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Mensaje por CarrotCatGirl Lun 24 Jun 2013, 12:22 pm

CAPITULO 25 segunda parte


Reaparece Grace con dos bandejas, seguida de una joven preciosa con coletas rubias y vestida elegantemente de azul claro, que lleva una bandeja de platos. Sus ojos localizan de inmediato a Harry. Se ruboriza y lo mira entornando los ojos de largas pestañas impregnadas de rímel. ¿Qué? En algún lugar de la casa empieza a sonar el teléfono.

... —Disculpadme.

El señor Styles se levanta de nuevo y sale.

—Gracias, Gretchen —le dice Grace amablemente, frunciendo el ceño al ver salir al señor Styles—. Deja la bandeja en el aparador, por favor.

Gretchen asiente y, tras otra mirada furtiva a Harry, se marcha.
Así que los Styles tienen servicio, y el servicio mira de reojo a mi futuro amo. ¿Podría ir peor esta velada? Me miro ceñuda las manos, que tengo en el regazo. Vuelve el señor Styles.

—Preguntan por ti, cariño. Del hospital —le dice a Grace.

—Empezad sin mí, por favor.

Grace sonríe mientras me pasa un plato y se va.
Huele delicioso: chorizo y vieiras con pimientos rojos asados y chalotas, salpicado de perejil. A pesar de que tengo el estómago revuelto por las amenazas de
Harry, de las miradas subrepticias de la bella Coletitas y del desastre de mi ropa interior desaparecida, me muero de hambre. Me ruborizo al caer en la cuenta de que ha sido el esfuerzo físico de esta tarde lo que me ha dado tanto apetito.
Al poco regresa Grace, con el ceño fruncido. El señor Styles ladea la cabeza... como Harry.

—¿Va todo bien?

—Otro caso de sarampión —suspira Grace.

—Oh, no.

—Sí, un niño. El cuarto caso en lo que va de mes. Si la gente vacunara a sus hijos... —Menea la cabeza con tristeza, luego sonríe—. Cuánto me alegro de que nuestros hijos nunca pasaran por eso. Gracias a Dios, nunca cogieron nada peor que la varicela. Pobre Elliot —dice mientras se sienta, sonriendo indulgente a su hijo. Elliot frunce el ceño a medio bocado y se remueve incómodo en el asiento—. Harry y Mia tuvieron suerte. Ellos la cogieron muy flojita, algún granito nada más.

Mia ríe como una boba y Harry pone los ojos en blanco.

—Papá, ¿viste el partido de los Mariners? —pregunta Elliot, visiblemente ansioso por cambiar de tema.

Los aperitivos están deliciosos, así que me concentro en comer mientras Elliot, el señor Styles y Harry hablan de béisbol. Harry parece sereno y relajado
cuando habla con su familia. La cabeza me va a mil. Maldita sea Kate, ¿a qué juega? ¿Me castigará Harry? Tiemblo solo de pensarlo. Aún no he firmado ese contrato. Quizá no lo firme. Quizá me quede en Georgia; allí no podrá venir a por mí.

—¿Qué tal en vuestra nueva casa, querida? —me pregunta Grace educadamente.

Agradezco la pregunta, que me distrae de mis pensamientos contradictorios, y le hablo de la mudanza.
Cuando terminamos los entrantes, aparece Gretchen y, una vez más, lamento no poder tocar a Harry con libertad para hacerle saber que, aunque lo hayan jodido de cincuenta mil maneras, es mío. Se dispone a recoger los platos, acercándose demasiado a Harry para mi gusto. Por suerte, él parece no prestarle ninguna atención, pero la diosa que llevo dentro está que arde, y no en el buen sentido de la palabra.
Kate y Mia se deshacen en elogios de París.

—¿Has estado en París, ___? —pregunta Mia inocentemente, sacándome de mi celoso ensimismamiento.

—No, pero me encantaría ir.

Sé que soy la única de la mesa que jamás ha salido del país.

—Nosotros fuimos de luna de miel a París.

Grace sonríe al señor Styles, que le devuelve la sonrisa. Resulta casi embarazoso. Es obvio que se quieren mucho, y me pregunto un instante cómo será crecer con tus dos progenitores presentes.

—Es una ciudad preciosa —coincide Mia—. A pesar de los parisinos. Harry, deberías llevar a ___ a París —afirma rotundamente.

—Me parece que ______ preferiría Londres —dice Harry con dulzura.

Vaya, se acuerda. Me pone la mano en la rodilla; me sube los dedos por el muslo. El cuerpo entero se me tensa en respuesta. No, aquí no, ahora no. Me
ruborizo y me remuevo en el asiento, tratando de zafarme de él. Me agarra el muslo, inmovilizándome. Cojo mi copa de vino, desesperada.
Vuelve miss Coletitas Europeas, toda miradas coquetas y vaivén de caderas, trayendo el plato principal: ternera Wellington, me parece. Por suerte, se limita a servir los platos y se marcha, aunque se entretiene más de la cuenta con el de Harry. Me observa intrigado al verme seguirla con la mirada mientras cierra la puerta del comedor.

—¿Qué tienen de malo los parisinos? —le pregunta Elliot a su hermana—. ¿No sucumbieron a tus encantos?

—Huy, qué va. Además, monsieur Floubert, el ogro para el que trabajaba, era un tirano dominante.

Me da un golpe de tos y casi espurreo el vino.

—______, ¿te encuentras bien? —me pregunta Harry solícito, quitándome la mano del muslo.

Su voz vuelve a sonar risueña. Oh, menos mal. Asiento con la cabeza y él me da una palmadita suave en la espalda, y no retira la mano hasta que está seguro de
que me he recuperado.
La ternera está deliciosa, servida con boniatos asados, zanahoria, calabacín y judías verdes. Me sabe aún mejor porque Harry consigue mantener el buen
humor el resto de la comida. Sospecho que por lo bien que estoy comiendo. La conversación fluye entre los Styles, cálida y afectuosa, bromeando unos con otros. Durante el postre, una mousse de limón, Mia nos obsequia con anécdotas de París y, en un momento dado, empieza a hablar en perfecto francés. Todos nos quedamos mirándola y ella se queda un tanto perpleja, hasta que Harry le explica, en un francés igualmente perfecto, lo que ha hecho, y entonces ella rompe a reír como una boba. Tiene una risa muy contagiosa y enseguida estallamos todos en carcajadas.
Elliot habla largo y tendido de su último proyecto arquitectónico, una nueva comunidad ecológica al norte de Seattle. Miro a Kate y veo que sigue con atención todas y cada una de sus palabras, con los ojos encendidos de deseo o de amor, aún no lo tengo claro. Él le sonríe y es como si se recordaran tácitamente alguna promesa. Luego, nena, le está diciendo él sin hablar, y de pronto estoy excitada, muy excitada. Me acaloro solo de mirarlos.
Suspiro y miro de reojo a mi Cincuenta Sombras. Podría estar mirándolo eternamente. Tiene una barba incipiente y me muero de ganas de rascarla, de sentirla en mi cara, en mis pechos... en mi entrepierna. Me sonroja el rumbo de mis pensamientos. Me mira y levanta la mano para cogerme del mentón.

—No te muerdas el labio —me susurra con voz ronca—. Me dan ganas de hacértelo.

Grace y Mia recogen las copas del postre y se dirigen a la cocina mientras el señor Styles, Kate y Elliot hablan de las ventajas del uso de paneles solares en el estado de Washington. Harry, fingiéndose interesado en el tema, vuelve a ponerme la mano en la rodilla y empieza a subir por el muslo. Se me entrecorta la respiración y junto las piernas para evitar que llegue más lejos. Detecto su sonrisa pícara.

—¿Quieres que te enseñe la finca? —me pregunta en voz alta.

Sé que debo decir que sí, pero no me fío de él. Sin embargo, antes de que pueda responder, él se pone de pie y me tiende la mano. Poso la mía en ella y noto cómo se me contraen todos los músculos del vientre en respuesta a su mirada oscura y voraz.

—Si me disculpa... —le digo al señor Styles y salgo del comedor detrás de Harry.

Me lleva por el pasillo hasta la cocina, donde Mia y Grace cargan el lavavajillas. A Coletitas Europeas no se la ve por ninguna parte.

—Voy a enseñarle el patio a ______ —le dice Harry inocentemente a su madre.

Ella nos indica la salida con una sonrisa mientras Mia vuelve al comedor.
Salimos a un patio de losa gris iluminado por focos incrustados en el suelo. Hay arbustos en maceteros de piedra gris y una mesa metálica muy elegante, con sus sillas, en un rincón. Harry pasa por delante de ella, sube unos escalones y sale a una amplia extensión de césped que llega hasta la bahía. Madre mía, es precioso. Seattle centellea en el horizonte y la luna fría y brillante de mayo dibuja un resplandeciente sendero plateado en el agua hasta un muelle en el que hay amarrados dos barcos. Junto al embarcadero, hay una casita. Es un lugar tan pintoresco, tan tranquilo... Me detengo, boquiabierta, un instante.
Harry tira de mí y los tacones se me hunden en la hierba tierna.

—Para, por favor.

Lo sigo tambaleándome.
Se detiene y me mira; su expresión es indescifrable.

—Los tacones. Tengo que quitarme los zapatos.

—No te molestes —dice.

Se agacha, me coge y me carga al hombro. Chillo fuerte del susto, y él me da una palmada fuerte en el trasero.

—Baja la voz —gruñe.

Oh, no... esto no pinta bien, a mi subconsciente le tiemblan las piernas. Está enfadado por algo: podría ser por lo de José, lo de Georgia, lo de las bragas, que me
haya mordido el labio. Dios, mira que es fácil de enfadar.

—¿Adónde me llevas? —digo.

—Al embarcadero —espeta.

Me agarro a sus caderas, porque estoy cabeza abajo, y él avanza decidido a grandes zancadas por el césped a la luz de la luna.

—¿Por qué?

Me falta el aliento, ahí colgada de su hombro.

—Necesito estar a solas contigo.

—¿Para qué?

—Porque te voy a dar unos azotes y luego te voy a ****.

—¿Por qué? —gimoteo.

—Ya sabes por qué —me susurra furioso.

—Pensé que eras un hombre impulsivo —suplico sin aliento.

—______, estoy siendo impulsivo, te lo aseguro.

Madre mía.
CarrotCatGirl
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Mensaje por CarrotCatGirl Lun 24 Jun 2013, 12:25 pm

Bueno, hasta ahí la dejo :)
Mas Tarde subo otros caps.!

Pregunta... ¿Les Gusta La Nove?
Porque no lo sé, creo que no les Gusta :/
Diganme :)
CarrotCatGirl
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Mensaje por ||Hazzy|| Lun 24 Jun 2013, 7:08 pm

ami me gusta mucho la AMO de veritas me gusto mucho porfa SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
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Mensaje por CarrotCatGirl Mar 25 Jun 2013, 3:07 pm

Disculpas por no subir :) es que no tenia internet :/
Y ahora tengo que salir asi que mas tarde subire... LO PROMETO :D
CarrotCatGirl
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Mensaje por CarrotCatGirl Mar 25 Jun 2013, 8:22 pm

Perdon por no subir :'( PROMETO SUBIR MANIANA :)
CarrotCatGirl
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Mensaje por ||Hazzy|| Miér 26 Jun 2013, 4:09 pm

okidoki
||Hazzy||
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Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 4:04 pm

Subo caps? :)
CarrotCatGirl
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Mensaje por ||Hazzy|| Vie 28 Jun 2013, 4:22 pm

sip sube
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Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 7:04 pm

CAPITULO 26 primera parte

Harry cruza como un ciclón la puerta de madera de la casita del embarcadero y se detiene a pulsar unos interruptores. Los fluorescentes hacen un clic y zumban secuencialmente, y una luz blanca y cruda inunda el inmenso edificio de madera. Desde mi posición cabeza abajo, veo una impresionante lancha motora en el muelle, flotando suavemente sobre el agua oscura, pero apena...s me da tiempo a fijarme antes de que me lleve por unas escaleras de madera hasta un cuarto en el piso de arriba.
Se detiene en el umbral, pulsa otro interruptor —halógenos esta vez, más suaves, con regulador de intensidad—, y estamos en una buhardilla de techos inclinados. Está decorada en el estilo náutico de Nueva Inglaterra: azul marino y tonos crema, con pinceladas de rojo. El mobiliario es escaso; solo veo un par de sofás.

Harry me pone de pie sobre el suelo de madera. No me da tiempo a examinar mi entorno: no puedo dejar de mirarlo a él. Me tiene hipnotizada. Lo observo como uno observaría a un depredador raro y peligroso, a la espera de que ataque. Respira con dificultad, aunque, claro, me ha llevado a cuestas por todo el césped y ha subido un tramo de escaleras. En sus ojos marrones arde la rabia, el deseo y una lujuria pura, sin adulterar.

Madre mía. Podría arder por combustión espontánea solo con su mirada.

—No me pegues, por favor —le susurro suplicante.

Frunce el ceño y abre mucho los ojos. Parpadea un par de veces.

—No quiero que me azotes, aquí no, ahora no. Por favor, no lo hagas.

Lo dejo boquiabierto y, echándole valor, alargo la mano tímidamente y le acaricio la mejilla, siguiendo el borde de la patilla hasta la barba de tres días del mentón.

Es una mezcla curiosa entre suave e hirsuta. Cerrando despacio los ojos, apoya la cara en mi mano y se le entrecorta la respiración. Levanto la otra mano y le acaricio el pelo. Me encanta su pelo. Su leve gemido apenas es audible y, cuando abre los ojos, me mira receloso, como si no entendiera lo que estoy haciendo.

Me acerco más y, pegada a él, tiro con suavidad de su pelo, acerco su boca a la mía y lo beso, introduciendo la lengua entre sus labios hasta entrar en su boca. Gruñe, y me abraza, me aprieta contra su cuerpo. Me hunde las manos en el pelo y me devuelve el beso, fuerte y posesivo. Su lengua y la mía se enredan, se consumen la una a la otra. Sabe de maravilla.
De pronto se aparta. Los dos respiramos con dificultad y nuestros jadeos se suman. Bajo las manos a sus brazos y él me mira furioso.

—¿Qué me estás haciendo? —susurra confundido.

—Besarte.

—Me has dicho que no.

—¿Qué? ¿No a qué?

—En el comedor, cuando has juntado las piernas.

Ah... así que es eso.

—Estábamos cenando con tus padres.

Lo miro fijamente, atónita.

—Nadie me ha dicho nunca que no. Y eso... me excita.

Abro mucho los ojos de asombro y lujuria. Una mezcla embriagadora. Trago saliva instintivamente. Me baja la mano al trasero. Me atrae con fuerza hacia sí, contra su erección.

Madre mía.

—¿Estás furioso y excitado porque te he dicho que no? —digo alucinada.

—Estoy furioso porque no me habías contado lo de Georgia. Estoy furioso porque saliste de copas con ese tío que intentó seducirte cuando estabas borracha y te dejó con un completo desconocido cuando te pusiste enferma. ¿Qué clase de amigo es ese? Y estoy furioso y excitado porque has juntado las piernas cuando he querido tocarte.

Le brillan los ojos peligrosamente mientras me sube despacio el bajo del vestido.

—Te deseo, y te deseo ahora. Y si no me vas a dejar que te azote, aunque te lo mereces, te voy a **** en el sofá ahora mismo, rápido, para darme placer a mí, no a ti.

El vestido apenas me tapa ya el trasero desnudo. De pronto, me coge el sexo con la mano y me mete un dedo muy despacio. Con la otra mano, me sujeta firmemente por la cintura.
Contengo un gemido.

—Esto es mío —me susurra con rotundidad—. Todo mío ¿Entendido?

Introduce y saca el dedo mientras me mira, evaluando mi reacción, con los ojos encendidos.

—Sí, tuyo —digo, mientras el deseo, ardiente y pesado, recorre mi torrente sanguíneo, trastocándolo todo: mis terminaciones nerviosas, mi respiración, mi corazón, que palpita como si quisiera salírseme del pecho, y la sangre, que me zumba en los oídos.

De pronto se mueve haciendo varias cosas a la vez: saca los dedos dejándome a medias, se baja la cremallera del pantalón, me empuja al sofá y se tumba encima de mí.

—Las manos sobre la cabeza —me ordena apretando los dientes, mientras se arrodilla, me separa más las piernas e introduce la mano en el bolsillo interior de la
chaqueta.

Saca un condón, me mira con deseo, se quita la americana a tirones y la deja caer al suelo. Se pone el condón en la imponente erección.

Me llevo las manos a la cabeza y sé que lo hace para que no lo toque. Estoy excitadísima. Noto que mis caderas lo buscan ya; quiero que esté dentro de mí, así,
duro y fuerte. Oh, solo de pensarlo...

—No tenemos mucho tiempo. Esto va a ser rápido, y es para mí, no para ti. ¿Entendido? Como te corras, te doy unos azotes —dice apretando los dientes. Madre mía... ¿y cómo paro?

De un solo empujón, me penetra hasta el fondo. Gruño alto, un sonido gutural, y saboreo la plenitud de su posesión. Pone las manos encima de las mías, sobre mi cabeza; con los codos me mantiene sujetos los brazos, y con las piernas me inmoviliza por completo. Estoy atrapada. Lo tengo por todas partes, envolviéndome, casi asfixiándome. Pero también es una delicia: este es mi poder, esto es lo que le puedo hacer, y me produce una sensación hedonista, triunfante. Se mueve rápido, con furia, dentro de mí; siento su respiración acelerada en el oído y mi cuerpo entero responde, fundiéndose alrededor de su miembro. No me tengo que correr. No. Pero recibo cada uno de sus embates, en perfecto contrapunto. Bruscamente y de repente, con una embestida final, para y se corre, soltando el aire entre los dientes. Se relaja un instante, de forma que siento el peso delicioso de todo su cuerpo sobre mí. No estoy dispuesta a dejarlo marchar; mi cuerpo busca alivio, pero él pesa demasiado y en ese momento no puedo empujar mis caderas contra él. De repente se retira, dejándome dolorida y queriendo más. Me mira furioso.

—No te masturbes. Quiero que te sientas frustrada. Así es como me siento yo cuando no me cuentas las cosas, cuando me niegas lo que es mío.

Se le encienden de nuevo los ojos, enfadado otra vez.

Asiento con la cabeza, jadeando. Se levanta, se quita el condón, le hace un nudo en el extremo y se lo guarda en el bolsillo de los pantalones. Lo miro, con la
respiración aún alterada, e involuntariamente aprieto las piernas, tratando de encontrar algo de alivio. Harry se sube la bragueta, se peina un poco con la mano y se agacha para coger su americana. Luego se vuelve a mirarme, con una expresión más tierna.

—Más vale que volvamos a la casa.

Me incorporo, algo inestable, aturdida.

—Toma, ponte esto.

Del bolsillo interior de la americana saca mis bragas. Las cojo sin sonreír; en el fondo sé que me he llevado un polvo de castigo, pero he conseguido una pequeña victoria en el asunto de las bragas. La diosa que llevo dentro asiente, de acuerdo conmigo, y en su rostro se dibuja una sonrisa de satisfacción. No has tenido que pedírselas.

—¡Harry! —grita Mia desde el piso de abajo.

Harry se vuelve y me mira con una ceja arqueada.

—Justo a tiempo. Dios, qué pesadita es cuando quiere.

Lo miro ceñuda, devuelvo deprisa las braguitas a su legítimo lugar y me levanto con toda la dignidad de la que soy capaz en mi estado. A toda prisa, intento arreglarme el pelo revuelto.

—Estamos aquí arriba, Mia —le grita él—. Bueno, señorita Steele, ya me siento mejor, pero sigo queriendo darle unos azotes —me dice en voz baja.

—No creo que lo merezca, señor Styles, sobre todo después de tolerar su injustificado ataque.

—¿Injustificado? Me has besado.

Se esfuerza por parecer ofendido.
Frunzo los labios.

—Ha sido un ataque en defensa propia.

—Defensa ¿de qué?

—De ti y de ese cosquilleo en la palma de tu mano.

Ladea la cabeza y me sonríe mientras Mia sube ruidosamente las escaleras.

—Pero ¿ha sido tolerable? —me pregunta en voz baja.

Me ruborizo.

—Apenas —susurro, pero no puedo contener la sonrisa de satisfacción.

—Ah, aquí estáis —dice Mia sonriéndonos.

—Le estaba enseñando a _______ todo esto.

Harry me tiende la mano; su mirada es intensa.
Acepto su mano y él aprieta suavemente la mía.

—Kate y Elliot están a punto de marcharse. ¿Habéis visto a esos dos? No paran de sobarse. —Mia se finge asqueada, mira a Harry y luego a mí—. ¿Qué habéis estado haciendo aquí?

Vaya, qué directa. Me pongo como un tomate.

—Le estaba enseñando a _______ mis trofeos de remo —contesta Harry sin pensárselo un segundo, con cara de póquer total—. Vamos a despedirnos de
Kate y Elliot.

¿Trofeos de remo? Tira suavemente de mí hasta situarme delante de él y, cuando Mia se vuelve para salir, me da un azote en el trasero. Ahogo un grito,
sorprendida.

—Lo volveré a hacer, _______, y pronto —me amenaza al oído.

Luego me abraza, con mi espalda pegada a su pecho, y me besa el pelo.

De vuelta en la casa, Kate y Elliot se están despidiendo de Grace y el señor Styles. Kate me da un fuerte abrazo.

—Tengo que hablar contigo de lo antipática que eres con Harry —le susurro furiosa al oído, y ella me abraza otra vez.

—Le viene bien un poco de hostilidad; así se ve cómo es en realidad. Ten cuidado, ___... es demasiado controlador —me susurra—. Te veo luego.

YO SÉ CÓMO ES EN REALIDAD, ¡TÚ NO!, le grito mentalmente. Soy consciente de que lo hace con buena intención, pero a veces se pasa de la raya, y esta vez se ha pasado mucho. La miro ceñuda y ella me saca la lengua, haciéndome sonreír sin querer. La Kate traviesa es una novedad; será influencia de Elliot. Los despedimos desde la puerta, y Harry se vuelve hacia mí.

—Nosotros también deberíamos irnos... Tienes las entrevistas mañana.

Mia me abraza cariñosamente cuando nos despedimos.

—¡Pensábamos que nunca encontraría una chica! —comenta con entusiasmo.

Yo me sonrojo y Harry vuelve a poner los ojos en blanco. Frunzo los labios. ¿Por qué él sí puede y yo no? Quiero ponerle los ojos en blanco yo también, pero no me atrevo, y menos después de la amenaza en la casita del embarcadero.

—Cuídate, ___, querida —me dice amablemente Grace.

Harry, avergonzado o frustrado por la efusiva atención que recibo del resto de los Styles, me coge de la mano y me acerca a su lado.

—No me la espantéis ni me la miméis demasiado —protesta.

—Harry, déjate de bromas —lo reprende Grace con indulgencia y una mirada llena de amor por él.

No sé por qué, pero me parece que no bromea. Observo subrepticiamente su interacción. Es obvio que Grace lo adora, que siente por él el amor incondicional
de una madre. Él se inclina y la besa con cierta rigidez.

—Mamá —dice, y percibo un matiz extraño en su voz... ¿veneración, quizá?

—Señor Styles... adiós y gracias por todo.

Le tiendo la mano, pero ¡también me abraza!

—Por favor, llámame Carrick. Confío en que volvamos a verte muy pronto, ___.

Terminada la despedida, Harry me lleva hasta el coche, donde nos espera Taylor. ¿Habrá estado esperando ahí todo el tiempo? Taylor me abre la puerta y
entro en la parte trasera del Audi.
Noto que los hombros se me relajan un poco. Dios, qué día. Estoy agotada, física y emocionalmente. Tras una breve conversación con Taylor, Harry se sube al coche a mi lado. Se vuelve para mirarme.

—Bueno, parece que también le has caído bien a mi familia —murmura.

¿También? La deprimente idea de por qué me ha invitado me vuelve de forma espontánea e inoportuna a la cabeza. Taylor arranca el coche y se aleja del círculo
de luz del camino de entrada para adentrarse en la oscuridad de la carretera. Me giro hacia Harry y lo encuentro mirándome fijamente.

—¿Qué? —pregunta en voz baja.

Titubeo un instante. No... Se lo voy a decir. Siempre se queja de que no le cuento las cosas.

—Me parece que te has visto obligado a traerme a conocer a tus padres —le susurro con voz trémula—. Si Elliot no se lo hubiera propuesto a Kate, tú jamás me lo habrías pedido a mí.

No le veo la cara en la oscuridad, pero ladea la cabeza, sobresaltado.

—______, me encanta que hayas conocido a mis padres. ¿Por qué eres tan insegura? No deja de asombrarme. Eres una mujer joven, fuerte, independiente,
pero tienes muy mala opinión de ti misma. Si no hubiera querido que los conocieras, no estarías aquí. ¿Así es como te has sentido todo el rato que has estado allí? ¡Vaya!

Quería que fuera, y eso es toda una revelación. No parece incomodarlo responderme, como sucedería si me ocultara la verdad. Parece complacido de
verdad de que haya ido. Una sensación de bienestar se propaga lentamente por mis venas. Mueve la cabeza y me coge la mano. Yo miro nerviosa a Taylor.

—No te preocupes por Taylor. Contéstame.

Me encojo de hombros.

—Pues sí. Pensaba eso. Y otra cosa, yo solo he comentado lo de Georgia porque Kate estaba hablando de Barbados. Aún no me he decidido.

—¿Quieres ir a ver a tu madre?

—Sí.

Me mira con una expresión extraña, como si librara una especie de lucha interior.

—¿Puedo ir contigo? —pregunta al fin.

¿Qué?

—Eh... no creo que sea buena idea.

—¿Por qué no?

—Confiaba en poder alejarme un poco de toda esta... intensidad para poder reflexionar.

Se me queda mirando.

—¿Soy demasiado intenso?

Me echo a reír.

—¡Eso es quedarse corto!

A la luz de las farolas que vamos pasando, veo que tuerce la boca.

—¿Se está riendo de mí, señorita Steele?

—No me atrevería, señor Styles —le respondo con fingida seriedad.

—Me parece que sí y creo que sí te ríes de mí, a menudo.

—Es que eres muy divertido.

—¿Divertido?

—Oh, sí.

—¿Divertido por peculiar o por gracioso?

—Uf... mucho de una cosa y algo de la otra.

—¿Qué parte de cada una?

—Te dejo que lo adivines tú.

—No estoy seguro de poder averiguar nada contigo, ______ —dice socarrón, y luego prosigue en voz baja—: ¿Sobre qué tienes que reflexionar en Georgia?

—Sobre lo nuestro —susurro.

Me mira fijamente, impasible.

—Dijiste que lo intentarías —murmura.

—Lo sé.

—¿Tienes dudas?

—Puede.

Se revuelve en el asiento, como si estuviera incómodo.

—¿Por qué?

Madre mía. ¿Cómo se ha vuelto tan seria esta conversación de repente? Se me ha echado encima como un examen para el que no estoy preparada. ¿Qué le
digo? Porque creo que te quiero y tú solo me ves como un juguete. Porque no puedo tocarte, porque me aterra demostrarte algo de afecto por si te enfadas, me riñes o, peor aún, me pegas... ¿Qué le digo?

Miro un instante por la ventanilla. El coche vuelve a cruzar el puente. Los dos estamos envueltos en una oscuridad que enmascara nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, pero para eso no nos hace falta que sea de noche.

—¿Por qué, ______? —me insiste.

Me encojo de hombros, atrapada. No quiero perderlo. A pesar de sus exigencias, de su necesidad de control, de sus aterradores vicios. Nunca me había sentido tan viva como ahora. Me emociona estar sentada a su lado. Es tan imprevisible, sexy, listo, divertido... Pero sus cambios de humor... ah, y además quiere hacerme daño. Dice que tendrá en cuenta mis reservas, pero sigue dándome miedo. Cierro los ojos. ¿Qué le digo? En el fondo, querría más, más afecto, más del Harry travieso, más... amor.
Me aprieta la mano.

—Háblame, _______. No quiero perderte. Esta última semana...

Estamos llegando al final del puente y la carretera vuelve a estar bañada en la luz de neón de las farolas, de forma que su rostro se ve intermitentemente en
sombras e iluminado. Y la metáfora resulta tan acertada. Este hombre, al que una vez creí un héroe romántico, un caballero de resplandeciente armadura, o el caballero oscuro, como dijo él mismo, no es un héroe, sino un hombre con graves problemas emocionales, y me está arrastrando a su lado oscuro. ¿No podría yo llevarlo hasta la luz?

—Sigo queriendo más —le susurro.

—Lo sé —dice—. Lo intentaré.

Lo miro extrañada y él me suelta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me estaba mordiendo.

—Por ti, ______, lo intentaré.

Irradia sinceridad.

Y no hace falta que me diga más. Me desabrocho el cinturón de seguridad, me acerco a él y me subo a su regazo, cogiéndolo completamente por sorpresa.
Enrosco los brazos alrededor de su cuello y lo beso con intensidad, con vehemencia y en un nanosegundo él me responde.

—Quédate conmigo esta noche —me dice—. Si te vas, no te veré en toda la semana. Por favor.

—Sí —accedo—. Yo también lo intentaré. Firmaré el contrato.

Lo decido sin pensar.
Me mira fijamente.

—Firma después de Georgia. Piénsatelo. Piénsatelo mucho, nena.

—Lo haré.

Y seguimos así sentados dos o tres kilómetros.

—Deberías ponerte el cinturón de seguridad —susurra reprobadoramente con la boca hundida en mi cabello, pero no hace ningún ademán de retirarme de su regazo.

Me acurruco contra su cuerpo, con los ojos cerrados, con la nariz en su cuello, embebiéndome de esa fragancia sexy a gel de baño almizclado y a Harry, apoyando la cabeza en su hombro. Dejo volar mi imaginación y fantaseo con que me quiere. Ah... y parece tan real, casi tangible, que una parte pequeñísima de mi desagradable subconsciente se comporta de forma completamente inusual y se atreve a albergar esperanzas. Procuro no tocarle el pecho, pero me refugio en sus brazos mientras me abraza con fuerza.
Y demasiado pronto, me veo arrancada de mi quimera.

—Ya estamos en casa —murmura Harry, y la frase resulta tentadora, cargada de potencial.

En casa, con Harry. Salvo que su casa es una galería de arte, no un hogar.

Taylor nos abre la puerta y yo le doy las gracias tímidamente, consciente de que ha podido oír nuestra conversación, pero su amable sonrisa tranquiliza sin revelar nada. Una vez fuera del coche, Harry me escudriña. Oh, no, ¿qué he hecho ahora?

—¿Por qué no llevas chaqueta?

Se quita la suya, ceñudo, y me la echa por los hombros.
Siento un gran alivio.

—La tengo en mi coche nuevo —contesto adormilada y bostezando.

Me sonríe maliciosamente.

—¿Cansada, señorita Steele?

—Sí, señor Styles. —Me siento turbada ante su provocador escrutinio. Aun así, creo que debo darle una explicación—. Hoy me han convencido de que hiciera
cosas que jamás había creído posibles.

—Bueno, si tienes muy mala suerte, a lo mejor consigo convencerte de hacer alguna cosa más —promete mientras me coge de la mano y me lleva dentro del
edificio.

Madre mía... ¿Otra vez?
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50 Sombras de Styles. Harry & Tu. HOT. ADAPTADA. - Página 6 Empty Re: 50 Sombras de Styles. Harry & Tu. HOT. ADAPTADA.

Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 7:08 pm

CAPITULO 26 segunda parte

En el ascensor, lo miro. Había dado por supuesto que quería que durmiera con él y ahora recuerdo que él no duerme con nadie, aunque lo haya hecho conmigo
unas cuantas veces. Frunzo el ceño y, de pronto, su mirada se oscurece. Levanta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me mordía.

—Algún día te ****é en este ascensor, ______, pero ahora estás cansada, así que creo que nos conformaremos con la cama.

Inclinándose, me muerde el labio inferior con los dientes y tira suavemente. Me derrito contra su cuerpo y dejo de respirar a la vez que las entrañas se me
revuelven de deseo. Le correspondo, clavándole los dientes en el labio superior, provocándole, y él gruñe. Cuando se abren las puertas del ascensor, me lleva de la mano hacia el vestíbulo y cruzamos la puerta de doble hoja hasta el pasillo.

—¿Necesitas una copa o algo?

—No.

—Bien. Vámonos a la cama.

Arqueo las cejas.

—¿Te vas a conformar con una simple y aburrida relación vainilla?

Ladea la cabeza.

—Ni es simple ni aburrida... tiene un sabor fascinante —dice.

—¿Desde cuándo?

—Desde el sábado pasado. ¿Por qué? ¿Esperabas algo más exótico?

La diosa que llevo dentro asoma la cabeza por el borde de la barricada.

—Ay, no. Ya he tenido suficiente exotismo por hoy.

La diosa que llevo dentro me hace pucheros, sin lograr en absoluto ocultar su desilusión.

—¿Seguro? Aquí tenemos para todos los gustos... por lo menos treinta y un sabores.

Me sonríe lascivo.

—Ya lo he observado —replico con sequedad.

Menea la cabeza.

—Venga ya, señorita Steele, mañana le espera un gran día. Cuanto antes se acueste, antes la ****é y antes podrá dormirse.

—Es usted todo un romántico, señor Styles.

—Y usted tiene una lengua viperina, señorita Steele. Voy a tener que someterla de alguna forma. Ven.

Me lleva por el pasillo hasta su dormitorio y abre la puerta de una patada.

—Manos arriba —me ordena.

Obedezco y, con un solo movimiento pasmosamente rápido, me quita el vestido como un mago, agarrándolo por el bajo y sacándomelo suavemente por la
cabeza.

—¡Tachán! —dice travieso.

Río y aplaudo educadamente. Él hace una elegante reverencia, riendo también. ¿Cómo voy a resistirme a él cuando es así? Deja mi vestido en la silla solitaria que
hay junto a la cómoda.

—¿Cuál es el siguiente truco? —inquiero provocadora.

—Ay, mi querida señorita Steele. Métete en la cama —gruñe—, que enseguida lo vas a ver.

—¿Crees que por una vez debería hacerme la dura? —pregunto coqueta.

Abre mucho los ojos, asombrado, y veo en ellos un destello de excitación.

—Bueno... la puerta está cerrada; no sé cómo vas a evitarme —dice burlón—. Me parece que el trato ya está hecho. —Pero soy buena negociadora.

—Y yo. —Me mira, pero, al hacerlo, su expresión cambia; la confusión se apodera de él y la atmósfera de la habitación varía bruscamente, tensándose—. ¿No quieres ****? —pregunta.

—No —digo.

—Ah.

Frunce el ceño.
Vale, allá va... respira hondo.

—Quiero que me hagas el amor.

Se queda inmóvil y me mira alucinado. Su expresión se oscurece. ****, esto no pinta bien. ¡Dale un minuto!, me espeta mi subconsciente.

—___, yo...

Se pasa las manos por el pelo. Las dos. Está verdaderamente desconcertado.

—Pensé que ya lo habíamos hecho —dice al fin.

—Quiero tocarte.

Se aparta un paso de mí, involuntariamente; por un instante parece asustado, luego se refrena.

—Por favor —le susurro.

Se recupera.

—Ah, no, señorita Steele, ya le he hecho demasiadas concesiones esta noche. La respuesta es no.

—¿No?

—No.

Vaya, contra eso no puedo discutir... ¿o sí?

—Mira, estás cansada, y yo también. Vámonos a la cama y ya está —dice, observándome con detenimiento.

—¿Así que el que te toquen es uno de tus límites infranqueables?

—Sí. Ya lo sabes.

—Dime por qué, por favor.

—Ay, _______, por favor. Déjalo ya —masculla exasperado.

—Es importante para mí.

Vuelve a pasarse ambas manos por el pelo y maldice por lo bajo. Da media vuelta y se acerca a la cómoda, saca una camiseta y me la tira. La cojo, pensativa.

—Póntela y métete en la cama —me espeta molesto.

Frunzo el ceño, pero decido complacerlo. Volviéndome de espaldas, me quito rápidamente el sujetador y me pongo la camiseta lo más rápido que puedo para
cubrir mi desnudez. Me dejo las bragas puestas... he ido sin ellas casi toda la noche.

—Necesito ir al baño —digo con un hilo de voz.

Frunce el ceño, aturdido.

—¿Ahora me pides permiso?

—Eh... no.

—_______, ya sabes dónde está el baño. En este extraño momento de nuestro acuerdo, no necesitas permiso para usarlo.

No puede ocultar su enfado. Se quita la camiseta y yo me meto corriendo en el baño.

Me miro en el espejo gigante, asombrada de seguir teniendo el mismo aspecto. Después de todo lo que he hecho hoy, ahí está la misma chica corriente de
siempre mirándome pasmada. ¿Qué esperabas, que te salieran cuernos y una colita puntiaguda?, me espeta mi subconsciente. ¿Y qué narices haces? Las caricias son uno de sus límites infranqueables. Demasiado pronto, imbécil. Para poder correr tiene que andar primero. Mi subconsciente está furiosa, su ira es como la de Medusa: el pelo ondeante, las manos aferrándose la cara como en El grito de Edvard Munch. La ignoro, pero se niega a volver a su caja. Estás haciendo que se enfade; piensa en todo lo que ha dicho, hasta dónde ha cedido. Miro ceñuda mi reflejo. Necesito poder ser cariñosa con él, entonces quizá él me corresponda.
Niego con la cabeza, resignada, y cojo el cepillo de dientes de ______. Mi subconsciente tiene razón, claro. Lo estoy agobiando. Él no está preparado y yo tampoco. Hacemos equilibrios sobre el delicado balancín de nuestro extraño acuerdo, cada uno en un extremo, vacilando, y el balancín se inclina y se mece entre los dos. Ambos necesitamos acercarnos más al centro. Solo espero que ninguno de los dos se caiga al intentarlo. Todo esto va muy rápido. Quizá necesite un poco de distancia. Georgia cada vez me atrae más. Cuando estoy empezando a lavarme los dientes, llama a la puerta.

—Pasa —espurreo con la boca llena de pasta.

Harry aparece en el umbral de la puerta con ese pantalón de pijama que se le desliza por las caderas y que hace que todas las células de mi organismo se pongan en estado de alerta. Lleva el torso descubierto y me embebo como si estuviera muerta de sed y él fuera agua clara de un arroyo de montaña. Me mira impasible, luego sonríe satisfecho y se sitúa a mi lado. Nuestros ojos se encuentran en el espejo, marron y azul. Termino con su cepillo de dientes, lo enjuago y se lo doy, sin dejar de mirarlo. Sin mediar palabra, coge el cepillo y se lo mete en la boca. Le sonrío yo también y, de repente, me mira con un brillo risueño en los ojos.

—Si quieres, puedes usar mi cepillo de dientes —me dice en un dulce tono jocoso.

—Gracias, señor —sonrío con ternura y salgo al dormitorio.

A los pocos minutos viene él.

—Que sepas que no es así como tenía previsto que fuera esta noche —masculla malhumorado.

—Imagina que yo te dijera que no puedes tocarme.

Se mete en la cama y se sienta con las piernas cruzadas.

—______, ya te lo he dicho. De cincuenta mil formas. Tuve un comienzo duro en la vida; no hace falta que te llene la cabeza con toda esa ****. ¿Para qué?

—Porque quiero conocerte mejor.

—Ya me conoces bastante bien.

—¿Cómo puedes decir eso?

Me pongo de rodillas, mirándolo.
Me pone los ojos en blanco, frustrado.

—Estás poniendo los ojos en blanco. La última vez que yo hice eso terminé tumbada en tus rodillas.

—Huy, no me importaría volver a hacerlo.

Eso me da una idea.

—Si me lo cuentas, te dejo que lo hagas.

—¿Qué?

—Lo que has oído.

—¿Me estás haciendo una oferta? —me pregunta pasmado e incrédulo.

Asiento con la cabeza. Sí... esa es la forma

—Negociando.

—Esto no va así, ______.

—Vale. Cuéntamelo y luego te pongo los ojos en blanco.

Ríe y percibo un destello del Harry despreocupado. Hacía un rato que no lo veía. Se pone serio otra vez.

—Siempre tan ávida de información. —Me mira pensativo. Al poco, se baja con elegancia de la cama—. No te vayas —dice, y sale del dormitorio.

La inquietud me atraviesa como una lanza, y me abrazo a mi propio cuerpo. ¿Qué hace? ¿Tendrá algún plan malvado? ****. Supón que vuelve con una vara o algún otro instrumento de perversión? Madre mía, ¿qué voy a hacer entonces? Cuando vuelve, lleva algo pequeño en las manos. No veo lo que es, pero me muero de curiosidad.

—¿A qué hora es tu primera entrevista de mañana? —pregunta en voz baja.

—A las dos.

Lentamente se dibuja en su rostro una sonrisa perversa.

—Bien.

Y ante mis ojos, cambia sutilmente. Se vuelve duro, intratable... sensual. Es el Harry dominante.

—Sal de la cama. Ponte aquí de pie. —Señala a un lado de la cama y yo me bajo y me coloco en un abrir y cerrar de ojos. Me mira fijamente, y en sus ojos brilla una promesa—. ¿Confías en mí? —me pregunta en voz baja.

Asiento con la cabeza. Me tiende la mano y en la palma lleva dos bolas de plata redondas y brillantes unidas por un grueso hilo negro.

—Son nuevas —dice con énfasis.

Lo miro inquisitiva.

—Te las voy a meter y luego te voy a dar unos azotes, no como castigo, sino para darte placer y dármelo yo.

Se interrumpe y sopesa la reacción de mis ojos muy abiertos.

¡Metérmelas! Ahogo un jadeo y se tensan todos los músculos de mi vientre. La diosa que llevo dentro está haciendo la danza de los siete velos.

—Luego ****emos y, si aún sigues despierta, te contaré algunas cosas sobre mis años de formación. ¿De acuerdo?

¡Me está pidiendo permiso! Con la respiración acelerada, asiento. Soy incapaz de hablar.

—Buena chica. Abre la boca.

¿La boca?

—Más.

Con mucho cuidado, me mete las bolas en la boca.

—Necesitan lubricación. Chúpalas —me ordena con voz dulce.

Las bolas están frías, son lisas y pesan muchísimo, y tienen un sabor metálico. Mi boca seca se llena de saliva cuando explora los objetos extraños. Los ojos de Harry no se apartan de los míos. Dios mío, me estoy excitando. Me estremezco.

—No te muevas, ________ —me advierte—. Para.

Me las saca de la boca. Se acerca a la cama, retira el edredón y se sienta al borde.

—Ven aquí.

Me sitúo delante de él.

—Date la vuelta, inclínate hacia delante y agárrate los tobillos.

Lo miro extrañada y su expresión se oscurece.

—No titubees —me regaña con fingida serenidad y se mete las bolas en la boca.

Joder, esto es más sexy que la pasta de dientes. Sigo sus órdenes inmediatamente. Uf, ¿me llegaré a los tobillos? Descubro que sí, con facilidad. La camiseta se me escurre por la espalda, dejando al descubierto mi trasero.
Menos mal que me he dejado las bragas puestas, aunque supongo que no me van a durar mucho.

Me posa la mano con reverencia en el trasero y me lo acaricia suavemente. Entre mis piernas solo atisbo a ver las suyas, nada más. Cierro los ojos con fuerza cuando me aparta con delicadeza las bragas y me pasea un dedo despacio por el sexo. Mi cuerpo se prepara con una mezcla embriagadora de gran impaciencia y excitación. Me mete un dedo y lo mueve en círculos con deliciosa lentitud. Oh, qué gusto. Gimo.
Se me entrecorta la respiración y lo oigo gemir mientras repite el movimiento. Retira el dedo y muy despacio inserta los objetos, primero una bola, luego la otra. Madre mía. Están a la temperatura del cuerpo, calentadas por nuestras bocas. Es una curiosa sensación: una vez que están dentro, no me las siento, aunque sé que están ahí.

Me recoloca las bragas, se inclina hacia delante y sus labios depositan un beso tierno en mi trasero.

—Ponte derecha —me ordena y, temblorosa, me enderezo.

¡Huy! Ahora sí que las siento... o algo. Me agarra por las caderas para sujetarme mientras recupero el equilibrio.

—¿Estás bien? —me pregunta muy serio.

—Sí.

—Vuélvete.

Me giro hacia él.
Las bolas tiran hacia abajo y, sin querer, mi vientre se contrae alrededor de ellas. La sensación me sobresalta, pero no en el mal sentido de la palabra.

—¿Qué tal? —pregunta.

—Raro.

—¿Raro bueno o raro malo?

—Raro bueno —confieso ruborizándome.

—Bien. —Asoma a sus ojos un vestigio de humor—. Quiero un vaso de agua. Ve a traerme uno, por favor.
Oh.

—Y cuando vuelvas, te tumbaré en mis rodillas. Piensa en eso, ______.

¿Agua? Quiere agua ahora? ¿Para qué?

Cuando salgo del dormitorio, me queda clarísimo por qué quiere que me pasee; al hacerlo, las bolas me pesan dentro, me masajean internamente. Es una
sensación muy rara y no del todo desagradable. De hecho, se me acelera la respiración cuando me estiro para coger un vaso del armario de la cocina, y ahogo un jadeo. Madre mía. Igual tendría que dejarme esto puesto. Hacen que me sienta deseada.
Cuando vuelvo, me observa detenidamente.

—Gracias —dice, y me coge el vaso de agua.

Despacio, da un sorbo y deja el vaso en la mesita de noche. En ella hay un condón, listo y esperando, como yo. Entonces sé que está haciendo esto para generar expectación. El corazón se me ha acelerado un poco. Centra su mirada de ojos marrones en mí.

—Ven. Ponte a mi lado. Como la otra vez.

Me acerco a él, la sangre me zumba por todo el cuerpo, y esta vez... estoy caliente. Excitada.

—Pídemelo —me dice en voz baja.

Frunzo el ceño. ¿Que le pida el qué?

—Pídemelo —repite, algo más duro.

¿El qué? ¿Un poco de agua? ¿Qué quiere?

—Pídemelo, ______. No te lo voy a repetir más.

Hay una amenaza velada en sus palabras, y entonces caigo. Quiere que le pida que me dé unos azotes.

Madre mía. Me mira expectante, con la mirada cada vez más fría. ****.

—Azótame, por favor... señor —susurro.

Cierra los ojos un instante, saboreando mis palabras. Alarga el brazo, me agarra la mano izquierda y, tirando de mí, me arrastra a sus rodillas. Me dejo caer sobre su regazo, y me sujeta. Se me sube el corazón a la boca cuando empieza a acariciarme el trasero. Me tiene ladeada otra vez, de forma que mi torso descansa en la cama, a su lado. Esta vez no me echa la pierna por encima, sino que me aparta el pelo de la cara y me lo recoge detrás de la oreja. Acto seguido, me agarra el pelo a la altura de la nuca para sujetarme bien. Tira suavemente y echo la cabeza hacia atrás.

—Quiero verte la cara mientras te doy los azotes, ______ —murmura sin dejar de frotarme suavemente el trasero.

Desliza la mano entre mis nalgas y me aprieta el sexo, y la sensación global es... Gimo. Oh, la sensación es exquisita.

—Esta vez es para darnos placer, ______, a ti y a mí —susurra.

Levanta la mano y la baja con una sonora palmada en la confluencia de los muslos, el trasero y el sexo.
Las bolas se impulsan hacia delante, dentro de mí, y me
pierdo en un mar de sensaciones: el dolor del trasero, la plenitud de las bolas en mi interior y el hecho de que me esté sujetando. Mi cara se contrae mientras mis sentidos tratan de digerir todas estas sensaciones nuevas. Registro en alguna parte de mi cerebro que no me ha atizado tan fuerte como la otra vez. Me acaricia el trasero otra vez, paseando la mano abierta por mi piel, por encima de la ropa interior.

¿Por qué no me ha quitado las bragas? Entonces su mano desaparece y vuelve a azotarme. Gimo al propagarse la sensación. Inicia un patrón de golpes: izquierda, derecha y luego abajo. Los de abajo son los mejores. Todo se mueve hacia delante en mi interior, y entre palmadas, me acaricia, me manosea, de forma que es como si me masajeara por dentro y por fuera. Es una sensación erótica muy estimulante y, por alguna razón, porque soy yo la que ha impuesto las condiciones, no me preocupa el dolor. No es doloroso en sí... bueno, sí, pero no es insoportable. Resulta bastante manejable y, sí, placentero... incluso. Gruño. Sí, con esto sí que puedo.

Hace una pausa para bajarme despacio las bragas. Me retuerzo en sus piernas, no porque quiera escapar de los golpes sino porque quiero más... liberación, algo. Sus caricias en mi piel sensibilizada se convierten en un cosquilleo de lo más sensual. Resulta abrumador, y empieza de nuevo. Unas cuantas palmadas suaves y luego cada vez más fuertes, izquierda, derecha y abajo. Oh, esos de abajo. Gimo.

—Buena chica, ______—gruñe, y se altera su respiración.

Me azota un par de veces más, luego tira del pequeño cordel que sujeta las bolas y me las saca de un tirón. Casi alcanzo el clímax; la sensación que me produce no es de este mundo. Con movimientos rápidos, me da la vuelta suavemente. Oigo, más que ver, cómo rompe el envoltorio del condón y, de pronto, lo tengo tumbado a mi lado. Me coge las manos, me las sube por encima de la cabeza y se desliza sobre mí, dentro de mí, despacio, ocupando el lugar que han dejado vacío las bolas. Gimo con fuerza.

—Oh, nena —me susurra mientras retrocede y avanza a un ritmo lento y sensual, saboreándome, sintiéndome.

Es la manera más suave en que me lo ha hecho nunca, y no tardo nada en caer por el precipicio, presa de una espiral de delicioso, violento y agotador orgasmo. Cuando me contraigo a su alrededor, disparo su propio clímax, y se desliza dentro de mí, sosegándose, pronunciando mi nombre entre jadeos, fruto de un asombro prodigioso y desesperado.

—¡___!

Guarda silencio, jadeando encima de mí, con las manos aún trenzadas en las mías por encima de mi cabeza. Por fin se vuelve y me mira.

—Me ha gustado —susurra, y me besa tiernamente.

No se entretiene con más besos dulces, sino que se levanta, me tapa con el edredón y se mete en el baño. Cuando vuelve, trae un frasco de loción blanca. Se
sienta en la cama a mi lado.

—Date la vuelta —me ordena y, a regañadientes, me pongo boca abajo.

La verdad, no sé para qué tanto lío. Tengo mucho sueño.

—Tienes el **** de un color espléndido —dice en tono aprobador, y me extiende la loción refrescante por el trasero sonrosado.

—Déjalo ya, Styles —digo bostezando.

—Señorita Steele, es usted única estropeando un momento.

—Teníamos un trato.

—¿Cómo te sientes?

—Estafada.

Suspira, se tiende en la cama a mi lado y me estrecha en sus brazos. Con cuidado de no rozarme el trasero escocido, vuelve a hacerme la cucharita. Me besa muy suavemente detrás de la oreja.

—La mujer que me trajo al mundo era una **** adicta al crack, ______. Duérmete.

Dios mío... ¿y eso qué significa?

—¿Era?

—Murió.

—¿Hace mucho?

Suspira.

—Murió cuando yo tenía cuatro años. No la recuerdo. Carrick me ha dado algunos detalles. Solo recuerdo ciertas cosas. Por favor, duérmete.

—Buenas noches, Harry.

—Buenas noches, ___.

Y me duermo, aturdida y agotada, y sueño con un niño de cuatro años y ojos marrones en un lugar oscuro, terrible y triste.
CarrotCatGirl
CarrotCatGirl


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50 Sombras de Styles. Harry & Tu. HOT. ADAPTADA. - Página 6 Empty Re: 50 Sombras de Styles. Harry & Tu. HOT. ADAPTADA.

Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 7:10 pm

CAPITULO 27 primera parte

Hay luz por todas partes. Una luz intensa, cálida, penetrante, y me esfuerzo por mantenerla a raya unos cuantos minutos más. Quiero esconderme, solo unos minutos más, pero el resplandor es demasiado fuerte y, al final, sucumbo al despertar. Una gloriosa mañana de Seattle me saluda: el sol entra por el ventanal e inunda la habitación de una luz demasiado intensa. ¿Por qué... no bajamos las persianas anoche? Estoy en la enorme cama de Harry Styles, pero él no está.

Me quedo tumbada un rato, contemplando por el ventanal desde mi encumbrada y privilegiada posición el perfil urbano de Seattle. La vida en las nubes produce desde luego una sensación de irrealidad. Una fantasía —un castillo en el aire, alejado del suelo, a salvo de la cruda realidad— lejos del abandono, del hambre, de madres que se prostituyen por crack. Me estremezco al pensar lo que debió de pasar de niño, y entiendo por qué vive aquí, aislado, rodeado de belleza, de valiosas obras de arte, tan alejado de sus comienzos... toda una declaración de intenciones. Frunzo el ceño, porque eso sigue sin explicar por qué no puedo tocarlo.
Curiosamente, yo me siento igual aquí arriba, en su torre de marfil. Lejos de la realidad. Estoy en este piso de fantasía, teniendo un sexo de fantasía con mi novio de fantasía, cuando la cruda realidad es que él quiere un contrato especial, aunque diga que intentará darme más. ¿Qué significa eso? Eso es lo que tengo que aclarar entre nosotros, para ver si aún estamos en extremos opuestos del balancín o nos vamos acercando.

Salgo de la cama sintiéndome agarrotada y, a falta de una expresión mejor, bien machacada. Sí, debe de ser de tanto sexo. Mi subconsciente frunce los labios en señal de desaprobación. Yo le pongo los ojos en blanco, alegrándome de que cierto obseso del control de mano muy suelta no esté en la habitación, y decido preguntarle por el entrenador personal. Eso, si firmo. La diosa que llevo dentro me mira desesperada. Pues claro que vas a firmar. Las ignoro a las dos y, tras una visita rápida al baño, salgo en busca de Harry.

No está en la galería de arte, pero una mujer elegante de mediana edad está limpiando en la zona de la cocina. Al verla, me paro en seco. Es rubia, lleva el pelo corto y tiene los ojos azules; viste una impecable blusa blanca y lisa y una falda de tubo azul marino. Esboza una ampia sonrisa al verme.

—Buenos días, señorita Steele. ¿Le apetece desayunar? —me pregunta en un tono agradable pero profesional, y yo alucino.

¿Qué hace esta atractiva rubia en la cocina de Harry? No llevo puesta más que la camiseta que me dejó. Me siento cohibida por mi desnudez.

—Me temo que juega usted con ventaja —digo en voz baja, incapaz de ocultar la angustia que me produce.

—Ah, lo siento muchísimo... Soy la señora Jones, el ama de llaves del señor Styles.

Ah.

—¿Qué tal? —consigo decir.

—¿Le apetece desayunar, señora?

¡Señora!

—Me gustaría tomar un poco de té, gracias. ¿Sabe dónde está el señor Styles?

—En su estudio.

—Gracias.

Salgo disparada hacia el estudio, muerta de vergüenza. ¿Por qué Harry solo contrata a rubias atractivas? Y una idea desagradable me viene a la cabeza: ¿serán todas ex sumisas? Me niego a acariciar una idea tan espantosa. Asomo la cabeza tímidamente por la puerta. Está al teléfono, de cara al ventanal, vestido con pantalones negros y camisa blanca. Aún tiene el pelo mojado de la ducha y eso me distrae por completo de mis pensamientos negativos.

—Salvo que mejore el balance de pérdidas y ganancias de la compañía, no me interesa, Ros. No vamos a cargar con un peso muerto. No me pongas más excusas tontas. Que me llame Marco, es todo o nada. Sí, dile a Barney que el prototipo pinta bien, aunque la interfaz no me convence. No, le falta algo. Quiero verlo esta tarde para discutirlo. A él y a su equipo; podemos hacer una tormenta de ideas. Vale. Pásame con Andrea otra vez. —Espera, mirando por el ventanal, amo y señor del universo contemplando a la pobre gente bajo su castillo en el cielo—. Andrea...

Al levantar la vista, me ve en la puerta. Una sensual sonrisa se extiende lentamente por su hermoso rostro, y me quedo sin habla al tiempo que se me derriten las entrañas. Es sin lugar a dudas el hombre más hermoso del planeta, demasiado hermoso para los seres vulgares de allá abajo, demasiado hermoso para mí. No, la diosa que llevo dentro me mira ceñuda, demasiado hermoso para mí, no. En cierto modo, es mío... de momento. La idea me produce un escalofrío y disipa mi irracional inseguridad.
Sigue hablando, sin dejar de mirarme.

—Cancela toda mi agenda de esta mañana, pero que me llame Bill. Estaré allí a las dos. Tengo que hablar con Marco esta tarde, eso me llevará al menos media hora. Ponme a Barney y a su equipo después de Marco, o quizá mañana, y búscame un hueco para quedar con Claude todos los días de esta semana. Dile que espere. Ah. No, no quiero publicidad para Darfur. Dile a Sam que se encargue él de eso. No. ¿Qué evento? ¿El sábado que viene? Espera.
»¿Cuándo vuelves de Georgia? —me pregunta.

—El viernes.

Retoma la conversación telefónica.

—Necesitaré una entrada más, porque voy acompañado. Sí, Andrea, eso es lo que he dicho, acompañado, la señorita ______ Steele vendrá conmigo. Eso es
todo. —Cuelga—. Buenos días, señorita Steele.

—Señor Styles —sonrío tímidamente.

Rodea el escritorio con su habitual elegancia y se sitúa delante de mí. Me acaricia suavemente la mejilla con el dorso de los dedos.

—No quería despertarte, se te veía tan serena. ¿Has dormido bien?

—He descansado, gracias. Solo he venido a saludar antes de darme una ducha.

Lo miro, me embebo de él. Se inclina y me besa con suavidad, y no puedo controlarme. Me cuelgo de su cuello y mis dedos se enredan en su pelo aún húmedo.
Con el cuerpo pegado al suyo, le devuelvo el beso. Lo deseo. Mi ataque lo toma por sorpresa, pero, tras un instante, responde con un grave gruñido gutural. Desliza las manos por mi pelo y desciende por la espalda para agarrarme el trasero desnudo, explorándome la boca con la lengua. Se aparta, con los ojos entrecerrados.

—Vaya, parece que el descanso te ha sentado bien —murmura—. Te sugiero que vayas a ducharte, ¿o te echo un polvo ahora mismo encima de mi escritorio?

—Prefiero lo del escritorio —le susurro temeraria mientras el deseo invade mi organismo como la adrenalina, despertándolo todo a su paso.

Me mira perplejo un milisegundo.

—Esto le gusta de verdad, ¿no, señorita Steele? Te estás volviendo insaciable —masculla.

—Lo que me gusta eres tú —le digo.

Sus ojos se agrandan y se oscurecen mientras me masajea el trasero desnudo.

—Desde luego, solo yo —gruñe, y de pronto, con un movimiento rápido, aparta todos los planos y documentos del escritorio, que se esparcen por el suelo, y
luego me coge en brazos y me tumba en el lado corto de la mesa, de forma que la cabeza casi me cuelga por el borde—. Tú lo has querido, nena —masculla, sacándose un preservativo del bolsillo del pantalón al tiempo que se baja la cremallera.

Vaya con el boyscout. Desliza el condón por su miembro erecto y me mira.

—Espero que estés lista —dice con una sonrisa lasciva.

Y en un instante está dentro de mí y, sujetándome con fuerza las muñecas a los costados, me penetra hasta el fondo.
Gimo... oh, sí.

—Dios, ____. Sí que estás lista —susurra con veneración.

Enroscándole las piernas en la cintura, lo abrazo de la única forma que puedo mientras él, de pie, me mira, con un brillo intenso en esos ojos grises, apasionado y
posesivo. Empieza a moverse, a moverse de verdad. Esto no es hacer el amor, esto es ****, y me encanta. Gimo. Es tan crudo, tan carnal, me excita tanto. Gozo de su penetración, su pasión sacia la mía. Se mueve con facilidad, gozándome, disfrutando de mí, con la boca algo abierta a medida que se le acelera la respiración. Gira las caderas de un lado a otro y me produce una sensación deliciosa.
Cierro los ojos, notando que se aproxima el clímax, esa deliciosa avalancha lenta y creciente, que me eleva más y más hasta el castillo en el aire. Oh, sí... su empuje aumenta un poco. Gimo fuerte. Soy toda sensación, toda él; disfruto de cada embate, de cada vez que me llega hasta el fondo. Coge ritmo, empuja más rápido, más fuerte, y todo mi cuerpo se mueve a su compás, y noto que se me agarrotan las piernas, y mis entrañas se estremecen y se aceleran.

—Vamos, nena, dámelo todo —me incita entre dientes, y el deseo ardiente de su voz, la tensión, me abocan al precipicio.

Lanzo una súplica silenciosa y apasionada cuando toco el sol y me quemo, y me desplomo a su alrededor, caigo, de vuelta a una cima intensa y luminosa en la Tierra. Embiste y para en seco al llegar al clímax y, tirándome de las muñecas, se desploma con elegancia, calladamente, sobre mí.
Uau... esto no me lo esperaba. Poco a poco, vuelvo a materializarme en la Tierra.

—¿Qué diablos me estás haciendo? —dice besuqueándome el cuello—. Me tienes completamente hechizado, ____. Ejerces alguna magia poderosa.

Me suelta las muñecas y le paso los dedos por el pelo, descendiendo de las alturas. Aprieto las piernas alrededor de su cintura.

—Soy yo la hechizada —susurro.

Me mira, me contempla, con expresión desconcertada, alarmada incluso. Poniéndome las manos a ambos lados de la cara, me sujeta la cabeza.

—Tú... eres... mía —dice, marcando bien cada palabra—. ¿Entendido?

Lo dice tan serio, tan exaltado... con tal fanatismo. La fuerza de su súplica me resulta tan inesperada, tan apabullante. Me pregunto por qué se siente así.

—Sí, tuya —le susurro, completamente desconcertada por su fervor.

—¿Seguro que tienes que irte a Georgia?

Asiento despacio. Y, en ese breve instante, veo alterarse su expresión y noto cómo cambia su actitud. Se retira bruscamente y yo hago una mueca de dolor.

—¿Te duele? —pregunta inclinándose sobre mí.

—Un poco —confieso.

—Me gusta que te duela. —Sus ojos abrasan—. Te recordará que he estado ahí, solo yo.

Me coge por la barbilla y me besa con violencia, luego se endereza y me tiende la mano para ayudarme a levantarme. Miro el envoltorio del condón que tengo al
lado.

—Siempre preparado —murmuro.

Me mira confundido mientras se sube la bragueta. Sostengo en alto el envoltorio vacío.

—Un hombre siempre puede tener esperanzas, _______, incluso sueña, y a veces los sueños se hacen realidad.

Suena tan raro, con esa mirada encendida. No lo entiendo. Mi dicha poscoital se esfuma rápidamente. ¿Qué problema tiene?

—Así que hacerlo en tu escritorio... ¿era un sueño? —le pregunto con sequedad, probando a bromear para aliviar la tensión que hay entre nosotros.

Me dedica una sonrisa enigmática que no le llega a los ojos y sé inmediatamente que no es la primera vez que lo ha hecho en su escritorio. La idea me desagrada.
Me retuerzo incómoda al tiempo que mi dicha poscoital se esfuma del todo.

—Más vale que vaya a darme una ducha.

Me levanto y me dispongo a marcharme.
Frunce el ceño y se pasa una mano por el pelo.

—Tengo un par de llamadas más que hacer. Desayunaré contigo cuando salgas de la ducha. Creo que la señora Jones te ha lavado la ropa de ayer. Está en el armario.

¿Qué? ¿Cuándo lo ha hecho? Por Dios, ¿nos habrá oído? Me ruborizo.

—Gracias —murmuro.

—No se merecen —dice automáticamente, pero noto cierto tonillo en su voz. No te estoy dando las gracias por ****me. Aunque ha sido muy...

—¿Qué? —me suelta, y entonces me doy cuenta de que estoy frunciendo el ceño.

—¿Qué pasa? —le pregunto en voz baja.

—¿A qué te refieres?

—Pues a que estás siendo aún más raro de lo habitual.

—¿Te parezco raro?

Trata de reprimir una sonrisa.

—A veces.

Me estudia un instante, pensativo.

—Como de costumbre, me sorprende, señorita Steele.

—¿En qué le sorprendo?

—Digamos que esto ha sido un regalito inesperado.

—La idea es complacernos, señor Styles.

Ladeo la cabeza como hace él a menudo, devolviéndole sus palabras.

—Y me complaces, desde luego —dice, pero lo noto inquieto—.
Pensaba que ibas a darte una ducha.

Vaya, me está echando.

—Sí... eh... luego te veo.

Salgo de su despacho completamente anonadada. Harry parecía confundido. ¿Por qué? Debo decir que, como experiencia física, ha sido muy satisfactoria. En cambio, emocionalmente... bueno, me desconcierta su reacción, y eso es tan enriquecedor emocionalmente como nutritivo el algodón de azúcar.
La señora Jones sigue en la cocina.

—¿Le apetece el té ahora, señorita Steele?

—Me voy a duchar primero, gracias —murmuro, y me apresuro a salir de allí con el rostro aún encendido.

En la ducha, trato de averiguar qué le pasa a Harry. Es la persona más complicada que conozco y no alcanzo a comprender sus estados de ánimo cambiantes.
Parecía estar bien cuando he entrado en su estudio. Lo hemos hecho... y luego ya no estaba bien. No, no lo entiendo. Recurro a mi subconsciente. Me la encuentro silbando con las manos a la espalda, mirando a cualquier parte menos a mí. No tiene ni idea, y la diosa que llevo dentro sigue disfrutando de los restos de la dicha poscoital. No... ninguna de nosotras tiene ni idea.
Me seco el pelo con la toalla, me lo cepillo con el único peine que tiene Harry y me lo recojo en un moño. El vestido ciruela de Kate está colgado, lavado y planchado, en el armario, junto con mi sujetador y mis bragas también limpios. La señora Jones es una maravilla. Me calzo los zapatos de Kate, me arreglo un poco el vestido, respiro hondo y vuelvo a salir del enorme dormitorio.
Harry sigue sin aparecer, y la señora Jones está revisando lo que hay en la despensa.

—¿Quiere ya el té, señorita Steele? —pregunta.

—Por favor.

Le sonrío. Me siento algo más a gusto ahora que voy vestida.

—¿Le apetece comer algo?

—No, gracias.

—Pues claro que vas a comer algo —espeta Harry, resplandeciente—. Le gustan las tortitas con huevos y beicon, señora Jones.

—Sí, señor Styles. ¿Qué va a tomar usted, señor?

—Tortilla, por favor, y algo de fruta. —No me quita los ojos de encima, su expresión es indescifrable—. Siéntate —me ordena, señalando uno de los taburetes de la barra.

Obedezco, y él se sienta a mi lado mientras la señora Jones prepara el desayuno. Uf, me pone nerviosa que alguien más oiga lo que hablamos.

—¿Ya has comprado el billete de avión?

—No, lo compraré cuando llegue a casa, por internet.

Se apoya en mi hombro y se frota la barbilla en él.

—¿Tienes dinero?

Oh, no.

—Sí —digo poniendo un tono de resignada paciencia, como si hablara con un niño pequeño.
Me arquea una ceja reprobatoria.

Mi.er.da.

—Sí tengo, gracias —rectifico enseguida.

—Tengo un jet. No se va a usar hasta dentro de tres días; está a tu disposición.

Lo miro boquiabierta. Pues claro que tiene un jet, y yo tengo que resistir la inclinación natural de mi cuerpo a poner los ojos en blanco. Me entran ganas de reír. Pero no lo hago, porque no sé de qué humor está.

—Ya hemos abusado bastante de la flota aérea de tu empresa. No me gustaría volver a hacerlo.

—La empresa es mía, el jet también.

Parece ofendido. ¡Ah, los chicos y sus juguetitos!

—Gracias por el ofrecimiento, pero prefiero coger un vuelo regular.

Me da la impresión de que quiere seguir discutiéndolo, pero al final no lo hace.

—Como quieras. —Suspira—. ¿Tienes que prepararte mucho para las entrevistas?

—No.

—Bien. No vas a decirme de qué editoriales se trata, ¿verdad?

—No.

Se dibuja en sus labios una sonrisa reticente.

—Soy un hombre de recursos, señorita Steele.

—Soy perfectamente consciente de eso, señor Styles. ¿Me vas a rastrear el móvil? —pregunto inocentemente.

—La verdad es que esta tarde voy a estar muy liado, así que tendré que pedirle a alguien que lo haga por mí.

Sonríe con picardía.
Lo dirá en broma, ¿no?

—Si puedes poner a alguien a hacer eso, es que te sobra personal, desde luego.

—Le mandaré un correo a la jefa de recursos humanos y le pediré que revise el recuento de personal.

Tuerce la boca para ocultar la sonrisa.
Ay, menos mal que ha recobrado el sentido del humor.
La señora Jones nos sirve el desayuno y comemos en silencio durante unos minutos. Tras recoger los cacharros, la mujer se retira discretamente de la zona del
salón. Lo miro.

—¿Qué pasa, ______?

—¿Sabes?, al final no me has dicho por qué no te gusta que te toquen.

Palidece y su reacción me hace sentirme culpable por preguntar.

—Te he contado más de lo que le he contado nunca a nadie —dice en voz baja mientras me mira impasible.

Y tengo claro que nunca le ha hecho confidencias a nadie. ¿No tiene amigos íntimos? Quizá se lo contara a la señora Robinson. Quiero preguntárselo, pero no
puedo... no puedo meterme así en su vida. Niego con la cabeza al darme cuenta. Está solo, pero de verdad.

—¿Pensarás en nuestro contrato mientras estás fuera? —pregunta.

—Sí.

—¿Me vas a echar de menos?

Lo miro, sorprendida por la pregunta.

—Sí —respondo con sinceridad.

¿Cómo puede haber llegado a significar tanto para mí en tan poco tiempo? Se me ha metido bajo la piel, literalmente. Sonríe y se le ilumina la mirada.

—Yo también te voy a echar de menos. Más de lo que imaginas —me dice.

Se me alegra el corazón al oír sus palabras. Lo está intentando, de verdad. Me acaricia suavemente la mejilla, se inclina y me besa con ternura
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50 Sombras de Styles. Harry & Tu. HOT. ADAPTADA. - Página 6 Empty Re: 50 Sombras de Styles. Harry & Tu. HOT. ADAPTADA.

Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 7:12 pm

CAPITULO 27 segunda parte

A última hora de la tarde espero sentada y nerviosa al señor J. Hyde en el vestíbulo de Seattle Independent Publishing. Es mi segunda entrevista de hoy y la que más me interesa. La primera ha ido bien, pero era para un grupo mayor, con oficinas en todo el país, y yo no sería más que una de las muchas ayudantes editoriales. Imagino que semejante máquina corporativa me eng...ulliría y me escupiría bastante rápido. En SIP es donde quiero estar. Es pequeña y poco convencional, aboga por los autores locales y tiene una interesante y peculiar lista de clientes.

El lugar resulta un tanto austero, pero creo que es una declaración de intenciones más que un indicio de frugalidad. Estoy sentada en uno de los dos sillones Chesterfield de piel verde oscuro, muy similares al sofá que tiene Harry en su cuarto de juegos. Acaricio la piel, apreciativa, y me pregunto distraída qué hará Harry en ese sofá. Divago pensando en las posibilidades... no, más vale que no piense en eso ahora. Me sonrojan mis pensamientos descarriados e inoportunos. La recepcionista es una joven afroamericana con grandes pendientes de plata y el pelo largo y liso. Tiene cierto aire bohemio; es de esa clase de mujeres con las que podría llevarme bien. La idea me reconforta. De vez en cuando me mira, apartando la vista del ordenador, y me sonríe tranquilizadora. Yo le devuelvo la sonrisa tímidamente.

Ya tengo el vuelo reservado, mi madre está encantada de que vaya a verla, he hecho la maleta y Kate ha accedido a acompañarme al aeropuerto. Harry me ha ordenado que me lleve la BlackBerry y el Mac. Pongo los ojos en blanco al recordar su despotismo, pero ahora me doy cuenta de que él es así. Le gusta controlarlo todo, incluida yo. Sin embargo, también puede ser tan impredecible y desconcertantemente agradable... Puede ser tierno, alegre, e incluso dulce. Y, cuando lo es, resulta tan imprevisible e inesperado... Ha insistido en acompañarme hasta el coche, que estaba aparcado en el garaje. Por Dios, que solo me voy unos días; se comporta como si me marchara durante varias semanas. Me tiene siempre desconcertada.

—¿______ Steele?

Una mujer de melena negra prerrafaelita, de pie junto al mostrador de recepción, me saca de mi ensimismamiento. Tiene el mismo aire bohemio y etéreo que la recepcionista. Tendrá unos treinta y muchos, quizá cuarenta y pocos; resulta muy difícil de saber con mujeres de cierta edad.

—Sí —respondo, y me levanto desmañadamente.

Me dedica una sonrisa educada, sus fríos ojos castaños me escudriñan. Visto uno de los conjuntos de Kate, un pichi negro con una blusa blanca y mis zapatos negros de tacón. Muy de entrevista, creo yo. Llevo el pelo recogido en un moño prieto y, por una vez, los mechones se están comportando. Me tiende la mano.

—Hola, ______, me llamo Elizabeth Morgan. Soy la jefa de recursos humanos de SIP. —¿Cómo está?

Le estrecho la mano. La veo muy informal para ser jefa de recursos humanos.

—Sígueme, por favor.

Pasamos la puerta de doble hoja que hay detrás de la zona de recepción y entramos en una oficina grande y diáfana de decoración luminosa, y de ahí a una pequeña sala de reuniones. Las paredes son de color verde claro y están llenas de fotos de cubiertas de libros. A la cabecera de la mesa de conferencias de madera de arce está sentado un hombre joven, pelirrojo, con la melena recogida en una coleta. En ambas orejas le brillan unos pequeños aros de plata. Viste camisa azul claro, sin corbata, y pantalones de algodón gris oscuro. Cuando me acerco a él, se levanta y me mira con unos ojos azul oscuro insondables.

—______ Steele, soy Jack Hyde, director de adquisiciones de SIP. Encantado de conocerte.

Nos damos la mano. Su mirada oscura me resulta impenetrable, aunque suficientemente afable, creo.

—¿Vienes de muy lejos? —me pregunta amablemente.

—No, acabo de mudarme a la zona de Pike Street Market.

—Ah, entonces vives muy cerca. Siéntate, por favor.

Me siento, y Elizabeth toma asiento a mi lado.

—Dinos, ¿por qué quieres trabajar como becaria en SIP, ______? —pregunta.

Pronuncia mi nombre con suavidad y ladea la cabeza, como alguien que yo me sé; resulta inquietante. Esforzándome por ignorar el recelo irracional que me
inspira, me lanzo a soltarle mi discurso cuidadosamente preparado, consciente de que un rubor sonrosado se extiende por mis mejillas. Los miro a los dos, recordando la charla de Katherine Kavanagh sobre cómo salir airoso de una entrevista: «¡Mantén el contacto visual, ___!». Dios, qué mandona puede ser ella también, a veces. Jack y Elizabeth me escuchan con atención.

—Tienes una nota media impresionante. ¿De qué actividades extracurriculares has disfrutado en tu universidad?

¿Disfrutar? Lo miro extrañada. Qué extraña elección léxica. Entro en detalles sobre mi puesto de bibliotecaria en la biblioteca central del campus y mi experiencia entrevistando a un déspota indecentemente rico para la revista de la universidad. Paso por alto el hecho de que, en realidad, no fui yo quien escribió el artículo. Menciono las dos sociedades literarias a las que pertenecía y concluyo con mi trabajo en Clayton’s y todos los conocimientos inútiles que ahora poseo sobre ferretería y bricolaje. Los dos se ríen, que es lo que esperaba. Poco a poco, me relajo y empiezo a sentirme a gusto.
Jack Hyde me hace preguntas agudas e inteligentes, pero no me amilano; mantengo el tipo y, cuando hablamos de mis preferencias literarias y mis libros favoritos, creo que me defiendo bastante bien. A Jack, en cambio, solo parece gustarle la literatura estadounidense posterior a 1950. Nada más. Ningún clásico, ni siquiera Henry James, ni Upton Sinclair, ni F. Scott Fitzgerald. Elizabeth no dice nada, solo asiente de vez en cuando y toma notas. Jack, pese a su afán por la controversia, es agradable a su manera, y mi recelo inicial se disipa a medida que hablamos.

—¿Y dónde te ves dentro de cinco años? —pregunta.

Con Harry Styles, me viene sin querer la idea a la cabeza. La divagación me hace fruncir el ceño.

—De editora, quizá. Tal vez de agente literario, no estoy segura. Estoy abierta a todas las posibilidades.

Jack sonríe.

—Muy bien, ______. No tengo más preguntas. ¿Y tú? —me plantea directamente.

—¿Cuándo habría que empezar? —inquiero.

—Lo antes posible —interviene Elizabeth—. ¿Cuándo podrías tú?

—Estoy disponible a partir de la semana que viene.

—Está bien saberlo —dice Jack.

—Si nadie tiene nada más que decir —Elizabeth nos mira a los dos—, creo que damos por terminada la entrevista.

Sonríe amablemente.

—Ha sido un placer conocerte, _____ —dice Jack en voz baja cogiéndome la mano.

Me la aprieta con suavidad, así que lo miro con cierta extrañeza cuando me despido.

Camino del coche, me noto intranquila, pero no sé por qué. Creo que la entrevista ha ido bien, pero es difícil saberlo. Las entrevistas me parecen algo tan
artificial; todo el mundo comportándose de la mejor forma posible e intentando desesperadamente esconderse tras una fachada profesional. ¿Encajo en el perfil? Habrá que esperar para saberlo.

Me subo a mi Audi A3 y me dirijo a casa, pero con tranquilidad. He reservado un vuelo nocturno con escala en Atlanta, pero no sale hasta las 22.25 h, así que tengo tiempo de sobra.

Cuando llego, Kate está desempaquetando cajas en la cocina.

—¿Qué tal te ha ido? —me pregunta emocionada.

Solo Kate puede estar guapísima con una camiseta gigante, unos vaqueros gastados y un pañuelo azul marino en la cabeza.

—Bien, gracias, Kate. No sé si este conjunto era lo bastante apropiado para la segunda entrevista.

—¿Y eso?

—Me habría venido mejor algo bohemio y elegante.

Kate arquea una ceja.

—Tú y tus bohemios elegantes. —Ladea la cabeza, ¡agh! ¿Por qué todo el mundo me recuerda a mi Cincuenta favorito?—. En realidad, ___, tú eres una de las pocas personas que puede conseguir ese look.

Sonrío.

—Me ha gustado mucho el segundo sitio. Creo que podría encajar allí. Eso sí, el tipo que me ha entrevistado era un tanto inquietante.

Me interrumpo. ****, que estás hablando con Parabólica Kavanagh. ¡Cállate, ___!

—¿Y eso?

El radar de Katherine Kavanagh, detector de datos interesantes, entra en acción de inmediato en busca de ese dato que solo resurgirá en algún momento
inoportuno y comprometedor, lo cual me recuerda algo.

—Por cierto, ¿podrías dejar de provocar a Harry? Tu comentario sobre José en la cena de anoche no venía a cuento. Es un tipo celoso. Lo que haces no está
bien, ¿sabes?

—Mira, si no fuera el hermano de Elliot, le habría dicho cosas peores. Es un controlador obsesivo. No entiendo cómo lo aguantas. Pretendía ponerlo celoso, ayudarlo un poco a decidirse. —Levanta las manos con aire defensivo—. Pero si no quieres que me meta, no lo haré —añade enseguida al verme fruncir el ceño.

—Muy bien. La vida con Harry ya es bastante complicada de por sí, créeme.

Dios, sueno como él.

—___. —Hace una pausa, mirándome fijamente—. Estás bien, ¿no? ¿No irás a casa de tu madre para escapar?

Me ruborizo.

—No, Kate. Fuiste tú la que dijo que necesitaba un descanso.

Se acerca y me coge de las manos, un gesto impropio de Kate. Oh, no... Me voy a echar a llorar.

—Te veo... no sé... distinta. Espero que estés bien y que, sean cuales sean los problemas que tengas con el señor Millonetis, puedas hablarlo conmigo. Y que
sepas que yo no pretendo provocarlo, aunque, la verdad, con él es como pescar en una pecera. Mira, ___, si algo va mal, cuéntamelo. No te voy a juzgar. Procuraré entenderlo.

Contengo las lágrimas.

—Ay, Kate... —La abrazo—. Creo que me he enamorado de él de verdad.

—___, eso lo ve cualquiera. Y él se ha enamorado de ti. Está loco por ti. No te quita los ojos de encima.

Río tímidamente.

—¿Tú crees?

—¿No te lo ha dicho?

—No con tantas palabras.

—¿Se lo has dicho tú?

—No con tantas palabras.

Me encojo de hombros, como disculpándome.

—¡___! Uno de los dos tiene que dar el primer paso, si no nunca llegaréis a ninguna parte.

¿Qué, que le diga lo que siento?

—Me da miedo espantarlo.

—¿Y cómo sabes que él no siente lo mismo?

—¿Harry, miedo? No me lo imagino asustado de nada.

Pero, mientras lo digo, me lo imagino de niño. Quizá el miedo fuera lo único que conocía entonces. Solo de pensarlo, se me encoge el corazón de pena.
Kate me observa con los labios y los ojos fruncidos, como mi subconsciente... solo le faltan las gafas de media luna.

—Os hace falta sentaros a charlar.

—No hemos hablado mucho últimamente.

Me sonrojo. Otras cosas sí. Comunicación no verbal, y no ha estado nada mal. Bueno, ha estado más que bien.
Sonríe.

—¡Por el sexo! Si eso va bien, tienes media batalla ganada, ____. Voy a buscar algo de comida china. ¿Lo tienes ya todo listo para el viaje?

—Casi. Aún nos quedan un par de horas o así.

—No... vuelvo dentro de veinte minutos.

Coge la cazadora y se va; se olvida de cerrar la puerta. La cierro y me voy a mi cuarto, rumiando sus palabras.
¿Tiene miedo Harry de lo que siente por mí? ¿Siente algo por mí? Parece muy entusiasmado, dice que soy suya... pero eso forma parte de su yo dominante y
obsesivo que debe tenerlo y poseerlo todo, seguro. Me doy cuenta de que, mientras esté fuera, tendré que repasar todas nuestras conversaciones y ver si puedo detectar algún indicio claro.

«Yo también te voy a echar de menos. Más de lo que imaginas.» «Me tienes completamente hechizado.»

Niego con la cabeza. No quiero pensar en eso ahora. La BlackBerry se está cargando, así que no la he mirado en toda la tarde. Me acerco con cautela y me desilusiona ver que no hay mensajes. Enciendo el cacharro infernal y tampoco hay mensajes. Es la misma dirección de e-mail, _____, me dice mi subconsciente poniéndome los ojos en blanco y, por primera vez, entiendo por qué Harry quiere darme unos azotes cada vez que lo hago.
Vale. Bueno, pues le escribo un correo yo.

De: ______ Steele
Fecha: 30 de mayo de 2011 18:49
Para: Harry Styles
Asunto: Entrevistas
Querido señor:
Las entrevistas de hoyhan ido bien. He pensado que igual te interesaba. ¿Qué tal tu día?
______

Me siento y miro furiosa la pantalla. Las respuestas de Harry suelen ser instantáneas. Espero y espero, y por fin oigo el tono de mensaje entrante.

De: Harry Styles
Fecha: 30 de mayo de 2011 19:03
Para: ______ Steele
Asunto: Mi día
Querida señorita Steele:
Todo lo que hace me interesa. Es la mujer más fascinante que conozco. Me alegro de que sus entrevistas hayan ido bien.
Mi mañana ha superado todas mis expectativas.
Mi tarde, en comparación, ha sido de lo más aburrida.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 30 de mayo de 2011 19:05
Para: Harry Styles
Asunto: Mañana maravillosa
Querido señor:
También la mañana ha sido extraordinaria para mí, aunque te hayas mostrado raro después del impecable polvo sobre el escritorio. No creas que no me he dado cuenta. Gracias por el desayuno. O gracias a la señora Jones. Me gustaría hacerte algunas preguntas sobre ella (sin que vuelvas a ponerte raro conmigo).
______

Titubeo antes de pulsar la tecla de envío y me tranquiliza pensar que mañana a estas horas estaré en la otra punta del continente.

De: Harry Styles
Fecha: 30 de mayo de 2011 19:10
Para: ______ Steele
Asunto: ¿Tú en una editorial?
_______:
«Ponerse raro» no es una forma verbal aceptable y no debería usarla alguien que quiere entrar en el mundo editorial.
¿Impecable? ¿Comparado con qué, dime, por favor? ¿Yqué es lo que quieres preguntarme de la señora Jones? Me tienes intrigado.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 30 de mayo de 2011 19:17
Para: Harry Styles
Asunto: Tú y la señora Jones
Querido señor:
La lengua evoluciona y avanza. Es algo vivo. No está encerrada en una torre de marfil, rodeada de carísimas obras de arte, con vistas a casi todo Seattle y con un helipuerto en la azotea.
Impecable en comparación con las otras veces que hemos... ¿cómo lo llamas tú...?, ah, sí, follado. De hecho, los polvos han sido todos impecables, punto, en mi modesta opinión, ...pero, claro, como bien sabes, tengo una experiencia muy limitada.
¿La señora Jones es una ex sumisa tuya?
______

Titubeo una vez más antes de darle a la tecla de envío, pero al final le doy.

De: Harry Styles
Fecha: 30 de mayo de 2011 19:22
Para: ______ Steele
Asunto: Lenguaje. ¡Esa boquita...!
_______:
La señora Jones es una empleada muy valiosa. Nunca he mantenido con ella más relación que la profesional. No contrato a nadie con quien haya mantenido relaciones sexuales. Me sorprende que se te haya ocurrido algo así. La única persona con la que haría una excepción a esta norma eres tú, porque eres una joven brillante con notables aptitudes para la negociación. No obstante, como sigas utilizando semejante lenguaje, voy a tener que reconsiderar la posibilidad de incorporarte a mi plantilla. Me alegra que tengas una experiencia limitada. Tu experiencia seguirá estando limitada... solo a mí. Tomaré «impecable» como un cumplido... aunque contigo nunca sé si es eso lo que quieres decir o si el sarcasmo está hablando por ti, como de costumbre.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc., desde su torre de marfil

De: ______ Steele
Fecha: 30 de mayo de 2011 19:27
Para: Harry Styles
Asunto: Ni por todo el té de China
Querido señor Styles:
Creo que ya le he manifestado mis reservas respecto a trabajar en su empresa. Mi opinión no ha cambiado, ni va a cambiar, ni cambiará, jamás. Ahora te tengo que dejar porque Kate ya ha vuelto con la cena. Mi sarcasmo y yo te deseamos buenas noches.
Me pondré en contacto contigo cuando esté en Georgia.
______

De: Harry Styles
Fecha: 30 de mayo de 2011 19:29
Para: ______ Steele
Asunto: ¿Ni por el té Twinings English Breakfast?
Buenas noches, ______.
Espero que tu sarcasmo y tú tengáis un buen vuelo.
Harry Malij
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

Kate y yo paramos en la zona de estacionamiento frente a la terminal de salidas del Sea-Tac. Se inclina desde su asiento para abrazarme.

—Pásatelo bien en Barbados, Kate. Que tengas unas vacaciones maravillosas.

—Te veo a la vuelta. No dejes que Millonetis te amargue la existencia.

—No lo haré.

Nos abrazamos una vez más, y me quedo sola. Me dirijo a facturación y me pongo en la cola, esperando con mi equipaje de cabina. No me he molestado en coger una maleta, solo una elegrante mochila que Ray me regaló por mi último cumpleaños.

—Billete, por favor.

El joven aburrido del otro lado del mostrador me tiende la mano sin mirarme siquiera. Con idéntica desgana le entrego mi billete y el carnet de conducir como documento de identidad. Espero que me toque ventanilla, si es posible.

—Muy bien, señorita Steele. La han pasado a primera clase.

—¿Qué?

—Señora, si es tan amable, pase a la sala VIP y espere allí a que salga su vuelo.

Parece haber despertado y me sonríe como si yo fuera Santa Claus y el conejo de Pascua todo en uno.

—Tiene que haber algún error.

—No, no. —Vuelve a mirar la pantalla del ordenador—. ______ Steele: a primera clase —lee, y me dirige una sonrisa afectada.

Aghhh... Entorno los ojos. Me da mi tarjeta de embarque y me dirijo a la sala VIP, rezongando por lo bajo. Maldito Harry Styles, metomentodo controlador.
¿Es que no me puede dejar en paz?
CarrotCatGirl
CarrotCatGirl


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Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 7:15 pm

CAPITULO 28 primera parte

Me han hecho la manicura, me han dado un masaje y me he tomado dos copas de champán. La sala VIP tiene muchas ventajas. Con cada sorbo de Moët, me siento un poco más inclinada a perdonar a Harry por su intervención. Abro el MacBook con la confianza de poner a prueba la teoría de que funciona en cualquier parte del planeta.

De: ______ Steele
... Fecha: 30 de mayo de 2011 21:53
Para: Harry Styles
Asunto: Detalles super extravagantes
Querido señor Styles:
Lo que verdaderamente me alarma es cómo has sabido qué vuelo iba a coger.
Tu tendencia al acoso no conoce límites. Espero que el doctor Flynn haya vuelto de vacaciones. Me han hecho la manicura, me han dado un masaje en la espalda y me he tomado dos copas de champán, una forma agradabilísima de empezar mis vacaciones. Gracias.
______

De: Harry Styles
Fecha: 30 de mayo de 2011 21:59
Para: ______ Steele
Asunto: No se merecen
Querida señorita Steele:
El doctor Flynn ha vuelto y tengo cita con él esta semana. ¿Quién le ha dado un masaje en la espalda?
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc., con amigos en los sitios adecuados

¡Ajá! Hora de vengarse. Ya han llamado a nuestro vuelo, así que ahora podré contestarle desde el avión. Será más seguro. Estoy a punto de abrazarme de perversa alegría.

Hay muchísimo sitio en primera. Con un cóctel de champán en la mano, me instalo en el suntuoso asiento de cuero junto a la ventanilla mientras la cabina empieza a llenarse poco a poco. Llamo a Ray para decirle dónde estoy; una llamada compasivamente breve, porque es muy tarde para él.

—Te quiero, papá —susurro.

—Y yo a ti, ______. Saluda a tu madre. Buenas noches.

—Buenas noches.

Cuelgo.

Ray está en buena forma. Miro mi Mac y, con el mismo regocijo infantil creciente, lo abro y entro en el programa de correo.

De: ______ Steele
Fecha: 30 de mayo de 2011 22:22
Para: Harry Styles
Asunto: Manos fuertes ycapaces
Querido señor:
Me ha dado un masaje en la espalda un joven muy agradable. Verdaderamente agradable. No me habría topado con Jean-Paul en la sala de embarque normal, así que te agradezco de nuevo el detalle.
No sé si me van a dejar mandar correos cuando hayamos despegado; además, necesito dormir para estar guapa, porque últimamente no he dormido mucho.
Dulces sueños, señor Styles... pienso en ti.
______

Uf, cómo se va a enfadar... y estaré en el aire, lejos de su alcance. Le está bien empleado. Si hubiera estado en la sala de embarque normal, Jean-Paul no me habría puesto las manos encima. Era un joven muy agradable, de esos rubios y permanentemente bronceados; en serio, ¿quién puede estar bronceado en Seattle? Qué absurdo. Creo que era gay, pero eso me lo guardo para mí. Me quedo mirando el correo. Kate tiene razón. Con él, es como pescar en una pecera. Mi subconsciente me mira con la boca espantosamente torcida: ¿en serio quieres provocarlo? ¡Lo que ha hecho es un detallazo, lo sabes! Le importas y quiere que viajes por todo lo alto. Sí, pero me lo podía haber preguntado, o habérmelo dicho, y no hacerme quedar como una auténtica lela en el mostrador de facturación. Pulso la tecla de envío y espero, sintiéndome una niña muy mala.

—Señorita Steele, tiene que apagar el portátil durante el despegue —me dice amablemente una azafata supermaquillada.

Me da un susto de muerte. Mi conciencia culpable me castiga.

—Ah, lo siento.

****. Ahora me va a tocar esperar para saber si me ha contestado. La azafata me da una manta suave y una almohada, mostrándome su dentadura perfecta.

Me echo la manta por las rodillas. Es agradable que te mimen de vez en cuando.

La primera clase se ha llenado, salvo el asiento de al lado del mío, que sigue sin ocupar. Ay, no. Se me pasa una idea perturbadora por la cabeza. Igual ese sitio
es el de Harry. ****, no, no será capaz. ¿O sí? Le dije que no quería que viniera conmigo. Miro impaciente el reloj y entonces la voz mecánica del personal de pista anuncia: «Tripulación: armar rampas y cross check».
¿Qué significa eso? ¿Van a cerrar las puertas? Siento que se me eriza el vello mientras espero sentada con palpitante inquietud. El asiento de al lado del mío es el único desocupado de los dieciséis de la cabina de primera. El avión arranca con una sacudida y yo suspiro de alivio, pero también siento una leve punzada de desilusión: no habrá Harry en cuatro días. Miro de reojo la BlackBerry.

De: Harry Styles
Fecha: 30 de mayo de 2011 22:25
Para: ______ Steele
Asunto: Disfruta mientras puedas
Querida señorita Steele:
Sé lo que se propone y, créame, lo ha conseguido. La próxima vez irá en la bodega de carga, atada y amordazada y metida en un cajón. Le aseguro que encargarme de que viaje en esas condiciones me producirá muchísimo más placer que cambiarle el billete por uno de primera clase.
Espero ansioso su regreso.
Harry Styles
Presidente de mano suelta de Styles Enterprises Holdings, Inc.

Dios mío. Ese es el problema del humor de Harry, que nunca estoy segura de si bromea o si está enfadadísimo. Sospecho que, en esta ocasión, está enfadadísimo. Subrepticiamente, para que no me vea la azafata, tecleo una respuesta bajo la manta.

De: ______ Steele
Fecha: 30 de mayo de 2011 22:30 Para: Harry Styles
Asunto: ¿Bromeas?
¿Ves?, no tengo ni idea de si estás bromeando o no. Si no bromeas, mejor me quedo en Georgia. Los cajones están en mi lista de límites infranqueables. Siento haberte enfadado. Dime que me perdonas.
__ (la 1 letra d tu nom.)

De: Harry Styles
Fecha: 30 de mayo de 2011 22:31
Para: ______ Steele
Asunto: Bromeo
¿Cómo es que estás mandando correos? ¿Estás poniendo en peligro la vida de todos los pasajeros, incluida la tuya, usando la BlackBerry? Creo que eso contraviene una de las normas.
Harry Styles
Presidente de manos sueltas (ambas) de Styles Enterprises Holdings, Inc.

¡Ambas! Guardo la BlackBerry, me recuesto en el asiento mientras el avión entra en pista y saco mi ejemplar de Tess... una lectura ligera para el viaje. Una vez en el aire, echo mi asiento para atrás y no tardo en quedarme dormida.

La azafata me despierta cuando iniciamos el descenso en Atlanta. Son las 5.45 h, hora local, pero solo he dormido unas cuatro horas o así. Estoy grogui, pero agradezco el zumo de naranja que me ofrece la azafata. Miro nerviosa la BlackBerry. No hay más correos de Harry. Bueno, son casi las tres de la mañana en Seattle, y seguramente quiere evitar que me cargue los sistemas de navegación o lo que sea que impide que vuelen los aviones cuando hay móviles encendidos.
La espera en Atlanta es de solo una hora. Y de nuevo disfruto del refugio de la sala VIP. Me siento tentada de dormirme acurrucada en uno de esos sofás tan blanditos que se hunden suavemente bajo mi peso, pero no voy a estar aquí tanto rato. Para mantenerme despierta, inicio en el portátil un interminable monólogo interior dirigido a Harry.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 06:52
Para: Harry Styles
Asunto: ¿Te gusta asustarme?
Sabes cuánto me desagrada que te gastes dinero en mí. Sí, eres muy rico, pero aun así me incomoda; es como si me pagaras por el sexo. No obstante, me gusta viajar en primera —mucho más civilizado que el autocar—, así que gracias. Lo digo en serio, y he disfrutado del masaje de Jean-Paul, que era gay. He omitido ese detalle en mi correo anterior para provocarte, porque estaba molesta contigo, y lo siento.
Pero, como de costumbre, tu reacción es desmedida. No me puedes decir esas cosas (atada y amordazada en un cajón; ¿lo decías en serio o era una broma?), porque me asustan, me asustas. Me tienes completamente cautivada, considerando la posibilidad de llevar contigo un estilo de vida que no sabía ni que existía hasta la semana pasada, y vas y me escribes algo así, y me dan ganas de salir corriendo espantada. No lo haré, desde luego, porque te echaría de menos. Te echaría mucho de menos. Quiero que lo nuestro funcione, pero me aterra la intensidad de lo que siento por ti y el camino tan oscuro por el que me llevas. Lo que me ofreces es erótico y sensual, y siento curiosidad, pero también tengo miedo de que me hagas daño, física yemocionalmente. Alos tres meses, podrías pasar de mí y¿cómo me quedaría yo? Claro que supongo que ese es un riesgo que se corre en cualquier relación. Esta no es precisamente la clase de relación que yo imaginaba que tendría, menos aún siendo la primera. Me supone un acto de fe inmenso.
Tenías razón cuando dijiste que no hay una pizca de sumisión en mí, y ahora coincido contigo. Dicho esto, quiero estar contigo, y si eso es lo que tengo que hacer para conseguirlo, me gustaría intentarlo, aunque me parece que lo haré de pena y terminaré llena de moratones... y la idea no me atrae en absoluto.
Estoy muy contenta de que hayas accedido a intentar darme más. Solo me falta decidir lo que entiendo por «más», y esa es una de las razones por las que quería distanciarme un poco. Me deslumbras de tal modo que me cuesta pensar con claridad cuando estamos juntos.
Nos llaman para embarcar. Tengo que irme. Luego más.
Tu ______

Le doy a la tecla de envío y me dirijo medio adormilada a la puerta de embarque para subirme a otro avión. Este solo tiene seis asientos en primera y, en cuanto despegamos, me acurruco bajo mi suave manta y me quedo dormida.

Tras un sueño demasiado corto me despierta la azafata con más zumo de naranja, ya que iniciamos la aproximación al Savannah International. Sorbo despacio, exhausta, y me permito sentir un poco de emoción. Voy a ver a mi madre después de seis meses. Mirando de reojo la BlackBerry, recuerdo que le he enviado un largo y farragoso correo a Harry, pero no hay respuesta. Son las cinco de la madrugada en Seattle; con un poco de suerte, aún estará dormido y no interpretando alguna pieza lúgubre al piano.

Lo bueno de las mochilas de cabina es que una puede salir volando del aeropuerto sin tener que esperar una eternidad junto a las cintas de equipaje. Lo bueno de viajar en primera es que te dejan bajar del avión antes que a nadie.

Mi madre me espera con Bob, y estoy encantada de verlos. No sé si es por el agotamiento, por el largo viaje o por toda la situación con Harry, pero en cuanto estoy en los brazos de mi madre me echo a llorar.

—Ay, _____, cielo. Debes de estar muy cansada. Mira inquieta a Bob.

—No, mamá, es que... me alegro mucho de verte. La abrazo con fuerza.

Me hace sentir tan bien, tan protegida, como en casa. La suelto a regañadientes y Bob me da un incómodo abrazo con un solo brazo. No parece tenerse bien en pie, y entonces recuerdo que se ha hecho daño en una pierna.

—Bienvenida a casa, ______. ¿Por qué lloras? —pregunta.

—Oh, Bob, también me alegro de verte a ti.

Contemplo su apuesto rostro de mandíbula cuadrada y sus chispeantes ojos azules que me miran con cariño. Me gusta este marido, mamá. Te lo puedes quedar.

Me coge la mochila.

—Por Dios, ______, ¿qué llevas aquí?
CarrotCatGirl
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Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 7:19 pm

CAPITULO 28 segunda parte

Será el Mac. Los dos me agarran por la cintura mientras nos dirigimos al aparcamiento.
Siempre olvido el calor insoportable que hace en Savannah. Al salir de los confines refrigerados de la terminal de llegadas, nos cae encima la manta de calor de Georgia. Buf... Es agotador. Tengo que zafarme de los brazos de mamá y de Bob para quitarme la sudadera con capucha. Menos ma...l que me he traído pantalones cortos. A veces echo de menos el calor seco de Las Vegas, donde viví con mamá y Bob cuando tenía diecisiete años, pero a este calor húmedo, incluso a las ocho y media de la mañana, cuesta acostumbrarse. Cuando me encuentro al fin en el asiento de atrás del Tahoe de Bob, maravillosamente refrigerado, me quedo sin fuerzas, y el pelo se me empieza a encrespar a causa del calor. Desde el monovolumen, les envío un mensaje rápido a Ray, a Kate y a Harry:

*He llegado sana y salva a Savannah. __ *

De pronto pienso en José mientras pulso la tecla de envío y, en medio de la neblina de mi fatiga, recuerdo que su exposición es la semana que viene. ¿Debería invitar a Harry, sabiendo que no le cae bien José? ¿Aún querrá verme Harry después del e-mail que le he mandado? Me estremezco de pensarlo, y me lo quito de la cabeza. Ya me ocuparé de eso luego. Ahora voy a disfrutar de la compañía de mi madre.

—Cielo, debes de estar cansada. ¿Quieres dormir un rato cuando lleguemos a casa?

—No, mamá. Me apetece ir a la playa.

Llevo mi tankini azul de top atado al cuello, mientras sorbo una Coca-Cola light tumbada en una hamaca mirando el océano Atlántico. Y pensar que ayer, sin ir más lejos, contemplaba el Sound abriéndose al Pacífico. Mi madre gandulea a mi lado, protegiéndose del sol con un sombrero flexible desmesuradamente grande y unas gafas de sol enormes, tipo Jackie O, sorbiendo su propia Coca-Cola. Estamos en la playa de Tybee Island, a tres manzanas de casa. Me tiene cogida de la mano. Mi fatiga ha disminuido y, mientras me empapo de sol, me siento a gusto, segura y animada. Por primera vez en una eternidad, empiezo a relajarme.

—Bueno, ____... háblame de ese hombre que te tiene tan loca.
¡Loca! ¿Cómo lo sabe? ¿Qué le digo? No puedo hablar de Harry con mucho detalle por el acuerdo de confidencialidad, pero, en cualquier caso, ¿le hablaría a mi madre de él? Palidezco de pensarlo.

—¿Y bien? —insiste, y me aprieta la mano.

—Se llama Harry. Es guapísimo. Es rico... demasiado rico. Es muy complicado y temperamental.

Sí, me siento tremendamente orgullosa de mi definición escueta y precisa. Me vuelvo de lado para mirarla, justo cuando ella hace lo mismo. Me mira con sus ojos
de un azul transparente.

—Centrémonos en lo de complicado y temperamental.

Oh, no...

—Sus cambios de humor me confunden, mamá. Tuvo una infancia difícil y es muy cerrado, es muy difícil entenderle.

—¿Te gusta?

—Más que eso.

—¿En serio? —me dice, mirándome boquiabierta.

—Sí, mamá.

—En realidad, cielo, los hombres no son complicados. Son criaturas muy simples y cuadriculadas. Por lo general dicen lo que quieren decir. Y nosotras nos
pasamos horas intentando analizar lo que han dicho, cuando lo cierto es que resulta obvio. Yo, en tu lugar, me lo tomaría al pie de la letra. Igual te ayuda.

La miro alucinada. Parece un buen consejo. Tomarme a Harry al pie de la letra. Enseguida me vienen a la cabeza algunas de las cosas que me ha dicho.

«No quiero perderte...»
«Me tienes embrujado...»
«Me tienes completamente hechizado...»
«Yo también te voy a echar de menos, más de lo que te imaginas...»

Miro a mi madre. Ella se ha casado cuatro veces. A lo mejor sí sabe algo de los hombres, después de todo.

—Casi todos los hombres son volubles, cariño, algunos más que otros. Mira a tu padre, por ejemplo...

Se le ablanda y entristece la mirada siempre que piensa en mi padre. En mi verdadero padre, ese hombre mítico al que no llegué a conocer y al que nos
arrebataron de forma tan cruel, siendo marine, en unas maniobras de combate. En parte, creo que mamá ha estado buscando a alguien como él todo este tiempo; puede que ya haya encontrado en Bob lo que buscaba. Lástima que no lo encontrara en Ray.

—Yo solía pensar que tu padre era voluble, pero ahora, cuando vuelvo la vista atrás, pienso que solamente estaba demasiado agobiado con su trabajo e intentando ganarse la vida para mantenernos. —Suspira—. Era tan joven... los dos lo éramos. Igual ese fue el problema.

Mmm... Harry no es precisamente viejo. Sonrío cariñosa a mi madre. Se pone muy sentimental cuando habla de mi padre, pero estoy segura de que los cambios de humor del marine no tenían nada que ver con los de Harry.

—Bob quiere llevarnos a cenar esta noche. A su club de golf.

—¡No me digas! ¿Bob ha empezado a jugar al golf? —pregunto en tono burlón e incrédulo.

—Dímelo a mí —gruñe mi madre, poniendo los ojos en blanco.

Tras un almuerzo ligero de vuelta en casa, empiezo a deshacer la mochila. Me voy a obsequiar con una siesta. Mamá se ha ido a moldear velas o lo que sea que
haga con ellas, y Bob está en el trabajo, así que tengo un rato para recuperar horas de sueño. Abro el Mac y lo enciendo. Son las dos de la tarde en Georgia, las haga con ellas, y Bob está en el trabajo, así que tengo un rato para recuperar horas de sueño. Abro el Mac y lo enciendo. Son las dos de la tarde en Georgia, las once de la mañana en Seattle. Me pregunto si Harry me habrá contestado. Nerviosa, abro el correo.

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 07:30
Para: ______ Steele
Asunto: ¡Por fin!
______:
Me fastidia que, en cuanto pones distancia entreno sotros, te comuniques abierta y sinceramente conmigo.¿Porqué no lo haces cuandoe stamos juntos?
Sí, soy rico. Acostúmbrate. ¿Por qué no voy a gastar dinero en ti? Le hemos dicho a tu padre que soy tu novio. ¿No es eso lo que hacen los novios? Como amo tuyo, espero que aceptes lo que me gaste en ti sin rechistar. Por cierto, díselo también a tu madre.
No sé cómo responder a lo que me dices de que te sientes como una ****. Ya sé que no me lo has dicho con esas palabras, pero es lo mismo. Ignoro qué puedo decir o hacer para que dejes de sentirte así. Me gustaría que tuvieras lo mejor en todo. Trabajo muchísimo, y me gusta gastarme el dinero en lo que me apetezca. Podría comprarte la ilusión de tu vida, ______, y quiero hacerlo. Llámalo redistribución de la riqueza, si lo prefieres. O simplemente ten presente que jamás pensaría en ti de la forma que dices y me fastidia que te veas así. Para ser una joven tan guapa, ingeniosa e inteligente, tienes verdaderos problemas de autoestima y me estoy pensando muy seriamente concertarte una cita con el doctor Flynn.
Siento haberte asustado. La idea de haberte inspirado miedo me resulta horrenda. ¿De verdad crees que te dejaría viajar como una presa? Te he ofrecido mi jet privado, por el amor de Dios. Sí, era una broma, y muy mala, por lo visto. No obstante, la verdad es que imaginarte atada y amordazada me pone (esto no es broma: es cierto). Puedo prescindir del cajón; los cajones no me atraen. Sé que no te agrada la idea de que te amordace; ya lo hemos hablado: cuando lo haga —si lo hago—, ya lo hablaremos. Lo que parece que no te queda claro es que, en una relación amo/sumiso, es el sumiso el que tiene todo el poder. Tú, en este caso. Te lo voy a repetir: eres tú la que tiene todo el poder. No yo. En la casita del embarcadero te negaste. Yo no puedo tocarte si tú te niegas; por eso debemos tener un contrato, para que decidas qué quieres hacer y qué no. Si probamos algo yno te gusta, podemos revisar el contrato. Depende de ti, no de mí. Ysi no quieres que te ate, te amordace yte meta en un cajón, jamás sucederá.
Yo quiero compartir mi estilo de vida contigo. Nunca he deseado nada tanto. Francamente, me admira que una joven tan inocente como tú esté dispuesta a probar. Eso me dice más de ti de lo que te puedas imaginar. No acabas de entender, pese a que te lo he dicho en innumerables ocasiones, que tú también me tienes hechizado. No quiero perderte. Me angustia que hayas cogido un avión y vayas a estar a casi cinco mil kilómetros de mí varios días porque no puedes pensar con claridad cuando me tienes cerca. A mí me pasa lo mismo, ______. Pierdo la razón cuando estamos juntos; así de intenso es lo que siento por ti.
Entiendo tu inquietud. He intentado mantenerme alejado de ti; sabía que no tenías experiencia —aunque jamás te habría perseguido de haber sabido lo inocente que eras—, y aun así me desarmas por completo como nadie lo ha hecho antes. Tu correo, por ejemplo: lo he leído y releído un montón de veces, intentando comprender tu punto de vista. Tres meses me parece una cantidad arbitraria de tiempo. ¿Qué te parece seis meses, un año? ¿Cuánto tiempo quieres? ¿Cuánto necesitas para sentirte cómoda? Dime. Comprendo que esto es un acto de fe inmenso para ti. Debo ganarme tu confianza, pero, por la misma razón, tú debes comunicarte conmigo si no lo hago. Pareces fuerte e independiente, pero luego leo lo que has escrito y veo otro lado tuyo. Debemos orientarnos el uno al otro, ____, y solo tú puedes darme pistas. Tienes que ser sincera conmigo y los dos debemos encontrar un modo de que nuestro acuerdo funcione.
Te preocupa no ser dócil. Bueno, quizá sea cierto. Dicho esto, debo reconocer que solo adoptas la conducta propia de una sumisa en el cuarto de juegos. Parece que ese es el único sitio en el que me dejas ejercer verdadero control sobre ti y el único en el que haces lo que te digo. «Ejemplar» es el calificativo que se me ocurre. Y yo jamás te llenaría de moratones. Me va más el rosa. Fuera del cuarto de juegos, me gusta que me desafíes. Es una experiencia nueva y refrescante, y no me gustaría que eso cambiara. Así que sí, dime a qué te refieres cuando me pides más. Me esforzaré por ser abierto y procuraré darte el espacio que necesitas y mantenerme alejado de ti mientras estés en Georgia. Espero con ilusión tu próximo correo.
Entretanto, diviértete. Pero no demasiado.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

Madre mía. Ha escrito una redacción como las del colegio, y casi todo lo que dice es bueno. Con el corazón en la boca, releo su epístola y me acurruco en la cama del cuarto de invitados prácticamente abrazada a mi Mac.
¿Que prorroguemos nuestro contrato a un año? ¡Que soy yo la que tiene el poder! Voy a tener que meditar sobre eso. Que me lo tome al pie de la letra, eso es lo que me ha dicho mamá. No quiere perderme. ¡Ya me lo ha dicho dos veces! También, que quiere que esto funcione. ¡Ay, Harry, y yo! ¡Que va a procurar mantenerse alejado! ¿Significa eso que a lo mejor no lo consigue? De pronto, deseo que así sea. Quiero verlo. No llevamos separados ni veinticuatro horas, y al pensar que voy a estar cuatro días sin él me doy cuenta de lo mucho que lo echo de menos. De lo mucho que lo quiero.

—______, cielo —me dice una voz suave y cálida, llena de amor y de dulces recuerdos de tiempos pasados.

Una mano suave me acaricia la cara. Mi madre me despierta y yo estoy abrazada al portátil, cogida a él como una lapa.

—______, cariño —sigue con su voz suave y cantarina mientras resurjo del sueño, parpadeando a la pálida luz rosada del atardecer.

—Hola, mamá.

Me desperezo y sonrío.

—Nos vamos a cenar en media hora. ¿Aún quieres venir? —pregunta amable.

—Sí, claro, desde luego.

Me esfuerzo en vano por contener un bostezo.

—Vaya, un artilugio impresionante —dice, señalando el portátil.

Mi.er.da.

—Ah, ¿esto? —digo haciéndome un poco la tonta.

¿Se lo olerá mamá? Parece que se ha vuelto más perspicaz desde que tengo «novio».

—Me lo ha prestado Harry. Pensé que podría pilotar una nave espacial con él, pero solo lo uso para enviar correos y navegar por internet.

En serio, no es nada. Mirándome con recelo, se sienta en la cama y me coloca un mechón de pelo suelto detrás de la oreja.

—¿Te ha escrito?

Mier.da, mi.erda.

—Sí.

Esta vez no sé hacerme la tonta, y me sonrojo.

—A lo mejor te echa de menos, ¿no?

—Eso espero, mamá.

—¿Qué te dice?

Mier.da, mier.da, mier.da. Busco desesperadamente algo de ese correo que pueda contarle a mi madre. No creo que le apetezca oír hablar de amos, ni de
bondage y mordazas, claro que el acuerdo de confidencialidad tampoco me permite contárselo.

—Me ha dicho que me divierta, pero no demasiado.

—Parece razonable. Te dejo para que te arregles, cielo. —Se inclina y me besa en la frente—. Me alegro mucho de que hayas venido, ____. Me encanta tenerte
aquí.

Y, después de tan afectuosa declaración, se va.

Uf, Harry y razonable... dos conceptos que siempre había creído incompatibles; aunque, después del último correo, igual todo es posible. Meneo la cabeza. Necesito tiempo para digerir sus palabras. Hasta después de la cena... tal vez entonces le pueda responder. Salgo de la cama, me quito rápidamente la camiseta y los pantalones cortos y me dirijo a la ducha.

Me he traído el vestido gris de Kate con la espalda descubierta que llevé en la graduación. Es la única prenda de vestir que metí en la mochila. Lo bueno de la humedad es que las arrugas han desaparecido, así que creo que me lo pondré para ir al club de golf. Mientras me visto, abro el portátil. No hay nada nuevo de Harry y siento una punzada de desilusión. Muy rápido, le escribo un correo.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:08
Para: Harry Styles
Asunto: ¿Elocuente?
Señor, eres un escritor elocuente. Tengo que ir a cenar al club de golf de Bob y, para que lo sepas, estoy poniendo los ojos en blanco solo de pensarlo. Pero, de momento, tú y tu mano suelta estáis muy lejos de mí. Me ha encantado tu correo. Te contesto en cuanto pueda. Ya te echo de menos.
Disfruta de tu tarde.
Tu _____

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:10
Para: ______ Steele
Asunto: Su trasero
Querida señorita Steele:
Me tiene distraído el asunto de este correo. Huelga decir que, de momento, está a salvo. Disfrute de la cena. Yo también la echo de menos, sobretodo su trasero y esa lengua viperina suya.
Mi tarde será aburrida y solo me la alegrará pensar en usted y en sus ojos en blanco. Creo que fue usted quien juiciosamente me hizo ver que también yo tengo esa horrenda costumbre.
Harry Styles
Presidente que acostumbra a poner los ojos en blanco, de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:14
Para: Harry Styles
Asunto: Ojos en blanco
Querido señor Styles:
Deja de mandarme correos. Intento arreglarme para la cena. Me distraes mucho, hasta cuando estás en la otra punta del país. Ysí, ¿quién te da unos azotes a ti cuando eres tú el que pone los ojos en blanco?
Tu ______
CarrotCatGirl
CarrotCatGirl


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Mensaje por CarrotCatGirl Vie 28 Jun 2013, 7:21 pm

CAPITULO 28 tercera parte

Le doy a la tecla de envío e inmediatamente me viene a la cabeza la imagen de esa bruja malvada de la señora Robinson. No quiero ni imaginarlo. A Harry golpeado por alguien de la edad de mi madre; qué barbaridad. Una vez más me pregunto cuánto daño le habrá hecho esa mujer. Aprieto los labios de rabia. Necesito un muñeco al que clavarle alfileres; igual así logro descarg...ar parte de la ira que siento por esa desconocida.

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:18 Para: _______ Steele
Asunto: Su trasero
Querida señorita Steele:
Me gusta más mi asunto que el tuyo, en muchos sentidos. Por suerte, soy el dueño de mi propio destino y nadie me castiga. Salvo mi madre, de vez en cuando, y el doctor Flynn, claro. Y tú.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:22
Para: Harry Styles
Asunto: ¿Castigarte yo?
Querido señor:
¿Cuándo he tenido yo valor de castigarle, señor Styles? Me parece que me confunde con otra, lo cual resulta preocupante. En serio, tengo que arreglarme.
Tu ______

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:25
Para: ______ Steele
Asunto: Tu trasero
Querida señorita Steele:
Lo hace constantemente por escrito. ¿Me deja que le suba la cremallera del vestido?
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

Por alguna extraña razón, sus palabras saltan de la pantalla y me hacen jadear. Oh... está juguetón.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:28
Para: Harry Styles
Asunto: Para mayores de 18 años
Preferiría que me la bajaras.

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:31 Para: ______ Steele
Asunto: Cuidado con lo que deseas...
YO TAMBIÉN.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:33
Para: Harry Styles
Asunto: Jadeando
Muy despacio....

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:35
Para: ______ Steele
Asunto: Gruñendo
Ojalá estuviera allí.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:37
Para: Harry Styles
Asunto: Gimiendo
OJALÁ.

—¡______!

Mi madre me llama y doy un respingo. ****. ¿Por qué me siento tan culpable?

—Ya voy, mamá.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:39
Para: Harry Styles
Asunto: Gimiendo
Tengo que irme. Hasta luego, nene.

Salgo corriendo al pasillo, donde me esperan Bob y mi madre. Esta frunce el ceño.

—Cariño... ¿te encuentras bien? Te veo un poco acalorada.

—Estoy bien, mamá.

—Estás preciosa, cariño.

—Ah, este vestido es de Kate. ¿Te gusta?

Frunce el ceño aún más.

—¿Por qué llevas un vestido de Kate?

Oh... no.

—Pues porque a ella este no le gusta y a mí sí —improviso.

Me escudriña mientras Bob rezuma impaciencia con su mirada de perrillo faldero hambriento.

—Mañana te llevo de compras —dice.

—Ay, mamá, no hace falta. Tengo mucha ropa.

—¿Es que no puedo hacer algo por mi hija? Venga, que Bob está muerto de hambre.

—Cierto —gimotea Bob, frotándose el estómago y poniendo carita de pena.

Río como una boba cuando él pone los ojos en blanco, y luego salimos por la puerta.

Más tarde, mientras estoy en la ducha refrescándome bajo el agua tibia, pienso en lo mucho que ha cambiado mi madre. En la cena ha estado en su elemento: divertida y coqueta, rodeada de montones de amigos del club de golf. Bob se ha mostrado cariñoso y atento. Parece que se llevan bien. Me alegro mucho por mi madre. Significa que puedo dejar de preocuparme por ella y de cuestionar sus decisiones, y olvidar los días oscuros del marido número tres. Bob le va a durar. Además, ahora me da buenos consejos. ¿Cuándo ha empezado a suceder eso? Desde que conocí a Harry. ¿Y eso por qué?

Cuando termino, me seco rápidamente, ansiosa por volver con Harry. Hay un correo esperándome, enviado justo después de que me fuera a cenar, hace un par de horas.

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:41 Para: _______ Steele
Asunto: Plagio
Me has robado la frase. Y me has dejado colgado. Disfruta de la cena.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 22:18
Para: Harry Styles
Asunto: Mira quién habla
Señor, si no recuerdo mal, la frase era de Elliot. ¿Sigues colgado?
Tu ____

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:22 Para: ______ Steele
Asunto: Pendiente
Señorita Steele:
Ha vuelto. Se ha ido tan de repente... justo cuando la cosa empezaba a ponerse interesante. Elliot no es muy original. Le habrá robado esa frase a alguien.
¿Qué tal la cena?
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 22:26
Para: Harry Styles
Asunto: ¿Pendiente?
La cena me ha llenado; te gustará saber que he comido hasta hartarme. ¿Se estaba poniendo interesante? ¿En serio?

CAPITULO 28 cuarta parte

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:30
Para: _______ Steele
Asunto: Pendiente, sin duda
¿Te estás haciendo la tonta? Me parece que acababas de pedirme que te bajara la cremallera del vestido. Y yo estaba deseando hacerlo. Me alegra saber que estás comiendo bien.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 22:36
Para: Harry Styles
Asunto: Bueno, siempre nos queda el fin de semana
Pues claro que como... Solo la incertidumbre que siento cuando estoy contigo me quita el apetito. Y yo jamás me haría la tonta, señor Styles.
Seguramente ya te habrás dado cuenta.

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:40
Para: _______ Steele
Asunto: Estoy impaciente
Lo tendré presente, señorita Steele, y, por supuesto, utilizaré esa información en mi beneficio.
Lamento saber que le quito el apetito. Pensaba que tenía un efecto más concupiscente en usted. Eso me ha pasado a mí también, y bien placentero que ha sido. Espero impaciente la próxima ocasión.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

De: ______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 22:36
Para: Harry Styles
Asunto: Flexibilidad léxica
¿Has estado echando mano otra vez al diccionario de sinónimos?

De: Harry Styles
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:40
Para: ______ Steele
Asunto: Me ha pillado
Qué bien me conoce, señorita Steele.
Voy a cenar con una vieja amistad, así que estaré conduciendo. Hasta luego, nena©.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

¿Qué vieja amistad? No sabía que Harry tuviera viejas amistades, salvo... ella. Miro ceñuda la pantalla. ¿Por qué tiene que seguir viéndola? Sufro un repentino y agudo ataque de celos. Quiero atizarle a algo, preferiblemente a la señora Robinson. Furiosa, apago el portátil y me meto en la cama.
Debería contestar su largo correo de esta mañana, pero de pronto estoy demasiado enfadada. ¿Por qué no la ve como lo que es: una pederasta? Apago la luz, furibunda, y me quedo mirando a la oscuridad. ¿Cómo se atrevió esa mujer? ¿Cómo osó aprovecharse de un adolescente vulnerable? ¿Seguirá haciéndolo? ¿Por qué lo dejaron? Se me pasan por la cabeza varios escenarios posibles: si fue él quien se hartó de ella, entonces ¿por qué continúan siendo amigos?; o bien fue ella la que se hartó. ¿Estará casada? ¿Divorciada? Dios. ¿Tendrá hijos? ¿Tendrá algún hijo de Harry? Mi subconsciente asoma su feo rostro, me sonríe lasciva, y yo me quedo pasmada y asqueada solo de pensarlo. ¿Sabrá de ella el doctor Flynn?
Me obligo a salir de la cama y vuelvo a encender el cacharro infernal. Tengo una misión que cumplir. Tamborileo los dedos impaciente mientras espero a que aparezca la pantalla azul. Entro en la sección de imágenes de Google y tecleo «Harry Styles» en el recuadro de búsqueda. La pantalla se llena de pronto de imágenes de Harry: con corbata negra, trajeado, Dios... las fotos que tomó José en el Heathman, con su camisa blanca y sus pantalones de franela. ¿Cómo han llegado esas imágenes a internet? Vaya, está fenomenal.
Voy bajando deprisa: algunas con socios comerciales, y una foto tras otra del hombre más fotogénico que conozco íntimamente. ¿Íntimamente? ¿Conozco a Zahn íntimamente? Lo conozco sexualmente, y deduzco que aún me queda mucho por descubrir en ese aspecto. Sé que es voluble, difícil, divertido, frío, cariñoso... el pobre es un amasijo ambulante de contradicciones. Paso a la siguiente página y recuerdo que Kate mencionó que no había podido encontrar ninguna foto suya con acompañante, de ahí que planteara la pregunta de si era gay. Entonces, en la tercera página, veo una foto mía, con él, en mi graduación. Su única foto con una mujer, y soy yo.
¡Madre mía! ¡Estoy en Google! Nos miro. Parezco sorprendida por la cámara, nerviosa, descolocada. Eso fue justo antes de que accediera a probar. Harry, en cambio, está guapísimo, sereno, y lleva esa corbata... Lo contemplo, ese rostro hermoso, un rostro hermoso que podría estar mirando ahora mismo a la maldita señora Robinson. Guardo la foto en mi carpeta de descargas y sigo repasando las dieciocho páginas... nada. No voy a encontrar a la señora Robinson en Google. Pero necesito saber si está con ella. Le escribo un correo rápido a Harry.

De: _______ Steele
Fecha: 31 de mayo de 2011 23:58
Para: Harry Styles
Asunto: Compañeros de cena apropiados
Espero que esa amistad tuya y tú hayáis pasado una velada agradable. ____
P.D.: ¿Era la señora Robinson?

Le doy a la tecla de envío y vuelvo a la cama desanimada, decidida a preguntarle a Harry por su relación con esa mujer. Por un lado, estoy desesperada por saber más; por otro, quiero olvidar que me lo ha contado. Y encima me ha venido la regla, así que tengo que acordarme de tomarme la píldora por la mañana. Programo rápidamente una alarma en el calendario de la BlackBerry. La dejo en la mesita, me tumbo y, por fin, termino sumiéndome en un sueño inquieto, deseando que estuviéramos en la misma ciudad, no a casi cinco mil kilómetros de distancia.

Después de una mañana de compras y otra tarde de playa, mi madre ha decidido que deberíamos salir de copas esta noche. Así que dejamos a Bob delante del televisor, y al rato ya estamos en el lujoso bar del hotel más exclusivo de Savannah. Yo voy por el segundo Cosmopolitan; mi madre, por el tercero. Continúa desvelándome su percepción del frágil ego masculino. Resulta desconcertante.

—Verás, ______, los hombres piensan que todo lo que sale de la boca de una mujer es un problema que hay que resolver. No se enteran de que lo que nos gusta es darles vueltas a las cosas, hablar un poco y luego olvidar. A ellos les va más la acción.

—Mamá, ¿por qué me cuentas todo eso? —pregunto sin poder ocultar mi exasperación.

Lleva así todo el día.

—Cariño, te veo tan perdida. Nunca has traído a un chico a casa. Ni siquiera tuviste novio cuando vivíamos en Las Vegas. Pensé que habría algo con ese chico que conociste en la universidad, José.

—Mamá, José no es más que un amigo.

—Ya lo sé, cielo, pero pasa algo, y tengo la impresión de que no me lo estás contando todo.

Me mira, con el rostro fruncido de preocupación maternal.

—Necesitaba distanciarme un poco de Harry para aclararme, nada más. A veces me agobia un poco.

—¿Te agobia?

—Sí. Pero lo echo de menos.

Frunzo el ceño. No he sabido nada de Harry en todo el día. Ni un correo, nada. Estoy tentada de llamarlo para ver si está bien. Mi mayor temor es que haya
tenido un accidente; el segundo mayor temor es que la señora Robinson haya vuelto a clavarle sus garras. Sé que no es racional, pero, en lo que a ella respecta, parece que he perdido la perspectiva.

—Cariño, tengo que ir al lavabo.

La breve ausencia de mi madre me proporciona otra ocasión para echar un vistazo a la BlackBerry. Llevo todo el día mirando a escondidas el correo. Por fin...
¡Harry me ha contestado!

De: Harry Styles
Fecha: 1 de junio de 2011 21:40
Para: Harry Steele
Asunto: Compañeros de cena
Sí, he cenado con la señora Robinson. No es más que una vieja amiga, ______. Estoy deseando volver a verte. Te echo de menos.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

En efecto, estaba cenando con ella. Confirmados mis peores temores, noto que la adrenalina y la rabia se apoderan de mi cuerpo y se me eriza el vello. ¿Será posible? Estoy fuera dos días y ya se larga con esa zorra malvada.

De: ______ Steele
Fecha: 1 de junio de 2011 21:42
Para: Harry Styles
Asunto: VIEJOS compañeros de cena
Esa no es solo una vieja amiga.
¿Ha encontrado ya otro adolescente al que hincarle el diente? ¿Te has hecho demasiado mayor para ella? ¿Por eso terminó vuestra relación?

Pulso la tecla de envío justo cuando vuelve mi madre.

—____, qué pálida estás. ¿Qué ha pasado?

Niego con la cabeza.

—Nada. Vamos a tomarnos otra copa —mascullo malhumorada.

Frunce el ceño, pero alza la vista, llama a uno de los camareros y le señala nuestras copas. Él asiente con la cabeza. Entiende la seña universal de «otra ronda de
lo mismo, por favor». Mientras ella hace esto, vuelvo a mirar rápidamente la BlackBerry.

De: Harry Styles
Fecha: 1 de junio de 2011 21:45
Para: ______ Steele
Asunto: Cuidado...
No me apetece hablar de esto por e-mail. ¿Cuántos Cosmopolitan te vas a beber?
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.

Dios mío, está aquí.
CarrotCatGirl
CarrotCatGirl


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