber preguntado con las gafas de sol puestas. A ese paso terminarían por reconocerlo.

—Le aseguro que no —mintió queriendo dar por zanjado el tema.

—No sé... en fin. ¿Cuánto tiempo va a quedarse?

—Sólo vengo de visita —le informó. No quería perder la paciencia—. Y voy mal de tiempo así que...

—Vaya joven, vaya —murmuró el anciano señalando el camino con el bastón.

   Una vez a salvo del calor arrancó el coche y siguió las instrucciones, maldiciendo cómo las piedras del camino iban rebotando contra la carrocería y el polvo iba envolviendo toda la chapa.

   No tardó mucho en llegar hasta la casa. Buscó un espacio conveniente donde aparcar, aunque en realidad eso daba igual. Finalmente, optó por dejarlo a un lado de la valla metálica a medio pintar que rodeaba la propiedad.

   Bajó del coche y gruñó al notar cómo picaba el sol. Añoró en el acto el aire acondicionado de su BMW.

   Sacó del maletero su cartera con los documentos originales que el señor López le había dejado junto con los que él mismo había redactado minuciosamente, con el fin de quitarse de encima ese problema y volver a su rutina habitual.

   No pasó por alto el estado de la vivienda, saltaba a la vista que estaba sin terminar. Lo que suponía que sería un jardín en la parte delantera estaba lleno de hierbajos, desnivelado y seco. La fachada principal de ladrillo se encontraba sin enfoscar, y en las ventanas se apreciaba la falta del remate que tapa la junta entre el marco y el muro, y lo mismo podría decirse de la puerta principal.

   Bueno, para un amante del orden y las cosas bien hechas como él, resultaba todo un atentado además de contra la estética, contra toda lógica.

   ¿Cómo era posible vivir así día tras día?

—Me importa una mierda —dijo, cerrando el coche con el mando a distancia.

   Por fortuna, la puertecita metálica que daba acceso a la casa no estaba cerrada con llave y pudo acceder fácilmente. Subió los tres escalones, en los que faltaba el alicatado, y llamó a la puerta con los nudillos ante la falta de timbre.

   Se quitó las gafas de sol y maldijo otra vez el calor que le quemaba la espalda.

   No había quien aguantase ese calor.

   Esperaba que hubiera alguien y poder entrar, sólo le faltaba tener que esperar a saber cuánto tiempo a que apareciera su hermanastra.

   Tenía reserva en el parador de Lerma y, aunque la tentación de ir hacia allá, registrarse y darse una ducha era realmente atractiva, había preferido solucionar cuanto antes el espinoso tema de las presentaciones. Algo práctico, carente de sentimentalismos, para llegar en seguida a la parte realmente importante, es decir, salir cuanto antes de allí con los deberes hechos.

   Volvió a llamar, por si acaso no lo habían oído la primera vez, impacientándose cada vez más.

   ¿Dónde se supone que se mete una tía solterona en un pueblo de mierda a media mañana? De compras seguro que no, dudaba de que en ese lugar hubiera tan siquiera una triste tienda.

   Se movió a un lado para comprobar a través de la ventana si había alguien. Pero cuando estaba a punto de pegar la nariz al cristal se abrió la puerta principal, quedando como el mirón que no era.

   Se incorporó y frente a la puerta observó a una quinceañera, vestida con pantalón vaquero cortado de cualquier manera, una camisera de Hello Kitty y el pelo castaño claro, como el suyo, recogido en una coleta. Iba descalza y Niall se horrorizó aún más al ver las uñas de los pies pintadas cada una de un color.

—Ejem, ejem...

—Perdón, buenos días —dijo como un tonto. Estaba claro quién era la terrorista de la moda, pero quiso verificarlo de todos modos. Nunca se sabe—. Estoy

buscando a Julia Horan.

   La chica lo miró del mismo modo que él lo había hecho. Bueno, exactamente igual, no, fue más descarada. El mirón cotilla iba vestido con unos pantalones chinos color camel y una camisa azul claro. Vamos, como los típicos pijos; sólo le faltaba el jersey de rombos encima de los hombros. Todo era de marca. Hizo una mueca. ¿Qué estaría buscando Don Pijo? Al ver un destello rojo aparcado frente a la verja de casa cambió su expresión y se quedó con la vista fija.

   Él se dio cuenta y giró la cabeza. Iba a llamar la atención donde quiera que fuese.

   La chica pareció recuperarse y volvió a su pose descarada, con una mano en la cadera y sin tener la cortesía de apartarse para dejar que el visitante se pusiera debajo del tejadillo que protegía la puerta principal, donde daba la sombra. Finalmente le preguntó:

— ¿Por qué la buscas?

   Ante el tono marcadamente chulesco, Niall entrecerró los ojos. Vaya educación tenía la chica. Bueno, eso no era asunto suyo.

   Se fijó en los rasgos de la adolescente, lo cierto es que no guardaban mucho parecido. Sin embargo, al mirarla a los ojos salió completamente de dudas. Tenía la misma mirada que el viejo: ojos claros y expresión serena.

—Dejémonos de tonterías, ¿de acuerdo?

   Ella entrecerró los ojos, ese acento...

—Muy bien, yo soy Julia. ¿Qué quieres? —le respondió en el mismo tonito y actitud bravucona.

   Él había pensado en decir unas palabras, algo para ir preparando el terreno y no soltar a bocajarro quién era. Quizá sería demasiada mierda sentimentaloide, pero podría funcionar. Los reencuentros en las películas y en los realities eran así.

   Primero desconcierto, luego sonrisa, unas pocas lágrimas, abrazos efusivos y todo resuelto.

   Niall actuó en consecuencia:

—Soy tu hermano.
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Lun 08 Jul 2013, 7:23 pm

 Capitulo Cuatro
 

— ¿En serio?

   Se quedó petrificado: ni sorpresa, ni lloriqueos ni mucho menos abrazos. La joven siguió en su pose insolente.

   Julia lo miró y supo que no mentía. Al verlo recordó a su padre, él sí se parecía mucho, pero no iba a flaquear ahora. Conocía la historia perfectamente y por mucho que fuera su hermano también sabía por qué estaba allí.

—Sí. Así que, si eres tan amable... —Señaló la puerta. Joder, se estaba abrasando, con el sol a sus espaldas.

— ¿Cómo sé que dices la verdad?

—Joder, lo que me faltaba... —murmuró entre dientes.

   Pero ella lo oyó.

—No voy a creer al primero que viene por aquí diciendo que es mi hermano sin pedir una prueba, ¿no crees?

—Y ¿podría enseñarte la jodida prueba a la sombra? —replicó él en el mismo tono belicoso.

—No, claro que no. ¿Estás loco? ¿Y si luego resulta que eres un impostor?

—Me cago en la puta...

—Mi tía siempre dice que no deje entrar a desconocidos —le informó en tono fingidamente inocente.

   Cabreado a más no poder, buscó su cartera y sacó el permiso de conducir. De malos modos, se lo puso frente a la cara, tan cerca que ella ni siquiera podía leerlo.

   Julia, aguantando la risa, agarró la cartera y curioseó. Vale, no mentía, y vale, como todo el mundo, salía horrible en las fotos de carnet.

   Se la devolvió y disfrutó viendo al estirado de su hermano guardársela con gesto impaciente en el bolsillo trasero de sus pantalones de pijo.

   Sonrió de manera ingenua.
—Vale, comprobado. Eres el estirado de mi hermano.


   El aludido enarcó una ceja ante el apelativo fraternal.

—Me alegro de que sepas quién soy —replicó sarcástico—. ¿Podemos mantener una conversación medianamente seria en el interior? —preguntó cabreado y añadió con ironía—: Por favor.

—Faltaría más —le respondió ella de igual manera y hasta le hizo una reverencia choteándose aún más de él.

   Podía conducirlo a la cocina y estar incómodos en las sillas, pero, si lo hacía, ella también pagaría las consecuencias, así que le hizo un gesto para que entrara en el salón.

   Para Niall fue otra bofetada estética contemplar la decoración.

   De acuerdo, una señora mayor no iba a amueblar la casa con elementos minimalistas o diseños vanguardistas, pero... ¿era necesario mantener los dos sofás de imitación de piel en marrón?, ¿la mesa de centro llena de adornos baratos? Y lo que era peor, ¿una tele de las de antes?

   Un viaje a los años setenta.

   A un lado divisó un butacón, más horrendo todavía y de color verde, pero parecía lo más cómodo de la habitación, así que fue a sentarse.

— ¡Ni se te ocurra! —le gritó Julia.

   Niall pensó agradecido que seguramente el mueble era tan viejo que tendría una pata rota o la madera podrida y su hermana pretendía evitarle un disgusto.

— ¡Era el sillón preferido de mi padre! —Colocó bien el cojín y se puso delante evitando que él se acercara más.

   Niall se abstuvo de decir que también era su padre, pero ¡qué demonios!, a él le importaba un carajo.

—Tú mandas. —Se acomodó en un extremo del sofá. Y quedó en una postura absurda al hundirse. Se colocó lo mejor que pudo—. ¿Sería posible tomar algo?

— ¿Qué te apetece?

—Una cerveza estaría bien —murmuró distraído mientras buscaba los papeles que quería mostrar.

—No quedan. Sólo agua. Y del grifo.

—Y ¿por qué cojones me preguntas qué quiero, si sólo te queda agua del grifo?

—Soy una chica educada —le respondió levantando la cabeza. « ¡Gilipollas!»

—Está bien, lo que sea. Trae el agua.

—Puedes servírtela tú mismo. —Julia no se movió ni un milímetro y remató diciendo—: Al fin y al cabo legalmente la mitad de la casa es tuya. Siéntete libre de hacer el gasto que quieras.

—Hay que joderse... —gruñó. Su hermana había dejado clara su postura y el porqué de mostrarse con recelo. Excelente. Ella se había divertido a su costa, así que ahora él iba a devolverle la pelota.

   Tranquilamente, se dirigió hacia la cocina y, por si acaso, dejó correr el agua antes de llenar el vaso. Estuvo tentado de abrir el frigorífico, pero al final no lo hizo.

   Cuando volvió al horripilante salón, la encontró recostada en el sillón «preferido de papá» con una pierna colgando sobre el reposabrazos, moviendo el pie distraídamente y apuntando con el mando a distancia mientras cambiaba de canal.

   En resumen, la actitud propia, despreocupada e indiferente de la adolescencia.

   Con la sed aplacada y con más ganas que nunca de acabar con todo, se dispuso a explicarle a su hermana el motivo de su visita.

—Verás, esta situación es tan desagradable para mí como para ti... —Ella ni apartó la vista del televisor—. He tenido que abandonar mi trabajo para solucionar esto —enfatizó sus palabras señalando los papeles—, así que vamos a hacerlo rápidamente. Yo me vuelvo a mi casa, tú sigues con tu vida y todos tan felices.

—Ajá —murmuró fingiendo estar absorta en la pantalla. « ¡Será engreído!»

— ¿Podrías prestar un poco de atención?

—Soy menor de edad y por lo tanto no puedo firmar nada sin la supervisión de un adulto.

   Tenía razón.

— ¿Cuándo vuelve tu tía?

—Hum, no lo sé. Depende.

— ¿De qué?

—No sé cuántos clientes tiene hoy, pero normalmente trabaja hasta tarde.

A Niall no le dio buena espina ese comentario.

—Está bien. Dame su número de móvil —pidió mostrándose paciente.

—No creo que te conteste —le dijo sin mirarlo.

— ¿Por qué?

—Cuando atiende a sus clientes no responde. Siempre me dice que, a no ser que sea de vital importancia, no la moleste.

—Joder... —Se pasó la mano por el pelo mientras pensaba una solución que no

implicara soltar una sarta de improperios y discutir con la niñata—. Toma mi tarjeta. Que me llame nada más venir.

   Julia la cogió y la dejó caer en la mesa abarrotada de baratijas.

—Lo haré —prometió sin mucha convicción.

—Voy a registrarme al hotel. Intentaré estar de vuelta esta tarde y hablar con ella, ¿de acuerdo?

—Sí. Muy bien. Genial.

   Niall salió de la casa sabiendo a ciencia cierta que su querida hermanita no iba a hacer nada de lo hablado.

   Pero no podía hacer otra cosa. Si la mujer trabajaba (y a saber dónde, ya que el comentario de Julia implicaba muchas posibilidades) no le quedaba otra alternativa.

   La tía solterona tenía un empleo, curioso.

   Pensando únicamente en la comodidad de una habitación de lujo, en un parador de turismo recomendado por todas las guías turísticas, condujo por la carretera mal asfaltada hasta Lerma.

   La ciudad tenía su encanto y, si acababa pronto su cometido, como era su intención, buscaría unas horas para visitarla con detenimiento.

   Antes de registrarse decidió que necesitaba algo refrescante, así que pasó por la cafetería y saboreó una buena cerveza fría.

   Disfrutó de un ambiente elegante, un servicio impecable y un rato a solas para olvidarse de la maleducada que tenía por hermana.

   Entonces, una vez más tranquilo, se acercó al mostrador de recepción para registrarse.

—No me lo puedo creer.

—Discúlpenos, señor Horan. Ha debido de ser algún tipo de error informático o algún virus. El caso es que su reserva aparece cancelada. —La chica del mostrador le ofreció una sonrisa triste a modo de compensación.

— ¿Cómo es posible? —Mostró los resguardos que Helen le imprimió—. Mi secretaria hizo la reserva por Internet la semana pasada y se cercioró llamándolos por teléfono. Ustedes no pusieron ninguna traba. —Se tragó un juramento.

—Nosotros tampoco nos lo explicamos, señor Horan.

—Está bien. No importa. Deme otra habitación.

—Me temo que...

— ¿Qué pasa?

—Verá, estamos en agosto, temporada alta y... bueno, ya se imagina, tenemos todo ocupado.

— ¡Esto es increíble!

—Lo siento muchísimo, señor.

—Supongo que podrán alojarme en otro establecimiento de la ciudad —sugirió mostrándose más comprensivo de lo que debiera.

—Podemos intentarlo —dijo amablemente la recepcionista—. Si quiere, puede esperar en nuestro restaurante. En cuanto tengamos noticias se lo comunicaremos.

—Muy bien —respondió en tono seco.

   Niall accedió. Por el momento comería y esperaría a tener un sitio donde pasar la noche. Después reclamaría convenientemente. No iba a pasar por alto ese ejemplo de incompetencia.

   Sólo esperaba que no lo alojasen en una pensión de mala muerte.

   Disfrutó de la comida, aunque no todo cuanto habría querido, ya que no quitaba ojo de la puerta por si aparecía la señorita con buenas noticias.

   Comprobó la hora. Más de las cuatro de la tarde y sin saber dónde pasar la noche.

   A las cinco y media, por fin se dignaron a informarlo.

   Se podían haber ahorrado la información.

—No sabe cuánto lamentamos todo este malentendido. Hemos buscado pero no hay ninguna cama disponible. Ya sabe, las vacaciones...

—Ya veo. —No iba a perder ni un minuto más aguantando a esa panda de inútiles.

—Queremos que comprenda la situación, en ningún momento ha sido nuestra intención que usted se encontrara algo así.

—Ahórrese las disculpas —la interrumpió de forma tajante—. Está claro que no vamos a arreglar nada perdiendo aquí el tiempo. A estas horas es ya casi imposible encontrar algo disponible. Pienso poner, ahora mismo, la reclamación pertinente.

   Dicho esto se dirigió al despacho del encargado, después pensó, no sin cierto reparo, que tendría que volver a cierto pueblucho a pasar la noche.

   Después de todo, la casa era mitad suya.
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por tortugitastyles Lun 08 Jul 2013, 7:50 pm

hi soy t nueva lectora  jajaja pobre niall siguela pronto besos
tortugitastyles
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Mar 09 Jul 2013, 7:19 pm

tortugitastyles escribió:hi soy t nueva lectora  jajaja pobre niall siguela pronto besos

 Holaaaaaaaa :D bienvenida, gracias por comentar, empeze a pensar que nadie la iba a leer. 

Ya la sigo besos :)
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Mar 09 Jul 2013, 7:20 pm

 Capitulo Cinco

 
  Afortunadamente, el calor ya iba remitiendo.

   Una buena noticia en un día plagado de calamidades. Estaba cansado, no sólo físicamente, ya que llevaba levantado desde las seis de la madrugada, sino que se trataba más bien de un agotamiento producto de encontrarse una y otra vez con muestras de incompetencia.

   Aparcó el coche frente a la verja. No estaba muy convencido de hacerlo ya que la casa estaba lo suficientemente apartada del pueblo para que alguien tuviera la tentación de tocarlo.

   Atravesó la cancela metálica y subió los tres escalones. Intentando ser positivo, pensó que al menos no perdería tiempo buscando el timbre, no había.

— ¡Voy!

   Escuchó una voz al otro lado de la puerta.

   Esta vez no tuvo que esperar tanto a que le abrieran.

   Una adolescente, seguramente amiga de Julia, lo miraba esperando que al menos dijera algo. Pero ¿es que en ese pueblo nadie tenía gusto vistiendo? No, desde luego esa frase no era el saludo adecuado.

   Joder, ¡qué pintas!

   En la puerta se encontraba una morena con la consabida minifalda vaquera, deshilachada, que dejaba al descubierto unas piernas largas, pero no de esas flacuchas de modelo, no, ésas eran de mujer...

   Una camiseta de tirantes bastante escotada contenía a duras penas un buen par de tetas...

   Un extraño recogido, como si llevara un plumero en el cogote...

   Y, para rematar la jugada, iba descalza mostrando unas uñas pintadas de azul.

   Sin duda, una amiguita adolescente más desarrollada que su hermanastra.

— ¿Te pasa algo? —preguntó la chica.

   Y Niall dejó de cuestionar algunos de los designios de la moda que jamás comprendería.

—Sí. Perdón, vengo a ver a Julia.

   La joven cambió radicalmente su expresión, mudando de la alegría inicial a la extrañeza y desconfianza. ¿Qué quería ese tipo de Julia?

—Y... ¿podrías decirme para qué quieres verla? —preguntó ella, preocupada.

   Aquel hombre, con acento extranjero, ropa de marca y coche extracaro no podía pertenecer al círculo de amigos de una adolescente, y con las cosas que se oían más valía ir con cuidado.

—Mira, es algo personal. Entre ella y yo. No voy a dar explicaciones a sus amigas, ¿de acuerdo?

   Ella se quedó un momento sin saber qué decir. Ese desconocido se la estaba buscando.    Ya hablaría más tarde con Julia sobre con quién sí y con quién no debía relacionarse.

—Pues siento informarte que ella no...

— ¿Qué pasa ahí afuera? Se está enfriando la cena..... —La voz que procedía del interior se fue acercando hasta situarse junto a la puerta y mirarlo—. ¡Ah, eres tú!

—dijo con evidente disgusto al comprobar quién retrasaba la cena.

   La morena se giró inmediatamente y miró a Julia de forma interrogativa.

— ¿De qué conoces a este tipo? —preguntó evidenciando su malestar.

   Niall no entendía esa actitud tan manifiestamente protectora. Puede que fuera la mayor de las dos, pero... ¿desde cuándo las adolescentes eran tan responsables?

—Lo he conocido hoy —respondió Julia haciendo una mueca.

— ¿Y le has dicho que venga a buscarte? —La otra mujer mantenía su tono de alarma.

—Pues no. Pero parece que tiene problemas de oído, claro, a su edad...

—Joder, ya vale —intervino Niall.

   Y sin esperar a que lo invitaran a pasar, arrastró su trolley y, empujando a las dos, se metió en la casa.

— ¡Eh, un momento! ¿Dónde te crees que vas? —le interpeló la morena, que se giró al oír la risa tonta de Julia—. ¿Se puede saber de qué te ríes y de qué va esto? ¿Quién es ese hombre?

—Y ¿a qué dedica el tiempo libre? ¡No te digo! —contestó Julia riéndose.

   Como estaba claro que así no iba a ninguna parte fue detrás del desconocido.

   No entendía de qué iba esa charada, pero tenía la intención de enterarse muy pronto.

   Con Julia pegada a sus talones llegó hasta el salón y preguntó en actitud combativa:

— ¿Se puede saber quién coño eres? Tienes tres segundos para decírmelo o llamo a la Guardia Civil, ¿entendido?

   Niall miró a su hermana entrecerrando los ojos, la muy inconsciente se estaba descojonando a su costa.

—Estoy esperando —lo apremió la morena.

—En todo caso soy yo quien debería pedir explicaciones, ¿no crees? —dijo Niall. Al fin y al cabo, desde un punto de vista estrictamente legal... estaba en su casa.

— ¡Será posible! ¿Tendrá morro? A ver, guapito de cara, no tengo ni idea de qué pretendes pero vas recogiendo tu maleta y te largas con viento fresco —espetó señalándole inequívocamente la puerta.

—Dile a tu amiguita que no se meta donde no la llaman —replicó Niall acercándose a la metomentodo. Al hacerlo, se dio cuenta de que no era tan joven como aparentaba.

—Jo, esto es para grabarlo y colgarlo en el YouTube. Me parto el culo —acertó a decir Julia entre risas.

—Oye, niñata, mira a ver si dejas de reírte. No estoy de humor.

— ¡Ya está bien! — se quejó la morena—. Julia, dime de una santa vez qué está pasando. Y no empieces con tonterías.

— ¡Oh!, cuando te lo propones eres una aguafiestas. Está bien... —Se dejó caer en el viejo butacón de su padre y dijo de forma poco clara—: El hijo pródigo ha vuelto.

— ¿Qué has dicho? —preguntó mirando al desconocido.

—El tipo este, aquí presente, resulta ser mi querido y estirado hermano mayor —anunció con retintín.

— ¿Es eso cierto? —preguntó mirando al desconocido. Hum, ahora que se fijaba bien... Sí... tenía cierto parecido con Bobby, y los ojos... Como no podía verlos bien se acercó, con descaro, se puso frente a él y lo comprobó.

— ¡Eh! ¿Qué narices haces? —saltó Niall molesto—. ¿Nadie te ha enseñado un poco de educación? —Bueno, él había examinado a la chica de arriba abajo, pero desde luego con mucha más discreción.

—No lo molestes. Se queja por todo —explicó Julia y se puso en pie—. Me voy a cenar —dijo dejándolos solos y sin presentarlos.

— ¿No es hora de que te vuelvas ya a tu casa? —preguntó él retóricamente.

   Pero, a juzgar por la expresión de la chica, debía de haber dicho algo horrible. Y entonces cayó en la cuenta...

   Joder, qué tonto había sido. Seguramente las dos pensaban montar algún tipo de fiesta, aprovechando que estaban solas, y claro, su inoportuna llegada estropeaba sus planes.

   Lo que le dejaba una alternativa, que no le gustaba nada, pero ¿qué otra cosa podía hacer?

—Recoge tus cosas, te llevaré a casa de tus padres —dijo resignado.

— ¿Perdón?

—Mira, no tengo ni tiempo ni ganas de discutir asuntos contigo cuando no te conciernen. Está muy bien eso de ser amigas, contároslo todo y demás. Pero hay cosas que deben tratarse en privado. Por lo tanto, andando.

   Ella lo miró entrecerrando los ojos, estaba claro que iba a darle guerra y él no estaba acostumbrado a esos arrebatos. Aguantaba demasiadas tonterías en su despacho como para encima soportar la rabieta de una chica.

— ¿Estás sorda?

— ¡Se enfría la cena! —gritó Julia desde la cocina y ambos se percataron del tonito de guasa.

—Julia tiene razón, eres un estirado de cuidado —dijo y dio media vuelta en dirección a la cocina.

— ¡No me lo puedo creer! —exclamó, saliendo tras ella. Ya le estaban tocando demasiado la moral como para mostrarse mínimamente razonable.

—Como por la mañana no me comentaste si vendrías o no... Pues no te he preparado nada —le explicó su hermana con evidente regocijo—. Aunque si tienes hambre creo que en el frigo quedan las sobras de mediodía.

—No te preocupes —respondió con sorna.

—Ah, vale. —Se encogió de hombros.

— ¿Estás preparada? —preguntó Niall a la amiguita solidaria.

—Soy lo suficientemente mayorcita para ir y venir a mi antojo. Pero, gracias, se agradece el detalle —espetó alzando la barbilla.

—No lo dudo —murmuró entre dientes contemplándola de nuevo. Había que tenerlos bien puestos para salir así a la calle—. Pero se hace tarde y...

—Mira, tío, no sé qué pretendes. Ésta es tu casa, vale, lo capto, pero no pienso dejar que me eches a la calle. Además ella —señaló a Julia—, tendrá algo que decir al respecto, ¿no?

—Punto uno, no te estoy echando, simplemente te estoy indicando amablemente que ya es hora de que vuelvas a tu casa y hasta me he ofrecido a llevarte. Punto dos, estoy seguro de que mañana podréis cotillear tan a gusto como queráis las dos, pero en este momento tengo que tratar asuntos familiares que, como comprenderás, no quiero hacer delante de extraños y, punto tres...

   Las risotadas de Julia le hicieron fruncir el ceño y mirarla como si quisiera estrangularla por inoportuna y maleducada.

—Punto uno, me parece que desconoces un detalle muy importante, señor abogado de tres al cuarto. Punto dos, no vas a llegar y organizarnos la vida porque no te lo pienso consentir y punto tres, ¡vete a freír espárragos!

   Enfadada con aquel tipo, se sentó de nuevo, no ganaba nada con discutir, únicamente una cena fría.

—Joder, ¡no me lo puedo creer! —murmuró incrédulo, pasándose un par de veces la mano por el pelo. Pero ¿cómo podía ser tan descarada?—. Se acabó. Te largas. Punto final.

—Deja, ya me encargo yo —dijo Julia poniéndose en pie. — Punto uno, ella vive conmigo. Punto dos, porque yo quiero; y punto tres: no pienso echar a mi tía a la calle, por muchas razones, entre otras, que me cuida como si fuera mi madre. Punto cuatro: ¡vete al carajo! ¿Te queda claro?
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por tortugitastyles Mar 09 Jul 2013, 10:54 pm

vete palante niall metio la pata bien pero bien metia xD siguela pronto que esta fuera de serie pobre niall a su hermana si es riendose de s tia y su hermano peliando como si fueran perros y gatos que problemon siguela
tortugitastyles
tortugitastyles


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por loa Miér 10 Jul 2013, 11:39 am




 nuevaaa 
lectoraaa
amoo la nove y no tenes ni idea de cuanto 
pliss sigelaaaa
Loa

loa
loa


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Vie 12 Jul 2013, 6:47 pm

tortugitastyles escribió:vete palante niall metio la pata bien pero bien metia xD siguela pronto que esta fuera de serie pobre niall a su hermana si es riendose de s tia y su hermano peliando como si fueran perros y gatos que problemon siguela



JAJAJAJAJAJA Es verdad se pelean como perros y gatos, pero bien que se gustan , la hermana aprovechándose de la situación para reirse ajjajaja, ya la sigo! gracias por comentar :D
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Vie 12 Jul 2013, 6:48 pm

loa escribió:


 nuevaaa 
lectoraaa
amoo la nove y no tenes ni idea de cuanto 
pliss sigelaaaa
Loa


 Holaaaa BIENVENIDA :D 
Gracias por comentar :) , ya la sigo 
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Vie 12 Jul 2013, 6:55 pm

 -Antes que nada GRACIAS, pero MUCHAS GRACIAS a mis dos primeras lectoras :D. Gracias por comentar y leer esta historia, como agradecimiento les dejo dos capitulos :D (mini maraton )




Capitulo Seis
 


   ¿Su tía? ¿Esa morena de falda corta y lengua larga era la tía soltera que cuidaba de su hermanastra?
   Miró a su conspiradora hermana con expresión seria. No, no estaba mintiendo.
   Ella le había dado cuerda y él solito se había ahorcado.
   Menudo gilipollas...
   En fin, lo mejor era minimizar riesgos y no entrar en la dinámica de las recriminaciones. Ya vería más tarde la forma de devolverle la pelota a su queridísima hermana.
   Las dos lo miraban, cada una con una expresión diferente en su rostro.
—Me alegro de que por fin nos hayamos conocido todos, aunque haya sido de una forma tan surrealista. —Ni se disculpaba ni cargaba la responsabilidad a nadie. Si quería compartir la casa y largarse de allí en dos días a lo sumo, necesitaba su cooperación.
   La tía ____ seguía mirándolo con una indudable desconfianza. Por supuesto él no apartó la vista. ¿Cuántos años tenía? Aunque fuese vestida como una pop star juvenil, estaba claro que no lo era.
— ¿Te ha comido la lengua el gato? —le preguntó ____, molesta ante el escrutinio al que estaba siendo sometida.
—Perdón —murmuró recomponiéndose rápidamente—. Supongo que a estas alturas las presentaciones son innecesarias.
   Intentó sonar sin rastro de cinismo.
   ____, aún sin estar convencida del todo, le hizo un gesto para que se sentara a la mesa de la cocina.
—Julia, trae otro plato. —Se soltó un instante la pinza que sujetaba su melena para volvérsela a recoger—. Nos apañaremos con la cena.
   Niall se sintió incómodo, no porque lo invitaran a la mesa, cosa que deberían haber hecho desde un principio; era más bien una sensación extraña. Al fin y al cabo, estaba invadiendo un espacio personal, bastante feo y envejecido, por no hablar de los discutibles elementos decorativos que lo hacían sentirse fuera de lugar.
—No, muchas gracias —contestó.
—No seas tonto. —____ se acercó a él y tratándolo como si fuera un niño pequeño lo obligó a sentarse. Colocó un plato delante de sus narices, los cubiertos y una servilleta de papel—. Julia, pásame la ensalada. Toma, sírvete a tu gusto.
   Niall se encontró con un enorme bol de ensalada en sus manos sin saber qué hacer. Las dos estaban en su territorio y aunque Julia seguía mirándolo con recelo y obedeciendo a su tía con evidente disgusto, ésta se mostraba cordial, algo extraño después de cómo la había tratado.
—Y dime, ¿has llegado esta mañana?
—Sí.
   Al oír la respuesta, ____ miró a su sobrina. Más tarde arreglaría cuentas con ella.
—Huy, qué despiste. ¿Una cerveza? —Él asintió—. Julia, saca una del frigorífico.
   Niall la aceptó encantado. No conocía esa marca pero estaba fría. Era evidente que su hermana lo podía haber tratado con la misma cortesía por la mañana. Incluida la bebida fría.
— ¿Qué te ha parecido el pueblo?
   «Una mierda.»
—Pintoresco. —Y para no seguir mintiendo pinchó con el tenedor y se llevó un
cherry a la boca.
—A mí siempre me ha parecido deprimente —dijo ____ sorprendiéndolo—, pero supongo que llevo demasiado tiempo aquí y he terminado por acostumbrarme. ¿Un pinchito de tortilla? —le ofreció sonriendo.
—Gracias. —Eligió el trozo más pequeño.
—No seas tímido, hombre. ¡Que estamos en familia!
   Julia tosió.
   Niall se atragantó.
   ____ los miró a los dos e hizo una mueca. Qué tontos, por Dios. Vista su reacción, prefirió no tocar ciertos temas durante el resto de la cena. Era evidente el motivo de la llegada del abogado, pero eso prefería dejarlo para el día siguiente.
   Tenían que solucionar las cosas, sí, pero estaba cansada.
—Supongo que te quedarás a dormir aquí —dijo ____ recogiendo las tazas de café.
—No lo creo —murmuró Julia—. Me apuesto lo que quieras a que tiene habitación en el parador. ¿No has visto el coche que conduce?
— ¡No seas tonta! ¿Cómo va a quedarse allí teniendo aquí una habitación libre?
—Pero no creo que quiera amoldarse a nuestras humildes costumbres.
—Deja ya de decir tonterías. Voy a preparar la habitación. No se hable más — sentenció ____ dejando a los dos hermanos solos.
   Niall, que había contemplado el partido de tenis verbal entre ambas, se quedó prudentemente callado. Era evidente que le convenía más de ese modo, pues a pesar de que su hermana lo considerara un esnob (que lo era), no tenía otro sitio donde quedarse aquella noche.
—A pesar de lo que piensas, a mí no me la das —espetó su hermana cruzándose de brazos.
—No voy a entrar al trapo. Si esto es un concurso para saber quién es más desagradable, lo reconozco, ganas por abrumadora mayoría.
—Ya, claro. Ahora no te conviene levantar polvo, ¿no? Hay mucho en juego...
   Niall se sirvió otro café antes de responder.
—Lo sé —dijo tranquilamente—. Y mi intención es dejar todo resuelto. —Se levantó, se acercó a la pila y lavó la taza—. Ahora, si eres tan amable, dime cuál es mi cuarto.
----
 
—Dale un voto de confianza —sugirió ____ mucho más tarde mientras saboreaban un helado contemplando la noche.
   Se habían sentado en el césped de la parte trasera, sobre una esterilla, para poder disfrutar del aire nocturno.
—No puedo. Papá hablaba bien de él, presumía de su hijo. Pero en el fondo yo sé que sólo lo hacía por disimular. Niall se negó una y otra vez a venir y hablar con él. Y ahora, cuando hay algo que repartir, se presenta raudo y veloz. ¿Cómo quieres que piense lo contrario?
—De todas formas podías haber sido un poco más educada, ¿no? —murmuró su tía estirándose en la esterilla tras descalzarse.
—Podría, sí, pero no me da la real gana. Pero ¿lo has visto bien? Es un relamido, un pijo y va de soberbio.
—Cuánto adjetivo para tan poco tiempo. —Al ver la cara de su sobrina añadió—: Vale, está bien. Es todo eso, pero no vamos a ninguna parte enfrentándonos con él. Además, piensa un poco, es tu hermano, y Bobby siempre deseó que os conocierais, que llegarais a entablar una relación...
—Lo sé —admitió con tristeza al pensar en los deseos de su padre—. Pero no creo que haya venido con esa intención.
—No tardaremos mucho en averiguarlo, ¿no crees? —dijo ____ sonriendo—.
De cualquier manera, yo ahora no me preocuparía por eso.
—Eres demasiado confiada —sentenció Julia.
   ____ miró a su sobrina, a pesar de la edad, a veces parecía ella la adulta.
—No te digo que no —convino.
   El tema ya no podía dar más de sí, por lo que se dedicaron a disfrutar de la noche en silencio. Se relajaron, escuchando el cricrí de los grillos tan típico del campo, agradeciendo las breves corrientes de aire que refrescaban su piel en aquella noche tan calurosa...
—Ahora que me acuerdo, esta tarde te ha llamado Juanjo.
   ____ hizo una mueca. El hijo del alcalde no se daba ni por vencido ni por enterado de que lo suyo había terminado.
   Después de casi cinco años juntos ella notó que su relación estaba estancada, que se había convertido en una simple rutina. No había cosa más triste que aburrirse con la pareja y ____ hacía ya tiempo que lo evitaba.
   Ella intentó buscar algo que avivara la chispa, se esforzó por encontrar algo que la hiciera verlo como al principio, pero ya no era una veinteañera inexperta y complaciente. Ahora buscaba algo diferente, no sabía definir el qué exactamente, pero desde luego estaba segura de que no se trataba de ser la nuera del alcalde.
   Incluso había llegado a comprarse un montón de libros picantes para ver si él reaccionaba, pero tampoco hubo suerte. Juanjo era de los tradicionales. Siempre decía que si algo está bien, ¿para qué cambiarlo?
   El problema es que no estaba bien. A menos en lo que a ella se refería. Había optado por fingir, ya que, en muchas ocasiones (la mayoría), cuando intentaba decirle que ya no se excitaba como antes, él siempre respondía que era culpa suya, que tenía tantas cosas en la cabeza que no se concentraba. Por eso el hecho de que él le hubiera puesto los cuernos con una compañera de trabajo había sido la excusa perfecta para romper con él.
— ¿Por qué no le das otra oportunidad? —preguntó Julia.
   ¿Cómo explicarle a una adolescente que aún no se ha enamorado que las relaciones de pareja necesitan un continuo renovarse o morir?
—Juanjo y yo estamos mejor así. —No quería entrar en más detalles.
—Sé que esa guarra de Celia va tras él, pero si tú quisieras...
—Todo para ella —Y no lo decía en broma. Su compañera estaba coladita por su ex desde hacía tiempo. Y sabía que Juanjo había tonteado con ella mucho antes de salir juntos, por lo que tampoco la sorprendió.
   También sospechaba que ambos habían jugado a darse celos mutuamente y que
____, ajena a ese tejemaneje juvenil, había empezado a salir con él sin conocer esa relación, y con el paso del tiempo había llegado a instalarse en una cómoda rutina.
    Cómoda pero aburrida rutina.
—No deberías dejar que te lo quitara tan fácilmente. ¡Ha sido tu novio! No sé cómo puedes soportar verlos juntos.
   «Porque están hechos el uno para el otro.»
—Me da igual. Estoy bien así. Si vuelve a llamar dile que... nada, no le digas nada.
—Me da apuro... siempre se ha portado bien conmigo, siempre pensé que os casaríais.
   Sintió un pequeño escalofrío sólo de pensarlo. Toda su vida junto a él... aburriéndose... disimulando... reprimiéndose...
   Los del pueblo, tan aficionados a los refranes, decían siempre que el buey solo, bien se lame.











Capitulo Siete
 
 
   Abrió los ojos y comprobó la hora. Su Rolex no mentía. Las siete y media de la mañana. Quien tampoco mentía era su cuerpo. Le dolían hasta las uñas de los pies.
    Ese colchón no tenía un solo muelle en su sitio.
    Joder, qué tortura...
   La noche anterior se fijó en que la casa disponía de tres dormitorios en la planta superior. De no ser así, hubiera pensado que esas dos le habían asignado la peor de las habitaciones. Quizá debería dar un paseo por el ático y ver si allí encontraba otra habitación más cómoda.
   Acostumbrado a iniciar la jornada temprano, y puesto que no estaba de vacaciones, se levantó. Salió de su cámara de tortura y se dirigió al aseo.
   No se molestó en vestirse, ya que no se oía un alma. Con su propia toalla bajo el brazo (ni se le ocurriría utilizar una diferente) y el neceser, caminó hasta la puerta del fondo y entró.
   Dos cosas pasaron simultáneamente.
   Él abría la puerta del baño y ella apartaba la cortina de la ducha.
— ¡Pervertido! —le espetó gritando a pleno pulmón su hermana, agarrando rápidamente su albornoz.
— ¡Lo siento! —se disculpó dando un paso atrás y cerrando. ¿Quién podría haber supuesto que madrugaría igual que él?
— ¿Qué pasa? No son horas para armar jaleo —murmuró una voz somnolienta a sus espaldas.
— ¡Joder! —dijo, a falta de algo mejor. No estaba más que con sus bóxers, descalzo y con cara de pocos amigos, demasiado indefenso como para enfrentarse a dos mujeres algo piradas. La una podía tener excusa, era una adolescente, pero la otra... allí, de pie, mirándolo con el pelo hecho un desastre (cosa que podía pasar por alto) y ese pantaloncito corto, y la jodida camiseta de tirantes que marcaba todo...
   Ella bostezó sin ningún disimulo.
—Veo que también eres de los que madrugan.
   Y, dejándolo pasmado, le regaló una vista de su culo respingón, provocándole con ello una maldita erección (porque ante todo era un hombre, y uno que hacía tiempo que no mojaba), y entró en el cuarto de baño.
—Excelente —se dijo a sí mismo; tampoco podía decir en voz alta lo que en realidad pensaba.
   Se volvió a su cámara de tortura con la intención de aplacar su nada oportuna respuesta natural y se sentó en la cama. A saber cuánto tiempo iban a tardar esas dos en despejar el baño.
   Como pronosticar el tiempo que una mujer necesita en el aseo es misión imposible, y dado que en ese caso había dos féminas dispuestas a hacerlo esperar, decidió sacar su traje de la funda y su ropa interior limpia de la maleta.
   Después se ocupó de la cama y, como no tenía nada más que hacer, se fue a la cocina en busca de café.
   Podía ser vengativo y preparar sólo su taza, pero optó por llenar la cafetera. Al fin y al cabo, le costaba lo mismo.
—Todo tuyo —dijo su hermanastra con voz de mafiosa—. ¡Huy, qué bien! Si has hecho café...
   A Niall le debería importar un pimiento la alimentación de la adolescente.
   Pero se impuso el sentido común.
—No puedes tomar café.
—Oye, tú no eres quién para decirme qué puedo o qué no puedo desayunar, ¿me entiendes?
   Al final se encogió de hombros y la dejó allí plantada, sin molestarse siquiera responder, ya que estaba mucho más interesado en darse una ducha.
   Salió de la cocina y se encontró con ____, que ya se había vestido, aunque en realidad, taparse, lo que se dice taparse... más bien poco.
   Bueno, tampoco era asunto suyo. Si quería ir enseñando toda la mercancía, allá ella.
   ____ tardó un poco más de la cuenta mientras lo observaba. Mejor dicho, no le quitó ojo, mientras subía la escalera.
— ¿Por qué le has dicho que tomas café? —preguntó a su sobrina, que estaba abriendo el armario para sacar el bote de cacao—. No te gusta.
   Julia se encogió de hombros.
—Me repatea que venga e intente organizar mi vida.
—Lo sé, pero es mejor que no lo provoques —le aconsejó con toda la razón—. No merece la pena.
—No puedo evitarlo. ¡No lo soporto! —exclamó al más puro estilo de adolescente consentida, cosa que no era.
—No seas tan teatral —respondió ____ riéndose mientras se servía un café—. Por cierto, hoy llegaré tarde, tendrás que ocuparte tú de la comida.
—Y ¿tengo que servirle también a su señoría? —demandó señalando el piso superior.
—No lo sé. Pregúntale si viene a comer —murmuró sin preocuparse demasiado.
—Jo... peta, ¿no pretenderás que coma a solas con él?
—Antes de pensar lo peor, entérate de si se queda o no. Te estás precipitando.
—Claro, ¡como tú hoy te libras! —protestó Julia.
—Oye, que sepas que preferiría comer tranquilamente en casa en vez de un bocadillo rápido en la cafetería.
   Las dos se callaron al oír los pasos de alguien bajando la escalera. Teniendo en cuenta que sólo tenían un invitado, no había muchas dudas sobre quién podría ser...
—Tengo que rechazar tu amable ofrecimiento para comer, hermanita. —Dicho lo cual se puso las gafas de sol y se marchó.
   ____ se quedó dudando si eran de Gucci o de Versace.
—Gilipollas —espetó Julia sacándole al mismo tiempo la lengua, a pesar de que sabía que ni la oía ni la veía.
—Sí, no te quito la razón, pero hay que reconocer que viste divinamente... — dijo ____.
—Pero ¿qué chorradas dices?
—El traje que llevaba cuesta, tirando por lo bajo, por lo menos tres de mis sueldos.
—Viste como un... abogado gilipollas y pedante. Parece un abuelo.
   ____ no pensaba lo mismo. En el pueblo y alrededores no estaban acostumbrados a ver hombres vestidos de esa forma. La gente se ponía traje los domingos para ir a misa, el día de la fiesta del pueblo o cuando había una boda. De ahí que el concepto de traje a medida fuera desconocido y a todos se les notaba la falta de costumbre.

   De acuerdo, Niall era, utilizando el excelente vocabulario aportado por Julia, un gilipollas. Pero tenía que admitir que tenía un gusto excelente a la hora de vestir.
   Estaba claro que, si bien no en sentido literal, estaba durmiendo con su enemigo, pues la consentida y recién descubierta hermana no iba a darle tregua, lo cual, siendo sincero, era lo mejor. Y, llegado el caso, hasta prefería marcharse sabiendo que ella siempre le dedicaría su mejor repertorio antes que entablar lazos fraternales que luego no iba a corresponder.
   Siguiendo las instrucciones del señor López llegó a la notaría donde se tramitaba el inoportuno tema de la herencia.
   Había repasado todos los puntos del jodido testamento, así como los extractos de las cuentas bancarias y demás documentación.
   Por más que intentaba comprender cómo se lo había montado el viejo, no llegaba a encontrar una respuesta; por lo menos, una legal.
   Y, después de comprobar el estado de la casa, no entendía el motivo por el que dejaba el dinero en el banco en vez de vivir cómodamente.
   Agradeció que el piso donde el notario tenía su despacho estuviera climatizado.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo?
   Niall se quitó las gafas de sol agradecido de que al menos allí lo trataran con cortesía. Junto con el traje, siempre se ponía su sonrisa más profesional, aunque distante a la vez, así que respondió en el mismo tono:
—Soy Niall Horan. El señor Manuel López me indicó que me acercara para tratar los asuntos referentes a las últimas voluntades de Bobby Horan. —Pensó que iba a atragantarse al pronunciar su nombre—. Si es tan amable de avisar al notario de que estoy aquí.
— ¿Es usted el hijo del inglés?
   A Niall no le hacía ni puta gracia que lo llamaran así. Pero no iba a ponerse ahora a corregir a la gente.
—Sí.
—Lo siento, pero aquí todos nos conocemos. —Si pensaba que con una sonrisa ensayada iba a ser perdonado, lo llevaba crudo.
—Ya me he dado cuenta. Si no le importa, preferiría ocuparme cuanto antes de los asuntos que me han traído hasta aquí.
—Me temo que no va a ser posible.
   Respiró profundamente antes de seguir indagando.
— ¿Está ocupado?
—No, por asuntos personales estará ausente hasta la semana que viene. —La recepcionista lo dijo de forma amable, pero, al ver la expresión del cliente, añadió—: Ha sido algo imprevisto.
—Lo que me faltaba... —murmuró, intentando controlar su enfado—. ¿Podría darme su número para poder contactar con él directamente e intentar buscar un hueco?
—No tengo autorización para dar a nadie su número personal. Lo siento mucho, señor Horan.
—Éste es un caso especial. Me he desplazado desde Inglaterra para poder resolver este asunto cuanto antes. El señor López me indicó que era urgente y ¿ahora me dice que el notario no está?
—Como le he dicho... disculpe un minuto. —La chica contestó al teléfono.
   Mientras la escuchaba atender la llamada no podía hacer otra cosa que maldecir una y mil veces el jaleo en el que su viejo lo había metido. Maldita sea, ese hijo de puta iba a tocarle los huevos desde la tumba.
   Todo se ponía en su contra. Tenía que regresar, como estaba previsto, en dos o tres días a lo sumo, para ocuparse de un caso importante, no podía estar persiguiendo a un notario escurridizo.
   Cuando la mujer terminó su llamada, volvió a poner cara de circunstancias y a intentar suavizar la mala noticia.
—De verdad que siento muchísimo este contratiempo, créame. Si hay algo que podamos hacer para...
—Ahórrese las disculpas. Si no está el notario todo lo demás no sirve de nada. —Niall cortó a la empleada. No necesitaba buenas palabras.
—Todos los documentos relativos a su caso están preparados. En cuanto vuelva el señor notario será el primero en ser atendido. Si es tan amable de darme su número de teléfono...
   Buscó en su cartera y sacó una tarjeta. Decirle que dudaba muy mucho de sus palabras era una pérdida de tiempo absoluta.
—Espero que la semana que viene, cuando de nuevo me desplace hasta aquí, esté todo dispuesto. Buenos días.
   Sin dar opción a réplica cogió su maletín y salió a la calle. Al maldito calor de mediodía.
   Buscó una terraza donde sentarse, almorzar y hacer unas llamadas.
   Helen, su secretaria, descolgó al segundo tono.
—Buenos días, señor Horan —respondió educadamente—. ¿Va todo bien?
—Buenos días. Y no, las cosas no están saliendo según lo previsto. —Tapó un instante el auricular para pedir al camarero que se había acercado hasta su mesa—.  No voy a entrar en detalles, sólo diré que aquí no funciona nada medianamente bien. En fin, no importa. Necesito que me reserves un vuelo para... —Miró el reloj—. Mañana, a ser posible a primera hora. Avisa también a mis citas del jueves y el viernes para aplazarlas, ya que, por desgracia, tengo que volver aquí la semana que viene.
—Muy bien. ¿Alguna cosa más?
—No eso es todo. —Y añadió de forma brusca—: Gracias.
   Puede que las cosas se estuvieran torciendo por momentos y que desde su llegada nada hubiese salido bien, pero el almuerzo era de lo mejor que se había encontrado en las últimas horas.
   Después de dar buena cuenta de la comida se dirigió al despacho del señor
López con la intención de dejar muy clara su postura y que no iba a tolerar más retrasos injustificados.
   Pero se encontró con un cartel que rezaba: «Cerrado por vacaciones».
—Joder, si no lo veo no lo creo.
   En ese instante le sonó el móvil. Reconoció el número al instante.
—Señor Horan, verá... —Por el tono supo en seguida que las desgracias nunca vienen solas—. Me ha sido imposible encontrar una plaza libre hasta dentro de tres días.
— ¡Tres días! —vociferó en plena calle mientras caminaba hacia su coche.
—Sí, me ha oído bien. Por lo visto, con la huelga de controladores hay muchos problemas. Además, con las vacaciones de agosto está todo ocupado y no hay manera de encontrar un vuelo disponible.
—Joder...
— ¿Confirmo la reserva?
   Niall lo pensó un instante. Tenía que quedarse tres días en aquel pueblucho a la espera de coger un avión y luego regresar dos días después. Si al cansancio del viaje le sumaba la nada descartable posibilidad de que entre retrasos y más que seguras cancelaciones nadie podía asegurarle el vuelo de vuelta, y que, para él, era imperativo solucionar de una jodida vez todo el asunto de la herencia...
—No. Me quedaré aquí —respondió evidenciando su disgusto—. Reorganiza mi agenda y ocúpate de tranquilizar a los clientes.
—Muy bien. ¿Algo más, señor Horan?
—Sí, ve reservando vuelo para la semana próxima, no quiero quedarme de nuevo fuera de juego.
—Lo haré —prometió Helen.
   Esta vez colgó sin dar las gracias. Estaba demasiado cabreado.
   Ahora tocaba volver donde esas dos y comunicarles que su estancia se prolongaba unos días más.
   Estaba seguro de que ambas se iban a mostrar poco menos que entusiasmadas con la idea.
   Sonrió. Él iba a tener que prescindir de ciertas (de muchas) comodidades, pero esas dos lo tendrían que ver todos los días.
 
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por tortugitastyles Vie 12 Jul 2013, 7:58 pm

uhhh lo planes se le dañaron siguela pronto besos
tortugitastyles
tortugitastyles


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por loa Vie 12 Jul 2013, 8:47 pm




 sigelaaa
sigellaaaaaa
plisss
Loa
loa
loa


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

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