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Pasión (Larry Stylinson)

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Pasión (Larry Stylinson)  - Página 2 Empty Re: Pasión (Larry Stylinson)

Mensaje por Nelshipper Sáb 29 Mar 2014, 12:31 am

Beautiful *-* no hay nada mas hermoso que esto. Se van a volver a encontrar y louis lo tomara nuevamente.
Siguela
Nelshipper
Nelshipper


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Mensaje por Rebeca. Sáb 29 Mar 2014, 6:46 am

No se como sabia pero me nacio del alma pensar que era Louis xD y ahora me jodi porque el socado de Harry no quiso otra vez y bueno... yo se que no va a aguantar xd
Siguela pronto.


Rebe se despide.
Rebeca.
Rebeca.


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Mensaje por ElectricBlue13 Dom 30 Mar 2014, 1:30 am

¡LE DICE GATITO,LE DIJO GATITO COMO 134432 VECES,SIMPLEMENTE NO PUEDO CUANDO LOUIS LE DICE GATITO O PEQUEÑO,SUFRO MUCHO CUANDO LO DICE! ah okay ya me calme.Pero tonto Harry es obvio que lo quiere ver de nuevo! agggh ya me enoje.
Estoy aca viendo el amanecer,no me juzgues(?
Seguila,Liz.Saludos!!
ElectricBlue13
ElectricBlue13


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Mensaje por Invitado Dom 30 Mar 2014, 4:01 pm

Pero el apodo esta mas que justificado, es literalmente un gato. Por dios, como carajo es que después de algo así se atrevió a tirar la tarjeta? es un tarado JAJJAJA
Seguila pronto por favor! bye ♥
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Pasión (Larry Stylinson)  - Página 2 Empty Re: Pasión (Larry Stylinson)

Mensaje por Jaidon. Lun 31 Mar 2014, 2:32 am

¡new reader! síguela pronto cielo. xx
Jaidon.
Jaidon.


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Pasión (Larry Stylinson)  - Página 2 Empty Re: Pasión (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 6:59 pm

Nelshipper escribió:Beautiful *-* no hay nada mas hermoso que esto. Se van a volver a encontrar y louis lo tomara nuevamente.
Siguela
Oh, ese es el plan:)
Saludos
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Pasión (Larry Stylinson)  - Página 2 Empty Re: Pasión (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 7:00 pm

Rebeca. escribió:No se como sabia pero me nacio del alma pensar que era Louis xD y ahora me jodi porque el socado de Harry no quiso otra vez y bueno... yo se que no va a aguantar xd
Siguela pronto.


Rebe se despide.
Es la cosa del orgullo, los hombres son algo idiotas.
La sigo:)))
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Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 7:02 pm

ElectricBlue13 escribió:¡LE DICE GATITO,LE DIJO GATITO COMO 134432 VECES,SIMPLEMENTE NO PUEDO CUANDO LOUIS LE DICE GATITO O PEQUEÑO,SUFRO MUCHO CUANDO LO DICE! ah okay ya me calme.Pero tonto Harry es obvio que lo quiere ver de nuevo! agggh ya me enoje.
Estoy aca viendo el amanecer,no me juzgues(?
Seguila,Liz.Saludos!!
oooohhhh, lo se, eso de gatito me mata esoo!
Ah, es algo idiota ese tipo.
Ahhh, tranquila!!
Saludos!:)))
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Pasión (Larry Stylinson)  - Página 2 Empty Re: Pasión (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 7:03 pm

Debby escribió:Pero el apodo esta mas que justificado, es literalmente un gato. Por dios, como carajo es que después de algo así se atrevió a tirar la tarjeta? es un tarado JAJJAJA
Seguila pronto por favor! bye ♥
Es un tonto, pero aun así es bien lindoo!
Le queda al tiro que le diga gatito.
Saludos.
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Pasión (Larry Stylinson)  - Página 2 Empty Re: Pasión (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 7:03 pm

babeofhoran escribió:¡new reader! síguela pronto cielo. xx
Hola!
Espero que te guste el fic.
La sigoo:)))
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Pasión (Larry Stylinson)  - Página 2 Empty Capitulo 2.

Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 7:05 pm

Atrapando su reflejo en el gran espejo encima del vestíbulo, Harry se enderezó el nudo de su corbata negra, revisando dos veces el perfectamente alineado cuello de la camisa blanca de su esmoquin.
Nada mal para un chico del lado equivocado de la acera. Si los chicos del North Beach pudieran verlo ahora, creerían que era el villano mala clase que pretendía ser.
Quizá era el espejo. Tenía diez pies de alto y estaba enmarcado en oro antiguo. Cubría un tercio de la pared en el vestíbulo abovedado de marfil. La mesa antigua de la recepción y las sillas alineadas en las paredes eran igualmente ornamentadas y enormes, grandiosas, justo como las aspiraciones del señor de la droga, Ricco Botelli. Los labios de Harry se curvaron en una leve y desdeñosa sonrisa.
Una última vez, sus dedos pasaron sobre los suaves bordes de satín al final del cuello de la chaqueta. El no era del tipo que prestaba mucha atención a su apariencia. Pómulos elegantes, ojos esmeraldas de largas pestañas y una inesperadamente atractiva sonrisa hecha para una multitud de acicalados pecados. Y, por supuesto, no podíamos olvidar el mejor sastre que el dinero podía pagar, o al menos lo que pudieras costear. Tanto como eso, Harry lo sabía. Pero claro está, su madre se había pasado la vida entera trabajando en el distrito de ropa de San Francisco.
Mientras sus dedos rozaban el ribete de satín, una memoria táctil del encuentro de la noche anterior con el extraño sin nombre regreso a él fantasmagóricamente: el rastro húmedo de la boca de un hombre sobre su piel desnuda y sensibilizada, ese deslizamiento suave y sedoso, marcando un camino de placer sobre su piel. Cerró los ojos por un momento, recordando la sensación de las enormes manos del extraño, seguras sobre su cuerpo, escasamente consiente que su pene estaba reaccionando, hinchándose hasta media asta. Incluso sus pezones se endurecieron contra el lino frío de su camisa. El calor se extendió por sus mejillas.
Mirando por encima de su hombro al personal ocupado encargándose de los detalles de último minuto para la recepción, Harry se reacomodo el pantalón cubriéndose, agradecido que los pantalones de sastre tuvieran pliegues. Se cerró la chaqueta para adicionar seguridad.
—Se ve mejor desabotonada E. —Pequeñas manos de uñas plateadas se deslizaron alrededor de su cintura desde atrás, y con delicadeza abrieron el botón.
Harry atrapó las manos cuando bajaban otro poco, girándose para enfrentarse a su dueña. Le dio una sonrisa matadora y junto las manos exploradoras de Gina Botelli. Empujándola, sin mucha urgencia, lejos de él, antes de liberarla.
—Gina. Pensé que estabas esperando para hacer tu gran entrada. Ya sabes, deslizarte por la escalera como Scarlett O’Hara. Derribar a tu futuro esposo con gracia y belleza.
 O, a falta de eso, la dote que traía como única pariente viva de jefe del crimen de la Costa Oeste, Rico Botellini.
Gina le ofreció una risa gorgojeante, el brillo malicioso de sus ojos advirtiéndole a Harry antes que diera un paso más cerca. Nuevamente volvió a capturar sus manos mientras se dirigían hacia su cinturón. —Preferiría derribarte a ti, bel ragazzo. —Ella mordisqueó su lóbulo antes que retrocediera.
Murmuró, —Ya, ya. ¿Estás tratando que me maten, ángel?
Gina arrugó su respingona nariz. —Lo que mi hermano mayor no sabe, no le hace daño. Y Jesús Sánchez no es mi dueño.
—Ricco sabe mucho más de lo que crees —gentilmente, pero con firmeza, la forzó hacia atrás unas cuantos centímetros—. Y Don Sánchez llegará en cualquier momento. E incluso si no fuera así, estas comprometida con él. ¿Lo recuerdas?
—¡Comprometida! ¿Quieres decir que tuve opción? —Abrió la boca para seguir hablando, pero Harry la cortó rápido. Si era inteligente, esta era una conversación que no debería tener con él ni con más nadie. Y aún así Gina siguió renegando—. Esto no es un matrimonio, es una unión de negocios. Eso es todo en lo que Ricco piensa: expandir su imperio. Todo lo que le importa es hacer nuevas conexiones, forjar nuevas alianzas, construir nuevas líneas de abasto y canales de distribución.
¿En verdad entendía lo que estaba diciendo? Harry nunca estaba muy seguro.
Gina lanzó un resoplido desolado. —Le importa más su dinero que mi felicidad. —Sus aterciopelados ojos oscuros se humedecieron fácilmente de emoción.
Harry respondió con diplomacia, —Don Sánchez es un hombre poderoso y rico, Gina. Como su esposa, tendrás todo lo que siempre has deseado. —Seguro, Sánchez era un criminal y probablemente también un psicópata, pero era el narcotraficante más poderoso del continente. Eso lo hacia una buena presa, como prospecto de novio para la hija de una familia del crimen.
La mirada fija de Gina se tornó calculadora. —¿Incluyéndote?
Harry bajo la voz hasta un murmullo conspirador. —Solo si quieres mi cabeza servida en una bandeja de plata, Salomé, porque eso es lo que pasara si alguno de los dos, tu hermano o Don Sánchez cree que estamos jugando, y perdemos.
 Estaba sonriendo, impertérrita ante la imagen que él estaba tratando de pintarle, pero también, en su propia manera, Gina Botelli estaba sorprendentemente protegida y quizá era un poco ingenua. Solapadamente, agregó: —Podría valer la pena una noche.
—Podría. —Le guiñó el ojo, coqueteando justo lo necesario para que no se enojara—. Pero confía en mí, mi ángel, no soy tu tipo.
—Creo que lo eres. —Se acercó un poco y agarró el nudo de la corbata de Harry, pretendiendo enderezarla baja las miradas desinteresadas de los proveedores y personal. Sus labios se separaron, su aliento olía ligeramente, desamadoramente, a chicle. Mientras bajaba la mano, apoyándose en la posición de sus cuerpos para esconder sus acciones. Los dedos rayaron la cremallera de los pantalones de Harry.
—¡Gina! —Ante el grito desde la otra habitación, Harry tomo un prudente paso atrás. Molestia pasó por el rostro de Gina.
La voz de Ricco Botelli resonaba en las paredes del vestíbulo de mármol. —¡Cristo, aquí estas!
Harry encontró la negra mirada no sonriente de su jefe sin expresión. Botelli se giró hacia su hermana.
Gina levantó el mentón. —¿Qué creías, que me escapé?
—No me respondas. —Botelli tomó a Gina del codo y le dio un empujón en la dirección de las escaleras de mármol que dominaban la mitad posterior de vestíbulo—. Espera en tu habitación, mia preziosa. Quiero presentarte apropiadamente a Don Sánchez.
—¡Es un poco tarde para eso!
—Oye, arregla esos modales.
—Es aburrido arriba. ¿Por qué no puedo esperar aquí? E y yo estábamos hablando. —Gina se zafó del agarre de su hermano. Botelli volvió a alejarla un poco menos gentil esta vez. Harry se alejo un poco del campo de lucha.
—E va conmigo a recibir la limusina. —Botelli llevó a su hermana hasta el inicio de las escaleras. La espantó con la mano—. Vete. Vuelve a peinarte el cabello o algo.
Gina subió unos cuantos escalones indignada. —Oh, bueno. ¡Muchas gracias! Quizá no vuelva a bajar.
—Por el amor de Dios, Gina. ¡Es tu fiesta de compromiso! Tu prometido viene esta noche.
Gina se detuvo sobre sus pasos. —¿Se supone que deba sentirme nerviosa? Vamos, Ricco. Esto es más tu boda que mía. Tú deberías ser el que escoja el pastel y las invitaciones.
Botelli secamente dijo—: No te engañes Gina. Este será un matrimonio real.
Por un momento hermano y hermana se miraron fijamente. Luego Gina respondió de manera cortante. —¡Grandioso! Con un hombre que apenas conozco. Buena jugada, hermano.
Botelli le dijo—: Escuché que Sánchez compró una roca del tamaño de Manhattan para ti. —Le tocó la punta de su nariz con el dedo—. ¿No se verá excelente en tu mano?
Un brillo de avaricia reemplazó el de desafío en los ojos brillantes de Gina. Harry observó la transformación de hermana malcriada y petulante, a mujer malcriada y calculadora. Sí, no había fin en gastar simpatía hacia Gina.
Suspirando dramáticamente, Gina miro hacia Harry. Se frotó el dedo desnudo para el anillo. —Bueno, quizaaaaa una par de cataratas podrían ser una buena manera de hacerme ver las cosas desde la perspectiva apropiada.
Botelli se rió por lo bajo, evidentemente aprobando la veta mercenaria de su hermana menor. Ella balanceó su apretado trasero mientras se giraba y subía las escaleras, con mucho más movimiento de caderas del que se requería. Pero luego Harry pensó que era difícil alejarse pisoteando efectivamente, en tacones de cuatro pulgadas y un apretado vestido de seda brillante.
En la parte más alta de las escaleras Gina se detuvo. —Está bien. Solo avísame con tiempo. Quiero noquear a mi futuro esposo fuera de sus zapatos Gucci. —Desapareció y un instante después les llego el sonido de una puerta al cerrarse.
Botelli sacudió la cabeza y giró hacia Harry, quien le devolvió una mirada del mismo nivel. Botelli no era feo, pero cuarenta años de vida dura había dejado líneas y crestas en sus oscuras facciones mediterráneas. El cabello negro ya estaba retrocediendo. El casi constante ceño por evitar usar las gafas que necesitaba le daban una mirada dura y desconfiada. Pero claro está, era duro y desconfiado: locamente ambicioso y violento hasta el punto de la crueldad. Su único punto débil era su hermana.
—Ven aquí.
Botelli llamó a Harry. Este cruzó el vestíbulo, relajando deliberadamente los hombros, permaneciendo flojo y tranquilo, listo para cualquier cosa. Botelli tenía un temperamento horrible, y parte del trabajo de Harry -como gorila contratado de Botelli- era tomarlo sin queja. Cuando estaba a un brazo de distancia, súbitamente Botelli balanceó su pesado y sorprendentemente todavía musculoso brazo alrededor de sus hombros y lo tiró más cerca. El efecto era algo como ser tragado entero por un tiburón recién afeitado. Harry bajó la cabeza levemente, manteniendo la columna relajada bajo el peso adicional, sumiso pero no intimidado.
—Sabes, Edd, me agradas —dijo Botelli. Con una premonición en el abdomen, Harry supo que Botelli finalmente había notado el interés de Gina por uno de sus guardaespaldas.
Harry respondió humildemente. —Sé que te arriesgaste al aceptarme, Ricco. Lo aprecio. —Levantó sus ojos levemente, luego volvió a bajarlos. Era una leve línea entre parecer obediente o débil. Debilidad de cualquier tipo, no era tolerada en la organización Botelli. Pero tampoco la insolencia—. No te defraudaré.
Botelli lo miró a través de sus grandes ojos de reptil lo suficiente para que una gota de sudor bajara por su columna. El personal siguió moviéndose alrededor del vestíbulo dando los últimos toques en la habitación. El perfume ceroso de los arreglos florales llenaba el ambiente. Los músicos ya estaban posicionados en el salón de baile, y las notas ocasionales discordantes mientras preparaban los instrumentos flotaban hacia el lugar. Harry no pudo evitar notar que todos los distribuidores se movían alrededor de él y Botelli como si fueran invisibles, los ojos lejos de los dos hombres y su conversación.
El hechizo fue roto cuando Botelli palmeó su mejilla juguetonamente. El brazo que lo retenía lo apretó un poco más y luego lo liberó.
—Oye, lo entiendo, paisan. Gina tiene un enamoramiento contigo —Botelli le lanzó una risa lobuna—. Mi hermanita está acostumbrada a obtener lo que desea.
Harry dijo—: Es una Botelli, Ricco. No le gusta un no por respuesta.
Botelli le guiñó el ojo. —Pero le dijiste no ¿Cierto Edward?
Harry se relajó una fracción. El guiño era una pista que en verdad Botelli estaba de buen humor; aprender a medir adecuadamente al hombre había sido cuestión de supervivencia durante el último año de encubierto, y de hecho, casi dominaba el manejar las expectativas y emociones de Botelli. Si era honesto, evadir y distraer a Gina era el verdadero desafío.
—Seguro —dijo. Trató de verse lo suficientemente sorprendido, como si hasta ahora estuviera notando como el comportamiento de Gino pudiera ser un problema para él. En este caso la mejor movida, era hacerse el denso. Agregó de corazón— Gina es una mujer maravillosa. Sé que no está dentro de mi rango.
—Así es —confirmó Botelli—. Pero es una niña. ¿Qué sabe? Eres joven, valiente y bien parecido. Cree que eres justo de su tipo.
—No soy su tipo —respondió Harry seriamente.
—¿No? —La sospecha brilló en los ojos carbón oscuro de Botelli. Escudriñó las finas facciones de Harry enmarcadas en negro sedoso—. Entonces, ¿de qué tipo eres, cugine?
Harry le devolvió la mirada de frente. El machismo era como una religión en el mundo criminal empapado de testosterona.
—Oye. —Mostró su sonrisa fácil—. Soy el guardaespaldas de un asombroso jefe de los bajos fondos. Mi sola expectativa de vida me hace un material terrible para cualquier relación. —Se abrió la chaqueta elegante, su mano acariciando inconscientemente la culata de la 9 mm asegurada en la funda de pistola al hombro, bajo su axila izquierda, y no fue solo una línea cuando dijo—: No soy el tipo de nadie Ricco. No para más de una noche, si acaso.
Edward Contadino era un fantasma sin pasado, ni futuro. Solo el aquí y ahora tenía sustancia y significado para él… quizá no tan diferente que para Harry Styles.
Botelli se rió y le guiñó un ojo otra vez, su buen humor restaurado por el voto de muerte temprana en la línea del deber.
—Sánchez y sus hombres llegaran en un minuto. Quédate a mi lado cuando lo saludemos. —Ricco colocó su mano alrededor del cuello del Harry y le dio una sacudida juguetona—. Dejémosle saber quiénes son mis soldados de confianza, ¿Capisce?
—Capisce —Harry no pudo evitar preguntarle—. ¿Vas a dejar que los hombres de Sánchez invadan la casa? ¿Cuántos guardaespaldas necesitan para saludar a su prometida? ¿No crees que deberíamos confiscar sus armas cuando lleguen?
—Confiscar sus armas —Botelli imitó a Harry, divertido—. ¿Adónde fuiste al colegio, a la academia de policía? No puedes tratar a un hombre como Sánchez como si fuera una cucaracha común y corriente. Lo tratas con respeto. Con dignidad.
A menos que te las arregles para asesinarlo primero, pero Botelli decidió que era más fácil unírsele que pelear con él. Afortunadamente tenía dos cosas que Sánchez deseaba: una hermosa hermana menor, y varias redes gigantes y eficientes de distribución de drogas en la Costa Oeste.
—Hace unos pocos años nadie había escuchado de Don Jesús Sánchez —señaló Harry.
—Eso fue hace unos años. Sánchez se apropio de la mitad del Pacifico Noroeste en los últimos dieciocho meses. Ahora mismo sostiene las cartas justas, es el tipo de moda, así que tenemos que acomodar las reglas un poco. Tenemos que acomodarlo. Una vez que vea que somos los mejores compañeros posibles para su organización… bueno… —Botelli abrió sus manos.
—No hay mucho honor si decide tomar ventaja de la situación y eliminar la competencia.
—Paisan, tienes una mente sospechosa —se rió Botelli, contento—. ¡Relájate! Sánchez quiere casarse con Gina. Pronto será familia. Naturalmente va a revisar nuestra operación. Y quiere revisar lo suyo. Pero esta noche… Esta noche celebramos un matrimonio entre dos familias con buen vino y buena comida y buenos amigos.
Sonaba como un anuncio del Jardín de los Olivos. Harry trató de evitar mostrar su cinismo, pero no debió ser enteramente exitoso porque Botelli le dijo—: Los Mexicanos ya se apoderaron de las líneas de suministro de la ciudad -o en otras palabras, el maldito oeste de Estados Unidos-. Nuestras viejas conexiones se perdieron. En la cárcel o muertos. Necesitamos negociar nuevos tratos rápido. Es así de simple.
Harry permaneció quieto. Era su información, desde adentro de los negocios Botelli, la que había determinado el destino de algunas de esas conexiones. En otras, la persecución sin tregua de Sánchez por el imperio se podía tomar el crédito. Y ahora Sánchez se estaba posicionando a sí mismo para su caída, el golpe maestro de Harry.
Botelli miro su Rolex, frunciendo el ceño.
Uno de los guardaespaldas de pie en la puerta de entrada los llamó. —¡Jefe, llegaron los Mexicanos!
Botelli agarró a una de las camareras, mientas la chica pasaba rápidamente, haciendo que casi dejará caer su bandeja.
—Tú, rubiecita manda una sirvienta arriba para decirle a mi hermana que nuestros huéspedes llegaron. —A pesar de todas sus palabras de confianza con Harry, la voz de Botelli revelaba su tensión. La camarera uniformada, asistió secamente, alejándose.
Botelli regresó su atención brevemente hacia Harry. —No te preocupes por Gina. Yo me encargo de mi hermana. Tú solo asegúrate que mantenga sus manos alejadas de ti o Sánchez te cortará las manos o quizá otra cosa.
—Entiendo.
Excepto que era más fácil de decir que hacer. Gina tenía el autocontrol de un Pomerania en celo.
—¿Capisce? —dijo Botelli agudamente, como si Harry no le hubiera respondido.
—Sí, lo entiendo. Me mantendré alejado de ella.
Botelli asintió una vez, rápido, aparentemente satisfecho. Haeet permaneció en silencio y siguió al otro hombre a través de las amplias puertas hacia afuera. Pensó que Botelli se veía extrañamente nervioso mientras se posicionaba con sus tenientes en la parte más alta de las escaleras.
Moviéndose hacia adelante para pararse a la izquierda de Botelli, Harry miró el rostro impasible de Bruno, el guardaespaldas personal del jefe de la mafia. Harry siempre había querido saber cuál era la posición de Bruno con respecto a él porque interponerse entre Bruno y el objeto de su interés podría ser perjudicial para su salud.
A la derecha de Botelli estaba Michelangelo Rizzi, el sub-jefe de Botelli, segundo en mando solo para Botelli. Era un descendiente siciliano -como nunca se cansaba de repetirlo- alto, de ojos azules, rubio, apuesto, vanidoso, ambicioso y más escurridizo que una anguila en aceite. La mirada de Michelangelo se deslizó hasta Harry y sonrió. Harry le respondió con una sonrisa fría. Michelangelo no lo quería, resentía el interés de Botelli en el joven, y ambos lo sabían.
Inadvertidamente, Harry tocó la pistola debajo de su brazo. A diferencia de sus compañeros contratados que gustaban de los sigilosos calibres 22 él prefería el enorme bang de su Walter P99 favorita, con su nariz respingona compacta con una culata que encajaba bien y fácil en su delgada mano.
Además de la Walter, usaba un cuchillo de doble filo en sus Kenneth Coles. A pesar de sus atuendos de fiesta, los hombres de pie a su lado estaban igualmente armados, como sin duda lo estaban los de la limusina.
El corazón de Harry latió más rápido. Había pasado dieciocho meses encantando, manipulando y engañando hasta meterse en la guarida de los ladrones, narcotraficantes y asesinos de Botelli. Cuando había iniciado el trabajo de encubierto, nadie podía predecir la alianza entre el infame traficante mexicano, Don Jesús Sánchez y Ricco Botelli, el rey reinante de la distribución de cocaína en la costa oeste. De hecho, cuando los primeros rumores se habían extendido entre los hombres de Botelli, se había escuchado demasiado bueno para ser cierto. Pero aquí estaba, desenvolviéndose frente a sus ojos: el comienzo de la más grande redada de drogas en la historia. Un largo sedan azul oscuro, con ventanas polarizadas brillo perezosamente en el camino circular de entrada, deteniéndose justo afuera de la entrada principal. En un par de movimientos el experto conductor aparcó el coche para bloquear y prevenir que cualquier otro vehículo se colocara a su lado.
Las puertas de la limusina se abrieron, y varios hombres de rostros marcados y rudos, usando inmaculados trajes oscuros y expresiones de piedra detrás de las gafas de sol, se pararon en el camino. El hombre junto a Harry se removió inquieto levemente, enderezando los hombros. El grupo de Mexicanos se ubico en sus posiciones, reconociendo silenciosamente a Botelli y los tenientes que lo rodeaban.
Otro hombre, este en un esmoquin, desembarcó de la parte posterior de la limusina.
El hombre alto, recto, miró a sus soldados sin expresión alguna y luego giró su extraña mirada clara hacia la facción de Botelli. Harry hubiera sabido que ese era Don Sánchez solo por el aura de poder que el hombre exudaba. El jefe Mexicano tenía cuarenta y cinco, constitución fuerte y mandíbula cuadrada. Sus ojos eran de un extraño color café claro, casi ámbar. Ojos de Tigre, pensó Harry. A diferencia de Botelli, que gustaba del brillo, Sánchez estaba vestido en un simple traje negro, casi severo. Nada de anillos, nada de llamativos gemelos o tachuelas en las camisas, nada más que un simple broche brillando como una pequeña estrella capturada en la exquisitamente confeccionada solapa.
Mirando al alrededor, Harry memorizó la imagen de las posiciones de los soldados de Botelli en relación a los de Sánchez. Parecían estar en igualdad. Giró hacia la limusina a tiempo para ver a otro hombre bajándose del vehículo y enderezándose, apagando la llamada del teléfono móvil que lo había retrasado.
El pavimento pareció tambalearse bajo los pies de Harry mientras miraba los celestes ojos familiares. De ninguna maldita forma. El corazón se le subió a la garganta. Parpadeó. Arriesgó otra mirada. Ojos tan ricos como el expreso se encontraron con los suyos, y se ampliaron en igual horror.
¡El Alto, Oscuro y Apuesto del Club Madrone era uno de los tenientes de Don Sánchez!
Le tomó un momento a Harry absolverlo, como una golpiza. Sin embargo se recuperó rápidamente. Ninguno, él o el hombre de Don Sánchez estaba en la posición para traicionar al otro.
El teniente de Sánchez lo miraba fijamente, los ojos entrecerrados, con una torcida media sonrisa en los sensuales labios, y la memoria de esa sexy y hambrienta boca sobre su cuerpo, en torno su rostro en llamas. Miró fijamente a través del otro hombre como si fuera invisible.
Harry se forzó a sí mismo a no mostrar nada ante la vista de la alta, delgada y elegante figura caminando junto a Sánchez hacia las escaleras. Usaba una funda al hombro tan perfectamente hecha que, a duras penas, interrumpía el corte de su esmoquin clásico. Botas Botella y reloj Movado; no era un secreto que Sánchez pagaba bien. El hombre exudaba un aire de confianza, una genuina presencia. Fácilmente podía haber pasado por el verdadero hombre de posición e importancia en medio de esos rufianes.
El extraño se inclinó y murmuró algo en el oído de Sánchez.
Este se rió, increíblemente tornándose menos atractivo. Y su teniente se rió por lo bajo, esa risa profunda y aterciopelada que Harry recordaba demasiado bien.
Envío un escalofrío de memorias placenteras a lo largo de su columna.
Los hombres de Sánchez se organizaron a su alrededor mientras subían las escaleras. Los propios hombres de Botelli se tensaron a su alrededor, preparándose a sí mismos. Botelli sonreía ampliamente, pero Harry podía ver una gota de sudor corriendo por su nuca.
Volvió a mirar el teniente de Sánchez encontrándose con su quemante mirada.
Forzó una risa prepotente en su rostro. Los ojos del otro hombre chispearon y desvió la mirada y Harry se relajó un poco, forzando su atención de regreso al trabajo.
Botelli había arreglado el encuentro para tener la ventaja de estar de pie en un nivel superior, con Sánchez y sus hombres en las escaleras más bajas, pero Sánchez y sus hombres solo siguieron marchando en las escaleras, forzándolos a retroceder unos cuantos pasos, y entonces unos pocos más, hasta que todos estuvieron en el interior del vestíbulo de mármol.
—Don Jesús —Botelli plantó los pies y levantó una regordeta mano en forma de saludo—. Honra mi hogar. —Sus ojos negros recorrieron brevemente los tenientes de Sánchez.
—Caballeros.
Sin sonreír, Sánchez acepto el apretón de manos. —Ricco. He estado esperando este día. —Señaló con la cabeza hacia el alto y apuesto hombre a su lado—. Mi segundo al mando, William Ortega. Ortega. William Ortega. ¿Por qué no estaba en ninguno de los archivos que Harry había visto sobre la organización de Sánchez?
Botelli inclinó la cabeza educadamente, pero no hizo ningún intento para darle la mano. Hizo un gesto hacia su segundo. —Michelangelo Rizzi.
Los dos tenientes se midieron en uno al otro con rostros impasibles.
La leonada mirada de Sánchez se movió detrás de Botelli y su sequito hasta el personal del servicio escabulléndose por el fondo. Abruptamente dijo—: ¿Dónde está Gina? —Un toque de color subió a su rostro—. Estoy… deseoso de ver a mi futura esposa.
Más bien estaba ansioso, y abruptamente Harry supo que Botelli en verdad tenía algo de ventaja. Sánchez en verdad quería a Gina, independiente de lo que este matrimonio significara para Botelli, era real para Sánchez.
Y Botelli también lo sabía. Hizo pasar a sus invitados al interior, diciendo con suavidad, en lo que Harry siempre pensó era su voz aceitosa de serpiente vendedora, —Gina se nos unirá dentro de poco, Don Jesús. Ya conoces a las mujeres. Y esta es una velada muy especial para Gina. Quiere verse hermosa.
Sánchez murmuró —me gustan mucho las cosas hermosas.
Botelli llamó para que un mesero se aproximara, y Sánchez acepto una copa de champaña. Sus hombres permanecieron silenciosos cerca, rehusándose a siquiera aceptar la oferta, mientras que los hombres de Botelli aceptaron la champaña con el aire de hombres marcando una pauta. Harry tomó una copa e hizo un esfuerzo para no mirar en  dirección de William.
Probando su champaña, Sánchez sonrió -por sus propios pensamientos- y Harry pensó que ese pequeño destello de blanco era más escalofriante que la mirada fija de un tigre. Discretamente estudio el rostro marcado, nogal oscuro del hombre, la nariz rota evidentemente más de una vez. Su cara tenía la elegancia de una vida de violencia. El rostro brutal de un hombre brutal.
Harry arriesgó un vistazo hacia William. El hombre lo estaba mirando sin expresión alguna. Harry le devolvió la mirada como piedra. Tenía que ser bueno leyendo las personas para mantenerse vivo. Y aun así, ni en un millón de años hubiera dicho que William era un asesino o un narcotraficante. A pesar del sexo duro y actitud dominante, había mostrado… Gentileza. Casi había sido amoroso. Había leído a Harry como a un cuento de cuna, entendió cada pequeño secreto, deseo y ansia… Y se los ofreció generosamente.
Harry tragó un buchado de champaña. Podría haber sido ácido de batería para lo que le importó.
Notas de música clásica flotaron a través de las puertas abiertas que llevaban al salón de baile. Los invitados estaban llegando, una línea de autos costosos arribando por el camino principal, conductores escondidos e invitados vestidos a la última moda entrando en la mansión, sonriendo agradable y vagamente a su anfitrión, aunque probablemente la mayoría de ellos no distinguirían a Botelli de Adam. Botelli los ignoró, su atención fija en el invitado de honor, quien daba sorbos a la champaña y miraba a su alrededor al elegante salón como haciendo inventario.
Risas y voces altas resonaron en el suelo de mármol y los techos abovedados. Incluso el grupo de Sánchez giró algunos de sus rostros poco sonrientes para ver a las recién llegadas. Harry reconoció a varias de las malcriadas y descerebradas amiguitas de Gina en la oleada más reciente de recién llegados.
Botelli seleccionó un canapé de uno de los camareros, se lo metió en la boca, hablando a través de los mordiscos. —Don Jesús, creo que tenemos algo de tiempo para hablar un poco de los negocios antes que mi hermana se nos una. —Señaló hacia el corredor con una alfombra Aubusson donde se localizaba su estudio—. Podemos…
Sin mucho más que un vistazo hacia Botelli, Sánchez rompió el hechizo de agradables congenialidades, levantando la mano y chasqueando los dedos. El sonido seco cortó a través de la música, las ligeras conversaciones de los invitados, y la voz de Botelli.
—William. —Sánchez habló con una cortesía casual que fue aterradora por su tono.
Aunque William no hizo más que girar su vista hacia Botelli, Harrt tuvo la impresión de algo ágil y peligroso acechando a su presa.
—Sr. Botelli —dijo en esa voz sensual y baja como miel. Qué bien Harry recordaba esa encantadora entonación: no un acento como tal, pero exótico al mismo tiempo. Los ojos de William se movieron desdeñosamente sobre los hombres de Botelli, claramente descartándolos a todos: Bruno, Michelangelo… Pero cuando su mirada llegó a Harry, la dejo vagar burlonamente—. Caballeros —dijo, y la burla en esa sola palabra la convirtió en un insulto. Botelli no se veía muy contento cuando William continuo— quizá recuerden que hablamos antes, ¿Sr. Botelli? Específicamente, en su última reunión con Don Sánchez
—Uh, cierto —dijo Botelli. Le lanzó una mirada incomoda a Sánchez.
Sánchez dijo—: William conoce mis deseos. Habla por mí en todas las cosas. Esa parece ser una vida interesante para Gina, pensó Harry, ácidamente mientras Botelli parpadeaba sin entender.
William volvió a sonreír, pero la sonrisa no llegó hasta sus ojos. —Esta noche, todos los asuntos de negocios pasan por mí, Sr. Botelli. Le haré saber sus deseos a Don Sánchez, y cualquier acción en el futuro dependerá de lo que piense Don Sánchez en ese momento. —Se detuvo para crear un efecto, luego excusó las demandas de su jefe ofreciéndole a Botelli una explicación— después de todo, esta noche la mente de Don Sánchez esta en asuntos… más personales. Y así es como lo desea. ¿Cierto?
Había un filo más duro en la voz de William en comparación con la noche pasada, pero debajo del tono cortante todavía quedaba algo de ese toque musical. Agitaba a Harry, lo molestaba en manera que prefería no analizar.
—Por supuesto, Señor Ortega. —La sonrisa de Botelli estaba congelada en sus labios, pero miro directamente a Sánchez a los ojos cuando respondió. —Él es un huésped de honor en mi casa. El huésped de honor. Y estoy feliz de conceder cualquier petición razonable que cualquier invitado me pida.
A duras penas Harry noto el énfasis en la palabra razonable. Los guardaespaldas de ambos lados se tensaron, las manos moviéndose sospechosamente para desabotonar chaquetas, esperando. Las manos de Harry estaban relajadas, listas a sus costados, su chaqueta abierta. Escogió su blanco: William. Sería un placer dispararle al hijo de perra.
Mientras observaba, William le lanzo una mirada a su jefe. Sánchez tenía una extraña sonrisa en la cara.
Fue un momento largo y tenso. El silencio entre las facciones no podía ser llenado por la música o los murmullos de risa de los incautos fiesteros.
Luego Sánchez dijo sonriendo —trataré de no solicitar nada demasiado irrazonable, amigo.
Botelli sonrío ampliamente ante la concesión a su ego, y solo así la situación había terminado. Todos sonreían otra vez, o al menos sin tanto ceño.
Harry se relajó un poco. Pero luego, se asustó un poco cuando Don Sánchez tomó el aliento abruptamente.
Gina apareció en lo alto de las escaleras, alta y voluptuosa en un vestido de seda negra que parecía algo que Sofía Loren hubiera usado en su época. Con un inesperado sentido de coordinación, bajo despacio la larga escalera curva, de una forma lenta y sensual que tenía a todos los hombres del lugar mirándola. Gina tenía el cuerpo para manejar ese tipo de glamour antiguo: pechos amplios y firmes, cintura pequeña y lujuriosas caderas. Su largo cabello negro flotaba alrededor de sus hombros en olas que enmarcaban su hermoso rostro, acentuando sus ojos endrinos.
Con los ojos grandes de entusiasmo que Harry solo podía atribuir a su deseo de ver la piedra de compromiso que Sanchez le había comprado, o quizá de las pocas líneas de coca que sabía esnifaba cuando se sentía estresada. Probablemente andaría estresada a tiempo completo una vez que fuera Doña Sánchez, pero ese no era su problema. Las personas tomaban decisiones y tenían que vivir con las consecuencias. Él vivía con ellas en este momento.
—¡Aquí esta! —Había orgullo genuino en la voz de Botelli—. Don Jesús, aquí está su deslumbrante prometida.
Su expresión contenía a mezcla de excitación y avaricia de siempre cuando pensaba en la unión de su imperio con el de Don Sánchez a través del matrimonio. Quizá Botelli si amara a su hermana a su manera, pero esa mirada le decía a Harry que estaba dispuesto a vender a su hermanita por treinta monedas de plata.
Y el hecho era que Gina, estaba deseosa de venderse a sí misma por la promesa de lujos y riquezas ilimitadas.
Al final de las escaleras se detuvo, haciendo un mohín con sus labios color vino. —E… ¿Puedo tomar tu brazo?
Harry se tensó mientras una oleada de asombro recorrió el grupo de hombres. ¿A qué mierda estaba jugando? Iba a hacer que los mataran a ambos. Gina encontró sus ojos desafiantemente, una mirada temeraria en sus ojos.
Por un punzante momento un Botelli de rostro molesto encontró la mirada de Harry, luego se volvió a recibir a su hermana el mismo.
Harry no hizo mucha más que mirarlos. Después de unos pocos segundos, arriesgó un vistazo hacía Sánchez. Miraba con ojos líquidos como se acercaba Gina en el brazo de Botelli, o más exactamente, miraba sus parcialmente expuestos, vibrantes senos y justo a su lado, William miraba a Harry con, francamente, bastante fascinación.
Maldito. Y maldita Gina, que no tenía ni los instintos de supervivencia de un lemming.
Botelli se zafó del brazo de su hermana y se la paso a Sánchez. Y Gina sacó sus modales de fiesta y su mejor sonrisa, ofreciendo su mano. — Jesús —murmuró.
Y aunque parezca asombroso, Don Sánchez tomó su mano y la besó. Gina parpadeó de sorpresa, tambaleándose en sus altos tacones, y siguió parpadeando bajo sus pestañas postizas.
La atención de Harry se movió hacia William, quien maniobró para acercársele. En una voz para solo los oídos de Harry, murmuró: —No creo que nos hayan presentado formalmente.
—Edward Contadino —saludó Harry.
—Muy musical —comentó William—. ¿Y qué es exactamente lo que haces por aquí, Edward?
Tantas posibles respuestas. Pero Harry no podía darse el lujo de atraer más atención sobre sí mismo en esa velada. Respondió cortante. —Lo que sea que sea necesario.
El tono de William al contestar fue levemente burlón. —Debes ser indispensable. La Señorita Botelli parece pensarlo.
Harry giró la cabeza para darle una mirada asesina, pero William ya se estaba alejando, siguiendo los otros hacía el salón de baile, detrás de Sánchez y Gina.
Harry se tomó unos momentos para recobrar la compostura. Perder la concentración sería estúpido. Pero entre Gina y William, esta iba a ser una noche muy larga.
Por la puerta del salón de baile podía ver al segundo al mando de Sánchez charlando con una de las amiguitas de Gina, una deslumbrante mujer rubia en un apretado vestido rojo.
Harry cuadró los hombros y se unió a la fiesta.
El champaña estaba muy bueno. Chispeante y seco y apropiadamente frío aunque Harry en verdad solo pretendía beber. Le gustaba la manera en que las pequeñas burbujas cosquilleaban en su boca, aunque con una leve quemazón, como la lengua de un amante.
Había pasado tres horas en apariencia vigilando a Gina alrededor del repleto salón, quedándose lo suficientemente cerca para que su hermano estuviera feliz con su protección, pero aún así a un brazo de distancia. Su verdadero blanco por la noche debía ser Don Sánchez, pero era muy cuidadoso en cuanta atención le prestaba al señor de la droga. Desafortunadamente, Gina lo había localizado en el radar de Sánchez, el último lugar en el que quería estar. Podía sentir esa leonada y estrecha mirada siguiéndolo. Se aseguró de permanecer en la retaguardia el resto de la velada, tomando pequeños sorbos de champaña, vigilando silenciosamente a todos.
Por supuesto, parte de vigilar a todos y eso, significaba ver a William Ortega hablando y coqueteando con las mujeres del repleto salón. Las mujeres se estaban volviendo locas. Ya había visto al menos dos notas siendo deslizadas en el bolsillo del sub-jefe, y de ellas por la esposa del juez local. Parecía que la justicia era verdaderamente ciega. William las había aceptada todas con una sonrisa ardiente y un guiño juvenil. Las sofisticadas mujeres se reían como estudiantes mientras hábilmente se las zafaba. Por alguna razón ilógica, las zafadas molestaban más a Harry que si el hombre hubiera tomado ventaja de lo que se le ofrecía. Pero entonces quizá tomaría ventaja. Solo porque no arrastraba estas tontas enseguida arriba a las escaleras en el minuto en se ofrecían, no significaba que no aceptaría una oferta o dos más tarde cuando estuviera fuera de servicio.
Mirando a su alrededor, de frente con esmóquines negros y vestidos llenos de joyas coloridas, Harry localizó a Gina en el centro del grupo de sus amigas boquiabiertas, balanceando su recientemente adquirido diamante de compromiso debajo de sus quirúrgicamente arregladas narices. La piedra cubría un segmento entero del hueso en su dedo, un diamante cortado rectangularmente como una esmeralda tan grande que parecía falso. Las amigas de Gina hacia “oohh” y “aahh”, mientras Gina pretendía levantar su mano como si estuviera determinada a mostrar que tan pesada era la piedra y cuanto podía conseguir vendiéndola.
Harry soltó una risa dentro de su bebida. Ella estaba bien. Podía tomar un recorrido por el patio y tomar algo de aire fresco.
Giró y casi choca con una mujer demasiado cerca de él. La mano de su compañero se estiró y agarró su vaso antes que pudiera verter su contenido en la larga y semi desnuda espalda. En vez de eso, el alcohol terminó en la parte anterior de su pantalón.
—¡Mierda! —jadeó Harry ante el líquido frío mojando su ropa. Un rostro ofendido, y en exceso maquillado se giro en su dirección—. Lo siento, Sra. Ross —se disculpó rápidamente ante la asombrada esposa del juez—. Por favor perdóneme. No estaba mirando por donde iba. —Trató de desarmar su mirada de hielo con su mejor sonrisa contrita de niño. La Sra. Ross lo miró detenidamente y luego se rió.
Harry miró a su acompañante. William Ortega sostenía el vaso vacío de Harry, el cual inclinó en un brindis burlón, aunque si estaba dirigido a Harry o a la Sra. Ross, no estaba claro. Le pasó la copa a un camarero que esperaba y tomo una nueva para sí mismo.
—Deberías ser más cuidadoso —le informó severamente la Sra. Ross a Harry.
—Debería —accedió William, estudiando a Harry con seudogravedad.
—Todos podríamos ser un poco más cuidadosos —regresó Harry.
Los ojos de William chispearon. —Es cierto —dijo. Para la Sra. Ross, agregó suavemente— de hecho, creo que debo hablar con el Sr. Contadino sobre algunas de las medidas de seguridad de esta tarde.
—Oh, ¿Pero seguramente…? —La Sra. Ross protestó, su expresión absurdamente alicaída.
Sin embargo, William ya había colocado su mano libre sobre el hombro de Harry, haciendo excusas con la mujer y alejándolo del lugar.
O tratando. Tan pronto como estuvieron a salvo lejos de las garras de la Sra. Ross, Harry trató de alejarse del agarre de William. La mano de William se tornó más firme.
Harry le dijo cortante. —¿Te importa?
William elevó una de sus elegantes cejas. —Pensé que te gustaba la aproximación por las manos.
Harry dejo de caminar. —Si no quieres una muñeca rota, quítame la mano del hombro.
La mano en su hombro se relajo, deslizándose por su hombro y levemente por su bíceps. Harry sintió el toque tan agudamente como si estuviera acariciando su piel desnuda. —Lo siento. —William tomó un sorbo de su vaso casi lleno, sin esconder su sonrisa completamente—. Casi lo olvide. No eres del tipo sentimental, cierto, Edward. ¿O prefieres que te llamen E?
—Preferiría que no me hablaras de nada que no esté relacionado con los negocios.
Harry sonrió poco sincero, levantando la voz como si él y William estuvieran teniendo una conversación casual—. Ahora, di lo que tengas que decir antes que deba ir a cambiarme la ropa.
Las cejas de William se elevaron. —Y aquí estaba yo pensando que te había rescatado.
—¿Tirándome la bebida en los pantalones? Vaya. ¿Pensaste que mi pene se estaba incendiando?
William casi se ahoga en su champaña.
Harry levantó la mano saludando a Gina, ignorando su gesto de que se uniera a ella y sus amigas.
William, habiéndose recuperado de su risa, pretendió pensar en su propia pregunta. —Hmm. Y que yo prefiero gatito, creo que usare el apodo de la Señorita Gina. —Volvió a mirar a Harry con esa media risa torcida y sardónica una vez más—. E puede referirse a tantas cosas, ¿No lo crees?
—Seguro —respondió Harry—. Piérdete. Fuera de mi vista. Gorila. Maldito seas. Tantas palabras y tan poco tiempo. ¿Y cómo te llamaré? ¿Un limpia traseros? ¿B por bastardo? ¿C por…? —sonrío, se rió demasiado fuerte, y golpeó el hombro de William, sacudiendo su bebida.
Sin embargo parecía listo para él, y Harry no tuvo éxito en hacer que se regara su champaña encima.
William, para nada desanimado con la lucha improvisada y por lo bajo, continuó con la charada de una conversación amena para los mirones. —Tiraste mi tarjeta —dijo apesadumbradamente—. No pudiste llamarme.
—Sí. Eso es lo mejor de todo esto.
William lo estudió, su mirada especulativa a pesar de su sonrisa.
—Lo que me deja preguntándome… ¿Qué fue exactamente lo que te llevo al Club Madrone anoche, Contadino?
El corazón de Harry golpeó con fuerza contra sus costillas por la alarma. —¿En serio? Si alguien debería saberlo, ese debes ser tú.
—Sí —dijo William con suavidad—. ¿Pero por qué estabas en la oficina privada? ¿Y por qué rompiste mi tarjeta?
Harry habló arrastrando las palabras. —¿Alguna vez escuchaste sobre los revolcones de una sola noche? No me digas que todo el mundo se enamora de ti a la primera jodida. —Era difícil de decir bajo esa luz, pero pensó que había un tinte de rojo en el rostro de William. Presionó con su ventaja. —Yo también podría preguntar qué hacías en la oficina privada.
—Te seguía.
Harry trató de pensar. Incluso si William lo hubiera seguido desde abajo, todo lo que pudo haber visto fue a Harry merodeando, y el tipo era lo suficientemente egocéntrico para pensar que Harry lo estaba buscando.
Le dijo fríamente. —Parece lo que llamamos un empate.
—Y que me retire es lo que preferirías que hiciera. ¿No?
—Tan lejos como sea posible.
William se rió por lo bajo. Sus ojos se movieron más allá de Harry, y sonrío asistiendo a alguna persona. Luego su mirada volvió a hacer sobre Harry.
—Muy bien. Accederemos a olvidar nuestro previo… encuentro.
Espero para la afirmación de Harry.
Este asistió secamente.
Y con una excusa murmurada, William se alejo.
Sorprendido, Harry giró para ver sus amplios hombros moverse a través de la multitud de gente. Mientras William llegó a un semicírculo de sonrientes empresarios, golpeó a uno de los hombres en el hombro como si fueran viejos amigos.
Interesante. ¿Cómo era que el segundo al mando de un jefe de drogas Mexicano estaba en aparentemente buenos términos con un vinicultor del Valle de Sonoma?
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Hola, muchas gracias por leer esto.
Perdonen por el tiempo.
Saludos:)
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Mensaje por ElectricBlue13 Jue 10 Abr 2014, 9:51 pm

Con tantas adaptaciones no es de extrañar que tengas problemas con el tiempo,asi que no te preocupes :3
Al principio.del cap no entendia nada y despues me di cuenta que harry estaba incubierto :B
Me cae mal Gina,gina es nombre de pelirroja,igual no es por eso que me cae mal ah
Espero que la sigas liz,besos
ElectricBlue13
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Mensaje por Invitado Jue 17 Abr 2014, 4:58 am

Esa fue una coincidencia demasiado desafortunada. Bah obvio que no, pero Harry, por ahora cree que si. JAJAJ
Esa Gina infumable le va a traer problemas por ser tan estúpida :S
"Escogió su blanco: William. Sería un placer dispararle al hijo de perra." JAJAJAJ ya quisiera. 
Seguila pronto por favor! bye ♥
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Mensaje por Mra. De Horan Jue 17 Abr 2014, 10:06 am

Se quieren pero no lo admiten se quieren pero no lo admiten*la escribi cantando*
Ademas se desean *cara picara* aunque ya lo han hecho,pero quieren mas!!!!! *hemorragia nasal*
Continuala!!!
Mra. De Horan
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Mensaje por Invitado Lun 05 Mayo 2014, 10:42 pm

ElectricBlue13 escribió:Con tantas adaptaciones no es de extrañar que tengas problemas con el tiempo,asi que no te preocupes :3
Al principio.del cap no entendia nada y despues me di cuenta que harry estaba incubierto :B
Me cae mal Gina,gina es nombre de pelirroja,igual no es por eso que me cae mal ah
Espero que la sigas liz,besos
Oh, soy tonta para estas cosas.
Ahhh, Edward *.*
La sigooo
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