Reed & Lucy

Parte 1: Reed

And I'm the best worst thing that hasn't happened to you yet, The best worst thing...

El toque de queda ya había sido anunciado hace más de quince minutos, todas las personas que aún quedaban en las calles corrían entre los callejones para evitar ser detectados por una cámara de seguridad o por los mismos rondines de los policías.
A lo lejos pudo distinguir el maullido de un gato, una mascota de lo más extraña en los últimos años luego de la gran guerra de recursos. La lluvia que en ese momento caía, lo empapo como nunca mientras se quedaba quieto en medio de aquella callejuela, observando su peor error.
Hace dos semanas que le habían realizado otro análisis por ser encontrado sospechoso, su nivel de estrés había estado hasta el tope la semana pasada, y las pastillas que le habían recetado, lo único que lograban hacer era dormirlo, por lo que decidió dejarlas de lado. Nunca pensó que fuera a pasar lo que estaba frente a sus ojos.
Reed Hawkey, diecisiete años, futuro médico. O al menos lo era hace poco.
Su mirada siguió con cautela la línea de sangre que iba corriendo conforme el agua seguía arreciando. Sus pies involuntariamente se habían comenzado a mover fuera de donde estaba, no podía pensar en nada, sabía que tarde o temprano irían por él, y no estaba seguro de lo que iba a pasar después. Tenía presente cual era la sanción, pero sin duda no quería que le sucediera a él, no quería dejar a su madre sola.
El sistema le había arrebatado todo, no le quedaba nada. Su hermano mayor fue enviado a otra ciudad al extremo del país, luego de eso, no se volvió a saber de él. Y su novia, le había sido arrebatada por aquellos exámenes que determinaban tu coeficiente criminal. Ella al saber que iba a ser enviada junto con los caídos, decidió quitarse la vida, ahora podía entender cómo se sentía.
Al llegar a la calle principal, limpió su cuchillo en su chaqueta con cierto asco mientras seguía su camino, seguramente ya no tardaban los guardias de la ciudad en venir, últimamente esa pequeña ciudad tenía más ataques de caídos que ninguna otra.
A lo lejos escucho como las sirenas se daban prisa para abrirse paso, así que coloco su cuchillo en su garganta, una posición que él había aprendido de una de sus clases de medicina, respiro profundo y observó como las patrullas se estacionaban a quince metros de él. Sonrió como nunca lo había hecho y comenzó a deslizar el arma por su cuello.
Pero el dolor nunca llegó como Reed lo imaginaba.
Un choque eléctrico se sintió en todo su cuerpo y pronto sus piernas cedieron, el cuchillo se le resbalo de la mano e hizo un sonido metálico al chocar contra el suelo, seguido de eso pudo escuchar las exclamaciones de sorpresa y sobre todo, un taconeo resonó en la calle.

— Es la octava – escucho decir a alguien.

¿Qué estaba ocurriendo? Ni él sabía. ¿Cómo alguien del gobierno había ido a esa calle con el clima que hacía? Tampoco sabía.

— Oh vaya, que incompetencia tenemos – la nombrada suspiro y se agacho hasta quedar en el campo de visión de Reed.

Observo con desesperación a la dirigente, quien lo veía como si estuviera esperando otra respuesta diferente, cierta decepción cruzo en su rostro pero luego una sonrisa siniestra se mostró ampliamente.

— Tendré que hablar con el cuarto – sonrió – los caídos están inundando mis ciudades más seguido – estiro el brazo y tomo el cuchillo que estaba a su lado, estudiándolo – sangre, ¿eh? Parece que estuviste ocupado amigo.
— ¿Quién ere…? – trato de preguntar.
— ¡Ustedes! ¡Vayan y encuentren el cuerpo, hagan algo! – grito con autoridad, haciendo que varias personas se movilizaran.
— ¿Está bien usted? No podemos dejarla con un…
— Yo me encargo – asintió – la parálisis que le dispare debe de funcionar por un largo tiempo.

Reed trato de moverse, pero su intento de escape fue detenido por aquella extraña mujer, su mirada estaba siempre posada sobre él, como advirtiéndole que nada bueno sucedería después, de eso estaba cien por ciento seguro, no sabía si los caídos fueran tan perversos como ella parecía ser.

— Bien ahora, puedes hablar un poco, eso me quedo claro – empezó diciendo – tomaré prestado tu carnet de identificación – aviso metiendo su mano en la chaqueta con manchas de sangre, luego saco su cartera sin mucha complicación – veamos...Reed, estudiante de medicina, y mira que tenemos aquí, originario de Romel.

El chico no se movió ni un centímetro y dejo que la octava siguiera registrando sus cosas, no tenía de otra al estar paralizado.

— Me recuerdas a mi antiguo ayudante – suspiro con nostalgia – aunque déjame decirte, que sería un desperdicio enviarte a Fallen – su voz había bajado de volumen y su mano acariciaba lentamente el cabello de Reed.
— ¿Qué quiere? – logro preguntar con esfuerzo – alguien como usted…
— Yo quiero un nuevo asistente, es una molestia ir y leer todos esos perfiles a la oficina central, así que salgo al campo a encontrar al caído perfecto.
— Yo…no soy ningún caído – murmuro apretando los dientes.
— Claro que lo eres – sonrió – si te hiciera un examen ahora, saldrías con el potencial de un asesino en serie.

Apretó los dientes y se resignó al ver la clara burla en los ojos de la dirigente.

— Tienes dos claras opciones – comenzó diciendo – uno, te vienes conmigo y te conviertes en mi perro guardián – levanto un dedo – o dos, te vas con los caídos, tú decides.

Reed apretó los dientes mordiéndose la lengua y se obligó a asentir o intentar hacerlo, no podía dejar que su madre se quedara sola, no iba a irse a un lugar perdido donde seguramente sería asesinado en menos de dos horas al llegar.

— Genial – chillo la octava – ahora, ¡James!
— A sus órdenes – hablo un sirviente.
— Ayúdame a llevar a nuestro nuevo amigo al carro.
— Señora, si el primero se da cuenta…
— ¿Acaso crees que tengo coeficiente criminal? – pregunto con evidente sarcasmo – ahora no me vengas con sermones.
— Sí – asintió el otro hombre.
— Ahora bien, Reed – vio como volvía a aparecer en su campo de vista – te olvidarás de tu familia, si es que tenías, así también como de tu historia anterior, eres un chico de diecisiete años recién llegado a la capital ¿Me entiendes?
— Si.
— Bien, tú nuevo nombre será…veamos – pareció pensarlo seriamente y luego chasqueo los dedos – Merlion.

El nombre no le agrado para nada pero tuvo que asentir.

— Te será inyectado un transmisor de lo más novedoso, regalo del cuarto, este te hará como mi sirviente, obedecerás a todo lo que te diga sin chistar – advirtió – ¿No quieres terminar en Fallen, caído?
— No.
— Bien – hizo una señal con la mano – me llamo Christine, será un gusto trabajar contigo.

James se adelantó de un momento a otro y levanto como si nada a Reed del suelo. Mentalmente se debatía si había hecho lo correcto, a partir de ese momento, todo sería diferente, su madre estaba quedando borrosa en su mente y ni decir de su hermano; en los seis años que había estado separado de ellos, nunca había deseado tanto volver a verlos como en aquella noche lluviosa.

— Bienvenido a la jauría, Merlion – escucho hablar a la mujer del gobierno.

Al levantar la cabeza, solo pudo distinguir la sonrisa ácida de aquella mujer, no pensó que los dirigentes del nuevo país, fueran como ella lo estaba siendo, seguramente, eran personas aún peor y aun así, eran los más importantes de todo el país.
Nunca en su vida, deseo tanto estar muerto.

Parte 2: Lucy

She's an American beauty, I'm an American psycho

Si dijera que tenía miedo en ese momento de su vida, seguramente su padre le tranquilizaría diciendo que todo iba a estar bien. Pero él no estaba presente.
En la sala de espera se sentía la tensión, todos los jóvenes de quince años eran convocados al examen y no había escapatoria, tenían que pasarlo si querían seguir viviendo en Cyprus. Lucy estaba segura de que si no fuera por el amuleto de la suerte de su hermano, estaría vomitando. Apretó con más fuerza el collar y trato de tranquilizarse. Les habían dicho el día anterior en qué consistía dicho análisis, simples diez preguntas y dos exámenes médicos, se suponía que en media hora iba a estar afuera.
Una alarma se encendió en la pared y todos se levantaron de los asientos como resortes, era la hora.
La puerta del pasillo se abrió y los cientos de jóvenes que estaban en la sala de espera tragaron en seco, Lucy apretó los puños a sus costados intentando que sus piernas no cedieran.
Por el pasillo recién abierto, se vio caminar a un hombre con paso seguro. Su porte era de alguien de gobierno, hasta que vieron sus insignias en el decorado de su chaqueta militar, parecía un general de los antiguos. Caminaba por en medio, ignorando por completo a los caídos que estaban en las celdas de los extremos, quienes gritaban miles de cosas que Lucy no pudo distinguir.
El hombre apenas paso el umbral de la puerta y esta se cerró tras sí con un sonido metálico. Los observó a todos con cierta cara de aburrimiento y suspiró como si en verdad le molestara todo el protocolo que ellos mismos crearon hace siete años junto con la creación del país.

— Oh no, son más de los que imagine – comento con pesar – tendré que revisar todos sus exámenes.
— Sigue quejándote – hablo alguien a un lado.

Lucy vio de reojo como una nueva mujer llegaba por otra puerta que estaba al costado, ella tenía la misma cara de cansancio e irritación que el señor. Repaso la habitación con su mirada y entre más veía, parecía como si quisiera mandarlos a todos al otro continente.

— No puedo creer el trabajo que me va a conseguir mandar a tantos.
— Siempre quejándote del presupuesto abuela Christine – sonrió sarcástico el señor.
— Cállate Killian – siseo enfadada – empieza con el maldito examen para irme a dormir temprano.

Los primeros en pasar a la sala del examen, fueron los jóvenes con apellidos de la A hasta la L. Lucy volvió a tomar asiento en las sillas, deseaba estar fuera de ese lugar muy pronto, necesitaba un poco de paz mental luego de lo que estaba pasando, nunca había deseado con tanto anhelo ir a trabajar en aquella vieja carnicería, realmente necesitaba dejar atrás a todos los del gobierno. Pero sus nervios aumentaron cuando uno a uno, los guardias iban pasando con los jóvenes que antes estaban en el examen. Estos gritaban e intentaban quitarse de encima a los hombres para poder escapar, ellos eran los reprobados, aquellos que estaban destinados a ser caídos. Lucy maldijo que su apellido fuera a estar en la última ronda, por lo que tuvo que cerrar los ojos hasta que fueran por su grupo.
Una hora después en aquella pesadilla, fue cuando finalmente abrió los ojos tras escuchar el llamado. Cuando llegaron a la puerta de acceso al examen, respiro profundamente y dentro de la sala pudo ver los asientos ya preparados con exámenes y como los ayudantes se movían de un lado a otro, limpiando los desastres que el anterior grupo había hecho. El hombre nombrado como Killian, daba vueltas a su lapicero mientras revisaba los exámenes del grupo anterior con una expresión de aburrimiento.

— Oye, perro guardián – hablo Killian, un chico rubio se acercó de inmediato – ve y dale esto a tu dueña – pidió nada amable dándole la montaña de papeles – los primeros setenta presentan un alto índice de criminalidad, que vaya viendo cuantas naves aproximadamente necesita.

El chico solo asintió y se fue corriendo de la sala. Todos los presentes estaban sentados en la silla que les correspondía justo cuando el cabello rubio del joven, desaparecía por la puerta, luego, observaron como Killian tomaba aire y se levantaba con cierta pereza.

— Bien, bien – hablo haciendo el silencio ahora más tenso – mi nombre es Killian y soy el cuarto dirigente en el nuevo gobierno, tengo el poder de enviarlos con los caídos si se me da la gana, no me hagan enojar – sonrió con sarcasmo y asintió – inicien.


Por la siguiente hora, Lucy no supo cuánto había rezado para que el cuarto la pasara, soporto los pinchazos de las agujas varias veces y cuando espero en la sala junto con los demás, fueron descartando lentamente a los que no pasaban los exámenes, sintió una opresión en el pecho cuando tomaron a la chica pelirroja que estaba a su lado.
Y por último, llegaron los dos dirigentes que habían estado presentes en el examen. Todos los jóvenes en aquella pequeña sala, habían pasado, solo un tercio de los que habían ido al principio, algo demasiado drástico.

— Muchachos, buena suerte – sonrió Killian demasiado forzado – ustedes están limpios, pero eso no quiere decir que no vayan a hacer fechorías, por favor, de parte de mi compañera, manténganse sanos, no saben los recursos que hay que acumular para enviar a los demás por separado.

Lucy trago en seco y se puso lo más firme que pudo, no sabía si eso era buena idea o no, pero al fin había terminado. Christine fue la primera en abandonar la sala con el chico rubio detrás de ella en todo momento, Lucy no entendía que significaba el adorno que llevaba en el cuello, mucho menos, porque le llamaban perro guardián, pero no quería entenderlo, a ella solo le basto con estar libre.


— Jovencita, volviste – chillo la señora mayor cuando la vio llegar con cara angustiada - ¿Todo bien?
— Si, si, no se preocupe, tuve un mal día realmente – suspiro.
— ¿Cuántos…?
— Luego dieron las cifras, solos ciento setenta lo consiguieron – abrió la boca tras una pequeña pausa, pero no pudo seguir.
— Había escuchado que fueron cerca de seiscientos – susurro la señora con horror – y eso solo es por un estado…
— El cuarto bromeo…acerca de que en Cyprus también se está extendiendo la locura.
— No digas eso – regaño la señora.

Ella más que nunca había vivido el horror de la guerra de recursos, cuando todo se acabó, la comida y el agua, fue cuando la población entro en un estado de demencia total, la señora – Mydel – tuvo que salir y conseguir algo para sobrevivir a lo que estaba ocurriendo, pero tras la pérdida de sus hijos, no tenía otra decisión más que morir, hasta que llegó el proyecto Cyprus y ella fue escogida como habitante de la nueva población, esa historia se repetía en todos las personas que vivían en el nuevo país.

— No creo que pase eso – murmuro Lucy – se hacen estudios todos los días con tal de evitarlo, dudo que también pase lo mismo con Cyprus…
— Que el cielo te escuche.

Luego de eso, Lucy trabajo toda la jornada de la tarde, necesitaba despejar su cabeza antes de irse a la residencia a estudiar sus notas. El día se les había sido otorgado a aquellos que iban a hacerse sus estudios, era una política de la escuela, más no estaba segura que lo hicieran por consideración hacia los alumnos.
Lucy trabajaba con una meta en mente, y esa era su familia. Estaba decidida a ir a visitarlos muy pronto, tenía la quinta parte de lo que necesitaba para irse a su ciudad, pero debía de darse prisa antes de que reacomodaran a Bran, el pequeño pronto debía de terminar la educación primaria para luego ser reacomodado en un nuevo estado a los cortos once años, de esa forma había pasado con ella. No quería que se fuera sin que ella lo despidiera.

— ¡Ya me voy! – aviso a Mydel.
— No tendrás problemas con el toque de queda – grito la señora de vuelta, apareciendo de pronto en la tienda.
— Sé moverme por la noche – sonrió Lucy con cariño – mientras llegue a la residencia a través de los callejones, puedo lograrlo.
— Cuídate jovencita – advirtió la señora – quiero verte mañana.
— Claro que sí – asintió mientras se despedía con la mano a la vez que se lanzaba a la calle con la lluvia que estaba arreciando.

Decir que la lluvia le provocaba miedo, era decir poco, Lucy había escuchado todo tipo de historias de cómo el agua de las nubes había quedado toxica tras las armas nucleares que países poderosos como Estados Unidos o Inglaterra, habían lanzado para recuperar comida para sus habitantes, nunca había superado su trauma y evitaba salir a la calle con ese clima.
Atravesó el tercer callejón con decisión mientras evitaba las cámaras y las luces de los guardias que se asomaban hacia aquellas calles vacías. Iba a buen ritmo y a ese paso, podía estar en su residencia antes de lo esperado.
Pero luego lo vio.
Freno en seco cuando observo a una sombra solitaria en el callejón, su camisa blanca estaba empapada, todo él lo estaba y resaltaba demasiado en aquel lugar. Lucy se escondió lo más que pudo a la vez que evitaba lanzar un chillido asustado al ver el cuerpo de un hombre a los pies de aquella sombra, un gato maulló a su lado y rogó al cielo que el chico castaño no fuera a averiguar lo que estaba pasando.
Y luego como si nada, el muchacho comenzó a caminar hacia la calle principal con una tranquilidad inhumana, por lo que, en cuanto el joven desapareció de su vista, Lucy se lanzó hacia el cuerpo que estaba en el suelo para ver si podía ayudarlo, pero era irremediable. Tuvo que contenerse al ver un corte limpio en el pobre hombre, desde el ojo izquierdo hasta el hombro derecho tenía cortado, simple y sencillo. Debió haber muerto por la pérdida de sangre.
Lucy trago duro y se apegó a la pared, asomándose ligeramente para ver como el chico se frenaba en la calle, sin darse cuenta de que los carros de la policía lo estaban acorralando por ambos lados. Pero por auto detrás de él, salió la octava dirigente, aquella mujer que había conocido en el examen de la mañana, pero esta vez, no tenía a su acompañante.

— Señora… - hablo el chofer.
— Calla James, necesito un nuevo asistente, el rubiecito no soporto la carga – escucho decirle con frialdad, haciendo que un escalofrió pasara por la espalda de Lucy.

¿Se había…desecho del rubio?
Lucy se quedó pegada a la pared observando la escena de cómo el chico que había asesinado al hombre del callejón, era derribado por la octava, pensó por un momento que la señora del gobierno, planeaba matarlo, pero eso seguramente la convertiría en una caída.
Ni por defensa propia, se podía asesinar a alguien, eran las leyes.
La joven echo a correr a otro lugar cuando vio que los policías se acercaban a donde estaba al ver correr la sangre del cadáver. Se escondió en el mismo lugar de antes y espero a que se fueran, ahora no estaba dispuesta a salir a menos de que la calle estuviera desierta.
Lo último que pudo ver esa noche, fue como se llevaban el cuerpo del desconocido en una bolsa negra, a la par, de cómo el chico castaño, era subido al mismo automóvil por el que vino la octava.
La dirigencia era peor de lo que había pensado.


Lucy había llegado a la residencia a las tres de la mañana, sus compañeras de cuarto estaban dormidas por lo que se le hizo fácil darse una rápida ducha para eliminar las impurezas de la lluvia e intentar dormir un poco antes de sus clases en la mañana, más no pudo dormir luego de todo lo que había visto en la noche.
Por entre la gente, había el rumor de que los mismos asistentes de los dirigentes, eran caídos. Pero nadie había confirmado nada, todos bajaban la cabeza de forma obediente al sentir una guerra inminente si llegaban a alzar la voz, todas las personas vivían con el mismo miedo.
Al levantarse y tomar un corto desayuno en compañía de Juno y Frany, salió junto con ellas a las clases que iban a tomar. Cuando  sus amigas se despidieron para irse a su edificio designado, Lucy entró decidida al suyo, con la esperanza de terminar ese día lo más rápido posible.
Lucy iba pasando tranquilamente, hasta que su atención se fijó en su salón de clases, en el cual solo quedaban veinte alumnos de los cincuenta que eran en cada salón. Incluso vio el asiento vació de Fred, un chico regordete con el carisma más enorme que jamás había visto, Lucy rogó que estuviera llegando tarde.
Tomo asiento en su lugar designado y de pronto, las pantallas que estaban en la pared se encendieron, dando a entender que era un programa del gobierno.

— Buenos días, habitantes de Cyprus, me presentó como el cuarto dirigente – Killian sonrió con cierta malicia – los exámenes Psycho acaban de iniciar, esperamos una total cooperación por parte de los ciudadanos, a la vez que traemos esperanza a nuestro prospero país.

En la toma, pudo distinguir a la octava, quien veía a la cámara fríamente, sin decir nada mientras Killian daba un largo discurso. Un escalofrío pasó por la espalda de Lucy e intento que las náuseas que seguía sintiendo se fueran, pero el verdadero terror, fue cuando vio al fondo en donde estaba el chico castaño de ayer, con la mirada fría y el mentón arriba, detrás de la octava. Como el rubio, él tenía un extraño patrón en el cuello, y comprendió a que se refería Killian con eso del perro guardián de la octava, ese diseño, hacía referencia a un collar.

— Que tengan un buen día y no olviden – sonrió el cuarto aún más amplio – mantengan su mente fuera de pensamientos impuros.

Y tras eso, la imagen desapareció.
Lucy estaba segura, de que lo que había pasado con el joven de la noche anterior, era horrible, no entendía que podía estar en su mente al lado de la mujer que lo apreso de esa forma con ella. Entendió, que tal vez, había cosas aún peores que ser el perro de un dirigente, y eso, no quería averiguarlo en su vida.

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