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La promesa del corazón roto - Larry Stylinson blind!Harry AU (3/??) 29/01 Empty La promesa del corazón roto - Larry Stylinson blind!Harry AU (3/??) 29/01

Mensaje por liliumpumilum Sáb 18 Ene 2014, 7:08 am


Nombre: La promesa del corazón roto
Autor: Liliumpumilum
Adaptación: NO
Género: Romance, Angst
Advertencias: Actualizaciones cada 2 semanas apróx. 
Smut a partir del cuarto/quinto capítulo
Otras páginas: tumblr


La promesa del corazón roto - Larry Stylinson blind!Harry AU (3/??) 29/01 Tumblr_inline_mxd926SSSe1rvpw39
créditos de la portada

Sinopsis: Harry puede ver con los ojos rotos y Louis tiene el corazón ciego de dolor, y a veces sí puedes enamorarte de dos personas, y otras, en el fondo, sólo amas a una.
Louis no tiene más en la vida que un trabajo horrible, una familia ausente, una amiga que no llama, un exnovio en París y una absurda promesa de año nuevo. Un día, de golpe, lo tiene a Harry, y quiere aferrarse a él, pero teme que podría romperlo.
Parejas: Zouis/Lourry.


Última edición por liliumpumilum el Miér 29 Ene 2014, 2:04 am, editado 2 veces
liliumpumilum
liliumpumilum


http://liliumpumilum.tumblr.com

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La promesa del corazón roto - Larry Stylinson blind!Harry AU (3/??) 29/01 Empty Capítulo 1: Too young to hold on

Mensaje por liliumpumilum Sáb 18 Ene 2014, 7:13 am

capítulo 1: too young to hold on

Louis miró alrededor. A izquierda y derecha el teatro se repetía como si él estuviera sentado en el filo del cristal de un espejo. No sólo la distribución de butacas, palcos, alfombra, era simétrica. También los rostros, la ropa, las poses.

Hombres viejos, sin ganas de disimular las entradas o las canas. Sacos oscuros, negros, grises y marrones, demasiado pesados para ser cómodos. Las mujeres con vestidos negros y bufandas, pañuelos, de colores pálidos. Los zapatos de unos y de otros negros y lustrados y en todos los rostros la misma expresión seria y orgullosa. Había demasiado amor propio per cápita en ese lugar, Louis podía olerlo.

Dylan se apareció a su lado justo a tiempo para interrumpirlo de salir corriendo. Los pensamientos amargos y los comentarios sarcásticos sobre cada persona sentada a un radio de diez sillas de él, se interrumpieron de golpe, aunque sea por un momento.

Era guapo, su foto de perfil no había sido mentirosa. Vestía el mismo saco oscuro y zapatos estileto que el 80% del salón, pero a él le quedaban bien. Sus ojos marrones lo recorrieron de arriba a abajo no muy sutilmente cuando Louis se puso de pie a saludarlo y sonrisitas de por medio intercambiaron cumplidos.

Ocuparon los asientos reservados y continuaron la conversación susurrándose al oído, aunque no era realmente necesario porque el espectáculo aún no había empezado. Louis no hablaba demasiado, pero cuando lo hacía se aseguraba de acercar mucho la boca a su oído, de mezclar halagos con cualquiera fuera la estupidez pretenciosa que se había acercado a decir. Su meta en lo que quedaba de esa cita era lograr que Dylan lo deseara tanto que apenas llegaran a su casa le mostrara la cama y ¡bam! Fuegos artificiales. Con suerte, después de un orgasmo se callaría un poco, aunque sea.

Esto debía ser alguna clase de moraleja que le estaba dando el destino: si eliges tus citas de acuerdo a las apariencias vas a terminar diciendo que sí a pasar la noche del viernes viendo a una orquesta tocar Tchaikovsky.

¿Quién mierda es Tchaikovsky de todas formas? ¿Cómo putas se pronuncia su nombre?

Intentó concentrarse en que Dylan se veía bien, en que no llevaba corbata así que desnudarlo sería rápido y en que olía como si su tarea en el mundo fuera darle una erección. Con todo y eso era realmente trabajoso contenerse de poner los ojos en blanco cada vez que mencionaba que conocía al director, que le había dicho que era una lástima que se haya quebrado la muñeca porque le encantaría tocar con él.

—Solía tocar, ¿sabías? Pero por un accidente, no pude seguir —Sí, Louis sabía. Se lo había dicho unas tres veces en la sala de chat y otras dos desde que se habían encontrado—. No es que fuera una promesa del violín, pero…

Louis le sonrió, sin saber bien que decir, porque apenas podía pensar en otra cosa que en el ego de su cita, que le llegaba a la coronilla. Por suerte, el movimiento en el escenario interrumpió la conversación.

Los violines y chelos primero ocuparon sus asientos al frente y después todos los demás instrumentos que Louis no sabía cómo se llamaban. Flautas, flautas con botones, flautas con tubo, flautas con boca ancha, etc.

—Va a gustarte —le susurró Dylan al oído—, son obras conocidas. Seguro las escuchaste en películas.

Louis esperó a que vuelva la vista al frente para poner los ojos en blanco e imitar burlonamente su pedante expresión de soy-mejor-que-tú-porque-escucho-música-clásica. Después mientras aplaudía junto a los demás al director que entraba en escena (“Lo conozco, ¿te lo dije? Estudiábamos violín juntos”), se obligó a repasar mentalmente las razones por las que quería acostarse con él. No estaba demasiado convencido, pero sí lo suficiente para preferir quedarse allí a inventar alguna excusa y hacer lo que se supone que debe hacerse un viernes por la noche: embriagarte en tu casa y navegar grindr hasta encontrar algún soltero disponible.

La música no estaba mal, en serio, pero la gente era simplemente molesta. Louis se preguntó si no se daban cuenta de que estaban haciendo todos exactamente lo mismo: el codo en el brazo del sillón, los dedos reposados en sus labios, y el rostro con una expresión intelectual demasiado cliché para ser cierta. Cada segundo que Dylan pasaba mirando estático el escenario con su perfume caro y sus piernas cruzadas, pero sobre todo con sus dedos apretados contra sus labios, Louis se cuestionaba que tantas ganas tenía realmente de acostarse con él esa noche.

Finalmente optó por dejar de mirarlo, porque iba a terminar olvidando no sólo lo guapo que era, sino también el compromiso asumido en año nuevo de dormir en una cama distinta cada fin de semana, y se dispuso a observar el escenario. Cuando miró al frente, sin embargo, no hubo nada allí adelante tan cautivante como el chico en la esquina, con sus rizos desordenados y sonriendo tontamente mientras con los ojos cerrados movía la cabeza de lado a lado.

Estaba vestido igual que los demás, con saco negro, camisa, corbata; pero en vez de mirar el escenario con seriedad sonreía como si… Como si de hecho lo disfrutara, como si estar allí esa noche lo hiciera feliz. Como si no hubiese lugar en el mundo en el que prefiriera estar un viernes a la noche.

Estaba tan feliz que era contagioso. Debía serlo. Louis sonreía como un idiota, mientras lo miraba.




X




El último número acabó y el salón entero estalló en aplausos. El director hacía llamativos gestos señalando a cada instrumento, y cuando la chica del chelo hizo una leve reverencia Louis no pudo ocultar la sonrisa al verle la etiqueta escondida debajo de su carísimo vestido negro.

Hizo una nota mental de que esa era su persona preferida en la habitación, pero en seguida recordó que estaba en una cita y eso le pareció muy, muy triste. Además estaba también el chico de los primeros asientos, el que prácticamente bailaba en su silla, y decidió convenir que él, la del chelo y Dylan compartían el top tres.

Casi dos minutos después, el aplauso finalmente acabó. A Louis le dolían las palmas. Decidió no pensar en que había aplaudido más esa noche que en el recital de The Fray el año pasado porque era sencillamente patético lo mucho que uno se arrastra para acostarse con alguien.

—Voy a saludar a mi amigo, el director —dijo Dylan, acariciándole peligrosamente la cintura mientras le hablaba al oído. Alrededor de ellos la gente se saludaba como si se conocieran entre todos—, ¿quieres venir?

—No, mejor me quedo aquí —admitió. No tenía el menor interés en presenciar más charlas pedantes, estaba así de cerca de darse por vencido con Dylan, y era demasiado tarde para buscarse un tipo nuevo esa noche. Estaba pensando una excusa, pero finalmente no fue necesario.

—Sí, mejor así —cedió Dylan. El imbécil sonreía, demasiado ignorante de lo trabajoso que le resultaba a Louis no poner los ojos en blanco e irse—. Probablemente te aburrirías.

Louis despegó los labios, debatiéndose qué insulto soltar primero.

—Te estaré esperando —dijo finalmente. Y Dylan por primera vez esa noche besó sus labios.

—Más te vale —le advirtió y lo besó de vuelta—. Te ves muy guapo esta noche, Louis.

Y Louis sonrió, porque la opción era tironearse los cabellos y gritar por ser oh-tan-patético. Dylan se escabulló por una puerta al costado del escenario, y por suerte tenía un trasero muy bonito porque eso ayudó a que Louis no desapareciera esa noche.

Una señora le tocó el hombro, pidiéndole permiso para pasar. Louis debía llevar varios segundos parado allí, en el medio del pasillo, mirando la puertita al lado del escenario y replanteándose su vida entera. Se disculpó cordialmente y se hizo a un lado, pero después de la señora vino otra, y otra, y un viejo también. Era como un arroyo pequeñito pero violento, lo suficiente para empujar a Louis a un lado y dejarlo ahí un poco atontado mirando el torrente de clones abandonando la sala.

Empezó a pasear por el salón, mirando los rebuscados diseños en las paredes y la suciedad pegada a las alfombras. En una de las butacas del frente había una solitaria bufanda abandonada. En otra estaba el chico de rulos con la postura encorvada y una sonrisa ancha cruzándole el rostro mientras miraba la alfombra.

Louis lo miró por lo que se sintió como un segundo y un año al mismo tiempo, intentando descifrarlo. Parecía un ángel o un muñeco de nieve, un hombre amargado o un niño esperanzado. Como si dos mundos hubiesen colapsado el uno sobre el otro y todo lo que era bueno, y lindo, y triste en el mundo, se hubiera personificado en él.

Era tan bonito y de un modo tan único…

Louis miró alrededor, las últimas parejas dejaban el salón. En el escenario, a unos metros de él, un hombre juntaba las partituras, y otro apilaba las sillas. Se dio cuenta entonces de que hacía un buen rato estaba parado como un tonto mirando al angelito de rulos sonreírle a la alfombra. Decidió que era mejor sentarse y dejar de parecer un fenómeno.

—¿Niall? —dijo el chico, levantando la cabeza para buscar el origen del odioso rechinido que había hecho la butaca al sentarse Louis—. ¿Eres tú?

Sus ojos recorrieron el espacio, pasaron por sobre Louis dos o tres veces y nunca se detuvieron en él, como si fuera invisible. Eran verdes y redondos, brillaban de la humedad que le habían dejado unas lágrimas.

Louis levantó la mano en el aire, casi disculpándose. El tipo no lo vio.

—No, soy —dijo, titubeante—, soy Louis.

El chico frunció el ceño. Sus cejas eran filosas y serias, pero sonreía. Sus labios eran tan rosados que parecían pintados.

—Oh —susurró—. Lo siento.

Después sacó del bolsillo del saco unos lentes bien, bien oscuros. Cuando se los puso, a Louis le vino a la mente ese eclipse cuando era niño, en la que la luna desapareció frente a sus ojos, y la noche se apareció de golpe, más negra que de costumbre.

—Pensé que estaba solo —dijo el chico. Sus dedos después de acomodarle los lentes habían decidido distraerse jugando con su corbata—. Ya se han ido todos.

Louis pensó en explicarle que esperaba a alguien, que debería ser él quien se disculpe por sentarse tan cerca sin mediar introducción. En cambio, le dijo:

—¿Eres ciego? —Cerró los ojos de golpe y se dio un instintivo golpe en la frente. Desaprobado en Modales, Tomlinson. Cuando aprenderás.

Cuando abrió los ojos el chico sonreía y en las mejillas se le dibujaban hoyuelos adorables, pero Louis no se sentía tranquilo sin verle los ojos. Tan verdes, tan brillantes.

—Bueno… Sí —admitió—. Apuesto a que tú no.

Louis rio con nerviosismo.

—¿Cómo lo supiste? —bromeó.

—Es el tipo de observación que haría un sí-vidente.

—Sí-vidente —repitió Louis divertido. Harry parecía muy a gusto consigo mismo.

—¿Cómo lo supiste tú?

—No lo supe —admitió Louis, encogiéndose de hombros—, es decir, hasta que te pusiste los lentes.

El tipo en el escenario arrastró varias sillas juntas y el sonido le recordó a Louis que no estaban solos.

—Lo siento, pero, ¿puedo acercarme, …?

—Harry —se presentó rápidamente y le hizo un gesto señalando el asiento vacío a su lado—, por favor.

Cruzó las siete u ocho butacas que lo separaban de él y finalmente se sentó allí. Harry todavía sonreía, como si no supiera hacer otra cosa con los labios. Pensándolo seriamente, había sonreído todo el espectáculo, de distintas formas. A veces no tan intensamente, algunas con ojos cansados y otras con ojos brillantes, a veces al borde de la risa y otras de un modo firme, constante. Pero siempre, al final de cuentas.

Eso debía hacer doler los músculos de la cara, o algo así, pensó Louis.

—Mucho gusto, Harry —dijo, y extendió la mano. Harry por supuesto, ignoró el gesto.

—Mucho gusto, ¿Louis?

—Sí —dijo sorprendido. En seguida recordó que había dicho su propio nombre hacía un momento, cuando Harry lo confundió con otra persona. Nile, o algo así.

—Oh, gracias, por cierto —dijo. La sonrisa se desvaneció un segundo, aunque sólo fuera para cambiar la expresión por una sorprendida. Louis estaba tan sorprendido como él, no tenía idea de qué hablaba—. Por lo de que no notaste… Mi… Umm. Condición.

—¡Oh! Oh… —Louis se rascó la cabeza. No entendía del todo cómo eso era un cumplido, pero no entendía mucho de cómo debía ser ciego en general—. Pero es que no se nota, en serio, y eso que estuve observándote toda la noche.

Harry sonrió orgulloso.

—¿En serio?

Recién entonces se dio cuenta de lo que acababa de decirle. De cómo había sonado.

—No, quise decir… —titubeó. Agradeció que Harry no pudiera verle el color de las mejillas, aunque el tono de su voz lo delataba de por sí. Carraspeó, para sonar más serio—. En verdad odio este tipo de cosas y tú parecías tan entusiasmado que era contagioso. Esta música, sabes, no es mi tipo. Demasiado… Aburrida.

—Ugh, sí, ¡dímelo a mí! —dijo Harry. No parecía un comentario sarcástico—. La primera vez que vine fue en una cita aburrida y por poco no me corto las venas, todo era tan…

—Pedante.

—Sí… —admitió Harry. Louis agradeció por segunda vez que el chico no pudiera ver lo mucho que le miraba los labios, cómo no podía evitar sonreír cada vez que él lo hacía.

Ahora que lo veía de cerca debía admitir que Harry era probablemente el chico más guapo en el edificio y, de vuelta, eso era muy triste (se suponía que tenía una cita, que Dylan debería ser el tipo más guapo en el teatro a sus ojos, por esa noche al menos).

—¿Estabas en una cita hoy? —preguntó Louis, intentando distraerse de sus pensamientos. Adoraría tener alguna especie de botón, algo con lo que apagar esa vocecita de su cabeza que nunca se callaba, que siempre le decía: ¿qué estás haciendo? Desperdiciaba demasiada energía intentando no oírla, no admitir que no tenía la más mínima idea de cómo había llegado a eso su vida ni qué quería hacer con ella ahora.

—No —respondió Harry, frunciendo el ceño—, no eres un buen observador para un sí-vidente que me miró toda la noche.

Louis se rio otra vez. Si-vidente. Era estúpido pero gracioso. Por un momento se olvidó del zumbido en su cabeza. Iba a hacer una broma, iba a decirle “estaba distraído mirando tus rulos y tus hermosos ojos verdes" pero estaba demasiado cerca de la verdad y ese sería el segundo comentario inapropiado que haría en la noche. Además Harry no lo conocía aún, podría asustarlo.

—Vine solo —explicó, encogiéndose de hombros—. Es que esa cita fue poco antes de mi… —titubeó un momento y después con un gesto de sus manos mostró sus lentes, pues no encontraba la palabra— De esto —dijo—, y, no lo sé, los recuerdos… Es… Bonito, ¿sabes?

No, Louis no sabía. No tenía la más mínima idea de lo que ese chico le estaba hablando.

—¿La extrañas? —preguntó, intentando comprender.

—¿A quién?

—A ella. A tu cita.

—¡Ah! Oh… A él —aclaró, frunciendo el ceño como si estuviera genuinamente sorprendido de que Louis no lo hubiese captado antes—. No, no lo extraño. Fue una cosa muy breve, muy tonta. Era uno de esos tipos con los que te acuestas porque no tienes nada mejor qué hacer.

Louis asintió, comprensivo. Dímelo a mí.

—Pedante, soberbio, aburrido. Ni siquiera era tan guapo, pensándolo seriamente.

—¡Quizá sea mi cita! —bromeó Louis. La descripción de Harry le calzaba perfectamente, aunque siendo justos, le calzaba también al 75 % de las personas con las que se había acostado en lo que iba del año.

Harry se rio y Louis ni mordiéndose los labios pudo contener la sonrisa.

—¡Espero que no! —dijo Harry. Sus manos hacía rato habían dejado de jugar nerviosamente con su corbata, y ahora una de ellas buscaba el hombro de Louis en el aire intuitivamente. Él se inclinó suavemente, intentando no delatarse, haciéndole más fácil el trabajo—, honestamente, el sexo no fue muy bueno al fin de cuentas.

—Oh, no digas eso —protestó—, las expectativas de sexo fantástico es lo único que me mantiene aquí.

—Hey…

—Eso y la adorable conversación, Harry —cedió. Harry asintió orgulloso y como si lo recordara de golpe, quitó la mano de su hombro, para volverla sobre su regazo.

Louis subió los pies a la butaca, recostó la cabeza contra el respaldar y se acomodó de modo tal que pudiera observar a Harry y su postura nerviosa y sus labios que ni por un segundo abandonaban la sonrisa.

Era un gesto esperanzador, romántico, positivo, pero tenía una chispa pícara también, como si detrás de sus oscuros lentes además de un par de ojos verdes hubiese una mente llena de pensamientos oscuros. No de los malos oscuros. Harry no podía ser siquiera capaz de pensar en cosas malas.

Los buenos oscuros: saliva, cuerpos, piel, susurros. Sus manos eran grandes y huesudas. Louis realmente no debería estar pensando en las cosas que podría hacer con ellas, ni en el largo de sus dedos, ni en eso de las proporciones del cuerpo que le había contado Zayn el año pasado, en la fiesta de navidad.

Ugh. La fiesta de navidad. Rápido Louis, di algo antes de que la vocecita en tu cabeza empiece a hacer preguntas estúpidas.

—¿Por qué estás aquí entonces? —le preguntó, atropellándose con las palabras—, no lo entiendo. Dijiste que te traía lindos recuerdos.

—Oh, sí… Es que… Es un poco tonto —le advirtió avergonzado, pero no parecía dispuesto a guardarse la historia, por muy tonta que a Louis pudiera parecerle—. Cuando vinimos esa vez, estaba tan aburrido que decidí concentrarme en pequeños detalles, como… ¿Viste la forma en que las varas de los violines suben y bajan al mismo tiempo? ¿Y el apuro con el que todos cambian la hoja de la partitura al mismo tiempo, como desesperadamente intentando hacerlo en un milisegundo? ¿Como si el mundo fuera a acabarse si no lo hacen a tiempo? ¡Y el tipo del platillo! ¿Lo viste esperando la señal? ¿Titubeando con las manos temblándole en el disco para saltar con el gesto justo que le da el director? ¿Lo has visto?

—No —admitió Louis, con cierta pena en la voz. Le gustaría poder compartir eso con Harry, haberlo disfrutado tanto como él—. Estaba demasiado distraído mirando al chico de la primera fila —se disculpó. Harry se sonrosó y Louis agachó la mirada porque se sentía voyerista eso de poder verle el color de las mejillas y que Harry no tuviera idea de que las suyas tenían el mismo tinte.

Harry carraspeó.

—Bueno, yo lo vi. Y lo recuerdo. Y entonces cuando vengo y escucho la música, si me concentro es como si… No es ver, no es lo mismo, pero se parece mucho. Es lo más cerca que puedo llegar.

—Eso es… —dijo Louis, pero no supo que más decir.

No estaba seguro de por qué, pero tenía ganas de llorar. Quizá porque Harry era tan guapo que dolía. O porque era tierno y el alma adorable le salía por los poros, o porque estaba ciego y extrañaba ver pero sonreía con tanta sinceridad que era inspirador.

Harry asintió, sin decir nada él tampoco

La puertita al costado del escenario se abrió y Dylan salió todavía hablando de cosas aburridas con el director. Miró a Louis y le sonrió mientras continuaba la charla y poco a poco se acercaban a ellos.

—Buenas noticias, creo que no es tu cita. No te reconoce, al menos —susurró entre dientes. Harry sonrió.

—Bueno, mi cita parecía del tipo que no recuerda las caras al día siguiente, así que…

Louis apretó los labios para no sonreír. Le tomó bastante trabajo, porque Harry se veía adorable.

—¿Sabes qué? Dylan parece de ese tipo también, así que, nunca se sabe.

—¿Por qué te acuestas con él, entonces? —preguntó Harry, frunciendo el ceño detrás de sus gafas oscuras—, suenas guapo y divertido, apuesto a que puedes apuntar más alto.

—Shh —lo chistó cubriéndose la boca disimuladamente porque Dylan estaba cerca y no quería que lo viera sonriéndole tontamente a un extraño.

—Jarvis, este es Louis —dijo Dylan, señalando en un gesto demasiado estudiado a Louis, que se ponía de pie. Jarvis. Hasta el nombre era pedante. El tipo agachó suavemente la cabeza y le extendió la mano. Harry se puso de pie, seguramente inspirado por el movimiento en la butaca de al lado—, y este es…

—Harry —lo presentó Louis, y le palmeó el hombro suavemente. Harry extendió el brazo a algún lugar en el aire, y fue Jarvis quien tomó su mano primero, presentándose.

Después de presentarse Dylan, le dijo—: Él es el director —refiriéndose a su amigo.

La vocecita en la cabeza de Louis le gritaba la pregunta que se repetía hace meses, pero él suspiró sutilmente e hizo de cuenta que no notaba el desesperado intento de Dylan por parecer importante. Por dejar en claro que conocía personas importantes, como si ser importante fuera una propiedad transitiva y que Harry debería sacarse el sombrero, o los lentes, y hacer una reverencia ante su amigo. Dios prohíba que su ceguera le impidiera ver a su magnífica señoría el director de la orquesta.

Harry simplemente sonrió. Siempre sonreía. Si no fuera tan adorable, sería molesto.

—Debe ser lindo poder apreciar la música sin todas las distracciones —dijo Jarvis—, ¿te gusta Tchaikovsky?

—Oh sí, uno de mis favoritos —mintió Harry.

Louis no podía creer que ni Dylan, ni el director, se dieran cuenta del tono sarcástico en su voz. Quizá realmente no era tan obvio, sino que en esa breve charla hace un momento había aprendido bastantes cosas de Harry. La primera era que seguramente no tenía la más mínima idea de que era Tchaikovsky lo que había escuchado toda la noche. La segunda es que las distracciones eran la parte preferida del espectáculo para él.

O quizá sí, había sido exageradamente obvio, porque después de eso la conversación se apagó de golpe. Louis jugueteaba con sus propios dedos en la espalda, esperando algo. No sabía qué.

—Bueno, tengo que irme —dijo Jarvis.

Después de la breve ronda de abrazos y apretones de manos, Harry se sentó de vuelta en su butaca, y Louis iba a sentarse al lado si no fuera porque Dylan lo abrazó por la cintura y le susurró al oído, en voz bien bajita.

—Deberíamos irnos también, hice reservaciones en un restaurant a unas cuadras.

—¿Vas a llevarme a cenar? —preguntó Louis, extrañamente desilusionado.

—Bueno, sí, no pensarías que iba a dejarte ir tan fácilmente.

Lo que él no pensaría es que esa cita iba a durar ocho horas y que este tipo era tan odiosamente pedante y formal que lo más probable es que tuviera suerte si esa noche acabara con un beso. La peor parte es que para cuando terminara la cena y el romántico paseo a casa, los mejores solteros estarían ocupados en grindr y tendría que resignarse a algún estúpido raro.

A la mierda con Louis y su insistencia en ser recto con sus promesas de año nuevo. A la mierda sus modales, sobre todo. Tenía la perfecta excusa frente a sus ojos, con todo y ceguera y ojos verdes y brillantes, y no lograba sacar la fuerza para decirle a Dylan que tenía que acompañar a Harry a casa, o alguna estupidez por el estilo.

—Sí… Okay —dijo fingiendo una sonrisa. Se volvió a Harry, para despedirse, pero no extendió la mano en el aire esperando eternamente. En cambio le palmeó el hombro, amistosamente—, ¿No quieres que te llevemos? ¿Vives muy lejos?

—No, Louis, no te preocupes. Niall llegará en cualquier momento.

—Sí, bueno, pero lo has esperado treinta minutos —protestó, frunciendo el ceño.

—Es Niall —dijo, como si eso bastara de explicación—, podría esperarlo 50 y eso ni siquiera sería un atraso.

—Sí, pero… ¿Y si no viene? —Harry sólo arqueó la ceja. Louis adivinó lo que iba a decir, así que se adelantó—: es Niall, lo sé. Quien quiera que sea…

Dylan le acariciaba insistentemente la espalda, pero Louis hacía de cuenta que no notaba ese gesto presuroso.

—Puedes ir, en serio. Estoy esperándolo para ir juntos a un bar —admitió finalmente—, si ustedes me llevan no tendré más opción que ir a dormir a casa. ¡Pueden venir después de la cena, si quieren! Estaremos allí toda la noche, en el de la avenida, frente al parque.

—Intentaremos llegar —mintió Dylan, apretando a Louis por la cintura, casi empujándolo—. Aunque quizá se nos haga tarde.

—Bueno, estaremos allí cuando terminen. Sería genial si pudieran venir —dijo. Louis sonrió porque era como si aún inservibles y aún detrás de las gafas oscuras, los ojos verdes de Harry estuvieran fijos en él, estudiando cada gesto.

—Okay. Quizá nos veamos más tarde, entonces.

—Eso espero —respondió Harry y saludó al aire, sonriendo todavía, como si no supiera hacer otra cosa.

X

Louis llegó al bar sobre la avenida, en frente del parque, apenas una hora después de despedirse de Harry en el teatro. Le costó trabajo encontrar el lugar porque estaba bien oculto detrás de un pasillo y las titilantes luces de neón no sugerían tanto bar como sí strip-club. ¿Cuántas personas se habrían confundido antes?

El lugar estaba repleto de gente y la música que sonaba era sencillamente genial. Louis casi que se había olvidado durante el recital que de hecho a veces simplemente escuchar música es agradable, que es lindo como puedes sentir el bajo saltando en la panza y cómo si te concentras lo suficiente puedes armar una canción solamente con el sonido del cantante al tomar aire entre verso y verso. Quizá eso lo hacía tan pedante como Dylan, pero en otro sentido.

Después decidió que ya había pensado demasiado en Dylan por una noche y que debía dejar de torturarse.

Miró alrededor, buscando a Harry entre la multitud, pues sin duda no iba a ser él quien lo reconociera primero, pero finalmente se dio por vencido y caminó hacia la barra.

El barman era irlandés y estaba ebrio, lo cual no hablaba muy bien de las normas de seguridad del lugar porque el personal nunca puede beber, se supone. Aun así parecía inofensivo, y Louis nunca había sido del tipo de mirar que los extinguidores no estén vencidos ni las puertas de emergencias cubiertas.

Se pidió una cerveza y se sentó de espaldas a la barra, mirando la pista. Había un montón de tipos con los que Louis no dudaría en meterse en la cama, pero muchos de ellos tenían lindas mujeres abrazándolos sensualmente. También había tipos abrazando tipos y tipas abrazando tipas, pero eso no era un bar 100 % gay y Louis había decidido jugarla seguro desde que se había confesado a su mejor amigo del colegio cuando tenía 16 años y que había resultado ser heterosexual. Por eso prefería grindr, las cosas estaban claras ahí.

Comprobó la hora en el reloj de su muñeca. Todavía tenía un rato más antes de que sea demasiado tarde para salir a buscar al amante de la noche. Podía quedarse un rato más, quizá con suerte encontrarse con Harry y charlar un momento, el suficiente para intercambiar teléfonos. Parecía un tipo agradable, quería ser amigo de él. Sólo eso. Louis no estaba allí para intentar llevárselo a la cama. Definitivamente.

La música bajó tan sutilmente que Louis no se dio cuenta hasta que todo estuvo totalmente en silencio. Entonces pudo oír los susurros de las personas y el acento cerrado del barman. Arriba, en el escenario, un tipo enchufaba una guitarra acústica y acomodaba el banco y el micrófono con tanta paciencia que Louis tenía ganas de gritarle: ¡empieza a tocar de una vez!

Pero el tipo no empezó a tocar. Acomodó todo, y luego revisó que todo estuviera acomodado. Y luego otra vez.

Después se fue del escenario, pateando los cables a un costado, despejando el camino. Cuando apareció otra vez en el escenario fue seguido por Harry tomándolo del hombro, con su sonrisa sincera y sus gafas oscuras.

—Gracias, Li —dijo una vez que estuvo sentado en el banquete.

El chico le acomodó el micrófono, los cables y hasta el cuello de la camisa. Harry negaba con la cabeza, indignado, pero no parecía para nada molesto. Quizá un poco frustrado.

—Buenas noches, todo el mundo —dijo, saludando tímidamente con la mano al aire—, mi nombre es Harry Styles.

—¡Lo sabemos! —gritó alguien desde el público.

—Bueno, estaba esperando que quizá hubiese algún nuevo espectador aquí esta noche —respondió frunciendo el ceño—, discúlpame por soñar, Josh —dijo con un exagerado tono ofendido. Entre el público hubieron algunas risitas cómplices—. En fin. Umm. Hoy estuve escuchando música muy aburrida así que pensé que quizá podríamos empezar esto con algo un poco más alegre.

—Dice el chico que toca covers de los beach boys los viernes por la noche —susurró para sí el de la barra, meneando la cabeza. Louis lo observó con reproche pero después descubrió que sonreía con ternura al escenario, que parecía orgulloso de verlo allí.

Volvió la mirada al público. Algunos abrazándose en los rincones, otros bebiendo en las mesas, pero en el público, esa congregación de veinte, quizá treinta personas frente al escenario, todos miraban a Harry sonriendo como si fuera el hijo único en el recital de la escuela.

Se preguntó, sin embargo, cuántas de esas personas sabrían a qué se refería Harry cuando hablaba de música aburrida. Y quizá era un poco tonto, pero se sentía un poco bien compartir ese pequeño secreto con él. Le hizo sentir que la canción que siguió era sólo para él.

Harry cantaba como cantan los truenos a la distancia, potentes, como explosiones, pero suaves también, perdiéndose en la lejanía. Su voz era grave y profunda y parecía tan perdido en el canto que de a ratos se olvidaba de sonreír. Las letras se soltaban de su lengua como gotas, cada palabra, siguiéndose pero atropellándose con la siguiente, y la voz temblándole en el momento justo, convirtiendo el punto en un punto y coma y el anónimo genérico en su mente tomaba nombre y apellido.

La multitud ronroneaba como el pasto sacudido por el viento, las parejas se besaban con humedad como mojados por la lluvia y Louis estaba sentado allí, mirando al chico dejar su corazón en el escenario y sintiéndose terriblemente celoso de tener que compartirlo con ese montón de gente.

Si ese era un ejemplo de canción alegre, Louis no quería ni saber cómo se sentía cuando Harry estaba triste.

La canción terminó y hubo un instante de silencio, como si el público entero tragara saliva al mismo tiempo, antes de aplaudir. Harry se apresuró a hablar, ocultando el aplauso, un poco sonrosado.

—Espero que les haya gustado —dijo, encogiéndose de hombros. Lo que siguió fue del público un montón de bromas inapropiadas (“Me gustó tanto que te haría el amor aquí mismo, Harry”) y Louis empezó a sentirse de golpe como si no perteneciera del todo allí. Quizá sabía dónde había estado Harry más temprano ese día, gran cosa. Al parecer ese grupo de gente sabía todo lo demás: cómo ponerle las mejillas rosadas y cómo hacerlo titubear un poco, o estallar en carcajadas en medio de una canción. ¿Qué estaba haciendo allí?

¿Qué estás haciendo, Louis?

La vocecita en su cabeza, otra vez.

Debería irse.

—Esperen, esperen, déjenme hablar —protestó Harry en el escenario. Una canción más, sólo eso, se dijo Louis y pidió otra cerveza—. Esta canción es importante, ¿sí?

En el público todos se chistaban unos a otros, intentando apagar el ruido. Harry carraspeó, y continuó hablando.

—Hoy conocí un chico…— pero bastó que dijera eso para que otra vez el lugar estallara en risitas y chistes de doble sentido—, no, idiotas, no es eso… ¡Basta! Shh…

—¿Te gusta? —gritó una chica.

—No —respondió Harry, pero algo en el tono de su voz hizo que todos rieran otra vez—. ¿Pueden parar? Quizá esté aquí…

Harry no necesitó ver cómo todos se dieron vuelta y empezaron a observar el lugar, cada rincón, en busca del extraño. Le bastó el susurro, ese silencio repentino, para llevarse la mano a la frente y mover la cabeza de lado a lado, frustrado. Louis tomó un largo trago de cerveza ocultando el rostro detrás del vaso.

—Son los peores, ¿saben eso? —protestó—. Si estás aquí Louis —dijo. Louis agradeció que todos hubiesen vuelto la mirada al chico adorable de la guitarra, porque si alguien estuviera mirándolo ahora el rojo de sus mejillas seguramente lo haría brillar en la oscuridad, anunciando a gritos ¡he aquí el extraño!— No te pedí que vinieras para llevarte a la cama o algo así… —Harry hizo una incómoda mueca como si quisiera cerrar la boca pero no supiera cómo— Es que me gustas. Como amigo, quiero decir… O sea, me agradas, digo. Oh dios… ¿A quién le estoy hablando? Ni siquiera está aquí… —susurró, pero el micrófono seguía abierto y el público respondió. Siempre respondía. Quizá simplemente con risas, nada más, pero Louis pensó que ser ciego debía sentirse solitario, que cómo podía saber Harry si quedaba gente en ese lugar más que por sus estruendosas risas y sus comentarios a los gritos. Quedarse allí y reírse con él (o de él, semánticas) era el tipo de cosa que un buen amigo haría, y Harry parecía tener muchos buenos amigos.

—En fin —dijo Harry— estuvimos hablando de la gente odiosa y de acostarse con personas que después no se acuerda ni de tu rostro y… Umm… Yo solía hacer eso —confesó (“¡Nadie olvidaría jamás tu hermoso rostro, Harry!" gritó alguien)—, y un día escuché esta canción y dije: ¿sabes qué? Esta canción quiere ser profunda y desgarrada pero es triste y patética y yo no quiero ser como el idiota que la escribió. Y ahora quiero cantarles esa canción. Y a él, si está aquí.

Louis escuchó la canción detenidamente. La letra que goteaba de su boca y los silencios y temblores en su voz durante algunos versos. Se detuvo en la magnífica poesía y en la garganta desgarrada al escupir el estribillo, y en como los dedos de Harry, largos, huesudos, jugaban con las cuerdas de la guitarra. Cuando la canción terminó, él era el único que no aplaudía.

Le gustó, claro que le gustó. Harry cantaba como si su vida dependiera de ello. Seguramente era así, en cierto modo, seguramente encontraba en las canciones el modo de decir las cosas que no podía poner en propias palabras. Louis lo sabía por el modo en el que le temblaba la voz cuando decía “Too young to hold on and too old to just break free and run” que sentía cada verso de la canción y que aunque intentara convencerse de que esas épocas estaban atrás —de que le parecía triste y patético—, todavía se sentía de ese modo.

La cuestión es que Louis no se sentía de ese modo. No era interesante y pasional. No tenía miedo de crecer ni se acostaba con personas por eso. Louis simplemente era un tipo inmaduro que se tomaba muy en serio su promesa de año nuevo, nada más. Era celoso, caprichoso, y si Dylan no hubiese empezado a hablar del postre durante la entrada, él hubiese esperado hasta terminar el plato y en el camino a casa hubiese hecho lo imposible para llevarlo a la cama, sin importarle ni un poco si era aburrido y pedante y no había nada remotamente interesante debajo del caparazón odioso.

Louis no era del tipo que aún en una cita aburrida logra descubrir algo que lo hace maravilloso. Si él se hubiese quedado ciego no hubiese vuelto a los teatros a fantasear con la música siguiendo el ritmo e imaginando el sincronizado baile de la orquesta. Si Louis estuviera ciego seguramente se ingeniaría el modo de seguir jugando Farm Ville en facebook y de buscarse amantes en grindr los fines de semana.

Si había algo triste y patético ese día no era lo mucho que Harry quería creer que había aprendido de su pasado cuando obviamente era mentira, cuando todavía se sentía atravesado por una letra que era el himno del imbécil que engaña a su pareja. No era que había invitado a Louis allí esa noche para hacerle algo así como una serenata. No era que fuera sincero cuando le decía que no quería llevárselo a la cama esa noche, no era siquiera que no tenía idea de que Louis había oído su pequeña confesión desde su rincón silencioso en la barra.

Lo terriblemente triste y absurdamente patético era que Louis no quien Harry creía que era.

Y podría ser inmaduro, pero definitivamente no lo era tanto para jugar con ese chico que llevaba el corazón en la manga, expuesto en carne viva.
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Mensaje por Dimples'sHarold Sáb 18 Ene 2014, 7:48 am

hola nueva lectora me llamo Alba :)

Me encanta! tengo debilidad en los fic que harry es ciego
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Mensaje por liliumpumilum Sáb 18 Ene 2014, 7:49 am

Dimples'sHarold escribió:hola nueva lectora me llamo Alba :)

Me encanta! tengo debilidad en los fic que harry es ciego
Hola Alba! Gracias por leer :) Mañana subo el próximo capítulo :D
Me alegra que te este gsutando :)
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Mensaje por Invitado Sáb 18 Ene 2014, 8:23 am

Hola cariño c:
estuve buscando como loca un fic de harry ciego (en español ya que en ingles me eh leido bastantes muy cuties algunos) y encontrarlo por fin es como una mini party hard en mi pecho, jaja. Siguela c:
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Mensaje por liliumpumilum Sáb 18 Ene 2014, 8:26 am

Maria_Smile escribió:Hola cariño c:
estuve buscando como loca un fic de harry ciego (en español ya que en ingles me eh leido bastantes muy cuties algunos) y encontrarlo por fin es como una mini party hard en mi pecho, jaja. Siguela c:

heyyy gracias!! yo nunca leí uno de harry ciego, así qeu avisame si se vuelve muy cliché :P
mil gracias por leer y darle una oportunidad a la historia, mañana pongo el próximo capi porque ya lo tengo escrito :D
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Mensaje por liliumpumilum Lun 20 Ene 2014, 10:01 am

Capítulo 2: ALL I KNOW IS YOU SAID ‘HELLO’

Louis supo esa noche, cuando salió del bar, que volvería a oír de Harry al menos una vez en su vida. No estaba seguro de por qué, porque no lo había visto nunca antes y nada indicaba que volvería a hacerlo. Después de todo su vida seguía una estricta rutina y no había lugar para el bar o el teatro en ella.
Aun así lo sabía, como sabes que va a llover aunque el cielo esté despejado, simplemente por el modo en que cambia la temperatura de golpe. Como sabes que vas a arrepentirte de comer otra porción aunque todavía no te sientes lleno. O como sabes que tú pareja está a punto de romper contigo aunque no haya dicho nada.
Pequeñas señales, como pistas que da la vida, que él había aprendido a leer con el tiempo.
Lo que no sabía es que el siguiente encuentro sería tan próximo, que el viernes siguiente el destino, como si fuera deliberado, volvería a encontrarlos.
X
Esa tarde, después del trabajo, había pasado por la peluquería a recortarse un poco el cabello y después de comprar helado en el supermercado decidió que ese viernes no se acostaría con nadie, que dejaría el encuentro sexual semanal para el sábado porque simplemente estaba cansado. Se sentía en esos días de hacer nada y dormirse temprano.
Intentó no pensar en lo triste y amargado que era y después de ponerse el pijama, se envolvió en una frazada y se trepó al sillón a jugar con la laptop.
Era culpa de Zayn que fuera adicto a los juegos de facebook. A decir verdad, él tenía mejor gusto cuando se trataba de videojuegos. Solía ser bueno en ellos, en el colegio era el primero en derrotar al jefe, o el que ganaba todos los campeonatos de FIFA. Hannah decía que su competitividad era el modo que tenía de compensar por otros atributos masculinos que le faltaban, pero Louis respondía que Hannah era bastante homofóbica y sexista para una estudiante de psicología y que no podía entender qué había visto en ella cuando le pidió que fuera su tapadera.
Ella festejó cuando cambió los juegos estresantes y competitivos por esos estúpidos de facebook, tanto que hasta se contuvo de hacer el comentario que Louis le veía temblando en los labios (“Sólo lo haces porque él te lo dice”), pero el argumento de Zayn nada tenía que ver con esas cosas. Lo importante para él es que era un maravilloso modo de divertirse y estar online al mismo tiempo, y entonces podrían conversar mientras Louis se relajaba después de un día de trabajo y el de Zayn, en el cyber-café, recién comenzaba.
Esa noche, sin embargo, entró a facebook más por costumbre que por buscar a Zayn. Desde que se había ido a París casi nunca estaba conectado, y honestamente no podía culparlo. De seguro estaba ocupado con sus estudios, y sus pinturas, y sus muestras. Además habían jurado que no hablarían en todo el año, ni siquiera para los cumpleaños. Zayn era un chico de palabra.
Estaba regando sus plantas de melones cuando una ventanita se abrió a la derecha. Louis reconocía al tipo de la foto. Es decir, reconocía la foto. Su nombre era Nick Grimshaw y trabajaba en la radio de la Universidad y el día en que lo había agregado al facebook Louis no había pensado en por qué un desconocido que no juega Farm Ville quería ser su amigo, sino qué era eso que tenía que lo hacía ver atractivo aunque en realidad no lo era, técnicamente.
La charla no era demasiado cautivante, pero Louis había aprendido a dejar de prestarle atención a esos detalles, porque no iba a acostarse con nadie si dejaba de lado a cualquier tipo que dijera algo idiota. Hasta Zayn había dicho cosas idiotas algunas veces. Probablemente.
Además, Nick sabía cómo apretarle los botones, como despertar en él el lado competitivo que lo llenaba de energías, cómo lograr convencerlo de salir en una cita y hacerle creer que era una especie de desafío.
Cuando se dio cuenta de que el tipo había logrado que se quite sus pijamas, que guarde el helado en el congelador y que se ponga sus zapatillas blancas —esas con suela gruesa, que lo hacían ver un poco más alto— ya era demasiado tarde para echarse atrás por puro orgullo. Desahogaría su enojo con algo de sexo, y de paso, cumpliría con su cuota del fin de semana.
Como matar dos pájaros de un tiro.
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Se encontraron en el café que había propuesto Nick, que Louis no conocía aunque de hecho le quedaba bastante cerca. Louis llevaba en la billetera la tarjeta de crédito y unos condones, y había optado por no llevar perfume porque todavía tenía el olor al champú de la peluquería, que era su favorito.
(Si fuera rico, iría todas las semanas solamente para que le laven la cabeza y  le dejen ese olor característico. Pero no lo era, apenas si pagaba la renta con lo que cobraba en la oficina.)
Nick lograba ser más feo y más lindo de lo que esperaba al mismo tiempo, lo cual de por sí era un mérito. No era particularmente atractivo, no en el sentido estricto de la palabra, pero algo en sus gestos y actitudes hacían que Louis quisiera quitarle la ropa. Quizá simplemente estaba caliente.
—Aún más lindo que en las fotos —lo halagó Nick—, más pequeñito también —bromeó en seguida.
Louis encontró adorablemente molesto que recordara aquella anécdota que le había contado de una vez que salió con un tipo que pensaba que podía llevarlo a la cama recordándole cada cinco minutos que Louis era petiso.
—Bueno, tú también —respondió disimulando la sonrisa.
—¿Más lindo?
—Más petiso —lo corrigió.
Nick sostuvo la puerta para dejarlo pasar primero, fingiendo caballerosidad para espiarle el trasero. No es que le molestara, por el contrario, caminó contorneándose tanto como podía sin parecer ridículo.
El lugar era luminoso, pero pequeñito. Había tanta madera, en las paredes, las mesas, las sillas, que a Louis le sorprendía que no se tragaran la luz y le dieran un tono más opaco. Los manteles a cuadrillé, la música susurrando desde la radio su canción preferida, las lámparas redondas y naranjas, las tazas distintas, que jamás combinaban unas con otras, y la mesera de delantal rojo paseándose entre las mesas. Cada detalle parecía quitado de un blog hipster, lo único que faltaban eran las chicas con shorts hasta la cintura y las remeras holgadas —por suerte.
Y aun con lo encantadoramente absorbente que era ese lugar, aun cuando todo le llamaba la atención y Louis desearía tener una cámara de fotos para quedarse con imágenes de lo linda que caía la tarde por los ventanales, lo único a lo que podía prestarle atención realmente era al chico detrás del mostrador, que balbuceaba con su voz grave la letra de Angie.
Where will it lead us from here?
Louis podía jurar que ese movimiento oculto detrás del mostrador eran sus dedos imitando en silencio los acordes dibujados en las cuerdas de su guitarra.
—¿Harry? —dijo, al unísono con Nick. Los dos se miraron y compartieron una mirada confundida, quizá sorprendidos de tener amigos en común, aunque facebook no lo sabía.
Harry levantó la mirada, e interrumpió su canto por un momento.
—¡Nick! Y… Déjame pensar… —Apretó bien fuerte los párpados mientras pensaba y hacía un gesto con las manos para pedirles que no hablaran—, déjenme adivinar. Mi agudizado oído debería poder recordarlo —dijo con un exagerado tono serio. Nick se rio menando la cabeza.
—Louis —se presentó, por segunda vez—, nos conocimos en el teatro.
Harry sonrió anchamente, y sus ojos se fijaron en él como si pudieran verlo —aunque no podían, obviamente. Aun así se sintió un poco avergonzado de la expresión tonta con la que le devolvía la sonrisa, quizá porque Nick estaba allí, porque por algún motivo le resultaba incómodo estar en la misma habitación con Harry y con un tipo al que pretendía llevarse a la cama.
—¡Sí! ¡Recuerdo! —exclamó— Todavía estoy practicando mis habilidades sensoriales —bromeó. Después carraspeó, un tanto nervioso—. Supongo que tu cita salió bien la otra noche, ¿eh?.
Nick se llevó la mano a la frente, en un gesto indignado. No parecía tan molesto con descubrir que la tradición de Louis era salir en citas los viernes, como parecía frustrado con la inocencia de Harry.
—Creo que sería mejor sino trajeras a colación las citas pasadas de mi cita esta noche, Harold —le dijo. Harry abrió los ojos de golpe, sorprendido.
—¡Oh! Claro… Lo siento… Es decir, no era nada serio, el tipo ni siquiera recordaría su rostro al día siguiente —Esta vez fue Louis el que se llevó la mano a la frente. Las dos de hecho—. No de ese modo, es decir…
—Espera un momento —dijo Nick, arqueando las cejas al darse cuenta—, tú eres Louis. El Louis. El del teatro. Deberías haber ido al bar el viernes pasado, Harry te cantó una canción.
—¿Qué? No… —protestó Harry sonrosado, mientras Louis agradecía a los cielos que tuviera un rostro olvidable y que si Nick lo vio esa noche no lo recordara una semana después—. No fue como una… Serenata o algo así— explicó nervioso. Sus dedos jugueteaban con una masa inquietos, Louis podía verlo ahora que él y Nick estaban apoyados en el mostrador.
—Déjame explicarte —dijo Nick, tomándolo por los hombros— Harry aquí es un moralista anti-sexo-casual, e intenta convertir a todos a su aburrido estilo de vida.
Harry parecía convencido con la explicación, no tan abrumado por lo menos. Sus mejillas poco a poco volvían a su normal tono níveo.
—Soy más del estilo de amigos con beneficios —explicó encogiéndose de hombros.
La mesera suspiró dejando ruidosamente la bandeja sobre el mostrador, a unos metros de Harry.
—Demasiada información —protestó.
—Perdón, Gem —se disculpó haciendo una tímida mueca con la boca—. Es mi hermana —explicó.
Nick apoyó el mentón en la mano y suspiró resignado.
—Tú eres el amigo con beneficios que se enamora y arruina la diversión, Harry.
—No es cierto.
Harry se veía adorable frunciendo el ceño y con los ojos verdes y brillantes desnudos de gafas oscuras. Sobre todo le quedaba bien el delantal empolvado en harina y el retazo de tela haciendo de vincha para correrle los rulos. Parecía a punto de abrir la boca, seguramente soltar un largo discurso dando todas las razones por las que Nick estaba equivocado, pero su amigo se adelantó.
Apretó a Louis por la cintura suavemente, y él recordó que era a Nick a quién se suponía que debía mirar, no al chico adorable que amasaba entre una nube de harina y que hasta hace un momento susurraba la letra de Angie con su voz grave y rasposa.
—Yo, en cambio, adoro el sexo casual —susurró, lo suficientemente alto para que Louis lo oyera, pero no el resto de los oídos curiosos del lugar.
Louis parpadeó un par de veces antes de responder, como si le costara trabajo recordar qué no había ido allí a charlar con Harry, disculparse por “no ir" el viernes pasado, y mirarlo cocinar lo que fuera que estaba cocinando. Estaba allí para mantener una insustancial conversación con Nick Grimshaw, ir a su casa a acostarse con él y con suerte volver a tiempo para mirar la película de las 10 mientras tomaba el helado guardado en el congelador.
Tragó saliva, y sonrió, tan pícaramente cómo sabía hacerlo.
—Mejor para mí.
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Louis no estaba seguro de sí debería ir o no al café el día siguiente. Harry parecía contento de verlo, aún si se había escabullido el viernes pasado del bar. Además, no se necesitaba ver para saber que él y Nick habían desaparecido juntos más tarde ese día apenas terminaron el café y las introducciones de rigor, así que por suerte si tenía alguna intención de buscar algo con él, se había dado por vencido a estas alturas. Se había despedido amablemente, con la misma sonrisa con la que lo había saludado, y si valía guiarse de eso, Louis podía convenir que lo recibiría del mismo modo si fuera a visitarlo el día siguiente.
Sabía que si iba y simplemente le decía la verdad, que Harry parecía genial y que a Louis le hacía falta un amigo, porque todos se habían desvanecido en los últimos dos años de su vida, el chico le hornearía un panqué de mejor amigos por siempre y le daría un abrazo.
Aun sabiendo eso, finalmente optó por aprovechar el sábado para ocuparse de su casa en cambio, y de llenar las alacenas, que estaban vacías, de comida. Estaba haciendo el inventario en la cocina cuando descubrió que sus pececitos estaban muertos y decidió sumar una botella de vino a la lista de compras cuando se dio cuenta que no estaba tan triste como aliviado de no tener que seguir ese hábito de darles de comer todas las mañanas.
Decidió dejar los honores del funeral para después del almuerzo y se puso su chaqueta impermeable, porque el cielo parecía a punto de soltar un chaparrón. Era curioso, porque estaba despejado, pero quién sabe las nubes que pueda traer ese viento del norte durante la hora que Louis pasaría en el supermercado.
Además, tenía una sensación, y esas siempre eran acertadas.
Tenía una sensación también de que no necesitaría el paraguas —probablemente la tormenta vendría con viento— así que lo dejó colgado del perchero y emprendió camino.
Estaba en el pasillo de limpieza cuando escuchó la voz de Harry. No necesitó sentidos agudizados para reconocerlo.
—¿Falta mucho? —protestaba. Había llegado hasta la entrada del pasillo y ahora estaba quieto allí, con su bastoncito firme y quieto entre sus zapatos—. Eres la peor hermana del mundo, ¿lo sabes? El supermercado es el lugar más peligroso para un ciego con todos los… Carritos y… Objetos contundentes…
—Es sábado al mediodía Harry, no hay nadie— le dijo, mientras sacaba algunos paquetes de lavandina del estante y los metía en el carrito—. Sólo los padres solteros y los perdedores están en el supermercado un sábado a esta hora.
—Bueno, yo no soy un padre soltero, así que…—protestó Harry. Louis no se controló de reírse, divertido, llamando la atención de ambos. Gemma hizo un gesto gracioso arqueando las cejas, al descubrir que acababa de llamar perdedor a un tipo cualquiera en el supermercado, pero bastó que lo viera un segundo para reconocerlo.
—Hola —dijo Louis sonriendo tímidamente.
—¡Louis! —sonrió Harry por cruzárselo, pero por poder reconocerlo también.
—Veo que practicaste tus súper sentidos.
—Oh sí —asintió orgulloso—, en cualquier momento seré como Daredevil.
Saludó a Gemma —ese era su nombre— y se presentó formalmente. Le dijo brevemente que había conocido a su hermano en el teatro el viernes pasado, pero no entró en detalles, ni ella preguntó. Seguramente todavía estaba horrorizada por aquel comentario de sexo casual vs. amigos con beneficios del día anterior.
Fue tan cómodo el modo en el que poco a poco se fue dando la situación, que Louis no tuvo tiempo de pensar en qué clase de señales estaba dándole a Harry, o qué quería decirle el mundo con esa manía de encontrarlos todo el tiempo.
Louis le contó de sus pececitos muertos, y lo relajó saber que Harry se reía de que ni siquiera tuvieran nombre. Harry le contó del café que habían heredado de su mamá y del sistema de marcas en los frascos que habían ideado para que él pudiera continuar cocinando. Le contó también que estaba tomando clases de braille, en un instituto para docentes especiales, y que le parecía absurdamente difícil. Después le contó cómo estar ciego no era tan negro como todos decían, sino más bien un marrón bien oscuro, y que a veces se preguntaba cuántas cosas habían cambiado desde que había perdido la vista, y que la mejor parte de quedar ciego a los 20 años es que ahora seguiría viéndose así de joven y guapo aun cuando tenga ochenta.
Era difícil concentrarse en la lista de las compras cuando Harry hablaba tanto y de cosas tan interesantes, así que cuando Gemma le dijo que ya había terminado con las suyas, mintió que le faltaba sólo la botella de vino y que estaba listo para irse, que por qué no lo esperaban y los ayudaría a llevar las cosas.
Ella abrió la boca para decir algo, pero finalmente sonrió —parecía una costumbre familiar, a estas alturas, eso de sonreír todo el tiempo y sin motivo alguno— y le dijo que lo esperarían en la caja.
Louis entendió finalmente qué era lo que Gemma había intentado decir. Que no lo necesitaban, realmente, que tenían un sistema: ella metía las cosas en la mochila pesada que llevaba Harry, y él resto en la suya, que era más pequeña. Y después, lo que quedaba, cosas livianas como papel higiénico y dos tipos de champú, los llevaba en las bolsas de papel, para que Harry pudiera ocupar sus manos guiándose.
Hasta había tenido la decencia de llevar paraguas para ambos.
Probablemente notó que Louis no estaba tan preparado para la lluvia torrencial afuera, porque aunque realmente no necesitaba su ayuda, le dio una bolsa (la de las botellas de champú) y lo incluyó en sus planes. Cuando estaban a punto de salir a la lluvia, mientras Harry se subía el cierre de la campera y guardaba el bastón en el bolsillo, ella miró a Louis dubitativamente.
Louis pensó que quizá había olvidado que él de hecho podía ver y se daba cuenta de que estaba siendo estudiado escrupulosamente, pero parecía rudo señalarlo.
—Quizá tú deberías guiar a Harry, así nos alcanzan los paraguas, ¿Si?
Louis asintió, pero Harry sólo se giró en su dirección, esperando una reacción de su parte.
—Sí, por supuesto —dijo, finalmente, más para él que para ella.
Las primeras cuadras las hicieron tropezando torpemente, y Louis un poco se mojaba en el hombro más alejado de Harry pero no iba a decirlo, obviamente. No es que le importara, estaba distraído pensando en qué era ese olor en Harry que le parecía tan familiar, que sentía que conocía de toda la vida pero al que no podía ponerle un nombre.
Cuando llegaron a la tercera esquina, Harry carraspeó y dijo, tan serio como pudo:
—¿Estaría bien si te… abrazo? —Gemma hizo de cuenta que no oía, pero otra vez, Louis no eraciego, él sí podía ver la sonrisita asomando en sus labios— Es decir, esto es incómodo y quizá tú deberías… Umm… Llevar el paraguas y…
Se acomodaron durante esos segundos que les regaló el semáforo. Harry envolviéndolo con sus brazos por los hombros y murmurando disculpas a notar que estaba empapado, y Louis intentando seguir la conversación pero sin poder dejar de notar lo cerca que lo tenía y lo rico que olía, como…
Almendras, quizá. No estaba seguro.
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El café era más oscuro en los días lluviosos. Las luces de las lámparas era escasa y los ventanales parecían puestos allí por puro placer exhibicionista, pues ni una gota de luz entraba de la calle.  Las sillas estaban sobre las mesas, de todas formas, ocultando un poco la escena de la vista de extraños.
Louis pasaba el contenido de las bolsas sobre el mostrador, y Gemma los ponía en sus correspondientes frascos, y el resto en los muebles, mientras Harry subía al dormitorio a cambiarse el pantalón empapado hasta las rodillas por un pequeño error del guía.
Louis negó cordialmente la oferta de prestarle ropa, pero aceptó con gusto eso de almorzar con ellos. El funeral de los pececitos podía esperar.
Gemma estornudó cuando abrió el tercer paquete de harina, que al parecer era distinto a los otros, porque iba en un envase completamente diferente. Por suerte, logró estornudar sin desparramar harina por todos lados, y parecía bastante orgullosa al respecto, tanto que Louis estuvo a punto de preguntarle cómo era, para ella, eso de la ceguera.
Harry tenía un adorable punto de vista al respecto, una visión romántica que compensaba lo trágico de la realidad: que tenía vívidos recuerdos y que podía llenar los huecos con colores brillantes, sonrisas anchas, atardeceres bellísimos.
Le había dicho, mientras caminaban hacia allí, que no necesitaba que se despeje el cielo para ver el arcoíris, y que eso, para él, era muy bonito.
Ella, seguramente, tenía los pies en la tierra. Notaba la cantidad de harina que Harry desperdiciaba al amasar, incapaz de darse cuenta; notaba que no todos eran tan comprensivos respecto al chef y que unos cuantos revisaban la comida como si temieran encontrar una moneda, o algo así; sobre todo, notaba que Harry no notaba nada y que mientras ella veía lluvias torrenciales, él pensaba en el arcoíris.
Debía ser extenuante.
Por supuesto, no le dijo nada. Quizá era egoísta, pero temía que si decía algo, cualquier cosa, ella se largaría a llorar allí mismo. Se la veía cansada. Louis se preguntaba también de donde sacaba las energías para sonreír, con todo y eso, para tararear la canción de la radio y hacer de cuenta que todo estaba bien.
Harry bajó con unos jeans demasiado ajustados para ser de hombres, y Louis abrió la boca como si quisiera advertírselo, pero no estaba seguro de que tan cordial fuera hacerlo. Gemma notó el modo en que lo miraba y se apresuró a explicarle la situación.
—Lo creas o no, esos son los suyos —dijo. Louis soltó una carcajada al saberse descubierto, y Gemma le sonrió tan genuinamente que quizá él estaba equivocado, quizá proyectaba su miseria en los gestos de otras personas, o cual fuera le explicación de estudiante de psicología que le daría Hannah si estuviera allí.
—¿Qué? ¿Los pantalones? —dijo Harry tironeando de la tela elástica—. No me digas que tú también los odias, Louis —protestó.
—Parecen ajustados, temo por tu salud procreativa, eso es todo… —bromeó, intentando sonar como un médico serio y aburrido.
—Bah, ningún sexo que yo tenga va a dejar a nadie embarazado de todas formas —dijo Harry, encogiéndose de hombros.
—¡Si tu madre te oyera! —exclamó Gemma exagerando un gesto devastado.
—Pues yo creo que me hacen ver alto y esbelto —dijo Harry, sacando pecho, volviendo al tema de los pantalones. Palpando las paredes y las esquinas de los mesones se acercó a su hermana, como si supiera que ella estaba preparándole la mesa de trabajo allí: la harina, el aceite, la sal.
—Tú eres alto y esbelto —señaló Louis. Gemma apretó los labios para ocultar la sonrisa otra vez, pero Harry ni siquiera lo intentó. Levantó la mirada verde y brillante hacia él y le sonrió anchamente pues era lo único con lo que sabía responder, al parecer.
Louis recordó la charla con Nick el día anterior, eso de que Harry era el amigo con beneficios que se enamora de la persona equivocada, recordó la canción en el bar, la letra desgarradora, la voz temblorosa al cantarla, y pensó que Harry es del tipo que, cuando le rompen el corazón, sonríe con amargura y te dice “espero que seas feliz”.
La peor parte es que sería sincero al respecto, no estaría mintiendo.
No recurriría a propósitos absurdos de fin de año para intentar convertir el rompimiento en una competencia.
Daría el corazón abierto y de lleno y después, cuando se lo rompen, juntaría los pedacitos e intentaría empezar de nuevo, aún si el otro se quedó con varias partes, y otras se perdieron en el camino.
Gemma se disculpó a bañarse, después de pedirle a Harry que hiciera la masa de las pizzas, y que ella cocinara la salsa después. Eso último se lo repitió varias veces, pero Louis recién comprendió por qué cuando apenas terminada la masa, Harry decidió empezar a cortar cebolla.
Parecía tan cómodo en la cocina, tan dueño del lugar, y sus ojos parecían tan fijos en  el cuchillo, y la cebolla, y el movimiento rápido y continuo, que a Louis le llevó un buen rato darse cuenta de que era peligroso. De que podría lastimarse, abrirse el dedo por la mitad, o quemarse el delantal en la hornalla, o quien sabe que otra catástrofe culinaria.
Finalmente, y aunque Louis odiaba cocinar (y aunque realmente no sabía cómo hacerlo), terminó tomando su lugar en el mesón, pues parecía ser el único modo de convencerlo.
—Gemma está cansada —explicó cuando Louis le recordó las instrucciones de su hermana, y por una vez, por lo que duró como un minuto, Harry no sonrió. De golpe pareció recordarlo, pero Louis ya había dado la vuelta al mostrador y le había quitado el cuchillo de las manos, e intentaba hacer los cuadraditos de cebolla bien pequeñitos aunque era aburrido y exigía mucha paciencia.
Estuvieron sin hablar un rato largo, escuchando y tarareando las canciones de la radio. Debía estar siempre sintonizada en la misma estación, porque Harry parecía conocer cada una de memoria, aunque algunas de esas definitivamente no eran su estilo. Tampoco el de Louis, siendo justos, pero cuando Harry las cantaba hasta las más monótonas y aburridas parecían tiernas.
Después de susurrar “I just wanna know you better, know you better, know you better now” por tercera vez, Harry decidió que  había cantado demasiado pop por el día, y optó por volver al saludable hábito de la conversación.
—Así que… —comenzó. Tenía suerte de ser tan adorable, de hacer cosas como pellizcarse los dedos, olvidando que aunque él no pudiera ver el mundo, el mundo podía verlo a él. Tenía suerte de que sus labios fueran tan bonitos y que a Louis sus palabras le llegaran con delay, dándole tiempo a adaptarse antes de reaccionar. Tenía suerte de que su sonrisa fuera tan cautivante y de que Louis no quisiera descubrir qué otros gestos podía hacer además de ese —ni descubrir su expresión herida, ni volverlo a ver queriendo tragarse las palabras que acababa de decir. Tenía suerte porque entonces Louis no reaccionó mal cuando le dijo—: ¿Por qué te acostaste con él?
—¿Con Nick? —respondió Louis sorprendido por la pregunta.
—No, no con Nick. Nick está bien, él se acuerda de los nombres de las personas.
—Oh… Con Dylan.
Louis meditó por un momento en sí debía decirle que no se había acostado con él, que había terminado buscando a un tipo cualquiera en grindr solamente para dar por completa su cuota semanal, pero eso sólo traería nuevas preguntas y aunque todo tenía sentido para Louis, sabía que era estúpido. O que nadie lo entendería, por lo menos.
Además, Harry le diría que por qué no fue al bar y… Simplemente sería demasiado complicado.
—Era guapo —explicó, encogiéndose de hombros.
—Yo soy guapo —retrucó Harry. Louis casi se ahoga con su propia saliva. Probablemente Harry lo notó, porque en seguida empezó eso de disculparse, de intentar explicar lo que quiso decir.
—Un poco arrogante, ¿no crees? —bromeó, elevando su voz sobre la de Harry.
—No quise decir eso, lo sabes… Quise decir… ¿Por qué con él? ¿Por qué no con gente menos… odiosa?
—No es lo que dijiste —lo presionó Louis, demasiado divertido con la situación, con el modo en el que a Harry se le ponían las mejillas de todos colores y trastabillaba con sus palabras—, dijiste “soy guapo”.
—¿No lo soy? —preguntó, intentando sonar dubitativo aunque había un tono juguetón en su voz.
Louis abrió la boca para responder pero la primera palabra que se asomó de sus labios fue y a duras penas se controló de decirla. Harry era guapo, obviamente. Era dulce también; divertido, positivo. Tenía manos grandes y cuando le tocó el hombro, camino al bar, a Louis le costó muchísimo trabajo contenerse de acariciarlo torpemente con la mejilla, para sentir el tacto de su piel. Le costó mucho también  no aprovechar las ocasiones en las que estaban solos para preguntarle en voz alta que era eso tan bonito a lo que olía, que hacía que quisiera hundirse en su ropa para siempre.
Pero no dijo nada. Simplemente se quedó parado ahí, con el cuchillo quieto en las manos y olor a cebolla en los dedos, mirando a Harry de arriba a abajo intentando descifrar qué tanto sabía de ese chico, qué tan seguro podía estar de que era frágil y adorable, qué tanto daño podría hacerle si se acostaba con él.
Harry decidió aprovechar su silencio para seguir hablando.
—Quiero decir que tú recuerdas su nombre —explicó— y mereces el mismo respeto.
Y esa básicamente fue la respuesta que necesitaba. Louis suspiró, y volvió a cortar las cebollas para distraerse con algo de esas ganas que tenía de seguirle el juego y ver a donde llevaba.
—No pienso en que tan respetuosos son cuando elijo con quién acostarme, Harry.
—¿Y en qué piensas? ¿En si son guapos? —bromeó, pero otra vez estaba el tono juguetón en su voz, otra vez se vislumbraba esa actitud de no-te-miro-pero-te-veo, ese sé-que-te-gusto que lo sacaba de quicio.
—En qué tanto puedo lastimarlos —dijo, secamente. No era mentira—. No duermo con personas a las que no puedo darles lo que quieren.
El trío de canciones de Taylor Swift se había acabado y ahora sonaba una canción de esas que llevaban pasando toda la temporada. Louis se quedó esperando a que empiece la letra, para escuchar a Harry otra vez cantar y hacerla sonar un poquito menos insoportable con su voz grave y rasposa, pero sus labios estaban sellados y sus ojos fijos en las baldosas, con la misma expresión que tenía en el rostro la primera vez que lo vio, después de que tocara la orquesta.
Estaba sonriendo.
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Mensaje por Invitado Lun 20 Ene 2014, 12:47 pm

Aww que lindo, ame el capítulo. La verdad las historias que me lei larry en donde uno de los dos estaba ciego o con algo así todo giraba en torno al piano. Siempre, todo. Todo tenia que ver con que se unían a través de un piano, eran bonitas sí pero muy obvias y predecibles, esta por lo menos. No lo es. Síguela :)
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Mensaje por liliumpumilum Lun 20 Ene 2014, 12:55 pm

Maria_Smile escribió:Aww que lindo, ame el capítulo. La verdad las historias que me lei larry en donde uno de los dos estaba ciego o con algo así todo giraba en torno al piano. Siempre, todo. Todo tenia que ver con que se unían a través de un piano, eran bonitas sí pero muy obvias y predecibles, esta por lo menos. No lo es. Síguela :)
Que lindo que te haya gustado :)
La verdad es que no creo que aparezca un piano en ningún momento de la historia, pero si le pongo atención a la música y las canciones :o
Ojalá pueda mantenerla no-cliché jaja
Besos! Mil gracias por leer :)
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Mensaje por Dimples'sHarold Mar 21 Ene 2014, 8:01 am

awwwwwwwwww me encantó louis parece que lo acose ahaha
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Mensaje por liliumpumilum Mar 21 Ene 2014, 8:55 am

Dimples'sHarold escribió:awwwwwwwwww me encantó louis parece que lo acose ahaha
el destino los une, es eso :P
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Mensaje por I'mLarryShipper Mar 21 Ene 2014, 10:16 am

Holaaaaa!
Nueva Lectora!
Lo que más me gusta hasta ahora de esta novela es la forma en que Harry sonríe y sigue siendo feliz y positivo a pesar de estar ciego.
¿Cómo fue que Harry quedó ciego? 
Seguíla por favorrrr!!
Saludos :hug:
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Mensaje por liliumpumilum Mar 21 Ene 2014, 10:19 am

I'mLarryShipper escribió:Holaaaaa!
Nueva Lectora!
Lo que más me gusta hasta ahora de esta novela es la forma en que Harry sonríe y sigue siendo feliz y positivo a pesar de estar ciego.
¿Cómo fue que Harry quedó ciego? 
Seguíla por favorrrr!!
Saludos :hug:
más adelante Harry va a contar cómo paso, pero la idea es que la trama se vaya soltando de a poco; pero sí, harry es un chico con muchas esperanzas en el mundo y louis no lo entiende del todo porque él se aferra a las cosas buenas uqe le tocan como si le fueran a desaparecer en cualquier momento
muchísimas gracias por leer!! dentro de poquito pongo el tercer capítulo y después si tienen que esperar porque el resto no lo escribí todavía
besos y bienvenida :)
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Mensaje por Larents Mar 28 Ene 2014, 10:07 pm

New reader
Holaaaaaaaaaaaa
me encanta la trama de la ¿novela? Bueh
lo que queria decirte es que muero de
ternura con hazza, es todo un optimista,
me agrada que en ves de llorar sonria y
trate de ser feliz, y bueno louis, louis no se
como que no se como decirlo pero todo
mundo pensaria que se enamoraria de
hazz y todo eso; pero la verdad ni pistas
tengo de que piensa lou de hazza
¿le agrada? Es decir no le toma mucha
importancia a harreh y exactamente por
eso me encanta, digamos que no es tan
predesible como muchas, y me muero de
intriga por saber que pasara entre ellos 2.

Bye (siguela pronto linda)
Gabriela
Larents
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Mensaje por liliumpumilum Miér 29 Ene 2014, 1:57 am

Gaby_PaylikHST escribió:New reader
Holaaaaaaaaaaaa
me encanta la trama de la ¿novela? Bueh
lo que queria decirte es que muero de
ternura con hazza, es todo un optimista,
me agrada que en ves de llorar sonria y
trate de ser feliz, y bueno louis, louis no se
como que no se como decirlo pero todo
mundo pensaria que se enamoraria de
hazz y todo eso; pero la verdad ni pistas
tengo de que piensa lou de hazza
¿le agrada? Es decir no le toma mucha
importancia a harreh y exactamente por
eso me encanta, digamos que no es tan
predesible como muchas, y me muero de
intriga por saber que pasara entre ellos 2.

Bye (siguela pronto linda)
Gabriela
heyy muchas gracias, me alegra que te guste. harry es un cupcake adorable y eso es bueno para louis porque es la persona más deprimetne del siglo :p pero es cierto que no está enamorado, por el contrario está bastante a la defensiva, pero es lógico, ¿no? bueno, quizá todavía no les conté demasiado de su historia pero se va a ir sabiendo con el paso de los capítulos, pero la cuestión es que todavía está algo obsesionado con su ex :p
muchísimas gracias por leer! ahora posteo el próximo capítulo :D
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