Use Somebody |Larry Stylinson|

You Are The Only Exception

El alarido de la alarma me despertó. Muchos zumbidos molestos invadieron mis orejas, y aparatosamente moví el brazo y apagué el sonido. Me froté los ojos, tratando de ubicarme en tiempo y espacio. Eran las 6:30, me tenía que preparar para la escuela. Salí de la cama, enrollando un pie en una sábana y cayéndome al piso. Me levanté, solté un leve mufido y fui a agarrar una toalla. Luego, entré al baño, encendí la canilla y una oleada de vapor llenó el cuarto. Me saqué la camiseta y los boxers y entré a la ducha, dejando que cada gota me saque una preocupación del cuerpo, cada músculo tenso relajándose al toque del agua.

Salí 10 minutos después con una toalla alrededor de mi cintura y mi cabello mojado. Volví a mi habitación, inundada por rayos de sol que se colaban por las cortinas, iluminando las paredes y dejando a la vista los posters pegados allí y un montón de ropa tirado en una esquina de la habitación. Dios, tendría que ser más ordenado.

Rebusqué entre la pila de ropa y saqué una camiseta blanca y que me quedaba al menos tres tallas más grandes de uno de los conciertos de The Fray de hace dos años, unos jeans negros ajustados —quizás demasiado—, y unas Converse negras. Me miré al espejo y sonreí, no me veía tan mal. Me peiné y agarré mi mochila camuflada entre toda la ropa, poniéndola sobre uno de mis hombros, y bajé la escalera. Fui a la cocina, hice té y tostadas, acabándolo todo en unos minutos. Miré el reloj de la pared, que movía las manecillas paciente y uniformemente, sin tener la preocupación de ir a la escuela y ser el chico nuevo. Eran ya las 7:25, y si no salía ahora no llegaría a tiempo.

Agarré el iPod de la mesada, que estaba cargando desde la noche anterior, me puse los auriculares y me conecté. Misguided Ghosts de Paramore comenzó a sonar. Una sonrisa trepó hasta mi rostro y salí de la puerta. 

Con paso tranquilo, di camino a la escuela. Una leve brisa llenaba el lugar, y hojas cafés y naranjas adornaban el piso, con crujidos en cada paso, el sonido del otoño. Sentí un golpe en mi hombro, y un muchacho salió caminando rápido, pasándome y goldpeándome el hombro en el camino. Era muy alto, al menos 1,80, y tenía el cabello castaño. No pude ver más ya que giró hacia el otro lado de la escuela.

Llegué a la entrada, y con un impulso de quiero-que-esto-acabe-ya, entré disparado hacia dentro, recibiendo miradas extrañas y un par de risas de algunos estudiantes. Saqué un papel de mi mochila en el cual decía mi número de casillero y mi horario. Tenía Literatura primero, mierda, cómo odiaba Literatura. Caminé por los pasillos inundados de gente, la mayoría dándome miradas raras mientras avanzaba. Llegué a una puerta azul con un letrero que describía "Literatura - 6to año". Genial, aquí es mi parada. Entré con un aire dudoso, y me ubiqué en un asiento al fondo. Sólo habían 5 personas en el salón, contándome a mí. La campana sonó y un tsunami de gente entró, entre ellos un chico singular. Llevaba los ojos esmeralda delineados con una gruesa línea de negro, que los hacía resaltar muchísimo, dos piercings del lado derecho de su labio inferior centelleaban mientras se movía. Un brillo resaltó de su nariz y me di cuenta de que también tenía una argolla allí. El chico caminó, con la visto pegada en mí. Una mirada salvaje y maligna recubría sus ojos.

—Estás en mi asiento, estúpido —me dijo, esperando a que me mueva—. ¿Y, qué esperas? Muévete —sus ojos se entornaron, dándole un tono agresivo a su rostro. Sus labios se tensaron, dejando salir un destello de sus dientes, con los colmillos visibles como si fuera un lobo salvaje.

Sin pensarlo dos veces, me moví a un asiento delante, donde me sentía totalmente fuera de lugar. Un viejo de masomenos 50 años y una calvicie avanzada entró´, cerrando la puerta con suavidad. Llevaba un maletín negro que debía tener al menos 40 años de antiguedad.

—Buenos días clase, yo soy el profesor Rowen y... —el profesor clavó la mirada en el muchacho, que tenía las botas de combates negras, capaz de aplastar un cráneo, sobre la mesa—. Señor Styles, sabe usted que debe comportarse aquí.

El chico ladeó la cabeza para el costado, como un pájaro, juzgando, para finalmente decir:

—Ugh, lo que diga —dijo, bajando los pies y poniendo los brazos detrás del respaldo de su silla, haciendo que sus pectorales resalten. Fue allí cuando me di cuenta que sus brazos estaban llenos de tatuajes, y no sólo sus brazos, por su camiseta holgada se colaban dos gorriones en su pecho, enfrentados, y un tatuaje que no alcanzé a ver por completo en su clavícula izquierda, que decía "17BL", hasta donde pude ver. Mierda, este chico era problemas.

—Bueno, como decía —siguió Rowen—, enseñaré Literatura este año. Para el primer proyecto de este año, para conocerse mejor, haremos un trabajo de a dos, en el cual tendrán que hacer una autobiografía, no muy extensa. Los sortearé y se tendrán que juntar después de clases.

Nombres salieron y salieron hasta quedar sólo dos.

—Louis Tomlinson y... —el profesor sacó el último papel de una fedora gris y barata que tenía en una mesa vacía—, Harry Styles.

El chico soltó una leve carcajada y la campana sonó. Los estudiantes se levantaron rápido de sus asientos para salir como una jauría de perros famélicos hacia el pasillo. Esperé unos segundos y yo también comenzé a salir. Un leve cosquilleo y un escalofrío me recorrieron el cuello. Una voz grave y oscura resonó en mi oído.

—Estás en problemas, chico bueno.

Un brazo fuerte me empujó hacia un costado y la figura de metro ochenta salió del salón.