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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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what to do when you are tired of being
O W N :: Zona Libre :: Zona Libre :: Sin Tabú
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what to do when you are tired of being
- ficha:
- • Titulo: what to do when you are tired of being
• Autor: Spirwell
• Adaptación: no.
• Género: poesía, prosa lírica.
• Contenido: melancolía dramática.
• Advertencias: contenido desencadenante.
• Otras páginas: Ao3.
Don’t forget to drink water
so you can stay hydrated while you suffer.
Mila, 22 años, se puede comentar.
ÍNDICE
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Última edición por proserpina el Miér 20 Abr 2022, 9:16 pm, editado 3 veces
proserpina
hambre
qué hago.
tengo hambre.
¿es hambre?
¿o acaso será la mano
que sale de mis entrañas
y me toma desde dentro
para arrastrarme
lejos
lejos
muy lejos?
si acaso es esta,
¿por qué me resisto?
¿por qué no me muevo?
si también me quiero ir
y quedarme en mí
aunque yo no exista
y sólo sea mi ausencia
la que me reemplaza.
tengo hambre.
¿es hambre?
¿o acaso será la mano
que sale de mis entrañas
y me toma desde dentro
para arrastrarme
lejos
lejos
muy lejos?
si acaso es esta,
¿por qué me resisto?
¿por qué no me muevo?
si también me quiero ir
y quedarme en mí
aunque yo no exista
y sólo sea mi ausencia
la que me reemplaza.
proserpina
(esto no es) AMOR
Uno de los actos de amor más grandes que
puede hacer alguien, es la renuncia. pero no
es renunciar a esa persona la primera vez, ni
la segunda, es cuando amás lo suficiente a
alguien y a vos para darte cuenta que ese
amor te hace tanto daño como te quiere,
cuando sabés que tu cuerpo ya no soporta
tanto. cuando llegues a este paso, espero
que hayas intentando hasta sangrar, hasta
que ya no puedas más, porque al tomar
semejante decisión, tu cuerpo va a travesar
por diferentes estados. querrás volver atrás,
pero lo único que hay que hacer es seguir.
algunos caminos se cruzan. tal vez no era
su momento. hay otros amores que pueden
surgir, o tal vez vuelva este que duele, para
generar lo mismo, o, una vez sanos ambos
corazones, para fortalecerse. no lo sé. no creo
que haya alguien que sepa,
sólo queda tener en cuenta este último recurso, y no dejar de
intentar.
puede hacer alguien, es la renuncia. pero no
es renunciar a esa persona la primera vez, ni
la segunda, es cuando amás lo suficiente a
alguien y a vos para darte cuenta que ese
amor te hace tanto daño como te quiere,
cuando sabés que tu cuerpo ya no soporta
tanto. cuando llegues a este paso, espero
que hayas intentando hasta sangrar, hasta
que ya no puedas más, porque al tomar
semejante decisión, tu cuerpo va a travesar
por diferentes estados. querrás volver atrás,
pero lo único que hay que hacer es seguir.
algunos caminos se cruzan. tal vez no era
su momento. hay otros amores que pueden
surgir, o tal vez vuelva este que duele, para
generar lo mismo, o, una vez sanos ambos
corazones, para fortalecerse. no lo sé. no creo
que haya alguien que sepa,
sólo queda tener en cuenta este último recurso, y no dejar de
intentar.
proserpina
LA PROCESIÓN VA POR DENTRO
Esos aplausos que damos a las nueve, para profesionales con títulos y máscaras tan pegadas a la piel que se le forman surcos rojos en la cara, usémoslo para celebrar. Para los que seguimos vicos, aún si SARS no vaya a tocarnos nunca la puerta vestidos de inocentes escozores como granitos de arena hasta formarse, a la temperatura adecuada, trozos de vidrio listos para hacernos gritar. Aun si ni siquiera nos volvemos adeptos a las condiciones de una caja de madera o cemento con ventanas y quizás un jardín. Aún si estamos seguros que otros se lamentan lo que nosotros no. Hemos hecho mucho.
Y es que usar las alas de los pájaros y revolotear en nuestra propia jaula de ladrillos y aberturas de metal, aún si nosotros tenemos el poder de la cerradura y nuestra libertad sólo depende de una llave correcta, hay algo más que nos ata a los barrotes de nuestra cómoda jaula. Es quizás el miedo. El mejor amigo de los conquistadores. O es la prevención. El respeto. Quizás la sumisión. Pero aun así y todo, no podemos evitar desear ver más allá del borde de nuestros ojos de bueyes con marcos de aluminio.
Cuando uno prueba la libertad, aún bajo un sistema de restricciones, parecen infinitas las cosas por hacer. Y a veces es tan difícil mantenernos cuerdos por los mismos motivos. Entre hacer y no, nuestra productividad similar a los autómatas va en caída o en crecimiento según nuestro humor. Pero mantenerlo constante es la única vela que queda en esta ventosa habitación vacía de nuestro imaginario.
Celebremos que estamos. Aún si son palmadas que poco pueden explicarse con pensamientos coherentes. Celebremos a quienes salen y se ponen en peligro, y en quienes aún sabemos que estamos respirando aire en los pulmones. Pues no todas las responsabilidades asignadas son sencillas no bonitas. Hay momentos donde hay que sacrificarse aún si no se quiere hacerlo.
Por la fuerza todo duele más. Así que aproveche a esconder entre la orquesta rítmica de la noche, palmaditas en la espalda para usted por seguir de pie, o en el suelo, y por todos los que cree que también deberían tener la oportunidad próxima de sentir los gestos sin palabras de que somos más fuertes de que lo creemos. Aún si eso significa escondernos del fraude y del ladrón que nos lleva al precipicio diciéndonos que hay agua abajo y que es seguro. Porque cuando nos arrojamos en los mares de la confianza, estos están congelados y nos quema la piel, nos para el corazón y de repente el agua emponzoñada nos quita hasta los destellos que necesitamos para no volver a hundirnos en los besos de Hipnos.
Meta también sus propios deseo que nadie va a detenerse a juzgarle de egoísta cuando todos debemos ser un poquito se ello para preocuparnos menos. Aún si sólo se felicita a sigo misma. Sólo es una luz más durante una sinapsis.
Y es que usar las alas de los pájaros y revolotear en nuestra propia jaula de ladrillos y aberturas de metal, aún si nosotros tenemos el poder de la cerradura y nuestra libertad sólo depende de una llave correcta, hay algo más que nos ata a los barrotes de nuestra cómoda jaula. Es quizás el miedo. El mejor amigo de los conquistadores. O es la prevención. El respeto. Quizás la sumisión. Pero aun así y todo, no podemos evitar desear ver más allá del borde de nuestros ojos de bueyes con marcos de aluminio.
Cuando uno prueba la libertad, aún bajo un sistema de restricciones, parecen infinitas las cosas por hacer. Y a veces es tan difícil mantenernos cuerdos por los mismos motivos. Entre hacer y no, nuestra productividad similar a los autómatas va en caída o en crecimiento según nuestro humor. Pero mantenerlo constante es la única vela que queda en esta ventosa habitación vacía de nuestro imaginario.
Celebremos que estamos. Aún si son palmadas que poco pueden explicarse con pensamientos coherentes. Celebremos a quienes salen y se ponen en peligro, y en quienes aún sabemos que estamos respirando aire en los pulmones. Pues no todas las responsabilidades asignadas son sencillas no bonitas. Hay momentos donde hay que sacrificarse aún si no se quiere hacerlo.
Por la fuerza todo duele más. Así que aproveche a esconder entre la orquesta rítmica de la noche, palmaditas en la espalda para usted por seguir de pie, o en el suelo, y por todos los que cree que también deberían tener la oportunidad próxima de sentir los gestos sin palabras de que somos más fuertes de que lo creemos. Aún si eso significa escondernos del fraude y del ladrón que nos lleva al precipicio diciéndonos que hay agua abajo y que es seguro. Porque cuando nos arrojamos en los mares de la confianza, estos están congelados y nos quema la piel, nos para el corazón y de repente el agua emponzoñada nos quita hasta los destellos que necesitamos para no volver a hundirnos en los besos de Hipnos.
Meta también sus propios deseo que nadie va a detenerse a juzgarle de egoísta cuando todos debemos ser un poquito se ello para preocuparnos menos. Aún si sólo se felicita a sigo misma. Sólo es una luz más durante una sinapsis.
proserpina
Delirio
Tener fiebre es como emanar calor desde dentro, pero todo el mundo está frío.
A veces, el calor es tanto, que uno no siente nada más. No puede pensar, no puede respirar.
Se me llena el pecho de fuego en forma de anillos, que se expande sobre mi espalda y sobre el cuello entre mis hombros. Casi se siente como luz misma.
Quema.
Quema pero a veces sólo es calor.
Un calor punzante que entibia el cerebro, no lo deja funcionar y cada movimiento se siente como si fuese imposible. Pesa, pesa tanto. Como estar en las profundidades, casi ahí donde no entra aire, y la fuerza del planeta te quiere arrastrar a su centro.
Levantar un dedo, es hacerlo por primera vez luego de no moverse por años.
Sé que tengo fiebre, cuando mi cuerpo se llena de calor, pero no sudo. En cambio, todos los vellos de mi cuerpo se vuelven de cristal y son sensibles al frío.
Una capa de hielo, sobre el calor del delirio.
Nunca llego a ver cosas.
Pero sí es cierto que no pienso con claridad.
La cabeza se convierte en un reloj, con tics y tacs. Tic, tac. Latido. Sé que estoy viva, porque el flujo de sangre me golpea hasta los ojos. Incluso cuando los cierro.
La luz es demasiada. La oscuridad es agobiante.
Tengo frío, pero mi piel está caliente. Tiemblo. No me guata temblar.
Cada superficie donde me apoyo me ofrece confort. Están a temperatura ambiente, una muy baja, y de repente en pleno invierno me siento en primavera. En verano. Pero sigo sin sudar.
Un borde difuso me rodea, es como mi aura. O es acaso mi propia esencia ardiendo. No lo sé. Parece iluminar todo con los dedos de la muerte. Pero nada brilla. Sigo en la oscuridad, y tiemblo.
Odio temblar.
Me produce nada más que fatiga. Mi sistema está en recuperación, en plena guerra. Derrocha recursos, en prender un motor que no tiene combustible.
Bostezar, es estar a punto de vomitar. Y aliento gélido. Pero no tiene temperatura pues no existe, y tampoco el vómito llega a formarse. Es la necesidad de empujar. De hacer lugar.
Y al ver que nada abandona el departamento, todo sigue en su lugar, mis órganos y yo, apretados en un monoambiente, lloro. Sin desearlo. Lloro.
Lágrimas caen por mis ojos, sólo cuando los cierro. No tienen sentimientos, excepto el fastidio que apenas se despertó y no quiere dormirse otra vez.
Si pierdo mi trabajo y mi destino alguna vez, sé con seguridad que sería un buen radiador. Cumplo las expectativas. Como un hierro que estuvo hirviendo, al rojo vivo, sin tocarlo, se siente.
Me vuelvo a dormir, o lucho para cambiar el piloto a automático, esperando, confiando, en que mis profesionales se encarguen. Guerreros empedernidos. No dan el brazo a torcer. Se animan a todo. Matar o morir. O morirnos. O morirme.
Estoy en alerta roja, pero veo negro. No escucho la sirena de alarma, pero siento su vibración.
Mi voluntad ya no es mía, y me deslizo. Me vuelvo resbaladiza, como si fuese difícil de sostener. Pues nada lo hace. Ya no puedo sostenerme a mí. Y caigo.
Caigo, y sigo en caída.
Me siento hervir. Caliente. Insostenible. Intolerante. Inmanejable.
¿Acaso parará?
Vibro.
Vibro tanto que mi visión bajo los párpados carece de detalles. De bordes. Incluso de color.
La extensión de mi cuerpo se volvió una masa. No existen extremidades, pero se siente el dolor de ellas como si aún estuvieran ahí.
A veces, el calor es tanto, que uno no siente nada más. No puede pensar, no puede respirar.
Se me llena el pecho de fuego en forma de anillos, que se expande sobre mi espalda y sobre el cuello entre mis hombros. Casi se siente como luz misma.
Quema.
Quema pero a veces sólo es calor.
Un calor punzante que entibia el cerebro, no lo deja funcionar y cada movimiento se siente como si fuese imposible. Pesa, pesa tanto. Como estar en las profundidades, casi ahí donde no entra aire, y la fuerza del planeta te quiere arrastrar a su centro.
Levantar un dedo, es hacerlo por primera vez luego de no moverse por años.
Sé que tengo fiebre, cuando mi cuerpo se llena de calor, pero no sudo. En cambio, todos los vellos de mi cuerpo se vuelven de cristal y son sensibles al frío.
Una capa de hielo, sobre el calor del delirio.
Nunca llego a ver cosas.
Pero sí es cierto que no pienso con claridad.
La cabeza se convierte en un reloj, con tics y tacs. Tic, tac. Latido. Sé que estoy viva, porque el flujo de sangre me golpea hasta los ojos. Incluso cuando los cierro.
La luz es demasiada. La oscuridad es agobiante.
Tengo frío, pero mi piel está caliente. Tiemblo. No me guata temblar.
Cada superficie donde me apoyo me ofrece confort. Están a temperatura ambiente, una muy baja, y de repente en pleno invierno me siento en primavera. En verano. Pero sigo sin sudar.
Un borde difuso me rodea, es como mi aura. O es acaso mi propia esencia ardiendo. No lo sé. Parece iluminar todo con los dedos de la muerte. Pero nada brilla. Sigo en la oscuridad, y tiemblo.
Odio temblar.
Me produce nada más que fatiga. Mi sistema está en recuperación, en plena guerra. Derrocha recursos, en prender un motor que no tiene combustible.
Bostezar, es estar a punto de vomitar. Y aliento gélido. Pero no tiene temperatura pues no existe, y tampoco el vómito llega a formarse. Es la necesidad de empujar. De hacer lugar.
Y al ver que nada abandona el departamento, todo sigue en su lugar, mis órganos y yo, apretados en un monoambiente, lloro. Sin desearlo. Lloro.
Lágrimas caen por mis ojos, sólo cuando los cierro. No tienen sentimientos, excepto el fastidio que apenas se despertó y no quiere dormirse otra vez.
Si pierdo mi trabajo y mi destino alguna vez, sé con seguridad que sería un buen radiador. Cumplo las expectativas. Como un hierro que estuvo hirviendo, al rojo vivo, sin tocarlo, se siente.
Me vuelvo a dormir, o lucho para cambiar el piloto a automático, esperando, confiando, en que mis profesionales se encarguen. Guerreros empedernidos. No dan el brazo a torcer. Se animan a todo. Matar o morir. O morirnos. O morirme.
Estoy en alerta roja, pero veo negro. No escucho la sirena de alarma, pero siento su vibración.
Mi voluntad ya no es mía, y me deslizo. Me vuelvo resbaladiza, como si fuese difícil de sostener. Pues nada lo hace. Ya no puedo sostenerme a mí. Y caigo.
Caigo, y sigo en caída.
Me siento hervir. Caliente. Insostenible. Intolerante. Inmanejable.
¿Acaso parará?
Vibro.
Vibro tanto que mi visión bajo los párpados carece de detalles. De bordes. Incluso de color.
La extensión de mi cuerpo se volvió una masa. No existen extremidades, pero se siente el dolor de ellas como si aún estuvieran ahí.
proserpina
Pensamientos
A veces las paredes me
Hablan diciéndome que
Debería ser alguien más
Para poder
(O no poder)
Crear un lienzo
Blanco
Impoluto
Mentiroso
Una verdad a medias
Mi corazón abandona su lugar cuando
Mi cerebro piensa sobre
Las cosas que vivió mi cuerpo
Y se
Encarga de recordarlo
Para que la piel
Grite enmudecida
Aquel dolor inexistente
Aquel sentimiento irreal
Aquel
Aquella
Sensación inverosímil
Verosímil
Símil
Mil
Mil veces 7
7 razones para llorar
6 para reír
5 para disfrutar
4 para seguir adelante
3 para decir que sí
2 para rendirse
1 al final.
Hablan diciéndome que
Debería ser alguien más
Para poder
(O no poder)
Crear un lienzo
Blanco
Impoluto
Mentiroso
Una verdad a medias
Mi corazón abandona su lugar cuando
Mi cerebro piensa sobre
Las cosas que vivió mi cuerpo
Y se
Encarga de recordarlo
Para que la piel
Grite enmudecida
Aquel dolor inexistente
Aquel sentimiento irreal
Aquel
Aquella
Sensación inverosímil
Verosímil
Símil
Mil
Mil veces 7
7 razones para llorar
6 para reír
5 para disfrutar
4 para seguir adelante
3 para decir que sí
2 para rendirse
1 al final.
proserpina
El olor de la culpa
Un tufo de mal olor me siguió toda la mañana. Era como un dedo acusatorio, que me señalaba constantemente. Y a mí me llenaba de culpa. ¿Pero qué había hecho yo? ¿De qué era responsable? De nada. De nada. De nada. De todo. De todo. De todo.
A veces el olor, parecía dispersarse en el aire. Entonces yo podía respirar de nuevo. Pero esas bocanadas también estaban cargadas de acusaciones. ¿Y qué había hecho yo? Todo, todo, todo.
A veces el olor, parecía dispersarse en el aire. Entonces yo podía respirar de nuevo. Pero esas bocanadas también estaban cargadas de acusaciones. ¿Y qué había hecho yo? Todo, todo, todo.
proserpina
frío
El frío de la noche se parece a velcro rígido como el hielo, que se adhiere a la piel, y la transforma en vidrio. Ya no son extremidades. Son el hielo mismo, son cristales, son témpanos, que vibran con ausencia de la llama. Los músculos intentan salvarse de la hipotermia, el castañeo de los dientes, el débil quejido de un cuerpo entre las punzantes corrientes de viento nocturno. Nos volvemos de piedra. Pues las piedras no sienten, y nosotros al menos esperamos no sentir al invierno viniendo.
proserpina
NO HAGAS RUIDO
Durante los momentos en los que se debe guardar silencio, en el medio de la noche, mientras todos al rededor están bailando en el mundo de los sueños excepto el alma desolada que escribe esto, con un sentimiento arrollador que se lleva a tropezones las emociones de mi joven corazón, puedo apenas contener mi lengua.
O quizás sea que debo contener mi deseo de gritar. ¿Y qué es lo que quiero gritar? No lo sé. Pero aunque mi cuerpo se hunda con resistencias en los sueños, mi mente sigue corriendo asustada y nerviosa, pues se siente desolada.
Acaso podría gritar sin palabras, sin sentimientos. Pero existe en este mundo un grito sin emoción. Quizás en los otros.
O quizás sea que debo contener mi deseo de gritar. ¿Y qué es lo que quiero gritar? No lo sé. Pero aunque mi cuerpo se hunda con resistencias en los sueños, mi mente sigue corriendo asustada y nerviosa, pues se siente desolada.
Acaso podría gritar sin palabras, sin sentimientos. Pero existe en este mundo un grito sin emoción. Quizás en los otros.
proserpina
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