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Mensaje por pera Mar 11 Ago 2020, 3:45 pm

Ficha:


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je ne nécessite pas un fée marraine!Todos quieren tener un amor épico, de esos que se cuentan a los nietos, de los que nunca se olvidan.
Nuestro mundo se rige por la monarquía y gracias a esto, la mayoría de las veces, este tipo de amor tan anhelado no se encuentra, las pocas parejas que lo tienen son envidiadas por mucha de la población de cada reino. 
Sin embargo, siempre hay una leve posibilidad para la gente del pueblo, lastima que esa posibilidad no llegue hasta el palacio ¿o sí?
Cuando un príncipe llega a su mayoría de edad sabe que esta pronta su coronación, se prepara totalmente para servir a su pueblo y el único amor que se permite tener sus primeros años es hacia su pueblo.
Pero existen las leyes y siempre hay que seguirlas, más un monarca, estas dictan que debe haber un heredero y para esto una reina, ya es tiempo que los recientes reyes de los diferentes palacios elijan a su compañera de vida. 
Hasta los reyes tienen un corazón y en él el anhelo de un amor épico, de un amor eterno.

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Mensaje por pera Mar 11 Ago 2020, 4:09 pm

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Prologo
Escrito por: pandie.
Existió hace muchos años, un Rey justo, amado por su pueblo, amable con cada extranjero que entraba a su reino, sembraba confianza en su gente y el amor estaba en cada uno de los corazones de todas las personas que habitaban en la maravillosa tierra que prosperaba como ninguna. 

Un día, la soledad llegó al corazón de tan buen Rey, tenía el amor de su pueblo pero no tenía una compañera con la compartir el resto de sus días; rogó con todas sus fuerzas a cada uno de los dioses que conocía, ellos al ver la agonía que pasaba el pobre Rey en las frías noches, escucharon sus clamores.

Fue el día de cosecha, cuando el más hermosos ser llegó a llenar el vació del corazón más puro del reino, el Rey por fin conocía un amor diferente al que tenía hacia su pueblo, su corazón fue llenado del más hermosos amor que podía existir en la tierra.

Pero una de las diosas a las que él había rogado y rezado, se lleno de celos de ver la devoción de este Rey para con su compañera, ideo un plan para quitarle su felicidad y lo hizo, le arrebato a este desafortunado Rey la alegría que llenaba su corazón cada día.

Desde entonces el solitario Rey busca a su amor perdido, vagando por el mundo como un alma si razón de ser.
pera
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Mensaje por lantsov Miér 12 Ago 2020, 1:58 am

Que emocioooón
Ya regresamos  je ne nécessite pas un fée marraine 2841648573
lantsov
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Mensaje por pera Miér 12 Ago 2020, 4:39 pm

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Capítulo 01
Escrito por: pandie.
JULEN
El pasillo se va haciendo aún más largo a medida que mis pasos resuenan, la puerta se aleja a cada paso que doy, respiro profundo, deteniéndome en la mitad del pasillo, me tomo el tiempo para observar por los ventanales hacia la costa, las aves volando por encima del puerto y las personas caminando a recibir o despedir a los barcos, las calles del Reino con vida, el hermoso color que se muestra en el cielo gracias al amanecer dan la sensación de estar en un lugar mágico.

Retomo mi camino hacia el lugar donde se supone debo estar, suspiro cuando la larga caminata acaba, observo la puerta justo en frente mío, pienso si el entrar condenara o beneficiara en algún momento la tranquilidad que se respira en el aire; tomo la decisión de no hacer esperar más a las personas detrás de la puerta y entro por ella.

– Buenas tardes – digo a todos los caballeros que están en la sala – Lamento la tardanza.

Camino a paso tranquilo a lo largo de la sala, observando cada rostro de los consejeros, hasta que llego a mi puesto designado, estando este más elevado que el resto, los hombres me miran hacer la caminata, algunos ya años reflejándose en sus rostros, otros más jóvenes y con poca experiencia, les regalo una sonrisa para que destensen sus hombros, cuando ya estoy posicionado en el trono.

– Podemos dar inicio a la reunión.

Los hombros de cada uno de ellos bajan un poco y escucho los suspiros a lo largo de la mesa, los pergaminos, libros y documentos se mueven de mano en mano, los guardias se resguardan entre las columnas, listos para cualquier posible contratiempo y cuando por fin todo está en completo silencio y quietud, el Gran Duque me ve a los ojos.

– Hemos tenido algunos problemas su majestad – comunica apenado por la no tan agradable noticia.

– Bueno, siempre debe haber uno que otro problema – respondo, su ceja se levanta un poco y es el respectivo gesto que necesito, para saber que no entendió mi broma.

Levanto un poco mi mentón para hacerle saber que puede continuar. Y es como si abriera una llave, porque la lluvia de problemas sale de la boca de cada hombre en la mesa, no dejando terminar al anterior, cuando ya se esta nombrado el siguiente en la lista.

– Los pescadores se han estado quejando por unos barcos que acechan nuestras fronteras e incluso que cuando han intentado comunicarles que retrocedan, estos han sacado sus armas contra ellos.

– Los comerciantes dicen que algunos animales salvajes están destrozando sus mercancías cuando tratan de pasar por el camino del bosque.

– Los pueblerinos han expresado que últimamente sufren robos a sus pertenencias, que sucede mientras emplean sus labores.

– Algunas madres rechazan que sus hijos se unan a el ejército.

– Señores – interrumpo el desorden que se ha armado en la sala – Estos son problemas, que espero mis muy capaces súbditos pueden resolver ellos mismos – insinuó tomándome el tiempo de observar cada rostro, el entendimiento llega rápido a su mentes y la tensión vuelve en grandes proporciones – Debo suponer que no han Convocado esta reunión para tratar con problemas que normalmente tratamos en las reuniones diarias por la tarde, luego de recolectar la suficiente información, como para dar una solución inmediata a cada inconveniente.

Cada par de ojos vuelan a través los unos de los otros, las expresiones de asombro e incomodidad reinando, ninguno atreviéndose a decir con claridad el enorme problema por el que me han citado, todos esperando a que algún valiente tome la vocería.

– Por favor, díganme para que se ha convocado una reunión a ultimo minuto, que no estaba prevista – doy la oportunidad a mi Mano Derecha de hablar, cuando pongo toda mi atención en él.

– Vera Majestad – se aclara la garganta – Los Lores me han hecho llegar una información muy importante, algo que concierne a todo nuestro apreciado, Reino Meirionnydd.}

– Dilo sin rodeos.

– El reino necesita un heredero, por lo tanto, una Reina – termina por decir.

La respiración se me corta en medio de un suspiro y la saliva entra por el canal equivocado, lo que logra que tosa con más fuerza de lo que desearía, raspando un poco mi garganta, mi cuerpo busca por un poco de aire para calmar la alarma que se ha formado en mi cerebro por la falta de este y es ahí donde se forma el caos.

Los hombres alrededor de la larga mesa se levantan con prontitud, pero son los guardias los llegan primero a donde me estoy ahogando, Luken golpea repetidas veces mi espalda, mientras los demás guardias mantienen a los Lores, Duques, Consejeros y Caballeros a unos metros de mí, como si ellos hubieran ocasionado que mi saliva entrara a mi sistema respiratorio.

Los ojos me empiezan a lagrimear, siento que voy a morir y es cuando me doy cuenta que es la forma más estúpida de morir, ya puedo ver todos los mensajes llegando a cada reino, señalando que el Rey Julen Shepard de Meirionnydd murió por culpa de su propia saliva y claro sus Consejeros, por insinuar que es tiempo de que tenga una reina, aunque en estos momentos que estoy muriendo tiene mucho sentido tener un heredero.

– ¡Reacciona Julen, maldita sea! – exclama/murmura Luken a mi lado.

Siento mi garganta totalmente raspada, trato de pasar un poco de saliva y cuando esta pasa aliviando un poco mi dolor, sé que no moriré hoy de una forma tan estúpida, toso un poco más y luego algunos minutos respirando con normalidad, un guardia se acerca a paso apresurado para tenderme una copa de vino, recuesto mi espalda en el espaldar de la silla, relajando mi pulso y tratando de calmar la punzada que ha aparecido en mi cabeza.

– Una reina – repito luego del vergonzoso acto que acabo de protagonizar.

La calma vuelve de forma rápida cuando se dan cuenta que sigo vivo, los guardias poco a poco vuelven a sus lugares y los caballeros muy lentamente tratan de acomodarse de nuevo, en sus respectivos asientos, volteo mi mirada hacia Luken y puedo ver en sus ojos la burla.

– Puedes volver a tu lugar, Luken – murmuro hacia él.

– Me quedare lo más cerca posible – mi ceño se frunce inmediatamente – Solo por si vuelven a mencionar la palabra Reina o Heredero, no sea que esta vez sí mueras – suelta una risita y con esta en sus labios, se aleja lentamente a la parte de atrás.

– ¿Se encuentra bien Majestad? – pregunta mi Mano.

– Totalmente, Philip – carraspeo un poco mi garganta, tomo otro sorbo de vino y subo mis manos a la mesa, entrelazándolas – Prosigamos.

– Como venía diciendo – empieza Philip, esta vez con un poco de nerviosismo, siendo precavido con sus palabras – Las personas del pueblo ya están haciendo preguntas su Majestad.

– Como su padre ya estaba casado cuando ascendió al trono – habla el Lord a mi lado izquierdo – Se rumorean cosas de usted Majestad – sus ojos vuelan hacia atrás de mi silla e inmediatamente sé lo que se rumorea.

– ¿Cree esos rumores Lord McClain? – sus ojos corren con rapidez fuera de mi mirada, se levanta de manera apresurada del asiento y hace una pronunciada reverencia.

– Claro que no su Majestad, son rumores sin fundamento – habla con tanta rapidez que algunas de sus palabras se golpean entre sí.

– Debe ir buscando una Reina, su Majestad, por el bien del pueblo – mi atención vuela inmediatamente a Philip – Por su bien – concluye.

– Ustedes están en lo cierto – me dirijo a toda la mesa, luego de analizar que es lo más razonable, después de todo han pasado cuatro años de la coronación y aparte de los rumores de los extensos “amoríos” que supuestamente he tenido, no se me ha visto con ninguna Señorita prospecto a ser Reina, si por ellos fuera, crearían el rumor que me guardo para el matrimonio, es tiempo de que mi pueblo tenga una Reina – Empezaremos con los preparativos.

Los suspiros se escuchan a lo largo de la mesa, los hombros por fin en su sitio, y extensas sonrisas de alivio en sus rostros.

– Esta en las manos de todos, encontrar una Princesa diga de nuestro amado Reino – la insinuación de que todos están metidos dentro de la búsqueda de mi próxima esposa, alegra aún más sus rostros – Demos por finalizada esta reunión – anuncio poniéndome de pie y dándoles una reverencia.

Uno por uno se levanta de su sitio y van saliendo por las grandes puertas, murmurando entre si quien sería la más acta para el puesto y cuánto dinero tendríamos que dar por cada una de las propuestas, como si fuera una compraventa; cuando estoy solo en la sala, hago mi camino hacia mi oficina.

– Piensan que me gustan los hombres – escucho un murmullo desde el sofá – Con todo el respeto amigo, no eres mi tipo, aun si me gustaran los hombres.

– Cállate Luk – camino hacia la pequeña hielera al costado del escritorio, saco una botella de vino y me sirvo en una copa.

– Casi mueres en mi guardia amigo – enseguida las risotadas brotan de su cuerpo, haciendo que este se mueva y caiga al suelo.

Lo ignoro por completo a él y a su risa burlona, camino con la copa de vino en mi mano hacia el gran ventanal, corro un poco la pesada cortina que obstruye la vista y me fijo en el pueblo, en el mar, en las personas que se mueven por las calles; este es el Reino que ha sido pasado a mis manos, el cual debo cuidar con mi propia vida, siempre había temido el día en el que tendría que darle una Reina a mi pueblo, y al parecer ese día había llegado. Después de todo un Rey no tiene elección, tiene que hacer lo que sea necesario, para seguir preservando a su pueblo, su gente, su reino, para un Rey, no existe la palabra “amor”, simplemente tiene que aceptar a la pareja que sea la elegida para estar a su lado.

– ¿Se puede? – sonrió saliendo de mis pensamientos al escuchar su dulce voz.

Los pasos se escuchan apresurados, hasta que siento delgados brazos tomarme desde atrás.

– Te amo – murmura ella a mis espaldas.

✁✃✁✃✁✃✁✃✁✃✁ ✁✃✁✃✁✃✁✃✁✃✁

BRIANA
Los jardines me reciben con una sonrisa, roso mis dedos por cada pétalo y hoja que hallo a mi paso, el olor que suelta cada flor se esparce por el aire llegando hasta donde estoy, aligerando mi camino a través de cada matorral, sonrió cerrando mis ojos, imaginándome el jardín principal, tan grande, tan colorido, tan hermoso. El aire limpio flota a mi alrededor, mis brazos se abren a voluntad propia, la libertad rozando mi piel y alejándose con el viento.

– Señorita Bramson – llama Oliene desde algún lugar – Señorita Bramson, ya es momento de entrar.

Abro mis ojos suspirando, el poco tiempo que se me permite salir a disfrutar del sol, la tierra y el extenso campo se ha terminado, las lágrimas se agrupan en mis ojos, pero no las dejo caer, sigo a Oliene dentro del castillo, las paredes ahogándome, encerrándome dentro de mi propia casa, las personas juzgándome y justo encima de mi cama, mi madre esperándome.

– Te tardaste mucho – es lo primero que sale de su boca – Prepárate – ordena con voz dura.

– ¿Para qué? – pregunto hostilmente.

– Para tu boda – dice cerrando la puerta de mi habitación, dejándome con la sorpresa plasmada en mi rostro y una vida miserable a la vista de mis ojos.

.:
pera
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Mensaje por lantsov Mar 18 Ago 2020, 8:44 pm


Annie:
lantsov
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Mensaje por pera Vie 21 Ago 2020, 2:47 pm

pond. escribió:

Annie:
¡Vale! También había olvidado lo mucho que disfruto este tipo de tramas, lo recordé cuando edite el capítulo y la verdad es que me reí mucho con lo de la saliva, cada que me acuerdo me da gracia. Estaré esperando con ansias tu capítulo  je ne nécessite pas un fée marraine 2686721104 .
pera
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Mensaje por lantsov Vie 21 Ago 2020, 5:13 pm

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Capítulo 2
Escrito por: pond.

Priya

—Y al final, vivieron felices para siempre —La mujer cerró el libro delicadamente y la pequeña soltó un suspiro soñador.
—’Umi, ¿Algún día conoceré a esa persona con la que tendré mi final feliz? —La mujer miró cariñosamente a la pequeña— Por supuesto, Habibity, todos encontramos a esa persona, tarde o temprano.
—¿Y cómo sabré que es mi “felices para siempre”? —Sonrió ante la curiosidad de la niña y sin responder, aún, se levantó de la cama. 

Arropo la pequeña figura de su hija y colocó el grueso libro en la mesa junto al ventanal. La cálida brisa movió el largo cabello de la mujer, inundando la habitación con un exquisito olor a jazmines. Volvió a acercarse a su hija y besando la frente de la pequeña, susurro.

—Simplemente lo sabrás. Ese sentimiento de bienestar y seguridad, como si pertenecieras a ese lugar, como si estuvieras en el momento indicado. Y simplemente sabrás que encontraste tu “felices para siempre”.

Y ahí estaba de nuevo, el mismo sueño, una noche más. Aún no sabía qué significaba, pero estaba segura que aquel recurrente recuerdo tenía algún significado oculto, y que de una forma estaba segura que mi madre tenía algo que ver. De una forma.

Suspire pesadamente y destape la mitad de mi cuerpo, permitiendo que la cálida brisa de Sundara y el particular olor del océano llegara a mi.

Me levanté del cómodo colchón y me acerque al balcón, simplemente moviendo las delgadas cortinas que ondulaban a causa del viento. Mire el jardín, cuyas flores creaban un maravilloso paisaje, con manchas de colores extendiéndose hasta el muro que rodeaba el palacio. Mire el gran océano y los barcos que se veían diminutos desde aquel lugar. Escuche el ajetreo de los pisos inferiores y supe que mi momento de tranquilidad estaba por acabar.

Un minuto después, alguien tocó a la puerta y esperando otro minuto, un grupo de damas entraron, llevando con ellas jarras de agua caliente y un tazón con jazmines.
Pasaron por mi lado, haciendo una pequeña reverencia, y se dirigieron al cuarto de baño, preparándolo para el inicio del que suponía, sería un largo día.

✁✃✁✃✁✃✁✃✁✃✁ ✁✃✁✃✁✃✁✃✁✃✁



La terraza ya estaba preparada para el desayuno, y sentado en la mesa estaba el rey, mi padre, concentrado en un pergamino, un comunicado me atrevía a suponer. Sin decir nada, me senté frente a él, y los sirvientes se acercaron a servir el desayuno.

—¿Dormiste bien, Priya? —Levanté la vista del tazón de frutas para mirar extrañada al hombre. Si, era mi padre, pero no era común la preocupación por cosas triviales… O no era común la preocupación hacia mi, eso es.
—Como siempre, padre, gracias por preocuparte.

Enrollo el pergamino y lo colocó junto a su plato. Tomó la copa de lo que suponía era vino y se recargo en el respaldo. Siguió mirándome, mientras tomaba un panecillo de la fuente frente a nosotros.

—¿Algo que quieras decirme, padre?

Tomó de su copa y claramente dudando, hizo un ademán con la mano para que el sirviente se acercara. El hombre acercó una bandeja de oro hacia mi y encima había un solo pergamino. Mire a ambos hombres, y lo tome. El sirviente volvió a su lugar.

“Su Majestad, el rey de Sundara, está encantado de anunciar el compromiso de Su Alteza Real, la Princesa Priya Kamalakshi de Sundara con Su Alteza Real, el Príncipe Oliver Blackwood de Malrovial.”

—¡Debe ser una broma! Una broma de muy mal gusto.
—Priya, el consejo real cree conveniente que se haga una alianza que contribuya a ambos reinos.
—¿Ambas partes? Tu eres el rey ¿Por que no eres tu quien se casa? —Me miró cansado, pero dispuesto a continuar con esta pelea.
—No es así como funciona. Malrovial necesitaba una alianza, ayuda, y eso es lo que hicimos. Ese reino tiene sólo herederos, y por ello me refiero a dos varones, uno ya comprometido y yo tengo una hija que no está comprometida.
—Así que decidiste venderme por…
—Priya…
—No, quiero saberlo. Qué es lo que Sundara necesita que no puedas esperar unos años hasta que encuentre a…
—¿Tu “felices para siempre”?
Bufe molesta y él siguió hablando sin darse cuenta de lo que acababa de decir.
—El consejo real está… Inquieto. Piensan que es mejor que tú tomes el trono estando casada, porque…
—Soy mujer. —Termine por él.
—Porque hay hombres que piensan que pueden ser mejores gobernantes que mi hija —Como el consejo, pense para mi— y seras un blanco  fácil para removerte de la línea de sucesión al menos que estes casada y tengas… herederos. Sé que te esfuerzas por demostrar lo contrario, pero…
—No es suficiente para los hombres del consejo.
—Solo quiero lo mejor para ti y para el reino. No quiero que un extranjero se siente en el trono. Quiero que mi hija, la legítima heredera, sea reina cuando yo no esté. Te pido que por esta ocasión los escuches.
—¿Es un consejo de mi sabio padre o una orden de mi rey? —Me miró por un segundo y después suspiró derrotado, regresando la vista al pergamino que tenía junto a él.
—Tomalo como quieras, Priya, pero no queda otra opción. Te casarás, ayudaras a Malrovial y a tu pueblo. Si realmente quieres ser reina algún día, sabrás que hay ciertos sacrificios que tienes que hacer. 
—Cuando sea reina, mi consejo… 
—Cuando seas reina, Priya, hasta entonces, conocerás al príncipe y no se hable más —Se levantó y tomó el pergamino en una mano—. Te lo digo como un padre que se preocupa por su hija y el rey te ordena que no se hable más del tema. 

Con esto entró de nuevo al castillo. Bufé ante el último comentario y mire el paisaje dorado frente a mi. 

El mar solía verse dorado igual que el resto de Sundara, a esta hora y los barcos y comerciantes se acercaban al puerto para empezar el día. 

Se podía ver en la lejanía a las personas que caminaban deprisa, los niños que jugaban entre las calles y las mujeres que caminaban en grupos, quejándose sobre sus esposos o los precios. Y era en ese momento donde deseaba ser parte de ellos y no cumplir con la orden de mi rey. 

Pero no lo era. Era Priya Kamalakshi, princesa heredera de Sundara, y era mi deber cumplir con ese rol. Y en una cosa tenía razón padre, hay ciertos sacrificios que debo estar dispuesta a hacer. 

Oliver

El sol comenzaba a ponerse cuando llegamos a la blanca fortaleza. Los guardias simplemente hicieron una reverencia y permitieron el paso de los 6 jinetes. En la entrada principal del castillo, la familia real ya nos esperaba.

Nos detuvieron frente a ellos y los lores y caballeros desmontaron e hicieron una reverencia ante la familia.

Los sirvientes se apresuraron a tomar las riendas de los caballos y llevarlos al establo, haciendo que el grupo se dispersara y yo pudiera acercarme.

Sonreí al verlos reunidos. Incline la cabeza en forma de respeto al rey y la reina, y esta última me abrazó con más fuerza de la necesaria.

—Hijo, me alegra que estés de vuelta. —Me sonrió con algo de nerviosismo en sus ojos. Lo dejé pasar, pensando que sería algo relacionado al trono, asunto que no me correspondía.
—Me alegra estar de vuelta.
—No por mucho tiempo. —Escuché a Arthur murmurar. Joanna lo regaño, golpeándolo levemente en el brazo.
Sin dejarme responder, padre me tomó de un hombro y me condujo al interior del castillo.
—Fue un largo viaje, será mejor que te cambies y dejes la espada en tu habitación.

✁✃✁✃✁✃✁✃✁✃✁ ✁✃✁✃✁✃✁✃✁✃✁


Carcaje ante la noticia que me habían dado, hasta el punto de chocar contra uno de los libreros de la oficina del rey. Reí hasta que uno de mis costado dolió y lágrimas se formaron en mis ojos.

Tardé varios segundos en intentar recuperarme y volví a enderezarme sin quitar una sonrisa divertida. Mire a mi hermano y cuñada, esperando que ellos también se rieran de la broma de mal gusto gastada por los reyes, pero lo único que recibí fue una mirada burlona de Arthur y una preocupada por parte de Joanna. Y fue cuando caí en cuenta de que en verdad no era una broma.

—No es cierto. No puedo casarme.
—Ya está hecho, Gideon. 
—¿Y no pudieron esperar a que regresara? ¿Pedir mi opinión sobre el asunto? 
—Recuerdo que en en algún momento de tu vida dijiste algo como “Haria lo necesario por el bien de Malrovial”.
—Y sigo pensando eso pero… —Suspire y me apoyé en la gran mesa— El matrimonio suena muy… Definitivo.
—Creo que de eso se trata. Hasta que la muerte los separe ¿No?

Suspire frustrado ante la falta de apoyo de mi hermano, sin embargo, la mirada que mis padres me dieron, significaba una cosa: No estaba en discusión. Me casaría. Por el bien de Malrovial.


Louis


El mero hecho de que Louis estuviera atrapado junto a su madre, organizando la gran fiesta de bienvenida le provocaba unas grandes ansias de tirarse por el ventanal.

Como heredero al trono tenía mil y un cosas de las cuales preocuparse y la preparación de la fiesta no era de una de ellas, pero su madre dijo “Tienes que causar una buena impresión como monarca” y era como había terminado en esa situación.

El interminable desfile de personas con telas, bocadillos, platos y demás habían provocado que se quedara medio dormido en la ancha silla pero los comentarios de la reina le impedían que consumara su sueño.

Sus hermanos regresaban de Francia tras pasar 6 meses lejos de la corte, 6 tranquilos meses que estaban a punto de terminar para Louis y por supuesto, la fiesta era la excusa perfecta para invitar a doncellas del reino y una esposa apropiada para él.

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—Entonces, Louis,  ¿Te gusta? —Por tercera ocasión, abrí los ojos, irritado, y de la mejor forma posible sonreí amablemente.
—Si, madre, lo que te parezca mejor. Y si me disculpas. —Me levanté de la silla y los guardias se pusieron firmes ante el movimiento— Iré a cambiarme por algo más apropiado.
—Louis, recuerda que....
—Al atardecer llegan, lo se.

Recorrí los pasillos, o mejor dicho, dejé que mis pies me guiaran de memoria y me concentré en el paisaje de los grandes ventanales que adornaban todo el palacio. Me fije en el mar que en el momento se encontraba en calma, una perfecta calma que por la noche estaba por terminar. Doble la esquina y me fije en el verde jardín y las flores que se extendían hasta rodear todo el lugar y después a lo lejos vi el pueblo, el verdadero corazón de Emeros y me obligue a ser diplomático por una noche. Una noche de frívola interacción con ellos y después de eso, ninguno de los tres teníamos que vernos de nuevo.

Llegue a mi habitación y colgado en la puerta del armario un conjunto blanco y dorado ya me esperaba. El paje inmediatamente me ayudó a colocarlo y un par de minutos después, con una reverencia salió de la habitación.

Abrí las puertas del balcón de par en par, permitiendo que la agradable brisa  llegara hasta mi. Inhale profundamente lo último de tranquilidad y me quedé ahí hasta que, sin darme cuenta, el sol comenzaba a ponerse.

—Alteza —llamó uno de los sirvientes— Sus hermanos llegaron.

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La reina de Emeros era conocida por las grandes fiestas que celebraba en aquel bello palacio. Bien se sabía que ella no escatimaba en gastos, para la mala fortuna del rey y el Maestro de Moneda, y sobretodo si se trataba de sus hijos. Y por supuesto, esta no sería la excepción.


El bello salón, cuyos ventanales ocupaban toda una pared, permitían que los invitados disfrutaran de una bella vista al océano, acompañados de copas de champaña, deliciosos bocadillos y el perfecto ambiente para una velada que promete muchas sorpresas.

El salón estaba a rebosar y la música llegaba a cada rincón del salón mezclados con las risotadas de aquellos que ya estaban ebrios. 

Y entonces la familia entró y la mayoría de los jóvenes lords y duques la miraron.

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Los sirvientes se acercaban hábilmente a cada grupo de invitados, con charolas con abundantes copas de champaña y vino.
Uno de ellos se acercó a nosotros, primero le ofreció a los reyes las copas y después a nosotros.
—Un brindis —Comenzó padre—, por mis tres queridos herederos.

Los cinco alzamos nuestras copas y sin decir más bebimos. Sébastien terminó su bebida de un trago y Beatrice lo miró irritada.

—Ha sido así durante todo el viaje —Comentó para nadie en especifico y con el único propósito de dejar mal a Bash frente a nuestros padres—. Fiestas, bebidas, mujeres.
—¿Y qué es lo que hiciste tú, Beatrice? ¿Acaso te enteraste por terceros o fue que tú estuviste ahí, conmigo, en las fiestas?
—Ya basta, los dos.
—No hubiera estado presente si las fiestas no las hubieras organizado en el chateau.
—¡Alexandre! —Interrumpió finalmente padre. A lo lejos, el gran duque y su esposa marchaban hacia nosotros y una figura escondida detrás de ellos.
—Majestad, altezas —Ambos hicieron una reverencia y por fin la figura salió de detrás de ellos.

Una hermosa rubia que parecía de la edad de Beatrice imitó a los duques. Usaba un vestido rosa claro que se le ajustaba perfectamente. Parecía que ese vestido estaba destinado para la ojiverde y ella lo portaba orgullosamente.

—Me alegra que sus altezas hayan regresado sanos y salvos y quisiera presentar a mi hija, Eleanor.

Madre se abalanzó hacia ella y la estrujó entre sus brazos. Eleanor no supo cómo reaccionar y simplemente le devolvió el abrazo dudosa.

—Eleanor, estamos muy emocionados por tu regreso. —Sonrió y sentí a Sébastien junto a mí, con la misma mirada que usaba cuando veía a una mujer que le gustaba. El me miró y guiñó un ojo.

—No te importa, ¿Cierto, querido hermano? —Sin dejarme responder, dio un golpe en mi brazo y avanzó unos cuantos pasos hacia ellos.

Beatrice se acercó a paso lento hasta posarse junto a mi. Me fije en cómo la miró de arriba a abajo, analizando cada detalle de su vestido y de ella. Hizo una mueca. No se alegraba por su presencia.

—Déjame presentarte, porque estoy segura que ninguno de ustedes se recuerda. Eleanor solía venir a jugar contigo, Beatrice.
—Tienes razón, madre, tengo un vago recuerdo. Aún así, lady Eleanor, es un gusto volver a verla —Ambas hicieron una breve reverencia.
—Y mi hijo menor, Sébastien. Estoy segura de que se vieron un par de veces. 
—Lady Eleanor, un gusto —Beso su mano y ella sonrió con un rubor cubriendo sus pálidas mejillas.
—Alteza, es un placer.
—Y finalmente, el mayor de mis hijos, Louis.
—Lady Eleanor, no creo haber tenido el placer.
—El gusto es mío, alteza.

El rey hizo una seña a uno de los sirvientes para que se acercara con nuevas copas, esta vez de vino. Golpeo un par de veces la copa con su anillo y el ruido cesó para prestar atención.

—Queridos invitados —Comenzó la reina— Me alegro que todos pudieran acompañarnos en esta velada.
—Bebida ilimitada, por supuesto que estarían aquí —Susurro Sébastien.
—Celebrando el regreso de mis amados hijos, el príncipe y la princesa y por supuesto el regreso de la hija de nuestro querido Duque, Eleanor.

Toda la sala miró a la rubia, quien, a comparación de su comportamiento anterior, se cohibio ante el escrutinio de los presentes.

—Por nuestros príncipes y lady Eleanor.

Todos levantaron sus copas y repitieron las palabras de la reina. La música continuó inmediatamente y la vida regresó al salón.

—Mi lady, si no le molesta que pregunte, ¿Qué lugar visitó?
—Francia, su alteza. París, principalmente.
—Me sorprende no haberla visto en alguna fiesta, mi lady.
—Dudo mucho que lady Eleanor se rebaje a tu nivel, Bash. —Comentó inocentemente mi hermana.
—Pero debo decirte, Eleanor —interrumpió mi madre— luces hermosa.
—Así es, madre, París hace maravillas para quien la visita.
—Beatrice —Regaño la reina.
—Pero, si me permite, Lady Eleanor, usted sigue igual de bella como cuando partió ¿No lo crees, Louis?
Por fin parecía que ella se había fijado en mi presencia, y por supuesto que no la culpaba. 
—Tiene razón. Mi lady, se ve radiante.
—Es muy amable, alteza.

Después de ese breve intercambio, me aleje de ellos, permitiendo que madre continuará cuestionandola y Sébastien prácticamente devorandola con los ojos.

Beatrice continuó tomando copas de champaña y a pesar de estar ebria ante los ojos más experimentados, parecía que nuestros padres no notaban su estado. Miraba a la nada, como si estuviera intentando recordar algo importante y despedía a sus pretendientes con miradas coquetas y respuestas cortantes.

Cuando la reina fue interrumpida por las damas de la corte, Sébastien se apropió de la conversación y después ambos se dirigieron hacia la pista de baile.

Mi hermana se tambaleó hacia mí y me extendió una copa. La tomé esperando que pronto pudiera irme.

—¿La recuerdas? —Pregunto, mirando hacia la pareja que bailaba no muy lejos de nosotros.
—No. Supongo que la veías cuando tenía tutorías.
—Tengo pocos recuerdos de ella. Recuerdo jugar con ella, si, pero después desaparecia. Contigo.
Beatrice se acomodo el corsé de su vestido rojo, el cual estaba seguro de que estaba tan ajustado que era imposible que el oxigeno llegara a su cerebro, haciendo que sus atributos sobresalieron más 

—¿De qué hablas?
—De los tres, y debo decir que recuerdo muy poco, ustedes dos pasaban mucho tiempo juntos. Por supuesto que Sébastien no la recuerda y solo se interesa en ella por su cara. —Y volvió la mirada hacia la pareja.

Y  entonces algo en su sonrisa me hizo recordar. Sus ojos verdes que se iluminaban al hablar de sus gigantescos libros, los pasteles que comíamos a escondidas de nuestros padres, los chillidos de Beatrice y la sonrisa cómplice que ambos compartimos.

Por supuesto que la recordaba. Un jardín secreto, su risa, su cabello volando detrás de ella mientras corría y un beso del que nadie sabía.
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Mensaje por pera Lun 24 Ago 2020, 5:00 pm

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Mensaje por pera Jue 27 Ago 2020, 4:12 pm

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Capítulo 03
Escrito por: pandie.

Briana

Lo único que se escucha alrededor de la gran mesa, son los cubiertos, todo se envuelve en un sepulcral silencio, en la punta de esta mi Padre, con todo el orgullo que puede reunir en sus hombros, casi llegándole a las orejas y justo en frente de él, la causa de su estado de ánimo: Alfred Shepard antiguo regente de Meirionnydd.


Mis manos sudan de solo pensar en lo que depara mi futuro, trato de controlar el temblor de ellas, respiro hondo, controlando mi apresurado corazón, paso mis manos por la falda de mi vestido, tratando de quitar tanto el sudor, como mis nervios.

– Respira – dice mi hermana mayor a mi lado derecho – No queremos que mueras antes de tu boda – una risita cínica sale de sus labios y en los míos se posa una mueca.

Mi Madre al lado derecho de mi Padre, me hace algunas señas con los ojos que no alcanzo a entender, pero tampoco me esfuerzo en hacerlo, suspiro audiblemente, tomo los cubiertos de nuevo y continuo con el espectáculo.

– Es un honor tenerlo en nuestras tierras Rey Alfred – repite por duodécima vez Amaya, la menor de mis hermanas.

– Mi hijo es el Rey – afirma – Yo solo soy un anciano en busca de una esposa para él – el silencio vuelve inmediatamente a la mesa y la incomodidad del momento resurge de manera exorbitante.

Los ojos de mis cuatro hermanas menores vuelan a los de mis Padres, su ansiedad por ser la elegida para ser reina de Meirionnydd se puede sentir en el aire, la competencia empieza enseguida, los pechos tratan de salir de cada corsé, las servilletas en las bocas limpiando algo inexistente y las sonrisitas brillan en cualquier dirección.

En otras circunstancias me reirá de la situación, pero sabiendo que soy yo la que tendrá que dejar el palacio, la risa queda atorada en mi garganta, mi estomago se cierra por completo y suelto de nuevo mis cubiertos.

– Dirijámonos a la sala de reuniones Majestad – dice mi Padre, dando por finalizada la incómoda cena.

Alfred Shepard se levanta de su asiento y con él todos los que estamos sentados en ella, regalamos una venía a los dos hombres y ellos salen de la escena, dirigiéndose a la sala de reuniones.

– Madre, yo quiero ir – Anaies le dice con decisión y sé que ese es mi boleto de salida. Me levanto haciendo el mínimo ruido y trato de escabullirme al jardín.

– No te ensucies Briana – habla mi Madre – Oliene te buscara cuando sea pertinente.

Mis esperanzas por salir ilesa de la situación se escurren entre mis dedos, camino a paso rápido hacia el jardín, en cuando piso la tierra húmeda por los distintos surtidores de agua que se encuentran allí, me dejo ser libre por los pocos segundos que me quedan.

– Señorita Bramson, es hora – Oliene me saca de mi libertad, de nuevo.

– Lo sé – respondo.

La sigo por el inmenso pasillo, por el cual jugábamos a las escondidas con mis hermanas cuando éramos pequeñas, la nostalgia de tener que dejar mi hogar me embarca y entro a la gran sala de reuniones indispuesta por lo que será mi futuro luego de esta pequeña reunión.

– La futura Reina de Meirionnydd – dice mi Padre en cuanto pongo un pie cerca de la gran mesa.

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El carruaje salta por toda la carretera, era muy sabido por todos, que la llegada a Meirionnydd no era muy sencilla, pero nunca me había imaginado que fuera tan horrorosa, por los dos lados de la carretera el polvo se alza, obligándome a mantener las hermosas cortinas en sus lugares, aun así, en algún momento del camino, no me importa que entre el polvo y las abro para disfrutar de la gran vegetación por ambos lados del camino.

A los lejos se empieza ver Meirionnydd, como si estuviera suspendida en el agua, las puertas acercándose a cada minuto, los guardias apostados en lo alto de la muralla, cuando se abren por orden de su Majestad, el largo camino hacia el reino con las olas golpeando suavemente cada lado de él me da la bienvenida.


Julen


 
Los pasos en circulo se escuchan en toda la estancia aumentando mis nervios, observo a Luken sentado en el sofá, le ruego con mis ojos que la detenga, pero sé que nadie puede hacerlo, él me da una sonrisa burlona y cierra los ojos.

– Nara – trato por undécima vez, de que se quede quieta en un solo lugar – Por favor, deja de caminar en círculos.

– ¡Eres un desconsiderado! – grita de la nada, logrando que me sobresalte un poco.

– Esto se pondrá muy bueno – escucho el murmullo de Luken desde el sofá.

– ¡Tú cállate! – y es cuando la pequeña fiera que se hace llamar mi hermana, dirige su furia hacia él – No hiciste nada por cambiar todo, solo te reíste hasta caer del sofá.

– Pero yo no pod…

– ¡Claro que podías hacer algo! – interrumpe – Es tu mejor amigo, solo dejaste que lo acribillaran, que lo pusieran entre la espada y la pared, que insinuaran que le gustan los hombres, que es un fenómeno.

– Ainara – reprendo.

– Lo siento – murmura dándome sus famosos ojos de cachorro – Pero es verdad, Luken no hizo absolutamente nada.

– Claro que hice algo – mi mano vuela a mi frente en un gesto de frustración – Lo golpeé en la espalda para que no muriera.

– Eso no era lo importante, lo importante es que lo van a obligar a casarse con alguien – sus manos vuelan por todo el lugar, exagerando cada palabra – Y si es fea, y si no le gusta el pueblo, que haremos, que tal que sea una niñita mimada de palacio, que no le guste el trabajo duro, que no quiera ni partirse una uña, que tal que sea estéril.

– Tarde o temprano tu hermano tenía que casarse.

– Pero con alguien a quien ame, no que sea por obligación.

– Esos son estúpidos cuentos de hadas Ainara.

– Te obligaré a casarte con un ogro completo.

– El aguantarte a ti todo el día ya es un martirio – replica Luk – Estoy seguro que un ogro es mejor tu presencia su Alteza – la reverencia que le regala es de total burla.

Me alejo totalmente de la discusión, sabiendo que no terminaran en un futuro cercano, salgo por completo de la sala cuando se empiezan a gritar, camino en dirección a los jardines del palacio. El aire me azota justo cuando pongo un pie fuera de las puertas, camino con total serenidad hacia mi lugar favorito, justo debajo del gran roble en medio del jardín, las flores rodeándome y regalándome su magnífico olor.

Es entonces cuando pienso en mi futura esposa, en la futura Reina, todas las inseguridades arremolinándose en mi cabeza. Ainara tenía en parte razón. El miedo de que la mujer que mi Padre elija para mí no sea la que mi pueblo necesita, se arraiga en mi corazón.

El tiempo pasa volando mientras cada posibilidad se vislumbra en mis pensamientos. Observo que los guardias alrededor estén un poco distraídos y cuando logro ver una brecha en su guardia, me encamino a subir el gran roble, dejando la corona que me identifica como Rey en el suelo.

Miro a Meirionnydd estar en completa vida, las embarcaciones llegando y anclando en el muelle, hombres, mujeres y niños caminando por sus calles, algunos animales corriendo de aquí para allá, sonrió pensando en todo lo que se ha logrado a través de los años, para que mi pueblo pueda tener paz y libertad, las diferentes guerras luchadas y es en este preciso momento, que sé que la Reina que ha sido escogida, amara mi pueblo tanto o más de lo que yo lo hago.

La paz se asienta en mi pecho, dejándome respirar libremente, cierro los ojos y disfruto del sonido de las olas, las personas y el delicioso aroma de la vegetación a mi alrededor, de las flores, de los árboles, del roció mojando la tierra.

Pero es cuando abro los ojos, que experimento la verdadera ansiedad, de solo ver el carruaje siendo empujado por hermosos caballos negros guiándolo al castillo, mi corazón explota en mi pecho y el aire corta todas las barreras que estoy poniendo para llegar a mis pulmones.


La Reina de Meirionnydd ha llegado.
pera
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Mensaje por lantsov Lun 14 Sep 2020, 5:10 pm

¡Annie! Mil disculpas!
No se porque pero los correos del foro se fueron a spam y hasta pensé que ya no seguiríamos  je ne nécessite pas un fée marraine 1054092304 
Te dejo un comentario como se debe en breve y un capitulo en un par de días.
lantsov
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