Tu jardín con enanitos

   


Damian siempre ha sido un chico muy tierno y romántico cuando ha estado enamorado, pero sobre todo es muy decidido cuando quiere realmente algo. Cada vez que siente que realmente está enamorado, hace todo para que para conquistar a la chica que le interesa.
Un día estaba en la playa, disfrutaba de un día soleado, al ir al mar una ola casi se lo lleva porque él no sabía nadar. Lionel, uno de sus amigos le dijo que un instructor muy bueno estaba haciendo unos cursos de natación en los cuales él se podía inscribir. Al principio él no quiso hacerlo, se decía a si mismo que él iba a aprender por si solo a nadar, pero finalmente se inscribió en el curso de natación para principiantes.
Al llegar al lugar del curso él estaba muy nervioso, había pasado a Starbucks a comprar un café helado, caminaba mirando hacia el suelo, por lo que no se fijó que había una chica frente de él, hasta que chocó con ella, derramándole todo el contenido de su café helado en su camiseta.
— ¿Por qué no te fijas por dónde vas imbécil? —le gritó la chica, al mirarla lo que le llamó la atención de ella fue su corte de cabello al estilo pixie—. ¿Eres bobo o qué? ¡Deja de mirarme como idiota!
Él al principio no reaccionó, quedó hipnotizado por aquellos ojos de color chocolate, esa nariz pequeña, pero respingada y aquellos labios de color melocotón que rogaban ser besados.
— Perdona —le dijo al salir de ese pequeño trance —. No vi es estabas caminando en la misma dirección que yo.
Ella lo miró aún más enojada.
— ¿Enserio? —ella simplemente se rio—. Para a otra fíjate,  idiota.
Ella  se fue caminando hasta que entró al lugar en donde se estaban impartiendo las clases de natación. Damian simplemente la dejó ir y se maldijo por reaccionar de esa manera. Notó que so corazón estaba acelerado, bombeaba como si fueran las alas de un colibrí,  esa era unas de las reacciones que él notaba cuando sabía que estaba enamorado y esto claramente era amor a primera vista.
Al pasar los días averiguó muchas cosas de la chica, sabía que se llamaba Robin, que estaba en clases de natación avanzadas, que le gustaba el comer helados después de las clases de natación, pero que sobre todo, estaba soltera. El con mucho esfuerzo y ganas pasó con honores el curso de natación y fue trasladado a las clases de natación avanzadas en las cuales estaba Robin. Los primeros días la miraba a cada instante y mientras más la miraba, más se enamoraba de ella, incluso se hizo amigo de la mejor amiga de Robin, una chica llamada Angélica a la cual trataba de sacarle información sobre su amiga. Angélica le contó algunas cosas de Robin, pero no entraba en detalles —obviamente porque no podía contarles cosas íntimas de su mejor amiga— y mientras más ella le contara cosas de su amiga, más se enamoraba de Robin.
Una tarde después de las clases de natación él se armó de valor y la invitó a salir, sin embargo ella no rechazó, es más hasta se burló de él por pedirle una cita. Día tras día él la invitaba a salir, pero ella siempre le contestaba que no, pero él jamás se iba a rendir, un día Robin aceptaría su propuesta porque ella sería su novia, se casaría con ella y sería la madre de sus hijos.
Como dice Melendi en su canción “Tu jardín con enanitos” él quería ser el mar en el que pueda ahogar todos sus males, porque sabía que esa chica escondía algo, algo que le impide ser feliz en el amor, a él no se le ocurre que puede ser, pero tratará de averiguarlo para poder conquistarla y que ella se enamore de él, como él lo está de ella.