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La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)

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La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson) Empty La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)

Mensaje por Invitado Lun 21 Abr 2014, 2:16 am

Nombre: La tarjeta de san Valentín.
Autor: A. J. Llewellyn.
Adaptación: Si, todos los créditos a el autor.
Género: Drama/Romance.
Advertencias: Smut.
Sinopsis:
 
Londres, 1840. En el colmo de la hipocresía victoriana, dos hombres se conocen y se enamoran. Su romance es prohibido, castigado incluso con la muerte, pero su pasión florece gracias a una tarjeta de San Valentín.
 
El día de San Valentín se ha convertido en un nuevo día muy popular para los amantes. Miles de Londinenses claman por el regalo romántico ideal. Mientras que los hombres compran chocolate y ramos de flores, anhelan algo diferente, más personal. A los emprendedores hermanos Styles, Harry y Liam se les ocurre una idea: crear tarjetas de San Valentín, en presentaciones lujosas decoradas con flores de seda, encajes y papel.
 
Liam tiene la suerte de tener su día de San Valentín perfecto junto a su esposa embarazada, Geneve, pero Harry todavía añora a su verdadero amor, derramando su corazón y su alma en sus hermosas creaciones. Los versos románticos de Harry dentro de las tarjetas de San Valentín tienen una gran demanda, pero ninguna muchacha local puede presumir de tener su corazón... porque su pasión no se encuentra en una mujer, sino en otro hombre: Louis, un hermoso y tímido viudo.
 
El corazón de Louis, atormentado por el dolor, no ha estado dispuesto a considerar el matrimonio de nuevo. Pero poco a poco, a través de su inclusión en la vida de la familia de los Styles.. y sus frecuentes excursiones a detenerse y mirar a la vidriera de la imprenta de los Styles.. empieza a preguntarse en qué dirección girará su futuro.
 
¿Harry le permitirá a su corazón explorar el amor con otro hombre? ¿Louis podría devolver su amor?
 
Harry envía a Louis una exquisita y anónima tarjeta de San Valentín, sin sospechar que todo su mundo está a punto de ser puesto al revés...
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Mensaje por Invitado Lun 21 Abr 2014, 7:02 am

Un fic de época, me muero. Son los mejores, esto va a ser hermoso.
ay ojala lo empieces pronto este tambien *-* bye ♥
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Mensaje por 31SecondsAlone Lun 21 Abr 2014, 8:28 am

Estoy amando esto. 
No sé me gustó, lo de las tarjetas suena bonito. Ah. 
Aunque también lo de la época, le pone como que más... Algo. 
Bueno, yo estaré leyendo y comentando. Espero que la sigas.
31SecondsAlone
31SecondsAlone


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Mensaje por Invitado Lun 21 Abr 2014, 9:34 am

¡Hola! 

O por dios la sinopsis me atrapo por completo tienes que seguirla ya!
jejeje bueno esperaré.
Besos.

—Charlotte
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Mensaje por ElectricBlue13 Lun 21 Abr 2014, 10:04 pm

La epoca victoriana,amo deasiado este estilo
Tarjetas de San Valentin ay parece doloroso :(
Besos
ElectricBlue13
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Mensaje por Rebeca. Lun 21 Abr 2014, 10:11 pm

Drama Time (:
Se ve muy buena.
Siguela pronto.


Adiós.
Rebeca.
Rebeca.


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Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 1:59 am

Debby escribió:Un fic de época, me muero. Son los mejores, esto va a ser hermoso.
ay ojala lo empieces pronto este tambien *-* bye ♥
Y difíciles de encontrar:(
La empiezo:)
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La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson) Empty Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 1:59 am

31SecondsAlone escribió:Estoy amando esto. 
No sé me gustó, lo de las tarjetas suena bonito. Ah. 
Aunque también lo de la época, le pone como que más... Algo. 
Bueno, yo estaré leyendo y comentando. Espero que la sigas.
Hola.
Espero que te guste:)
La empiezo
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Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 2:00 am

● Charlotte ● escribió:¡Hola! 

O por dios la sinopsis me atrapo por completo tienes que seguirla ya!
jejeje bueno esperaré.
Besos.

—Charlotte
Hola.
Espero que te guste la novela.
La empiezo!
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La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson) Empty Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 2:01 am

ElectricBlue13 escribió:La epoca victoriana,amo deasiado este estilo
Tarjetas de San Valentin ay parece doloroso :(
Besos
Las historias de época son lo mejor
Hasta eso que ni tanto. 
Saludos:)
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La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson) Empty Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 2:01 am

Rebeca. escribió:Drama Time (:
Se ve muy buena.
Siguela pronto.


Adiós.
AHAHAH, ni tanto:)
La empiezo!
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La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson) Empty Capitulo 1.

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 2:05 am

02 de febrero 1840
 
Harry corrió por las calles de Chelsea, tan pronto como el niño le llevó la nota. Agarró el trozo de pergamino en sus dedos.
 
«Por favor, ven, date prisa. No se lo digas a Liam».
 
Trató de calmar sus nervios. ¿Qué problema podría tener Geneve que era necesario el secreto? Tal vez ella tuviera un problema con la servidumbre de nuevo. No podría ser el bebé.
Ella querría que Liam supiera si estaba en peligro físico. Ella estaba embarazada de siete meses y, según su hermano, cada vez más ansiosa. Liam dijo que ella temía estar en su casa sin él.
 
Harry se puso su levita y dejó su taller de impresión de inmediato. Las garras de un invierno cruel todavía sacudían Londres sin un fin inmediato a la vista. Eran justo después de las cuatro de la tarde, pero pronto sería de noche y Geneve estaría preparando la cena. El mismo pensamiento de su fragante comida envió mensajes calmantes para el vientre retumbante de Harry mientras corría por las calles llenas de olores. El aroma de la hierba rica de la infusión del café saloop caliente y disponible en el carrito de la calle junto a él lo atrajo, pero no pudo bloquear el hedor putrefacto de la basura.
—¡Saloop! —el vendedor gritó—. ¡Fresco y caliente! ¡Café! ¡Consíguelo ahora! No está mezclado con zanahoria o achicoria. ¡Esto es café de verdad, amigos!
 
El olor y la desesperación empeoraban cada día. Había una nueva aspereza en la gente que veía en la calle, una mayor división entre ricos y pobres se atribuía a la pérdida del gran sombrero. Dado que las mujeres dejaron de usar estos en favor de un sombrero mayor y ajustado, le pareció que en su conjunto, la gentileza de la sociedad también se había reducido.
 
Aunque Chelsea era considerado el barrio bohemio de la ciudad, este término incluía, en lo que a él se refería, una multitud de estilos de vida. Se podían encontrar artistas, escritores, poetas, músicos, intelectuales radicales y pobres, a secas.
 
Un grupo de niños pequeños corriendo de una casa a su derecha, pasó junto a él hacia la cesta del hombre de los helados en el otro lado de la calle con su medio penique en alto. Harry se detuvo. Los niños clamaban por sus dulces de leche helados por la tarde. Se veían sucios. Cuando los niños recibieron sus helados, pasaron corriendo junto a Harry una vez más y él casi se llevó la mano a la boca. Ellos olían a cebolla podrida.
 
Un ama de llaves toscamente vestida salió de la casa y derramó un cubo, con el objetivo de lanzar su contenido en la cuneta central en la mitad de la calle, sólo faltaba que tocara con esa pestilencia los zapatos nuevos de Harry. Bordados a mano por Geneve, eran sus más preciadas posesiones. No eran tal vez los zapatos más prácticos en
pleno invierno, pero eran las zapatillas nuevas que Geneve le había hecho y le gustaba usarlas en la tienda. Se había ido con tanta prisa que se había olvidado de cambiarlas por los zapatos de cuero.
 
 
Se encogió de hombros cuando la mujer con el cubo se giró y reprendió a los niños ahora apiñados en torno a la mesa de la cocina dentro de su casa sucia. Se dio cuenta que había una olla ennegrecida sobre una llama de fuego en la chimenea. Su mirada se desvió a los apliques en la pared de la cocina y se preguntó cómo podían darse el lujo de tener luz de gas. Sintió que se filtraban líquidos calientes en las plantas de sus zapatillas y se movió hacia delante.
 
Ante puerta del frente de la casa de Liam a dos calles de distancia, en la calle King Road, llamó. Harry detectó el olor rancio de grasa animal y se dio cuenta demasiado tarde de que emanaba de sus zapatillas. Geneve abrió la puerta, sus hermosos ojos azules llenos de lágrimas.
 
—Gracias —dijo—. ¡Oh, gracias, Harry!
 
El hecho de que ella lo dejara entrar en la casa se lo dijo todo, pero también fue golpeado por la belleza de su cuñada para pensar más allá de ello.
 
Ella le quitaba el aliento. Cada vez que veía sus rizos rubios, la piel delicada de porcelana y los pequeños dientes blancos, ella lo seducía de nuevo. Sin embargo, no era en un sentido romántico. Ella era una belleza prerrafaelita. Él no albergaba fantasías secretas por Geneve, hermosa como era, sobre todo ahora que estaba embarazada. Sintió el frío que apretaba su corazón. Nadie sabía su verdadero deseo y esperaba que nunca se supiera.
 
Geneve le tomó la mano y lo condujo a través de la casa larga y estrecha. Se estremeció con el olor de sus zapatos, no pudiéndose quitar el olor ni de su mente, pero ella no pareció darse cuenta. Sus rizos se balanceaban por encima del cuello de encaje de su vestido. Era una mujer exquisita y su hermano tenía la suerte de contar con ella.
No es que Liam fuera feo. Lejos de ello, pero los dos hermanos Styles eran dueños de una imprenta y trabajaban duro por su dinero. A los treinta años, Liam había comenzado a perder su cabello un poco, al igual que Harry, que ahora tenía veintiocho. Su aspecto oscuro y melancólico estaba en contraste con la luz de Geneve. Todo en ella brillaba. Ella podría haber tenido al hombre que quisiera y había elegido a Liam.
 
Dentro de la tibia, con aroma a especias, cocina, se dio cuenta de que su vestido y delantal que la cubrían, por no hablar de las mangas y las pálidas manos delgadas, estaban cubiertos de harina. La cocina era un desastre. Nunca había visto a Geneve cocinar en una cocina con tal desorden.
 
—¿Dónde están los sirvientes? —Preguntó.
 
Ella sacudió la cabeza, sus labios temblorosos.
—Se han ido. Se han ido.
 
Ella le clavó una nota en sus manos y él leyó el contenido rápidamente.
 
—Está bien. —Esperaba que su ira no se presentara. Ahora no era el momento para una discusión completa. Sólo lo molesta aún más.
 
—¿Cuántos esperas para cenar esta noche?
 
—Ocho.
 
Ella parpadeó, y una sola lágrima desafió su aparente firme determinación, corriendo por su rostro. Tenía ganas de limpiársela, así como la mancha de harina de la cara, pero no se atrevió. No podría hacer un gesto tan incorrecto.
Los delgados dedos embadurnados de Geneve limpiaron sus lágrimas.
 
—Él desea entrar a formar parte del Club Athenaeum a cualquier precio. Me las he arreglado para invitar a dos de los miembros fundadores. ¿Sabes cuánto tiempo ha estado en lista de espera?
 
—Yo te ayudo, ya estoy aquí ahora. —Harry no pertenecía a un club y realmente no pensaba mucho en la idea, pero eso se había convertido en la última moda. Aplastó la nota que su cuñada le entregó profundamente en uno de sus bolsillos y se quitó la chaqueta. Él mantuvo su chaleco sobre la camisa y se ató uno de los delantales de muselina alrededor de su cintura.
Ella abrió la boca para protestar, pero esto era el motivo por el que había enviado por él, ¿no?
 
—Por favor, no le digas a Liam —susurró.
 
—No te preocupes, no lo haré.
—Yo... me siento muy afortunada de tenerte como hermano.
—Sus mejillas brillaban con lágrimas frescas.
 
—Tonterías. Tú has traído luz pura a mi infeliz hermano y a mí. Nosotros somos los más afortunados.
 
Ella sonrió, escondiendo la cara para secar sus lágrimas. Que cualquiera pudiera hacer llorar a Geneve de esa manera lo rompía en mil pedazos. Le permitió un momento de intimidad con su pañuelo de encaje mientras él miraba su entorno. Ella tenía dos cajas de la pastelería de Bond Street, Paul. Sabía que estarían llenas de tartas de fruta pequeñas y moelleux de limón, un pastel poco esponjoso de limón. Podía oler la canela y la boca se le hacía agua.
 
—¿Compraste tartas de arándanos? —le preguntó.
 
—Por supuesto. Sé que son tus favoritas.
 
Su estado de ánimo mejoró cuando se lavó las manos.
Geneve guardó su pañuelo y se giró hacia el libro que estaba apoyado junto a la urna de la mantequilla.
 
Esta era la tercera vez en el mes que Harry había intervenido para ayudar a Geneve a preparar una comida para su marido y sus invitados para una cena importante. Habían sido cenas para las personas del banco de inversores, para los fabricantes de prensas de imprentas de Italia... cada vez que, el mismo pequeño niño de la calle le traía las notas, se las había arreglado para atrapar a Harry en el escaparate, cuando Liam estaba de espaldas.
 
En esta ocasión, Liam habían salido a disfrutar de una bocanada de su pipa mientras Harry luchaba en el interior con su nueva imprenta cuando el niño le dio un codazo al muslo de Harry.
Tendría que llegar a una buena excusa para su ausencia repentina, pero por el momento, Harry necesitaba ayudar a Geneve frente a su ambicioso menú. Vislumbraba una bandeja de salmón listo para ser cocido. Guisantes desgranados, dos pollos en un asador grande y un montón de verduras sin pelar que necesitaban ser atendidas.
 
Pasó el dedo a lo largo de la página de su libro de cocina.
 
—No le digas a Liam que hay crema en esta receta —instruyó a ella—. Ya sabes lo que se queja sobre gastar tanto en la comida y luego se enfada si sus papas no están cubiertas con mantequilla.
 
Harry se mordió el interior de la mejilla para evitar reírse. Ella estaba en lo cierto. Liam sólo fingía preocuparse por cosas como el excesivo gasto en los alimentos. Hacía muchos meses, Harry y Liam habían mirado la cara de asombro de Geneve cuando ellos imprimían las tarjetas. Su prensa de mano Stanhope nunca había visto un rostro tan hermoso en su estructura de hierro. Había sido un golpe de suerte que ella entrara en la tienda. Harry la había instado a hacerlo. Él sabía, tan pronto como la conoció, que ella era la mujer perfecta para Liam. Ahora se habían casado hacía menos de un año y todavía las malas lenguas cotilleaban y mentían acerca de Geneve.
 
Vio cómo ella apretaba los dedos en la masa que había lanzado y colocado en un molde de tarta.
 
—He invitado a ese viudo agradable, el Sr. Tomlinson —dijo por encima del hombro— . Me ha parecido que tú y él teníais mucho qué hablar las últimas veces que vino a cenar.
Su corazón dio una voltereta hacia atrás mientras vertía la mezcla de arándanos en almíbar dentro de una olla en la estufa.
 
¿Louis Tomlinson venía a cenar? Miró a su bella cuñada. Gracias a Dios que ella estaba de espaldas. Ella no podría ver el estado que provocaba en él la mera mención del nombre del hombre. ¿Tenía alguna idea acerca de sus sentimientos hacia el hombre de letras que había sido educado en Eton y en el extranjero?
 
«No». Él estaba seguro de ello. La vio en posición sobre la capa de masa superior sobre el pastel y quiso golpear a todos aquellos que fueron crueles con esta hermosa mujer. Ella había sido modelo de un artista antes de su matrimonio, una modelo para muchos de los grandes artistas en Londres.
 
Dante Rossetti, Turner y Whistler Hunt la habían contratado para que posara para ellos, produciendo un trabajo exquisito.
Harry había pasado horas en los museos y las iglesias mirando los retratos que había inspirado su belleza. Eso causó chismes entre las clases bajas que continuamente fueron sobre ella y Liam, citando el temor de la blasfemia y la mala suerte que caería sobre ellos, y eso todavía lo enfurecía más.
 
Geneve y Liam eran más amables con los empleados. Harry sintió un fresco aumento de su ira creciendo dentro de él mientras cortaba las patatas y los puerros en trozos cada vez más grandes. Geneve puso la mano en su brazo y lo calmó.
 
Había sido Harry el que había encontrado la nueva servidumbre. Las tres hermanas Maguire no habían sido su primera opción, o incluso la segunda, y ahora ellas también habían desaparecido.
 
—Está bien —dijo Geneve, como si leyera sus pensamientos.
—No, no lo está. Vamos a encontrar mejores personas.
Personas que quieran una vivienda digna con un nuevo bebé que cuidar. —Acuchilló un trozo de nabo—. Gente que quiera algo mejor que el promedio de los dormitorios.
 
Geneve se giró y le sonrió, mientras colocaba la mezcla de huevo sobre la parte superior de sus dos tartas. Ella trabajó rápido. Para ser una mujer que había ganado mucho dinero posando para famosos artistas italianos durante cinco años, había abrazado las tareas domésticas y la maternidad con un gran entusiasmo. Estudió minuciosamente los libros de cocina y el manual de ama de llaves de la señora Margaret Dods y había seguido cada receta con amor. Incluso sus primeros esfuerzos habían sido comestibles. Adoraba a Liam y parecía tener una debilidad por Harry, invitándolo a menudo. Ella había intentado emparejarlo con muchas mujeres jóvenes de la sociedad, pero Harry prefería los libros a las mujeres.
 
—¿Liam te dijo que estamos planeando algo especial?
 
Él dejó de hablar. Su cuñada había salido de la cocina y se sintió aliviado. Casi dejó escapar sus planes especiales para el Día de San Valentín, la tarjeta especial que Geneve había mencionado por primera vez y que era tan popular en Italia.
El Día de San Valentín había sido olvidado en Inglaterra desde hacía años, pero el día, que se celebra el día catorce de febrero, había tomado recientemente una aficionada corriente de afecto. Los fabricantes de chocolates y los floristas prosperaban en la venta de dulces y rosas. Geneve había sugerido una tarjeta de San Valentín, y Harry había pasado largas noches en la tienda creando tarjetas de San Valentín en forma de corazón adornadas con encajes, flores secas, granos, y botones.
Ella volvió con sus placas de torta, poniéndolas junto a la colección de tartas y colocando fresas de color rojo rubí en ellas. Siguió trabajando. Al poco, estaba inclinada sobre la estufa de nuevo.
 
—El caldo está listo —dijo ella, cuando Harry metió las verduras alrededor del pollo en el plato para hornear—. Por favor, pruébalo.
 
Bebió un sorbo de su oferta de una cuchara de madera y casi se desmayó. Estaba delicioso.
 
Mantuvo la puerta del horno abierta y deslizó los pollos en el interior, sintiendo que su cara quemaba como si estuviera incendiada.
 
Geneve se enderezó.
 
A menudo ella le tomaba la mano y la colocaba en la parte superior de su cintura en expansión, y lo hizo ahora mientras lo miraba.
 
—Ya está casi hecho. Ahora a poner la mesa.
 
Él asintió con la cabeza, después de que ella entró en la sala. Estaba, como siempre, impecable, a pesar de estar llena de muebles, espejos con bordes dorados y algunas maravillosas obras de arte que dominaban las paredes. En el comedor más allá de la sala aparecía un aparador largo y una gran mesa de comedor con capacidad suficiente para doce personas.
 
Los invitados no irían más allá de estas dos salas, y sintió la mirada ansiosa de Geneve cuando él apreciaba las habitaciones con un ojo crítico. Una mancha en un espejo podía ser fácilmente remediada.
 
—Ve y prepárate —le instó.
Ella dudó y él le dio lo que esperaba fuera una sonrisa tranquilizadora.
 
—Tú me has entrenado bien, mi querida hermana. Ahora, date prisa.
 
Ella apretó los labios en su mejilla, le apretó la mano brevemente y salió de la habitación. Limpió el espejo, pasando los dedos a lo largo del caro marco de oro. Hasta que Geneve entró en sus vidas, el único oro en su casa había sido de imitación. Ella había traído tanto encanto y buen gusto a sus vidas. Por un momento, la tristeza se apoderó de él como un manto suave. Sus padres habían muerto en un accidente de carruaje. Liam y Harry lo habían heredado todo, incluyendo la imprenta de su padre. Ellos habían asumido la responsabilidad, comprando los últimos modelos de prensa disponibles. Su vida había sido ordenada y funcional, pero no hubo risas, hasta que Liam conoció a Geneve.
 
Harry se había alegrado de que su hermano tuviera casa cuando se casó. Había sido un noviazgo muy rápido, lo que llevó a los rumores. ¿Por qué no podía la gente ser feliz por ellos? Harry se había trasladado a la planta superior plana encima de la imprenta. Le gustaba tanto su soledad como los momentos que pasaba con su pequeña nueva familia. Apenas podía esperar para ser tío.
 
«Un tío que nunca se casará y tendrá hijos, porque mi corazón se ha fijado en... otro hombre».
 
¿Tal vez pudiera superar su enamoramiento de Louis? El descubrimiento de tales sentimientos en los dos últimos meses lo había mantenido despierto por la noche, pero de una manera placentera. Él sabía que Louis se había casado y por lo tanto le gustaban las mujeres, pero aun así, la idea
de la sonrisa del hombre era suficiente para mantener a Harry animado todo el día.
 
Él puso la mesa, teniendo mucho cuidado de poner las velas de cera de abeja en el candelabro de cristal más bonito. Miró su reloj de bolsillo. Liam pronto estaría en casa y si era fiel a su estilo, llegaría en compañía de por lo menos algunos de los invitados de esa noche.
 
Harry limpió los bordes de las copas de cristal con un paño limpio. Esas habían sido su regalo para Liam y Geneve el día de su boda. Dio un paso atrás y vio que el servicio de mesa brillaba.
 
Geneve bajó las escaleras cuando la puerta se abrió y entró Liam con un saludo cordial.
 
Harry se esfumó, volvió a la cocina y con un suspiro de exasperación, barrió el piso. Casi parecía presentable, decidió, mientras vaciaba el contenido de la pala en el cubo de agua sucia. Se quitó el delantal. Acababa de encogerse de hombros de nuevo en su levita cuando Liam caminó hacia él.
 
—Hola. Veo que te me adelantaste. —Miró alrededor—. ¿Todo bajo control?
 
—Sí, se ve como que así fuera. —Harry le sonrió a su hermano, quien le entregó los menús de la cena que Geneve había solicitado a su marido, ese mismo día. Impreso en pergamino y escrito en francés, parecía perfecto. Liam siempre se lo daba todo a Harry para que lo corroborara. Todo parecía en orden.
 
—Muy bien —dijo Harry, cuando Liam levantó una de las tarjetas grandes del Día de San Valentín.
 
—¿Qué piensas?
Harry tocó el papel. Los colores se imprimieron muy bien, conservando su vitalidad original.
 
—Me encanta.
 
—A mí también. Una vez que mi señora lo apruebe, podemos comenzar la producción por la mañana. —Liam sostuvo la gran tarjeta en sus manos. Miró el corazón, hipnotizado. En el centro de ella había una imagen de una mujer cuyos rizos caían sobre las mejillas rosadas. Esta era la imagen de Geneve de la que Liam se había enamorado y que había inspirado a este nuevo proyecto de los hermanos Styles.
 
—Los adornos de cristal llegaron hoy. —Liam siguió a Harry hacia el comedor mientras colocaba las cartas de menú en cada sitio sobre la mesa. Harry sintió una especie de temblor y sensación al mirar hacia arriba.
 
Louis Tomlinson estaba en la puerta del comedor, le sonreía.
 
—Buenas noches —dijo.
 
Harry inclinó ligeramente la cabeza. —Buenas noches. Y bienvenido.
 
Louis siguió sonriendo. Le provocaba cosas que a Harry ninguna mujer le había provocado antes. Harry nunca antes había albergado una atracción hacia cualquier hombre hasta que conoció a Louis en la fiesta de Geneve de la cena de Navidad.
 
—¿Cómo has estado? —Preguntó Louis.
 
—Muy bien, gracias. ¿Y tú?
 
Liam acababa de abrir una botella de vino de Madeira y sirvió un vaso, entregándole uno a cada uno de sus invitados.
 
—Gracias, Liam. —Los dedos de Louis se cerraron alrededor del tallo de la copa. Harry sintió un tirón en su corazón y en sus pantalones, gotas de sudor comenzaron a picarle el cuello, rozando el cuello de su camisa. Él sólo podía imaginar estar en los fuertes brazos de este hombre, esos dedos largos torturando su piel. El cabello castaño de Louis y sus ojos azules eran como un contraste llamativo.
 
Era la sangre Galesa del hombre. Era hermoso y clásico. Harry cerró los ojos ante las imágenes que le llegaban, la fantasía de besarlo.
 
—¿Estás bien? —le preguntó Liam.
 
—Perfectamente, gracias.
 
—Te ves extraño, febril.
 
¿Por qué no dejaba Liam de interrogarlo?
 
—Estoy bien. Quiero saber cómo has estado desde la última vez que te vi.
 
Louis tomó un sorbo de vino. —He estado en el campo, visitando a mi familia.
 
—Deben haber estado contentos de verte —dijo Harry.
 
La sonrisa de Louis falló. Había estado casado durante diez años y su esposa había muerto hacía dieciocho meses a partir de la intoxicación de tinta. Su enfermedad larga y desagradable, provocada por la tinta roja, había sido incurable y Harry sabía que había sido devastador para Louis.
 
El hombre, a quien nunca había conocido hasta esa fatídica comida de celebración, había sido un gran amigo de Geneve.
Ella lo había engatusado para que saliera de su hibernación, por lo que Harry estaba muy agradecido.
Transcriptora de textos medievales y restauradora, Eleanor Tomlinson había trabajado con un grupo de sacerdotes para restaurar algunos textos antiguos, la Biblia en la tinta roja, que resultó que contenían mercurio tóxico. Su muerte había lanzado inicialmente sospechas sobre su marido, hasta que los médicos del Hospital de Londres estudiaron las manchas de tinta en sus dedos y encontraron rastros de envenenamiento por mercurio dentro de su boca. Ella, al parecer, había lamido la pluma con que escribía muy a menudo, ya que la tinta roja se secaba rápidamente.
Louis había hablado de ella en la cena e incluso ahora, todavía le parecía a Harry que la extrañaba mucho.
 
—Mi familia me obligó a volver a trabajar —dijo Louis, de repente.
 
¿Qué debería decirle Harry ante esta revelación? Cualquier cosa que dijera sería sin duda insensible. Él respiró hondo y habló desde el corazón.
 
—Pero tú no sientes ningún deseo de hacerlo, lo puedo percibir.
 
Louis le dio una sonrisa que calentó el corazón de Harry y casi lo hizo olvidar que llevaba zapatos malolientes.
 
—Tienes razón, Harry. La próxima vez, te llevaré allí, ya que me entiendes muy bien. Me temo que necesito un traductor en lo que respecta a mi familia. Cuando digo que no, al parecer creen que quiero decir que sí.
 
Harry escuchó la amargura en el tono del hombre. Era comprensible. Había perdido a su esposa y compañera por culpa de su trabajo.
 
—Es difícil para mí ir allí —dijo Louis—. Eleanor lo amaba. —Él se quedó mirando dentro del vaso.
Harry mantuvo su voz suave. —¿Así que te trae muchos recuerdos?
 
Louis no respondió. Parecía caer en ese instante en un torbellino de miseria. Harry no sabía qué decir. ¿Debería pedir disculpas? Agradeció a su hermano cuando Liam colocó una copa de vino en sus manos.
 
—Lo siento mucho —dijo Harry a Louis, que le sonrió.
 
—Gracias.
 
Geneve estaba enfrascada con la bandeja de carnes, frutas y dulces.
 
—Deberías haber dicho algo —Liam la regañó—. Esa cosa es muy pesada. —Tomó la bandeja de las manos de su esposa y la puso sobre la mesa.
 
Un golpe en la puerta de entrada significó que más invitados habían llegado. Liam se excusó y se dirigió a la puerta. Samuel se disculpó con Louis y siguió a Geneve a la cocina.
 
—No tienen idea de que los criados se han ido —dijo, su voz en un susurro.
 
—No está tan lejos —coincidió Harry.
 
—El truco será cuando la comida tenga que ser traída a la mesa.
 
—Yo te ayudaré —dije.
 
—No se puede. —Por segunda vez esa noche, mostraron su malestar.
 
—Sí puedo. Podemos servir la comida a la Russe.
—¿A la Russe? ¿Cortar todo en la cocina? Oh, no. Harry, ¡no podemos! Se supone que debemos ser un comedor Français de Los Ángeles. ¡Ya tenemos la impresión de los menús!
 
—Todavía puede repartirse todo aquí y tomar los platos en el comedor que ya está preparado. Sigue siendo el mismo menú. Puedo traer las bandejas allá y me dices cuándo quieres cada cosa.
 
—No. ¡No se puede! —Ella levantó su voz a un tono que asustó a Harry. Él comenzó a preocuparse por su salud y la de su hijo por nacer.
 
—¿Puedo ser de ayuda?
 
Ambos saltaron. La mano de Geneve tembló en sus labios.
Louis estaba en la puerta, con una ceja levantada.
 
—Se han ido, ¿no?
 
Geneve y Harry se miraron, y luego a Louis. Harry asintió con la cabeza, lentamente.
 
—Los idiotas —dijo Louis—. Si hay una cosa que no puedo soportar es la ignorancia. —Sus ojos celestes brillaron—. Lo experimenté yo mismo, ¿recuerdas? Cuando mi esposa murió, la marca de la sospecha recayó sobre mí, hasta que el médico forense reveló su enfermedad.
 
Su maravillosa sonrisa regresó. —Dame diez minutos y voy a enviar ayuda. Voy a salir por la puerta de la cocina.
 
—Louis… —Harry comenzó.
 
—No te preocupes. —Louis levantó sus manos—. Liam no se enterará. —Se dio la vuelta y salió por la puerta trasera antes de que cualquiera de ellos pudiera argumentar.
 
—Qué hombre santo —le susurró Geneve.
Harry pensaba lo mismo, su corazón se ahogaba de la emoción.
 
—Por favor, ve a ver a tus invitados. Yo me quedo aquí a esperar.
 
No parecía que ella quisiera dejarlo, pero él le acarició la mejilla para tranquilizarla. —Voy a poner el salmón en el horno. Sé que te gusta a punto y eso es exactamente en veinte minutos.
 
Él se ocuparía de todo, y su actitud de hacerse cargo parecía sacudirla a la acción. Ella se alisó la falda y salió de la cocina.
 
Louis era tan bueno como su palabra. Unos minutos más tarde, una corpulenta matrona y una mujer más joven y más delgada que se parecía mucho a ella, aparecieron envueltas en abrigos y con gorros, ofreciendo sus servicios.
 
Geneve escuchó la conmoción y corrió a la cocina. Estuvo a punto de llorar de nuevo.
 
—Oh, gracias, gracias. —Ella se apoderó de sus manos, por lo que la mujer se ruborizó.
 
—Vuelve con tus invitados —le pidió Harry—. He leído la carta, sé lo que necesitamos. Estaremos listos para servir tan pronto como me des la señal.
 
—Dios te bendiga —dijo, y se apresuró a la sala.
 
—¿Vas a cocinar así? —Preguntó la matrona.
 
—Sí, ¿por qué?
 
—Ya ha arruinado sus zapatillas, señor. —Ella se giró hacia la joven—. ¡Annie, tráeme un poco de jabón blanco!
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A pesar del drama en la cocina, la cena fue un éxito glorioso, cada plato se sirvió con un mínimo de esfuerzo. Todo había sido preparado a la perfección. En silencio, Harry se aplaudió.
Si el negocio de impresión se fuera a pique, tal vez podría considerar una carrera alternativa de cocina francesa.
 
Sólo hubo un momento extraño, cuando Liam rompió en medio de una historia divertida para mirar a la joven que les prestaba servicio, como si fuera consciente por primera vez de que ella era nueva. Hizo una pausa para tomar un sorbo de vino, siguiendo con la mirada todos sus movimientos, pero no dijo nada.
 
Louis, sentado junto a Harry, pasó la noche monopolizado por una joven, la señorita Swanson, que había llegado con sus padres.
 
El Capitán Swanson era un buen hombre, con cuentos maravillosos de las reuniones que lo podían calificar con un diez, él era un oficial del primer ministro británico en Downing Street. Reveló que desde la muerte del joven primer ministro Pitt, la casa era raramente utilizada, excepto para las reuniones.
 
La política no era un tema inusual de la discusión en la mesa de Geneve. Ella alentaba a un debate animado y parecía apasionadamente interesada en todo lo que escuchaba.
 
—¿Cómo es la casa, Capitán? —preguntó ella, con ojos danzantes, sus rizos rubios flotando en sus hombros.
—Es una casa grande, no muy bonita. —El Capitán Swanson se atusó el bigote—. Pero me recuerda a mi casa de la infancia en Exeter.
 
—¿Solía usted deslizarse por la barandilla? —Preguntó.
Él la miró y cayó una confesión de sus labios.
 
—Me quité los zapatos y me deslicé por el suelo con mis calcetines —dijo, haciendo reír a todos los hombres y las mujeres se reían y se ruborizaron.
 
Sólo Geneve podría haber extraído tal anécdota maravillosa y la risa en la mesa se sentían segura y conspiratoria. Geneve tenía la habilidad de hacer que la gente se sintiera muy bien consigo misma.
 
—¿Nos cuenta algo acerca de la boda? —Imploró Geneve—. Simplemente estoy muy entusiasmada con una boda real en nuestro medio.
 
Mientras que Londres estaba emocionado con la pompa y el romance de la próxima boda de la reina Victoria con el príncipe Alberto, Liam escogió ese momento para introducir la tarjeta del Día de San Valentín.
 
Lo pasó alrededor de la mesa, asintiendo con la cabeza cuando todo el mundo hacía comentarios de cortesía.
 
—Es hermosa. —Sonrió la señorita Swanson a Harry, que le gustaba mucho más elogiar los encajes y joyas.
 
—Eso es obra de mi hermano —dijo Liam.
 
Se dio la vuelta a Harry. —¿Cómo lo haces? Es simplemente exquisito.
Harry se acercó aún más a ella, al describir su técnica de cortar y pegar imágenes, y crear una imagen completamente diferente.
 
—Lo llaman arte povero, el arte pobre, en Italia —dijo—. En Francia, es découpage.
 
Captó la mirada inquieta de Louis y apretó la boca cerrada, con la sensación de que estaba hablando demasiado.
 
—Me encantaría que me enseñases a hacerlo. —Su tono se volvió melancólico—. ¡Tal vez podrías darles a las mujeres una clase para el día de San Valentín!
 
Un par de mujeres en la mesa estuvieron de acuerdo.
 
—Déjamelo a mí —insistió Geneve—, y voy a armar a tus estudiantes, Harry. Esta es una forma de arte, incluso yo podría hacerlo bien, con la formación adecuada.
 
Detestaba que ella se rebajara. Ella era una mujer realizada, brillante. Era exactamente como si ella siguiera tratando de proyectar una luz más brillante a los que la rodeaban.
 
—Este sería un hermoso Día de San Valentín. Espero recibir algo tan hermoso como esta tarjeta. —La señorita Swanson deslizó su mirada a Louis, cuya atención parecía estar en un guisante que empujaba alrededor de su plato con el tenedor.
 
Harry se sintió triste. Geneve había dicho que había invitado a Louis porque él había conseguido estar muy cómodo con Harry y, sin embargo, la comida avanzaba, y no habían podido compartir una palabra. Vio a Louis morder una fresa cuando la molesta señorita Swanson se mantenía riendo sobre las payasadas de su nuevo gatito.
 
Harry vio la forma casi sensual en la que Louis se comió la baya y miró hacia otro lado. Se casaría con ella. Ellos tendrían un montón de hijos, y muchos más gatitos que se caerían por las escaleras recién enceradas. Harry se quedaría atrás para cuidar su atracción silenciosa sobre este hombre, solo. Solo... solo... «Solo».
 
Sus mejillas ardían al recordar las noches que había pasado despierto en su cama, tocándose él mismo, imaginando que sus manos eran las de Louis. Imaginó suaves suspiros del hombre, su boca caliente sobre el cuerpo de Harry. Harry se había explorado por primera vez, mientras imagina que era tocado por Louis. Trató de no hacerlo, pero ya no podía retroceder y ahora era lo único en lo que podía pensar. Los besos de Louis calientes sobre su piel febril. Se acordó de sus sueños vívidos y cuán reales parecían ser.
 
Harry se sintió cada vez duro y firme en sus pantalones. Agarró una baya y la probó. Su sabor agrio explotó en su boca. Muchas veces había llorado en su auto-inducida felicidad, deseando que su boca hubiera estado sobre la de Louis.
 

Sintió la mirada del hombre sobre su rostro, lo quemaba, ¿qué estaría pensando Louis?
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Espero que les guste:)
-Lizeth
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Mensaje por DaLiiS Miér 23 Abr 2014, 3:06 am

Tu nueva lectora llegó!!!
Dalis reportandose(ya dejen de sufrir!!)ok no

Me encanta esta trama(también he estado vuelta loca buscando una fic de Larry en la que aparezcan cartas anónimas de San Valentín y ya le encontré wiii!!)
Juro que me imaginé a Louis mordiendo sensualmente esa fresa(y la cara de bobo de Harry)
Así que Harold tocándose pensando en Lucho(era de esperarse)
Para mi que Louis está pensando lo mismo que Harry!!o sea porque también lo ve con esa maldita fresa!!(...me dieron ganas de comer unas...)
No me gusta mucho la comida francesa,voto más a la mexicana(AMO LOS TACOS)

Tengo sueño(son las 4:47am)pero esto lo vale para comentar ahora)

Me voy antes de que escriba algo incoherente(además que debo ir a clases mañana)

Adiooooooosssss!!!

PD:ya no siento el cuerpo por el cansancio
DaLiiS
DaLiiS


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Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 3:34 am

Que bueno que Eleanor se murió. Ah que JAJAJJ no, es que.. por lo general sus personajes siempre son molestos pero en este caso ya no esta, así que :) we
Enamorado de Louis, en esa época tan complicada, soñando despierto con el, ay. Pobre bebe.
seguila pronto por favor, bye ♥
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Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 7:13 am

Me encantooo todo estuvo genial es que enserio que lo fue y estuvo largo y me gusto más jejeje espero la sigas pronto
besos.
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