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a trip clock

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Mensaje por trunks Jue 21 Jul 2016, 10:03 pm

—¿Y esto qué?

Son poco más de las siete y el sol comienza a querer desaparecer proyectando distintas tonalidades anaranjadas y amarillentas en sus rayos, dos muchachos encorvados a media calle hacen la diferencia entre un montón de cajas apiladas en aquel desértico lugar, ambos con capuchas grandes cubriéndoles sus rostros jóvenes enmugrecidos.
Desde que la sociedad se echó a perder y el terror en las calles se volvieron más frecuentes ni un alma se atreve a salir fuera de casa pasado el toque de queda a las seis, las posibilidades de ser asaltados o por lo menos raptados es tan enorme como poder andar sobre cristal sin romperlo, pero a los dos adolescentes aquello les resulta de lo más normal como si no existiese peligro alguno. El más joven de ellos, Bruno, mantiene su vista en el pavimento con las manos tocando el frío suelo por su postura acuclillada en la calle, poco le importa que no ha sido limpiada en sabe cuanto tiempo y una gran cantidad de basura yace esparcida en toda la explanada, con sus labios sellados en una fina línea que le inquieta a su acompañante con sólo mirarle.
No es que ambos compartan un lazo sanguíneo que los vuelva familia para seguir siempre al otro cuando su capricho es solamente salir del orfanato por un rato, los gritos de las monjas suelen sacar de quicio a cualquiera con pasar pocas horas ahí con ellos, pero si bien ambos comparten mucho en común que una gran amistad que los vuelve como uña y mugre en todas las ocasiones. Como Robin y Batman, Buzz y Woody, Bob y Patricio, ambos son un dúo dinámico de primera clase, Baldwin y Bruno, el dúo dinámico B. O al menos así los llaman todos dentro de la inclusa.

La pregunta que el mayor hace es completamente ignorada por el otro chico, ni siquiera se inmuta en hacerle alguna seña o dirigirle la mirada a su amigo después de formular aquella cuestión, los inquietantes sentimientos que albergaban la persona de Baldwin se incrementan al darse cuenta que Bruno no está ni mínimamente empeñado en contestarle. Más sin embargo no se apresura en insistir ya que bien sabe que no es bueno el presionar al muchacho de cabello largo, con el paso de años juntos aprendió a que uno de los puntos débiles que logran sacar de sus cinco sentidos a Le Brun era el desesperarlo, y decide enfocar su atención en los objetos tirados en la calle en medio de ambos. Lo que parece ser una tira de cuero larga con un cuadrado en su centro yace extendida frente al menor y una serie de diminutas baterías para reloj; aquellos son el completo centro de atención de los dos amigos en aquel momento.

—¿Y entonces qué? ¿Ahora qué?

Repite después de mirar fijamente los objetos de nueva cuenta el mayor con algo de cansancio en su timbre de voz mirando hacia el menor con seriedad, no encuentra explicación alguna al estar en medio de una solitaria y mugrosa calle con un reloj y baterías nuevas, pero aguarda paciente a que finalmente su amigo le conteste lo que quiso saber desde un principio.
El rostro del más joven se levanta con lentitud y sus azulados ojos se topan con los marrones de Baldwin, aún con sus labios unidos en una línea, para después encogerse de hombros en señal de que está próximo a contestar. De una vez por todas.

—¿Recuerdas aquel día en el que fuimos al centro de la ciudad y un veterano forcejeó cuando intentaba sacarle la billetera de sus bolsillos? —Un asentimiento, un tanto apenado ante el recuerdo de hace unos meses en donde ambos habían intentado robar porque tenían ganas de una buena comida que no fuese la del orfanato, por parte de su amigo es toda la respuesta a su pregunta—. Mientras peleaba contigo por su mísera cartera de cuero logré ver que le saqué su reloj de un manotazo cuando me golpeó primero a mi, lo junté, y es el que tengo aquí.

Bruno señala con su dedo índice de la mano derecha el suelo con el reloj y las baterías ahí, sin dejar de mirar fijamente a Baldwin, lanza su cabeza hacia atrás para quitar el cabello que logra cubrirle los ojos de lo largo que es. Si bien desde que cumplió los catorce no recuerda haber dejado que ninguna de las monjas le tocase la cabeza con tijeras en mano por lo cual no es de lo más novedoso que su largo cabello parezca marañoso y quebradizo aún mirándole a cierta distancia.
No quiere perder contacto visual con el rubio porque a pesar de los años de amistad sabe que posiblemente lo que se viene a continuación no sería nada fácil de similar en un rato; incluso él mismo le costó semanas él estar seguro que no había alucinado con las extraordinarias cualidades que el cronógrafo robado resultó tener, los malos y buenos momentos que ambos vivieron desde que tienen memoria no tiene nada de influencia en la forma que Baldwin podría ver lo que le piensa contar en seguida, traga saliva disimuladamente y relame sus labios cuando los ojos del mayor le miran con diversión absoluta por sus palabras previamente dichas.

—Bueno, wow, y al parecer le habían faltado unas pilas de reloj para que funcionara de vuelta, ¿no es así? —Ríe sonoramente asintiendo— Sabes que a las monjas no les gusta que salgamos y posiblemente quieran cortarnos las cabezas cuando regresemos; literalmente, arriesgué mi cena y desayuno de mañana porque querías conseguir baterías para esta cosa. ¡No lo puedo creer, eres increíble Bruno! —exclama ya sin una pizca de humor levantándose del suelo sacudiendo sus viejos jeans con polvo de la calle—. Cuando decía que te acompañaba en todas tus locuras... ¡nunca quise decir que en tus caprichos también, idiota!
—Baldwin... —El silencio vuelve a reinar en la calle en cuanto el castaño de ojos azules pronuncia el nombre del rubio en tono bajó, el único que utiliza cuando las cosas van en serio de verdad, y los oscuros ojos de su acompañante se posan en él de inmediato— No es un capricho, cierra tu bocaza y vuelve a agacharte, te aseguro que lo que te mostraré es mejor que terminar siendo agarrados por las patrullas y llevados de vuelta con la madre Constance.
—Esta bien. —Obedece a regañadientes dejándose caer de vuelta en el suelo únicamente porque ya van más de diez ocasiones en las que los policías de turno nocturno les agarraban en las calles después del toque de queda y los devolvían al orfanato, aunque ellos sólo hacen su trabajo pero hay cosas peores en la ciudad que niños huérfanos fugados de sus horribles hogares tan noche, así que le dedica una sonrisa hipócrita a Le Brun desde el suelo de nueva cuenta.
—Sólo te pido que me dejes terminar y no me creas un demente antes de tiempo, ¿de acuerdo? —menciona con un atisbo de nervios el menor y cuando Baldwin le asiente se decide en comenzar a relatar— Primero creía que era cosa mía, que comer únicamente viejos enlatados en el orfanato me hacia alucinar, pero después de cinco veces que ocurrió... y cuando volvía parecía que no hubiera ido a ningún lado... —Carraspeó apartando su mirada hacia las cajas de cartón que les rodeaban en aquella calle vieja— Comprendí que en verdad ocurría y no lo imaginaba, ¿sabes? —Vuelve a conectar su mirada con la del mayor— Baldwin... ¿alguna vez llegaste a ver Volver al futuro?

Bruno sonríe de lado y recoge con ambas manos el reloj junto con las baterías nuevas para colocárselas con los dedos temblorosos, esperando pacientemente la respuesta del rubio, luciendo casi tan nervioso como un chaval en su primer día de clases. Espera segundos pero el silencio de la calle sigue albergando en el ambiente y cuando él está por mirar a su amigo éste suelta una carcajada que hace eco en los grandes edificios que les rodean desde donde se encuentran a media calle.
Alza la mirada con el ceño fruncido y la sonrisa socarrona de Baldwin es lo que le recibe de inmediato, el otro muchacho niega con la cabeza con su escalofriante sonrisa antes de arrebatarle el reloj de sus blanquecinas manos, mira el accesorio con gracia y vuelve a reír poniéndose de pie a su vez. Bruno le imita torpemente y se planta con los brazos cruzados frente a él.

—Por supuesto que la he visto, Le Brun, es una de las películas piratas que tenemos en el orfanato, ¿recuerdas? —Su tono es tan burlón mientras se pasea ante las cajas apiladas en la calle mirando aún burlón el reloj por lo cual el joven ojiazul le sigue por detrás—. Doc, rayos, si, no me digas que creíste que me iba a tragar eso de que el Delorean evolucionó a un gastado accesorio para la muñeca.
—No es una broma, estoy hablando en serio. —recrimina molesto el castaño tratando de arrebatarle el reloj al adolescente de ojos marrones— ¡Devuélveme mi reloj ahora!

La escena era en si bastante estúpida si alguien estuviera viendo a escondidas, Baldwin a pesar de ser el mayor mide unos centímetros menos que Bruno que es el menor de ambos, pero aún así el más enano saca ventaja al más alto.
El rubio, vacilante como siempre, le devuelve su reloj con sus mofletes inflados tratando de contener la risa que le causa aquella situación.

—Quita tu estúpida sonrisa que estoy hablando en serio, bastardo. —Los dientes de Bruno rechinan cuando miran al chaparro rubio quien le pone los ojos en blanco y le saca la lengua, un gesto completamente infantil para tratarse de dos muchachos de diecisiete con cara de puertos, carraspeando a su vez para que continuara hablando— No sé exactamente cómo es que funciona esto o de dónde proviene exactamente, pero basta con ajustarle la hora y te manda a quién sabe que época.
—¿Y a dónde has viajado exactamente Martí McFly? —cuestiona con gracia arqueando una de sus cejas rubias tratando de adoptar una postura seria. El otro pone los ojos en blanco pero sonríe con gracia por el comentario de su mejor amigo.
—No sé que época son exactamente, pero en una reinaba la música de Michael Jackson y en la otra había robots caminando por las calles. —confiesa asintiendo la cabeza conforme habla y hace ademanes con sus manos que hacen reír al rubio— Si adelanto la hora vamos un año arriba y si la atraso es uno hacia atrás, cada hora adelante o atrás equivale a un año de diferencia, ¿me explico?
—Claro, si, por supuesto. —La cabeza de Baldwin asiente frenética cómicamente.

Bruno inhala todo el aire que pueden retener sus pulmones y lo expulsa segundos después, liberándose de la tensión que había acumulado de sólo pensar cómo lo tomaría su amigo, pero al ver que su humor en la situación sigue en pie unas ligeras punzadas en la cabeza comienzan a doblegar la valentía que tiene de hacerle ver que sus palabras son ciertas.
Toma la mugrosa manga del burlesco muchacho que vuelve a inflar sus cachetes para evitar abrir su boca para burlarse, le mira con el mentón en algo, y separa sus labios para pronunciar algo.

—Recuerda lo que te rodea ahora, amigo mío, porque a donde iremos no hay guerra pero si una inteligencia superior a la de ahora.

Y sin previo aviso él gira la diminuta ruleta al costado del viejo reloj, adelantando las horas, con su semblante serio con la vista al frente sin dejar de soltar la manga de su amigo para evitar el dejarle ahí varado en medio de la nada.

En un principio el panorama de los escombros a media calle y los rascacielos destruidos de lo que antes era una de las ciudades más visitadas del mundo son todo lo que ven, pero conforme las horas son adelantadas en el reloj por la grande y huesuda mano del menor aquello cambia por completo, volviéndose únicamente un torbellino de colores junto con brillos igual que la escena cuando el hada madrina aparece en las películas de princesas. La risa que comenzaba a crecer en la garganta de Baldwin cesa de inmediato y sus ojos se abren a tope mientras se aferra con ambas manos al brazo de Bruno con fuerza; quien sigue tan pacífico como en un principio desde que le tomó de la manga.
La sensación de estar flotando en el espacio y tiempo pasa en la cabeza del mayor por unos segundos antes de que un zumbido crezca en los tímpanos de ambos, haciéndoles curvar sus jóvenes rostros en muecas de aflicción, que dirá menos de cinco segundos porque el torbellino desaparece y la calle en donde anteriormente estaban está de vuelta frente a sus ojos. Más sin embargo no es igual.
Las pilas de escombros han desaparecido al igual que los edificios están enteros, hay gente dentro de los locales que yacen abiertos en la calle y el sol brilla como nunca lo habían visto por la contaminación en el aire, la mandíbula del rubio casi toca el suelo de la sorpresa y comienza a balbucear incoherencias mientras suelta el brazo del castaño de inmediato.

Una risa nerviosa se apodera de él hasta que incrementa y se vuelve una escandalosa carcajada. Antes de que parezca un demente por completo unas manos le cubren la boca y le tiran con fuerza hacia atrás.
Baldwin mira hacia arriba para toparse con el mallugado y mugroso rostro de su mejor amigo mirándole sonriendo abiertamente, cosa que no hace más que muy de vez en cuando, palmeando su espalda.

—Ellos pueden vernos, no parezcas un demente enfrente de los futuristas, estúpido —canturrea aún con su escalofriante sonrisa en los labios—. Bienvenido al futuro, Baldwin, en donde las guerras son cosa del pasado y las nubes negras no se ven diario.

Una exclamación de satisfacción se hace presente por parte del chico bajo y con los ojos llorosos admira lo que jamás en su vida soñó con poder ver: un lugar mejor.
Se gira en dirección a su amigo de nueva cuenta y está por formular una pregunta cuando él le interrumpe.

—Si, ya nos vi un día que vine, ambos seguimos siendo amigos y vivimos al lado del otro. —responde cortes poniendo sus manos detrás de la espalda.
—¡Es simplemente asombroso, ese puto reloj vale más que toda la plata del mundo, hombre! —murmura altamente el de ojos oscuros limpiando sus lágrimas, dejando un rastro manchado en sus mejillas a causa de la mugre que hay aún en ellas, abraza fuertemente al más alto y sale disparado hacia la calle de enfrente para mirar más de cerca.

Bruno se cruza de brazos y ríe por lo bajo para no llamar mucho la atención, pues dos niños con ropas viejas y holgadas no es la última moda en el futuro, mete las manos en sus bolsillos para guardar el reloj del tiempo ahí dentro.
Está seguro de que sus aventuras en el tiempo serán una novedad para contar cuando vuelva junto con Baldwin al orfanato a los demás niños; porque el dúo dinámico de B's tiene muchas aventuras por delante gracias a aquel artefacto que Bruno tuvo la fortuna de encontrar y no por casualidad.
info.:
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