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Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
Pf que puede que no ni que puede que no ! si ya llegamos :D
Flor
Re: Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
chicas solo les pedi una pagina!!!! no 3!!!! :pale: pero bueno un trato es un trato!! :D y por ser las lectoras mas geniales del mundo les subire dos!!! solo esperenme un momentito va!!
Andrea P. Jonas:)
Re: Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
aki va el primero!
Increiblemente, el desayuno fue muy agradable. Era una de las pocas veces que _____ recordaba haber pasado más de diez minutos en compañía de Nick sin que éste la pinchara constantemente. Le daba la impresión de que, de algún modo, la conversación que acababan de tener había obrado un cambio en la tempestuosa relación que tenían.
— Bueno, entonces, ¿cuánto tardaran en hacer las maletas? —les preguntó él, mientras apuraba su segunda taza de café.
En la mesa contigua, un grupito de chicas le lanzaban miradas, cuchicheaban entre sí y prorrumpían en risitas.
—En cuanto pueda, para poder tomar el primer vuelo que salga para Nueva York —se apresuró a decir _____.
Nick la observó, y pudo leer una expresión inequívoca de pánico en su rostro.
—Tú y yo resolveremos nuestras diferencias este verano —le dijo en un tono que hizo que sintiera un cosquilleo en el estómago—. Demi quiere que vengas, y no hay razón para que le niegues tu compañía.
A _____ le preocupaba dónde pudiera conducirles el resolver sus diferencias. Los hombres la intimidaban bastante, y más aún Nick. Además, había ciertas heridas que no quería que se reabrieran.
—Es imposible... —farfulló—. La agencia tendrá varios trabajos para mí este verano y...
— Seguro que podrás tomarte unas vacaciones — apuntó él—. Además, Demi me ha dicho que durante estos últimos meses también has tenido un trabajo nocturno. No te vendrían mal unos días de descanso... siempre y cuando no te pases el día haciéndome ojitos.
_____ advirtió el tono guasón en su voz, y cuando alzó la vista lo encontró sonriendo. Ella misma no pudo evitar esbozar también una sonrisa, y aquello acentuó de tal modo la belleza de su rostro, que Nick se quedó mirándola hasta que ella bajó los ojos, azorada.
—Además, ¿dónde vas a ir si no? —añadió él, retomando su tono cínico, como si se hubiera arrepentido de su amabilidad—, ¿con esa tía tuya ninfómana, o a pasar el verano tú sola a ese enorme y solitario apartamento?
—Hace media hora no te habría importado si te hubiera dicho que iba a pasarlo en la jaula de los osos en el zoo —le recordó _____ irritada por el hecho de que arremetiera otra vez contra su tía.
No es que ella le tuviera mucho cariño, pero Nick no tenía derecho a juzgar las vidas de los demás como le gustaba hacer.
—Por favor, _____, ven al rancho, no le hagas caso a mi hermano —le rogó Demi interviniendo—. Si te tengo a ti de carabina, Nick me dejará perseguir a Joseph por el rancho todo lo que quiera —apuntó riéndose.
—¿Joseph? —repitió su hermano, frunciendo el ceño—. ¿No te referirás por casualidad a mi capataz, verdad?
Demi pestañeó y le lanzó una mirada coqueta.
—Es que me interesa mucho la ganadería —murmuró con fingida inocencia.
—Pues no te intereses demasiado por Joseph — le advirtió Nick—. Tengo mejores planes para ti.
—¿Siempre tienes que andar dirigiendo la vida a los demás? —le espetó _____, desafiante.
Nick la miró fijamente.
—Ten cuidado, no vaya a querer dirigir la tuya —farfulló.
_____ sonrió divertida ante la fanfarrona amenaza.
—¿Por qué ibas a querer hacerlo? No soy más que una huérfana sin contactos, criada en el seno de una familia pobre, y que trabaja en el sórdido mundo de la moda —le recordó.
Nick le lanzó una mirada furibunda, pero las dos jóvenes prorrumpieron en risas.
— ¡Oh, callense! —gruñó él, poniéndose de pie—. Tengo que hacer un par de cosas antes de irnos. Vallan haciendo las maletas. Volveré dentro de un par de horas para recogerlas, así que más vale que estén listas.
Horas después estaban camino de Calgary, en el aeroplano de Nick.
—Estoy deseando que conozcas a Joseph —le dijo Demi a su amiga—. Mi hermano lo contrató hace un par de meses.
—Debe ser un tipo muy especial para que estés tan entusiasmada —contestó _____, riéndose suavemente.
Demi suspiró.
—Oh, lo es. Tiene los ojos castaños, el cabello negro y el cuerpo de una estrella de cine. Ya verás, _____, te va a encantar... bueno, aunque espero que no te guste demasiado —añadió medio en broma—. No creo que pudiera competir contigo, eres mil veces más guapa que yo.
—No digas bobadas —replicó su amiga—, pero si eres preciosa...
—Y tú una aduladora, pero aun así eres mi mejor amiga —contestó Demi riéndose. Se recostó en el asiento, repentinamente seria—. Siento lo de esta mañana, _____ —murmuró—. Nick no debió decir las cosas que dijo. No he pasado tanta vergüenza en toda mi vida. Quería que me tragara la tierra.
_____ se encogió de hombros.
—Nick y yo somos viejos enemigos —le recordó—. No sé por qué me odia tanto, pero es así.
—La verdad es que yo tampoco lo entiendo... — murmuró su amiga—, sobre todo porque mi hermano es la clase de persona que se lleva tan bien con todo el mundo. Tiene esa vena arrogante, claro está, pero en el fondo es un pedazo de pan. Y un trabajador incansable también: desde que papá murió se ha esforzado al máximo por mantener la productividad del rancho. Si no fuera por él, no sé dónde estaríamos ahora mi madre y yo. Por eso no comprendo que se meta contigo, cuando tú también eres una luchadora nata, como él. La hostilidad que emanaba hacia ti... ¡Y cuando te siguió fuera...! No podía creérmelo, la verdad.
—Pues ya somos dos —respondió _____—. Casi le di un bofetón.
— ¿En serio? —exclamó su amiga entusiasmada, con los ojos como platos—. ¿Y qué hizo él?
_____ se sonrojó. Sería un duro golpe para su amor propio confesar que había parado el golpe y que la había obligado a ir de su mano hasta el comedor.
—Lo... esquivó —mintió. Demi se rió encantada.
— ¡Imagínate, tú plantándole cara a mi hermano mayor! Hasta ahora nunca te habías atrevido a hacerlo. Y cuando éramos adolescentes y se metía contigo, lo que hacías era echarte a llorar y salir corriendo. Y luego él se sentía como un canalla y lo pagaba gritándoles a los peones —recordó riéndose—. Casi resultaba gracioso. Los hombres se ponían nerviosos en cuanto ponías un pie en el rancho.
_____ se removió incómoda en su asiento.
—Lo sé. A decir verdad, he estado rechazando tus últimas invitaciones para evitar a tu hermano, y en Semana Santa no me habría dejado convencer si no hubiera sido porque tenía a un conocido de mi tía persiguiéndome. Es un hombre insufrible, no acepta un no por respuesta. A mi tía le hace gracia, pero a mí me pone de los nervios.
— Ya veo —murmuró su amiga—. _____ —le dijo al cabo de unos instantes de silencio—, nunca me dijiste que ocurrió en Semana Santa entre Nick y tú. ¿Qué pasó?
—Pues... que le eché encima un cubo de pienso — farfulló.
Una verdad a medias era lo único que podía darle.
Demi abrió los ojos como platos.
— ¡Me estás tomando el pelo! —exclamó incrédula.
_____ bajó la vista a su regazo.
—Bueno, fue sólo por un pequeño... em... desacuerdo —continuó improvisando—. ¡Oh, fíjate! — exclamó mirando por la ventanilla—. Ya debemos estar sobrevolando Alberta. ¡Mira esa llanura!
Demi echó un vistazo por encima del hombro de su amiga.
—Podría ser —murmuró. Miró su reloj de pulsera—, pero no hace tanto que salimos. Debe ser Saskatchewan. Le preguntaré a mi hermano —dijo poniéndose de pie.
Los ojos de _____ siguieron a su amiga hasta que desapareció tras la puerta de la cabina, y al volver el rostro hacia la ventanilla, regresaron los recuerdos de aquel día de Semana Santa...
Por la mañana, al despertar, vio que Demi estaba todavía dormida y decidió salir sola a dar un paseo a caballo por el rancho. Así pues, se había duchado y vestido, y había corrido al establo a pedirle a Happy, el amable anciano que se encargaba de adiestrar a los caballos, y que la había enseñado a montar al negarse Nick a hacerlo, que le ensillara uno.
Sin embargo, cuando llegó al establo, Happy no estaba allí, y en cambio fue con Nick con quien se topó. Nada más verlo, supo que habría problemas. Cuando algo lo irritaba, ladeaba la cabeza y entornaba un ojo de un modo característico, pero ella, que se había puesto a la defensiva automáticamente, no advirtió aquellos signos de peligro.
Cuando Nick se enteró de por qué estaba allí, le dijo que volviera a la casa.
—Sé montar —protestó ella—. Happy me ha enseñado.
—Me importa un bledo —gruñó él—. Mis hombres han visto huellas de osos en el perímetro del rancho esta primavera, así que no voy a permitir que te vayas por ahí sola.
Ella sintió que la invadía un profundo odio hacia él, un odio alimentado por el hecho de que él parecía no haberse dado cuenta siquiera de que en los últimos días estaba cuidando más su apariencia. Desde el primer momento se había sentido atraída por Nick, y se le había ocurrido que, tal vez, si lograra que él se fijara en ella, se mostraría un poco más amable. Una idea ciertamente absurda.
— ¡No me dan miedo los osos! —casi le gritó.
—Pues deberían dártelo —masculló Nick, mirándola de arriba abajo—. No tienes idea de lo que las zarpas y los dientes de un oso pueden hacerle a ese cuerpo joven y perfecto.
Ella se había quedado paralizada por sus palabras. Cuando al fin había conseguido su atención, reaccionaba como una colegiala asustada.
Se apartó de él, y aquello pareció irritarlo.
—No te hagas la chica recatada conmigo. Probablemente sabes más de sexo que yo, así que, ¿por qué fingir? Dime, ¿con cuántos hombres te has acostado?
Aquello había colmado su paciencia. Había un cubo lleno de pienso sobre un barril a su lado, y lo agarró con intención de arrojarle su contenido a la cara, pero Nick fue más rápido. La agarró de las muñecas, sujetándoselas tras su espalda, y la atrajo hacia sí.
—Eso... —gruñó—, ha sido una estupidez. ¿Qué es lo que quieres demostrar?, ¿Que no te gusta lo que eres?
— ¡Tú no sabes lo que soy! —le gritó ella, dolida, mirándolo con aprehensión.
—¿Ah, no?
Las fuertes manos de Nick la atrajeron más hacia sí, y sus blandos senos quedaron aplastados contra el fornido pecho.
— Últimamente no has estado comportándote precisamente como una chica tímida —le dijo en un tono sensual que despertó nuevas sensaciones en su tenso cuerpo—: con esos vestidos entallados y escote en uve, lanzándome miraditas cada vez que nos cruzábamos... — le soltó las muñecas y sus manos se deslizaron por debajo del dobladillo de la blusa que llevaba puesta, tocando la suave piel de su espalda. Aquella caricia era increíblemente gentil, pero a la vez abrasadora—. Acércate más —murmuró, mirándola a los ojos.
Sus piernas lo obedecieron sin saber qué hacían, y sintió un excitante cosquilleo al frotar sus senos contra el tórax masculino, aun a través de la ropa que los separaba. Las expertas manos de Nick estaban haciendo estragos en ella mientras recorrían su piel de satén y bajaban hasta sus caderas, apretándola más contra sí.
Capitulo 3
Increiblemente, el desayuno fue muy agradable. Era una de las pocas veces que _____ recordaba haber pasado más de diez minutos en compañía de Nick sin que éste la pinchara constantemente. Le daba la impresión de que, de algún modo, la conversación que acababan de tener había obrado un cambio en la tempestuosa relación que tenían.
— Bueno, entonces, ¿cuánto tardaran en hacer las maletas? —les preguntó él, mientras apuraba su segunda taza de café.
En la mesa contigua, un grupito de chicas le lanzaban miradas, cuchicheaban entre sí y prorrumpían en risitas.
—En cuanto pueda, para poder tomar el primer vuelo que salga para Nueva York —se apresuró a decir _____.
Nick la observó, y pudo leer una expresión inequívoca de pánico en su rostro.
—Tú y yo resolveremos nuestras diferencias este verano —le dijo en un tono que hizo que sintiera un cosquilleo en el estómago—. Demi quiere que vengas, y no hay razón para que le niegues tu compañía.
A _____ le preocupaba dónde pudiera conducirles el resolver sus diferencias. Los hombres la intimidaban bastante, y más aún Nick. Además, había ciertas heridas que no quería que se reabrieran.
—Es imposible... —farfulló—. La agencia tendrá varios trabajos para mí este verano y...
— Seguro que podrás tomarte unas vacaciones — apuntó él—. Además, Demi me ha dicho que durante estos últimos meses también has tenido un trabajo nocturno. No te vendrían mal unos días de descanso... siempre y cuando no te pases el día haciéndome ojitos.
_____ advirtió el tono guasón en su voz, y cuando alzó la vista lo encontró sonriendo. Ella misma no pudo evitar esbozar también una sonrisa, y aquello acentuó de tal modo la belleza de su rostro, que Nick se quedó mirándola hasta que ella bajó los ojos, azorada.
—Además, ¿dónde vas a ir si no? —añadió él, retomando su tono cínico, como si se hubiera arrepentido de su amabilidad—, ¿con esa tía tuya ninfómana, o a pasar el verano tú sola a ese enorme y solitario apartamento?
—Hace media hora no te habría importado si te hubiera dicho que iba a pasarlo en la jaula de los osos en el zoo —le recordó _____ irritada por el hecho de que arremetiera otra vez contra su tía.
No es que ella le tuviera mucho cariño, pero Nick no tenía derecho a juzgar las vidas de los demás como le gustaba hacer.
—Por favor, _____, ven al rancho, no le hagas caso a mi hermano —le rogó Demi interviniendo—. Si te tengo a ti de carabina, Nick me dejará perseguir a Joseph por el rancho todo lo que quiera —apuntó riéndose.
—¿Joseph? —repitió su hermano, frunciendo el ceño—. ¿No te referirás por casualidad a mi capataz, verdad?
Demi pestañeó y le lanzó una mirada coqueta.
—Es que me interesa mucho la ganadería —murmuró con fingida inocencia.
—Pues no te intereses demasiado por Joseph — le advirtió Nick—. Tengo mejores planes para ti.
—¿Siempre tienes que andar dirigiendo la vida a los demás? —le espetó _____, desafiante.
Nick la miró fijamente.
—Ten cuidado, no vaya a querer dirigir la tuya —farfulló.
_____ sonrió divertida ante la fanfarrona amenaza.
—¿Por qué ibas a querer hacerlo? No soy más que una huérfana sin contactos, criada en el seno de una familia pobre, y que trabaja en el sórdido mundo de la moda —le recordó.
Nick le lanzó una mirada furibunda, pero las dos jóvenes prorrumpieron en risas.
— ¡Oh, callense! —gruñó él, poniéndose de pie—. Tengo que hacer un par de cosas antes de irnos. Vallan haciendo las maletas. Volveré dentro de un par de horas para recogerlas, así que más vale que estén listas.
Horas después estaban camino de Calgary, en el aeroplano de Nick.
—Estoy deseando que conozcas a Joseph —le dijo Demi a su amiga—. Mi hermano lo contrató hace un par de meses.
—Debe ser un tipo muy especial para que estés tan entusiasmada —contestó _____, riéndose suavemente.
Demi suspiró.
—Oh, lo es. Tiene los ojos castaños, el cabello negro y el cuerpo de una estrella de cine. Ya verás, _____, te va a encantar... bueno, aunque espero que no te guste demasiado —añadió medio en broma—. No creo que pudiera competir contigo, eres mil veces más guapa que yo.
—No digas bobadas —replicó su amiga—, pero si eres preciosa...
—Y tú una aduladora, pero aun así eres mi mejor amiga —contestó Demi riéndose. Se recostó en el asiento, repentinamente seria—. Siento lo de esta mañana, _____ —murmuró—. Nick no debió decir las cosas que dijo. No he pasado tanta vergüenza en toda mi vida. Quería que me tragara la tierra.
_____ se encogió de hombros.
—Nick y yo somos viejos enemigos —le recordó—. No sé por qué me odia tanto, pero es así.
—La verdad es que yo tampoco lo entiendo... — murmuró su amiga—, sobre todo porque mi hermano es la clase de persona que se lleva tan bien con todo el mundo. Tiene esa vena arrogante, claro está, pero en el fondo es un pedazo de pan. Y un trabajador incansable también: desde que papá murió se ha esforzado al máximo por mantener la productividad del rancho. Si no fuera por él, no sé dónde estaríamos ahora mi madre y yo. Por eso no comprendo que se meta contigo, cuando tú también eres una luchadora nata, como él. La hostilidad que emanaba hacia ti... ¡Y cuando te siguió fuera...! No podía creérmelo, la verdad.
—Pues ya somos dos —respondió _____—. Casi le di un bofetón.
— ¿En serio? —exclamó su amiga entusiasmada, con los ojos como platos—. ¿Y qué hizo él?
_____ se sonrojó. Sería un duro golpe para su amor propio confesar que había parado el golpe y que la había obligado a ir de su mano hasta el comedor.
—Lo... esquivó —mintió. Demi se rió encantada.
— ¡Imagínate, tú plantándole cara a mi hermano mayor! Hasta ahora nunca te habías atrevido a hacerlo. Y cuando éramos adolescentes y se metía contigo, lo que hacías era echarte a llorar y salir corriendo. Y luego él se sentía como un canalla y lo pagaba gritándoles a los peones —recordó riéndose—. Casi resultaba gracioso. Los hombres se ponían nerviosos en cuanto ponías un pie en el rancho.
_____ se removió incómoda en su asiento.
—Lo sé. A decir verdad, he estado rechazando tus últimas invitaciones para evitar a tu hermano, y en Semana Santa no me habría dejado convencer si no hubiera sido porque tenía a un conocido de mi tía persiguiéndome. Es un hombre insufrible, no acepta un no por respuesta. A mi tía le hace gracia, pero a mí me pone de los nervios.
— Ya veo —murmuró su amiga—. _____ —le dijo al cabo de unos instantes de silencio—, nunca me dijiste que ocurrió en Semana Santa entre Nick y tú. ¿Qué pasó?
—Pues... que le eché encima un cubo de pienso — farfulló.
Una verdad a medias era lo único que podía darle.
Demi abrió los ojos como platos.
— ¡Me estás tomando el pelo! —exclamó incrédula.
_____ bajó la vista a su regazo.
—Bueno, fue sólo por un pequeño... em... desacuerdo —continuó improvisando—. ¡Oh, fíjate! — exclamó mirando por la ventanilla—. Ya debemos estar sobrevolando Alberta. ¡Mira esa llanura!
Demi echó un vistazo por encima del hombro de su amiga.
—Podría ser —murmuró. Miró su reloj de pulsera—, pero no hace tanto que salimos. Debe ser Saskatchewan. Le preguntaré a mi hermano —dijo poniéndose de pie.
Los ojos de _____ siguieron a su amiga hasta que desapareció tras la puerta de la cabina, y al volver el rostro hacia la ventanilla, regresaron los recuerdos de aquel día de Semana Santa...
Por la mañana, al despertar, vio que Demi estaba todavía dormida y decidió salir sola a dar un paseo a caballo por el rancho. Así pues, se había duchado y vestido, y había corrido al establo a pedirle a Happy, el amable anciano que se encargaba de adiestrar a los caballos, y que la había enseñado a montar al negarse Nick a hacerlo, que le ensillara uno.
Sin embargo, cuando llegó al establo, Happy no estaba allí, y en cambio fue con Nick con quien se topó. Nada más verlo, supo que habría problemas. Cuando algo lo irritaba, ladeaba la cabeza y entornaba un ojo de un modo característico, pero ella, que se había puesto a la defensiva automáticamente, no advirtió aquellos signos de peligro.
Cuando Nick se enteró de por qué estaba allí, le dijo que volviera a la casa.
—Sé montar —protestó ella—. Happy me ha enseñado.
—Me importa un bledo —gruñó él—. Mis hombres han visto huellas de osos en el perímetro del rancho esta primavera, así que no voy a permitir que te vayas por ahí sola.
Ella sintió que la invadía un profundo odio hacia él, un odio alimentado por el hecho de que él parecía no haberse dado cuenta siquiera de que en los últimos días estaba cuidando más su apariencia. Desde el primer momento se había sentido atraída por Nick, y se le había ocurrido que, tal vez, si lograra que él se fijara en ella, se mostraría un poco más amable. Una idea ciertamente absurda.
— ¡No me dan miedo los osos! —casi le gritó.
—Pues deberían dártelo —masculló Nick, mirándola de arriba abajo—. No tienes idea de lo que las zarpas y los dientes de un oso pueden hacerle a ese cuerpo joven y perfecto.
Ella se había quedado paralizada por sus palabras. Cuando al fin había conseguido su atención, reaccionaba como una colegiala asustada.
Se apartó de él, y aquello pareció irritarlo.
—No te hagas la chica recatada conmigo. Probablemente sabes más de sexo que yo, así que, ¿por qué fingir? Dime, ¿con cuántos hombres te has acostado?
Aquello había colmado su paciencia. Había un cubo lleno de pienso sobre un barril a su lado, y lo agarró con intención de arrojarle su contenido a la cara, pero Nick fue más rápido. La agarró de las muñecas, sujetándoselas tras su espalda, y la atrajo hacia sí.
—Eso... —gruñó—, ha sido una estupidez. ¿Qué es lo que quieres demostrar?, ¿Que no te gusta lo que eres?
— ¡Tú no sabes lo que soy! —le gritó ella, dolida, mirándolo con aprehensión.
—¿Ah, no?
Las fuertes manos de Nick la atrajeron más hacia sí, y sus blandos senos quedaron aplastados contra el fornido pecho.
— Últimamente no has estado comportándote precisamente como una chica tímida —le dijo en un tono sensual que despertó nuevas sensaciones en su tenso cuerpo—: con esos vestidos entallados y escote en uve, lanzándome miraditas cada vez que nos cruzábamos... — le soltó las muñecas y sus manos se deslizaron por debajo del dobladillo de la blusa que llevaba puesta, tocando la suave piel de su espalda. Aquella caricia era increíblemente gentil, pero a la vez abrasadora—. Acércate más —murmuró, mirándola a los ojos.
Sus piernas lo obedecieron sin saber qué hacían, y sintió un excitante cosquilleo al frotar sus senos contra el tórax masculino, aun a través de la ropa que los separaba. Las expertas manos de Nick estaban haciendo estragos en ella mientras recorrían su piel de satén y bajaban hasta sus caderas, apretándola más contra sí.
Andrea P. Jonas:)
Re: Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
y el segundo! bien chicas cumpli! espero q puedan aguantar a mañana :D no se a q hora subire porq mañana salgo un poko tarde de la escuela :x pero no les faltara cap!! ok? bueno chicas las adoro!! :hug:
—Nick... —gimió ella, poniéndose de puntillas en un intento por alcanzar los tentadores labios a unos milímetros sobre los suyos.
Nick levantó la cabeza lo justo para negarle el contacto, pero sus manos acariciaron insolentes las nalgas femeninas.
—¿Quieres que te bese, _____? —inquirió con una sonrisa burlona.
— Sí... —le rogó ella, olvidando su orgullo—. Sí, por favor...
Cualquier cosa, habría accedido a cualquier cosa con tal que la besara, para que se hiciera realidad ese sueño que la tenía obsesionada desde hacía años.
—¿Hasta qué punto lo quieres? —insistió Nick, inclinándose para tirar suavemente de su labio superior, tomándolo entre los suyos—. ¿Sientes que estás ardiendo por dentro?
—Sí —jadeó ella con los ojos entrecerrados y las rodillas tan débiles que le parecía que iban a doblarse—, oh, sí... por favor... por favor, Nick... —casi sollozó.
Él levantó la cabeza de nuevo, la miró a los ojos, y de pronto la soltó, apartándose de ella y dándole la espalda, de modo que no pudiera ver cómo tenía que esforzarse por controlar el deseo. Cuando se giró de nuevo, no había emoción alguna en su rostro.
—Tal vez por tu cumpleaños —le dijo con una arrogancia pasmosa—. O por Navidad. Pero no ahora, cariño. Soy un hombre ocupado.
Soltó una áspera risotada, y ella se quedó allí de pie desolada como un viejo caserón en ruinas.
—No eres humano —balbució—. Tú. , tú... Eres tan frío como un...
— Sólo con las mujeres que me dejan indiferente —la interrumpió Nick—. Dios, te entregarías incluso a un hombre al que odias... —masculló con desprecio—. ¡Hasta ese punto lo necesitas...!
Y ella lo observó alejarse con su orgullo hecho añicos.
Desde ese día se había jurado que se arrojaría por un acantilado antes que volver a humillarse de ese modo. Lo había evitado con éxito durante el resto de las vacaciones de Semana Santa, y cuando se subió al avión que las llevaría a Demi y a ella de vuelta a Connecticut, ni siquiera lo había mirado.
Volviendo al presente, _____ dejó escapar un pesado suspiro mientras observaba cómo pasaban las nubes junto a la avioneta. Se preguntó si alguna vez lograría olvidar aquello. Aquellos pensamientos habían reavivado en su mente otro recuerdo anterior, que era la causa por la que tenía miedo a los hombres. Irónicamente, Nick, su enemigo declarado, era el único hacia quien no sólo su reacción había sido de curiosidad, sino incluso de deseo.
—Saskatchewan —anunció Demi triunfal, reapareciendo a su lado—, pero Saskatchwan Occidental, así que ya no nos queda tanto para llegar a casa.
El rancho de la familia Jonas, Gray Stag, se encontraba en un verde valle a los pies de las Montañas Rocosas, no muy lejos de Calgary. Tenía una pista de aterrizaje privada, y todas las comodidades que se pudieran soñar: una piscina de agua climatizada, pistas de tenis, unos jardines que eran el orgullo del viejo jardinero de la familia, y que recordaban a _____ a las fotos que había visto de la Francia rural.
La enorme casa donde residían era una copia de una mansión francesa, a la que se llegaba por un largo camino serpenteante de grava flanqueado por altos abetos. Vastas extensiones de prado salvaje se extendían hasta donde alcanzaba la vista, con las escarpadas cumbres nevadas como telón de fondo.
Nick hizo rodar la avioneta hasta el hangar, junto al cual estaba aparcado un Mercedes blanco. Una mujer bajita, delgada, de pelo entrecano y vestida con un traje gris perla los saludó con la mano cuando bajaron del aparato.
— ¡Hola, mamá! —exclamó Demi, corriendo a los brazos abiertos de la mujer, y dejando atrás a _____ y a Nick.
— Dios mío, cualquiera diría que hace años que no se ven, en vez de dos meses —farfulló el ranchero.
—Ojalá mi madre viviera aún y yo pudiera abrazarla así —murmuró _____ con tristeza.
De pronto sintió la mano de Nick posarse en su nuca, y cómo sus dedos la masajeaban ligeramente, en un inesperado gesto compasivo.
—Envidio a Demi —dijo _____, esbozando una pequeña sonrisa—. Se nota que nunca le ha faltado cariño. Es tan extrovertida...
—Al contrario que yo, quieres decir —apuntó Nick, apartando la mano bruscamente.
Ella no estaba pensando eso, pero era cierto que siempre había pensado que en ese sentido eran opuestos.
—Y seguramente opinas que no me importa la mayoría de la gente —añadió Nick, interpretando su silencio como un «sí»
—Bueno, no sé si «la mayoría de la gente», pero sí sé que yo no —respondió _____.
Nick giró el rostro y la miró fijamente a los ojos.
— Sabes muy poco de mí, _____ —le dijo — Nunca te has atrevido a acercarte a mí lo bastante como para conocerme.
Ella rehuyó su intensa mirada.
—Una vez sí lo hice —le recordó con amargura.
—No lo he olvidado —respondió él, estudiando su perfil—. Y muchas veces me he preguntado qué habría pasado si hubiese yacido contigo sobre el heno —añadió, aminorando deliberadamente el paso a medida que se acercaban a su madre y su hermana.
A _____ el corazón le dio un vuelco.
—No me habría entregado sin luchar —le respondió en un tono desafiante.
Nick bajó la vista hacia ella, y una extraña sonrisa arqueó una de las comisuras de sus finos labios.
—¿Eso habrías hecho? —le preguntó con voz sensual—. ¿Tienes la suficiente experiencia como para saber cuánto excita a un hombre el que una mujer deseable intente rechazarlo?
—Dímelo tú —le espetó ella—. Según parece, crees que me he acostado con la mitad de la población masculina de Nueva York.
Nick enarcó una ceja.
—La verdad es que no sé que pensar de ti —admitió—. Cuando creo que he colocado todas las piezas del puzzle me encuentro con que hay una que me había pasado desapercibida. De hecho, estoy empezando a pensar que eres una cuestión que debería estudiar más a fondo.
_____ se puso roja como una amapola, y se sintió furiosa consigo misma por no poder evitar reaccionar así ante sus provocaciones. Pues esa vez iba a ser diferente, se dijo, no iba a lograr ponerla nerviosa.
—No te hagas ilusiones, no voy a hacer nada contigo —le advirtió con aspereza.
—Y yo que tú no daría eso por hecho —farfulló él, sacando un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta, y encendiéndolo mientras la miraba de reojo — Aquella mañana en el establo me lo estabas pidiendo a gritos.
_____ se estremeció ante el recuerdo de su propia debilidad ese día, y cerró los ojos un instante.
—Aunque sea ranchero, eso no significa que me pase todo el día entre ganado —le dijo Nick, dando una calada al cigarrillo—. Sé qué hacer con una mujer, _____, y puedo llegar a perder la cabeza si me tientan. Tú estuviste a punto de conseguirlo, porque los dos sabemos que tú fuiste responsable de lo que casi pasó en el establo: los vestidos escotados, el maquillaje, esas miraditas de «ven aquí y bésame...»
—Basta, por favor —le rogó ella, interrumpiéndolo—. No tienes ni idea de hasta qué punto me arrepiento de aquello, y te agradecería que no volvieras a mencionarlo. Por mi parte no tendrás nada de lo que preocuparte esta vez. No volvería a flirtear contigo aunque me dieran un millón de dólares.
—Y será lo mejor —murmuró él secamente—. Los rancheros vivimos con el temor constante de ser seducidos por las salvajes chicas de ciudad como tú— añadió con una nota de ironía en la voz, y esbozando una media sonrisa.
_____ le habría contestado, pero habían llegado junto a Demi y su madre.
—Cielo santo, el fin del mundo debe estar próximo —dijo la señora Jonas riéndose—. ¿Me engañan mis ojos o por una vez no estáis discutiendo? Hasta me ha parecido ver que sonreías a _____, Nick —dijo mirando fijamente a su hijo.
Nick enarcó una ceja.
—No, ha debido ser un espasmo muscular —respondió.
—Ya decía yo —contestó Denisse Jonas riéndose. Se volvió hacia la joven y la abrazó afectuosamente—. Es maravilloso tenerte aquí, querida. Entre Nick haciendo visitas de negocios aquí y allá, y el repentino interés de Demi por la ganadería... —añadió con una mirada cómplice a su hija—, ya estaba deprimiéndome por lo sola que me iba a sentir este verano —se quedó mirando a _____ un instante—. Espero que tú no vayas a interesarte ahora también por la ganadería.
_____ se echó a reír de buena gana.
—Oh, no, Dios no lo quiera.
—Me alegro —dijo la señora Jonas—. Bueno, ¿vamos a casa? No sé a ustedes, pero a mí no me vendría mal una taza de café. Nick, cariño, ¿querrás conducir tú? —le preguntó a su hijo, colgándose de su brazo.
—¿Cuándo fue la última vez que me monté en un coche contigo al volante? —le espetó él burlón.
—Déjame pensar... —murmuró su madre frunciendo el ceño—. Creo que cuando tenías trece años y te tuve que llevar al dentista porque te habías pegado con Sammy Blain y te había partido un diente... Fue una suerte que te lo pudieran pegar.
Echaron a andar, y detrás de ellos, Demi y _____, que reprimió a duras penas una sonrisa. Era agradable ser parte de una familia, aunque sólo fuera por unas semanas y no fuera su familia de verdad.
Capitulo 4
—Quiero besarte, _____ —susurró inclinándose, de modo que su aliento acarició los labios temblorosos de ella—. Y tú quieres que lo haga, ¿no es verdad? Lo has deseado durante días, meses, años... has sido consciente de esta atracción desde el día en que nos conocimos — su boca se acercó unos milímetros más a la de ella, de un modo tentador, mientras seguía acariciándole la espalda, logrando que se derritiera en sus brazos como un cubito de hielo—. Quieres sentir mis manos por todo tu cuerpo, ¿no es verdad, _____? —murmuró, inclinando la cabeza unos centímetros más, atormentándola al mover los labios mientras hablaba.—Nick... —gimió ella, poniéndose de puntillas en un intento por alcanzar los tentadores labios a unos milímetros sobre los suyos.
Nick levantó la cabeza lo justo para negarle el contacto, pero sus manos acariciaron insolentes las nalgas femeninas.
—¿Quieres que te bese, _____? —inquirió con una sonrisa burlona.
— Sí... —le rogó ella, olvidando su orgullo—. Sí, por favor...
Cualquier cosa, habría accedido a cualquier cosa con tal que la besara, para que se hiciera realidad ese sueño que la tenía obsesionada desde hacía años.
—¿Hasta qué punto lo quieres? —insistió Nick, inclinándose para tirar suavemente de su labio superior, tomándolo entre los suyos—. ¿Sientes que estás ardiendo por dentro?
—Sí —jadeó ella con los ojos entrecerrados y las rodillas tan débiles que le parecía que iban a doblarse—, oh, sí... por favor... por favor, Nick... —casi sollozó.
Él levantó la cabeza de nuevo, la miró a los ojos, y de pronto la soltó, apartándose de ella y dándole la espalda, de modo que no pudiera ver cómo tenía que esforzarse por controlar el deseo. Cuando se giró de nuevo, no había emoción alguna en su rostro.
—Tal vez por tu cumpleaños —le dijo con una arrogancia pasmosa—. O por Navidad. Pero no ahora, cariño. Soy un hombre ocupado.
Soltó una áspera risotada, y ella se quedó allí de pie desolada como un viejo caserón en ruinas.
—No eres humano —balbució—. Tú. , tú... Eres tan frío como un...
— Sólo con las mujeres que me dejan indiferente —la interrumpió Nick—. Dios, te entregarías incluso a un hombre al que odias... —masculló con desprecio—. ¡Hasta ese punto lo necesitas...!
Y ella lo observó alejarse con su orgullo hecho añicos.
Desde ese día se había jurado que se arrojaría por un acantilado antes que volver a humillarse de ese modo. Lo había evitado con éxito durante el resto de las vacaciones de Semana Santa, y cuando se subió al avión que las llevaría a Demi y a ella de vuelta a Connecticut, ni siquiera lo había mirado.
Volviendo al presente, _____ dejó escapar un pesado suspiro mientras observaba cómo pasaban las nubes junto a la avioneta. Se preguntó si alguna vez lograría olvidar aquello. Aquellos pensamientos habían reavivado en su mente otro recuerdo anterior, que era la causa por la que tenía miedo a los hombres. Irónicamente, Nick, su enemigo declarado, era el único hacia quien no sólo su reacción había sido de curiosidad, sino incluso de deseo.
—Saskatchewan —anunció Demi triunfal, reapareciendo a su lado—, pero Saskatchwan Occidental, así que ya no nos queda tanto para llegar a casa.
El rancho de la familia Jonas, Gray Stag, se encontraba en un verde valle a los pies de las Montañas Rocosas, no muy lejos de Calgary. Tenía una pista de aterrizaje privada, y todas las comodidades que se pudieran soñar: una piscina de agua climatizada, pistas de tenis, unos jardines que eran el orgullo del viejo jardinero de la familia, y que recordaban a _____ a las fotos que había visto de la Francia rural.
La enorme casa donde residían era una copia de una mansión francesa, a la que se llegaba por un largo camino serpenteante de grava flanqueado por altos abetos. Vastas extensiones de prado salvaje se extendían hasta donde alcanzaba la vista, con las escarpadas cumbres nevadas como telón de fondo.
Nick hizo rodar la avioneta hasta el hangar, junto al cual estaba aparcado un Mercedes blanco. Una mujer bajita, delgada, de pelo entrecano y vestida con un traje gris perla los saludó con la mano cuando bajaron del aparato.
— ¡Hola, mamá! —exclamó Demi, corriendo a los brazos abiertos de la mujer, y dejando atrás a _____ y a Nick.
— Dios mío, cualquiera diría que hace años que no se ven, en vez de dos meses —farfulló el ranchero.
—Ojalá mi madre viviera aún y yo pudiera abrazarla así —murmuró _____ con tristeza.
De pronto sintió la mano de Nick posarse en su nuca, y cómo sus dedos la masajeaban ligeramente, en un inesperado gesto compasivo.
—Envidio a Demi —dijo _____, esbozando una pequeña sonrisa—. Se nota que nunca le ha faltado cariño. Es tan extrovertida...
—Al contrario que yo, quieres decir —apuntó Nick, apartando la mano bruscamente.
Ella no estaba pensando eso, pero era cierto que siempre había pensado que en ese sentido eran opuestos.
—Y seguramente opinas que no me importa la mayoría de la gente —añadió Nick, interpretando su silencio como un «sí»
—Bueno, no sé si «la mayoría de la gente», pero sí sé que yo no —respondió _____.
Nick giró el rostro y la miró fijamente a los ojos.
— Sabes muy poco de mí, _____ —le dijo — Nunca te has atrevido a acercarte a mí lo bastante como para conocerme.
Ella rehuyó su intensa mirada.
—Una vez sí lo hice —le recordó con amargura.
—No lo he olvidado —respondió él, estudiando su perfil—. Y muchas veces me he preguntado qué habría pasado si hubiese yacido contigo sobre el heno —añadió, aminorando deliberadamente el paso a medida que se acercaban a su madre y su hermana.
A _____ el corazón le dio un vuelco.
—No me habría entregado sin luchar —le respondió en un tono desafiante.
Nick bajó la vista hacia ella, y una extraña sonrisa arqueó una de las comisuras de sus finos labios.
—¿Eso habrías hecho? —le preguntó con voz sensual—. ¿Tienes la suficiente experiencia como para saber cuánto excita a un hombre el que una mujer deseable intente rechazarlo?
—Dímelo tú —le espetó ella—. Según parece, crees que me he acostado con la mitad de la población masculina de Nueva York.
Nick enarcó una ceja.
—La verdad es que no sé que pensar de ti —admitió—. Cuando creo que he colocado todas las piezas del puzzle me encuentro con que hay una que me había pasado desapercibida. De hecho, estoy empezando a pensar que eres una cuestión que debería estudiar más a fondo.
_____ se puso roja como una amapola, y se sintió furiosa consigo misma por no poder evitar reaccionar así ante sus provocaciones. Pues esa vez iba a ser diferente, se dijo, no iba a lograr ponerla nerviosa.
—No te hagas ilusiones, no voy a hacer nada contigo —le advirtió con aspereza.
—Y yo que tú no daría eso por hecho —farfulló él, sacando un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta, y encendiéndolo mientras la miraba de reojo — Aquella mañana en el establo me lo estabas pidiendo a gritos.
_____ se estremeció ante el recuerdo de su propia debilidad ese día, y cerró los ojos un instante.
—Aunque sea ranchero, eso no significa que me pase todo el día entre ganado —le dijo Nick, dando una calada al cigarrillo—. Sé qué hacer con una mujer, _____, y puedo llegar a perder la cabeza si me tientan. Tú estuviste a punto de conseguirlo, porque los dos sabemos que tú fuiste responsable de lo que casi pasó en el establo: los vestidos escotados, el maquillaje, esas miraditas de «ven aquí y bésame...»
—Basta, por favor —le rogó ella, interrumpiéndolo—. No tienes ni idea de hasta qué punto me arrepiento de aquello, y te agradecería que no volvieras a mencionarlo. Por mi parte no tendrás nada de lo que preocuparte esta vez. No volvería a flirtear contigo aunque me dieran un millón de dólares.
—Y será lo mejor —murmuró él secamente—. Los rancheros vivimos con el temor constante de ser seducidos por las salvajes chicas de ciudad como tú— añadió con una nota de ironía en la voz, y esbozando una media sonrisa.
_____ le habría contestado, pero habían llegado junto a Demi y su madre.
—Cielo santo, el fin del mundo debe estar próximo —dijo la señora Jonas riéndose—. ¿Me engañan mis ojos o por una vez no estáis discutiendo? Hasta me ha parecido ver que sonreías a _____, Nick —dijo mirando fijamente a su hijo.
Nick enarcó una ceja.
—No, ha debido ser un espasmo muscular —respondió.
—Ya decía yo —contestó Denisse Jonas riéndose. Se volvió hacia la joven y la abrazó afectuosamente—. Es maravilloso tenerte aquí, querida. Entre Nick haciendo visitas de negocios aquí y allá, y el repentino interés de Demi por la ganadería... —añadió con una mirada cómplice a su hija—, ya estaba deprimiéndome por lo sola que me iba a sentir este verano —se quedó mirando a _____ un instante—. Espero que tú no vayas a interesarte ahora también por la ganadería.
_____ se echó a reír de buena gana.
—Oh, no, Dios no lo quiera.
—Me alegro —dijo la señora Jonas—. Bueno, ¿vamos a casa? No sé a ustedes, pero a mí no me vendría mal una taza de café. Nick, cariño, ¿querrás conducir tú? —le preguntó a su hijo, colgándose de su brazo.
—¿Cuándo fue la última vez que me monté en un coche contigo al volante? —le espetó él burlón.
—Déjame pensar... —murmuró su madre frunciendo el ceño—. Creo que cuando tenías trece años y te tuve que llevar al dentista porque te habías pegado con Sammy Blain y te había partido un diente... Fue una suerte que te lo pudieran pegar.
Echaron a andar, y detrás de ellos, Demi y _____, que reprimió a duras penas una sonrisa. Era agradable ser parte de una familia, aunque sólo fuera por unas semanas y no fuera su familia de verdad.
Andrea P. Jonas:)
Re: Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
Ahhhhhhhh yo me aguanto a duras penas hasta mañana pero no importa estoy vastante satisfecha con los tres de hoy *____*
Flor
Re: Mi Adorable Enemigo (Nick y Tu) Terminada
sabías que el 6 es mi numero de la suerte? bueno ahora ves porque tube dos cap *_*
Flor
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