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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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After the Match
O W N :: Actividades :: Actividades :: Concursos :: Drabbles 12º Aniversario.
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After the Match
AFTER THE MATCH.
autora: mandu. ● personajes: olivia & edward ● historia: a match made in a uni
No sé por qué pensé que sería buena idea irme todo un fin de semana de visita a mi casa, cuando sabía lo que me esperaba. Que Allan haya ido con sus tatuajes a todo esplendor, y haya salido emocionalmente intacto no significa que yo fuera a tener la misma suerte. Y claro que no la tuve, porque no somos iguales. Tampoco soy como Alyson, que la mandó a la mierda y se fue a vivir a otro lado.
No solo fui a casa con tres tatuajes nuevos en mi brazo derecho: la constelación de canis major en el antebrazo, I want to break free en cajón en el bíceps y universo escrito en letras diminutas en mi muñeca. Además de eso, se me había olvidado el pequeño detalle de que me había cortado el cabello hasta las orejas y que estaba teñido de lila. Describirlo como que mi madre pegó el grito al cielo queda corto.
Después de dos días de tortura, estaba devuelta en la universidad el domingo por la tarde. Por todo el estrés que me causa, prefiero mil veces estar en el campus universitario que devuelta debajo del techo de mis padres. No todo fue malo, claro —mi papá se ocupó de elogiarme tantas veces como mi mamá de insultar y cuestionar mis decisiones. Igual mis hermanes. Sin embargo, no puedo evitar enfocarme en mi madre y en toda la mierda que me tiró.
—Llegaste más temprano de lo que pensé.
Cierro la puerta del dormitorio con un golpe de cadera. Edward me observa desde su escritorio, con un lápiz entre los dedos y una calculadora en la otra mano. Lleva el pelo recogido en una media cola y solo pantalones de pijama, con el torso descubierto. Solo basta con dar un vistazo a los libros desparramados en su escritorio para darme cuenta de que ha estado estudiando para su final.
—Si, bueno… —me encojo de hombros, sin energías para fingir—. Me voy a dar una ducha.
Ladea la cabeza y me da una mirada curiosa, repasándome todo el rostro. Lo ignoro, y tiro mi bolso en el suelo frente a mi cama, para agarrar un cambio de ropa del closet. No dice nada cuando cierro la puerta y pongo música de Hozier.
Quedarme con Edward de compañero de habitación después de que se acabara lo del programa matrimonial ha sido una de las mejores decisiones que he tomado. No me imagino teniendo la paciencia para aguantar a nadie más con el estrés de último año, o que alguien me aguantase a mí.
Salgo del baño con una camiseta de Bon Jovi que le robé a Daniel, la toalla en los hombros y pantalones cortos. Edward se empuja en la silla, rodando hasta quedar frente a mí y cortarme el paso en medio de la habitación.
—¿Como te fue? —me agarra de las muñecas, y empieza a frotar sus manos de arriba-abajo en mis antebrazos.
El suspiro que dejo salir es tan profundo que hasta yo me sorprendo.
—¿Tu qué crees? —desvío la mirada de su rostro— Mamá pegó el grito al cielo. Duró todo el fin de semana haciendo comentarios a diestra y siniestra de cómo me desconoce y toda una sarta de mierdas…
—¿Y tú papa?
—A él le gustó. Y a las niñas también —sonrío sin mostrar los dientes—. En especial el de las constelaciones.
Me gustaría poder concentrarme solo en lo bueno. Como que papá me priometió que la próxima vez que vaya me tendrá un vestido acorde a mi color de pelo y que Allan me llamó su hermana favorita, pero sigo sintiendo el nudo agrío en la base de la garganta cada vez que recuerdo a mi madre y sus palabras.
No disimulo bien la mueca de mi rostro porque Edward se levanta de la silla, y me jala con suavidad hacia su cama.
—Vamos, necesitas una sesión —anuncia, removiendo la colcha.
—Pero estás estudiando —hago un gesto hacia su escritorio.
—Lo que no me aprendí hoy, ya no va a entrarme en la cabeza —chasquea la lengua—. Ven.
Edward se tira en la cama, cruzando los brazos por detrás de la cabeza y me sonríe desde abajo, remarcando los hoyuelos que tanto me gustan. Sube y baja las cejas repetidas veces.
—Sabes que quieres —canturrea, echándose a un lado.
Sonrío, dándome por vencida, y tiro la toalla encima de mi cama al otro lado de la habitación. A pesar de que cada uno tiene su cama, cuando queremos, simplemente dormimos juntos o a veces el sueño nos vence en la cama del otro.
Me dejo caer junto a él, acurrucándome automáticamente en el espacio reducido que tenemos. Fijo los ojos en el tatuaje de su clavícula, trazando con mis dedos de hombro a hombro. Me trago una sonrisa cuando siento como lo recorre un temblor.
Edward me pasa un brazo por debajo de la cabeza y mete la otra mano por debajo de la camiseta, comenzando a acariciarme las costillas, la espalda y el estómago en trazos aleatorios y suaves. Se me escapan suspiros que se alternan con risas airosas, y dejo mis ojos cerrarse. Los escalofríos que me dan son más como una sensación acogedora, donde podría quedarme para siempre.
Nos quedamos en silencio por un rato. Donde solo se escuchan nuestras respiraciones y el sonido de la música que se me olvidó pausar. Donde siento los latidos de mi corazón asentarse con calma, ante la dulzura que siento cada vez que estoy con Edward. Como si mi corazón se inflara con todo lo bueno del mundo y nada estuviera mal en mi vida.
—¿Me quieres contar más? —murmura.
—No…no ahora.
—Okay —me acaricia el cabello—. Entonces sigo dándote amor.
Sonrío sin abrir los ojos. Lo cursi no se lo quita nadie. Siento sus labios mojados presionarse contra mi frente y vuelvo a suspirar, acercándome más a él.
Edward reparte besos por mi nariz, mejillas, mentón, cuello y luego vuelve a mi frente, donde se queda reposando. Con cada beso, siento la tensión huir de mi cuerpo, mi cuello se relaja y enredo mi pierna con las suyas.
Puede que aún no sepa cómo lidiar con mi madre y su mentalidad cuadrada, pero tener personas como Edward en mi vida es suficiente para seguir adelante un paso a la vez. A pesar de que la mitad del tiempo me exaspere y sea un payaso, la otra es la única persona que siento que puede verme cuando ni yo misma quiero lidiar con mis emociones erráticas.
No me doy cuenta de que me estoy quedando dormida hasta que siento el aliento de Edward contra mi rostro otra vez. Deposita besos contra mi frente y coronilla una y otra vez, hasta sacarme una corta risa. Por último, me besa en los labios y se me encogen los dedos de los pies. Lo abrazo con más fuerza y escondo mi cara en el hueco entre su hombro y cuello.
—Gracias —mi voz suena escurridiza.
—Por ti, siempre —escucho antes de quedarme dormida.
No solo fui a casa con tres tatuajes nuevos en mi brazo derecho: la constelación de canis major en el antebrazo, I want to break free en cajón en el bíceps y universo escrito en letras diminutas en mi muñeca. Además de eso, se me había olvidado el pequeño detalle de que me había cortado el cabello hasta las orejas y que estaba teñido de lila. Describirlo como que mi madre pegó el grito al cielo queda corto.
Después de dos días de tortura, estaba devuelta en la universidad el domingo por la tarde. Por todo el estrés que me causa, prefiero mil veces estar en el campus universitario que devuelta debajo del techo de mis padres. No todo fue malo, claro —mi papá se ocupó de elogiarme tantas veces como mi mamá de insultar y cuestionar mis decisiones. Igual mis hermanes. Sin embargo, no puedo evitar enfocarme en mi madre y en toda la mierda que me tiró.
—Llegaste más temprano de lo que pensé.
Cierro la puerta del dormitorio con un golpe de cadera. Edward me observa desde su escritorio, con un lápiz entre los dedos y una calculadora en la otra mano. Lleva el pelo recogido en una media cola y solo pantalones de pijama, con el torso descubierto. Solo basta con dar un vistazo a los libros desparramados en su escritorio para darme cuenta de que ha estado estudiando para su final.
—Si, bueno… —me encojo de hombros, sin energías para fingir—. Me voy a dar una ducha.
Ladea la cabeza y me da una mirada curiosa, repasándome todo el rostro. Lo ignoro, y tiro mi bolso en el suelo frente a mi cama, para agarrar un cambio de ropa del closet. No dice nada cuando cierro la puerta y pongo música de Hozier.
Quedarme con Edward de compañero de habitación después de que se acabara lo del programa matrimonial ha sido una de las mejores decisiones que he tomado. No me imagino teniendo la paciencia para aguantar a nadie más con el estrés de último año, o que alguien me aguantase a mí.
Salgo del baño con una camiseta de Bon Jovi que le robé a Daniel, la toalla en los hombros y pantalones cortos. Edward se empuja en la silla, rodando hasta quedar frente a mí y cortarme el paso en medio de la habitación.
—¿Como te fue? —me agarra de las muñecas, y empieza a frotar sus manos de arriba-abajo en mis antebrazos.
El suspiro que dejo salir es tan profundo que hasta yo me sorprendo.
—¿Tu qué crees? —desvío la mirada de su rostro— Mamá pegó el grito al cielo. Duró todo el fin de semana haciendo comentarios a diestra y siniestra de cómo me desconoce y toda una sarta de mierdas…
—¿Y tú papa?
—A él le gustó. Y a las niñas también —sonrío sin mostrar los dientes—. En especial el de las constelaciones.
Me gustaría poder concentrarme solo en lo bueno. Como que papá me priometió que la próxima vez que vaya me tendrá un vestido acorde a mi color de pelo y que Allan me llamó su hermana favorita, pero sigo sintiendo el nudo agrío en la base de la garganta cada vez que recuerdo a mi madre y sus palabras.
No disimulo bien la mueca de mi rostro porque Edward se levanta de la silla, y me jala con suavidad hacia su cama.
—Vamos, necesitas una sesión —anuncia, removiendo la colcha.
—Pero estás estudiando —hago un gesto hacia su escritorio.
—Lo que no me aprendí hoy, ya no va a entrarme en la cabeza —chasquea la lengua—. Ven.
Edward se tira en la cama, cruzando los brazos por detrás de la cabeza y me sonríe desde abajo, remarcando los hoyuelos que tanto me gustan. Sube y baja las cejas repetidas veces.
—Sabes que quieres —canturrea, echándose a un lado.
Sonrío, dándome por vencida, y tiro la toalla encima de mi cama al otro lado de la habitación. A pesar de que cada uno tiene su cama, cuando queremos, simplemente dormimos juntos o a veces el sueño nos vence en la cama del otro.
Me dejo caer junto a él, acurrucándome automáticamente en el espacio reducido que tenemos. Fijo los ojos en el tatuaje de su clavícula, trazando con mis dedos de hombro a hombro. Me trago una sonrisa cuando siento como lo recorre un temblor.
Edward me pasa un brazo por debajo de la cabeza y mete la otra mano por debajo de la camiseta, comenzando a acariciarme las costillas, la espalda y el estómago en trazos aleatorios y suaves. Se me escapan suspiros que se alternan con risas airosas, y dejo mis ojos cerrarse. Los escalofríos que me dan son más como una sensación acogedora, donde podría quedarme para siempre.
Nos quedamos en silencio por un rato. Donde solo se escuchan nuestras respiraciones y el sonido de la música que se me olvidó pausar. Donde siento los latidos de mi corazón asentarse con calma, ante la dulzura que siento cada vez que estoy con Edward. Como si mi corazón se inflara con todo lo bueno del mundo y nada estuviera mal en mi vida.
—¿Me quieres contar más? —murmura.
—No…no ahora.
—Okay —me acaricia el cabello—. Entonces sigo dándote amor.
Sonrío sin abrir los ojos. Lo cursi no se lo quita nadie. Siento sus labios mojados presionarse contra mi frente y vuelvo a suspirar, acercándome más a él.
Edward reparte besos por mi nariz, mejillas, mentón, cuello y luego vuelve a mi frente, donde se queda reposando. Con cada beso, siento la tensión huir de mi cuerpo, mi cuello se relaja y enredo mi pierna con las suyas.
Puede que aún no sepa cómo lidiar con mi madre y su mentalidad cuadrada, pero tener personas como Edward en mi vida es suficiente para seguir adelante un paso a la vez. A pesar de que la mitad del tiempo me exaspere y sea un payaso, la otra es la única persona que siento que puede verme cuando ni yo misma quiero lidiar con mis emociones erráticas.
No me doy cuenta de que me estoy quedando dormida hasta que siento el aliento de Edward contra mi rostro otra vez. Deposita besos contra mi frente y coronilla una y otra vez, hasta sacarme una corta risa. Por último, me besa en los labios y se me encogen los dedos de los pies. Lo abrazo con más fuerza y escondo mi cara en el hueco entre su hombro y cuello.
—Gracias —mi voz suena escurridiza.
—Por ti, siempre —escucho antes de quedarme dormida.
- prompt:
- Gracias por leer
Prompt: Besos en la frente para hacer sentir a la persona mejor.
Palabras: 1175
hange.
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