The steps of his heart (kevin jonas)

1

Dos semanas, faltaban exactamente dos semanas para que mi boda se realizara, y además de tener que organizar prácticamente todo, también debía aprender a bailar. Sí, suena un tanto estúpido, pero nací con dos pies izquierdos, siempre que trataba de bailar, contratando a los mejores profesores, no resultaba absolutamente nada, se daban por vencidos cuando sus pies estaban completamente hinchados por los múltiples golpes y pisadas que recibían. Marie, mi mejor amiga, me había recomendado un, según ella, “gran profesor”. No dudé en las palabras de mi amiga, y en cuanto pude, me dirigí hasta el local donde se realizaban las clases.
Al entrar, me encontré con un salón repleto de muchachos bastante animados moviéndose al compás de una canción, una voz potente los guiaba y se movía entre los muchachos. La música se detuvo y su voz gritó un “terminamos”, caminé con decisión hasta donde él estaba bebiendo un poco de agua, y al lograr su atención, tomé una profunda inspiración, y con algo de nerviosismo, hablé.
― Disculpa, quiero tomar clases― sonrió irónico y yo proseguí―. Pero quiero unas clases personales.
― Mi respuesta es no― respondió y bebió un poco más de agua―. O te unes a los del grupo, o no hay nada― se sentó en una banca y observó a su alrededor, frustrándome.
― ¿Qué te parece si te pago el doble de lo que paga uno de estos chicos?, sé que te pagan excelente por unas horas de baile y yo…
― No― interrumpió y yo bufé.
― ¿¡Por qué no!? ― prácticamente le grité, a lo que él levantó sus cejas algo sorprendido.
― Tenme más respeto, ni siquiera sabemos el nombre del otro― me recriminó, yo solté un suspiro, que trataba de botar todo aquella sensación de molestia hacia el muchacho.
― Explícame por qué no quieres darme clases personales― volví a preguntar, el soltó un suspiro y se dio la media vuelta―. ¿Y si te pago el triple? ― sus pasos se detuvieron y se dio media vuelta, para poder mirarme, lo pensó bastante tiempo, ya que tenía bastante tiempo allí parado sin hacer nada, además de uno que otro gesto.
― Está bien, es sólo porque lo necesito― dijo lo último más para él mismo, yo le sonreí y él miró su reloj―. Ahora tengo otra clase, y no paró hasta las ocho, así que, a las ocho y treinta te espero acá, ni se te ocurra llegar tarde, ¿entendiste? ― asentí ante su fría mirada, él se dio media vuelta y caminó hasta el centro del salón, esperando que los alumnos que tenían su turno ahora.

***

Ocho y treinta en punto y él se hallaba esperándome en la puerta del salón, caminé con mis cosas hasta dentro siguiéndolo. Dejé mi bolso en la banca y quité mi chaqueta, él me observó y yo le di una sonrisa, que no fue devuelta, por supuesto.
― ¿Cuántas clases necesitarás? ― comentó mirando su ropa, yo lo observé detenidamente, y luego me encogí de hombros, ya que no sabía cuánto tiempo me iba a tomar aprender bien a bailar―. No me sirve ese gesto.
― Lo sé― me acerqué a él―. Es sólo que no sé cuánto tiempo te cueste enseñarme, soy un asco y… La verdad, no sé si llegues a aguantar todo lo que sea necesario― él asintió.
― Claro que lo haré― respondió con cara de ganador―. ¿Qué quieres aprender a bailar?, sé todo tipo de bailes― además de frío, ególatra. Que suerte tienes Andrea.
― Empecemos con Vals― froté mis manos y él se acercó a mí, tomó mi cintura con delicadeza, prácticamente pegando mi torso al suyo, un suspiro se escapó de mis labios y él comenzó a guiarme, con voz calmada, con sus indicaciones no hacía más que distraerme, por lo que en un momento de nuestro baile, terminé pisando su pie, y su mueca de dolor fue increíble. Con sumo profesionalismo, inspiró y volvió atraerme a él. No interactuaba conmigo en absoluto, además de decirme “muévete a la izquierda, ahora al frente, ahora atrás y luego a la derecha, así”.
Cuando pisé por quinta vez su pie, pidió un descanso, seguramente para reponerse del dolor que mis tacos le causaban cada vez que pisaban sus zapatos de charol.
― De verdad lo lamento― lo miré arrepentida y él me dirigió una mirada.
― No es la primera vez que me pasa, ni será la última― se levantó de la banca y caminó hasta mí―. Sigamos
Luego de más o menos una hora de silencio, excepto por sus indicaciones y por sus pies adoloridos y mis “lo lamento” cada vez que lo pisaba, nada más había ocurrido, el tipo era bastante reservado y no hablaba además de cuando fuese necesario, no podía creer que alguien fuera tan callado, o quizá lo hacía por ser un buen profesional, la verdad, no sabía el porqué de su manera de ser, pero debía admitir que su personalidad me había llamado la atención desde un principio, él no era el típico profesor que decía “bien, chicos, sigan así”, sólo gritaba dando órdenes y diciendo que lo podían hacer mejor, lo perfeccionista le saltaba enseguida. Sin embargo, la curiosidad era algo inevitable en mí, necesitaba y quería saber más acerca de aquel hombre.
― Terminamos― se separó de mí y se sentó en la banca.
― ¿Cuál es tú nombre? ― pregunté de repente.
― Trátame de usted, no de tú― me rectificó―. Mi nombre es Kevin, pero eso no debería interesarte, vinimos a practicar bailes, no a hacer una vida social― tomó su bolso y comenzó a guardar todas sus cosas.
― Mi nombre es Andrea, por si te interesa― comenté tomando mi bolso―. Y sí, quizá tienes razón, pero soy una chica a la cual le gusta conversar con gente nueva y ser extrovertida…
― A mí no― contestó seco y se colgó el bolso en el hombro―. Tienes que salir, tengo que cerrar― asentí y salí del salón algo nerviosa, jamás había conocido a un chico, que se notaba era joven, con aquel carácter.
Bajamos las escaleras juntos, pero en silencio, él no decía palabra y yo prefería no hablar, al salir del recinto, él me miró por un segundo y luego se dio la media vuelta para caminar hasta su auto, llamé a Marie, quién me iría a buscar para luego tener una noche de chicas. Tenía abandonada a mí amiga desde el día en el que comenzó toda la planeación de la boda, y hoy por fin podríamos pasar una noche juntas, viendo películas y comiendo helado.
Cuando su auto apareció en la avenida, le hice una seña, ella bajó de su automóvil y caminó hasta mí, me dio un abrazo y luego caminamos de vuelta a su auto.
― ¿Y qué tal tus clases? ― comentó cuando echó a correr el auto.
― Tenemos mucho que hablar de eso― puse el cinturón de seguridad.
― ¿Sí?, pero sólo fue tu primera clase…
― Exacto― respondí con una sonrisa, gesto que mi amiga plagió.
El camino de vuelta a casa fue en silencio, ya que la radio estaba prendida y estábamos mucho más pendientes de ella que de si alguna conversaba, además, preferíamos guardar la conversación para la noche que nos aguardaba.
― Explícame― comenzó cuando nos encontrábamos sentadas en el sillón mirando nuevamente la misma película romántica de la otra vez―. ¿Qué te pareció la clase?
― Silenciosa, y dolorosa, para él… Por supuesto― ella rió―. Creo que Kevin es un muchacho muy amargado y poco sociable, ¿no crees?
― La verdad, jamás crucé más de dos frases con él, no te pondría responder aquello.
― Y no quería darme clases particulares, no sé cuál es el trauma del muchacho.
― Quizá prefiere hacerlo en grupo porque le es más cómodo y no tan doloroso.
― Quizá… Pero eso no me convence del todo, voy a tratar de sacarle información― dije más para mí misma. Ella rió.
― Tú misma dijiste que es amargado y poco sociable, no te va a querer hablar.
― Lo voy a lograr, siempre lo logro― le sonreí ganadora y ella negó.
― Suerte con ello. Ahora cuéntame que tal van las cosas de la boda…
― Excelente, aunque casi todo lo he hecho yo, me molesta que Douglas no se dé un mísero minuto para su boda― me quejé y ella negó.
― Es un trabajólico, no me gusta para ti― me expresó una vez más, bufé ―. Sé que te lo he dicho mil veces, pero con lo que me cuentas, lo confirmas.
― Bueno, yo lo elegí, yo me casaré con él, no tú― admití un tanto molesta y comí un poco de palomitas.
― No quiero pelear hoy por ese estúpido, es noche de chicas, debemos aprovecharla… Quién sabe en cuanto tiempo más podamos hacerla nuevamente― razonó y yo sonreí con aires de tristeza. Sólo pensaba en mi traje, los invitados, el menú, que todo saliera perfecto… Pero creo que jamás me había dado el tiempo de pensar de qué manera cambiaría mi vida al momento en que la enlazara con la de Douglas para siempre.
― Tienes razón― le sonreí y volví mi vista a la televisión.
― Creo que Kevin es lindo, ¿lo has visto? ― comentó tratando de armar una nueva conversación―. Tiene unos ojos avellanas que, bah, te dejan por el suelo cuando te miran.
― La verdad, no me fije en él― dije divertida.
― ¿Cómo no? ― respondió riendo―. Ah claro, te gustan los principitos rubios de ojos azules. Lo había olvidado.
― ¡Eso es mentira! ― Me defendí―. Pero en cuanto lo logre ablandar, te consigo una cita con él― le guiñé un ojo y ella rió.
― Si tú lo dices― respondió irónica.
Sonreí y luego de molestarnos mutuamente un rato, nos fuimos a dormir. Mañana ella me acompañaría a ir por el vestido.

2

― Andrea, de verdad me molesta que digas que te ves mal, te ves excelente― miré el espejo nuevamente y ella negó.
― Pero, me veo pésimo― me moví un poco y ella bufó―. ¿Qué tal si probamos con otro? ― miré a mi amiga y al vendedor, el cual, se notaba algo agotado. Aunque, debía admitir que hasta yo estaba cansada luego de probarme más de cinco vestidos.
Luego de una media hora más metida en aquella tienda, salí algo molesta seguida de Marie, ella en silencio caminó junto a mí, quizá no sabía qué decir, o quizá temía decir algo inadecuado, no tenía ni una menor idea de lo que ocurría esa mañana conmigo, pero no me sentía de lo mejor.
― Andrea― pronunció con algo de temor mi mejor amiga, la observé atentamente―. Podrías ir con una modista si no te gusta ninguno de los vestidos.
― ¡Claro! ― parecía que me hubieran quitado un peso de encima―. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?― me lamenté―. Gracias, Marie.
― No hay de qué, por algo estamos las amigas― tomó de mi brazo y me tironeó hasta su auto.
Luego de que ella manejara prácticamente por toda la ciudad, llegamos hasta un pequeño local, salimos del auto y yo entré siguiéndola.
― ¡Alisson! ― gritó y apareció una muchacha un poco mayor que nosotras, sonrió amable y se acercó―. Quiere un vestido de novia, ¿se podrá? ― consultó y la chica me miró.
― ¿Cuánto tiempo me das?
― En dos semanas se casa, así que… ¿Unos diez días?
― Claro que puedo― sonrió y me estiró la mano―. Alisson.
― Andrea― acepté su mano con una sonrisa y me invitó a pasar hasta su estudio.
Luego de tomarme las medidas necesarias y ofrecerme varios diseños, me decidí por uno bastante sencillo. Nos despedimos de la simpática Alisson, con la cual, habíamos pasado prácticamente la tarde entera.
― ¡Mira la hora! ― exclamé alarmada al ver mi reloj de muñeca―. Tengo que ir con Kevin― miré a mi amiga, la cual asintió repetidas veces. Nos subimos al auto rápidamente y ella condujo hasta el edificio.
Subí rápidamente las escaleras y allí se hallaba Kevin con cara de cansancio, me acerqué a él y él se levantó.
― Tranquilo, descansa― le sonreí a lo que él volvió a sentarse―. ¿Llego tarde? ― miró el reloj.
― Justo a tiempo― se levantó y me estiró la mano, la cual acepté gustosa.
Tomé su mano y puse la mano libre en su hombro, él por su parte, puso su mano en mi cintura y me atrajo a su torso, igual que ayer.
Comenzamos a movernos y a los pocos minutos, él ya se estaba quejando de mis pisadas.
― Esa sí dolió― se sentó en la banca y mi cara de afligida no podía ser peor.
― Discúlpame, discúlpame, de verdad lo lamento― me acerqué a él y se levantó.
― Quítate los zapatos― ordenó y caminó hasta donde hace unos momentos nos encontrábamos.
― ¿Qué? ― pregunté divertida y atónita.
― Eso, que te quites los zapatos, así nos será más fácil…
― No, no y no― dije enseguida, el bufó y caminó hasta mí.
― Mira, tú eres la alumna, yo soy el profesor, yo mando aquí y tú tienes que seguir mis órdenes― lo fulminé con la mirada, mas, el parecía ser de hierro, parecía que nada le hacía daño, excepto mis pisadas.
― ¿Y si me pisas? ― pregunté cuando el se hallaba parado en el centro de la sala.
― Confía en mí― No dijo más y yo me encontraba sin zapatos caminando hasta él. Junté nuestras manos y él me atrajo a su torso nuevamente, sin los tacos él era un unos centímetros más alto que yo, lo cual, me causaba algo de incomodidad.
― Dime que hacer― él me miró fijamente a los ojos y comprendí de lo que Marie hablaba, tenía unos ojos preciosos, eran avellana y bastante penetrantes.
― Sígueme― movió su cabeza hacia al lado y no pude evitar sonreír.
Comenzó a moverse y yo seguí sus pasos, claro, ahora no lo dañaba como antes, y de hecho, era divertido.
― Vas bien, pero puedes hacerlo mejor― me animó y mi sonrisa se amplió, era primera vez que un profesor de baile me felicitaba, y en cierta parte, que fuera Kevin, me hacía sentir un regocijo mayor.
Luego de estar un rato más moviéndonos y que el baile resultara mucho mejor, me separé de él para observarlo.
― ¿Mejor? ― dije divertida y él se sentó en la banca.
― Mejor, pero no tiene que ser mejor, tiene que ser perfecto― asentí y puse mis tacones―. Es increíble como mejoras sin tacos y haciéndome caso.
― ¿Insinúas que ayer no lo hice?
― De hecho no, hacías lo que querías con tus pies― se quejó.
― Íbamos excelente― me quejé y él suspiró―. Adiós, profesor.
― Espera― me detuvo―. ¿A qué te referías con lo de que íbamos excelente?
― Habíamos tenido una clase amena, usted sabe― sonreí y su cara de póker no cambió―. De hecho, no sé porqué se me pasó la idea de que podríamos entablar una conversación y quizá salir a tomar un café― él rió irónico.
― Te dije que no hacía ni un tipo de vínculos con mis alumnos, ¿no? ― asentí―. No creas que serás la gran excepción ni que tengas más derecho porque me pagas bien y tienes una clase exclusiva.
― Lo sé― solté un poco molesta―. Sólo se me pasó por la mente por tú manera tan poco ególatra y simpática― me di media vuelta y salí de la sala.
Era una estúpida, empezando: él jamás sonreiría, yo no le caía bien, y él mismo lo había dicho, no podíamos entablar siquiera una conversación. Era estúpido que fuera tan poco comunicativo y, que cuando hablara, fuera algo hiriente lo que saliera de su boca.
Aunque sí, el tipo quizá tenía sus razones. Pero, no me daría por vencida, él terminaría cediendo a mí y me contaría todo, aunque fuera la cosa más difícil de hacer.
Sonreí dándome ánimos y salí del edificio, para tomar un taxi e ir al departamento, en el cual esperaría a mi prometido para conversar un rato, hace un día no lo veía y parecía mucho más. Sólo recordarlo me producía mariposas en el estómago, su cabello rubio y sus ojos azules, sus sonrisas tímidas y cuando se comportaba como un niño me habían hecho caer rendida desde aquel día en el que nos habíamos conocido.
Al llegar a nuestro departamento, encontré todo a oscuras y me metí rápidamente a la cocina, para cocinar alguno de sus platos favoritos y esperarlo, para conversar de los detalles de la boda.
Las llaves encajando la cerradura y, luego el sonido de la puerta abrirse y cerrarse me habían indicado que él había llegado.
― ¡Douglas! ― Él me miró sorprendido y luego avanzó hasta mí para besarme cortamente.
― ¿Qué tal cariño? ― me abrazó atrayéndome más a él.
― ¡Genial! Hoy vimos vestidos de boda y sigo con mis clases de baile.
― ¿Ya compraste el vestido?
― Algo así― me separé y él me observó―. Lo mande a hacer, porque ninguno de los que había en las tiendas me gustó…
― ¿Problemas con el peso? ― lanzó como si nada y yo lo miré.
― ¿Crees que estoy pasada de peso? ― pregunté mirando mi estómago.
― No lo sé― me observó―. Creo que tus clases de baile deberían ser más intensivas― lo miré y una sensación de miedo recorrió mi cuerpo.
― ¿Enserio?
― Yo sólo digo, pero tú sabes que te quiero como sea― me sonrió y entró a la cocina.
La cena, fue la peor que pude haber tenido, sinceramente no quería comer nada. Además, Douglas hablaba de él y su empresa, mientras yo peleaba conmigo misma por lo que mi prometido me acababa de decir.

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Douglas es todo un asshole, I know :DDDDDD

3

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