Más allá de la oscuridad.

No veía nada, solo oscuridad, intentaba moverme pero algo me lo impedía, no podía, estaba paralizada. Podía sentir como las gotas de sudor frío se deslizaban desde mi frente y bajaban lentamente, recorriendo cada centímetro de mi piel, hasta llegar a mi mentón donde caían al vacío. Estaba cabizbaja, sentía tanto cansancio como si hubiese corrido kilómetros sin beber ni una gota de agua. No sentía mis extremidades, estaba congelándome ahí dentro. Moví las manos, sonidos de cadenas inundaron la oscuridad, haciendo eco más allá de lo que cualquiera pudiese ver. Moví mis pies. Ahí estaba otra vez, el basto sonido del grueso metal chocar contra el piso. Me encontraba en la nada, literalmente. Sin saber de dónde vine, a dónde iba, sin saber quién o qué me había puesto en esa situación, en ese lugar. Sentí un ruido, un chasquido, como si alguien pisara un charco de agua y quisiera callarlo. Seguí escuchando. Nada.
Esperé unos segundos, quería irme de ahí. Solamente quedaba un gran paso por planear, cómo.
Lo escuché otra vez, esta vez más cerca, me inmovilicé, pero ya era tarde, me había oído. Sea lo que fuese que haya estado observándome en esos momentos había confirmado mi presencia. Empezó a caminar, cada vez más rápido, estaba lejos, pero yo sabía que no por mucho. Comenzó a correr, cerré los ojos lo más fuerte que pude, aunque no pudiese ver nada, no me sentía segura con los ojos abiertos. Se detuvo a unos metros de mí, podía oír su respiración pero no la podía sentir, tal vez estaba demasiado lejos, no lo sé, pero en ese momento ya no tuve más miedo.
Un estruendo se escuchó, como si se hubiese chocado con algo, ahí estaba otra vez, y otra. Parecía muy grande, por lo que llegué a entender que había una especie de pared que nos separaba, no podía definir qué material era ni mucho menos si se podía ver a través de ella, solo sabía que estaba a salvo, por el momento.
Me balancee hacia todos lados, intentando palmar alguna superficie diferente al suelo en el que estaba, logré identificar un balde a mi derecha, lo aventé lejos y golpeó contra la pared, rebotando hacia mí nuevamente, eso solo me daba dos teorías: O estaba la pared más cerca de lo que pensaba o está hecha de algún plástico o vidrio blindado, lo que quiere decir que existe la posibilidad de que sea transparente. Oí un rugido, proveniente del lugar hacia donde había aventado el balde, de detrás de la pared.
No estaba sola, eso me había quedado claro, pero nada me aseguraba de que no fuese la única humana ahí adentro.
Gotas caían del techo, estaba en una especie de subterráneo o algo así, el olor pútrido a humedad y moho me llenaban las fosas nasales aún más por cada vez que inhalaba, nunca en mi vida había deseado tanto tener aire libre, agua, comida, estar en mi cama, en mi casa, con mi familia. Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras mis ojos se cerraban lentamente y mi estómago se retorcía, ya no de hambre sino de dolor. Tenía sueño, no había más remedio, bajé mi cabeza y cerré mis ojos.
Todo se volvió blanco, estaba caminando, libre de marcas, de cadenas, caminaba por el blanco vacío, no sabía hacia donde iba, no me importaba. Después de caminar por varios minutos el paisaje comenzó a teñirse, podía distinguir entre el cielo y la tierra. Y de pronto aquel escenario incandescente en el que me encontraba se desvaneció, ahora estaba en un descampado. Sentía como mis pies tocaban el pasto y la brisa acariciaba mi pelo al igual que lo hacía con las copas de los árboles que se veían más adelante. Un bosque. Continué caminando, no tenía nada que perder, después de tanto, las cosas que habían pasado eran solo un sueño, no más que eso, criaturas que mi mente había inventado, era momento de volver a casa y seguir con mi rutina diaria, dejar este recuerdo nada más que como lo que es, un recuerdo.
Comencé a adentrarme entre los arbustos y las copas de los árboles, la luz de la luna se filtraba perfectamente entre las hojas, mostrándome así un camino de árboles marcados con una X.
“Me estaban esperando”
Susurré. Y una sonrisa se formó en mi cara. Seguí el rastro de marcas lo mejor que pude, admito que a veces me perdía, hacía tiempo no iba camino a casa.
Salí de entre unos matorrales y pude divisar, en pleno amanecer, aquel pueblo que tanto extrañaba, que tanto me había enseñado, que tanto había anhelado tener, todo, completamente destruido. No quedaba nada, no conseguí agua, comida, abrigo, nada.
Caminé hacia donde alguna vez estuvo mi casa, donde ahora solamente había cimientos indefinidos, ni siquiera sabía si era mi casa.
Estaba a punto de rendirme, de abandonarlo todo, de tirarme y echarme a llorar al suelo en ese momento cuando siento un ruido detrás de mí, un crujido, el típico crujido de ramas que se escuchan en las películas de terror, pero este era real, estaba aquí.
Me di vuelta, retrocedí aterrada sobre los cimientos, hasta caer. Mil imágenes pasaron por mi cabeza mientras caía, mi familia, mis amigos, el saber que nunca los volvería a ver. Una lágrima se deslizó por mi mejilla, la última.

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