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El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.

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El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada. - Página 5 Empty Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.

Mensaje por Invitado Mar 15 Abr 2014, 6:52 am

No lo supero ni en 30 años, pero sobre todo no supero la cadenita en la cintura, me lo imagine, demasiado gráficamente. 
Asi que Harry obtuvo exactamente lo que queria. Que tipo afortunado, we
Seguila pronto por favor! bye ♥
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El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada. - Página 5 Empty Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.

Mensaje por julyALC Jue 17 Abr 2014, 11:47 am

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El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada. - Página 5 Empty Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.

Mensaje por Invitado Vie 18 Abr 2014, 1:16 am

(...)


El amanecer se filtraba por las cortinas de gasa de los altos y  anchos ventanales, de la cámara del soberano, en el palacio de verano.
 
El canto de los pájaros y la suave brisa se filtraban al interior.
 
Las sábanas de satén eran un glorioso desastre arrugado.
 
Louis había salido de la cama pasada la medianoche, cuando
Harry estuvo saciado y no pudo reaccionar.
 
El mandatario se despertó vibrando de euforia, gastado, usado: «Oh Dioses».
 
Había perdido un tipo de virginidad. No es que él no hubiera tenido un consolador allí, pero eso era como la llama de una vela al sol del mediodía, frente a los empujes del sexo de Louis. Un agradable estremecimiento ante el recuerdo, atravesó su cuerpo mientras revivía la ola de calor sexual que sintió cuando el gladiador se corrió en su interior.
 
No había sido suficiente para Louis solamente saciarse con Harry. Tuvo que controlarlo, llevarlo a las alturas, dominarlo, y hacerlo que se corriera una y otra vez.
 
Su piel estaba pegajosa esa mañana. A él le gustaba. Le gustaba el embriagador aroma en sus sabanas.
 
El vello de su pubis estaba rígido por el semen seco. No quería bañarse. El olor de Louis estaba en él, por todas partes. Harry inhaló la masculina fragancia.
 
Finalmente, porque lo exigía el decoro, se aseó, lavándose la esencia del gladiador. Su olor, su semilla.
 
Recuperó su corona del suelo, poniéndosela con dignidad y desechó el anillo de su polla.
 
Harry montó en la alta silla. Sus muslos estaban tonificados como duro hierro, y los estribos que eran un invento raenthe, así que no estaba desesperadamente incómodo, únicamente un poco sensible. Y moriría antes de ir en esa litera suave y suntuosa.
 
Se sintió deslumbrado, flotando, con su cuerpo sacudiéndose por los ecos del esplendor sexual.
 
«¿Dónde he estado? ¿Alguna vez he vivido antes?».
 
Era como si hubiera estado toda su vida bajo el agua, conteniendo la respiración. Y así, así era como sentía su vida a la luz del sol.
Incluso en comparación, Louis había dejado las fantasías de
 
Harry en cenizas. El sexo real fue repentino y brillante como un rayo. El soberano aún estaba conmocionado por la maravillosa y genuina belleza del mismo.
 
Era algo que nunca debería haber ocurrido. Y ahora sabía con claridad y exquisita crueldad, lo que le faltaba.
 
Así sería. No podía deshacer la última noche. No es que elegiría poder olvidarla. Nunca.
 
Mantuvo el mismo ritmo altivo que de camino a Laklare. Así mismo, Louis se veía calmado, no afectado e insoportablemente sexy. Tenía el relajado aspecto de un león bien alimentado.
 
Por supuesto, el sexo no significó nada para él. Había sido sexo. Una recompensa por un trabajo bien hecho. Y la oportunidad de jugar a ser el Amo de su soberano. El corazón de Louis no había sido tocado.
 
Harry trató de igualar la indiferencia del bárbaro, trató de hacer mentir a sus ojos, pero tenía miedo de estar radiante.
 
Miró las tonalidades de los campos como si nunca los hubiera visto antes. Todo a su alrededor era brillante. El viento susurraba canciones entre los árboles.
 
La tropa se acercaba a la frontera del territorio civilizado. Louis llevaba su robusto arco atado a la espalda. El carcaj colgaba a un costado en la parte delantera de la silla.
 
Una barrera de bajas montañas se materializó en el horizonte al salir de la neblina. Estas no eran las altísimas -y coronadas de nieves-, las titánicas montañas de la provincia Norta, pero no obstante, eran montañas, una muralla natural que mantenía las salvajes tierras bárbaras separadas de la civilizada región de la provincia de Shiliya.
 
Había un paso a través de la barrera. Una estrecha brecha, escarpada y afilada, como si la montaña hubiera sido dividida en dos por el hacha de un titán. Esa era La Bruja de Cleft.
 
A medida que la columna se acercaba a la entrada del paso, el primer explorador levantó la mano. La columna se acercaba a su fin. Algo andaba mal.
 
Harry salió de sus ensoñaciones de vuelta al aquí y al ahora.
 
Golpeó con los talones a su caballo y cabalgó hasta la avanzadilla. Louis, cabalgó a su flanco en su broncíneo gran caballo de tiro.
 
El explorador, una mujer joven y corpulenta llamada Rodriga, señalaba hacia arriba, hacia las alturas a ambos lados del paso.
 
Las montañas se disparaban hacia arriba a cada lado. Paredes de roca comprimían el camino como un conducto para la conducción de animales a la matanza.
 
Harry pudo ver al momento el problema. No había pájaros. ¿Dónde estaban? Debería haber aves picoteando las rocas y abatiéndose a través de la brecha, persiguiendo alados insectos en  las ascendentes corrientes térmicas.
 
Algo había llegado antes que sus tropas y había ahuyentado a las aves.
 
Rodriga, que era corpulenta para una mujer, y corpulenta para un hombre, se ofreció a reconocer todo el camino hasta el otro extremo del paso y viceversa.
 
Harry invocó a los Dioses para que fueran con ella, y la columna esperó inquieta bajo el sol.
 
Por fin Rodriga volvió de regreso al galope en su exhausto caballo.
 
—Nada —informó—. Nada en absoluto. Cualquier cosa que pudiera haber en ese desfiladero, ya se había escurrido antes de que yo llegase.
 
—Trampa —se preguntó Harry.
 
—Trampa —dijo Rodriga con absoluta certeza.
 
El soberano miró a lo alto del desfiladero. Antes que las tierras salvajes se añadieran a su provincia, solía haber un puesto de guardia en las alturas. Una vez que las tierras fueron anexadas, los bárbaros asaltantes dejaron de venir a través del paso para robar caballos y ganado, por lo que el puesto fue abandonado. Nada se levantaba allí ahora, salvo la base de piedra.
 
—No hay cabras —señaló Louis, sus pálidos ojos se estrecharon ante las altas rocas—. Las cabras son arrogantes. No se asustan por nada.
 
—¿Qué significa eso? —dijo Harry.
 
—Algo allá arriba está cazando a las cabras —le respondió.
 
—¿Leones? —sugirió Harry.
 
Louis hizo un gesto negativo. —Las cabras burlan a los leones.—Explicó el salvaje—. Hay arqueros allí.
 
Harry envió exploradores hasta los acantilados. Los hombres treparon por las peñas, maldiciéndose mutuamente cuando las piedras se deslizaron bajo los pies de los hombres por encima de ellos. Tantearon, esquivaron y palparon el camino, elegantes como los cangrejos. Louis podía ver por qué las cabras se burlaban.
 
El soberano miró hacia las montañas. Sólo pudo distinguir algunas desgastadas runas8 talladas en las rocas cerca de la cima.
 
Señaló hacia arriba. —¿De quién son las marcas?
 
—Los Kiriciki —Louis nombró a la tribu—. Ellos marcan sus palabras como hacen los raenthe. Pero no puedo leerlo.
 
Harry asintió.
 
Los exploradores regresaron con las manos devastadas. Los gemelos Milus y Silas, con la cabeza calva y lisa como un par de pollas, se presentaron ante el soberano.
 
Milus informó: —Si hay alguien ahí arriba, no pueden ser un montón. Están muy bien escondidos.
 
—Collie fue mordido por una serpiente. —Silas tiró de la mitad de una serpiente con colmillos y le preguntó a alguien en presencia del soberano—:¿Es venenosa?
 
—¿Dónde está la otra parte? —preguntó Louis.
 
El gemelo de Silas, Milus, tiró el extremo trasero de la serpiente.
 
—No es muy venenosa —dijo Louis—. A Collie le picara por un tiempo.
 
Harry ordenó a todos sus soldados que se pusieran los cascos, chalecos, capas de cuero y sacaran los escudos. Los guerreros odiaban los cascos, sobre todo cuando el sol estaba en lo alto, pero los usaron.
 
Louis ensartó su arco. Sus músculos se flexionaron cuando se inclinó hacia delante. Su piel brillaba por el sudor bajo el feroz sol.
 
Ató, de nuevo, su largo y grueso pelo, y mantuvo sus ojos en las prohibitivas alturas.
 
El mandatario ordenó el avance de la columna por el desfiladero.
 
La primera flecha atravesó la cortina escarlata de la litera real y atravesó el relleno de los cojines de seda, donde estaba destinado que el soberano se reclinase.
 
Harry no estaba dentro de la litera. Estaba sobre su negro caballo.
 
La primera saeta lo habría matado.
 
De repente se deslizaba de su caballo, arrastrado por el cinturón. Cayó con fuerza contra Louis, que lo estaba acarreando lejos del descubierto a la sombra de un gran montón de piedras. El aire crepitaba con un defensivo aluvión de disparos de ballesta de los hombres de Harry.
 
El soberano estaba encerrado en un abrazo fuerte que no podía romper. Lo intentó, pero no pudo reunirse con sus hombres en la lucha. Louis le estaba sujetando.
 
Los gritos de los bárbaros rebotaban entre las paredes de roca, confusos en sus ecos. Sus palabras sonaban un poco como el alto discurso arcaico utilizado en los templos. Esto hacía que el sonido de los salvajes sonara como furiosos sacerdotes.
 
Harry no podía ver a sus atacantes. No podía ver nada, salvo a Louis, el poderoso cuerpo del gladiador lo cubría como un escudo viviente.
 
Una lanza apuñaló el suelo cerca de su rocoso refugio. Su letal punta de hierro estaba sujeta a una vara de madera de cornejo.
 
Una cola de comadreja y rojas plumas de un halcón estaban atados a ella en salvaje decoración.
 
Alrededor de ellos resonaban los gritos entre flechas impactando, virotes silbando y lanzas arañando. Harry aspiró el aroma de Louis, y sintió su palpitante corazón.
 
De repente el gladiador lo soltó y se levantó. Colocó una flecha y tiró fuertemente de la cuerda de su arco. Soltó varios disparos en rápida sucesión. Sus flechas apuñalaban la roca a los pies de los atacantes, haciendo recular a los bárbaros de los altos salientes.
 
Los salvajes, Harry ahora podía verlos, llevaban capas de hierba seca que hacía que se vieran como techos de paja que se escaparon de sus casas.
 
Se levantó, arrancó la lanza bárbara de la tierra apisonada y la lanzó de nuevo a las alturas de dónde provino. Fue un tiro fuerte y dio a uno de los salvajes, justo en la rodilla, pero el hombre estaba muerto cuando cayó por las rocas al fondo del cañón. Harry rugió por una ballesta.
 
Pero todo había terminado ya. La lluvia de proyectiles desde el regimiento fue demasiado para los atacantes.
 
No habían sido muchos y ahora seis de ellos quedaron muertos en las rocas.
 
Louis sorprendió a Harry con un regaño. —¿Tú sabes qué correr y esconderse es a menudo la mejor táctica?
 
El soberano respondió: —No delante de ellos.
Sus hombres.
 
Un soberano no podía dar una demostración de cobardía.
 
Harry no pudo disminuirse frente a sus guerreros.
 
«Y no frente a ti». Pensó el mandatario en Louis.
 
—No estás haciendo fácil mi tarea de protección —argumentó el gladiador.
 
—¿Sí? —Harry ladeó la cabeza—. Marcus hubiera nombrado a otra persona como primer escolta en tu lugar, si hubiera sabido que esto iba a ser duro.
 
Louis parpadeó ante el insulto. Luego empujó sus pensamientos hacia otra cosa. —Conozco a esta tribu —dijo—. Son los Kiriciki. Este acto no es característico de ellos.
 
—Parece ser que si lo es —afirmó Harry—. Viendo que lo hicieron.
 
Louis se separó para recuperar a su caballo, que se había alejado en busca de sabrosas hierbas entre las rocas.
 
Ignat, el capitán de la caballería, se movilizó para aconsejar a su soberano. —Por supuesto que el salvaje conoce a la tribu. Les dijo que estaríamos aquí.
 
—¿Lo hizo? —Respondió Harry—. ¿Y por qué no me clavó un puñal entre las costillas, cuando estábamos detrás de las rocas y les entregó mi cadáver? Louis pudo haberme tenido en cualquier momento.
 
Ignat, dándose la vuelta, murmuró: —Eso me han dicho.
 
«Mierda».
Estaba fuera. Harry se sintió arder y palidecer. No era tan tonto como para pensar que los sirvientes no hablaban. No había sido silencioso la otra noche en su habitación en Laklare.
 
Los sirvientes podrían haber empezado a hablar, pero se condenaría si confirmaba algún rumor. Habló con altanería a la espalda de Ignat. —Si tienes una acusación en mi contra, capitán, dime algo que tenga sentido y te escucharé.
 
Ignat se dio la vuelta de nuevo. —Los bárbaros estaban al acecho, ma dahn. Sabían que veníamos. Sabían que iba a venir. — Golpeó el aire con su rechoncho dedo índice—. A lo primero que dispararon fue a su litera.
 
Harry quedó en silencio. Asintió, pero siguió su propio consejo.
Sus hombres recogieron fatigosamente a los muertos de las altas rocas. Los muertos eran todos bárbaros. Los soldados raenthe se dedicaron a excavar en el duro, duro suelo. No tenían amor por el enemigo, pero tenían la obligación ante los Dioses de devolver los restos mortales a la tierra.
 
Louis gruñó mirando, sin ayudar. Miraba con aprensión. Cruzó sus brazos con los músculos tensos, las manos cerradas en apretados y robustos puños. Su mirada creció más feroz y encarnizada. Sus pensamientos estaban gritando.
 
Finalmente Harry tuvo que mandar —Habla.
 
—¿Por qué profanar a los muertos? —dijo Louis.
 
El soberano parpadeó, sorprendido. —¿Lo hago? Debes creer que esa no es mi intención.
 
—¿Debo? Ponerlos en la tierra es un insulto. Se trata de, cómo se dice, un sacrilegio.
 
Un soldado cercano, se alzó de golpe desde el agujero muy poco profundo que había excavado hasta ahora. —¡Es lo suficientemente bueno para un raenthe! —Le gritó a Louis. Hizo un saludo de disculpas al soberano y gruñó—: ¡Lo suficientemente bueno para su suerte! —Clavó la pala en la tierra. Se hundió no más profundo que una abolladura.
 
Harry reconoció que las tribus del desierto veían las cosas de manera diferente que las personas raenthe. Y si ceder a las costumbres nativas ahorraba a sus propios hombres la excavación, mejor que mejor. —No hago la guerra a los muertos —dijo a Louis—. Si estos hombres fueran tuyos, ¿qué harías?
 
—Quemar sus cuerpos. Enviar sus espíritus a casa. Al cielo — respondió.
 
Los labios de Harry se retiraron de los dientes en una mueca de dolor. —Eso no va a suceder. No voy a enviar una partida a esas desnudas colinas para recoger leña.
 
Louis lo fulminó con la mirada. Una mirada tormentosa que podrían barrer todas las aldeas costeras.
 
—Dame otra cosa, gladiador —exigió. Realmente le encantaría tener alguna alternativa para que sus hombres se librasen de esas rocas.
 
—Déjalos —dijo Louis—. Su propia gente vendrá por ellos.
 
Todos los excavadores al alcance del oído se detuvieron para escuchar emocionados. Esperanzados.
 
Devon dudó. —¿Y eso no ofenderá a sus Dioses?
 
—Sus familias vendrán para llevárselos a casa.
—Perfecto —dijo el soberano. Y a los hombres con palas, les ordenó—: Mover esos cuerpos del camino y lejos del sol. —Y sólo para estar seguro, agregó—: Moverlos como si fueran sus hermanos.
 
Los caídos fueron trasladados y posados con respeto. Cuando
Harry ordenó mantas para ellos, un hombre obedeció, pero se detuvo agarrando el paquete, poco dispuesto a dejarles las mantas en perfecto estado. Miró a Harry a caballo, y dijo en un gemido: ¡Ma dahn! ¡Son criminales!
 
Harry asintió amablemente. —Ellos pagaron. Con sus vidas, pagaron. —Inclinó la cabeza hacia el hombre para que siguiera adelante y le diera las mantas a los enemigos muertos.
 
Un capitán de infantería llamado Flacco se movió con un contoneo. Se sacudía el polvo de la túnica mientras se acercaba. Se frotó el sudor de su labio superior, lo que le provocó un bigote de suciedad.
 
—¡Ma dahn! ¿Así que los salvajes vendrán a por sus muertos?
Podría tomar una columna a través del paso. Déjeme aquí con un grupo. Nos esconderemos en esas rocas y mataremos a las bestias cuando vengan. No van a esperar eso.
 
—Van a ser sus madres y sus esposas las que lleguen —dijo Louis.
 
Harry le dijo a Flacco —No vamos a hacerlo. De todos modos, normalmente les damos tregua a nuestros enemigos para recuperar a sus muertos.
 
Flacco se puso rígido. Dio un gruñido y habló con frialdad: — Me di cuenta que su primer escolta no mató a ninguno de sus atacantes, ma dahn. —Sus fríos ojos azules se entrecerraron ante Louis.
 
—El mandato del primer escolta es mantener a salvo a su soberano —dijo Harry tranquilamente—. Y él lo hizo. No tiene órdenes de matar a su propia gente.
 
—Fuimos atacados. Podría haber matado a uno —dijo Flacco con amargura.
 
El mandatario había notado eso.
 
Sí. Louis podría haber matado a uno o dos.
 
Los rasgos de Flacco se retorcieron. Su voz era burlona, sus ojos parpadearon hacia el gladiador. —Pero tiene razón, ma dahn.
 
No debemos esperar al acecho. Tal vez podrían esperárselo.
Con eso, el hombre simplemente acusó Louis abiertamente de pasar información a los miembros de la tribu Kiriciki.
 
Harry indicó a Louis que caminara con él hasta detrás de las rocas donde lo había cubierto de las flechas bárbaras.
 
Se volvió para enfrentarse a su primer escolta y le preguntó sin rodeos —¿Sería así? ¿Esperarían eso?
 
El repentino escozor en la mejilla le sobresaltó. Una bofetada.
 
Le había dado una bofetada. Era tan impensable que Harry no estaba seguro que incluso hubiera sucedido. Excepto porque su mejilla estaba hormigueando. El golpe de Louis no había sido duro, lo suficiente para expresar la ofensa a su honor. Y nada más siguió a la bofetada.
 
Si lo hubiera hecho en público, no habría habido nada que hacer, salvo condenarlo a muerte. Harry podría ejecutar a Louis de todos modos. El gladiador lo sabía. Al parecer para él, su honor era más valioso que su propia vida.
 
El gladiador permanecía orgulloso, en espera de que Harry determinara su destino. Nadie había visto la bofetada.
 
Sin pedir perdón o exigir disculpas, Harry dijo: —Ya que eres un hombre de honor, vivirás.
 
 Louis no sabía que lo poseyó para darle una bofetada al soberano. El error le hizo cuestionar su entrega a su misión. Podría haber sido ejecutado en el acto por eso. Ni siquiera se podría haber defendido para escapar de la guarnición de tropas del soberano.
 
«El tirano raenthe me ha insultado». Se dijo Louis.
 
Luego se contestó a sí mismo: «¿Y qué si es así?».
 
Como si la opinión de un raenthe importara.
 
Como si las palabras del soberano importaran.
 
Como si importara Harry.
 
La cólera de Louis había salido a relucir, de pronto.
 
Mortalmente caliente. Fuera de control, y apenas lo pensó mientras su mano estaba en movimiento.
 
Harry cuestionó su lealtad y él reaccionó con su honor herido.
El problema era que esa indignación del gladiador no era de recibo.
 
Louis era desleal.
 
No había estado detrás del ataque Kiriciki aquí en el desfiladero, pero su propósito de acompañar al soberano en este viaje, no era el de proteger la vida del hombre.
 
Louis estaba aquí para desviar al tirano hacia su propia tribu para su juicio.
 
Casi pierde la oportunidad dada por los Dioses, de venganza. Encima, aún peor. Harry lo llamó un hombre de honor. Louis estaba teniendo un momento difícil con eso. Sintió que las palabras ardían en sus entrañas como un amargo veneno.
 
Tuvo que recordarse a sí mismo que su lealtad era, o debía serlo, para su propia tribu. No para los conquistadores raenthe.
 
Louis no era un traidor. Era leal. Eso sí, no a quien el tirano pensaba.
 
Así, el gladiador le había dado su juramento a este hombre.
 
Los juramentos dados cuando la alternativa es la muerte no eran vinculantes en el desierto. En las tierras salvajes, la palabra, debía ser dada en libertad. Louis había sido llevado a un país extranjero por combatir a los invasores, y había sido condenado a morir en la arena de los gladiadores por defender a su tribu, y a sus hermanos del desierto.
 
No le debía nada Harry.
 
Siempre había pensado que el soberano era débil y decadente.
 
En sus días de esclavo, Louis acostumbraba levantar la mirada del polvo y la sangre de la arena, y buscar a Harry allí en su palco con dosel. Nunca había visto nada tan hermoso en su vida. Nunca antes.
 
Nunca desde entonces. Tan hermoso y tan masculino a la vez.
 
Harry solía verlo sangrar.
 
Había sido llevado a la descomunal capital encadenado como un buey furioso, condenado y enojado. Recordaba haberse quedado atónito por la técnica de los forasteros y sus maravillas. La ciudad de Calista parecía la casa de los Dioses. Con grandes edificios, fuentes de mármol, y agua dominada en canales.
 
Los soldados raenthe portaban armas que lanzaban virotes, bolas y dardos más allá de los sueños más lejanos, de los mejores arqueros del desierto.
 
Louis solía levantar la vista de su muerte en ese hoyo, hacia el hermoso soberano en su adoselado palco, y soñar con follarlo hasta dejarlo ciego. Y les preguntaba a los Dioses por qué se habían vuelto sordos a él.
 
El destino se dio la vuelta, como lo hacía el destino. Ahora Louis había sido asignado por el asistente del soberano, quién le ordenó que lo llevara a las tierras salvajes.
 
Después de todo, los Dioses lo escucharon.
 
Y la oportunidad de follarlo había llegado incluso antes que eso. No de la manera que Louis había imaginado. Esa jodida no había sido la humillación que había soñado.
 
El gladiador había sido amable. Tenía que ser suave para llegar allí. Lo había tomado con gran moderación. Era su oportunidad de poner a esa coronada cabeza bajo su control. Había puesto su polla en la boca del soberano.
 
Y a Harry le encantó. Louis había puesto su sexo dentro de su apretado culo y lo hizo llorar de alegría. El soberano estaba muy bien construido, con ese espléndido y duro cuerpo. Ese tenso y estrecho culo. Era extraordinariamente sensual y conmovedoramente inocente.
 
Louis, incluso, pensaba que podía haber sido la primera vez de
Harry.
 
El hombre tenía la piel lisa y algo bronceada al estilo raenthe. Olía bien, y no solamente a causa de las especias y los aceites que utilizaba en su cuerpo. La almizclada esencia de Harry lo atraía. Su lengua era excepcional. Debe de haber aprendido el arte de algunas putas muy costosas. Era la mejor cosa que Louis había tenido.
 
Harry no llevaba pintura. Joyería sí, y buenos vestidos, pero no había otro arte. Aquí en la marcha con el ejército, Louis pudo comprobar que muy pocos adornos fueron añadidos a su belleza.
 
Era juvenil, y maravillosamente esbelto y musculoso. Unas pocas manchas de cicatrices en su piel eran más como defectos en un diamante. Sus uñas estaban cortas, limpias, y sencillamente perfectas.
 
Louis observaba su forma de montar. Había una sutil curva elegante en su espalda. Mientras cabalgaba permanecía erguido, nunca rígido. Se movía con una gracia natural.
 
No había duda de la lujuria en la mirada de asombro en el rostro de Harry, cuando el regente Marcus, presentó por primera vez a Louis como su primer escolta. El soberano se alejó de él como una yegua agitada ante el aroma de un semental. Su deseo había sido tan ardiente que el bárbaro se sorprendió de que la cámara no se incendiase. Era tan obvio que nadie pareció darse cuenta.
 
Harry lo deseaba. Louis sabía que podía hacer uso de ese deseo.
 
Los Dioses estaban actuando muy extraño.
 
El soberano estaba resultando ser complicado y sorprendente.
 
Y ahora desconcertante.
 
Louis había pensado que el dictador había ordenado el entierro de los muertos en la montaña por su desprecio por el pueblo bárbaro. Había querido matar al soberano allí mismo. ¡El tirano estaba poniendo a los hombres del desierto bajo tierra!
 
Pero no. No había sido pensado como un insulto. Había sido un error por ignorancia. Harry había pensado que estaba respetando a los muertos enemigos, tratándolos como lo haría con los suyos, incluso si eso significaba trabajar para cavar agujeros.
 
Así que el soberano no era tan malo.
 
Sin embargo, era ignorante. Nadie que desees gobernando a tu pueblo. Harry estaba tratando de ser el señor de gente de la que no sabía nada.
 
Para su crédito, estaba tratando de corregir esa ignorancia con este viaje.
 
Ya era demasiado tarde. Louis se recordó a sí mismo que estaba en una misión de venganza y liberación.
 
Tenía al tirano pillado por su polla. Las cosas iban mejor de lo que había esperado.
 
Lo estaban.
 
Verdaderamente.
 
Aquí Louis estaba en el umbral mismo de las tierras salvajes y casi había despilfarrado todo por una palabra, una insinuación Raenthe de que estaba haciendo exactamente lo que iba a hacer, entregar al soberano a su enemigo.
 
Harry había puesto en duda la lealtad de Louis. El soberano debería.
 
El tirano raenthe, que gemía en sus brazos, estaba manteniendo un firme control sobre su destino.
 
Era él quien estaba perdiendo su agarre.
 
Louis sintió su guerra interior.
 
«Me cae bien».
 
No podía permitirse que ese sentimiento continuase.
 
Tenía la obligación de entregar al tirano a manos de la gente del desierto para su juicio.
 
Aún así, iba a sentir profundamente como una sangrante herida, la mirada de esos hermosos ojos cuando el momento de la verdad llegase.



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Felices vacaciones:))
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Mensaje por Invitado Vie 18 Abr 2014, 2:42 am

No va a poder entregarlo cuando el momento llegue, no se va a atrever. 
O quizas si, pero se va a arrepentir a tiempo. 
porque "le cae bien" ah que JAJAJAJ
Seguila pronto por favor, bye ♥
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Mensaje por julyALC Vie 18 Abr 2014, 2:17 pm

GRACIAS POR SUBIR!!!!!!!!!
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Mensaje por julyALC Vie 18 Abr 2014, 3:24 pm

Lo he leído... al fin & cada vez esta historia me sorprende, porfavor sube pronto :3 me gusta demasiado :') circulo oratorio para que tu hermana te preste la compu & no llegues cansada de trabajar para que se pueda :3 siempre lectora, tere!!! graciasssss 
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Mensaje por BlahBlahBlah Dom 20 Abr 2014, 5:15 pm

AJA! Sabía que tenía que haber algo malo, todo parecía muy bueno para ser cierto, todo muy fácil y sin problemas pero la verdad es que Louis planea traicionarlo. Aunque seguramente no va a poder, si ya le cae bien y le atrae no va a poder. No puede así como así reprimir un sentimiento, o sea. Ingenuo, ah
En fin, seguila pronto :) Bye!
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Mensaje por EddyStylinson Lun 21 Abr 2014, 10:46 pm

Nada puede ser perfecto u.u
Estupido Louis, pense que al despertar ambos se declararian su amor pero ¡No! Siempre los dramas :'(
Siguela pronto, aqui esperare :B

¡Gracias por el capitulo!
Pdt.- en mi comentario anterior te dije que siguieras primavera Je, me equivoque, era "Take me home" Pero estaba pensando en esa otra adaptacion y me equivoque :I
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Mensaje por memiabril Mar 22 Abr 2014, 6:39 am

Ok, probablemente no debería decir esto y puede que poraí exagere y no venga al cas, pero estuve leyendo un par de tus comentarios (cofcofChusmaCofcof) y estoy indignada: ¿cómo es que nadie, en todas estas cinco páginas, te reconoció lo GENIAL, BRILLANTE, EXCELENTE, PERFECTO, que logras ENCAJAR esas metáforas y descripciones? NUNCA, y repito que nunca, leí semejante escenario de descripción de manera tan prolija, perfecta y no repetitiva, casi única me atrevo a decir. Estoy simplemente asombrada y no puedo entender cómo es que nadie te reconoce semejenta impecable trabajo que, obviamente, lo explotás con mucho éxito. 
Espero no te suene raro, simplemente he quedado encantada y, si bien la historia es una trama muy poco usual y difícil de desarrollar, siento que has dado en el blanco. Todas tus expresiones sobre el asunto encajan como todas las partes del mundo en un solo fic. 
No sé qué más decir, estoy muy fascinada y ni siquiera estoy escribiendo la cuarta parte de todo el reconocimiento que mereces, pero prometo que si seguís explotando esto igual de bien, me esmeraré más en el próx. cap- 
En fin, besotes con amor, :D. Gracias por tan agradable lectura.
memiabril
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Mensaje por Rebeca. Mar 22 Abr 2014, 7:05 am

''Le cae bien''
''Le cae bien''
''Le cae bien''
¿Enserio? Osea que no se lo jodio por amor si no que por venganza y el muy maldito lo va a dar(?
Igual ni creo que lo haga, lo protegió ahora sin saber nada y bueno, esta genial. Siguela pronto.


Adiós.
Rebeca.
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El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada. - Página 5 Empty Capitulo 4.

Mensaje por Invitado Miér 23 Abr 2014, 10:20 pm

El desfiladero se abría hacia las tierras salvajes. Era un mundo diferente en este lado de la cordillera. Harry sintió allí la enormidad del cielo, la belleza desolada del desierto. Era duro, rígido, y de alguna forma, vibrante.


Y no estaba completamente seco. Fragantes hierbas, que prosperaban en la dureza, crecían ahí. Gruesas y correosas, exhalaban picantes aromas cuando los hombres las pisaban.


Perfumaban el avance del ejército.


Los árboles se contorsionaban en artísticas formas, doblegados por el viento, las ramas estaban armadas con espinas.


Brillantes flores se aferraban a las rocas.


Los asentamientos eran pequeños y ampliamente espaciados.
Los habitantes del desierto no salían a saludar a su soberano.


Apagaban sus fuegos y se escondían. Nómadas en peludos corceles corrían hacia las colinas.


Pueblos enteros eran despejados al paso de la columna. Harry podía ver las nubes de polvo de su retirada.


—Tienen miedo de mí —dijo el mandatario.


—Estás sorprendido —dijo Louis, con un dejo de burla.


—Lo estoy —dijo Harry. Le dio un talonazo a su caballo y se dirigió hacia las casas vacías. El humo todavía se elevaba por sus redondos respiraderos.


Encontró todas las casas abandonadas, sus habitantes se habían ido a toda prisa, las cenas aún se encontraba en el hogar.


En un establo encontró leche derramada, un taburete caído y una incómoda vaca, mugiendo.


Cuando salió, vio a algunos de sus soldados alejándose con ganado que habían dejado atrás, un escuálido rebaño de ovejas del que tiraban con una cuerda.


—Déjenlo todo —ordenó Harry y le hizo señas a sus soldados para que regresaran y dejaran a los animales de vuelta donde los habían encontrado.


Así fue todo el viaje. Tiendas nativas abandonadas y asentamientos esfumándose ante su aproximación. Los vientos del desierto removían el polvo en su retirada y borraba sus huellas.


El soberano habló, a nadie en concreto, tal vez al viento. —¿Por qué huyen?


—¿De un ejército? —Le devolvió la pregunta Louis, con escepticismo. La respuesta debería ser obvia incluso para un tonto.


—Al otro lado del paso, mi pueblo no huye de mí y de mi ejército —dijo Harry.


No lo habían hecho. Recordó Louis. Los aldeanos raenthe habían cargado a su soberano de regalos, y no parecían hacerlo por miedo. Las chicas le daban besos. Los hombres salían solamente para poder tocar el borde de su manto.


—Dices que has venido a ver —dijo Louis—. Deberías hacerlo.


Harry frenó. El séquito se detuvo.


A lo lejos, un magnífico palacio fortificado, parecía tallado en una ramificación que sobresalía a los pies de una montaña como las articulaciones de un perro. Los colosales pilares de la fortificación parecían estar tallados en la sólida roca. Estaban pulidos en un brillante rojo. Al aproximarse, el frontal era escarpado. La fortaleza era inexpugnable. Alrededor de su base había una puntiaguda empalizada de madera. Una aproximación hacia la parte trasera dejaría a cualquiera expuesto a los arqueros de las torres. Detrás de la fortificación, adosada a la ladera de la montaña, se extendían frutales, y altos pastizales para las ovejas, reses de patas cortas, y equinos.


La fortaleza era totalmente autónoma. Era el tipo de estructura construida por hombres que tenían miedo.


Y que eran demasiado orgullosos.


Harry demandó a su guía. —¿Eso es todo?


—Sí, ma dahn. —El explorador mostró el mapa de piel de camello. Louis nunca había aprendido a leer un mapa. Las marcas en el pellejo no significaban nada para él. Se quedó mirando la fortaleza.


La ciudadela estaba construida con una mezcla arquitectónica entre raenthe y bárbara. Harry habían dicho que el gobernador
Kani tenía un puesto fuerte. El soberano no tenía ni idea. 


Harry dijo: —¿Es est… Es esto nuestro?


—Sí, ma Dahn. Esta es la fortaleza. Se ve muy segura, ma dahn.


—Uno debe de ser capaz de conseguir hacer algo más a partir de una base como esa—, dijo el soberano.


—Harpy’s Rook.


La cabeza de Harry se volvió. —¿Louis?


—Ese edificio no estaba aquí cuando me llevaron. Más tarde fueron llegando más prisioneros a la arena desde las tierras salvajes y hablaban de un lugar llamado Harpy’s Rook. Eso debe ser a lo que se referían.


—Harpy es una palabra del lenguaje antiguo —dijo el mandatario.
Harpy significaba ladrón.


La fortaleza parecía más vasta e inexpugnable a medida que la tropa se acercaba.


La ciudadela no se puso en toque de alarma ante su aproximación. La guarnición debió reconocer los uniformes azules, la precisa formación raenthe, los estandartes de oro y plata y la litera escarlata.


Las enormes puertas entre las torres de piedra se separaron para acoger al ejército dentro de la alta empalizada, con su muro de estacas por debajo de la elevada ciudadela.


El soberano cabalgó a través de las puertas, detrás de los estandartes imperiales. Las tropas de la guarnición estaban exultantes. Los refuerzos por fin habían llegado.


Harry anunció en voz alta: —No se trata de refuerzos. Es vuestro remplazo. Os vais a casa.


Los océanos no rugían así. El sonido hizo desprenderse rocas de la ciudadela.


El mandatario, pudo medir por el desenfrenado ánimo de los soldados, lo mucho que odiaban servir aquí como guarnición. Sus voces se materializaron en un canto atronador.


—¡Harry! ¡Harry! ¡Harry!


El gobernador Kani salió de una torre para saludar al soberano con una forzada sonrisa. Harry había visto esa mirada en los capitanes de los barcos cuando un almirante abordaba sus barcos. Maestro en su propio mundo, no estaba acostumbrado a ningún superior.


Kani era un corpulento hombre, con una bien tonificada constitución de buen luchador. Sus blancos dientes brillaban sobre la negra barba. Vestía un extraño atuendo de aspecto militar. Era de color verde oscuro.


El gobernador saludó a Harry.


—¡Ma dahn! ¡Lo hizo! ¡Gracias a todos los Dioses!


—Estoy aquí —Contestó él.


—¿Por qué? ¿Por qué ha venido hasta aquí?


El soberano debió haberlo mirado ofendido, porque Kani rápidamente reformulo—: Le doy la bienvenida. Me asombra que se arriesgara a adentrarse en el desfiladero. No tiene ni idea de lo imprudente que fue.


—Tengo una idea —le aseguró Harry al gobernador.


—¿Por qué necesitó hacerlo? —dijo Kani.


—Tenía que ver por mí mismo a lo que te enfrentas aquí.


—Confío en que lo comprobara.


—¿Lo hice? —dijo el mandatario.


¿Kani ya sabía que Harry había sido atacado en su camino? — ¿Qué crees que vi?


El hombre pareció vacilar. Lanzó como una conjetura —¿A salvajes actuando violentamente?


—Hubo algo de salvajismo —admitió el soberano—. Nos atacaron en el paso.


—¡Ahí está! ¿Lo ve?


—Eso significa que los bárbaros sabían que veníamos —le explicó Harry.


Kani negó con la cabeza. —Aquí, cada paso de montaña es el objetivo de algunos bandidos. Esas personas son astutas y traicioneras. Siempre se puede esperar su ataque en un paso.


—Nadie atraviesa Witch’s Cleft, si no es de vez en cuando —le dijo—. Los bandidos no ponen trampas por donde nadie viaja. Estos hombres estaban esperando. A mí.


—Eso no es posible —dijo Kani.


—Atacaron a mi litera desde un principio. Sabían que el soberano estaba viniendo a través de Witch’s Cleft.


El hombre puso su mano sobre su corazón. —Ma dahn, no le dije a nadie. —La comunicación oficial había ido directamente del soberano al gobernador provincial—. Tuvo que ser alguien de su lado. ¿Quién más lo sabía?


—Gente de confianza de mi corte —respondió.


—Y la guardia, ma dahn —agregó Kani astutamente.


Los ojos del gobernador, y los de todos los demás se volvieron hacia Louis, el bárbaro.


—No —dijo Harry. Temiendo sonar demasiado insistente.


—¿Cómo lo sabe, ma dahn?


—Porque estoy aquí.


Si Louis hubiera tenido intención de matarlo, Harry no habría llegado a su destino.


Kani intencionadamente, asintió como aceptando el argumento. En cambio, sugirió—: Entonces ¿tal vez su regente sea el que quería quedarse con el reino?


Marcus.


El soberano se puso rígido, sin responder.


Harry señaló a otros hombres de la ciudadela vestidos con el mismo extraño atuendo verde del gobernador. Debían ser su íntimo círculo de guardias personales. Estaban vestidos de forma diferente a las tropas de la guarnición, que permanecían en el patio de armas, y que llevaban el atuendo militar azul estándar de los raenthe. — Los uniformes de sus hombres.


—Nuestros uniformes están desgastados —dijo Kani—. Nos conformamos. No nos gusta ir a mendigar a la capital si somos capaces de valernos por nosotros mismos.


—Se deberían asemejar al raenthe. 


Harry fue consciente de los ojos en blanco a su alrededor.


Como si el soberano fuera tan mezquino como para viajar todo el trayecto desde la ciudad de Calista, únicamente para discrepar por el color de la vestimenta de la provincia.


Algunos de los hombres vestidos de verde llevaban tatuajes rojos en la mano izquierda, todos del mismo diseño, una serpiente dentro de un círculo. El soberano desconocía lo que eso significaba.


—Los uniformes deben ser uniformes —dijo Harry con determinación. Asumió que Kani y sus hombres formarían en fila.


Había una gran cantidad de tecnología raenthe exhibiéndose en el interior de los muros, una inmensa rueda de agua, plomería, herrería.


La civilización raenthe existía tras los muros de la fortaleza, pero en ningún otro lugar en las tierras salvajes bajo el gobierno de Harry. La civilización no había llegado a ninguna parte con Kani.


Había esperado más de su adjunto.


—El número de mis hombres es reducido fuera de estos muros —le dijo Kani al soberano—. Un montón de buena gente nunca regresó. 


El gobernador guió a Harry en la inspección de la fortaleza.


Cuando pasaron junto a un foso rodeado por altos y bancos muros de asientos escalonados, se detuvo en seco. El soberano habló sorprendido con voz helada —tienes un estadio.


—¿Eso? —Dijo Kani—. Es un campo de entrenamiento.


Era un foso con paredes altas y una puerta de hierro reforzado, dominado por bancos de estadio.


—No se te permite tener un estadio —dijo Harry, severamente.


La arena era un asunto serio, un lugar terrible donde se celebraban juegos que realmente no lo eran en absoluto. Los combates de gladiadores debían tener un profundo propósito o no serían más que derramamiento de sangre bárbara. Los fosos de arena pertenecían solamente a los gobernantes estatales, príncipes y soberanos. Los gobernadores de destacamentos no tenían derecho.


El único estadio legítimo en la provincia de Shiliya era el estadio de Harry en la ciudad de Calista.


—Oh, ¿los muros? —dijo Kani—. Los entrenadores de animales también utilizan este espacio. Hay traicioneras criaturas en las colinas.


—¿Ningún juego? —preguntó Harry preocupado por sus sospechas.


Los combates de gladiadores eran un honorable rito de redención. No un deporte.


Kani sonrió, la mano sobre su corazón, y con una ligera inclinación de cabeza, como preguntándose cómo podía siquiera preguntarle eso —No está permitido, ma dahn.


Kani se unió a su soberano en las murallas cuando el sol se estaba poniendo. Ambos descansaron sus antebrazos en la barandilla de piedra tallada y miraron hacía el horizonte occidental tornándose rojizo. El gobernador le pasó a Harry una pesada copa de electrum  llena de vino. —Tenga. Esto no lo tiene en la ciudad de
Calista.


Harry bebió el vino ofrecido. Levantó las cejas con admiración.  Pero deberíamos tenerlo. —¿Por qué los lugareños no comercializaban esta bebida? No había, en absoluto, comercio de mercancías entre la capital y las tierras salvajes. Y Para entonces ya debería haberlo.


Kani rio y bebió de su copa.


Mientras el sol se ocultaba bajo las colinas occidentales el soberano vio fuegos en las oscuras colinas. Las llamas eran demasiado grandes para ser fogatas nómadas. —¿Qué es eso? — preguntó a la vez que se disponía a enviar soldados para ayudar a la gente local a luchar contra el incendio.


—La venganza —dijo el gobernador.


—¿Quieres decir que “nosotros” hemos hecho eso? —dijo Harry, mirando fijamente las llamas.


—No podemos dejar que los salvajes salgan impunes del ataque a su persona. Quemando uno o dos asentamientos les hacemos saber que siempre van a pagar por lo que hacen. Más gladiadores para el estadio, ¿eh?


—Realmente no necesito más gladiadores —dijo Harry.


—Es necesario hacerlo. Ya ha visto lo que hacen estas gentes.


—Pero, ¿por qué lo hacen? Mi gobierno no es duro.


—Exacto. Son animales.


Harry sacudió la cabeza hacia las llamas en la ladera. —¿Esas casas pertenecen a los hombres que me atacaron?


Había llegado desde el sudeste. El asentamiento ardiendo se encontraba al oeste.


—Eso no es importante —dijo Kani—. También tienen que saber que no importa cuál de ellos comete el delito. Tarde o temprano van a aprender que lo que uno de hace recae en todos ellos. Eso les enseñará una lección.


Lo haría. Pero Harry no estaba seguro de lo que les estaba enseñando esa lección.


El sol había desaparecido por completo. Antorcha prendidas iluminaban la gran ciudadela. El soberano se vestía para la cena en la suntuosa cámara que le proporcionaron.


La sala se iniciaba con una pasarela que daba a una amplia y alta habitación. Escaleras en ambos extremos de la pasarela conducían abajo. Un guardia estaba apostado en la base de cada escalera. Era como estar en un nido de águilas.


La cámara para el primer escolta del soberano estaba al lado de la suya.


Harry encontró al primero de sus escoltas ante su puerta.


El soberano no había admitido al gladiador en su cámara. Sin embargo, allí estaba. —¿Louis?


—¿Que es apropiado para llevar puesto a la cena del gobernador? —preguntó.


Harry movió la cabeza negando, y le aseguró: —Tú no tienes que estar allí.


—No debo dejarle solo.


—Esta fortaleza es aún más fuerte que la mía. Nada puede suceder en la cena. Vas a vigilar esta cámara mientras ceno.


—Si la fortaleza es segura, ¿qué estoy buscando? —preguntó Louis.


—Espías.


—¿Crees que alguien va a espiarte?


—Sé que lo harán si pueden. —El soberano dio una vuelta sobre sí mismo y se presentó—. ¿Cómo me veo?


Louis tenía una incierta expresión entre suavidad y sufrimiento.


—Me dejas sin aliento.


Hizo sonrojar a Harry.


-----------


El comedor estaba burdamente ambientado con un tipo de opulencia.


Lanzas cruzadas con colas de armiño estaban dispuestas en forma acerico sobre el alto arco de la entrada. Harry señaló hacia arriba 
—Tengo una lanza como esa. Se clavó en mi litera.


—Poseo toda una colección de armas salvajes —dijo Kani—. Son muy hermosas de una forma brutal. Los salvajes hacen un arte de su barbarie. Voy a tener que mostraros mi colección.


La cena fue una suntuosa y vulgar velada. Los comensales reclinados en divanes, como la gente civilizada hacía. Pero en este caso, una ninfa pechugona se sentaba al pie de cada lecho. Harry, tratando de conversar con su gobernador, se distrajo. Tres de los otros comensales estaban recostados sobre sus espaldas, con sus compañeras de diván sentadas a horcajadas sobre ellos, sus caderas meciéndose hacia adelante y hacia atrás. Harry miró, volvió a mirar. Lo que estaba viendo no era frotamiento. Las mujeres estaban siendo penetradas. Esto había estado sucediendo durante un rato.


Los tres hombres se dirigían miradas de soslayo entre ellos, un desafío. Al parecer se trataba de un concurso para ver quién podía durar más tiempo.


Era un tipo de entretenimiento muy raenthe, pero definitivamente no de la clase alta. Sí, encontrabas este tipo de reto en las tabernas junto al muelle. No, en las cenas de Estado. Harry había sido crítico con Kani desde el momento de su llegada, por lo que el soberano se abstuvo de comentar ahora sobre algo que no era importante.


Trató de volver al trabajo, pero continuó vislumbrándolos por el rabillo del ojo, follando. Oía de vez en cuando un fuerte grito escapándose de control.


El soberano miró nuevamente. La mano que agarraba la cadera de una mujer mostraba un tatuaje de color rojo. Una gran cantidad de los hombres de Kani lo lucían. Descifró el patrón. No era una marca raenthe. La serpiente roja en el círculo podía ser un símbolo patrio. ¿La guarnición provincial era nativa? Eso no le gustó.


La mujer rubia en el sofá más cercano se agachó hacia adelante, como un leopardo encima de su presa. Sus caderas en alto por lo que el hombre estaba casi fuera de ella, excepto por la punta.


Su reluciente y duro eje estaba mostrándose. El cabello de la mujer brillaba húmedo. Se sentó para introducirlo. Le lanzó una mirada de reojo a otra mujer en otro sofá. Las mujeres también estaban intercambiándose miradas. Otra apuesta circulaba por allá.


Los hombres estaban compitiendo para ver quién podía durar más tiempo. Las mujeres estaban viendo cual podía hacer que su hombre se derrumbara primero.


La rubia echó la cabeza hacia atrás haciendo que su largo cabello rozara la parte superior de los muslos de su hombre. La postura empujó sus pechos. Las manos del hombre se apretaron y agarró más fuertemente los pechos. Su rostro se crispo. Sudaba, luchando por el control.


El gobernador atrapó a Harry mirándolos. —¿Quién le gusta?


La pregunta lo sorprendió. Luego la pilló. Era una apuesta lateral. Ignoró la pregunta. Señalo con la cabeza hacia el hombre bajo la rubia y dijo lacónicamente: —Espero que no haya puesto dinero en eso, Kani. Creo que está perdido.


El hombre gritó: —¡Yo también lo creo! —Arrastró a su mujer con fuerza sobre él, y se abandonó a los últimos jadeos de la pasión, bombeando duro y rápido, sacudiéndola. Ella se echó a reír, triunfante.


Toda pretensión de conversación fue interrumpida por los exultantes gemidos del hombre.


En cuanto se recuperó del clímax, el hombre se dio cuenta de su derrota y le dijo a la mujer a horcajadas sobre él —No voy a pagarte.


Uno de los dos hombres que seguía en competición, dijo alegremente —¡Yo lo haré!


Las otras dos mujeres estaban montando rápido a sus caballos de carrera. Una mujer se remontó y apretó las bolas de su montura.


Harry tenía una erección, a pesar de su leve disgusto. Pollas erectas, pelotas mojadas y los masculinos muslos no podían dejar de excitarlo.


Su propia compañera de cena, se sentaba a los pies de su diván, tratando de conseguir que se interesase. Su mano se movió furtivamente hasta el muslo. Gentilmente la apartó.


Kani se dio cuenta de su gesto. —¿No le gustan las mujeres del desierto, ma dahn?


—Son extraordinarias —dijo Harry—. Pero a menos que la comida o la compañía sean malas, están distrayendo demasiado la cena.


—Puedo enviarle a dos o tres a su cámara más tarde. Haga su selección antes de que sean utilizadas.


—No, Kani —dijo el soberano, obligado a ser franco—. Estaba tratando de ser gracioso, pero la verdad, no he venido aquí por placer. Tú puedes invertir ese capital mejor que en eso. —Harry dio en el clavo. El gobernador se giró hacia uno de los dos candidatos restantes y le ordenó: —Finalicen.


El follar se aceleró y acabó rápidamente. Kani tenía una mirada malvada en sus ojos. Dijo: —Es muy joven para tener un culo duro.


—No fui elegido soberano por la suavidad de mi culo — respondió él.


En ese momento, el gobernador pareció recordar su puesto. Se mostró arrepentido. —Me temo que debemos pareceros vulgares y primitivos aquí en las tierras salvajes.


Harry pensaba que sí. En cambio dijo—: No te preocupes. No he venido aquí para estar entretenido. Si quisiera delicias, me habría alojado en la ciudad de Calista o en Laklare.


Kani se acomodó apaciguado. —He oído hablar de sus espectáculos en la capital. Me encantaría ver un combate de gladiadores.


—Yo puedo arreglar eso —dijo Harry—. Pronto.


Las espesas y oscuras cejas del hombre se alzaron, cautelosamente.


—Es difícil servir aquí. Ya lo veo. Kani, te estoy enviando a casa para un bien merecido descanso.


El gobernador entró en erupción con un rugido y un chapoteo del vino mientras su pesada copa se estrellaba sobre la mesa. —¡No!


Harry estaba preparado para esta reacción. Había visto esto antes. Los hombres en circunstancia extremas llegaban a querer las dificultades. Te retorcían el alma y hacían que la misma se aferrara a lo que le estaba destruyendo.


—Ve a casa —dijo el soberano calmadamente—. Las cosas se verán diferentes con el tiempo.


Kani empeñado, gesticuló como aferrándose a una vana esperanza. 


—Sé que os he decepcionado, ma dahn. No entendéis las necesidades de este lugar. Yo sí lo hago.


—Sé que no entiendo esta tierra —le argumentó Harry—. Pero necesita nuevos ojos. Conoces este lugar muy bien. Te sentirás mejor en la civilización. Has proporcionado un gran servicio en una tierra brutal. Te he dejado aquí demasiado tiempo. Te has acostumbrado demasiado a la brutalidad. Suelta la carga. Ya no es tuya. No pelees conmigo en esto, Kani.


—¡No podéis hacerme esto!


—No eres feliz ahora. Lo serás. Tienes que confiar en mí.


El gobernador inhaló profundamente, exhaló con los ojos bajos. —Sí. Me estoy aferrando demasiado.


—No insistiré en ello —dijo Harry—. Sabes que no estoy enojado. Este invierno de tu alma va a pasar. Ahora si me perdonas me saltare el postre. Hablaremos de nuevo a la luz del día.


El soberano se levantó.


Su pareja de diván lo miró aguardando esperanzadamente una invitación a seguirlo.


Ella no la obtendría.


Harry pasó el puesto de guardia en la base de uno de los tramos de escaleras que conducían a su habitación. Saludo con la cabeza al centinela y ascendió. La puerta de su cámara estaba abierta. Sombras por el fuego se movían en su interior.


Mientras se acercaba, oyó una voz ronca femenina cantando dentro de la cámara —¡Encontré la puerta de putas!


—No voy a necesitar eso —dijo Harry apareciendo en la puerta de entrada.


Louis y la primera tríada de guardia levantó la vista, dejando lo que estaban haciendo.


La primera tríada estaba compuesta por los gemelos calvos, Milus y Silas, y la robusta mujer joven, Rodriga. Todos ellos se cuadraron ante su soberano.


Harry les saludó con la mano. —Adelante.


Rodriga estaba de pie junto a una entrada secreta. Había sido bien camuflada, mezclada perfectamente con el resto de la pared.


La puerta secreta podía ser bloqueada desde el interior. Su pesado travesaño parecía parte de la moldura decorativa de la habitación.
Al otro lado de la puerta no había ningún travesaño. Harry podría bloquear a la gente. No podía ser encerrado, nada malo con eso.


La puerta dirigía a una estrecha escalera de roca que descendía en la oscuridad en una espiral perfecta hacia una salida secreta que daba a la parte posterior de la ciudadela.


Este pasaje era bueno para el contrabando de amantes ilícitos. De nada le servía al soberano.


Aunque suponía que tener una segunda salida era una buena cosa. —Solamente tendré que asegurarme de bloquearla rápidamente desde el interior durante la noche.


—Ma dahn —reconoció Rodriga con un gesto enérgico. 


Los guardias de Harry también habían encontrado mirillas. Milus y Silas las habían taponado. Había un montón de ellas.


—Los hombres de Kani nos dijeron que las mirillas eran para los esclavos. Así pueden revisarlo y ver si necesita algo sin molestarle preguntando.


Harry se había dado cuenta de que el gobernador consideraba a sus esclavos como animales y no se preocupaba por la privacidad ante sus ojos.


El soberano quería las mirillas tapadas.


—Las tenemos todas, ma dahn —dijo Rodriga.


Harry levantó un dedo anillado hacia el techo. —¿Miró para arriba?


Rodriga juró y rápidamente salió de la cámara. No había ninguna cerradura en absoluto en la puerta de entrada desde el rellano.


—Puedo instalar una barra, ma dahn —ofreció Louis.


—No es necesario —respondió.


Había centinelas en la base de las dos escaleras. Un intruso tendría que utilizar un gancho para trepar hasta aquí, desde la gran sala, sin pasar por debajo de los puestos de guardia. Y se daría cuenta si lo intentaran.


Las retumbantes pisadas de Rodriga sonaron en el techo, y en un momento, su voz sonó desde arriba, demasiado claramente — Silas, tienes la calva quemada por el sol.


Harry señaló con la cabeza hacia el agujero por encima de la cabeza del nombrado. —Cubre eso.


Silas alzó sus dedos a Rodriga a través de la mirilla. Luego arrastró un recio baúl y se subió encima para clavar una placa de metal sobre el agujero.


Rodriga volvió a bajar, y la tríada terminó de asegurar la habitación.


Louis tenía un fuego encendido en la chimenea.


—Gracias —dijo el soberano despidiéndolos.


Se quedó solo en la habitación.


La puerta se abrió de nuevo.


Louis había regresado. Harry lo miró por un terrible momento que se extendía como si el tiempo se hubiera detenido.


La abrumadora masculinidad del bárbaro llenó la cámara.


—Te llamaré si te necesito —dijo Harry y le dio la espalda. 
Su temor se hizo realidad.


La mano de Louis se cerró sobre la parte posterior de su cuello, como el collar a un niño, pero no como un niño en absoluto. Harry sintió la intención de la mano del gladiador. El deseo fluía a través de la palma en una fuerte corriente de potente sexualidad. El soberano olio a apasionada masculinidad.


El pulso de Harry dio un vuelco. Un cosquilleo le erizó la piel de su garganta. Un canto llenó su cabeza. Probó la acidez del miedo.


La euforia ardía en su sangre. Revoloteaba ante la expectativa. Sus pelotas se apretaron como puños con el aumento de su polla.


Esto no podía estar pasando. Esto era un asalto al soberano. 


Louis no se atrevería.


Se atrevió.
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Hola chicas!
Muchas gracias por todos sus lindos comentarios, en serio muchas gracias.
Ahora no tengo tiempo de contestarlos, pero mas tarde lo are.
Muchas gracias por leer esta novela, en serio se los agradezco:))))
Saludos!
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El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada. - Página 5 Empty Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.

Mensaje por julyALC Miér 23 Abr 2014, 11:22 pm

Si... que se atreva pero a llevarlo a la cama no ha matarlo. De todos modos no creo que vaya entregarlo, capaz a la mera hora termine defendiéndolo o diciéndole la verdad & le ayude a escapar en un caballo. Miiiiierda... espero que termine así, porque amo los finales felices.  Ayyyy que este es uno de los capitulos donde tuve más misterio que otras veces. Ese kani no me da buena espina lo juro, es un cabrón. No quiere volver a casa. PFF MIERDA!! Tere se que te dije en twitter "ahorita vuelvo" xD me vine a leer jajaja es que no aguante ya me conoces :3 Gracias por subir  :roll:  Hasta la vista beibi ;)   
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Mensaje por Invitado Vie 25 Abr 2014, 2:12 am

todo suena muy corrupto ahi, no me gusta para nada ese gobernador y su gente :S
Harry no puede ser mas obvio, todos con las putas esas y el ignorandolas olimpicamente.
Dios, no me quedo claro el final, necesito el proximo capitulo :| 
Seguila pronto por favor, bye!
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Mensaje por EddyStylinson Sáb 26 Abr 2014, 2:36 pm

Omaiga! El capitulo estuvo bueno! Aunque no me gusto mucho cuando estaban en el comedor teniendo sexo, fue como Iugh, sexo heterosexual .-.
Y el gobernador no me es de confianza!
No estendi el final, tendran sexo o va a matarlo?! D:

¡Siguela pronto! Saludos c:
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Mensaje por Invitado Dom 04 Mayo 2014, 7:33 pm

ElectricBlue13 escribió:Aahhhhhhh geez gsugshgavs bueno se cumplio la fantasia de Harry y de que forma,realmente espero que lo repitan y no que sea cosa de una sola vez como harry piensa.Por favor el mundo necesita mas de esto!
Liz te amo :'D seguila!
Hola!
Oh, lo se, fue buena la escena que se echaron.
Ah, me alegra que te guste el fic:)
Saludos
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