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El vestuario (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Re: El vestuario (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 10:03 pm

Debby escribió:Yo no debería llorar desde el principio, pero obvio que lo hago.
La vida de Louis era una absoluta porquería, pero llego Harry y se convirtió en algo tan importante. 
Y eran tan jóvenes cuando todo empezó, fue muy lindo.
Seguila pronto por favor, bye!
Son bien lindos y me dan ganas de tirarme un balazo por ello.
Estaban bien chiquitos cuando se conocieron y sabes este fic me hace pensar montones a como es su vida.
Saludos:)
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El vestuario (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Re: El vestuario (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 10:04 pm

ElectricBlue13 escribió:OH GODDAMN! DFHJKFHSKKH EL FLASHBACK DE LOUIS QUE TERNURA,ME QUIERO MORIR,ya me calme,Louis pobre bby,la madre es una hdp y peor el noviecito.Ya se quieren ir a vivir juntos y tienen 15 años dios,que lindos!
seguila,Liz!
Es bien lindo!:)
Estaban bien plebitos, ya querían estar juntos.
Saludos
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El vestuario (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Capitulo 2.

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 10:06 pm

LA VIDA EN UNA BOLSA DE BASURA
 
Se las arreglaron para conseguir el apartamento, pero a duras penas. Harry tuvo que robar la tarjeta de crédito de su madre y luego devolverla a la billetera, antes que ella se diera cuenta. Louis tuvo que encontrar a alguien que le consiguiera un documento de identidad falso, en el que pusiera que tenía dieciocho años en lugar de quince. Al final, encontraron un apartamento pequeño y sin muebles, a dos calles del instituto, en dirección contraria a la casa de la madre de Louis. Éste se figuró que a ella no le importaría y una noche simplemente dejó de aparecer por su casa, se llevó una manta, una almohada y una bolsa de basura llena de ropa. Eran los únicos muebles de la casa.
 
Harry encontró un sofá que alguien había dejado en la calle y entre los dos, una tarde, después de clase, lo arrastraron los dos kilómetros y medio, lo subieron por las destartaladas escaleras, para tener algo donde dormir. Harry llevaba en el bolsillo un despertador viejo de su hermana, porque Louis no tenía ni móvil ni reloj y Harry, en varias ocasiones, lo había despertado golpeándole la puerta y gritándole que se diera prisa.
 
Louis trabajaba desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana en Walmart descargando camiones y las dos horas y media que dormía cada mañana no parecían ser suficientes. El problema era que el alquiler costaba setecientos cincuenta dólares al mes y necesitaba trabajar casi la jornada completa para poder mantenerse en un lugar seguro. Le sobraban casi doscientos dólares, que lo ayudaban a pagar el baloncesto y la comida y Harry hacía todo lo que podía para suplementar eso, porque, a esas alturas, las muñecas de Louis sí que eran más anchas que sus bíceps y parecía subsistir a base de hambre perpetua.
 
Y quizá hubieran podido continuar así hasta que las clases terminaran, o no, pero un día Harry perdió la compostura y el carácter y, sin darse cuenta, descubrió el secreto de Louis en plena cancha.
 
Ese día, el entrenador había sido particularmente duro y Louis, hambriento, cansado y bastante descentrado, apenas había podido mantenerse durante los ejercicios suicidas que el equipo odiaba con todas las fuerzas de su ser.
 
—¡Vamos, Tomlinson, no te quedes atrás! ¡Vas detrás de los mayores, de los juveniles, Jesús, chico, incluso vas detrás de los jodidos principiantes! ¿Crees que el equipo de la universidad es una cosa hecha? ¡Ya sé que tienes la cabeza en las malditas nubes, pero tienes que centrarte! ¡Muévete, maldita sea, muévete más deprisa, más rápido, más rápido!
 
Louis ya casi había logrado encontrar su ritmo. Tenía la cabeza centrada en la zona, iba aumentando la velocidad, se movía con mayor rapidez, con más fuerza, se movía, se movía, se movía…hasta que la rodilla le cedió y salió disparado por el suelo a gran velocidad e intenso dolor.
 
Por fin se detuvo, de espaldas, mirando el techo abovedado del gimnasio, preguntándose por qué no habían podido quitar esa guirnalda de la última reunión, que se enroscaba en los tubos de la parte superior. Estaba casi seguro de que tendría el cuerpo amoratado y no sabía si su rodilla iba a poder funcionar, pero durante un momento, un dulce, suave y maravilloso momento, pensó en quedarse ahí y dejar que el mundo girara alrededor mientras empezaba a dormirse.
 
Entonces, la voz de Harry lo despertó. ¡Estaba gritando al entrenador!
 
—¡Maldita sea, déjelo en paz! Se está muriendo de hambre, está exhausto y hace lo mejor que puede! –lo sacudieron por el hombro y Louis miró con ensoñación a Harry, el bonito Harry, quien lo había besado hacía un mes y no había vuelto a hacerlo. A Louis le gustaría volver a besarlo, pero nunca parecían tener tiempo. Harry era un buen chico, después del entrenamiento se iba a casa y Louis solo tenía un par de horas para hacer los deberes antes de ir a trabajar. A lo mejor podrían tener tiempo en otro momento, los días que no tuvieran entrenamiento
 
algún momento durante el fin de semana, entre partidos, pero Harry le insistía que necesitaba dormir. ¿Ya no era besable? Deseaba preguntárselo, pero ahora mismo sería genial que la habitación dejara de dar vueltas.
 
—¿Lou, tío, estás bien? Ha sido una voltereta épica. ¿Di algo, vale? No he visto que te golpearas la cabeza, pero pareces ido.
 
Louis esbozó una media sonrisa.
 
—Solo estaba pensando en una siesta, hermano. ¿Crees que podría echarme una, aquí mismo?
 
—No —dijo el entrenador con firmeza, luego colocó un hombro carnoso bajo el brazo de Louis para ayudarlo. Harry fue del otro lado y, a pesar de que el entrenador era más grande y probablemente más fuerte, Louis sintió que era más seguro apoyar todo el peso del cuerpo en los hombros de Harry. El entrenador suspiró y dio un paso atrás, mientras Harry lo ayudó a salir de la cancha cojeando y lo sentó en las duras gradas. Louis trataba de decidir si los puntos negros que danzaban delante de sus ojos significaban algo serio o un preludio a las náuseas. Si no estuviera tan malditamente hambriento, sería más probable esa última, ¿no?
 
Parpadeó cuando le enfocaron los ojos con una linterna y el entrenador le palpó el cráneo con sus dedos anchos y oscuros. Era un hombre negro treintañero, casado y con un hijo, de cintura ancha y culto, y la mayoría de los chicos sería capaz de tirarse en medio del tráfico y morir por él. No solía escuchar muy a menudo exabruptos como el de Harry; Louis parpadeó con fuerza y trató de leer en la expresión del hombre.
 
—No te has golpeado la cabeza —dijo el entrenador con autoridad. Le palpó la rodilla y, aunque estaba un poco morada, definitivamente seguía funcionando—. Es posible que la rodilla la tengas que mantener un día sujeta, pero no es fatal. ¿Te importaría decirme por qué te quedaste en el suelo tanto tiempo, Tomlinson?
 
Louis trató de concentrarse de nuevo, pero se perdió.
 
—Cansado –gruñó—. Lo siento, entrenador.
 
—Mmm, mmm, de acuerdo. Ustedes dos, a mi despacho. Ahora. ¿Jakari?  
 
Un ex alumno, que actualmente tenía un buen trabajo, pero amaba lo suficiente ese deporte como para ser segundo entrenador, asintió y tocó el silbato para empezar los ejercicios de nuevo. Louis luchó para ponerse de pie y Harry enseguida se colocó debajo de su brazo para ayudarlo.
 
Estaba lo suficientemente cansado y necesitado como para mantener el brazo alrededor de Harry sin tener que fingir. Se sentía tan bien con el cuerpo duro y musculoso de éste cerca del suyo y, ay Dios, cuando se tocaban, él no estaba solo.
 
Juntos forcejearon por la salida lateral del gimnasio hacia el pasillo blanco que llevaba al despacho. Cuando llegaron, el entrenador se sentó en su sillón rojo gastado, luego les ofreció una botella de agua a cada uno y barritas energéticas –en el caso de Louis, dos.
 
Louis estaba demasiado desorientado para ser orgulloso. Se comió las dos barritas y se tragó el agua, luego se detuvo, consciente de que los únicos sonidos que se escuchaban eran los suyos comiendo y la cuidadosa respiración de Harry.
 
—Lo siento, entrenador —dijo Harry tras un momento muy incómodo—, no siento más que respeto por usted. ¿Lo sabe, verdad? No debería haberle gritado así —entonces se levantó y le tendió la mano a Louis.
 
Éste la tomó y estaba empezando a levantarse, cuando el entrenador dijo,
 
—Tomlinson, Styles, tomen el jodido asiento.
 
Harry miró con congoja a Louis y éste se encogió de hombros. No sabía cuánto tiempo más habrían podido mantener las cosas ocultas.
 
—¿Por qué pasas hambre, Tomlinson?
 
Louis miró a Harry y este se alzó de hombros, luego cargó con la culpa.
 
—No pude conseguirle suficiente comida —dijo, enfadando a Louis.
 
—¡Eso no es justo, estuviste dándome de comer durante casi dos meses!
 
—Sí, pero esta mañana no te traje más pan. Lo siento, tío. Me acosté tarde y se me olvidó. Quiero decir, sé que tienes el almuerzo gratis, pero es tu única comida—
 
—Un momento, esperen, esperen—
 
Louis dejó su discusión furiosa y ambos se calmaron.
 
—Harry, ¿por qué diablos le traes comida?
 
—No le sobra mucho después de pagar el alquiler, entrenador —dijo, ruborizado—. Un par de días a la semana cena con nosotros, pero ya sabe, no puede trabajar más horas porque, así como está, ya no duerme suficiente.
 
El entrenador dejó escapar un suspiro.
 
—¿Pagas alquiler en tu casa, Tomlinson? ¿Qué hacen tus padres?
 
Ahora fue Louis el que se puso rojo y no fue capaz de contestar. Durante un momento, se produjo un silencio muy incómodo, luego Louis se encontró contando la cantidad de pósters de famosos “Got Milk?” que había en las paredes. Iba por el número once e intentaba averiguar quién era el guapo jugador de tenis, cuando el entrenador carraspeó y aparentemente miró al más débil de su pequeña cadena de dos.
 
—¿Tiene algo más que añadir a ese enorme cúmulo de nada, Styles?
 
Louis giró la cabeza a tiempo de ver como Harry se ruborizaba, indefenso.
 
—Ésa es la historia de Louis, entrenador.
 
—¿De verdad? El hecho de haber sacado comida a hurtadillas de la mesa de tus padres hace que también sea un poco historia tuya, ¿no crees?
 
—Ésa es la única historia que usted necesita conocer de mí, entrenador. ¿Podemos irnos ahora? Louis tiene que comer antes de ir a trabajar.
 
El entrenador entrecerró los ojos y Harry tuvo que hacer esfuerzos para mantener seria la expresión de su angelical cara.
 
—¿Dónde trabajas, Louis?
 
Parecía una pregunta inocua, ambos intercambiaron una mirada y Louis respondió.
 
—Walmart. Descargo camiones.
 
El entrenador se pellizcó el puente de la nariz.
 
—¿No tienes quince años? Walmart no te contrata a menos que tengas dieciocho.
 
Louis emitió un sonido de indefensión, Harry suspiró y el entrenador lo intentó una vez más.
 
—Muy bien, chicos. Styles va a sentarse, Louis se va a comer otra barrita energética—
 
—¡Pero entrenador, me ponen el estómago fatal!
 
—Louis se va a comer el sándwich y el yogurt que me sobraron del almuerzo y vamos a empezar desde el principio. Y si alguno de los dos quiere jugar para mí otra vez, más vale que se dejen de tonterías con medias verdades. ¿Me han oído?
 
Los dos asintieron reacios, se sentaron y Louis recibió un sándwich de salami mientras Harry hablaba.
 
Cuando terminó, Louis seguía limpiando el envase de yogurt de fresa y el entrenador parecía a punto de sufrir una úlcera.
 
—Hijo —dijo, tras un momento y Louis dejó de rebañar el envase y lo miró.
 
—¿Señor?
 
—¿Por qué no pediste ayuda? Tío, tenemos servicios de acogida, trabajadores sociales y—
Por un momento, Louis pensó que se iba a poner enfermo.
 
—Sí, pero…pero –oh, Dios— pero tengo dos cosas, ¿sabe? ¡Tengo el baloncesto y a Harry y si usted me pone en uno de esos servicios, los pierdo a los dos!
 
Ahora el entrenador parecía a punto de vomitar.  
 
—Sí, chico. Te he oído. Bien, cambio de planes. Muchacho, no podemos dejarte seguir viviendo en esas condiciones. No podemos. Te va a matar y necesitas un lugar seguro, es así como debe ser. Déjame hacer algunas llamadas. Por lo menos, conseguirte un lugar para dormir, ¿de acuerdo? Es probable que sigas necesitando un trabajo, pero creo que hay un centro a casi dos kilómetros de aquí, es una especie de hogar de acogida donde los chicos pueden ir hasta los veintiún años. Déjame ver si podemos encontrarte un lugar allí, ¿sí? Será difícil y tendremos que ser diplomáticos. Pero creo que lo podremos lograr.
 
El entrenador miró a Louis con una aterradora expresión de comprensión en la cara.
 
—¿Baloncesto y Harry, eh? Bueno, vamos a ver si podemos mantener los dos, por lo menos hasta que consigas una beca y te puedas largar de aquí, ¿de acuerdo?
----------------------
 
Dos semanas más tarde, Louis ya había averiguado que, si se levantaba a las seis de la mañana, podía tomar el autobús y estar frente a la casa de Harry a las seis y media, Harry no solía irse antes de las siete, así que Louis se acurrucó en el porche, debajo de la manta y repasó la clase de inglés en el frío de los primeros días de diciembre.
 
Fue interrumpido cuando el propio Harry salió con una bolsa de basura en la mano, murmurando algo así como—: ¡Bueno, si lo llego a saber anoche, la hubiera sacado an…oh, mierda! ¡Louis!
 
Éste se levantó y guardó el libro en la mochila, luego se puso las manos debajo de las axilas de su sudadera con capucha (tan corta que se le subía por el centro) y se giró con Harry para tirar la basura.
 
—Hola –dijo.
 
—Has venido. No pensé que lo fueras a hacer. Quiero decir, me alegra que haya venido, pero, Dios, ¿a qué hora tienes que despertarte?
 
—Resulta más fácil cuando se duerme —dijo Louis y se encogió de hombros.
 
El centro no estaba mal. Había conseguido otro trabajo en un lugar de comida rápida, uno que le permitía comprar ropa (en cierto modo) y comida. Tenía una cama en una habitación que compartía con otros tres chicos (los pies se le salían por los bordes) y nadie se colocaba ni le pegaba y la verdad es que era lo único que pedía. Bueno, excepto Harry. Podría pedir por tener a Harry.
 
—¡Bueno, parece que tienes frío! —dijo Harry, tirando la basura en el cubo. Le dio unos cuantos tirones hasta que lo dejó en el bordillo, luego se dio la vuelta, sacó las manos de Louis de debajo de sus axilas y las sostuvo entre las suyas, soplando. Louis miró a su…¿amigo? ¿Novio? ¿La razón de su vida y el centro de su universo? Harry alzó los ojos y esbozó una sonrisa ladeada, estiró la mano y tiró del flequillo de Louis que le caía sobre los ojos.
—Louis, aún pareces cansado —dijo con suavidad—, pero me alegro de verte aquí por la mañana.
 
—¿Tu madre sigue enfadada? —preguntó Louis y Harry hizo una mueca, volviendo a agarrarlo de las manos. Louis les dio la vuelta y las cubrió con las suyas; que se jodiera quien estuviera mirándolos en ese amanecer frío, pensó antes de atraerlo hacia su pecho.
 
—¿Sabes? Más que nada, se enfadó porque estaba preocupada –le dijo Harry—, entendía que yo estuviera intentado ayudarte, pero –agitó la cabeza—, lo que no sabía era como podíamos llevar conociéndote tanto tiempo y no saber nada.
 
El día que los padres de Harry se enteraron de que había estado viviendo por su cuenta durante dos meses, se ofrecieron a ayudarlo con el traslado a la casa de acogida. Tanto él como Harry intentaron en vano disuadirlos de lo contrario, incluso diciéndoles que no tenía nada más que trasladar que lo que se había llevado. Anne y Des solo habían dado un paso dentro del apartamento y fue suficiente. Miraron alrededor, el sofá con la manta y la almohada gastada, las bolsas vacías de pan sobre el mostrador, con su mantequilla de cacahuetes, mermelada y cuchillos de plástico, luego vieron la bolsa de basura que contenía la ropa de Louis, ordenada y limpia. Anne estalló en lágrimas y salió corriendo por la puerta. Des la siguió.
 
Sin decir nada, Harry había limpiado las sobras de comida y Louis recogió su manta, la almohada y la bolsa de basura llena con sus posesiones y se fueron, figurándose que el sofá terminaría de nuevo en la calle, donde ellos lo habían encontrado.  
 
Ésa había sido la última vez que los padres de Harry habían hablado con él.
 
Louis tragó saliva.
 
—¿Crees que quiero tener a todo el mundo dentro de mis asuntos, Harry? –retiró las manos y miró hacia abajo—. Ya es suficientemente malo haber tenido que mezclarte en esto, ¿sabes? Yo…si hubiera podido aguantar en el colegio, nadie tendría por qué haberse enterado. Podría haber vivido así. Así es.
 
Harry tiró de él, pegándolo a su cuerpo y colocando de nuevo las manos bajo su boca. Ésta vez no sopló, sino que las besó con ternura.
 
Louis contuvo el aliento. Lo estaban haciendo; así debía ser. Estaba tan aliviado. Una mañana había tenido el sabor de la boca de Harry en su lengua y desde entonces había soñado con ello.
Harry debió haber oído como tragaba, porque alzó los ojos. Louis no tenía idea de lo que su cara expresaba, todo lo que sabía era que él añoraba.
 
Harry tragó saliva y se acercó un poco más.
 
—Tus ojos son de un color muy intenso –susurró—, son como…azules, bordeados de verdes. ¿Sabes? Pareces un personaje de anime.
 
Louis no podía hablar. Los ojos de Harry seguían siendo de color verde esmeralda. El resto seguía siendo hermoso, pelo rizado, piel de plata, alguna peca. Ésa boca suave y llena.
Bajó la cabeza para probarla y Harry se pasó la lengua por los labios. Parecía demandarle que dijera algo antes de besarse y él, todo lo que pudo decir fue:
 
—Yo no soy guapo.
 
—Tú eres bello –Harry respiró, pegado a él y estaban demasiado cerca de tocarse los labios como para que Louis se lo discutiera.
 
Esta vez fue mejor, más seguro. Ésta vez, Louis metió la lengua dentro de la boca de Harry y éste la abrió para él. Louis le rodeó los hombros con sus brazos, Harry gruñó y se apoyó en él, sus cuerpos eran cálidos, suaves y duros apoyados el uno contra el otro. Harry volvió a gruñir, se estremeció y se apartó, reluctante.
 
 
—En esta calle hay gente del colegio –dijo con suavidad—. Yo…yo diría que se jodan, pero…
 
—El baloncesto.
 
—Sí. El baloncesto –Harry y el baloncesto. Necesitaba a ambos. El entrenador seguía hablando de la beca como algo hecho y de repente Louis empezó a vislumbrar una vida que solo había visto en sueños. Toda esa gente viviendo en casas, con césped, trabajo. La universidad podía proporcionarle eso. El baloncesto podía darle eso. Era una idea brillante y luminosa, casi demasiado fantástica para ser cierta.
 
Caminar por la calle de la mano de Harry podría matar esa idea. Llevaban un año especulando con la universidad, hablando de ir juntos y de trabajar en las calificaciones de Louis. Harry sabía cuánto significaba eso para él.
 
Retrocedió, extendió la mano y pasó el pulgar por todo el labio de Harry.
 
—De todos modos, nosotros somos los únicos que tenemos que saberlo —dijo, convencido. Harry era su mejor, más personal y maravilloso secreto. Parecía que si exponía la vida de ambos a la dura luz, ésta podría disiparse y desaparecer entre los gritos de la multitud.
 
Harry sonrió, feliz y despreocupado.
 
—Venga, Louis, esta mañana es mi madre la que hace el desayuno. Sé que quiere verte.
 
Se dio la vuelta y corrió hasta la casa; Louis lo siguió, aturdido.
 
Entraron y, por supuesto, Louis pudo oler a tortitas. Anne alzó la vista de la cocina y le sonrió, feliz.
 
—¡Louis, Dios querido! Qué gusto me da verte. Quiero decir –sacudió la cabeza y le brillaron mucho los ojos—Jesús, querido. Lamento haberme ido la última vez. Ven aquí –abrió los brazos y Louis se vio obligado a ir allí. De repente se sintió abrazado y envuelto, a pesar de que la madre de Harry no medía más de un metro sesenta.
 
—¡Louis! –Ahora era Des quien también estaba allí y ambos lo abrazaron como si fuera de la familia. Les sonrió ligeramente y se ruborizó –mucho. Su cuerpo sentía…hambre. Estaba hambriento. Casi tan mareado por el contacto como lo había estado de comida el día que él y Harry se habían visto forzados a contarle todo al entrenador.
 
—Me encanta verlos –murmuró, incómodo, pero saboreando cada momento. Esto era una familia, pensó maravillado. Esto era amabilidad. Debería recordarlo para que, cuando fuera un hombre, pudiera crear un hogar con esas cosas. Tuvo una súbita visión de sí mismo y de Harry preparando el desayuno para los padres de Harry. Dios, él quería tener un hogar con todo eso.
 
Dio un paso atrás, sintiéndose incómodo y miró alrededor, buscando a Gemma. A lo largo del año anterior, había disfrutado con la hermana menor de Harry. Ella era complicada (porque tenía doce años y era algo instintivo, como la obsesión por el maquillaje y el sentimiento de superioridad). Pero también era divertida y él la había visto enseñar matemáticas a Harry; era paciente y trataba muy arduamente de no hacer que se sintiera estúpido, incluso cuando, siendo ella tres años menor, captaba todo aquello que él no lograba.
 
—¡Gemma, Louis está aquí! –llamó Des.
 
—Lo sé, papá, me estoy maquillando —dijo una voz apagada desde el cuarto de baño.
 
—Caramba —protestó Des de buen humor—, pensé que ya lo había hecho. ¡Un poco más de máscara y parecerá un mapache!
 
Louis sonrió apreciativamente, aunque no se fijaba en las chicas (de hecho, solo se había fijado en Harry). Anne los sentó y empezó a hacerle preguntas sobre su casa de acogida.
Contestó con sinceridad. Les dijo que la cama era demasiado corta y que compartía la habitación con tres chicos. No dijo que dos de ellos hacían ruido cuando practicaban sexo en el cuarto de baño, pero les comentó que sus pertenencias seguían, como siempre, metidas en bolsas de basura.
 
Anne y Des se miraron y Anne afirmó con la cabeza. Des suspiró y convino.
 
—¿Cuándo cumples los dieciséis años, Louis?
 
Louis lo tenía que pensar. Cuando era niño, antes de que su madre y las drogas se volvieran inseparables, recordaba fiestas de cumpleaños.
Luego recordó los formularios que le rellenaron cuando entró en el centro.
 
—El diecisiete de abril —dijo, esperando que fuera cierto.
 
—¿Crees que entonces te gustaría mudarte con nosotros? Puedes ser un menor emancipado. Se lo hemos consultado al entrenador. ¿Crees que podría estar bien?
 
Louis casi dio un salto ante la posibilidad. Sí lo creía. Miró a Harry, cuyo rostro brillaba con esperanza, luego se lamió los labios. El sabor de Harry seguía allí.
 
Oh, Dios. No podría…Ellos no podrían…Estaría mal. Lo estaría. Su expresión se apagó y Harry lo miró, confundido.
 
—Tengo que pensarlo, pero significa mucho para mí que me lo hayáis propuesto —dijo con suavidad.
 
En ese momento Gemma salió del cuarto de baño.
 
—¿Qué tal? —preguntó con voz alta, ronca y demasiado alegre.
 
—¡Estamos tratando de convencer a Louis para que se mude con nosotros! —dijo Anne, sin parecer molesta por el súbito e incómodo silencio.
 
La mirada de Gemma solo podía ser describirse como “afligida”.
 
—¿Mudarse aquí? —preguntó con voz débil y Louis agitó la cabeza, mirando a Harry de forma furtiva.
 
—Ya veremos —dijo con cautela—. Yo…no quiero imponerme. Yo…no estoy acostumbrado a una familia. Puede que no esté preparado para eso.
 
Gemma cerró los ojos y tragó saliva, luego alzó la vista con alegría.
 
—Somos una buena familia, Louis. Creo que estarás bien aquí.
 
Años más tarde, Louis recordaría su cara. Tenía los ojos un poco hinchados y muy brillantes, pero limpios y acogedores. Lo había mirado con simpatía y amabilidad. No fue hasta que ya era un hombre que se dio cuenta que ella había estado llorando.
 
—¿No quieres vivir con mi familia? –preguntó Harry con voz apagada y hosca. Iban al colegio, después de que Louis hubiera comido  
 
un montón de tortitas que le podrían durar todo el día. Eso esperaba, la cálida recepción que le habían brindado los padres de Harry perduraría mucho más.
 
—Tu familia es fabulosa —murmuró Louis. Era absurdo, pero deseó poder ir con Harry de la mano por la calle residencial, pero había demasiados niños yendo a la escuela.
 
—¿Entonces por qué lo dudas? —Harry dio marcha atrás y lo miró, con expresión claramente acongojada. Ése era Harry, abierto y transparente como una ventana sobre el océano.
 
Louis apartó la vista, luego volvió a mirar esa cara expresiva y abierta. Sabía que la suya era cerrada y cautelosa, pero no lo podía evitar. Eran pensamientos difíciles y complejos y él era una persona simple.
 
—Quiero besarte —susurró y Harry abrió mucho los ojos.
 
—¿Aquí?
 
Louis sacudió la cabeza, frustrado. Cuando fuera adulto, lo haría mejor, estaba seguro.
 
—¡Hablo en general, listo! Solo que –hizo una mueca—, estaría mal. Sería…como si me aprovechara de ellos. Tus padres. Son las personas más agradables del mundo, ¿sabes? No quiero que…ya sabes. Traicionar su confianza ni nada por el estilo. Eso sería –tomó aire profundamente.
 
—Incorrecto —concedió Harry y Louis le sonrió con gran alivio.
 
—Sí.
 
—Quizá –dijo Harry, mirando de forma intermitente el cemento a sus pies—. Quizá podrías seguir viviendo con nosotros. Los besos los podríamos tener fuera de casa. Además, tampoco es que vayamos a tener mucho tiempo. Pero, bueno, estaríamos juntos. Mis padres te podrían conseguir una cómoda –bajó la voz hasta convertirla en un susurro y se miró los zapatos, mientras se giraba para quedar hombro con hombro con Louis—. Así no tendrías que pasarte la vida con una bolsa de basura.
 
Louis suspiró.
 
—Las bolsas de basura no son un gran problema —dijo convencido.  
 
Harry miró alrededor de forma cautelosa, luego fue él quien agarró la mano de Louis.
 
—Lo son si están en tu mundo —dijo, con certeza—. Es posible que tú y yo vayamos despacio y nos veamos en lugares más remotos y escondidos. Porque —oyeron voces desde una calle lateral y Harry bajó la mano—, porque prefiero que estés a salvo y que tengas una casa, Louis Si eso significa que tenemos que esperar hasta la universidad, entonces es lo que haremos. ¿De acuerdo?
 
Fue un sonido leve, casi un quejido, pero Harry lo miró de lado, casi de forma triunfante y en ese momento, Louis supo que había perdido.
 
—Algún día —dijo con brusquedad—, algún día tendremos una casa grande y seremos tú y yo. Nadie tendrá que saber lo que hagamos allí, pero seremos una familia. ¿Tú y yo, verdad?
 
Harry lo miró a los ojos y Louis se perdió en ellos.
 
—Es un trato,  Lou. Tú y yo.



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Espero que les guste:)
Gracias por leerlo!
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Mensaje por Invitado Dom 27 Abr 2014, 9:25 am

"Louis miró a su…¿amigo? ¿Novio? ¿La razón de su vida y el centro de su universo?"

Esto se pasa, son muy lindos. Dios, espero que acepte irse a vivir con el, va a ser complicado que estén juntos pero Louis va a estar bien.
seguila pronto por favor, bye ♥
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Mensaje por MyKryptonitLarry Mar 29 Abr 2014, 9:52 pm

tienes que seguirla esta muy buena pobre Los su vida es una mierda :c
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El vestuario (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Re: El vestuario (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Jue 08 Mayo 2014, 9:42 pm

Debby escribió:"Louis miró a su…¿amigo? ¿Novio? ¿La razón de su vida y el centro de su universo?"

Esto se pasa, son muy lindos. Dios, espero que acepte irse a vivir con el, va a ser complicado que estén juntos pero Louis va a estar bien.
seguila pronto por favor, bye ♥
Ohh, son bien lindos, adorables y oh, oh me da el mal con esta novela!!!!
La sigoo:)))))))
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El vestuario (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Re: El vestuario (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Jue 08 Mayo 2014, 9:43 pm

MyKryptonitLarry escribió:tienes que seguirla esta muy buena pobre Los su vida es una mierda :c
Holaa!!!
Gracias por leerla!!!!
Lo se, su vida es una mierda!
Saludos:)
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El vestuario (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Capitulo 3.

Mensaje por Invitado Jue 08 Mayo 2014, 9:48 pm

Al fin libre.

Cuando Louis, ya adulto, recordaba el instituto, invariablemente le venían a la mente dos cosas: sus momentos en la cancha, con todo el mundo gritando el nombre de ellos dos cuando corrían, se dejaban la piel y trazaban su camino hacia la cima a golpes y sudor, y los breves momentos a solas, protegidos y aislados del mundo.
 
Cuando cumplió dieciséis años, se mudó a la casa de Harry y se apoderó del sofá. Él y
Harry solían sentarse uno junto al otro a ver la televisión, o desayunar, o lavarse los dientes, muy conscientes del imperativo que se habían impuesto a sí mismos:
 
No. Debían. Tocarse.
 
Solían ir y volver del colegio caminando, hablando de los profesores y del entrenador, de la injusticia (o su propia supremacía) del último partido y a veces Louis se preguntaba cómo el mundo entero no se daba cuenta de que ellos dos deberían ir de la mano, porque sus músculos, su piel y sus huesos prácticamente gritaban la verdad:
 
No. Debían. Tocarse.
 
Pero dentro de la cancha era diferente. Allí podían entrechocar palmas por lo alto, por lo bajo, palmearse el trasero, chocar las caderas y eso estaba bien. Una noche de aturdimiento, cuando estaban en tercer curso y el equipo había ganado el campeonato estatal, el gentío invadió la cancha y Louis estiró la mano, agarró a Harry por el hombro y se fundió en un terrible abrazo de oso. Solo ellos dos supieron que Louis había enterrado la boca en ese espeso pelo rizado y había besado el sudado lóbulo de la oreja de Harry. Fue maravilloso y nadie lo había notado.
 
En la cancha, se podían tocar.
 
Esa noche, el resto del equipo consiguió ducharse primero. Cuando por fin la multitud los había dejado meterse en el vestuario, los demás se estaban marchando y el entrenador, que tenía que atender la rueda de prensa (sabían que le encantaba), cerró las puertas y les dijo que se aseguraran que todo quedara cerrado antes de irse.
 
Ellos asintieron y se quitaron la ropa metiéndose bajo la ducha con gratitud, porque ambos tenían las camisetas empapadas del partido.
 
Louis no supo en qué momento se dio cuenta de que él y Harry estaban solos, desnudos y limpios. Después de enjabonarse el pelo por segunda vez, se lo enjuagó, se secó los ojos y vio que Harry lo estaba observando.
 
Habían evitado mirarse el cuerpo. Demonios, habían evitado mirar el cuerpo de todos. Podían ser homosexuales, pero eso no quería decir que se pasaran el tiempo mirando a otros chicos del equipo. De algún modo, sentían que era abusar de la confianza y no lo podían hacer.
 
Pero ahí estaban, aturdidos por la victoria, felices, gracias a Dios limpios y, bueno, desnudos.
Durante unos minutos, solo se miraron, completamente desconcertados. Luego Louis empezó a fijarse en algunos detalles –el estómago plano de Harry, su delgada, pero fuerte figura. Harry ya medía un metro ochenta y podría crecer unos dos centímetros y medio más, pero Louis medía un metro, ochenta y nueve centímetros y definitivamente no había dejado de crecer.
Harry era todo músculo, músculos pequeños y prietos, estómago marcado y piel pálida. Louis no podía dejar de mirarlo. Harry era…guapo. Bonito.
 
Louis no quería pensar cómo era su cuerpo. Anormalmente alto, semi bronceado, una pequeña mata de pelo oscuro entre sus pectorales, no era bonito. No era Harry.
 
Pero éste lo miraba como si fuera alguien especial y él sonrió con timidez. Bajó la mirada por el cuerpo de Harry y alzó las cejas cuando llegó a su parte privada, que caía larga y esponjosa en medio de un nido de pelo castaño.
 
La sonrisa de Harry se tornó engreída, se alzó un poco de hombros y empezó a contonear las caderas, algo que solo podía calificarse de “adorable”. Louis se rió y Harry, sin decir nada, bajó la mano con valentía, se envolvió el pene en el puño y acarició una, dos, tres veces. Echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y Louis miraba con la boca abierta mientras ésa cosa crecía, doblaba el tamaño, se volvía llena, gruesa, larga y enorme.
 
Quería tocarla, pero…pero estaban expuestos, en medio del vestuario; y ser descubiertos –por cualquiera– podía ser desastroso. Se mantuvo alerta, los ojos abiertos, pero se colocó detrás de Harry, lo empujó hacia él y lo dejó apoyarse contra su cuerpo desnudo. En sus brazos estaría a salvo.
 
Harry había sido querido toda la vida, protegido toda su vida. Se relajó con facilidad en el abrazo y empezó a respirar de forma audible mientras se daba placer. Louis estudió su perfil, gustándole el modo en que apretaba la boca, la forma en que se mordía el labio inferior. Quería cerrar los ojos y enterrar la cara en el hueco del cuello de Harry, pero no se atrevía. Era su deber cuidar de los dos, mantenerlos seguros.
 
De todos modos, ya casi había terminado. Harry había estado tan callado que de pronto, el ruido de su puño yendo a toda velocidad en la humedad del jabón y el agua se hizo más fuerte y se estremeció en sus brazos. Emitió un gruñido ronco y Louis miró, transfigurado, como el semen saltaba y se mezclaba con el agua, camino del desagüe.
 
Se quedaron ahí, parados, jadeantes, pero un sonido repentino proveniente del exterior, que quizá no fuera nada, hizo que Louis se tensara. Se apartaron con rapidez, la piel separándose con reticencia y ambos se giraron hacia la pared y empezaron a enjuagarse el pelo como una especie de tapadera.
 
Después de un minuto, cuando comprobaron que no venía nadie, respiraron aliviados. Louis inclinó la cabeza, se secó los ojos y Harry volvió a sonreírle con vanidad, pero esta vez la sonrisa era somnolienta, satisfecha y orgullosa.
 
—La próxima vez te toca a ti —dijo, mirando de forma significativa las partes privadas de Louis. Éste asintió y se ruborizó, sorprendido ante la sensación de reticencia que le provocaban sus palabras. Ésa sería la progresión normal de las cosas, ¿no? Y no es que no lo quisiera.
Había sentido a Harry de forma maravillosa en sus brazos, piel con piel. Pero, en su pasión, él estaría indefenso contra el mundo y Louis…  
 
No tenía muy buenas experiencias con la indefensión, ¿verdad que no? Había estado indefenso contra el hambre, indefenso ante las palizas, ante la negligencia. Él –Oh, Dios. Él amaba a Harry. No quería estar indefenso con él.
 
Pero Harry parecía un poco preocupado y Louis se preguntó si no sería mejor estar indefenso en los brazos de Harry que fuerte fuera de ellos, así que sonrió con timidez y dijo:
 
—Sí, como si fuéramos a tener otra oportunidad como ésta, ¿verdad?
 
Harry se rió, un sonido resignado y puso los ojos en blanco mientras cerraba la ducha.
 
—La graduación ya no queda tan lejos —dijo filosóficamente—. ¡Sabes que dentro de muy poco seremos compañeros de residencia y todas las películas que he visto decían que vamos a poder follar como conejos!
 
Esas palabras le arrancaron a Louis una sonrisa genuina, porque tanto él como Harry se habían quedado despiertos hasta tarde durante el verano, viendo todas las películas sobre universitarios que pudieron encontrar, mirándose por el rabillo del ojo y esperando con todas sus fuerzas que eso fuera verdad.
 
—¿Los conejos follan mucho? –preguntó, sabiendo que quizá Harry fuera la única persona del mundo con quien podía bromear. Los dos fueron a sus taquillas, agarraron unas toallas del toallero y se las pusieron alrededor de las caderas. La erección de Louis, rampante y dolorosa cuando Harry había estado en sus brazos, ya había bajado. Ahora, actuaban como si fueran hermanos y Louis se sentía aliviado. Una parte de su cerebro podía procesar eso y era más fácil de ese modo, porque ya se sentía como una erección andante por el chico.
 
—Tengo intención de averiguarlo —dijo Harry, moviendo las cejas y Louis se rió, completamente de acuerdo. Un año y medio, les quedaba un año y medio hasta la graduación y era probable que pudieran tener media docena de oportunidades como ésa. Quizá, para cuando ya pudieran acostarse juntos, como adultos, él ya hubiera aprendido a confiar y Harry nunca tendría que saber lo asustado que estaba solo de pensar en estar acostado en sus brazos y abandonándose al amor.
 
Louis confiaba en él dentro de la cancha. Eso sí que era seguro.
 
Correr por el entarimado, saber que Harry estaría ahí para el pase picado, con la defensa, para pescar el rebote del pase bombeado perdido. Louis Tomlinson era la superestrella y lo odiaba, pero incluso los periódicos y las universidades habían reconocido que nunca habría podido ser quien era sin Harry Styles.
 
Eso le encantaba.
 
No necesitaron luchar mucho para recibir ofertas de la misma universidad. Era fuera del estado, excitante para Harry y poco problema para Louis. Ninguno de los dos había estado en Carolina del Norte y la extrañeza por haber sido reclutados por un Pro Team se duplicó cuando llegaron allí, en contra de alguna universidad local (ambos deploraban Los Ángeles, así que UCLA quedaba fuera). Cuando terminaron el primer año, la UNC (Universidad de Carolina del Norte) ya los tenían fichados: Louis tendría beca completa y Harry una beca para libros y clases. Sus padres habían ahorrado suficiente dinero para mantenerlo en la residencia uno o dos años y el verano antes de su primer curso, Harry trabajó con Louis, para asegurarse que, mientras pudieran jugar, ambos estarían juntos, como Dios lo había establecido.
 
Trabajar juntos era casi como jugar. Harry limpiaba ventanas por la noche y se enrollaba con los clientes. Louis trabajaba atrás más a menudo, asegurándose de que pudieran marcharse a tiempo, o incluso temprano, apenas cerraban, así él y Harry podían aprovechar diez minutos, hasta quince, abajo, en la habitación donde se cambiaban, para besarse y agarrarse de la mano. Para apoyarse el uno en el otro y hablar con ternura de las cosas que habían visto. Louis no había tenido un modelo a seguir, pero Harry sí y él había sido testigo. Los padres de Harry solían sentarse juntos en el sofá, Anne entre las piernas de Des, apoyada en su pecho, y miraban películas, hablaban en voz baja de cómo había ido el día, contaban historias de los chicos, incluido él.
 
Más tarde, cuando Harry y Gemma subían y Louis estaba tirado en el sofá (con los pies colgando), podía oír sus voces. Había escuchado conversaciones tensas, seguro, pero jamás gritos. Nunca voces altas. Ni palabras groseras. Ni una sola vez, en los dos años y medio bajo el cuidado de ellos, los oyó llamarse “chupapollas inútil” o “puto gilipollas”. Para Louis, toda esa amabilidad, las risitas susurradas, los furtivos (y mortificantes) sonidos que provenían de su puerta cerrada cuando hacían el amor, eran producto de esos momentos robados en el sofá, cuando se tocaban.
 
El y Harry hacían lo que podían para capturar eso. Sin hablar del tema, utilizaban a los Styles como manual de relaciones y hacían los deberes lo más a menudo que el tiempo les permitía. Sentir a Harry acurrucado contra su pecho, hablando de la profesora de cálculo, era todo lo que Louis pedía al cielo. Y hubiera sido cierto, incluso si Harry no lo hubiera hecho partirse con cada historia (al parecer, la pobre mujer era un cúmulo de diversión inconsciente. Harry juraba que nunca había visto a una mujer tropezar con tantas cosas en una clase de diez minutos. “Y no es como todas esas mierdas, Lou. Es que se entusiasma tanto con las mates sobre todo, que siempre se olvida de que hay algo allí”)
 
Pero a Lou, le empezaba a picar el cuerpo. Durante el primer año, podía mirar a Harry desvestirse y pensar en él de forma platónica, o ni siquiera eso. Al final de su último año, evitaba ducharse con Harry cuando había gente.
 
—Colega —dijo, infeliz—, es como si fueras una píldora de erección andante. Te veo desnudo y todo mi cuerpo se pone en alerta. ¡La virgen!
 
—¿Quién de nosotros necesita más atención? —Preguntó Harry con coquetería, dándole un beso en la esquina de la mandíbula, mientras estaban sentados en la mesa de picnic de los empleados, en el trabajo—. ¡Porque, sabes, al mío le pasa lo mismo!
 
—Dos veces la virgen, doble atención —dijo Louis, socarrón y Harry lo besó hasta que desapareció la socarronería y solo quedó la “atención”. A Louis se le acabó el tiempo y ambos suspiraron. Hora de subir y esperar a Des y Anne. Estuvieron hablando de la conveniencia de comprarse un coche, pero por el momento, supusieron que utilizarían el transporte público en Carolina del Norte y ya verían el tema cuando estuvieran en California. Louis agradecía que el señor y la señora Styles los cuidaran, de verdad, pero ya había establecido un requisito más en su lista de cosas de adulto, que quería para Harry y para él. Lo tenía muy metido en la cabeza:
 
Titulación universitaria: comprobado.
Trabajo bien remunerado: comprobado.
Casa que nadie le pudiera quitar, nunca: comprobado
Coche: comprobado.
Seguridad y nada de oportunidades para que nadie le pudiera gritar, pegar o aterrorizar con su negligencia: Comprobado.
Harry, suyo, en sus brazos para siempre: por supuesto.
La primera y la última cosa de su lista. La única cosa absoluta sin la que él nunca podría vivir.
Baloncesto: otro requisito, también.
 
Supuso que, dado que Harry y el baloncesto iban de la mano, era una cosa de la que no tenía que preocuparse, ¿no?
 
Perdieron la virginidad el uno con el otro, el verano entre medias del instituto y la facultad, cuando los padres de Harry habían ido a llevar a Gemma a visitar a los abuelos de Harry. Éste había planeado ir con ellos, pero vinieron los padres de Anne, le regalaron un coche por la graduación y por los dieciocho años y le dijeron que lo disfrutara. Harry les tomó la palabra (y escribió, con la ayuda de Louis, la mejor de todas las cartas de agradecimiento, porque era un buen chico y se trataba de una cuestión de educación) y luego les pidió a los padres que le permitieran no ir.
 
Des y Anne les dijeron riendo que no organizaran fiestas. Anne besó a su hijo en la frente.
 
—Vosotros dos sois tan buenos que casi dais miedo. No dejéis que eso cambie, ¿de acuerdo?
—dijo, mientras se iba.
 
Gemma se los quedó mirando casi con tristeza.
 
—Entonces, chicos, ¿algún plan? –preguntó, echándose la trenza hacia atrás con un poco de amaneramiento. Era una versión muy femenina de Harry, con cara pequeña, ojos redondos verdes, cabello rizado. Había sido la perfecta hermana pequeña durante los últimos dos años: estirada, provocativa y nunca, ni siquiera una vez, dio una muestra de afecto, a no ser que fuera forzada a hacerlo. La última vez que Louis la recordaba diciéndoles algo dulce había sido cuando él jugó con cuarenta grados de fiebre. Ella había estado toda la noche cerca del sofá, turnándose con Harry y sus padres para asegurarse de que él estuviera bien. Recordaba su delirio, la mano pequeña de ella sobre su frente y su voz triste que le decía “Está bien, Louis. Harry está aquí. Solo necesitaba dormir un poco. ¿De acuerdo?”
 
Esta vez su voz sonó igual y, antes de que sus padres supieran lo que hacía, de repente se dio la vuelta y corrió a los brazos de Louis. Él la miró, perplejo, cuando le dio un beso suave, sensible e inexperto en los labios y seguía atónito cuando se retiró, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
 
—Supongo que no –murmuró—. Que pases un buen fin de semana, Louis. Piensa en mí.
Y se fueron, probablemente para que Des y Anne pudieran regañarla en paz.
 
Esperaron hasta que el ruido del coche hubiera desaparecido del bloque residencial y Louis se giró hacia Harry.
 
—¿De qué iba todo— empezó a decir, pero Harry ya estaba encima de él, boca contra boca, cuerpo contra cuerpo y Louis se reclinó sobre el apoyabrazos del sofá, con Harry detrás, besándolo hasta que no pudo respirar, ni ver, ni pensar. Gruñó y el ansia (toda esa ansia oculta, toda esa necesidad reprimida), rugió y pasó de ser un buen chico a un hombre caliente con un empujón de la lengua de Harry dentro su boca.
 
El pene le dolía, lo tenía lleno y estaba a punto de salirse de los pantalones cortos que llevaba. Además, Harry estaba empujando su ingle contra la suya y oh Dios, era como si su cuerpo tuviera licencia para sentir, para reaccionar, para ansiar y sin previo aviso, se le puso frío, luego caliente y empezó a sentir una presión por todas partes, desde los testículos hasta detrás de los ojos. Rodeó los muslos y los hombros de Harry con brazos y piernas, enterró la cara entre esa hendidura suave, con aroma masculino y el pelo rizado de Harry, aulló y se corrió en los pantalones después de cinco minutos de besuqueos en el sofá.
 
Harry tembló y lloró en sus brazos, luego empujó una vez más y el semen que se estaba enfriando rápidamente dentro de los pantalones de Louis se calentó cuando Harry explotó contra su cuerpo.  
 
Louis siguió envolviendo a Harry con sus brazos y piernas todo el tiempo que pudo.
 
Pero se tenían que mover. El sofá no era cómodo, acababan de correrse en los pantalones y seguía estando presente esa horrible paranoia con respecto a los padres de Harry que se olvidaban algo y tenían que volver. (Los chicos habían recorrido la casa seis veces para ayudarles a empacar. Anne era increíblemente organizada, pero Des casi se había olvidado la caña de pescar, el traje de baño y el móvil con GPS. Mientras Louis se lo alcanzaba, él se rió y comentó que había muchas razones por las que los chicos fueran una bendición, mientras se lo guardaba en el bolsillo).
 
Harry fue el primero en moverse, separándose de Louis y poniéndose de rodillas, aterrizando con un golpe. Volvió a esconder la cara en el cuello de Louis y éste le acarició el pelo salvaje y enredado (Harry lo llevaba largo, sin ningún tipo de corte ni producto, solo para experimentar. Muy de los años setenta).
 
—Guau, grandullón. Nunca podía haber imaginado que fueras así —dijo sin aliento.
 
—He esperado mucho tiempo —contestó Louis ruborizado, mientras luchaba por sentarse—. ¡Apenas puedo creer que lo hayamos hecho en el salón de tus padres! Jesús…juré que eso nunca pasaría.
 
Aceptó la mano que Harry le ofrecía y éste tiró de él hasta atraerlo a sus brazos. Louis miró hacia abajo, a su amigo, su hermano y ahora, su amante y se sintió reafirmado cuando esos ojos esmeraldas lo miraron, brillantes.
 
—¿Quizá porque ahora ya soy legal?
 
—¡Yo también! —dijo Louis, con los ojos en blanco.
 
Harry asintió, serio.
 
—Somos adultos. Y esto es real. Y no nos estamos aprovechando de la hospitalidad de mis padres. Esto es tener una relación con alguien en una casa.
 
Ya no pudo volver a mirar a Harry a los ojos. Una relación. Habían estado practicando una relación, pero ahora la iban a tener de verdad. Del tipo romántico. Del tipo de la que uno no podía echarse atrás.
 
—Los amantes se marchan —dijo con crudeza. Quizá era porque habían eyaculado el uno en los brazos del otro, quizá porque Harry esperaba que fueran un poco más lejos. A lo mejor era porque él había visto a su madre ir de un hombre a otro, ninguno amable, o por el hecho de que cada periódico sensacionalista que estaba en la tienda estuviera lleno de gente que saltaba de uno a otro como pelotas de goma, pero él pensaba que una vez que Harry se convirtiera en su amante, ¿podría llegar a marcharse?
 
Aterrador. Sencillamente aterrador.
 
—Louis, por favor, mírame —Harry lo tomó del mentón y le giró la cara.
 
Sus ojos se encontraron, se quedaron fijos y Harry asintió, como para asegurarse de tener la atención de Louis. Harry, has tenido mi total atención desde el día que nos conocimos. Siempre la tendrás.
 
—No me voy a ir a ninguna parte, ¿De acuerdo, Louis? Tú y yo. Estamos en esto. Para siempre, ¿de acuerdo? Como mis padres. Se conocieron en el instituto, estuvieron juntos en la universidad y el uno termina las frases del otro. A veces pasa. Es real. ¿Solo tienes que creer en ello, si? Cree en ello y se cumplirá.
 
Louis asintió y lo abrazó de nuevo de forma compulsiva. Se separaron con desgana, esa noche tenían que trabajar, debían ducharse, era la hora, pero Harry lo besó levemente en los labios antes de darse la vuelta y correr escaleras arriba para lavarse. Louis utilizó el cuarto de baño de la planta baja y como los dos utilizaron la ducha al mismo tiempo, el agua salió tibia. Louis decidió añadir a su lista de cuando fuera mayor, un calentador grande de agua y una ducha para dos. Demonios, algunas de las otras cosas parecían convertirse en realidad, aunque fuera Harry quien tuviera coche en ese momento.
 
El trabajo fue lento, algo inusual y frustrante. A Louis le gustaba ser funcional, le gustaba rascar las planchas, crear algo y medir el tiempo por el sonido del temporizador de panecillos y el número de hamburguesas metidas en cajas. A veces, la gente a su alrededor charlaba y a él le gustaba verse inmenso en conversaciones que no tenían nada que ver con él, pero que podía seguir de todos modos.
Y, por supuesto, mirar a Harry en el mostrador siempre era un gusto.
 
—¡Aquí tiene, señorita Oscar! –Harry siempre se balanceaba sobre la punta de los pies y dado que la señorita Oscar era su vecina, era aún más entusiasta—. Ya sabe que siempre se lo podríamos llevar, ¿verdad? Los sábados, Louis y yo terminamos alrededor de las diez de la noche.
 
—Hola, Louis –la señorita Oscar sonrió y lo saludó con la mano. Louis le devolvió el saludo; era una mujer agradable, con una sonrisa bonita, de mediana edad, esa edad que los chicos de dieciocho años ni se plantean—. No podría dejarte hacer eso, cariño. Vosotros dos deberíais salir de fiesta este verano. ¿No se supone que os marcháis pronto?
 
—Dentro de seis semanas –confirmó Harry—. Iban a ser ocho, pero me han regalado un coche por mi graduación y Lou y yo queremos ir por carretera.
 
La señorita Oscar respiró hondo, obviamente encantada.
 
—Oh, Harry, eso es maravilloso. ¡Os lo vais a pasar muy bien!
 
Harry le sonrió y se despidió, luego se giró hacia Louis y movió las cejas. Éste se echó a reír y la chica que estaba a su lado dejó escapar un bufido de contrariedad.
 
—¿Es posible que seáis más gays? —había estado intentando salir con Harry desde que empezó a trabajar y Louis tenía la sensación que podría llegar a ponerse muy desagradable si supiera la verdad.
 
—Puedo pensar en un modo —contestó con ligereza, y era verdad. No solo podría pensar en un modo de ser más gay, pero había estado pensando en ello, casi sin parar, en las últimas seis horas.
 
Gabby puso los ojos en blanco.
 
—¡En serio! ¡Lo mínimo que podrías hacer sería ayudarme! He estado intentando salir con él los últimos dos meses y no consigo nada. ¿Podrías decirme, al menos, qué es lo que le gusta?
 
¡Yo, le gusto yo! ¡Me quiere y no quiere tener nada que ver contigo!
 
—Le gusta reír —dijo, en cambio—, le gusta cuando alguien comparte un chiste con él, o ver una película divertida —él podría hacer eso, pero solo con Harry. Con él, podría ver una película divertida y reír hasta que el refresco le saliera por la nariz. Solo, o con los padres de Harry, apenas soltaba una risa de cortesía, porque mientras por dentro podía parecer hilarante, en el exterior, no merecía la pena reírse sin Harry.
 
Gabby dejó de mirarse las uñas a través de los guantes. Miró a Louis y esbozó una amplia sonrisa.
 
—¡Gracias, Louis!¡Supongo que, después de todo, no eres tan tonto! —se fue al mostrador y se lió a charlar con Harry de Austin Powers II, charla que duró hasta el final de su turno.
 
En un momento dado, ella se marchó y media hora más tarde, Louis y Harry estaban listos para irse. Subieron al coche “nuevo” de Harry (un Toyota de cinco años de antigüedad, con poco espacio para las piernas de Louis), y Harry le agarró la mano después de poner el coche en marcha.
 
—¡Dios, pensé que nunca se iba a callar! —murmuró—. Lo único que quería hacer era decirle que no estaba interesado, pero Jesús, no terminaba nunca, ¿sabes? ¡Cualquier cosa que quisiera decir, lo sabría medio estado antes de terminar!
 
Louis cerró con fuerza la mano, apenas consciente de lo que Harry decía. No se sentía amenazado por una chica y ciertamente no por esa chica, que no era particularmente agradable, a no ser que quisiera algo, y era una persona que decía cosas desagradables y malintencionadas a la gente que no le daba lo que ella quería. Aunque alguna vez Harry se enamorara de una chica, o de otro chico, sería con alguien mejor que Louis. Alguien definitivamente más merecedor de él.
 
No. Él no se sentía amenazado por una chica, pero había pensado en algo mientras ella jugaba con su pelo negro con mechas y batía las pestañas de sus bonitos ojos almendrados.
 
—¿Vamos a tener que fingir? —le preguntó y Harry, que seguía quejándose de lo aburrida que había sido aquella chica, dejó de hablar de forma brusca.
 
—¿Fingir? —hizo la pregunta con tanto cuidado que Louis supo que también él había pensado en el tema. De pronto el aire acondicionado resultaba agobiante y, aunque el aire del valle aún no se había enfriado, Louis abrió la ventanilla y dejó que la brisa húmeda soplara sobre su piel caliente.
 
—Sabes muy bien de qué hablo —dijo, con voz apenas audible por encima del sonido del viento y Harry suspiró, pero no le soltó la mano.
 
—Sí, lo sé. Y es probable que sí. Pero no quiero pensar en ello —la voz de Harry era implorante y Louis no la podía resistir—. Por favor, Lou, por favor, esta noche…en especial esta noche, ¿podríamos no pensar en ello?
 
Louis asintió y le besó los nudillos, luego lo soltó y puso la radio. Estaba sonando “Kryptonite” y 3 Doors Down era uno de sus grupos favoritos.
 
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El vestuario (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Re: El vestuario (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Jue 08 Mayo 2014, 9:50 pm

(...)

Entraron en la casa y fueron a ducharse; solos. Era un ritual. Había algo en las partículas de grasa de la comida rápida mezclada con el sudor que era desagradable en la piel. Era como cuando finalizaban un partido –los dos estaban desesperados por quitarse el hedor del cuerpo.
Cuando Louis salió con un par de calzoncillos para dormir, camiseta y recién afeitado, Harry asomó la cabeza por el vestíbulo.
 
—Esta noche, sube. ¿De acuerdo?
 
Louis subió la enmoquetada escalera agarrado al pasamano y notó cómo el resto de la casa estaba iluminado solo por la luz de las estrellas. Era raro, la casa nunca solía estar tranquila. Siempre se oía el murmullo reconfortante de Anne y Des, hablando hasta tarde. Siempre estaba el golpeteo de Gemma en el teclado, mientras trabajaba hasta tarde, luchando contra todas las clases avanzadas que tanto eludían a Harry. Estaba el sonido bajo del IPod de Harry, pero Louis conocía la música que había en él. Conocía cada canción, incluso las nuevas que añadía. Sabía lo que Harry escuchaba cuando estaba de mal humor, o lo que ponía cuando ganaban un partido (“Jesus is Just All Right” de The Dobbie Brothers. Pero no había logrado averiguar el motivo).
Esa noche tenía puesto “Small Things” de Blink 182. Por supuesto.
 
Cuando entró en la habitación de Harry, miró alrededor y comprobó que seguía siendo la habitación de un niño. En la pared estaban colgados los banderines del torneo del estado que habían ganado dos años antes y también los tres que ganó Harry de forma individual a la deportividad. También notó, un poco sorprendido, que tenía todos los trofeos de MVP (Jugador más valioso) que él había ganado, así como las placas que había logrado cuando le dieron la beca y la de atleta escolar del año. Había
 
pósters de jugadores de los Kings: Vlade Divac, Peja Stojokowicz, C. Webb, Jason Williams, Scott Pollard y uno de todo el equipo.
 
—Peja es mi favorito —dijo Harry, tras el momento de silencio—. Tú serás como él cuando crezcas —estaba sentado sobre la cama y Louis lo hizo a su lado, notando cómo el pecho le brillaba a la luz de la luna. Claro que Harry no usaba camisa. El guapo Harry, con su pecho sin vello y sus brazos y estómago de modelo.
 
Louis hizo una mueca ante la elección de Peja.
 
—Te das cuenta de que necesitaré una depilación con cera cada fin de semana.
 
Harry soltó una risa, se echó hacia atrás y se apoyó en los codos. Flexionó el estómago y Louis se dio cuenta que se estaba luciendo.
 
—¿Y yo, a quién me parezco?
 
—A Jason Williams —respondió Louis si vacilar. Era obvio que ya lo había pensado.
 
—Porque soy bajo. Ja ja.
 
—¡No! para nada. Porque él es leal. ¿Tiene mujer, verdad? Y son inseparables. Es legendario. Tú eres igual. Eres, como esa frase, en lo bueno y en lo malo, ¿sabes?
 
De pronto, la mano de Harry estaba en él y era completamente diferente a los momentos robados durante los dos años pasados. De repente, las cosas eran serias, de un modo que no lo habían sido antes, nunca.
 
—Entonces puedes confiar en mí —dijo Harry con suavidad.
 
—Por supuesto —Louis se encogió de hombros.
 
Harry sacudió la cabeza, luego se recostó en la cama Queen size, tirando de la mano de Louis para que éste hiciera lo mismo. Los pies colgaban por fuera cuando no dormían diagonalmente, como solía hacer Harry, pero lo ignoraron. Harry se puso de costado, se inclinó y besó el bíceps de Louis.
 
—No —dijo con suavidad—. No lo haces. Tú me abrazas, me besas, pero lo que se cruza en el camino es algo más que nuestra edad, Lou y tú lo sabes.
 
Éste volvió la cabeza y lo miró, esos ojos verdes, hondos y eternos a la luz de la luna.
 
—Te querré mientras vivamos —dijo con suavidad, sintiendo cada palabra—, y te seguiré queriendo incluso si esto es lo más cerca que lleguemos a estar.
 
—¿Por qué no querrías estar más cerca de mí, Louis? Somos nosotros. Ha sido así durante cuatro años. ¿Por qué no querríamos llegar hasta el final?
 
Louis tragó saliva.
 
—Porque eres tú y el baloncesto, Harry. Solo uno de los dos me puede romper el corazón.
 
Harry asintió y se apoyó en los codos, la luz de la luna creando por detrás, un halo alrededor de su pelo castaño.
 
—Yo no amo el baloncesto tanto como te amo a ti —dijo con suavidad y bajó la cabeza para besarlo.
 
Debería haber sido suficiente. Era suficiente cuando sus labios tocaban los de Louis. Eran tan suaves y siempre tenían un sabor…dulce. Como rayos de sol y galletas. A lo mejor era su modo de ser, o que creía en todo el mundo, o que todo podía ir bien, pero Harry siempre sabía a rayos de sol y galletas.
 
Louis alimentó el alma con ese sabor. Lo devoró, lo metió dentro. En un momento dado, giró a Harry y tomó el control, incrustándolo contra la cama con su boca y la amplitud de sus hombros y pecho. Harry gimió debajo de él y esta vez fue él quien le envolvió los hombros y las caderas con los brazos y piernas largas y fue Louis quien empujó contra su cuerpo. Estaba casi perdido y fuera de control cuando Harry se apartó.
 
—Desnudos, Louis. Quiero que estemos desnudos.
 
Su falta de aliento se enfrió un poco mientras se ponían de espaldas y tiraba de los calzoncillos. Cuando Louis se quitó el suyo, Harry lo ayudó con la camiseta, luego apoyaron la cabeza sobre la almohada, uno al lado del otro, desnudos. Harry se giró, sonrió, se saltó todos los preliminares y buscó la entrepierna de Louis, donde su pene seguía duro y sobresalía del nido de pelo oscuro. Sin ningún tipo de aviso, le rodeó la carne dura con su mano y apretó. La cabeza de Louis cayó hacia atrás y vio las estrellas.  
 
—¡Guaahhhh…Dios!
 
—Dios, ¿eh?
 
Harry podía agarrar una pelota de baloncesto con la punta de los dedos y eso que sus manos no eran tan grandes. Apretó con firmeza y le acarició el pene desde la base hasta la punta, luego frotó despacio la cabeza. Louis volvió a gruñir y Harry empezó a moverse hasta que, de pronto, oh Dios…estaba ahí, sobre su ingle y se metió la cabeza del pene de Louis dentro de la boca.
 
Éste se tapó la boca con la mano para no hacer mucho ruido. La otra la cerró en el pelo de Harry, no para controlarlo, sino para afianzarse, para mantenerse en el planeta Tierra con Harry, antes de catapultarse a la estratosfera.
 
Harry no sentía timidez. Apretaba con la mano, chupaba con la boca, giraba la lengua y emitía sonidos con la garganta y Louis se había convertido en aquello que siempre había temido: un ser indefenso ante Harry.
 
No importaba. No hubiera podido escapar si en ese momento Harry le dijera que iba al baño. Pero Harry no lo hizo. Se movía contra el colchón mientras chupaba y Louis lo buscó con la mano. Era duro y necesitaba concentrarse, pero podía perseverar si era necesario. Con un poco de lucidez pensó que no debería correrse tan vergonzosamente pronto en la boca de Harry y se las arregló para introducir la mano debajo de las caderas de este y envolverle la erección. Un cambio era justo y, demonios, él necesitaba tener un poco de control sobre la situación.
 
Harry gruñó alrededor de su pene, empujó contra la mano de Louis sin vergüenza y fue la seguridad que éste necesitaba. Harry parecía ansiar su contacto, como él el de Harry y oh, Dios…Louis empezó a balancear las caderas sin darse cuenta. Trató de presionar el trasero contra la cama para no moverse, pero Harry seguía chupando, tirando, la mano resbalosa por la saliva y los fluidos de Louis. Éste apretó más el pene de Harry, tan grueso que sus dedos largos sí lo podían abarcar, pero probablemente nadie más. Aflojó con rapidez por temor de hacerle daño, pero Harry gruñó y empujó dentro de su mano. Louis se olvidó de su preocupación y empezó a concentrarse en mover la mano con más rapidez y dureza. Harry lo quería, necesitaba su contacto, quería acabar en su mano.
 
¡Oh, Dios santo! Harry le agarraba los testículos con la mano libre y la sensación era…era…
 
—¡Harry! —¡no gritaba para avisarle, solo lo hacía para suplicar, para pedir, agradecer a Cristo! mientras se corría y explotaba en la boca de Harry y, apenas entró el primer chorro, la cosa en la mano de Louis se estremeció profundamente y echó semen caliente en su puño.
 
Ninguno podía dejar de eyacular. Se movieron, temblaron, soltaron y soltaron hasta que por fin Harry empujó la mano de Louis al mismo tiempo que la de éste le tocaba el hombro para parar. Sensibles y tiernos, ambos se detuvieron de inmediato y un momento más tarde, Harry apoyaba la cabeza en el hombro sudoroso de Louis.
 
Más tarde, Harry gruñó y abrió la ventana. A pesar del aire acondicionado, el calor era sofocante y entró algo del aire cálido y viciado del valle, gracias al cielo, un poco fresco por el amanecer.
 
—Vuelve aquí —se quejó Louis, con voz lastimera. Los dos estaban acostumbrados a sudar y no le importaba. Quería el contacto de Harry contra su cuerpo mientras estaba tirado ahí, repleto y maravillado.
 
Harry lo hizo, apoyó la cabeza en su hombro y se pegó a él, dándole un beso lánguido y apasionado con la boca abierta.
 
Louis lo dejó hacer sin protestar. Harry sabía a Harry –rayos de sol y galletas– pero ahora también tenía un sabor oscuro y amargo, como Louis y el resultado era poderoso y bueno. Trató de limpiarse la mano en la sábana con disimulo, mientras Harry profundizaba el beso, para luego separarse con una sonrisa.
 
—¿Eso crees? ¿De verdad? —bromeó, luego pasó el brazo de Louis alrededor de su hombro y empezó a lamerle los dedos, uno a uno, entre el pulgar y el índice, en la palma y Louis gruñó porque diablos, estaba endureciéndose de nuevo.
 
—¡Oh, Dios, Harry! —se quejó y Harry quitó el dedo índice de la boca llena e hinchada y con un mohín, lo miró con esos ojos verdes llenos de pecado.
 
—¿Estás listo para hacerlo otra vez? –le preguntó sin aliento y Louis soltó una risa, como siempre, indefenso ante ese entusiasmo tan inagotable.
 
—¡Creo que sí! —murmuró; Harry sonrió y se giró en sus brazos, besándole el hombro, el cuello y el pecho. Cerró la boca en uno de los pezones color rosa oscuro de Louis y el pene de éste se despertó y gritó, como si se acabara de inventar el sexo y a él lo estuvieran dejando fuera.
 
Harry soltó una risa y siguió lamiendo hasta que Louis —aún mojado y pegajoso de su anterior explosión en la boca de Harry—se retorció en la cama y gruñó.
 
—¿Quieres correrte de nuevo? —le preguntó Harry con picardía y Louis gimoteó. Por Dios bendito, gimoteó—. ¿Quieres? Venga, Louis. Hemos esperado años para hacer esto. ¡Déjame oírlo!
 
—¡Quiero correrme otra vez! —confesó Louis, mientras Harry recorría con un dedo su piel, desde el ombligo hasta la erección.
 

—Bien —dijo riendo—. Porque he estado estudiando y tengo muchas maneras diferentes de hacerte gritar
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Mensaje por Invitado Vie 09 Mayo 2014, 12:33 am

Mucho tiempo de tensión, mucho, y para colmo en la peor edad JAJAJ omg. 
Al fin libre, literal (?)
Y Harry como que re ansioso el tipo, ya tenia todo muy claro, ah. Son tan lindos estos dos, aww. 
El capitulo se corta justo ahí? asi de cruel? o fuiste vos? we
Seguila pronto por favor, bye!
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Mensaje por Rebeca. Vie 09 Mayo 2014, 2:23 pm

JAJAJAJA pobre e inocente Louis xD
Me encanto, debes seguirla pronto.
Rebeca.
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Mensaje por # TeamBullshit Vie 09 Mayo 2014, 5:11 pm

por que siempre subis tan buenas adaptaciones? esta me llamo bastante la atencion igual, como que igual es bastante melosa y yo como que son muy asquerosa(? pero esta tiene algo que...no puedo evitar querer leerla, así que aca estoy comentandote que me alegro de que la subas, que me encanta, y que espero que la sigas cuanto antes, besos ♥
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