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Bad Boy [Louis&Tu]Hot*

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Mensaje por Max:DD Miér 13 Feb 2013, 2:08 pm

Nombre: Bad Boy
Autor: Reynolds Maya
Adaptación: si es mi libro favorito
Género: Hot Hot y un poco de accion
Advertencias: solo los capitulos Hot son traumantes -.-
Otras páginas: nose creo que no

Sinopsis

A veces ser mala sienta muy, muy bien...

Como propietaria y editora jefe de Heat, la revista digital más caliente de Dallas, Tn_ Reece está dispuesta a todo por conseguir una buena historia, incluso aventurarse en el turbio submundo del 69, un club erótico destinado a cubrir las necesidades de aquellos que tienen suficiente dinero para conseguir todo lo que desean. Tn_ sólo pretendía echar un vistazo y salir corriendo, pero un encuentro prohibido con un chico malo, moreno y muy sensual le hizo perder la concentración, entre otras cosas.

Louis William como guardaespaldas en el 69. No puede distraerse ni un segundo, pero es incapaz de ignorar el deseo que le despierta la sexy editora que se cruza en su camino. Louis empieza por hacerle preguntas que Tn_ no quiere responder… y acaba por conseguir que haga cosas que la periodista nunca imaginó que sería capaz de hacer.


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Mensaje por anagirlrusher Miér 06 Mar 2013, 8:52 pm

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Mensaje por Manipulatively. Miér 06 Mar 2013, 8:53 pm

Hola akjsdhjaksdas
eaeaea chico malo por aquí! -Me refiero a Lou-
kjasdhkasda
Necesitas chica para Harry? AQUÍ ESTOY!
Espero el primer cap c:
Manipulatively.
Manipulatively.


https://twitter.com/@FernyG1D

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Mensaje por CONII STYHORAPAYLIKSON Jue 07 Mar 2013, 9:25 am

HOLAA SOYY CONII!!Y AHORA ME TIENES COMO FIEL Y SENSUALONA(? LECTORA!!JAJA
OKK AMEE LA SIPNOSIS ESPERO EL PRIMER CAPITULO CON ANSIAS!!!
ENN FIINN UN ABRAZO PSICOLOGICO Y NOS LEEMOS HASTA QUE LA SIGAS!! :bye: :bye:
CONII STYHORAPAYLIKSON
CONII STYHORAPAYLIKSON


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Mensaje por Max:DD Jue 07 Mar 2013, 12:25 pm

Bad Boy [Louis&Tu]Hot* 42038302643

Capiluto 1

Una mujer desnuda danzaba sobre el escenario. Sólo llevaba puesta una tela de satén rojo que envolvía cada giro de su cuerpo, ofreciendo al público provocativos y fugaces vistazos de su piel brillante: primero un pecho, luego el vientre liso, una pierna perfecta… Todo aparecía y desaparecía entre los destellos de aquella tela roja. El escenario, rodeado de focos, parecía una isla brillante flotando en medio de un mar de sombras, y bajo la luz de aquellos focos, el cuerpo de la bailarina deslumbraba.

Había corrido la voz entre los habituales de que Katya actuaría aquella noche de miércoles, y el Club 69 estaba a rebosar. Los clientes, sentados alrededor de pequeñas mesas o en sillones repartidos por la amplia sala, la devoraban con los ojos. Entre el elegante público había algunas parejas, pero la mayoría eran hombres solos, concentrados en sus copas y en sus fantasías; apenas prestaban atención a las camareras ligeritas de ropa que deambulaban entre las mesas. El hechizo de Katya era demasiado intenso.
Ninguna mujer podía hacerle sombra mientras ella reinara en el escenario.


En una cabina privada, cuatro metros más arriba, Tn_ Reece estremecía al contemplar al público.« ¿Cómo puede soportar que todos esos hombres la vean desnuda?» Y, a la vez, codiciaba el tacto de aquel brillante satén rojo. «Me pregunto cómo se siente al ser el objeto de tanto deseo.» Sus pezones se endurecieron, rozando la blusa de seda verde que llevaba puesta. «Es como una esclava danzando para la corte de un sultán. ¿Se siente poderosa o sumisa?» Tn_ apretó los muslos y adelantó su cuerpo unos centímetros. Aquel ligero movimiento desplazó su centro de gravedad, de forma que su sexo presionaba el cojín del asiento y la fricción con la tela de sus braguitas la excitaba. Se mordió el labio inferior. «Hace demasiado tiempo…» Diez meses, para ser exactos. Habían pasado más de trescientos días desde que gozó del sexo por última vez; sin contar con su vibrador. «En lugar de estar viendo un espectáculo erótico en un club, lo que necesito es un polvo en plan "aquí te pillo, aquí te mato''.» Había reservado una cabina de seis plazas en el Club 69, para ella y dos invitados. Valía la pena pagar un dineral y contar con la privacidad necesaria para tomar notas, y es que estaba segura de que a la dirección del club no le iba a hacer mucha gracia saber que su local aparecería en uno de los reportajes de la revista Heat.

Tn_ miró a su mejor amiga. La cara de Sandy Prada estaba pegada al cristal que separaba la cabina del escenario. Sin duda, Sandy estaba bajo el hechizo de Katya. Cuando Tn_ la puso al corriente de su plan —escribir sobre el club erótico más reservado de Dallas—, Sandy intentó disuadirla. Su marido, Zeke, del Departamento de Policía de Dallas, estaba de acuerdo con ella; y cuando el reportero que iba a acompañar a Leah al club fue baja de última hora por culpa de un virus estomacal, Sandy y Zeke se erigieron en sus escoltas. Ella aceptó, pues pensó que en un club erótico un trío, iba a llamar menos la atención que una mujer sola.

El perfil de Sandy, de dulces curvas en su último mes de embarazo, hizo sonreír a Tn_
. «¡Parece tan feliz!» De repente, se sorprendió al ver que el asiento al lado de Sandy estaba vacío. Zeke no estaba. «Quizá ha ido al lavabo. Caray, qué sigiloso es este hombre. Ni me he dado cuenta de que se levantaba.»


Echó un vistazo a su reloj de pulsera. Las nueve y media. Según su informante, la acción de verdad empezaría dentro de una hora. Y para entonces necesitaría haberse librado de Sandy y Zeke. Demasiado nerviosa para estarse quieta, deslizó su bloc de notas y el boli en su bolso, se levantó y fue hacia la puerta. «Hora de llamar a la oficina. Aggie Curtis ya debe de haber llegado.» Estaba ansiosa por saber si la directora de arte invitada para el próximo número de la revista había aterrizado ya proveniente de Los Ángeles.

Absorta en el show de Katya, Sandy no se dio cuenta de que su amiga salía de la cabina. Fuera, en el vestíbulo, Tn_ sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta y marcó el número de la recepción de Heat. Mike, uno de los dos guardias de seguridad que estaban de servicio, contestó al primer tono.


—Heat. ¿En qué puedo ayudarle?

—Hola, Mike, soy Tn_ Puedes decirme si Aggie…? —Una puerta se abrió a su derecha, y un hombre de mediana edad frunció el ceño, molesto porque alguien interrumpía la actuación de Katya con una llamada de teléfono—. Espera un segundo —dijo Tn_ Leah a Mike, excusándose con un gesto ante el irritado cliente. Y se alejó del vestíbulo hacia la escalera.

El Club 69 ocupaba una antigua mansión restaurada en Oak Cliff, en las afueras al sur de Dallas. Construida por un industrial a finales del siglo XIX, la palaciega residencia había caído en desgracia durante la Depresión. Demasiada cara de mantener como vivienda unifamiliar, aquella mansión de estilo mediterráneo se había dividido en apartamentos. Años después, cuando el edificio ya no cumplía con ninguna inspección, su propietario lo abandonó.


rumoreaba que el dueño del Club 69 pagó menos de treinta mil dólares por él, y que luego se gastó más de un cuarto de millón para reformarlo según sus planes.

—¿Ha llegado ya Aggie Curtis? — Tn_ se detuvo en el rellano y apoyó la espalda en la pared. Con un brazo sujetaba la salida de incendios, para que nadie la abriera de repente y le diera un golpe. —Sí, señora. Felix le ha subido las maletas a su habitación y la está ayudando a instalarse.

Un murmullo de voces le hizo darse cuenta de que no estaba sola en la escalera. Bajó la voz. —Perfecto. ¿Hay algo más que deba saber? —Sólo que la señora Curtis ha traído cinco cajas de juguetes sexuales. Felix las ha llevado al estudio.


Tn_ sonrió. Heat se mantenía como el número uno de las revistas on line gracias a que apostaba siempre por las últimas tendencias. Aggie Curtís había aceptado elaborar un reportaje titulado «Cómo encender tu vida sexual».

—Asegúrate de que Felix cierra bien la puerta del estudio. No quiero que el material desaparezca antes de que hagamos el reportaje.

—Sí, señora. —Tn_ pudo intuir la sonrisa en la voz de Mike. Colgó.

Ya estaba a punto de volver a la cabina cuando oyó una voz familiar. «¡Zeke!» Estaba ahí abajo, hablando con otro hombre. Aunque no oía bien lo que decían, la conversación en voz baja alertó su instinto periodístico. Bajó despacio por la escalera y, cuando estaba a unos diez pasos de los dos hombres, se aclaró la garganta.

—Eh, Zeke, no interrumpo nada, ¿no?

Los dos hombres estaban tan metidos en su conversación que no la habían oído acercarse. Ahora la miraban sorprendidos.


La mirada de Tn_ se centró en el interlocutor de Zeke. «¡Vaya, si está buenísimo!» El extraño tenía aspecto latino. Piel oscura y pómulos marcados. Una pequeña cicatriz recorría su mejilla izquierda, desde la sien hasta la mandíbula. «Esa cicatriz se la han hecho con un cuchillo», susurró una vocecilla dentro de su cabeza. Tenía el pelo negro, peinado hacia atrás, y una barba de dos días que le daba un aspecto peligroso. «¡Genial! Un chico malo. ¡Mi tipo!» El cerebro de Tn_ lanzaba señales de advertencia, pero otra parte de su cuerpo daba saltos de alegría. Al fin y al cabo, habían pasado trescientos días. ¡Y aquel hombre era tan sexy!

Aunque desde donde estaba no podía verlo muy bien, parecía igual de alto que Zeke, con lo que, al menos, pasaba del metro ochenta. Vestía una camiseta negra y unos vaqueros oscuros, que resaltaban sus anchos pectorales, su estómago plano y sus caderas estrechas. Y llevaba tatuajes en los músculos de ambos brazos.


Don Polvazo la contemplaba con una mirada intensa, penetrante y… hambrienta.
Tn_ que había estado conteniendo la respiración desde que lo había visto, soltó el aire despacio. «Aguanta el tipo, chica. Que no vea que se te cae la baba.» Avergonzada por sus pensamientos, miró al marido de Sandy, quien frunció el ceño, molesto por su repentina aparición.

—Tn_ te presento a Louis—dijo de mala gana, esforzándose por pronunciar el nombre con acento mexicano. Ella se acercó.

—¿Qué tal? Soy...

—Tn_ Reece —la interrumpió el extraño—. Lo sé. Leo tu columna en Heat, y lleva tu foto—su voz era oscura y ronca.



Pero no parecía estar cotejando la cara real con la foto de la columna. Su mirada escaneó su cuerpo de arriba abajo, y parecía no importarle que ella se diera cuenta.
Tn_ Leah notó que se estaba ruborizando, pero no quiso apartar la vista. En lugar de eso, le desafió, mirándole el paquete con descaro.

—Me alegra saber que eres lector de Heat—añadió—. Espero que te guste.

Levantó la mirada hacia los ojos de él y, al ver su sonrisa, notó que las piernas le flaqueaban. Esos dientes tan blancos elevaban su atractivo de diez a quince, como mínimo. Se sujetó a la barandilla con una mano para mantener el equilibrio.Louis sonrió, burlón, como si hubiera captado el impacto que causaba en ella.

—Me gusta Heat, sí. Tienes mucha imaginación. Ella tragó saliva para deshacer el nudo de su garganta. Cuando notó que tenía su voz bajo control, contestó:

—Oh, bueno, el mérito no es sólo mío, sino de todo el equipo de reporteros y redactores.
El levantó una reja.
—He dicho que leo tu columna, no toda la revista. Aparte de ti, no me interesa nadie más de la revista.


Aquella insinuación la hizo estremecer. Humedeció sus labios, que se le habían secado de golpe, con la punta de la lengua. Luego, dándose cuenta de que un gesto así podía indicar que estaba nerviosa —cosa que no podía permitirse demostrar—,Tn_ Leah lo transformó en una invitación. Despacio y con toda la intención, se lamió los labios como un gato se relame después de beber leche.

Los ojos de él se oscurecieron y su torso se puso tenso, con lo que irguió más la postura. Turno de Tn_ para sonreír. «Tocado.»

Louis separó los pies, abriendo las piernas un poco, como si, de repente, los vaqueros le apretaran demasiado. Ella volvió a clavar la mirada en su paquete. «Veamos cómo lleva Mister Macho que le traten como a un objeto sexual.» Y ahora que había dejado las cosas claras, Tn_—¿De qué conoces a Louis , Zeke?

El marido de Sandy abrió la boca para contestar pero luego dudó.
—Yo…, estooo…, él… —y calló.


Tn_ le miró sorprendida. Zeke Prada era uno de los hombres más seguros de sí mismos que conocía. Nunca le había visto titubear así.

Louis rompió el silencio.

—Intenta decirte que es el poli que me detuvo —explicó. Su voz era neutra, sin rencor,
—¿Que te arrestó? ¿Por qué? Louis hizo una mueca divertida.
—Pregúntale a él, te lo contará todo —dijo señalando a Zeke con un movimiento de cabeza—. Nos vemos luego, güey.

Volviéndose hacia Tn_, sonrió de nuevo. Era una sonrisa perezosa, sensual. Y a ella se le encogió el estómago.
—Estoy seguro de que nos volveremos a ver, Princesa. Lo estoy deseando.

Y llevándose la mano derecha hacia la sien, le dedicó un breve saludo militar antes de abrir la puerta y marcharse. «Vaya pedazo de capullo.» Tn_ sonrió ante su involuntario juego de palabras mental, pero, en el fondo, lamentó que louis se marchara.




















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Mensaje por CONII STYHORAPAYLIKSON Vie 08 Mar 2013, 4:13 pm

AAAAAAHHHHHHHHH AMEEEEE ELL CAPITUULOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!! :enamorado: NO LA PUEDES DEJARR ASII TU QUIERES QUE YO MUERAA AQUIII?? :imdead: JAJA OKNOO BUENOO ESE FUE EL PRIMER CAPITULO Y YA SOYY UNAA ADICTAAAAAA"!!!!!!!!JAJAJAJA
BUENOO ENN FINN UN ABRAZO PSICOLOGICO Y NOS LEEMOS HASTA QUE LA SIGASS!!!
PD1:SIGUELAAA!!!!!!!!!!!!
PD2:BEOSOSOS
PD3:ABRAZOZOZOOZ
PD4:ME GUSTAN LAS POSDATAS!!
JAJA BUENOO ME FUII :bye: :bye:
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Mensaje por Max:DD Lun 11 Mar 2013, 3:56 pm

anagirlrusher escribió:Bad Boy [Louis&Tu]Hot* 266591853

Jjajaj me gusta asdfghj:33 la leere


Última edición por Max:DD el Lun 11 Mar 2013, 3:58 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Max:DD Lun 11 Mar 2013, 3:58 pm

FerryStyles escribió:Hola akjsdhjaksdas
eaeaea chico malo por aquí! -Me refiero a Lou-
kjasdhkasda
Necesitas chica para Harry? AQUÍ ESTOY!
Espero el primer cap c:

mmm a medida que siga los capitulos vere esque no me acuerdo si voy a necesitar para harry pero ñem si necesito te tengo a ti:33
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Mensaje por Max:DD Lun 11 Mar 2013, 4:02 pm

CONII STYHORAPAYLIKSON escribió:AAAAAAHHHHHHHHH AMEEEEE ELL CAPITUULOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!! :enamorado: NO LA PUEDES DEJARR ASII TU QUIERES QUE YO MUERAA AQUIII?? :imdead: JAJA OKNOO BUENOO ESE FUE EL PRIMER CAPITULO Y YA SOYY UNAA ADICTAAAAAA"!!!!!!!!JAJAJAJA
BUENOO ENN FINN UN ABRAZO PSICOLOGICO Y NOS LEEMOS HASTA QUE LA SIGASS!!!
PD1:SIGUELAAA!!!!!!!!!!!!
PD2:BEOSOSOS
PD3:ABRAZOZOZOOZ
PD4:ME GUSTAN LAS POSDATAS!!
JAJA BUENOO ME FUII :bye: :bye:

Jjaja no ovio no quiero que mueras ajaja:33

PD1:dle mañana la siguire u.u el cap. que viene es tan asdfgbhnjkl
PD2:igual:33
PD3:me gustan mas los sicologicos:33
PD4:yo tambien ame esa portada no la ise yo estaba en el libro y de ahy la copie:33
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Mensaje por Max:DD Mar 12 Mar 2013, 2:40 pm

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Capítulo 2

____ se volvió hacia su amigo.
—¿Quién era ése?
—Nadie por quien debas preocuparte.
Zeke subió un par de peldaños y, cogiéndola del brazo, la dirigió hacia el rellano de la segunda planta.
—¿Y por qué le arrestaste? —Ella se detuvo y se soltó.
—Por agresión. —Zeke se encogió de hombros.
—¿Por agresión? ¿A quién agredió?
—A un cabronazo que se lo merecía. Venga, vamos —volvió a sujetarla por el brazo y la empujó para que continuara subiendo la escalera.
—Si se lo merecía, ¿por qué le detuviste?
—Porque los ciudadanos no pueden ir por ahí dando palizas a la gente y mandándolos al hospital. Habían llegado al rellano.
—¿Y por qué hablabas con él ahora? —insistió ella.
Zeke no contestó. Sujetó la barra de la puerta para abrirla, pero ella le detuvo sujetándole la muñeca.
—No voy a dejar de hacer preguntas, así que contéstame.
Él suspiró.
—Vale. Quin y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo. Crecimos juntos.
—¿En Oak Cliff?
Él asintió con la cabeza.
—Al otro lado de donde tú creciste —añadió mirándola a los ojos—. ¿Satisfecha?
—De momento, sí —dijo ella—, pero permíteme que te recuerde que, aunque no haya nacido en Oak Cliff, ahora vivo allí.
Él sonrió, y ambos volvieron a la cabina en amistoso silencio.
Sandy los recibió con una sonrisa.
—¡Pensé que os habíais fugado juntos! Hace nada estabais aquí los dos y, de repente, me he quedado sola.
—Fui al baño y tu amiga se puso a espiarme por la cerradura —bromeó Zeke.
—Os estáis perdiendo lo mejor —se lamentó su esposa.
—Tú eres la Voyeur de la familia, nena, no yo. —Zeke colocó sus manos en los hombros de su mujer mientras tomaba asiento, y estiró el cuello hacia el ventanal para ver qué sucedía en el escenario—. ¿Qué hacen? ¡Vaya!
Su exclamación hizo que ____ a su vez, se inclinara también hacia el ventanal.
—¡Caray! —dijo dejándose caer en una silla. Durante su ausencia, dos hombres desnudos, uno blanco y otro negro, habían salido a escena para acompañar a Katya. Sus cuerpos, muy musculosos, brillaban gracias al aceite corporal. El trío se había colocado de tal manera que formaban una gran ene con sus cuerpos. Los dos hombres estaban el uno frente al otro, y Katya era la línea central que los unía,
Las piernas de ella reposaban sobre los hombros del hombre blanco mientras el afroamericano la sujetaba por la cintura. Con los brazos entrelazados en las piernas de este último, Katya le chupaba los testículos mientras la cara del hombre blanco se hundía en su coño.
____ estaba tan impresionada que tardó unos segundos en darse cuenta de que la canción que sonaba era una versión del tema Devórame otra vez, de Lalo Rodríguez. «Alguien tiene un sentido del humor muy curioso en este club», pensó.
Atenta a lo que sucedía en el escenario, imaginó que sus piernas reposaban en los hombros de Quin y que la lengua de él acariciaba su clítoris. Cerró los ojos y se entregó a la fantasía.
—Cariño, cuando Ranito haya nacido tenemos que probar eso —dijo Zeke, devolviendo a Leah a la realidad.
—¿Estás loco? —repuso Sandy—. Yo no soy Elasticgirl. Además, ¿A quién vamos a engañar para completar el trío?
Leah se reía, pero Zeke estaba muy concentrado estudiando la postura de los tres.
—No vamos a tener que engañar a nadie, cariño. Tú te apoyas en el sofá y colocas las piernas sobre mis hombros.
—Zeke, mi vida, ni siquiera antes de quedarme embarazada de Ranito era yo tan ágil —dijo entre risas Sandy—; tendremos que llamar a un quiropráctico después.
Desde que vieron la primera ecografía, «Ranito» y «El niño rana» eran los motes cariñosos con los que la pareja llamaba a su futuro hijo, Zeke Junior .
—Vale ya, chicos. ¡Demasiada información para mí! —protestó ____—. ¡Dejad algo a mi imaginación!
—Sí, claro, mira quién fue a hablar, la reina de una revista guarrilla —resopló él.

—Zeke, retira lo que has dicho —ordenó su mujer.
—Déjalo, Sandy. No ha dicho nada que no haya oído antes —intervino Leah.
Zeke estaba arrepentido.
—Disculpa,____ yo no quería… Ella restó importancia a sus disculpas. —Créeme, mi padre me ha dicho cosas mucho peores, ¡y eso cuando está en plan amable! —Echó un vistazo a su reloj—. Son las diez menos diez. El espectáculo está a punto de terminar.
—Ranito y yo estamos muertos de sueño —suspiró Sandy.
—Pues vámonos —sugirió Zeke.
—¿Tienes todo lo que necesitabas para tu reportaje,____? —preguntó Sandy.
—Todo, todito —dijo ella, aliviada por no tener que persuadirles para que se marcharan—. Venga, si salimos ahora, nos ahorraremos el atasco.
Los tres recogieron sus cosas, abandonaron la cabina y bajaron por la escalera; Zeke iba el primero para ayudar a Sandy.

Enormes cortinas negras cubrían los ventanales de la primera planta para evitar miradas curiosas del exterior. El Club 69 era un club privado, casi secreto, abierto únicamente para sus socios y los invitados de éstos. ____había oído rumores sobre su existencia, pero nunca había podido contrastarlos. Después de que algunas fotos hechas con teléfonos móviles circularan por Internet, uno de sus documentalistas le confirmó que el club existía de verdad. Les llevó meses descubrir su dirección y conseguir que alguien invitara a ____ …, pagando, claro. Su equipo de documentalistas había logrado contactar con una empleada de la cocina dispuesta a enseñarle el local. Aquel contacto, Consuelo, era la razón por la que ____ planeaba quedarse en el club después de que Zeke y Sandy se marcharan a casa.
Con el gran final de la actuación de Katya en pleno apogeo, el vestíbulo principal estaba desierto, salvo por algunos empleados del club. Tras devolver Leah la llave de la cabina a una empleada, el portero les abrió la puerta principal para que salieran.
La mansión se levantaba en una parcela de casi un kilómetro cuadrado, separada de las fincas vecinas y de la calle por una gran verja negra de hierro forjado. Una carretera ancha y circular conducía hasta la entrada de la mansión, y los socios del club aparcaban a lo largo de la curva de la carretera de entrada. Los tres amigos llegaron donde Leah tenía aparcado su Honda Accord.
—Gracias por acompañarme, chicos. —____ abrazó primero a Sandy y luego a Zeke—. Gracias de verdad.
—¿Seguro que estarás bien? —preguntó su amiga.
—Seguro. Heat está a menos de diez minutos de aquí —la tranquilizó ____ —. Venga, marchaos, que seguro que Ranito está cansado.
____montó en su coche, arrancó y rodeó el edificio. Aparcó en un callejón cercano, desde donde podía ver el bulevar. En menos de un minuto vio pasar el Explorer de Sandy, alejándose en dirección oeste.
Cuando el coche de los Prada estuvo bien lejos, ____ regresó a la mansión y volvió a aparcar. Sacó trescientos dólares de su monedero, recuperó la invitación y escondió su bolso bajo el asiento delantero. Salió del vehículo y se dirigió de nuevo hacia la entrada. No le gustaba engañar así a sus amigos, pero sabía que si les hubiera contado sus planes, no habrían querido dejarla sola.
El portero era el mismo. Tendría unos veinticinco años, y la complexión de un boxeador de peso pesado. ____ sonrió y le enseñó la invitación por la que había pagado quinientos dólares.
—Hola otra vez.
El portero inspeccionó el tarjetón grabado antes de devolvérselo.
—Lo siento, señora. Esta invitación sólo es válida para una noche.
—Lo sé, para esta noche. Iba a marcharme con mis amigos, pero luego he cambiado de opinión. Se acordará de mí…
El hombre asintió.
—Sí, me acuerdo de usted. Pero en el dorso de las invitaciones dice que no incluyen la readmisión. Lo siento —e hizo un gesto con el brazo para impedirle la entrada, como si anticipara que fuera a colarse. ____ contempló con frustración la expresión firme del guardia. «Esta norma debe de ser para impedir que un poli como Zeke vuelva a entrar con refuerzos después de ver lo que se cuece dentro.» Miró el nombre del guardia en su placa identificativa y sacó un billete de cincuenta dólares del bolsillo del montón que había cogido.
—¿Estás seguro de eso, Martín? —preguntó ____ , enseñándole el billete.
El hombre miró el billete con resignación.
—Sí, señora. Lo siento. Podría perder mi trabajo.
—Pero si sólo he estado fuera cinco minutos de nada. ¿No podrías saltarte las normas por una vez? —suplicó.
—No, señora, no puedo.
—¿Algún problema? —preguntó una voz conocida.
Louis había aparecido en la puerta, por detrás de Martín.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó.....


—Nada,Louis. Una clienta que quiere volver a entrar —Martín quería demostrar que tenía la situación bajo control—, y le estaba explicando las normas.
«¿Louis trabaja aquí? ¿Por qué no me ha echado antes? Sabe quién soy…», pensó ____.
Antes de que el guardia pudiera dar su versión de los hechos, ella disparó la suya.
—Mis amigos tenían que irse, y yo quería quedarme un rato más. No sabía que, una vez fuera, no podría volver a entrar —explicó como una metralleta dedicándole una sonrisa persuasiva a Louis—. ¿No podríais hacer una excepción por esta vez?
Él negó con la cabeza, impasible.
—Lo siento, Princesa. Además, éste tampoco es tu ambiente. Será mejor que te vayas a otro sitio más de tu estilo.
Aquel tono la molestó. No soportaba a los hombres condescendientes; por muy buenos que estuvieran. Antes de que pudiera replicar, otra voz de acento hispano interrumpió la conversación.
—Dejadla entrar.
____ y los dos hombres se volvieron hacia el que acababa de aparecer en el vestíbulo.
—Lo que usted diga, señor Gutiérrez —exclamó Martín bajando el brazo para dejar pasar a ____.
A punto estuvo el portero de dedicarle una reverencia al recién llegado. «Carlos Gutiérrez, el director del Club 69», se dijo ____, que recordaba el informe que había preparado su equipo de documentación. Antes de que Louis intentara hacer cambiar de opinión a Gutiérrez, ella entró en el local.
El tipo era algo más alto que ____; debía de medir un metro setenta y cinco, más o menos. Vestía un traje pachuco de color gris verdoso; un estilo de traje originario de El Paso, y que luego llegó a Harlem, donde se convirtió en símbolo de masculinidad y poder entre los chicanos. El traje de Gutiérrez, de cintura alta, pernera ancha y chaqueta larga —carlango, la llamaban ellos— con enormes solapas, parecía hecho a medida.
____ le dedicó una sonrisa.
—Gracias por su ayuda, señor… ¿Gutiérrez? —miró al portero y al director del club, como buscando confirmación de que había acertado. El hombre le tendió la mano.
—Carlos Gutiérrez, para servirla, linda señorita —al estrechar la mano de ____, se inclinó levemente, ofreciéndole un primer plano de su cabello negro engominado.
—Gracias. Me llamo… __ —Hizo una pausa, esperando a ver si Louis la corregía, pero no dijo nada. «No va a delatarme. ¿Por qué?», se preguntó.
—Debo regresar a la sala —dijo Gutiérrez soltándole la mano—, esta noche soy el maestro de ceremonias. Después del espectáculo podríamos tomar una copa juntos…
—Me encantaría —mintió ella con una sonrisa.
—Louis, cuida de __ por mí, por favor —Gutiérrez se dirigió a su empleado sin molestarse en volver la cabeza; estaba demasiado ocupado desnudando a ____ con la mirada—. Luego vendré a por usted —le dijo a ella. Y sin esperar respuesta, se alejó hacia un grupo de hombres que charlaban en el otro extremo del vestíbulo, que se iba llenando de socios que salían de la sala.
«El espectáculo de Katya debe de haber terminado ya», pensó ____ al tiempo que avanzaba unos pasos.
—No necesito un canguro —le dijo a Louis—, puedo volver a mi cabina yo sola.
Él negó con la cabeza.
—Lo siento, Princesa. Esa cabina está ocupada. Están muy solicitadas durante la segunda función.
—¡Pero si acabo de devolver la llave! —protestó. Acto seguido interceptó a la empleada a la que se la había entregado, que pasaba por allí—. ¿Está libre mi cabina?
La chica negó con la cabeza.
—No, lo siento. Esta noche teníamos lista de espera.
____ echó un vistazo a su reloj. Las diez y cinco. Se suponía que debía encontrarse con Consuelo en la cocina a las once. «¿Qué hago durante la hora que me queda?»
—¿Y adónde voy ahora? —dijo en voz alta. Louis se encogió de hombros.
—Depende de si te apetece mirar o participar. Si sólo quieres mirar, puedes subir a mi despacho. Tiene vistas al escenario.
«Sabe que soy periodista. ¿Por qué se ofrece para ayudarme? —se preguntó mientras contemplaba sus atractivos rasgos—. Zeke dice que le detuvo por agresión.
¿Debería arriesgarme a quedarme a solas con él?»
Louis sonrió.
—¿Tienes miedo, Princesa? Puedes marcharte. Le diré a Carlos que tenías que irte a dormir —en su mirada había desafío y algo más.
____ no había rechazado un desafío en su vida. Ni tan sólo aquella vez que, con nueve años, la retaron a saltar a un lago desde un barranco altísimo
—Muy amable, gracias. Veré el espectáculo desde tu despacho.
—Pues vamos —la dirigió hacia otra escalera que llevaba hasta la segunda planta. Sabiendo que Louis subía justo detrás de ella ____ exageró su contoneo al andar. Cuando llegaron a la segunda planta, la acompañó hasta una puerta señalada con la palabra PRIVADO. El despacho era el doble de grande que la cabina donde había estado antes y tenía también un gran ventanal a través del cual se podía ver el escenario y la sala.
A la izquierda de ____ se levantaba una pared llena de televisores que controlaban lo que parecían ser salas vacías. Junto a la pared opuesta había una mesa, una silla, un archivador y un gran espejo que permitía al ocupante del despacho echar un vistazo a los monitores sin tener que volverse. Frente al ventanal vio un confortable sofá de dos plazas y dos sillas, colocados para contemplar el escenario y la sala. La luz era tenue, como en las cabinas, y el ventanal, que en su cara exterior era como un espejo, impedía que nadie desde abajo pudiera ver lo que ocurría en aquel despacho.
—Siéntate —dijo Louis señalando el sofá.
____ dudó unos segundos. Todavía se sentía un poco incómoda por estar a solas con él durante la segunda parte del espectáculo del Club 69. Se acercó al ventanal, pero no se sentó.
Abajo, en la sala, apenas una veintena de hombres iban tomando posiciones. Quizá no todos los socios conocían la «segunda función». ____ se había preguntado si los espectadores del show que estaba a punto de ver iban a ser distintos de los de antes. Parecían un grupito insignificante, y todos eran hombres. Entonces, ¿por qué la había dejado entrar Gutiérrez? ¿Y por qué Louis no la había delatado? Volvió la cabeza y le preguntó:
—¿Cuál es tu cometido aquí?
—Trabajo para el propietario —se apoyó en la mesa estirando sus largas piernas. Parecía cómodo.
«Madre mía, qué bueno está», pensó ella. Sentía que el deseo se apoderaba de sus nervios, recordándole cuánto tiempo llevaba sin disfrutar del sexo con un hombre. Aunque Heat la mantenía muy ocupada, notaba cómo la tensión física había ido creciendo.
—¿Gutiérrez es el propietario?
—No —respondió, escueto.
—Según el registro del condado, esta mansión es propiedad del Fondo de Inversión Inmobiliaria 69, pero ese fondo de inversión no aparece en ninguna otra parte. ¿Podrías darme el nombre del propietario?
—No.
____ se acercó a él.
—¿Por qué no le dijiste a Gutiérrez quién era yo en realidad?
—Porque estás jugando con fuego, Chiquita, e intento ahorrarte problemas —ahora Louis no sonreía.
____ sintió que un escalofrío glacial le recorría la espalda.
—¿Me estás diciendo que los propietarios podrían hacerme daño si supieran que estoy escribiendo un reportaje sobre su club?
—Te estoy diciendo que deberías irte a tu casa y olvidarte de todo esto.
Ella negó con la cabeza.
—Si esos tipos son mala gente, ¿qué estás haciendo tú aquí?
Louis se encogió de hombros.
—No hay mucha gente dispuesta a dar trabajo a un tipo que acaba de cumplir una condena por agresión
—¿Y qué haces?
Él volvió a encogerse de hombros.
—Hago de chófer, de guardaespaldas…, lo que haga falta —dijo con una sonrisa, la misma sonrisa devastadora de antes—. ¿Necesitas que te haga algo, Princesa?
____ estaba con la boca abierta, pero negó con la cabeza, sacudiendo su melena rubia con elegancia; un gesto que dominaba a la perfección desde los dieciséis.
—Ya te gustaría. ¿Para qué me has traído aquí, para amenazarme o para aprovecharte de mí?
—Un poco de todo —dijo—. O quizá sólo quería una acompañante para ver el espectáculo añadió, señalando hacia la ventana.
El corazón de ____ latía a toda velocidad. Lo sentía en sus oídos, en su pulso y en el cuello. Seguro que Louis se había dado cuenta. «Una acompañante. Quiere una acompañante.» Por su mente desfilaba la imagen de Katya y sus «acompañantes», y por un momento sintió que se le iba la cabeza. «Quizá tenga razón. Me estoy metiendo en un lío.» Su mente seguía haciendo de las suyas. Ahora veía a Louis desnudo; le imaginaba tocándola, acariciándola…
Sacudió la cabeza, intentando olvidar aquella imagen, Él la miraba como si intuyera algo.
—Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión, Princesa, y marcharte untes de que la cosa se ponga al rojo vivo.
«Intenta asustarme.» La idea la estremecía.
—Si tratas de asustarme, no lo estás consiguiendo —levantó la barbilla, desafiante.
—Solo quiero estar seguro de que sabes dónde te metes.
Sus dedos cálidos la sujetaron por la muñeca como unas esposas, pero luego aflojó, como si esperara que ella protestara o apartara la mano.
—¿Sabes dónde te estás metiendo, Princesa?
____ no tuvo tiempo de contestar. Las luces parpadearon y la voz de Gutiérrez sonó en los altavoces.
—Caballeros, estamos a punto de comenzar. Tomen asiento, por favor.
____ reaccionó.
—El espectáculo está a punto de empezar… ¿Miramos?
Louis se le acercó al oído y susurró:
—Yo quiero hacer mucho más que mirar. ¿Y tú? Sintió su cálido aliento sobre su piel y cómo su olor la envolvía. Reconoció la fragancia del sándalo, pero el olor de Louis era más intenso que el de una típica loción para después del afeitado; había un aroma a clavo también. Casi sin darse cuenta, ____ se acercó a él, intentando absorber aquel olor por cada uno de sus poros. Inhaló, llenándose de aquel aroma delicioso, del mismo modo que deseaba que él la llenara. Mucho más cerca, Louis le sopló suavemente en la oreja. Ella no pudo evitar estremecerse, pero no porque tuviera miedo. No. ____ se estremecía porque deseaba lo que él le ofrecía. Quería su boca, sus labios, sus manos magreándole los pechos y su polla ardiente penetrándola. Temblaba de puro deseo. La lengua de Louis rozó su oreja con suavidad y luego, muy despacio, recorrió el lóbulo.
—Mmmm… —suspiró ella
El altavoz interrumpió el momento.
—Por favor, tomen asiento. La subasta está a punto de empezar.
Los labios de Louis abandonaron el lóbulo de ____ para recorrerle la mandíbula hasta llegar a sus labios. La besó con tanta suavidad que ella apenas sintió sus labios.
—¿Estás lista, Princesa? —preguntó.
—Sí —murmuró ____, sin importarle para qué debía estar lista.
Sin mediar palabra, él se apartó de ella, soltándole la muñeca. La sujetó por los hombros y le dio la vuelta, de modo que Leah quedo frente al ventanal.
—Esto era lo que querías ver.
El cerebro de ____ tardó unos segundos en reaccionar. Parpadeó con rapidez, intentando evadirse del sofoco que la invadía, y centrarse en lo que sucedía encima del escenario.
El hombre blanco que había acompañado a Katya en la actuación estaba de pie al lado de Gutiérrez. Seguía desnudo, con una enorme erección despuntando con orgullo. Llevaba consigo algunos accesorios. Su mano derecha sujetaba una bandeja de plata con dos vasos y una botella que parecía de brandy. Alrededor del cuello llevaba un collar estrecho de piel negra. ____ miró más de cerca, y se dio cuenta de que era un collar de perro.
—Pero ¿qué…?
Gutiérrez siguió hablando por el micrófono.
—Esta noche sólo tenemos una docena de lotes. Es un placer para mí presentarles el lote número uno: un brandy calvados delicado pero delicioso. Con sabor terroso, este lote tiene bastante cuerpo y un aroma intenso. ¿Quién da más?



Las palabras de Gutiérrez devolvieron a ____ al mundo real.
—Pero ¿qué es esto? —preguntó sin intentar disimular su disgusto.
Justo lo que parece.
—¡Parece que esté a punto de vender a ese hombre! —exclamó inclinándose hacia adelante para ver mejor lo que ocurría en la sala. Los clientes alzaban sus palas con las ofertas, pujando por el lote.
—¿Quién ha dicho nada de vender a ese hombre? —Louis se puso a su lado, frente al cristal—. El propietario tiene un permiso de la Comisión de Bebidas Alcohólicas para promocionar los vinos y licores de Texas entre sus amigos.
—¿Promocionar vinos y licores? ¡Sí, hombre! —exclamó ____ —. ¡Promociona sexo!
—¿Y tienes algún problema con eso? —Louis parecía divertirse—. Sólo son un grupo de amigotes ricos pasándoselo bien. Para ellos es un juego.
—¡Vender personas no es un juego!
—Pues parece que a la mercancía no le importa —repuso él, e hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia el escenario.
Louis tenía razón. El hombre desnudo, el lote número uno, mostraba sus firmes nalgas al público, al que contemplaba con la cabeza vuelta y una sonrisa pícara.
—¡Vendido por mil trescientos dólares! Enhorabuena al máximo postor, número diecisiete. ¡Disfrute de su premio! —anunció Gutiérrez.
Mientras descendía del escenario, el lote número uno levantó un pulgar triunfante mirando a su postor, un cowboy desgarbado vestido con camisa de franela y vaqueros. El ganador agitaba su pala en señal de victoria. Los dos hombres se fueron juntos hacia la puerta de la sala.
—Y ahora vamos a por el lote número dos —anunció Gutiérrez.
Apareció una mujer afroamericana, de unos veinticinco años, ataviada con tan sólo unos altísimos zapatos negros de tacón. Llevaba el pelo peinado en pequeñas trencitas rematadas por pequeñas bolas de colores. Era de constitución fuerte; no le sobraban kilos, pero tampoco estaba delgada. En su bandeja había una botella de vino tinto y dos copas. La mujer pisaba el escenario con decisión, y, dedicó una amplia sonrisa al público, que la aplaudió y vitoreó con fervor.
—Muy bien, caballeros —dijo Gutiérrez por el micrófono—, el lote número dos es un sensual Cabernet Sauvignon con mucho cuerpo y gran atractivo. ¿Quién quiere iniciar la puja?
El público, alborotado, gritaba y agitaba las palas Gutiérrez dirigía el ritmo de la subasta, señalando primero a un postor y luego a otro. ____ advirtió entonces la presencia de otro hombre, sentado una mesa al lado del escenario. Llevaba unos auriculares puestos y anotaba las ofertas de las camas privadas.
El lote número dos parecía pasárselo en grande sobre el escenario y animaba al público con gestos, para que ofrecieran más dinero mientras contonea las caderas sin parar. ____ la contemplaba, totalmente fascinada por la actitud de la mujer y por la respuesta del público. Igual que el lote número uno esta «mercancía» tampoco tenía ningún problema con el tema de la subasta.
El problema lo tenía ____. Aunque parezca un disparate, envidiaba de un modo extraño al lote número dos: la mujer se sentía cómoda con su cuerpo y con su sexualidad. «Lástima que yo no me sienta tan cómoda», pensó. ____ tenía un currículum de relaciones personales desastroso. Siempre se sentía atraída por los hombres que cualquier otra mujer, por precaución, evitaría: tipos con un lado peligroso, que se saltaban la ley, que disfrutan arriesgándose… Para evitar a ese tipo de hombres, intentaba ser lo más selectiva posible a la hora de enamorarse, pero luego, cuando la relación acababa mal, como acababan todas, se juraba a sí misma que nunca más volvería a mirar a un hombre…. hasta que se fijaba en el siguiente. La última ruptura había sido la más dolorosa. «Louis lo lleva escrito en la cara: es el típico cabrón. Y claro, me gusta. Para variar», pensó.
Gutiérrez anunció que el lote número dos se había vendido por dos mil ochocientos dólares. La mujer bajó del escenario riéndose y saludando al público.____ miró a Louis de reojo y se dio cuenta de que, en lugar de prestar atención a la subasta, la estaba observando.
—¿Qué pasa?
—Te ha sorprendido la subasta. ¿No te lo esperabas?
Ella se sonrojó, más por lo que pensaba de él que por lo que había visto sobre el escenario.
—Lo había imaginado, pero sigue pareciéndome un poco… escandaloso.
—No lo es más que una película porno —dijo él encogiéndose de hombros.
____ frunció el ceño.
—Creía que a todos los hombres les excitaban las películas porno.
—A mí me excitan más las oportunidades que tengo cerca. Por ejemplo —dijo sonriendo—, me gusta ver cómo se te marcan los pezones con esa blusa de seda.
Casi de forma automática,____ se volvió para mirarse en el espejo. Louis tenía razón. No llevaba sujetador y sus pechos se marcaban bajo la seda. Se había puesto colorada y seguro que él podía leer el deseo en sus ojos. Su deseo por él. «Debería marcharme ahora mismo», se dijo. Pero una cosa es saber lo que debes hacer, y otra muy distinta, hacerlo. Su propio deseo y la atención descarada de Louis habían hecho que sintiese un nudo en el estómago. Él se colocó detrás de ella, y sus miradas se encontraron en el espejo.
—Mira —le susurró señalando hacia delante. ____ miró en la dirección indicada. Y se quedó de piedra.
En el espejo se reflejaban los televisores de la pared de enfrente. En el primero, el lote número uno y su cowboy, completamente desnudo, se retorcían juntos sobre una cama enorme. En el siguiente monitor, el lote número dos se había arrodillado ante un treintañero con traje ejecutivo y le estaba haciendo una mamada.
____ apartó la vista enseguida, pero Louis la sujetó por los hombros y, con suavidad, volvió a colocarla frente al espejo.
—No te cortes. Quiero que mires —le dijo.
Hipnotizada por el tono sugerente de su voz, ____ volvió a mirar hacia el espejo. El treintañero había echado la cabeza hacia atrás, llevado por el éxtasis, mientras la mujer seguía chupándole la polla.
La imagen era de lo más erótico. ____ notó que la mano se le iba hacia sus propios senos, pero se reprimió, cerró el puño y la bajó.
Louis se le acercó más, y sus labios buscaron la mejilla de ____.
—Vamos, tócate. Quiero ver cómo te tocas.
Ella sólo necesitaba aquel empujoncito, y se apoyó en Louis. Notó cómo su erección presionaba la parte baja de su espalda. «Esta tan excitado como yo. Madre mía…» ____ temblaba sólo de pensar en follárselo… y que él la follara.
Los labios de Louis recorrieron su nuca. Ella gimió, deseando ser la mujer de aquel monitor, deseando tener la polla de Louis prisionera en su boca.
El detuvo su mano en la cadera de ____ momentos antes de seguir deslizándose hacia su cintura. «Sí, sí, tócame los pechos. Por favor», le suplicó en silencio. Y a punto estuvo de gritar cuando, en lugar de tocarle los senos, le cogió su puño cerrado y colocó su mano sobre el pecho derecho. El corazón de ____ latía desbocado. Era su propia mano la que acariciaba su pezón, pero era la mano de Louis la que la movía. Levantó el otro brazo para apartarlo y quitárselo de encima,
pero en el mismo momento en que tocó aquel brazo musculado, desistió del intento. Podía sentir su fuerza, y el instinto le decía que se dejara llevar. Acababa de mojar sus braguitas. Absorta en las sensaciones del momento, no se dio cuenta de que el hombre del monitor acababa de correrse, y el lote número dos se había tragado su semen.
Louis le lamía la oreja y el cuello, murmurándole palabras al oído.
—Quiero follarte; follarte y hacerte gritar —su respiración era entrecortada y cada vez apretaba más su polla contra la espalda de ____.
Le levantó la falda y tanteó hasta meter la mano dentro de sus braguitas. Sus dedos inquietos encontraron el clítoris, y luego, con el índice, empezó a acariciárselo dibujando círculos.
—Ooooh. . . —gimió ____ Arqueó la espalda y se llevó las manos a la cabeza.
Con la mano Izquierda, Louis finalmente aprisionó uno de sus pechos y empezó a pellizcarle el pezón, mientras la otra mano la conducía directa al orgasmo.
Un ruido seco interrumpió el momento. ____ lo había oído, pero estaba tan excitada que le era imposible saber de dónde venía. El ruido se hizo más insistente. Entonces se dio cuenta: alguien estaba llamando a la puerta.

—Louis, el jefe te busca.
Maldiciendo la interrupción, Louis se apartó de ____.
—Dame un minuto.
Aturdida por el deseo, ella se volvió para mirarle. Se estaba pasando la mano por los cabellos, peinándose un poco.
—Princesa, tengo que irme. No te muevas, volveré en cuanto pueda. —Se abalanzó sobre ella y le dio un beso fugaz antes de salir del despacho, cerrando la puerta tras él.
«Ufff… Dos minutos más y le habría arrancado la ropa a tiras», se dijo ella. Intentando no pensar en el beso que le acababa de dar, ____ se contempló en el espejo. «Parezco una adolescente que se ha dado el lote en el asiento trasero del coche de papá.» Se alisó la blusa arrugada y se colocó bien la falda. Le dolía el sexo de tanta excitación acumulada. «La versión femenina de los huevos hinchados.»
Evitando pensar en Louis, miró la hora. «Me quedan quince minutos antes de verme con Consuelo. —Echó un vistazo a la sala, donde la subasta estaba en pleno apogeo—. Este puede ser un buen momento para ir a la cocina», se dijo.
Consuelo le había dibujado un mapa de la casa, indicándole cómo llegar allí. Antes de abrir la puerta del despacho, ____ vaciló unos segundos. «Vamos a ver: si alguien me sorprende, diré que estaba buscando algo para comer o que he ido a por un vaso de agua.» Bloqueó el botón de cierre del pomo de la puerta para poder volver a entrar en el despacho si necesitaba esconderse. Después de comprobar que no había nadie en el pasillo, salió. «Si tengo suerte, quizá Louis piense que me he cansado de esperar y que me he ido a casa. Tengo que concentrarme en mi trabajo y olvidarme de su cuerpazo…»
Consuelo le había explicado que el personal de la cocina se iba a las diez de la noche. Como ella no tenía llave del club, sólo podía enseñárselo mientras estuviera trabajando. Le había propuesto que se encontraran en la cocina mientras todo el mundo estuviera pendiente del espectáculo.
____ se escabulló por la escalera de servicio, situada al fondo del vestíbulo, frente a la escalera principal. Bajó los peldaños hasta un pasillo ancho con varias puertas. Se sacó el mapa del bolsillo y se dirigió hacia una puerta batiente que tenía una ventanilla circular. Miró a través de ella, pero no vio nada. La cocina estaba a oscuras. Entró.
Consuelo le había explicado que el personal de la cocina se iba a las diez de la noche. Como ella no tenía llave del club, sólo podía enseñárselo mientras estuviera trabajando. Le había propuesto que se encontraran en la cocina mientras todo el mundo estuviera pendiente del espectáculo.
La luz de una farola de la calle entraba por la ventana del fregadero e iluminaba vagamente la cocina.
____ podía distinguir el reflejo de los electrodomésticos. Se dio un golpe contra la isla de la cocina.
—¿Consuelo? —susurró.
—Aquí —respondió bajito una voz con acento mexicano. Al lado de la nevera, una mujer emergió de las sombras.
Consuelo era menuda, debía de medir alrededor de metro cincuenta, y llevaba uniforme de cocina y un delantal blanco. No dejaba de mirar a un lado y a otro, como si temiera que alguien fuera a atacarla por sorpresa.
—Soy ____ ____, gracias por aceptar hablar conmigo.
Avanzó unos pasos y se quedó paralizada al ver una expresión de terror en la cara de Consuelo. La mujer retrocedió de un salto. ____ se volvió y vio cómo la puerta batiente se abría. Una voz áspera preguntó:
—¿Qué hace usted aquí? —y, al tiempo que decía esto, accionó el interruptor
La cocina se iluminó de repente. ____ parpadeó, deslumbrada durante unos segundos. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, vio a un hombre frente a ella. Lo tenía demasiado cerca. Y la observaba.
El individuo era un tipo latino, muy, delgado. Vestía una camisa negra de seda de manga larga y pantalones beige. Su rostro conservaba antiguas marcas de acné, y los ojos se le hundían en el cráneo; unos ojos que la estudiaban, vacíos e inexpresivos, como los de un coyote. ____ sintió un escalofrío repentino.
—¿Quién es usted? —preguntó.
—Estooo…, me llamo __ —respondió atascándose con las palabras.
—¿Y qué hace en mi cocina a oscuras, __? —se acercó todavía más. Ella, instintivamente, dio un paso atrás. «No ha visto a Consuelo. Debo evitar que la encuentre», se dijo.
—Estaba arriba, viendo la subasta. Me entró hambre y vine a ver si había alguien que pudiera prepararme un tentempié.
—¿En una cocina a oscuras? —preguntó. Aunque su tono era cortés, no hizo ningún esfuerzo por ocultar que no la creía.
____ sonrió para ganar tiempo. «¿Le hablo de Louis o de Gutiérrez?», se preguntó.
—Para serle sincera, quería abrir la nevera, a ver si había algo para picar. ,Ese tipo no tenía nada que ver con Gutiérrez; una sonrisa y algo de coqueteo no le impresionaban para nada.
—¿Con quién está? —un tono amenazador empezaba a adivinarse en su voz. La escudriñó de arriba abajo.
____ dudó. Se esforzaba por mantener la sonrisa, pero le temblaban las piernas, y tenía miedo de que su voz revelara lo asustada que estaba. Antes de que pudiera abrir la boca, un rostro familiar apareció por la ventanilla redonda de la puerta. Las piernas de ____ flojearon de alivio. La puerta se abrió, y el hombre se volvió con la rapidez de una serpiente de cascabel al tiempo que se llevaba la mano al bolsillo.
—Por fin te encuentro, __ —dijo Louis, mirándola a ella primero y luego al hombre. Ella advirtió que Louis estaba sopesando la situación. Otros dos hombres entraron con él en la cocina.
—¡Louis, creía que me habías abandonado! —le recriminó ____.
—¿Conoces a esta mujer? —preguntó el hombre.
—La he conocido esta noche—respondió Louis. Avanzó tres pasos y sujetó a ____ por la muñeca—. ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.
—Me cansé de esperarte —le reprochó ella en tono de despecho—, y tenía hambre. ¿Y quién es este hombre? ¡Me ha dado un susto de muerte! —dijo refiriéndose a su interrogador.
—Miguel Lucero, propietario del Club 69 —respondió Louis.
—¿A qué te dedicas, Louis? ¿A traer a tus mujeres a mi club en horas de trabajo? —preguntó Lucero con frialdad.
—Ya te he dicho que acabo de conocerla —contestó Louis—, pero me la quiero coger.
____ había pasado largas temporadas en el rancho de su padre, al oeste de Texas, rodeada de cowboys mexicanos. Y no sólo hablaba español, sino que también conocía las expresiones más coloquiales. Intentó controlar su disgusto ante el vulgar comentario de Louis. «Que no vean que entiendo todo lo que dicen», pensó
—Y si no ha venido contigo, ¿cómo ha entrado aquí? —inquirió Lucero.
—Gutiérrez autorizó su readmisión después del primer espectáculo.
Lucero apretó los labios.
—Voy a tener que charlar con Carlos otra vez. A ____ se le encogió el estómago. «Menos mal que no voy a estar aquí para presenciar esa "charla".» Si Louis parecía peligroso, el dueño del Club 69 daba miedo.
—Bueno, creo que ya va siendo hora de que me vaya —dijo ____.
Max:DD
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Mensaje por CONII STYHORAPAYLIKSON Vie 15 Mar 2013, 3:17 pm

ME ENCANTOOO!!!!!!!!!!!TIENESS QUE SEGUIRLAAA!!!!!!!!!!!!!!PORFISSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!LO AMEE EL CPAITULOO!!ESTUVO SUPER MEGA RECONTRA RE GENILISIISMOO!!!!!!!!!!!!!!!!JAJAJJAA
BUENOO ENN FINN UNN ABRAZOO PSICOLOGICO Y NOSS LEEMOS HASTA QUE LA SIGAS!!
BEOSOOSOSOS
ABRAZOZOOZOZ
SIGUELAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!
BUEE ME FUIII!! :bye: :bye: :bye: :bye:
CONII STYHORAPAYLIKSON
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Mensaje por CONII STYHORAPAYLIKSON Vie 22 Mar 2013, 1:33 pm

SIGUELAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!PORRFISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
CONII STYHORAPAYLIKSON
CONII STYHORAPAYLIKSON


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Mensaje por Sey Malik Miér 27 Mar 2013, 8:23 am

Nueva lectora!! sigue prontoo
Sey Malik
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Mensaje por CONII STYHORAPAYLIKSON Vie 29 Mar 2013, 11:18 am

* Para ti mismo di el nombre de la única persona del sexo opuesto con quien quieras estar (tres veces...)...

* Piensa en algo que quieras lograr dentro de la próxima semana y repítelo para ti mismo(a) (seis veces)...

*
Piensa en algo que quieras que pase entre tú y la persona especial (que
dijiste en el no. 1) y dilo a ti mismo/a (doce veces)...

* Ahora haz un último y final deseo acerca del deseo que escogiste.

* Después de leer esto tienes 1 hora para mandarlo a 15 temas y lo que pediste se te hará realidad en 1 semana.
CONII STYHORAPAYLIKSON
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Mensaje por Max:DD Sáb 30 Mar 2013, 3:07 pm

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Capitulo 3

Lucero la miró.
—Pensé que tenía usted hambre —dijo haciendo un gesto hacia la nevera.
«¡No! Debo evitar que descubra a Consuelo», se dijo aterrorizada.
___ hizo un mohín y negó con la cabeza:
—Eso era antes de que usted me asustara. Se me ha pasado el hambre. —Miró con grandes aspavientos su reloj de pulsera y añadió—: ¡Vaya, pero sí es tardísimo! Me voy a casa, ya comeré algo allí. Lucero la miraba fijamente.

—Louis, lleva a la señorita…, ¿cuál es su apellido, ___?
—___ —dijo ella, poniéndose nerviosa.
—Lleve a la señorita ___ a casa.—No es necesario, tengo mi coche ahí fuera. El dueño del Club 69 ignoró el comentario. —Louis,lleva a la señorita a su casa. Rubén os seguirá en otro coche para recogerte luego y volver acá. Ya hablaremos por la mañana —dicho esto, se dio media vuelta para marcharse, pero ___ tuvo ocasión de fijarse en la enorme hebilla de su cinturón. «¡Es de oro!» Llevaba algo grabado, pero no pudo verlo bien.

Fue a protestar, pero la mano de Louis le apretó con fuerza la muñeca, y optó por callar. Lucero se apoyó en el marco de la puerta y, dedicándole una sonrisa nada sincera, le dijo:

—Espero verla pronto,___.

Para no meter la pata, ella se limitó a asentir con la cabeza. Lucero chasqueó los dedos en dirección a uno de sus dos secuaces, situados detrás de Louis. El hombre salió con él al vestíbulo y dejó a ___ con Louis y el tal Rubén. Consuelo seguía escondida. «Debo conseguir que salgan de la cocina», se dijo ___. Pero Lucero la había asustado tanto que era incapaz de pensar. Louis se metió la mano en el bolsillo y sacó un manojo de llaves, que le lanzó al otro hombre.
—Rubén, ve a por mi jeep. Nos vemos en la entrada dentro de cinco minutos.

—¡Espera! —dijo ___—, no tienes que llevarme a casa. Estaré bien. Si quieres, me acompañas hasta el coche y…

—Órdenes del jefe, Princesa —la interrumpió él. Y su brazo la rodeó por la cintura. Luego, dirigiéndose a Rubén, añadió—: ¿A qué esperas? ¿A que te lo ponga por escrito?
El tipo obedeció de mala gana y salió de la cocina.
—¿Vas a contarme lo que te traes entre manos, Princesa?—la interrogó Louis entonces, mirándola fijamente a los ojos.

—Pero ¿qué os pasa a todos? No me traigo nada entre manos —respondió ella apartando su brazo de su cintura—. Me dejaste tirada y me entró hambre. Y deja de llamarme «Princesa», hace que me sienta como un puto caniche —apostilló al tiempo que se dirigía hacia la puerta con paso firme.


Capitulo 4

Ninguno de los dos abrió la boca mientras caminaban hacia la salida, hasta que una de las camareras llamó a Louis

—Eh, Louis ¿adónde vas? ¿No habíamos quedado para salir cuando terminara mi turno? —Como todas las chicas del club, aquélla llevaba un vestido muy corto, mucho maquillaje, y le dedicaba una sonrisa de lo más sensual.
—Lo siento, Dara. Tendremos que dejarlo para otro día, tengo un encargo que cumplir.
La chica puso mala cara y miró a ___ con antipatía.

—Pues si terminas con tu encargo antes de las dos, todavía estaré aquí. Te prometo que puedo darte mucho más que ella —añadió con una mirada seductora

___ apretó los dientes para no insultarla, lo que le costó cierto esfuerzo.

Louis sonrió a Dara y le dijo:

—Te veo mañana —y, colocando la mano en la cintura de ___, la dirigió hacia la salida.
Ella esperó a que la puerta se cerrara del todo para respirar profundamente.
—¿Uno de tus incentivos laborales? —preguntó con dulzura.
—Es una buena chica —dijo él sacudiendo la cabeza.

___ tenía preparada su respuesta sarcástica, pero se calló. «¡Hombres! Betty la Fea era una buena chica, Dara es un putón verbenero. —Aquel encuentro había despertado la curiosidad en ella—. ¿Se acuesta con todas las camareras?» La vocecita en su cabeza respondió: «¿Y a ti qué te importa? ¿No querías un rollete sin ataduras? Que te cuente como una más. Te vas y se acabó.»

Caminaron en silencio hacia el coche de ___ Con un gesto de la mano, Louis le pidió las llaves. Ella le miró fijamente. Aquellos ojos negros no decían nada. Quería saber qué estaba pensando. Reprimiendo un suspiro, le puso las llaves en la mano de mala gana. Él no dijo nada, Le abrió la puerta del coche y luego dio la vuelta hasta el asiento del conductor. Se sentó, ajustó el asiento a su medida y arrancó.
Al salir a la carretera, un todoterreno Wrangler se situó justo detrás de ellos. Leah observó por el retrovisor y vio a Rubén al volante.
—Hay que ir en dirección sur… —indicó ___. —Sé adónde vamos —lo cortó él—. ¿Hay algún cartel de Heat en tu edificio?

—No. No queríamos que los cacos de la zona vinieran a robarnos el equipo de audio y vídeo…
—Bien —dijo él antes de volver a sumirse en el silencio.

___ siempre había creído que su coche era espacioso, pero Louis parecía llenarlo por completo. No podía dejar de mirar su musculoso brazo, a escasos centímetros de ella. El aroma de su colonia la excitaba. «Deja de ponerte cachonda y empieza a pensar», se dijo.
—Me has protegido otra vez. Gracias —acabó diciendo.
—Lucero es un tipo peligroso, ___ . Deberías mantenerte lejos de él.
Su vena periodística la empujó a seguir preguntando.
—¿Por qué? ¿Qué pasaría si no lo hiciera?
Louis apartó la vista de la carretera y la miró fijamente.
—Esto no es un juego. Deja de actuar como si lo fuera. No te conviene cruzarte en el camino de Miguel.
—¿Por qué? Dímelo, no te involucraré en esto.
Él resopló y volvió a fijar la vista en la carretera.
—Si sigues metiendo las narices en este asunto, lo pasará mal mucha gente. Yo te he ayudado esta noche, pero no volveré a hacerlo. Tienes que olvidarte de todo esto.

___ se recostó en su asiento.
—Tengo un reportaje que escribir.
—¡Chingado! —masculló Louis
Aunque sabía que era algo muy infantil, una parte de ella estaba satisfecha por haberle alterado.
El silencio reinó durante el resto del trayecto. Cuando llegaron al edificio Heat,

___ le indicó la entrada del garaje.Louis bajó la ventanilla y le hizo un gesto a Rubén para que le esperara en la calle. Entraron en el aparcamiento y ___ indicó cómo llegar a su plaza de parquin, en el segundo nivel. Cuando él hubo aparcado, ella se apeó sin esperarle. Louis paró el motor, salió del coche y se acercó a ella igual que un gato sigiloso, sexy a más no poder.

—¿Qué hacías en la cocina? Y no me vengas con el cuento de que tenías hambre —preguntó.

Durante las dos últimas horas, ___ había estado debatiendo entre el deseo que sentía por aquel hombre y el miedo a enrollarse con él. Y ahora le hacía preguntas que no podía contestar. «Que conste que sólo lo hago para esquivar sus preguntas», se dijo antes de lanzarse a sus brazos y besarle.

Louis se quedó inmóvil, aunque sólo por unas décimas de segundo. ___ notó el instante preciso en el que él se rendía a su beso. La abrazó con fuerza y le metió la lengua en la boca, entrelazándola con la de ella, bailando juntas una especie de tango frenético, erótico…

Louis tomó aire y le susurró:
—¿Qué hacías en la cocina?
—Te buscaba —susurró ella, volviendo a besarle apasionadamente

Louis tenía la polla dura, ___ la notaba contra su vientre. Se moría de ganas de sujetarla con la mano y ponerle a mil, como estaba ella.
El dejó de besarla y le mordisqueó un poco los labios.

—¿Con quién ibas a encontrarte? —la interrogó.

___ notó como la ira crecía en su interior. ¡Estaba cachonda a más no poder y el tío seguía interrogándola! Trató de pegarse a él, sujetándole con una pierna, pero justo cuando lo intentaba,Louis la levantó agarrándola de las nalgas. ___ se dejó hacer, sujetándose bien con las piernas al torso de él, intentando frotarse contra sus ingles. Él se movió un poco, hasta que la tuvo bien colocada. Entonces, sus manos se aventuraron bajo la falda para magrearle el culo. El contacto de aquellas manazas con su piel hizo que a ___ le doliera el sexo de pura excitación. Nunca le habían interesado los polvos salvajes, pero de repente sólo quería que la penetrara allí mismo.

—¡Fóllame! —suplicó.

Louis y se dio media vuelta para colocarla sobre el capó del coche. Sus dedos ágiles dieron con la costura de sus braguitas y las rasgó por la mitad, quitándoselas de golpe. ___ levantó las caderas para facilitar el movimiento. Las bragas cayeron al suelo y él le metió los dedos en la vagina.

—Joder, estás chorreando —murmuró.
—Por ti… —susurró ella.
Mientras él metía y sacaba los dedos de su vagina, ella arqueaba la espalda y movía las caderas. «¡Oh, sí, sí! ¡Me gusta!» Se tumbó sobre el capó, apoyándose en los codos.
—Fóllame,Louis, fóllame, por favor.

Él intentó desabrocharse el pantalón con torpeza, pero de pronto se oyó un claxon en la calle y se detuvo al instante. Su Mirada se volvió seria.

—Pero, ¿qué haces? —jadeó ella.
Quin negó con la cabeza.
—Rubén me está esperando. No quiero follarte y salir corriendo.
—¡Pero si a mí no me importa! —se lamentó.
Él apartó la mano de su sexo.
—Antes de dos minutos, Rubén podría aparecer por esa rampa y te encontraría tumbada sobre el capó de tu coche… —Le colocó bien la falda y se agachó para recoger las bragas del suelo—. Sí algún día follamos, no quiero que te sientas como una puta de diez dólares.

___ se bajó del capó, alisándose la falda. «Ha dicho "si algún día follamos". Quizá no le gusto. Quizá sólo quería averiguar qué estaba haciendo en el club.» Ningún hombre había rechazado antes echar un polvo con ella. No le gustaba. No le gustaba nada. «Quizá se está reservando para Dara… », se dijo

le pasó las braguitas y ella se las arrebató de un manotazo y las arrojó al suelo. Sin mirarle a la cara se dio media vuelta y se dirigió al ascensor.

—¡Pues buenas noches! —le espetó. —Espera, te acompaño hasta tu puerta. —Esta es mi puerta.

Fuera, en la calle, el claxon volvió a sonar con insistencia.___ pulsó con rabia el botón del ascensor.
—Sólo tienes que seguir la rampa y llegarás a la calle —le dijo, señalando la rampa por la que habían descendido.
Una señal acústica indicó la llegada del ascensor ___ montó en él sin mirar atrás.

Louis William la contempló marcharse.___no le había mirado siquiera. Hizo el ademán de seguirla, pero un nuevo toque de claxon, prolongado e impaciente, le recordó que Rubén seguía esperándole en la calle.

Le dolían los testículos y se sentía como un completo idiota. Ella le había suplicado que se la follara y él la había dejado marchar. ¿Qué coño le estaba pasando? Sacudió la cabeza indignado. «Pero no —se dijo—. He hecho bien. Rubén habría venido a buscarnos. Nos habría pillado a mí con la polla fuera y a ella abierta de piernas. No podía hacerle algo así a ___. Joder,William, te has lucido. Lucero, cabreado;___, enfadada, y, encima, este dolor de huevos. Tú sí que sabes cómo cagarla, tío.» Sólo hacía tres meses que trabajaba para Lucero, y no podía permitirse que le despidieran ahora. Aunque, ¡joder, qué buena que estaba esa mujer! Las rubias siempre habían sido su perdición. Ya desde el instituto, cuando le gustaba una chica, siempre era rubia. Y ___ , Dios mío, era una rubia impresionante. Tenía un cuerpo muy sexy, una cara bonita y una lengua desbocada. Y quería que se la follaran sin importarle ni cómo ni dónde. ¿Qué más puede pedir un hombre a una mujer? Había sido un imbécil cortándole el rollo. Se agachó para recoger lo que quedaba de sus braguitas de seda.

Estaba claro que había problemas a la vista. ___ quería escribir un reportaje sobre el club. Según Zeke, sólo era una cosa frívola, sexy…, pero eso ya era un problema. Ahora Louis tenía sus dudas; no podía imaginar qué había estado haciendo ___ en la cocina un rato antes. Sólo había dos posibilidades razonables, y ambas sugerían que tramaba algo más que un reportaje frívolo… Quizá su intención era desenmascararles. O bien estaba investigando y se escondió en la cocina, o bien planeaba encontrarse allí con alguien, con un informador. No importaba. Si Lucero se olía cualquiera de las dos posibilidades,___ desaparecería sin dejar rastro.

Rubén volvió a darle al claxon. «Si vuelve a tocar ese maldito claxon, le rompo la cara», pensó. Pero el sonido le aceleró, y subió la rampa hasta la calle.

«___.» llevó las braguitas rasgadas a la nariz. Inspiró su perfume, una fragancia ligera, floral; pero había otro olor, un aroma secreto, casi oculto bajo el perfume. Un olor sexual, femenino. La esencia de . Hundió la nariz en las braguitas, intentando capturar aquella fragancia, llenarse de ella, de ___

Cuando ella los había interrumpido a Zeke y a él en la escalera, su amigo le estaba advirtiendo justamente de la presencia de la periodista, y pidiéndole que la vigilara. Entonces había aparecido ella, y no era en absoluto como Louis se la imaginaba. Sabía que era guapa por la foto de su columna, y Zeke le había contado que era la propietaria de la revista, pero desconocía por completo su parte frágil. «Esa mirada cuando se iba hacia el ascensor… —pensó—. He herido sus sentimientos.»
—¡Mierda! ¿Qué voy a hacer ahora? —guardó las braguitas en el bolsillo y caminó hacia el todoterreno.


Capitulo 5

A la mañana siguiente,___ se despertó con dolor de cabeza y la sensación de haber rozado el desastre. «Joder, has estado a punto de caer otra vez. ¿Qué coño te pasa? —Se sentó en la cama y dejó balancear las piernas—. ¿A quién pretendes engañar? Llevas un año sin acostarte con nadie y se te aparece un tío que está para comérselo…, ¿cómo no ibas a suplicarle algo de sexo? —Recordó la escena y una mueca de disgusto le arrugó la cara. Se levantó y fue hacia el baño—. Hoy tengo un montón de cosas que hacer», se dijo. Sacó una caja de aspirinas del armario y se tragó dos sin agua ni nada.
Mientras se duchaba, pensaba en Consuelo. «Tengo que llamarla y asegurarme de que está bien. Espero que quiera hablar conmigo.»

Tras vestirse y desayunar un tazón de yogur con moras, se metió de cabeza en la actividad diaria. Vivir en la cuarta planta del edificio Heat, sólo dos pisos por encima de la oficina, facilitaba enormemente el desplazamiento al trabajo.
Las reuniones del jueves no aliviaron nada su dolor de cabeza. El equipo de diseño se peleaba con el de redacción, y nadie parecía estar de buen humor. Por eso la llegada de Aggie Curtis, con aquella sonrisa enorme que no le cabía en la cara, fue lo mejor de la mañana. Aggie era una mujer de unos treinta años, extremadamente delgada, pelirroja y con el cabello crespo, gafas enormes y un sentido del humor muy picante. Entró en la sala de reuniones y dejó media docena de juguetitos sobre la mesa de caoba, frente a ___

—¿Qué es esto? —preguntó ella.
—Son algunos de los juguetes sexuales que voy a incluir en el próximo reportaje —en la enorme sonrisa de Aggie relucían sus dientes desiguales.
___ cogió dos de los juguetes eróticos.
—Vale, sé que esto son pinzas para los pezones —dijo sujetando dos pequeñas pinzas con forma de cocodrilo unidas por una cadena de plata—, pero ¿qué diablos es esto? —y levantó un juguete de silicona de color anaranjado—. ¡Parece un anillo de esos que cambian de color según el estado de ánimo, pero gigante!

Aggie se reía.

—Es un anillo extensible para el pene con vibrador incorporado. Se coloca el anillo en el pene y la parte estriada de arriba se frota contra el clítoris.
—¡Madre mía! —___ sacudió la cabeza y volvió a dejar los dos juguetes sobre la mesa—. Creo que ya sé qué es esto otro —dijo cogiendo un tubo de silicona con bolitas por dentro y por fuera. Aggie asintió con la cabeza.

—Sí, es una funda para el pene. Es útil para las chicas que tienen parejas que se quedan… —hizo un gesto separando dos centímetros el dedo índice y el pulgar— cortas. A veces también las llaman «extensores», pero éstas vienen con vibrador incluido, así la chica siempre puede decir que la usa por el efecto de la vibración y no porque su pareja no dé la talla…

Tanto hablar de sexo hizo que ___ volviera a pensar en Louis . Dejó la funda para el pene sobre la mesa y volvió a concentrarse en el trabajo.
—Kevin me ha comentado que tu idea es plantear el reportaje como una clase de colegio, donde cada uno trae un juguete de casa y explica por qué lo ha traído.
—Exacto —asintió de nuevo Aggie—. Tu fotógrafo y yo estuvimos dándole vueltas a cuál sería la mejor manera de mostrar los juguetes. Se nos ha ocurrido que fotografíe mis manos sujetando los juguetes sobre un fondo negro. De esta manera los lectores se harán una idea del tamaño real de los cacharros y al mismo tiempo, podrán verlos con todo detalle.
—Genial. Avísame si necesitas ayuda.

___ comió delante del ordenador mientras revisaba su correo y devolvía algunas llamadas. Telefoneó a Consuelo hacia las dos, y le dejó un mensaje dándole su número de móvil. Llevaba el mundo editorial en los genes, y no sólo eso: había crecido a la par que el imperio mediático que había levantado su padre, el Reece Media Group. Como hija única del famoso Tex Reece, todo el mundo, incluido el propio Tex, daba por hecho que, un día, «la niña» asumiría la dirección del grupo empresarial, pero una trifulca entre padre e hija la llevó a embarcarse por su cuenta y riesgo en la aventura de Heat.

Lanzar el primer número de la revista on line le había costado un año y casi toda la herencia de su madre. Fichó a gente joven como ella, gente interesada en trabajar en la vanguardia de la industria editorial. Al principio, los miembros de su equipo trabajaban desde sus casas, vía correo electrónico y llamadas de teléfono, pero al darse cuenta de las sinergias que se producen cuando la gente creativa trabaja bajo un mismo techo,___ compró un edificio de cuatro plantas con un aparcamiento adosado de tres niveles en Oak Cliff, una zona de las afueras que se recalificó rápidamente. El cambio generó mucha publicidad gratuita para la nueva aventura. Las dos plantas inferiores albergaban las oficinas de Heat, la tercera estaba destinada a los trabajadores: tenían una cocina completamente equipada, gimnasio, bañera, sauna y una docena de habitaciones donde podían quedarse a dormir si estaban de cierre y se hacía muy tarde.___ se había reservado el ático para su apartamento.

Cuando el primer número estuvo listo, el equipo entero ya se había trasladado a Dallas. Enseguida congeniaron unos con otros, y pasaban mucho tiempo juntos, incluso fuera del trabajo. Pronto empezaron a circular historias sobre la hija díscola de Tex Reece y su joven equipo de colaboradores, y ___ no daba abasto para atender todas las entrevistas que le proponían para hablar de una empresa tan novedosa. El periódico local Dallas Morning News les dedicó un reportaje en portada, destacando el hecho de que los trabajadores tenían una planta donde relajarse y divertirse juntos. Decidida a mantener Heat en el candelero, ___ contestó a una pregunta que el entrevistador le hizo sobre los dormitorios con un provocativo: «Mientras Heat salga, no me importa lo que pase en los dormitorios.»

Hacia las seis de la tarde, casi todos los trabajadores se habían ido a casa, y los que quedaban estaban improvisando una barbacoa en la terraza del garaje en honor a Aggie. Una docena de tumbonas y cinco o seis piscinas hinchables para niños flanqueaban dos grandes barbacoas de gas.

___ se había retirado a su apartamento para ducharse y cambiarse de ropa. Era principios de mayo, hacia buen tiempo, y optó por un vestido turquesa de tirantes con ribetes blancos y sandalias a juego. Como seguía sin saber nada de Consuelo, se guardó el móvil en el bolsillo del vestido.
Salió al amplio balcón —«terraza», según los arquitectos— para echar un vistazo y ver qué tal iba todo en el garaje. Por lo que vio, parecía que todavía iban a tardar al menos una hora más en tener lista la cena. La mitad de la gente seguía en bañador, refrescándose en las pequeñas piscinas, y el resto ocupaba las tumbonas. Todos tenían una cerveza o una copa en la mano.
—Al menos no van por ahí conduciendo borrachos —murmuró ___

A lo largo del día, cada vez que había pensado en Louis y en la noche anterior, había intentado concentrarse en otra cosa. Ahora que estaba sola con sus pensamientos, sintió cómo se avergonzaba de nuevo. «Me ofrecí como si fuera una puta barata y me rechazó —se dijo—. ¿Qué le pasó? ¿Qué me pasó a mí?» Inquieta y con pocas ganas de mezclarse con sus alegres compañeros, decidió ir a dar una vuelta por el barrio. Aún era de día. «A ver sí me da el aire y me aclaro un poco», pensó. Quince minutos después, cuando cruzaba la calle, sonó el móvil.

Como sospechaba, el incidente de la noche anterior había dejado a Consuelo muy asustada, y la mujer estaba reconsiderando la idea de que le echara una mano. ___ sabía bien cómo presionar a un informador. Le dijo que esperara un poco y que volverían a hablar al día siguiente. Pasado un tiempo prudencial, Consuelo daría más importancia al dinero que ___ le ofrecía por su colaboración que al riesgo que podía correr.
Poco después de las siete, Louis se aproximaba, montado en su Harley, hacia el edificio Heat. La tarde era cálida, y el viento contra su cara, un alivio. «La esquizofrenia debe de ser algo así», pensó. No había podido quitarse a ___ de la cabeza. La recordaba tumbada sobre el capó del coche y se le ponía dura, pero al minuto siguiente se advertía a sí mismo que liarse con ella mientras todavía trabajaba para Lucero no le convenía en absoluto. Tenía la tarde libre y había salido a dar una vuelta con la moto, pero de repente se encontró yendo hacia el edificio de ___ «Vale. Estoy aquí. ¿Y ahora qué?»
Frenó justo enfrente y aparcó en un lugar desde el que veía la puerta de entrada. Apoyó los codos sobre el manillar—, puso una mano sobre la otra y descansó la barbilla sobre ellas. «Esto es un gran error», se dijo. Aún estaba por decidir si entraba en Heat y preguntaba por ___ en recepción cuando oyó su voz.

—¿Louis?

Capitulo 6

Desde detrás de él, ___ se acercaba a la moto hasta que llegó a su lado y se detuvo. Estaba deliciosa con aquel vestidito veraniego. Todas las buenas intenciones de Louis se esfumaron al momento.
—¿Qué haces aquí? —preguntó él, e inmediatamente pensó: «Vaya pregunta más estúpida acabas de hacerle.»
—Paseando. ¿Qué haces tú aquí?
—Esto…, me preguntaba…, me preguntaba si tenías planes para cenar —dijo, y pudo ver una sombra de duda en la cara de ___ . La idea le apetecía, pero el miedo la retenía. «Joder, le he salvado el culo dos veces, primero con Gutiérrez y luego con Lucero, y todavía desconfía de mí. Lo mejor para los dos es que me diga que no.» No quiso insistir, se quedó sentado, quieto, esperando a que ella se decidiera.

—Estamos organizando una barbacoa —contestó ella señalando hacia la terraza del garaje—, ¿por qué no te apuntas?
«No quiere estar a solas contigo —pensó él—. Déjalo, William. Márchate de aquí.» Louis negó con la cabeza.
—Estoy rodeado de gente cada noche. Preferiría ir a un sitio tranquilo, donde pudiéramos hablar… tú y yo solos.
Si ver a Louis sobre su moto delante de su casa había sorprendido a ___ , la invitación a cenar la dejó de piedra. «¿Qué clase de hombre se presenta en tu casa por sorpresa para llevarte a cenar en moto? —___ se respondió a sí misma enseguida—: Un hombre al que le dan igual las normas. Mi tipo de hombre.» Entonces tomó una decisión súbita.
—Tengo que cambiarme. Me pongo unos vaqueros y salgo. Dame cinco minutos.

Louis permanecía inalterable, pero ella adivinó cierto brillo de sorpresa en sus ojos antes de que él asintiera. Sin pararse a pensar en lo que estaba haciendo, cruzó la calle corriendo, saludó a los guardias de seguridad y tomó el ascensor hasta la cuarta planta. En pocos minutos se había puesto unos vaqueros y una camiseta de manga corta con un pañuelo de cuello de color aguamarina, zapatillas deportivas y una chaqueta de piel. «Con este pañuelo los ojos se me ven más azules», se dijo. Se recogió el cabello con un clip, y después de meter el billetero, un cepillo y una barra de labios en un bolso, se guardó el móvil en el bolsillo y fue hacia la puerta. Vaciló unos instantes y retrocedió hasta el dormitorio, abrió un cajón, sacó una caja de preservativos y se guardó tres en el monedero. «No puedo creer que esté haciendo esto.»
Ya había cerrado la puerta de casa y estaba llamando el ascensor cuando la duda la asaltó. «¿Cómo sé adónde me va a llevar o qué es lo que ha planeado? Por lo poco que sé de él, es de todo menos un santo. ¿Qué es lo que estoy haciendo?» Y en lugar de esperar el ascensor, sacó el móvil y marcó el número de los Prada.

Sandy contestó enseguida. Le contó a Leah que estaba esperando una llamada de Zeke, que estaba a punto de salir del trabajo. Desde que sabía que iba a ser padre, su marido había vuelto a trabajar en el turno de día.

___ le preguntó cómo se encontraba y si Ranito le daba mucha guerra, pero luego cambió de tema.

—Oye, guapa, necesito ayuda. Anoche, en el club, Zeke me presentó a un hombre. Se llama Louis...… —Dudó unos segundos. Acababa de darse cuenta de que ni siquiera sabía su apellido—. Me está esperando abajo, me ha invitado a cenar… Y ha venido en moto. —Hizo una pausa, pensando en lo que iba a decir a continuación—. Lo que quiero es que me digas sí puedo confiar en él o no.

Hubo un momento de silencio. Cuando Sandy se puso a hablar, su voz era seria.
—He oído a Zeke hablar de Louis. Crecieron juntos.
—Lo sé —dijo ___—, Zeke me lo contó, pero también me dijo que le había detenido. Por agresión. ¿Qué hago, me monto con él en la Harley o no?
—Tú siempre te has fiado de tu instinto con los hombres. ¿Por qué me llamas?
«Muy buena pregunta», pensó ___
—Primero, porque está abajo esperándome. Segundo, porque ese tío ha estado en la cárcel al menos una vez y parece peligroso. —«Pero ninguna de ésas es la razón por la que te llamo»—. Tercero, porque el año pasado quedó claro que tengo un instinto de mierda…
—Así que esto es más por Dale que por Louis, ¿no? —preguntó Sandy.
—Probablemente. No quiero otro psicótico en mi vida. Si hubiera matado a Tex, habría sido culpa mía.
—No, no habría sido culpa tuya. Dale era responsable de sus actos y, gracias a Dios, no mató a tu padre. —Sandy utilizaba el tono tranquilizador de trabajadora social con el que debía aconsejar a sus pacientes—. Me pregunto qué ha sido de aquella decisión tuya de salir sólo con ejecutivos políticamente correctos. ¿Por qué ese tipo? ¿Por qué ahora?

—No lo sé. —___ miró el reloj. Los cinco minutos habían pasado de sobra—. Lo único que sé es que quiero salir con él y pido ayuda a mi mejor amiga. ¿Qué hago?
Sandy permaneció callada un momento.___ esperaba, mordisqueándose el labio inferior, presa de los nervios.
—Esto me recuerda a la primera noche que quedé con Zeke. —Sandy ignoró la honda inspiración de su amiga—. Me moría de ganas de salir con él, pero mi cabeza me decía que estaba loca por confiar en un chantajista —se rió—. Yo sabía que tú también tenías una cita esa noche, te llamé y te dejé un mensaje en el contestador, ¿recuerdas?

—Sí —suspiró ___
—No soy quién para decirte qué es lo que debes hacer, pero lo que sí puedo decirte es que una vez Zeke me contó que, cuando eran niños, se sentía muy seguro al lado de Louis.
___ exhaló un largo suspiro de alivio.
—Gracias, Sandy.
—De nada. Y ahora, escúchame, no hagas ninguna tontería.Louis trabaja para gente peligrosa, ándate con cuidado.
___ colgó y volvió a llamar el ascensor. Una vez en el vestíbulo, las palabras de Sandy resonaban en su cabeza: «"Trabaja para gente peligrosa, ándate con cuidado". Debo estar alerta y tener cuidado. Incluso Louis dijo que su jefe es un tipo peligroso.»

Fue hacia el mostrador de los guardias de seguridad y pidió a Felix, uno de los vigilantes, que saliera con ella fuera y tomara nota del número de matrícula de la moto de Louis. El hombre preguntó alarmado:

—¿Hay algún problema? ¿Va a salir contra su voluntad?
___ sonrió.
—No. Quiero salir con él. Me apetece. Pero quiero que le eches un vistazo y que anotes la matrícula de su Harley.
Felix y su compañero intercambiaron miradas, pero luego el vigilante tomó una libretita y un boli.
—Vamos.

Louis seguía sentado sobre la moto, de lado, con las piernas cruzadas. Otra vez iba vestido de negro: camiseta, vaqueros y botas de motorista. La ropa se amoldaba a su cuerpo esbelto. «¡Madre mía, qué bueno que está!», se dijo ___. Un cosquilleo recorrió su piel al imaginarle tocándola.

Cuando él la vio acercarse con Felix, se puso de pie.
—¿Vienes con carabina? —preguntó en tono irónico—. No sé si vamos a caber los tres en la moto…
—Es una precaución —replicó ___—. Felix Warner, éste es Louis...Vaya, no me has dicho cómo te apellidas.
—Medina —respondió—. Louis William —y tendió la mano al vigilante, quien le ignoró. Estaba tomando nota de la matrícula.

Louis se dirigió a ___
—¿Cómo funciona esto? ¿Si no te devuelvo a casa antes de medianoche, Felix enviará una patrulla de rescate?

—Cuando vivía con mi padre, el toque de queda era a las dos de la madrugada. Así que —dijo ella mirando a Felix con una sonrisa—, si a esa hora no he vuelto, llama a la policía y dales nuestra descripción.
—Sí, señora —el guardia, veinte centímetros más bajo que Louis y con veinte años más, miró a aquel hombre fijamente—. Cuide de ella, ¿entendido?
Él asintió con decisión.
—Le aseguro, señor Warner, que la protegeré con mi vida si es necesario.
Felix frunció el ceño, pero obviamente no había nada reprochable en la respuesta de Louis.
___ se acercó a la Harley. Louis montó y se inclinó hacia adelante de forma que ella pudiera subir con facilidad. Ella se acomodó entonces en el asiento y se sujetó a la cintura de Louis, que encendió el motor y arrancó. Felix se quedó en la calle, viendo cómo se alejaban.


perdon por perderme tanto tiempo pero la escuela me tiene super ocupada enserio perdon:33
Max:DD
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