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Sangre Caliente (Joe y ____)

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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por sofiii1 Lun 12 Mar 2012, 8:19 pm

Holaaa bueno acá les traigo otra novela!! espero que les gusteee besos

Nombre: Sangre Caliente
Autor: Devlin Delilah
Adaptación: Si
Género: Romantica y Hot
Advertencia: Ninguna...Creo que ya se imaginan como es la nove.
Otras Páginas: No que yo sepa.




Argumento


Fuerte y rudo, alto y moreno, es la clase de hombre que una mujer nunca olvida. Una experiencia de placer como ninguna otra en los brazos de un vaquero...

El Ranchero Joseph Jonas está siempre feliz de ayudar a una damisela en apuros. Pero antes de empujar a la dulcemente curvilínea y ferozmente independiente _____ McIntyre hacia la seguridad, exigirá una promesa de rendición sexual incondicional...
sofiii1
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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por # LoveJonas } Mar 13 Mar 2012, 4:44 pm

Primera y new readerrr. Me encanto la introduccion y ya quiero leer el primer capitulooo
Por favor siguela yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
# LoveJonas }
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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por Invitado Mar 13 Mar 2012, 4:57 pm

Segunda Lectora.......Fuerte y rudo ,Alto y moreno Te Falto INCREIBLEMENTE SEXY!!! xD.....jajajaj espero la Sigas Prontooo.....:D:......Espedade...Y Si Podes Pasa por Mi Nove :D:.....Thanks :D
Invitado
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Invitado

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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por sofiii1 Mar 13 Mar 2012, 9:20 pm

Capítulo 1



Cuando llevaba alrededor de la mitad del camino que había escogido, las primeras pequeñas gotas comenzaron a caer, y _____ McIntyre le dio la bienvenida al ligero aguacero que los meteorólogos habían pronosticado, ya que estaba encantadoramente transpirada.
La lluvia rápidamente enfrió su piel, la que empezó a escocer cuando se fue endureciendo la gruesa capa de suciedad y polvillo del cañón. La perezosa brisa que acompañaba la lluvia abanicó los candentes arañazos en sus brazos y piernas desnudas, dándole un estímulo mental de energía.
Después de otros cinco metros en su ascenso —fresca y dolorida para ese entonces y perdiendo un poco la paciencia con el empeoramiento de las condiciones— encontró una estrecha saliente. Desenganchó la cuerda de su arnés, y decidió esperar que pasara el aguacero, algo no frecuente en Panhandle y {-ñsumamente peligroso porque la cara de la roca que escalaba se había vuelto tan resbaladiza como el barro.
Se confortó un poco con la frase que había oído repetidas veces desde que se mudó a Canyon, Texas, esta fluía como un mantra a través de su cabeza. “Si no te gusta el clima en Texas, espera un minuto”.
Su error había estado en creer en esa sencilla recomendación.
No es que no estuviese más que ligeramente molesta en este punto. La impresionante vista desde su asiento por encima del fondo del cañón aplacó su naturaleza inquieta y apaciguó la profunda dolencia de su pecho que la había sofocado en el principio de la travesía.
Nubes bajas oscurecieron la luz del sol y proveyeron de un enfriamiento inesperado para un caliente día de primavera. La niebla suave y gris llenó Palo Duro Canyon, atemperando la luz y el aire. La humedad causaba un despliegue de brillantes colores brotando donde las flores silvestres caídas alfombraban el áspero terreno, el naranja brillante del sombrero mejicano, de la manta india, y una alegre flor amarilla cuyo nombre se le escapaba por el momento.
Decidida a disfrutar un poco de su aventura, se acomodó en la saliente, colgando sus piernas de costado, e ignorado el agua calándole a través de la delgada camisa y de los pantalones cortos.
Media hora bajo la tormenta que había intensificado en fuerza, y descartó llegar a la cima, planificando una rápida retirada hacia el distante hueco de abajo.
Sin embargo, cuando desenrolló su larga cuerda de las correas de su mochila para un descenso apresurado, la estrecha saliente se desintegró. La frágil roca erosionada por el agua se desintegró en duros fragmentos y pedazos de grava que cayeron al escarpado precipicio.
_____ dejó caer la cuerda y atascó su mano en una hendidura en la roca para sujetarse mientras buscaba su paquete en el costado. Pero llegó tarde.
Más de la saliente se desmoronaba. La mochila se deslizó, escapándosele y dejándola desamparada con sólo la cuerda más corta que había usado entre los aparejos, ni cercanamente lo suficiente como para intentar un descenso.
—Jesús. No creo poder con esto —susurró furiosamente.
Enojada con su error de novata, jaló el gatillo del aparejo que había usado para asegurar su cuerda por encima de la saliente y lo enterró más profundo en la hendidura. Trabó un extremo de su pequeña cuerda del arnés y amarró el otro al asidero. Luego satisfecha, porque había hecho todo lo que podía para permanecer segura, se sentó otra vez en el último pequeño resto erosionando de saliente.
Tenía que esperar a ser rescatada, algo que nunca podría superar. Justo a ella una frecuente escaladora quien a menudo aconsejaba a los entusiastas de los fines de semana, ya podía oír las bromas que le gastarían los policías del parque.
Sólo esperaba que el equipo que enviasen a rescatarla no incluyera al único hombre del que quería escapar. Sólo podía imaginar el oscuro reproche que él le haría sólo para incomodarle. Sumando este fiasco al de la última noche, se figuró que a él justamente no le importaría dejarla pudrirse sobre el costado del acantilado como una cuerda caída.
Sin nada en que ocupar su mente aparte de la obsesión sobre los errores que no podía deshacer, _____ se acomodó sobre la estrecha saliente a gran altura por encima del piso del cañón, inclinada principalmente en contra de la lluvia, observándola caer como las lágrimas que se rehusaba a derramar.
La frustración le dio pábulo a sus emociones —no el miedo o la soledad— en las que ella cruelmente insistía. _____ nunca lloraba, y sin duda no empezaría ahora. Se había metido en este lío por sí misma. Solamente ella tendría que encontrar una salida.
Sin embargo, los únicos planes que podía hacer requerían un poco de paciencia y una gran cantidad de humildad, cualidades que no poseía en abundancia. Con nada por hacer salvo agacharse, esconderse y esperar, finalmente volvió a pensar en las cosas que la habían llevado a este momento.
El ascenso a la Fortaleza del Acantilado, supuso, era una forma para desfogarse después de una semana llena de tensión y aun más de una horrenda noche. No había anticipado un cierto tipo de tensión nerviosa cuando se había lanzado a hacer su carrera en la policía estatal, hacía unos meses atrás y se había incorporado al servicio del parque.
¿Quién habría pensado que un trabajo de patrullaje en un pedazo de paraíso en la tierra podría poner dificultades en su cuello que solamente un escalador de rocas podría desanudar?
Patrullar campamentos al atardecer y colgar carteles para las visitas del parque para que no hicieran fuegos ilegales, arresto de jóvenes bebedores, o búsqueda de excursionistas que habían perdido el camino de huellas era todo lo que el superintendente había prometido.
Escuchar las quejas de un ranchero intensamente sexy y atractivo con una habilidad extraña para encontrarla cuándo ella se esmeraba en evadirle había sido una prueba inesperada. Una en que temía, fallaba miserablemente.
Un trueno retumbó a través de las oscuras nubes, trayéndola de regreso a su apesadumbrado presente. No podría esperar bajo la tormenta. Su situación se estaba volviendo más precaria a cada segundo. Tenía que esperar a que Mavis despachara al personal de rescate desde el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Cañón cuando notasen que ella no había regresado al cuartel general del parque. Como el rescate tendría que venir de la parte superior del acantilado, necesitaba darles un signo para ayudarles a encontrarla rápidamente.
Cerrando sus ojos, maldijo suavemente para sí misma. Tenía que sumar una humillación más para ese día, una elección deliberada. Encogió sus brazos dentro de su camiseta y torpemente se quitó su sostén, lo jaló de abajo de su camiseta, e hizo retroceder sus brazos a través de sus mangas.
Luego apoyándose tan lejos de la pared de la roca como su arnés le permitía, recogió su brazo y soltó el sostén hacia las ramas de un enebro pegado al borde del acantilado.
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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por sofiii1 Dom 18 Mar 2012, 12:23 pm

A media tarde la luz del sol penetró a través de las nubes y aunque la lluvia se había detenido una hora antes, el caos todavía reinaba en el parque y los ríos continuaban creciendo. Todos los cruces de agua estaban anegados. Los escaladores y los excursionistas a todo lo largo de las huellas habían encallado. Cuando el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Cañón llamó al rancho, Joseph Jonas refrenó una maldición.
En el último lugar en que quería estar hoy era cerca del parque, y particularmente en el estacionamiento de ese lugar. Pero se dirigió directamente hacia el edificio del cuartel general cerca de la entrada del parque donde la policía montada había organizado a los grupos de rescate para socorrer a los excursionistas y campistas encallados.
Mavis Benson quien manejaba la información de escritorio se deslizó furtivamente cerca de él con un portapapeles en sus manos.
—Joseph —dijo con vacilación.
—¿Qué necesitas cariño?
—Tenemos una emergencia.
Él recorrió con la mirada el caos organizado alrededor suyo y afirmó con la cabeza.
—Ciertamente la tenemos.
Ella tiró de la manga de su camisa e inclinó el portapapeles hacia él.
—_____, el Acantilado de la Fortaleza, 0800, está en tinta púrpura. Ella no ha confirmado su regreso.
A Joseph no quería que le importara. De hecho, odió el nudo que se le hizo en el estómago ante la noticia.
—¿Has enviado a alguien a hacer una comprobación?
—Son equipos asignados para las secciones del parque. Pensé que te podría interesar hacerlo tu mismo —susurró ella arqueando las cejas.
Joseph hizo una mueca, intentó decirle de plano que tenía al hombre equivocado para el trabajo. Ella no sabía que su interés en _____ McIntyre había sucumbido la noche anterior.
Sin embargo, no quería manchar la confianza y el respeto que brillaban en los ojos de Mavis cada vez que él entraba en el edificio. Mavis era una residente de toda la vida del pueblo cercano al Cañón y asistía a la misma iglesia que su madre lo había hecho.
Joseph exhaló un profundo suspiro e inclinó la cabeza.
—Iré a mirar alrededor del acantilado.
Ella sonrió y le extendió la nota.
—Si no está en problemas, no estará feliz de que envié a alguien a averiguar sobre ella.
—La mujer es demasiado independiente para su bien —masculló él, colocándose su sombrero de vaquero en la cabeza.
—Es lo que ocurre cuando una mujer se mantiene a sí misma demasiado tiempo —contestó con una firme inclinación de cabeza.
Y ella debería saberlo. La vieja solterona había vivido sola largo tiempo desde que él la conocía, que era toda su vida.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, después de que sus ruedas se atrancaran en el barro dos veces, pudo ascender a la cima conduciendo lentamente por el borde del precipicio. Tal como había decidido tendría que estacionar y continuar la búsqueda a pie, una pequeña cosa blanca brillando en contra de las ramas oscuras de un verde enebro atrapó sus ojos.
Lo más aproximado que dedujo, era que tomaba una forma, mejor dicho dos formas distintivas. Frenó, puso el camión en parqueo, y apagó el motor.
Joseph casi sonrió al pensar en _____ recurriendo a ondear su ropa interior. Pero su diversión duró sólo un segundo porque se percató de que las cosas debían ser graves si ella había hecho señales de ayuda.
Recogió su radio del asiento de al lado y notificó su posición antes de salirse del vehículo y lograr llegar por medio de astucia al borde del acantilado para mirar con atención sobre el costado.
Su corazón se saltó un latido cuando divisó la parte superior de una cabeza rubia, el pelo atado en una cola de caballo apretada. _____ estaba sentada sobre un estrecho afloramiento de la roca con la espalda contra la pared y sus delgadas piernas balanceándose en el aire.
Inhaló profundamente para calmar su corazón, entonces satisfecho con que ella no estaba en algún peligro inminente, escudriñó la saliente erosionada, los últimos veinte o más pies de la roca que conformaba el borde del acantilado, y al grueso tronco del árbol pegándose a ese borde.
Su bota aplastó la arenilla cuando se ladeó más allá sobre el borde, enviando un abanico de grava del tamaño de un guisante hacia abajo.
—Ten cuidado, allí abajo —gritó.
_____ sacudió con fuerza la cabeza, y luego volteó su cara hacia arriba. Un ceñudo semblante acentuó sus facciones.
—Demonios. No pensé que mi mala suerte pudiera empeorar.
—Bravo, pues bien soy todo lo que tienes. No te muevas hasta que regrese.
—¿Te gustaría que me fuera a algún lugar?
Joseph negó con la cabeza. La mujer no tenía ni un poco de agradecimiento para con su salvador. Caramba, a ella no se le había ocurrido pensar en su ineptitud en primer lugar o en estar furiosa en los brazos de su camarada.
Desmenuzó este último pensamiento. Nada lograría con irritarse otra vez cuando tenía trabajo por hacer. Si se cayese, todo el mundo pensaría que él la había dejado caer a propósito.
Movió su vehículo a un lugar directamente por encima de su posición y agarró una cuerda, la ató alrededor del gancho de remolque, y luego giró la bobina manualmente, enganchando el nudo prusiano y se acercó al borde otra vez.
Acercándose a una raíz expuesta de enebro, amarró la cuerda en el tronco y luego bajó el otro extremo hacia ella.
_____ alcanzó la cuerda que él dejó colgada por encima de ella.
—Dame algo más.
Joseph le dio otros pocos centímetros, pero cuando ella levantó su mano para atraparla, simplemente la levantó fuera de su alcance.
Su cabeza inclinada mirándolo fijamente con sus ojos verdes.
Joseph sintió una fuerte satisfacción porque tuviera centrada su atención en él.
Sus delgadas cejas se juntaron frunciendo el ceño. Sus labios hicieron pucheros.
—Éste no es el momento para jugar conmigo, Joseph. Ponme fuera de esta condenada saliente.
—Pensaría que una mujer en tu posición agradecería un poco de ayuda, no que diría palabrotas.
El trueno desde el borde sur del cañón, iluminó las miradas de ambos.
—No tenemos tiempo para esto —gritó _____—. Envía abajo esa cuerda.
Ella estaba en lo correcto, pero algo vibró dentro de Joseph. Verla tan vulnerable lo hizo sentir una emoción que atravesó su cuerpo.
—Di que lo sientes, primero.
Ella inclinó otra vez la cabeza. Ese momento de confusión y tal vez un indicio de culpa hizo más oscura su mirada.
—¿Por qué? ¿Por atorarme aquí? ¿Estoy incomodándote?
—Mala respuesta.
Ella miró hacia el cañón otra vez, y sus hombros bajaron bruscamente.
—No quisiste oír ninguna excusa anoche. ¿Por qué debería pensar que quieres oír mis disculpas ahora?
—Tal vez sólo siento curiosidad de ver si sabes cómo.
El viento azotaba levantándole el ala de su sombrero. Realmente no tenían tiempo para esto.
—Lo siento —gritó ella con tono desafiante—. ¿Me oíste?
—Sí, pero no lo creo.
—Mira, ponme fuera de esta roca. Luego toma tu venganza.
—¿De cualquier forma que quiera?
Hubo una larga pausa, y ella miró atentamente hacia arriba otra vez, con el ceño fruncido arrugando su semblante.
—De cualquier forma que quieras —gritó.
Una torva sonrisa se desplegó en los labios de Joseph. Tampoco era malo que no tuviera intención alguna de quebrar su promesa. Dejando de lado su enfado, el cuerpo de ella propiciaba una dulce venganza.
Dejó caer la cuerda enroscada otra vez, dejando el cabo colgado delante de ella, luego soltó más cuando ella tiró fuertemente hacia abajo para enganchar su arnés.
—Vas a tener que trepar, pero la tensaré para subir.
Retrocedió del borde del acantilado y ató la cuerda en el árbol, después tiró hasta que sintió la tensión en la línea, y siguió tensando más la cuerda mientras _____ se abría paso lentamente escalando el costado, sin ceder hasta que ella se elevó por el borde y colapsó de cara en el barro.
Joseph dejó caer la cuerda y caminó a grandes pasos hasta ella, inclinándose para tenderle la mano. _____ levantó la cabeza, con la barbilla y una mejilla embarrada, mirándole fijamente primero la cara y luego la mano. Limpiando la suya en sus pantalones cortos, deslizó los dedos a lo largo de su palma, aceptando su tirón cuando la elevó para ponerla de pie.
Se pusieron de pie pecho contra pecho, luego ella se tambaleó. Joseph agarró firmemente su cintura y la acercó, afianzando su posición tanto que podía sentir su tenso vientre contra la ingle.
Su polla reaccionó, algo que no podría esconder ya que allí no había ni un centímetro de espacio entre ellos.
Tal como ella no podría esconder los pezones erectos apuntando a su pecho.
Su cabeza se inclinó, mientras lentamente sus manos se deslizaron hacia arriba en sus brazos para agarrar firmemente sus hombros.
—¿Estás buscando tu venganza? —preguntó ella con voz suavemente amortiguada.
—Todavía reflexiono sobre lo que quiero a cambio —le dijo, forzando su voz a permanecer en un tono frío.
Ella alzó la cabeza, levantando la barbilla en señal de desafío.
—¿Qué ocurre si no me gusta el desafío? Accedí a lo que querías porque me coaccionaste, o ¿eso no cuenta?
Joseph entrecerró sus ojos.
—Seamos civilizados. No es inteligente, decirme cosas como estas cuando estoy todavía disgustado como un demonio.
Sus labios se crisparon.
—¿Qué ocurre? ¿No te gustó mi disculpa?
—Esto es sólo el principio. La próxima vez, quiero que tengas la intención de dármelas.
Ella bufó.
—Es ridículo, tratar de disculparme y de hablarte como a un hombre razonable. He estado sentada sobre esa saliente por una hora. Estoy sucia, hambrienta, y poniéndome más gruñona cada minuto. No quiero hacer esto ahora.
—No quiero hacer esto otra vez —gruñó él apartándola de su camino.
Ella cerró sus ojos, un momentáneo destello de dolor atravesó sus labios. Bien. Él había dado en el blanco. Ella bien se lo merecía.
—Buscaré el camión y te llevaré a casa.
El camino a casa se hizo en pesado silencio y con tensión. Él mantuvo la mirada hacia delante en la carretera; y _____ se sentó mirando fijamente a través de la ventanilla del acompañante.
Cuando él entró en su calle, desenganchó su cinturón de seguridad, y luego vaciló.
Joseph se preparó sicológicamente, agarrando fuertemente el volante.
—Pudiste haber sido tú, sabes —susurró ella ferozmente—, pero hemos estado moviéndonos en círculos por un mes y nunca te acercaste para invitarme a salir. No soy una monja, Joseph.
—Tú elegiste.
—Fue sólo un beso.
—¿Y eso hace que esté bien? Fuera, _____.
Ella abrió su boca otra vez, pero él se giró enojado mirándola ferozmente.
Sus ojos parpadearon una vez, y mantuvo sus labios cerrados. La puerta se golpeó ruidosamente al abrirse de un fiero tirón sacudiendo al vehículo. Con los hombros rectos, ella apresuró los pasos hasta la puerta principal.
Joseph puso marcha atrás el camión, aceleró el motor, haciendo girar las llantas en un corto chirrido, bien definido, y luego se fue.
¿En verdad esperaba que olvidara que la había visto besarse con su propio hermano? ¿Que estaría dispuesto a tomar la posta donde ellos lo dejaron? Se dijo a sí mismo, con alivio, que se alegraba de no haber hecho nunca el amor con ella. Sus constantes disputas habían sido alimentadas por su furia, su terquedad, y su irritable orgullo, nunca por la lujuria. Su hermano era el adecuado para ella.
Todavía, no podía dejar de lado el sentimiento que lo embargó cuando había mirado con atención sobre el borde del precipicio y la había encontrado sentada allí, esperando el rescate, vulnerable y sola.
Una profunda satisfacción, había flameado caliente en su interior. Le había encantado tenerla bajo su misericordia.
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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por # TeamBullshit Lun 19 Mar 2012, 8:06 pm

Mmmm siguela ?
Okno de en serio
me llama mucho la atencion
Por favor siguela
Nueva lectora
# TeamBullshit
# TeamBullshit


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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por andreita Mar 20 Mar 2012, 11:00 am

nueva lectora
esta buena
la rayis se beso conel hermano de joe? jumm malo malo
sige
andreita
andreita


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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por sofiii1 Jue 22 Mar 2012, 9:07 pm

Tres día más tarde, _____ estaba sentada frente a su escritorio terminando de escribir algunos reportes pendientes del día anterior… o al menos intentándolo. Dio “click” en la función de “guardar”, apagó el ordenador e inclinó su taza de café, sólo para darse cuenta de que estaba medio vacía. Con un profundo suspiro se levantó de su escritorio. Sinceramente habría usado cualquier excusa para no permanecer sentada allí ni un minuto más.
Se había estado sintiendo insoportablemente “desasosegada”... tan inquieta que había comenzado a planear ir de nuevo de escalada en bloque en su próximo día libre. El cansancio físico parecía ser lo único que podría mitigar lo que realmente la estaba molestando.
Joseph no se había ablandado. Ni una tan sola vez. No la había llamado. Ni siquiera había utilizado una de sus endebles excusas disfrazadas de “sesiones de quejas” para dejarse caer por la oficina central. Aparentemente no pretendía ni siquiera cobrar venganza.
Suspiró, reconociendo que era una criatura de lo más patética ya que sobrellevaría con gusto el hecho de que un hombre tomase venganza, por el simple deleite de verlo.
_____ rellenó su taza en la cafetera común y se dirigió hacia el mostrador de recepción y hacia Mavis.
El recibidor se encontraba vacío, con excepción de la mujer mayor y de cabellos canosos que estaba ocupada surtiendo de nuevo el anaquel de los folletos con un nuevo lote de mapas de senderismo.
—¿Las cosas siempre se relajan a esta hora del día? —preguntó _____, entablando conversación.
Mavis siguió deslizando los panfletos en sus correspondientes divisiones.
—La mayoría de los visitantes buscan ponerse cómodos bajo la sombra a esta hora. Los días se están volviendo más calurosos.
—Parece que tendremos un verano largo —susurró _____.
La mujer mayor le lanzó una mirada sardónica.
—¿Hablaremos sobre el clima o sobre lo que realmente ronda tu cabeza? No has dicho ni una sola palabra acerca de lo ocurrió el otro día en el acantilado.
_____ hizo una mueca.
—No ocurrió nada. Él me tiró una cuerda y luego me llevó a casa.
Mavis puso los folletos sobre el mostrador. Su suave y azul mirada observó detenidamente el rostro de _____.
—No lo he visto por aquí desde entonces. Algo debió ocurrir.
_____ dejó escapar una bocanada de aire, decidiendo desahogarse, ya que necesitaba a alguien con quien poder hablar.
—Me parece Mavis que la he fastidiado —dijo suavemente—. La noche anterior a la tormenta, Joseph me pilló en el estacionamiento del “Stony Pony”… besando a Johny. —Las mejillas de _____ ardieron ante el suspiro de Mavis—. Ya lo sé. No fue inteligente de mi parte. Pero ocurrió y ahora él no me dirige la palabra.
Los dedos suaves y húmedos de Mavis presionaron los de _____ mientras se mantenía de pie, completamente inmóvil asiendo con fuerza su taza de café.
—No sé si hay forma de solventar eso cariño. Joseph no entrega su confianza fácilmente, y está el problema de que él y Johny rivalizan tanto… lo han hecho desde niños.
Lo cual tan sólo reafirmaba la valoración que _____ había hecho de la situación. Cabizbaja, forzó una sonrisa.
—Al menos no vendrá cada día para quejarse de los senderistas que traspasan su valla. —Respiró profundamente para tomar fuerzas y alargó el brazo hacia una pila de folletos—. Tomaré conmigo algunos de estos para repartirlos. Mejor salgo a patrullar y así asegurarme que las cosas se mantengan tranquilas.
Mavis le dedicó una sonrisa comprensiva y rodeó el mostrador de la recepción. _____ regresó lentamente a su escritorio para tomar su radio y sujetarlo a su cinturón.
Mientras caminaba de nuevo hacia Mavis para despedirse, las puertas de vidrio de la entrada, se abrieron con un chasquido detrás de ella.
Los ojos de Mavis se ampliaron ligeramente y susurró:
—Prepárate.
_____ alzó ambas cejas en forma interrogante, pero advirtió la sonrisa de Mavis que había relampagueado rápidamente y las dos manchas brillantes de rubor que cubrieron las mejillas de la mujer mayor.
_____ echó un vistazo por encima del hombro y se puso rígida ante la visión del alto trago de aguardiente que marchaba entrando al edificio.
Tan alto que su sombra se extendía desde la puerta hasta la punta de sus botas de senderismo. Joseph nunca fallaba en hacerle sentir como si fuese una niñita vestida en sus ropas para juegos, aunque con una estatura de 1,63 apenas si se la podía catalogar de pequeña. De anchos hombros, su figura se estrechaba pulcramente en la cintura antes de ensancharse levemente sobre un par de imponentes muslos.
Vestido el día de hoy con una camisa manga larga con los puños doblados dejando desnudas sus gruesas muñecas, téjanos azules y botas, tenía el aspecto del vaquero de pura raza…
Absolutamente masculino como para hacer apretar los muslos, nunca fallaba en quitarle el aliento.
—Gracias por la advertencia Mavis —refunfuñó.
Mavis soltó una suave risita, al mismo tiempo que el atractivo hombre caminaba a través de la planta, dirigiéndose directamente hacia ellas.
—¡Joseph Jonas! —exclamó alegremente Mavis—. ¿Qué podemos hacer por ti cariño?
Él se detuvo frente al mostrador, escudriñó a _____ con una mirada rápida e impersonal para dirigir luego toda su atención hacia Mavis. Se inclinó sobre el mostrador y besó la arrugada mejilla de la mujer.
—¿Cómo está mi chica?
Mavis se ruborizó.
—¿Qué te ha hecho regresar el día de hoy, guapo?
—Han habido más senderistas que han atravesado mi valla.
A pesar que el resentimiento la aguijoneaba porque parecía que él estaba dispuesto a ignorarla, _____ se estremecía ante la grave ronquera de su voz.
—Siento mucho escuchar eso —murmuró Mavis—. ¿Cortaron la alambrada esta vez?
—Sí y tengo pruebas de que procedían del parque. Olvidaron esto junto al agujero que excavaron. —Él golpeó el escritorio con la bolsa plástica de supermercado llena de basura—. ¿Reconoces el folleto? —preguntó señalando un arrugado mapa de senderismo que asomaba por encima de una pila de latas de refrescos y envoltorios de barras energéticas.
Aunque deseaba mantenerse tan impersonal como él y a pesar que parte de su entrenamiento había incluido algunos cursos de relaciones públicas y ejercicios de juego de roles en los cuales había practicado como reducir la agresión de aquellos visitantes del parque insatisfechos, _____ alzó una ceja y se entrometió, respondiendo inocentemente.
—Parece ser uno de nuestros folletos. En realidad de la última edición. Uno lo puede notar en los precios de los sitios para acampar. Acaban de ser incrementados.
Su mirada la atravesó de arriba hacia abajo, pillando su leve sonrisa. Sus ojos se entrecerraron.
—Lo encontré dentro de los confines de mi valla —dijo cortantemente—, junto a una fiambrera de Batman recién enterrada y con un anzuelo de pesca dentro.
La caja para guardar cosas de algún senderista equipado con un sistema de posicionamiento por satélite, supuso _____.
—Parece que has adquirido un nuevo anzuelo y una nueva fiambrera Robin, felicidades.
Él parpadeó y luego su rostro se cubrió de un color rojizo bajo su piel oscuramente bronceada.
_____ se preguntó si se había pasado de charlatana, pero él la había encabronado al ignorarla.
—¿Asumo que has venido a presentar una queja?
Él volvió a mirarla de arriba hacia abajo y dejó escapar un corto gruñido lleno de enojo.
—Mis muchachos tienen cosas más importantes que hacer que recoger basura, rellenar agujeros o arreglar vallas cuando un senderista decide que lo que trae consigo es demasiada molestia a la hora de escalar. Y estamos malditamente seguros que no tenemos tiempo para andar rescatándolos cuando se quedan sin agua. ¿Qué piensas hacer al respecto?
_____ sonrió dulcemente, haciendo de cuenta como si hablara con un completo extraño.
—Como al parecer esto es un acontecimiento frecuente para usted, señor, estoy segura que es conciente que no somos responsables por las acciones que los visitantes llevan a cabo fuera del parque. ¿Ha colocado suficientes señales de aviso, para informar a la gente que están invadiendo propiedad privada?
Las fosas nasales de Joseph aletearon al mismo tiempo que inhalaba bruscamente.
Mavis masculló algo en voz baja y se alejó del mostrador.
—Asumo también que su propiedad linda con el parque —continuó _____, fingiendo no haber notado su creciente furia—. Los senderistas equipados con sistema de posicionamiento por satélite tienden a tomar la ruta más directa hacia sus destinos, sin tener en cuenta si están invadiendo propiedad ajena.
Otra profunda inspiración de aire y una mirada aguda le dijeron que estaba presionándolo hasta llegar al límite de su paciencia, pero no pudo resistir clavar otro pinchazo en su arrogancia.
—¿Sabes? Existe una solución. Podrías sencillamente escriturar esa parte de tus tierras a favor del parque. Te ahorraría muchos dolores de cabeza y sería una enorme descarga de impuestos.
Su oscuro ceño fruncido a pesar de ser intimidante, le provocó una oleada de una pura y acalorada emoción que le erizó la piel. No pudo evitar preguntarse por milésima vez como sería sentir toda esa oscura intensidad de cerca y de forma muy personal.
Él se puso el sombrero y se giró hacia Mavis.
—Esto no ha terminado aún. —Luego se dirigió hacia la puerta, empujándola para abrirla con tanta fuerza que hizo tintinear el vidrio que la rodeaba.
—Me aseguraré de incluir tus inquietudes en mi reporte —vociferó _____.
Sacudiendo la cabeza, él salió del edificio dando fuertes pisadas.
—¿Acaso intentas cabrearlo? —preguntó Mavis irónicamente.
_____ sintió como una sonrisa le expandía los labios. Por primera vez en días, una justa ira y un estremecimiento de excitación encendían todo su cuerpo.
—Dime que soy buena en ello —murmuró, sin apartar nunca la mirada, en tanto él abría de golpe la puerta de su pickup todoterreno.
Su mirada encontró la de ella a través del vidrio y se estrechó.
Rápidamente como fuego lamiendo pasto seco, la furia de _____ estalló más acalorJosephente y se dirigió hacia la puerta.
—¿Crees que eso es algo inteligente? —La voz temblorosa de Mavis la llamó.
—Me importa una mierda ser inteligente.
Se abrió paso a través de las puertas y bajó presurosa los escalones para acercársele, al mismo tiempo que él subía al estribo y se introducía en la cabina de su vehículo.
—¿Qué quieres decir con que esto aún no se ha terminado? —preguntó ella.
Las negras cejas de Joseph descendieron.
—Estás bloqueando mi camino.
_____ sostuvo su mirada airada con una propia.
—Me moveré en cuanto haya terminado y esté lista.
—No eres lo suficientemente grande o lo suficientemente infame como para detenerme si quiero largarme.
—Soy una ex-policía y ya he derribado a hombres de tu tamaño.
Los labios de él se fruncieron levemente una vez para luego formar una línea recta.
—¿Qué es lo que quiere oficial McIntyre?
_____ subió al estribo, sin importarle quien podía verles. Se inclinó para acercarse y susurró ásperamente.
—Por el amor de una mierda. Estaba borracha. Estaba oscuro… y él se veía como tú. Cerré los ojos y dejé que sucediera. Me he disculpado. Compórtate como un hombre y chúpate esa.
La mandíbula de Joseph se endureció.
—No eres buena para comprender indirectas, ¿verdad?
—Sabes que hay algo entre nosotros —continuó ella, la furia comenzaba a hacer que se estremeciera—, sólo que eres malditamente demasiado cabezota o estúpido para admitirlo.
Él entrecerró los párpados, y su expresión cambió sutilmente de obstinada a calculadora.
Envalentonada, se acercó más.
Los ojos de Joseph la recorrieron y luego regresaron a enredarse con los suyos.
—Me parece que nunca nadie me ha hablado antes de esa manera —dijo él suavemente.
—Aterrador —susurró ella, situada ahora lo suficientemente cerca como para captar el olor de su piel y de su cabello… jabón y esa clase especial de almizcle rozaba sus fosas nasales.
La mirada de él se desvió.
—Necesito mostrarte algo, tienes que ver el daño que han causado esta vez.
Tenía en la punta de la lengua el recordarle de nuevo que el parque no era responsable, pero se contuvo, cayendo en la cuenta que esta podría ser su forma de iniciar una conversación con ella.
—Déjame avisarle a Mavis.
—Simplemente despídete con la mano. Ya sabe de qué va esto —dijo él arrastrando las palabras. Señalando con un gesto de la cabeza las puertas de vidrio detrás de las cuales Mavis estaba observándolos fijamente.
_____ bajó al suelo, agitó la mano brevemente hacia Mavis, y rodeó el todoterreno para abrir la puerta del pasajero.
Una vez dentro, su corazón comenzó a latir más rápido. Cruzó las manos sobre su regazo y resistió a duras penas la tentación de mirarlo fijamente. ¿Le estaba dando otra oportunidad o realmente todo esto iba acerca de los senderistas?
El recorrido para salir del parque y alrededor del borde norte del cañón fue hecho en silencio. Joseph salió de la calle pavimentada y siguió un largo sendero de grava a través de un llano desolado y cubierto de hierba, que conducía hacia un largo tramo de alambre de púas. Las dos cuerdas superiores habían sido cortadas.
Estacionó junto a un ralo arbusto de mezquite y descendió del vehículo. Ella lo siguió de cerca, saltando por encima de una valla y dirigiéndose hacia a la orilla de un seco arrollo que atravesaba aquellas tierras planas para desembocar en el cañón.
Ella se deslizó sobre la grava y la arena, hacia abajo a un lado del arroyo y avanzó pesJosephente hacia un cúmulo de fango fresco.
—¿Es aquí donde enterraron la caja para guardar cosas?
—Sí —dijo él, al mismo tiempo que se ponía las manos sobre las caderas.
No sabía qué esperaba él que hiciera. Había visto el agujero. ¿Y ahora qué? Alzó la vista para descubrirlo con la mirada clavada en ella sin ningún tipo de vacilación.
_____ se lamió los labios.
—¿Has traído una pala? A lo mejor han dejado algo más que permita identificar al invasor.
Una ceja negra se arqueó.
—¿No vas a decirme que no es asunto tuyo?
Ella se encogió de hombros.
—Estoy tratando de ayudar.
—¿Por qué?
—Porque… —Se encogió de nuevo de hombros, decidiendo ser honesta y mandar al diablo al orgullo—. Porque me alegra que me pidieras que viniese.
La mirada de él se deslizó por su cuerpo, lentamente, deliberJosephente. Su piel bronceada se oscureció, sus párpados bajaron.
—Acerca de nuestro acuerdo...
_____ se estremeció interiormente cuando su mirada se posó entre sus piernas en un insulto de lo más obvio. Tragó con dificultad.
—¿Ya has decidido que es lo que quieres?
—Sí. Tú. Ya.
Por supuesto, aquí y ahora, sobre el fango y bajo la plena luz del día. Ella cambió de posición, a sabiendas que esta era otra prueba.
—¿Aquí? —preguntó débilmente.
—Si realmente hablabas en serio, ¿por qué dudar?
Ella echó un vistazo alrededor de la cañada, hacia las paredes rocosas, el suelo de grava.
—No parece un sitio adecuado...
—¿El todoterreno, entonces? —dijo él, su tono sospechosamente placentero.
—Pero es que estamos a campo abierto… cualquiera que pase podría vernos.
—Sí, así es.
_____ se quedó totalmente inmóvil, el sol ardiente pegaba fuerte sobre su cabeza y no había ni la más leve brisa que refrescase su piel enfebrecida.
A pesar de sus aprensiones, su cuerpo ya se estaba preparando para recibirlo. Sus pechos se sentían pesados, sus pezones se le pusieron de punta, excitándose aún más debido al roce contra la tela de encaje que los cubría. Y profundamente dentro, el calor se expandía como una espiral, estrechando y humedeciendo su coño. Le había prometido que sería de cualquier forma que él lo deseara.
Ella extendió las manos.
—¿Qué prefieres?
—El todoterreno.
_____ decidió no darle la oportunidad de que la acusara de demorar las cosas. Se giró sobre sus talones y regresó al lado de la cañada, Joseph la seguía pisándole los talones.
Cuando llegó al todoterreno, él abrió la puerta del pasajero, invitándola con un ademán de la mano a colocarse entre él y la puerta.
—Desvístete y dame tu ropa.
Su mirada recorrió sus rasgos duros e implacables. Un escalofrío de desasosiego se deslizó por su espalda. Estaría desnuda. A su merced. ¿Cuáles serían sus reacciones al verla así? ¿Se descongelaría su fría reserva? Y de no ser así, ¿podría permitirle que la tocara? Se tragó su nerviosismo.
Podía hacer esto sin dejarle entrever lo incómoda que se sentía, lo mucho que deseaba huir y desaparecer. Sin duda podía hacerlo.
Sus manos se alzaron temblorosas hacia su camisa y la sacó de sus pantalones cortos, se sentía un poco amilanada por su desconcertante mirada, echó una mirada por encima del hombro de él hacia la tranquila vereda al lado del acantilado. Fue desprendiendo los botones mientras la mirada de él se afilaba sobre cada pequeño movimiento de sus manos.
Cristo, iba a estallar en llamas. Alguien notaría cuanto tiempo había estado ausente y su estado cuando regresara. Perdería su trabajo y pasaría un mal rato buscando otro que fuese igual de maravilloso... todo tan sólo porque se moría por follar a este hombre.
Se quitó la camisa color caqui y luego abrió el frente de su sujetador, dejándolo caer a lo largo de sus brazos.
Las fosas nasales de él aletearon, sus párpados bajaron al mismo tiempo que clavaba la vista sobre sus pechos. Su mirada bajó aún más.
—Quítate todo menos tus calcetines y tus botas.
Ella desabrochó su cinturón de pertrechos y lo dejó caer sobre el piso del todoterreno, luego cerró los ojos y desabotonó los pantalones cortos de su uniforme, deslizándolos hacia abajo, evitando de la mejor manera posible chocar contra el cuerpo de él.
Sus verdes pantalones cortos resbalaron sobre sus muslos, dejando tan solo la ropa interior de encaje como protección para su modestia.
Él arqueó una ceja de nuevo.
Ella cerró brevemente los ojos y jaló el encaje fuera de sus caderas hasta que ondeó sobre el suelo.
Joseph se inclinó hacia abajo, sin que le preocupase tocarla en absoluto y su rostro se deslizó a lo largo de su abdomen y luego sobre sus muslos. Tomó su ropa y la tiró dentro del todoterreno.
—Siéntate a la orilla del asiento y abre las piernas para mí.
_____ se había comportado increíblemente estoica hasta este punto, pero su valor escapó ante el frío reto que le había lanzado.
—¿Qué hay de ti? —dejó escapar ella.
—¿Hay algún problema?
—¿Por qué soy la única que está desnuda? ¿Estás haciendo esto tan sólo para humillarme?
Él negó con la cabeza, el suave chasqueo de su lengua le causó ansiedad.
—No quiero follarte _____, aún no, ¿vas a hacer lo que te pido?
Solo que él no estaba pidiendo ¿verdad?
A pesar que la humillación le hacía arder las mejillas, retrocedió y se recostó sobre el asiento, apretando las piernas de tal manera que no dejaba espacio para el más mínimo, sospechoso y revelador camino. Su trasero escocía, pero se mordió los labios, determinada a no dejarle verla respingar, y abrió las piernas.
Joseph se inclinó sobre el apretado espacio, entrelazó su mirada con la de ella, y luego aplanó la mano entre sus pechos para empujarla.
Ella cayó hacia atrás, emitiendo un grito sofocado al mismo tiempo que un calor punzante abrazó su piel, sin embargo Joseph ahuecó la mano sobre su sexo con su cálida palma y presionó, haciendo que su mente se llenara por completo con la enormidad de lo que estaba haciendo. Ella cerró los ojos.
Un error, reconoció de inmediato, porque algo sospechoso y suave se deslizó a lo largo del interior de sus muslos, comenzando en las rodillas. Sus piernas se sacudieron ante el contacto. Un hilo de crema se deslizó desde su interior, algo que él no podría pasar por alto debido a la húmeda contracción de sus músculos interiores.
Una risa sexy y ronca acarició su piel como una ráfaga de viento. Dedos largos y gruesos se introdujeron en ella para quedarse luego quietos.
Los ojos de _____ se abrieron para echar luego una mirada entre sus piernas.
Los ojos de Joseph estaban entrecerrados, su mandíbula apretada.
—Dime _____ —dijo él con voz áspera—. ¿Estabas tan impaciente porque Johny comiera tu dulce coño?
El aire siseó entre los dientes apretados de ella e intentó sentarse, pero él sacó sus dedos, enganchó los brazos debajo de sus muslos y tiró de su trasero más allá del borde del asiento.
—No lo hagas. No deseo que esto ocurra. Detente —jadeó ella, aún retorciéndose para librarse.
Las manos de él se posaron sobre sus piernas, y sus dedos partieron los húmedos pliegues. Su cabeza bajó, sus fosas nasales se ensancharon mientras inhalaba. Luego su boca suave se abrió y su lengua lamió a lo largo de sus pliegues.
—¡Joseph! ¡Maldita sea, para! —chilló ella, empujado la coronilla de su cabeza para obligarlo a retirarse.
Un intento inútil, porque él simplemente forzó sus muslos a separarse aún más. Su lengua atravesó su centro como una espada, para luego lamer y hacer movimientos oscilatorios y remolinos dentro.
_____ atrapó su cabello y tiró de él con fuerza. Pero un perverso y rápido movimiento sobre su clítoris hizo que su espalda se arquease. Sus caderas vibraron, llevando su coño hacia su boca.
—Te odio jodidamente —susurró ella, miseria y excitación sofocándola.
Su lengua retrocedió.
—Posiblemente, pero me deseas. —Su pulgar hizo un movimiento rápido sobre el botón enrojecido en la parte superior de sus pliegues, raspándolo deliciosamente—. Dilo. Di que me deseas, _____.
Su abdomen tembló, curvándose hacia arriba, elevando su coño.
Su pulgar se deslizó fuera y sus dedos acariciaron los labios íntimos, moviéndose con cuidado a lo largo de los bordes externos, resbalando hacia abajo sobre el húmedo sendero que formaba un hilo entre sus nalgas. La callosa yema de un pulgar acarició su pequeño y fruncido agujero.
Todo esto mientras su mirada dura y fija se mantenía fundida con la de ella, esperando.
_____ sintió temblar sus labios. Su cuerpo comenzó a estremecerse. La excitación se arremolinó con fuerza alrededor de su útero, y un convulso y profundo anhelo lanzó sus caderas a un movimiento de arriba hacia abajo.
—Te deseo —respondió ella—. Es algo que ya sabes Joseph. Por favor fóllame.
Como si ella lo hubiese liberado del dominio de sí mismo, él se levantó y presionó los muslos de ella contra su pecho.
—Quédate así. Mantenlos en alto.
_____ apretó los muslos y luego los abrió, apoyando un pie contra la parte superior del marco de la puerta y el otro contra la ventana.
Ella gimoteaba ahora, sin importarle estar ya lista para correrse y de que él lo vería todo... el profundo y agonizante deseo que la hacía temblar y suplicar, ambas entradas expuestas a la vista. Una necesidad pura y primitiva arrasó lo que quedaba de su orgullo.
Joseph ahuecó la mano sobre su trasero por un breve momento, apretando las nalgas, masajeándolos al mismo tiempo que se colocaba de rodillas sobre el estribo.
Luego frotó de nuevo su ano con el pulgar, sosteniendo la mirada de ella, mientras que la suya se oscurecía, presionó hacia adentro.
_____ no pudo ver hacia otro lado, no le importó que su invasión ardiera. Aspiró y jadeó hasta que el ardiente dolor se alivió, y él empujó más profundo. _____ apretó los dientes, debido a que él ya estaba frotando su coño con sus dedos largos y gruesos, cubriéndose a sí mismo con miel cremosa.
Tres dedos bombearon dentro, y ella se tensó, sus pies presionando con fuerza contra el todoterreno, al mismo tiempo que alzaba la cabeza para observarlo.
Su mirada se alzó de nuevo hacia la de ella, una sombría satisfacción curvaba sus labios y un fiero calor estiraba la piel sobre sus mejillas angulosas.
A ella no le importó el espectáculo que le estaba regalando, retorcida como un brezel , con la cara enrojecida, temblorosa. Estaba lista para explotar. Jadeó, sin poder hablar, un latido palpitaba como un tambor primitivo en su pecho.
Joseph bajó lentamente el rostro entre sus piernas. Un pulgar rozó la caperuza, estirándola tensamente sobre su clítoris, exponiendo el húmedo y enrojecido botón. Su boca se abrió y labios cálidos se cerraron alrededor de él, chupando con fuerza, a la vez que bombeaba los gruesos dedos profundamente en su culo y en su coño.
_____ gritó, echó la cabeza hacia atrás y la hizo rodar sobre el cuero caliente, al mismo tiempo que su orgasmo se arremolinaba dentro de su coño, irradiando hacia afuera, provocando convulsiones abundantes y rítmicas, abriéndose paso a lo largo de su canal.
Él continuó chupando y bombeando, durante un largo tiempo después que su cuerpo había caído contra el asiento y su aliento se había convertido en jadeos irregulares y angustiados.
Los dedos se retiraron, sus labios se relajaron y luego su lengua frotó gentilmente los húmedos pliegues.
Cuando él finalmente se retiró, _____ no pudo moverse durante mucho tiempo. Las lágrimas se deslizaban lentamente sobre sus mejillas y ella apartó la cara hacia un lado para enjugarlas, odiando que él viera también eso.
Joseph bajó sus piernas, y sus dedos se cerraron alrededor de una de sus manos para levantarla.
—Vístete.
_____ cerró los ojos, saboreando el atisbo de tensión en su voz áspera.
Ella había obtenido su satisfacción.
Joseph podía freírse en el infierno si creía que ella le debía algo.

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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por andreita Sáb 24 Mar 2012, 8:20 am

ui joesp no debio hacer eso
pero la rayis tampoco debio besar a su hermano
sigue
esta super
andreita
andreita


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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por locasxjonas Miér 28 Mar 2012, 4:52 pm

SIGUELA !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
locasxjonas
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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por sofiii1 Jue 29 Mar 2012, 12:56 pm

_____ siguió la curva de la carretera del parque, pasó el cruce de agua número seis y disminuyó la velocidad mientras conducía más allá de la zona de acampada en el extremo oeste del parque.
Había hecho el recorrido de lado a lado del cañón casi veinte veces ya. El sol estaba descendiendo más allá del horizonte, una enorme bola anaranjada disminuyendo en brillantes capas de color malva y rojo, una vista que usualmente la maravillaba. Hoy, sólo podía recolectar un suspiro.
Joseph no la había llamado anoche. No debería haberlo esperado. Después que había terminado con ella, nada en su actitud cambió para hacerla pensar que se había aplacado.
Había llegado a la conclusión que la placentera tortura que le había infligido era su modo de venganza. Completamente diabólico. Incluso cruel.
Había sido tan estrujada como un trapo de cocina después de correrse, las piernas tambaleantes, las manos temblando mientras se vestía. Había permanecido de pie de espalda a ella, los brazos cruzados sobre el pecho, hasta que ella terminó.
Luego no había dicho una palabra en el largo viaje de regreso. Ni una sola.
El olor a sexo, a coño húmedo y caliente había impregnado el aire que respiraban a pesar de la brisa fresca soplando en ráfagas desde Atlantic City.
Y si ella había parecido un poco derrotada cuando él la botó en el edificio del cuartel general, Mavis no lo había notado… o al menos había tenido mejor criterio que ofrecer un comentario.
Sí, los ojos de la anciana se habían redondeado, un destello de excitación brillando en el suave y desteñido azul, pero un vistazo a la cara angustiada de _____ y la había dejado sola. _____ había pasado el resto de la tarde y de la noche en el coche, patrullando, ignorando las infracciones menores porque no tenía la fuerza emocional para hacer el trabajo.
Hoy estaba mejor, pero sólo porque se sentía vacía como si algo vital le hubiera sido arrancado del pecho.
Justo al pasar por los servicios higiénicos más allá del campamento, una mujer salió disparada de la puerta del baño de mujeres, agitando los brazos.
_____ masculló una maldición, preguntándose si una serpiente o un escorpión habían entrado a las duchas. Paró bruscamente y se bajó del auto, acercándose a la corpulenta mujer cuyo pecho exhalaba como dos claraboyas en un mar picado.
—Hay un hombre joven en la ducha de mujeres.
_____ levantó una ceja. Eso era diferente.
—Señora, permítame encargarme. Usted permanezca afuera mientras yo resuelvo esto.
Revisó el arma… porque nunca sabía cuando en realidad podría tener que usarla… y enderezando los hombros, se abrió camino por la puerta y pasó frente a las casetas del baño hacia el área de las duchas.
—Señor, voy a tener que pedirle que se retire —dijo en voz alta.
Se detuvo cuando un hombre alto y delgado salió de la caseta, una sonrisa le curvaba los labios. _____ apoyó un puño sobre la cadera.
—Johnny, ¿qué diablos te crees que estás haciendo aquí?
—¿Tengo tu atención ahora? —preguntó, recostando un hombro sobre la pared de azulejos. Los ojos oscuros destellaban con humor y una pizca de algo perverso—. Te has perdido, sol —dijo arrastrando las palabras. _____ apretó los labios en una línea recta, inmune ahora a sus considerables encantos. Aunque semejante en constitución y ardiente apostura, su engreimiento echaba a perder la vista cuando lo comparaba con el hermano mayor.
—Como he dicho, señor, tiene que salir. Ahora.
—No devolviste mis llamadas —dijo con voz de barítono, perezosa y arrastrada—. ¿Qué se supone debo hacer?
Cerró la distancia entre ellos, llegando tan cerca que lo obligó a dar un paso atrás dentro de la casilla.
—Yo hubiera creído que recibiste mi mensaje alto y claro la otra noche —dijo ella bajando la voz en un femenino gruñido.
Los labios de Johnny se arquearon.
—¿Antes o después que me besaras?
—Tú me besaste, baboso —le recordó ella, entrecerrando los ojos—. Y sé muy bien que viste a Joseph antes de hacerlo.
Su sonrisita era una curva sexy de sólidos labios. Algo que probablemente había practicado delante de un espejo.
—¿Así que es todo culpa mía?
—No. Mis labios estaban allí también —gruñó ella.
—¿Entonces por qué estás tan enfadada? —La sonrisa calculada de Johnny resbaló justo por un segundo, revelando un indicio de auténtica confusión.
Se parecía tanto a un niño esforzándose en ser un hombre que su enfado se desvaneció. Se apartó de él, enojada consigo misma por dejar de lado su enojo para con él. Lo que sea el problema con su hermano, el daño era más viejo y más profundo que cualquier beso en un estacionamiento oscuro.
—Johnny, ve a casa —dijo, repentinamente cansada.
—Sal conmigo. Esta noche.
_____ negó con la cabeza, mirándolo fijo.
—¿Estás loco? ¿No sabes cuándo dejar las cosas como están? Nunca saldré contigo de nuevo. No soy tu chica. De hecho, ya estoy sintiendo lástima por ella.
Las cejas oscuras de Johnny descendieron en una mueca feroz.
—Bien, si estás esperando por una oportunidad con Joseph, vas a estar sola por mucho tiempo. Nunca volverá a acercarse a ti de nuevo. No después que yo he estado allí.
La furia llameó ardiente y rápida y ella se inclinó de nuevo, golpeando el pecho contra el de él, empujándolo para forzarlo contra los azulejos.
—Entonces no lo conoces tan bien como crees.
Abrió ampliamente los ojos por encima de los de ella.
—¿Lo has visto? ¿Te acostaste con él después que nos vio juntos?
Lista para poner fin a la conversación en ese mismo momento, alcanzó el grifo y abrió el agua fría, retrocediendo para evitar lo peor de la rociada que salpicó a Johnny, empapándole la ropa.
—Lárgate de mi parque.
Giró sobre los talones, las manos apretadas en puños a los costados. Fuera del baño, inclinó la cabeza a la corpulenta mujer y caminó con paso majestuoso hacia el coche.
Una vez detrás del volante, no miró hacia atrás nuevamente. Condujo a través del parque, encontró un estacionamiento desierto y se tiró en el extremo más alejado de él antes de apagar el motor. Bajó la ventanilla, apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.
Maldita sea, ¿cómo pudo ser tan estúpida para alguna vez haber confiado en él? Johnny Jonas llevaba un chip en el hombro cuando se trataba de su hermano. El pequeño parpadeo de atracción que ella había sentido había sido una calentura reflejada. Las ardientes atenciones de Johnny sólo habían apaciguado su decepción por la falta de voluntad de Joseph para perseguirla.
Johnny se había aprovechado de esa inseguridad la mañana de su cita. Había estado supervisando una cuadrilla limpiando rocalla de un remolino en el río que fluía de lado a lado del parque cuando la había alcanzado.
_____ no pensó nada respecto a su llegada. No se había percatado de la relación tensa de los hermanos dado que él había acompañado a Joseph sólo una vez a presentar una denuncia. Ella le había hecho señas cuando él sacó su vehículo a la banquina.
Estaría mintiéndose a sí misma sino no admitía que la respiración se le había acelerado un poco… algo relacionado con los hombres Jonas le hacía eso.
Con la misma morena y exótica buena apariencia… alto, musculoso, largos cabellos negros, afiladas facciones rasuradas y ojos tan negros que las pupilas eran indistinguibles del iris… Johnny no había sido sino un sustituto del hombre que en realidad quería.
Esa mañana en el borde de la carretera, él le brindó una sonrisa fácil, pero la mirada que apuntó en su dirección le dijo que tenía algo en mente. Le había aceptado la petición para hablar en privado y le permitió tomarla del brazo y alejarla de la cuadrilla y de sus curiosas miradas.
—¿Qué tienes en mente hoy, Johnny? —había preguntado—. ¿Tienes más intrusos?
—No estoy aquí por las cuestiones del rancho. Esto es estrictamente placer.
Ella le había brindado una sonrisa reservada, preguntándose hacia donde iba esto.
Johnny había bajado la cabeza hacia la de ella, con lo cual le dio una breve pausa, pero ¿qué iba a hacer? ¿Besarla? El pensamiento la hizo arrugar la cara. Había estado pensando bastante acerca de un par de labios en concreto. Sin embargo, no se apartó de Johnny. En lugar de eso, lo esperó para ir al grano.
—Mi hermano siempre ha sido un poco lento para tener una cita con una mujer.
Ella le había lanzado una mirada alarmada, sorprendida ante el íntimo comentario, pero le restó importancia. Tal vez Joseph se había confiado a él.
—No me parece que sea del tipo tímido —dijo, no queriendo meterse en una conversación embarazosa, pero incapaz de contener la curiosidad.
—No entiendo por qué lo hace. No confía fácilmente.
—Puedo entenderlo. Deben tirársele lances mujeres desesperadas todo el tiempo —dijo, tratando de alivianar la conversación.
—He visto la forma en que te mira —dijo Johnny, la expresión encantadora en su seriedad—. No es difícil ver que le gustas.
Había fingido indiferencia ante ese pequeño y delicioso pedacito de estimulantes noticias mientras apartaba la mirada, incapaz de encontrarse con la de Johnny mientras un sonrojo avanzaba lentamente por las mejillas.
—A él no le gusta demasiado el hecho que uses uniforme. Le gusta que su relación con la gente de Palo Duro Canyon siga siendo estrictamente adversa.
—Parece extraño que sea voluntario para buscar excursionistas perdidos con el departamento de bomberos —había murmurado ella, preguntándose nuevamente hacia donde iba esto.
Johnny se encogió de hombros.
—Él no tiene nada en contra de la gente que viene y usa el parque de la forma que está previsto. Sólo se frustra cuando resuelven apartarse de los senderos. Hemos tenido que rescatarlos lejos de nuestra propiedad cuando se les acabó el agua, cuando cortan vallas que no quieren escalar. Cavan hoyos en nuestra tierra para esconder sus pequeños tesoros…
—Entiendo porque se ha cabreado, pero no hay mucho que podamos hacer al respecto que no sea advertir a los excursionistas que se mantengan en nuestros senderos marcados.
—Lo sabe. Es en parte por lo qué no te ha invitado a salir… pero no ha podido mantenerse lejos tampoco. Creo que le gusta tener excusas para venir aquí.
—¿Crees que está buscando excusas para verme? —había espetado, luego deseó poder retractarse porque él había sonreído ante su entusiasta respuesta.
—Eres muy bonita.
_____ bufó.
—La mayoría de los días no uso una pizca de maquillaje. La piel de mi nariz se está pelando quemada por el sol y estos pantalones cortos del uniforme no hacen nada por mis caderas.
—A Joseph no parece importarle. Todavía vuelve irritado cada vez que te ve.
Ella estaba siempre similarmente irritada… profundamente excitada por sus visitas. El ardor le llenaba la cara. _____ lo miró de soslayo.
—¿Por qué estás diciéndome esto?
—Porque te voy a invitar a salir.
Parpadeó y luego negó con la cabeza.
—¿Por qué harías eso si crees que tu hermano podría estar interesado en mí?
—Joseph necesita un pequeño empujón en tu dirección, ¿no te parece?
Había visto el brillo perverso en sus ojos y lo leyó como humor. Si simplemente hubiera adivinado que la broma sería ella. En cambio, se había entusiasmado con la idea de sacudir la tranquilidad india.
Entonces, había estado completamente de acuerdo en encontrar a Johnny en un bar de Canyon después que su turno terminara, ignorando la premonición en sus tripas que le decía que era una muy mala idea. Cuando la tarde desplegó la noche temprana, había aumentado progresivamente la certeza que había cometido un error.
A un tris de llamar para romper la cita, había encontrado la camioneta destrozada de Joseph en el sendero principal y al ranchero alto y moreno apoyado contra ella con los pulgares enganchados en los bolsillos de los pantalones vaqueros.
Aparcó junto a él, sintiéndose culpable y odiando hacerlo. Una profunda respiración calmó su agitado corazón y bajó de la camioneta mientras él se apartaba de la suya y se acercaba.
Caminó con paso majestuoso hacia ella, atrapándola contra su vehículo, la expresión de Joseph tan intensa que ella sintió que los latidos se le incrementaban. Había pensado, sólo por un instante, que tenía la intención de besarla, pero él había retrocedido, la cara amoldándose a una máscara insípida, sin emoción.
—Oí que tú y Johnny saldrán esta noche.
Nerviosa y tratando de no demostrarlo, había inspirado, dispuesta a decirle que había cambiado de idea, cuando él soltó un bufido, la boca retorciéndose en una línea ceñuda.
—Le dije que serías una imbécil para siquiera considerarlo.
Toda preocupación por los sentimientos de Joseph en la cuestión se marchitó. La espalda de _____ se puso rígida.
—¿Por qué es eso, Joseph? No es que tenga nada mejor que hacer.
La mirada de Joseph se agudizó, bajando de la cara de _____ para resbalar por el cuerpo y regresar de nuevo.
—No estoy seguro que merezca una advertencia más —murmuró.
Había levantado una ceja, la rabia ardiente haciéndole lentamente un hoyo en la boca del estómago.
—Ambos somos mayores.
—Asegúrate de lo que quieres —le había dicho, las palabras cortantes.
Entonces se giró sobre los talones y se alejó a zancadas antes de que ella hubiera tenido la posibilidad de desanudar la lengua. ¿Quién diablos se creía que era?
Si había estado titubeando sobre la sensatez de salir con su hermano, entonces la advertencia de Joseph la había empujado directamente a los brazos anhelantes de Johnny.
Sin embargo, tanto como le gustaría echar toda la culpa a la terquedad de Joseph por lo que pasó más tarde esa noche, no podía hacerlo. Sólo se tenía que culpar a sí misma.
A pesar de todo, si no hubiera sido tan arrogante, si le hubiera pedido que no fuera, ella podría no haber terminado en el estacionamiento de Stone Pony, mirando por encima del hombro de Johnny cuando Joseph salió en silencio de la oscuridad para inmovilizarla con una mirada furiosa, fría y dura que le envió el estómago en picada hacia abajo.
Pero si Joseph Jonas era un hombre terco, ella era categóricamente testadura.
En vez de finalizar el abrazo del que había estado tratando de escapar, se había pegado a Johnny cuando los masculinos labios abandonaron su boca para deslizarse por el cuello.
Mientras los ojos de Joseph se estrechaban en rabiosas rendijas, algo perverso se levantó dentro de ella.
Se había enfocado en la ira y las facciones afiladas de Joseph y se encontró respondiendo a las atenciones no deseadas de Johnny como si hubiera estado ansiosa por aceptarlas en primer lugar mientras la mirada violenta de Joseph la taladraba.
Inclinó la cabeza, dando su consentimiento a los labios y a la lengua de Johnny para arrastrarse húmeda por el cuello. Relajó el cuerpo contra la pared donde él la había empujado y dejó que le apartara las piernas para frotar la dura columna de su polla contra el vértice de sus muslos.
Sólo después de que Joseph se había marchado dando bruscamente media vuelta y desaparecido en la oscuridad, había retirado los brazos alrededor del cuerpo de Johnny y le había dado un empujón para sacárselo de encima.
Él gruñó y volvió a besarla y entonces había recurrido a un truco que su hermano mayor le había enseñado en la secundaria, deslizó una mano entre las piernas de él para agarrarle las bolas y retorcerlas.
Johnny, maldiciendo y doblándose por la cintura, no la detuvo cuando ella lo dejó apoyado contra la pared de ladrillo.
Cobarde como era, se alejó, aferrando el bolso en el pecho. Cuando abrió la puerta de su auto, se encontró a Joseph sentado en el asiento delantero.
—Te lo advertí —dijo suavemente.
Se sintió pequeña, sucia y deseó que pudiera haber disimulado que no le importaba lo que él pensara. Optó por no hacer comentarios y dio un paso al costado cuando Joseph se desplegó del asiento.
—Una tormenta está fraguándose —murmuró—. Me quedaría lejos de esa roca mañana.
Ella había mirado el cielo de medianoche. Donde las estrellas de la Vía Láctea deberían haber brillado, una densa oscuridad cubría el cielo.
—No era mi intención para nada que pasara —murmuró—. Fue sólo un beso…
Una ceja oscura se levantó en un arco burlón.
—Larga noche. Debiste haber encontrado mucho de qué hablar.
—Eso es todo lo que hicimos. Hablar. Bailar.
Apartó la cara de ella.
—Joseph…
—Parece que has hecho tu elección.
Abatida y llena de remordimientos por lo que había permitido que sucediera, había conducido hasta su casa donde se bañó y cambió y luego tomó la decisión de escalar a pesar de la advertencia de Joseph.
Cualquier cosa para no pensar obsesivamente en la expresión de Joseph cuando se había apartado. La mandíbula había estado tensa. El odio había brillado en los ojos oscuros.
A pesar de la predicción de Joseph, de todos modos había salido a escalar a la mañana siguiente, desesperada por escapar de su reflejo en el espejo. Sólo para encontrar el desastre. Joseph su testigo, una vez más.
_____ echó a andar el vehículo para dar otra vuelta alrededor del parque. Escalar no había sido la solución. Podría haber escalado el Everest y no habría sido capaz de escapar de su miseria.

   

Ante la vista del SUV blanco de Johnny parando bruscamente delante de la casa del rancho, Joseph se enderezó en la silla de montar.
—Javier, dejémoslo ya por hoy —masculló.
Pasó la pierna derecha sobre la silla y se deslizó hasta el suelo, arrojando las riendas a su capataz. Sin mirar atrás, echó a andar a tranco largo hacia la casa.
No se molestó en llamar a la puerta del dormitorio de Johnny. Simplemente la abrió cuando su hermano se sacaba la camiseta húmeda por la cabeza.
Johnny se sacudió el largo cabello negro y dirigió una furiosa mirada hacia Joseph.
—¿Alguna vez piensas golpear la puerta?
—¿Dónde estuviste hoy? Pensé que estabas revisando las cercas con Mitch. Lo gracioso fue, que él dijo que lo dejaste a cargo y te fuiste.
Johnny se encogió de hombros.
—Tuve que atender algunas cuestiones en la ciudad.
Joseph le miró la ropa mojada y levantó la ceja.
—¿Qué puedo decir? —Johnny lanzó la camiseta arrugada hacia el canasto de la ropa y luego sonrió a Joseph—. La mujer creyó que necesitaba enfriarme. Ella es todo sobre el trabajo cuando tiene un arma atada a la pierna.
—¿Estás hablando de _____? —preguntó Joseph, manteniendo la voz tranquila.
—La mujer es un petardo —respondió su hermano, destellando una leve y lobuna mirada lasciva—. Parece que nos llevará a ambos mantenerla satisfecha. Buena cosa que no me importan las segundas veces sucias.
Joseph no pensó… no podía porque la cabeza se sentía a punto de explotar. Se acercó en dos pasos y cimbró el puño en la cara sonriente de Johnny.
Johnny aterrizó sobre su culo junto a la cama, frotándose la barbilla.
—¿Por qué fue eso? Estoy dispuesto a compartir.
—Mantente alejado de ella.
—¿Por qué? No la quieres. No puedes hacerla feliz.
—Johnny, te lo advierto. Mantente alejado. No voy a dar un paso al costado como hice con Pam.
—Pam era una perra demasiado caliente. Le gustó darnos falsas esperanzas a ambos.
Joseph se sacudió la mano palpitante.
—Cuando quieras venderme tu mitad del rancho…
—No me voy. Es mi casa también. Tendrás que acostumbrarte. No me digas con quien puedo follar.
Joseph se apartó, temiendo que tuviera que darle otro golpe y entonces no sería capaz de detenerse. Salió de la casa para enfriarse en el porche, maldiciendo a Johnny y preguntándose qué había pasado entre él y _____, si la había besado de nuevo y si ella lo había dejado hacer más. ¿Y cómo la podría culpar?
Había abandonado a _____ herida más tensa que un resorte. Lo sabía. Habían caminado sobre el filo de la excitación por semanas. Ayer, no había sido capaz de mantenerse alejado… incluso sabiendo que lo había traicionado.
Aunque no había planeado tener sexo con ella, lo empujó más allá de su resistencia cuando se subió a la camioneta y se acercó para rogarle.
Oliendo bien pero con esa inclinación de bulldog en su barbilla, había sido todo lo que pudo hacer para no atravesarla bruscamente sobre su regazo y besarla en ese mismo instante.
En cambio, se la había quitado de encima con una excusa de mierda, cualquier cosa para meterla en su camioneta, a solas. Ella se había sometido a sus demandas tan fácilmente, que lo sorprendió.
Cristo, el sabor de ella y los dulces sonidos de sus gemidos habían permanecido con él durante toda la noche. Pero también permaneció la mirada destrozada de la cara de _____ cuando se había retirado y exigido que se vistiese.
No quería que le importara que la hubiera lastimado. A pesar de las burlas de su hermano y la propia experiencia pasada, le creyó la explicación. Necesitaban hablar y aclarar algunas cosas entre ellos… y necesitaba saber qué diablos había ocurrido entre Johnny y ella hoy.
Joseph escarbó en los bolsillos por las llaves, y luego hizo memoria si Johnny la había visto en el parque, ella estaría trabajando hasta tarde. La conversación tendría que esperar hasta mañana porque no quería interrupciones.
Apretó los puños y echó una mirada hacia la casa, el amargo arrepentimiento invadiéndolo de que las cosas se mantuvieran tan tensas entre él y la única familia que le quedaba.
Por el bien de la relación entre ambos, simplemente debía terminar las cosas con _____ ahora, pero sospechaba que Johnny no se detendría allí. Su hermano parecía decidido a interponerse entre él y cualquier persona que escogiera.
Era por eso que se había tomado su tiempo para llegar a conocerla. No acostumbraba traer a una mujer que pudiera ser persuadida por el encanto fácil de su hermano.
Sin embargo, debería haberla advertido en vez de dejarla ser usada. A Johnny no le importaba un bledo _____. La única cosa que le preocupaba era quitarle absolutamente todo lo que Joseph quería.

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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por andreita Jue 29 Mar 2012, 1:18 pm

uish odio a jonny
espero que joe y la rayis calre todo
sigue
andreita
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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por livelikerobots Vie 27 Abr 2012, 7:53 pm

Hola :) soy nueva lectora. Siguela por favorrr. Esta muy muy buuena. Siguela siguela.
livelikerobots
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http://www.twitter.com/livelikerobots

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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por sofiii1 Sáb 28 Abr 2012, 5:41 pm

Capítulo 4



Al atardecer del siguiente día, _____ estaba parada al pie de un hoodoo , mirando las polvorientas almohadillas que había colocado en la base de la roca para amortiguar una caída.
Había resuelto probar la escalada libre. La alta aguja de roca proporcionaría el desafío físico y mental que necesitaba para mantener a raya otros pensamientos… unos que incluían sensuales besos y estocadas invasivas.
Por el momento, la conquista de un pilar de roca parecía el peligro menor para su bienestar.
Ya había escalado un ángulo invertido, usando solamente las puntas de los dedos para sostener su peso. Los mitones retenían el sudor en las palmas de las manos mojándole los dedos. Un polvo de tiza blanco le brindaba mayor seguridad.
Debido a que le dolían las manos, esta vez, planeó una subida por una pared recta, escarpada, asistida por puntos de apoyo en los pies. La última escalada que programó para el día y una corta. Una vez más, las nubes de tormenta amenazaban a la distancia y ella había aprendido la lección.
El ruido de pasos sonó en todas partes del rincón de la aguja donde estaba de pie y se preguntó si otro escalador, curioso por su ruta o quizás ávido para unírsele, estaba viniendo.
Cualquier otro día habría disfrutado la compañía, excepto hoy, suspiró con resignación y ahuecó una mano sobre los ojos para observar la aproximación de la persona.
Dejó caer la mano al costado cuando divisó a Joseph.
—Estoy fuera de servicio. Tendrás que llevar tu queja a James Brody.
—No estoy aquí por asuntos del rancho.
—Bien, entonces has desaprovechado un viaje porque no tenemos nada más que hablar.
Su mirada fue a las almohadillas polvorientas y hacia arriba a la ladera del alto hoodoo.
—¿Una subida sin sogas? Sabía que estabas mal de la cabeza, pero esto es una locura.
—Intentarlo por primera vez sin las almohadillas y algo de práctica sería una locura.
—¿Te has caído?
Se encogió de hombros.
—Eso es para lo que las almohadillas están.
—¿Deberías estar haciendo esto sola?
—Prefiero escalar sola. Y conozco mis limitaciones.
—Podrías romperte el cuello y nadie jamás lo sabría.
—Podría caerme en la ducha y estaría muerta igualmente. ¿A quién diablos le importaría?
El pecho de Joseph se levantó con una profunda respiración.
—Tal vez a mí.
—Los tal vez no son lo suficientemente buenos para mí —dijo rotundamente—. Ya no más.
Los labios de Joseph se apretaron y a continuación exhaló otra profunda respiración y apartó la mirada.
—Mira, necesitamos hablar.
—Estamos hablando —dijo _____, manteniendo el tono apacible—. ¿Te importa si subo mientras consigues sacar lo que sea que viniste a decir de tu pecho? —Se volvió, hundió una mano en la bolsa de tiza colgada al lado del muslo derecho y quitó completamente el polvo de ambas manos antes de extenderlas para asir un farallón rocoso.
Joseph dio un paso adelante, le agarró la muñeca para atraerla hacia abajo y le giró el cuerpo hacia él.
—Tengo otra idea —dijo, empujándola hacia él—. No tienes a nadie esperando en tu casa. Johnny no va a aparecer en el umbral de tu puerta porque lo mandé hacer una diligencia en Amarillo… te llevo a casa. Mi casa.
_____ forcejó para apartar la mano y dio un paso atrás.
—No quiero ir. Estoy preparada para otra hora de escalada antes de que esté lista para irme.
—¿Quién dice que tengas una chance? —gruñó Joseph.
Disparó ambas cejas hacia arriba.
—¿Me estás secuestrando? Pareces un poco primitivo.
—Es una vieja tradición familiar. La única pregunta es, ¿vas a hacer un berrinche lo suficientemente grande para que tenga que rescatar las cuerdas de la camioneta y atarte?
_____ tenía que admitir que la idea de ser su cautiva por la noche era intrigante, como el hecho de que él no pareciera dispuesto a moverse de esa roca hasta que se saliese con la suya.
Sin embargo, el hombre la había hecho penar. No se merecía tener su capitulación sin darle una buena pelea.
—No llego a comprenderlo —dijo, afirmando las manos en las caderas—. Como nunca me llamaste después que tuviste tu diversión el otro día, pensé que sería la última mujer a quien alguna vez querrías tener cerca de nuevo.
—No te llamé porque tuve que resolver algunas cosas. Luego tú tenías trabajo y yo también. No ha habido un buen momento.
Allí iba de nuevo… haciendo parecer como si ella fuera un inconveniente.
—La próxima vez, tendrías que comprobar primero mi itinerario antes de planear un secuestro, porque yo ya tengo planes.
La cara de Joseph se coloreó de rabia.
—¿Siempre tienes que ser tan malditamente obstinada?
_____ resopló.
—Has puesto algunos nervios de punta. Al igual que eres modelo de docilidad.
—Te lo advierto —dijo—. No me siento muy civilizado.
¿No que se veía bien? Con el pelo recogido en una cola de caballo, una camisa de algodón descolorida y pantalones vaqueros abrazando el sólido cuerpo, parecía francamente elemental, tan primitivo como había afirmado. Precisamente, ¿hasta dónde la dejaría empujarlo antes de actuar de acuerdo a sus instintos?
_____ levantó el dorso de la mano a su frente y agitó las pestañas.
—Por qué, señor, no debería decir tales cosas —dijo con un profundo acento sureño—. Me hará desmayar.
—Maldita seas, _____.
Parecía no poder evitarlo. Una deliciosa oleada de rabia y lujuria vibró a través de ella.
—Vas a tener que superarlo, Joseph. He querido hablar contigo durante días y, ¿adivina qué? Se me terminó ese deseo ahora.
Se acercó más, apretujándola contra las afiladas rocas.
—¿Verdad? —La agarró de las caderas y la levantó lo suficientemente alto para que la cresta de su polla engrosada le machacara entre los muslos. La inmovilizó con las caderas aplastándola contra la roca, luego apoyó bruscamente ambas palmas sobre la pared por encima de la cabeza de _____.
Se presionó tan cerca que ella podía sentir el latido de su corazón contra su pecho, clavó la mirada en esos ojos negros enojados.
—Qué sorpresa. A ambos jóvenes de sangre caliente les gusta empujar a una chica contra una pared para salirse con la suya.
Una respiración le onduló el pecho y _____ apretó con fuerza los labios para dejar de acicatearle porque su bronceada piel se oscureció y sus facciones se tensaron en una máscara salvaje.
Con un borde dentado hincándosele en la espalda, no tenía espacio para llenar los pulmones con aire.
—¿Esto lo haces por ti? —jadeó—. Porque puedo decirte, que todo lo que estoy consiguiendo es magullarme.
—Esto es de gran ayuda para serenar mis deseos primitivos —dijo arrastrando las palabras, su boca revoloteando por encima de la de ella.
Ella hizo una mueca, fingiendo que esos labios no estaban trabajando en sus deseos también.
—¿Lo consigues a menudo?
Su boca se acercó más aún.
—Sólo cuando estoy cerca de ti.
—Oh —dijo ella, sintiéndose un poco desfalleciente. Ya sea por la falta de aire como por la oscura promesa en sus ojos, no estaba segura.
Su boca se estrelló contra la de ella y _____ se derritió contra la roca, jadeando dentro de la boca de Joseph cuando la lengua acarició el interior de la suya en remolinantes vueltas que le recordaban a la forma en que él la había hecho correrse en el asiento de la camioneta.
Cuando levantó la boca, le preguntó.
—¿Vas a dejar que te secuestre?
Joseph observó un lado de esos labios exuberantes curvarse hacia arriba y sintió una pesada y sensual vibración atravesarle el cuerpo. La tenía ahora. A pesar de cualquier cosa que la boca de _____ pudiera decir, él podía verle la llamarada de hambre en los ojos.
—¿Me estás preguntando si quiero ser secuestrada? —le preguntó, en un tono poblado de sorna—. Parece más como una cita si esperas que esté de acuerdo.
—No puedo darte falsas señales —susurró, dando un paso atrás, se zambulló hacia abajo, reptando un brazo por debajo de su culo y luego enderezándose.
Ella no se plegó en su hombro del modo que él esperaba, no que ella alguna vez hiciera lo esperado. El cuerpo de _____ permaneció rígido cuando se acercaron a la camioneta. Sabía que lo estaba haciendo simplemente para ser difícil. Tenía que admitir que la vena combativa de _____ era una parte grande de su atractivo.
—¿Todavía estás loco porque besé a Johnny la otra noche? —le preguntó con tono de burla.
—Furioso —respondió, aunque una sonrisa comenzaba a tironearle los labios—. Pero no estamos hablando de eso ahora.
—¿Debido a que no te importa a quién beso?
—_____… —dijo, alzando la voz en una advertencia—. ¿Alguna vez piensas antes de abrir esa preciosa boca tuya? No provoques a un hombre cuando ya ha cometido un crimen para llevarte donde él te quiere.
—¿Me quieres en tu camioneta?
Puso los ojos en blanco.
—Sip, te estoy secuestrando a mi camioneta. —Dio vuelta la esquina con ella y se dirigió hacia abajo por la huella hasta el sucio estacionamiento donde había dejado el vehículo. El recorrido no fue largo, pero el sol pegaba fuerte y aunque era delgada, también era musculosa… no tan liviana como él había esperado. No es que él estaba de humor para escuchar las quejas. Había sonidos más eróticos que deseaba oír y pronto.
—¿Esto se trata de una antigua tradición?
—Es una cosa comanche. Atacamos por sorpresa para conseguir a las mujeres.
—No creí que necesitarías recurrir a eso.
—Créeme, no estoy escaso. Pero tú eres un caso especial.
—¿Soy especial? —dijo alegremente—. Serios sonidos.
—_____…
—¿Sí?
—Cállate o sacaré la cinta adhesiva de la guantera y lo haré oficial.
—¿Vas a atarme las manos?
La pequeña bruja sonaba excitada ante la perspectiva.
—No, esa preciosa boca tuya.
—¿Crees que mi boca es preciosa?
—¿Dije eso? —bromeó.
—Uh-huh. Dos veces.
La camioneta de Joseph estaba estacionada al lado de la de ella, él la dejó caer en el asiento delantero y le tendió las manos por las llaves.
—¿Crees que voy a sentarme aquí mientras me cierras con llave? ¿Y qué acerca de mi equipo? No es barato.
Joseph gruñó, a continuación abrió la guantera y metió la mano por el rollo de cinta.
Los ojos de _____ se abrieron ampliamente.
¿Así que no le había creído? Bien. No la quería tan confiada. Le agarró las manos, se las levantó sobre la cabeza y luego usó la cinta adhesiva para atarle las muñecas al portaequipaje de las armas detrás de la cabeza. Cuando terminó, se echó hacia atrás y sonrió.
Los labios estaban aplanados, los ojos disparando dagas en su dirección.
—Deberías haber mantenido tu boca cerrada —le dijo, sacudiendo la cabeza. Luego regresó camin ando cómodamente por el sendero y recogió las almohadillas y el equipo.
Cuando regresó, tenía la cabeza contra el apoyacabezas lo que le arqueaba la espalda. El suave contorno de los pechos sobresalía hacia afuera y Joseph sintió esa misma satisfacción oscura que tuvo el día en el acantilado. Podría hacer lo que quisiera con ella y estaría indefensa para resistirse.
Debía tener más sangre de sus ancestros corriendo por él que lo que alguna vez había imaginado… o tal vez era simplemente la mujer.
La cabeza de _____ giró en su dirección y luego bruscamente hacia adelante; el semblante ceñudo le hacía más oscuros los ojos. Los labios haciendo un mohín.
Joseph comenzó a silbar mientras echaba la carga en la cajuela de la camioneta y dio la vuelta hacia su puerta. Una vez dentro, no la miró, sabiendo que ignorándola la volvería loca.
Encendió el gas y la camioneta avanzó bruscamente hacia adelante. Por el rabillo del ojo la observó aferrar las ataduras y apretar con fuerza el pie contra el suelo del vehículo para evitar ser arrojada por la cabina. Una vez más una sonrisa amenazó con atravesarle la boca, pero se opuso al deseo. Ningún disfrute dejándola saber que estaba gozando de esto.
El viaje hasta su rancho le llevó apenas unos minutos, pero fue tiempo suficiente para que la tormenta los alcanzara. Las nubes se abrieron. La lluvia azotaba lateralmente con ráfagas de viento.
Aparcó frente al porche en lugar de en el garaje, no queriendo luchar contra ella desde tan lejos para meterla en la casa. Abrió la puerta de un empujón, regresó rápidamente hacia la de ella y la abrió antes de que tuviera una oportunidad de pensar el próximo movimiento.
Bien. Déjala que se las componga y se pregunte lo qué él tenía en mente. Aunque ella tenía que tener una idea bastante buena que la prioridad número uno era la instantánea erección que había empujado su tenso vientre cuando la sostuvo contra la roca.
Se quedó de pie en la abertura de la puerta, la lluvia cayéndole sobre la cabeza y los hombros y retiró la cinta. Luego extendió las manos para tapar la abertura y evitar su fuga y dijo:
—¿Vas a venir pacíficamente o tengo que acarrearte adentro?
—¿Por qué me traes aquí?
Él notó la callada excitación brillándole tenuemente en los ojos.
—¿Temes que te trajera aquí para exigir venganza?
Levantó la barbilla, pero la mirada que le dio por debajo de las pestañas era pura invitación.
—Depende si tu modo de venganzas es dulce o no.
El ardor agitó su sexo.
—Sal de la camioneta —gruñó.
Lo miró recelosamente.
—Vas a tener que darme espacio.
Retrocedió medio paso y ella se deslizó al suelo, el cuerpo resbalando por delante del de él. Se paró con los zapatos de suela delgada para escalar y él recordó una vez más qué tan pequeña era. Tendía a olvidar ese hecho cuando estaba en su compañía porque era tan malditamente irascible.
—¿No se supone que vayas a ofrecerme un baño caliente y comida?
—Tal vez más tarde.
La mirada de _____ rozó el rostro de Joseph. Abrió la boca para decir algo, luego pareció cambiar de idea porque cerró con fuerza los labios.
—¿Qué? ¿Ningún retorno?
—¿Piensas que voy a discutir con mi secuestrador?
—Siempre que sepas quién está a cargo aquí…
Un escalofrío sacudió el cuerpo delgado y él se preguntó si estaba helada o excitada. Sólo había una forma de averiguarlo.
Con el vapor levantándose de sus cuerpos calientes, él le empujó las caderas al ras de las suyas, se inclinó hacia ella y luego esperó. Era demasiado alto para presionar su boca en la de ella sin un poco de cooperación. Le dejó la elección.
_____ se lamió los labios, parpadeando en contra del agua cayendo de su cara. Su lengua dio un golpecito para capturar la humedad goteando sobre el arco del labio superior.
Joseph le frotó los pulgares sobre el vientre, incrementando la presión de los dedos extendidos sobre las caderas y dejó que el distintivo bulto en la parte delantera de los pantalones la empujara a responder.
_____ abrió la boca. Subió rápidamente las manos a los hombros de Joseph y lentamente se levantó.
El beso contenía un mundo de promesas… dulce y carnal a la vez y lo tuvo meneándose en segundos, las manos sujetándola lo suficientemente duro como para magullar, pero ella no protestó.
Joseph la devoraba, la lengua le saboreaba el exuberante labio inferior, paladeando el creciente deseo, que ella confirmó con una sexy palpitación interior. Le agarró firmemente las nalgas y surcó su vientre dejándola saber exactamente a dónde llevaba.
_____ no puso reparos. Audazmente abrió la boca y esperó hasta que él metió la lengua de nuevo, luego la agarró con los labios y la chupó, dándole un indicio de adonde estaba dispuesta a ser llevada.
Joseph levantó la cabeza, luego se inclinó y la levantó en sus brazos. Ella metió la cabeza en el hueco de su cuello.
—¿Esto es aún por venganza? —preguntó _____ con un hilo de voz.
—Es por un montón de cosas. Algunas no muy agradables. ¿Importa?
—No.
El cuerpo se tensó dentro de su abrazo y por un momento él pensó que ella había cambiado de idea. Lo último que deseaba admitir era lo mucho que no quería que eso sucediera.
Joseph caminó a grandes zancadas hacia los escalones del porche y la dejó en el suelo al lado de la puerta mientras pescaba las llaves del bolsillo y la abría, todo el tiempo vigilándola por el rabillo del ojo.
Los brazos de _____ estaban cruzados sobre el pecho; el labio inferior entre sus dientes. Pensaba duro, pero los pezones esbozados tan debeladoramente debajo de la delgada camiseta eran nítidos, las puntas erectas. Los muslos apretados, deslizándose hacia adelante y hacia atrás.
No estaba retrocediendo. Estaba tan caliente por esto como él.
El cuerpo de Joseph estaba tenso, su polla pesada y palpitante. Giró el picaporte y abrió la puerta, deteniéndose para echarle un vistazo.
—Tú primero.
—Apuesto a que será la última vez que oiré eso esta noche —dijo ella con voz tensa.
—No sé con qué clase de hombres has estado, pero basado en tu chispeante personalidad, diría que has sido decepcionada una o dos veces.
Se deslizó por delante de él, entrando en la casa rápidamente y luego se desaceleró cuando estiró el cuello mirando alrededor de la habitación.
—No creo que sea desilusionada —dijo con voz entrecortada cuando la mirada cayó sobre la alfombra multicolor que se extendía por el suelo de madera—. No tengo expectativas. Recuerda, tú me trajiste aquí. En contra de mi voluntad.
—¿La casa no es lo qué esperabas?
—Es… colorida.
Joseph dio una rápida mirada alrededor y se encogió de hombros.
—A nuestra madre le gustaban los colores brillantes. No me he molestado en cambiar nada.
—No tienes que hacerlo. Es agradable. Cálida.
—Es de color naranja, amarillo y roja. Duelen los ojos a primera hora de la mañana.
—Es un dicho típico de un hombre. Me imagino que serías más feliz sí todo fuera de color marrón.
—¿Qué hay de malo con el color marrón?
Levantó las manos, los dedos extendidos.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por recordarme que no eres diferente al resto de los de tu sexo.
—¿Lo crees? Entonces, ¿cualquier hombre serviría?
La lengua de _____ mojó el labio inferior y luego levantó la barbilla.
—¿No te reveló nada la otra noche en el Stone Pony?
El cuerpo de Joseph se puso rígido con el recuerdo de lo que había visto. Ella borracha contra el pecho de Johnny, las manos de su hermano vagando por su espalda y por la curva de su trasero. Su mirada fija, desafiándolo incluso cuando inclinó la cabeza para permitir que Johnny deslizara los labios por la sedosa piel del cuello.
Encogió los puños y caminó a los trancos hacia ella.
_____ abrió ampliamente los ojos y luego giró mientras buscaba un escape. Se lanzó hacia la puerta del pasillo y él la siguió. Le ahorraría algunos problemas si precisamente iba hacia el final del pasillo y trataba de esconderse dentro del dormitorio.
Mirando por encima del hombro, abrió de un empujón la puerta del baño y entró, pero él había perdido lo que le quedaba de paciencia y le envolvió un brazo alrededor de la cintura para empujarla de regreso al pasillo.
Se encabritó contra él, empujando el brazo hacia abajo, pero la sujetó más cerca y caminó rápidamente hacia el dormitorio. La sangre martillaba las sienes de Joseph, los músculos se engrosaron, aguijoneados por una descarga de adrenalina y anticipación sensual.
Dio una patada hacia atrás para cerrar violentamente la puerta y la echó sobre la cama.
_____ gateó hacia el otro lado del colchón, comenzando a rodar sobre el vientre para alejarse, pero él ya estaba sobre ella, girándola, las manos yendo directamente a la cintura. El cinturón colgado sobre la cadera de _____ se fue primero, junto con la bolsa de tiza que cayó con un ruido sordo y una nube de pálido polvillo. Metió los dedos bajo el elástico de la cintura y tiró, arrastrando los pantalones cortos y las bragas hacia abajo por las piernas esbeltas, quitando bruscamente los zapatos en el proceso.
Sus brazos lo azotaron, las manos yendo directamente al cabello de Joseph, tirando con fuerza.
Él le aferró el dobladillo de la camiseta y se la pasó bruscamente sobre la cabeza. El sostén deportivo resultó ser más desafiante, pero se las arregló para sacarlo también. Luego cayó encima de ella, aún completamente vestido y calado hasta los huesos. Utilizó su pecho, muslos y manos para inmovilizarla sobre el colchón.
_____ se resistía debajo de él, las respiraciones violentamente jadeantes.
La dejó pelear hasta que se cansó, temblando debajo de él. Los ojos eran rendijas feroces. Los labios temblaban por los sollozos destrozados, entrecortados.
Joseph nunca había doblegado una mujer por la fuerza antes. Nunca había sentido el deseo antes de ahora. Apoyándose encima de ella, las piernas de _____ se abrieron debajo de él, su cuerpo estremeciéndose, él sintió el calor aumentar entre los muslos, engrosando la ya rígida polla hasta el punto del dolor.
Le llevó las manos juntas por encima de la cabeza y las agarró con fuerza con una mano. A continuación, levantó las caderas lo suficientemente alto para abrir de un tirón el cinturón, el botón y luego la cremallera de los pantalones.
Su polla brincó de la abertura, aterrizando sobre el vientre suave y caliente de ella y sólo podía sentir alivio y movilizadora tensión que no lo dejaría tomarse el tiempo para bajarse los pantalones por las caderas.
Apoyó las rodillas en el colchón y se arraigó por un segundo entre las piernas de _____, luego la penetró bruscamente.
—Dios. ¡Joder! —Había soñado con follarla, incontables noches, despertando para encontrar su puño envuelto alrededor de la polla. Ahora, rodeado de su calor, no podría detenerse, no podría frenar la excitación acalambrándole las bolas. Con sólo tres duros empujes se tensó, las respiraciones se entremezclaron y el semen se disparó en ardientes chorros dentro de ella.
Aún así no podía parar de moverse contra ella varios segundos después. Sólo cuando se detuvo completamente, admitió que esto no se había tratado sólo de sexo, que no se había tratado de atracción… pura, la apasionada venganza lo había mantenido cautivo mientras la tomó.
Ella lo había convertido en un inexperto, sin embargo involuntario, por semanas mientras había luchado contra el deseo por ella. Luego al verla con Johnny, sus brazos y manos rodeándola, había saboreado la bilis ardiéndole en el vientre mucho tiempo después de que la hubiera dejado en el estacionamiento. Horas más tarde se había ido a la cama y había clavado los ojos en el cielorraso preguntándose cómo olvidaría esta atracción.
La cabeza se hundió en el colchón al lado de ella. El leve estremecimiento de su vientre contra el de él, las bocanadas de sus superficiales respiraciones, le habrían dicho que ella había estado muy cerca de llegar al orgasmo, si las suaves y lánguidas convulsiones ondeando a lo largo de su polla ablandándose no lo hubieran puesto al corriente.
No podía evitar su enojo con ella, con Johnny, el que había provocado con sus palabras descuidadas. No lo pudo dejar ir el tiempo suficiente para ocuparse de su placer… porque la quería lastimar.
Joseph se deslizó fuera de su coño, tensando la mandíbula ante la pérdida de la húmeda y tibia calidez. Se echó hacia atrás en el colchón, sin mirarla a los ojos, luego se volvió y arrastró la camisa sobre la cabeza. Siguieron las botas y los pantalones, pero no la miró.
De pie con las manos en las caderas, no estaba enojado. Pero ahora la vergüenza comenzaba a deslizarse por los bordes de su conciencia.
—Joseph… —dijo _____ detrás de él, con voz muy suave y estrangulada, se preguntó si la había hecho llorar y cerró los ojos—. Lo siento.
sofiii1
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Sangre Caliente (Joe y ____) Empty Re: Sangre Caliente (Joe y ____)

Mensaje por andreita Mar 01 Mayo 2012, 9:57 am

volviste pense que no ibas a seguir la nove!!!1
quiero que etsen bn
andreita
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