Fuera del tiempo.

FUERA DEL TIEMPO.

No siempre, pero a veces.

A veces siento que estoy fuera del tiempo. Que transcurra lento o transcurra despacio yo no lo hago con él. Sigo en el andén, esperando no sé qué o no sé a quién. Con una única certeza; cada vez comprendo menos, por muchas cosas que llegue a entender.

No siempre, pero a veces.

Me da miedo que me importe tan poco.


Se está bien aquí. Los observo a todos. A los otros, quiero decir. Los que sí cogen trenes.  En sus ojos veo sus sueños, razones y anhelos. Tienen dos motivos para avanzar: Miedo y dolor.

El miedo los lleva a coger el primer tren que aparece. A penas reparan en él, no se fijan en quién está dentro, cuál es el destino. Ansían subir; empujándose, precipitándose. Guiados por ese miedo a quedarse rezagados. A que el tiempo avance sin ellos. A que se les acabe. A que cuando aparezca el siguiente sea demasiado tarde para ellos y para sus sueños, razones y anhelos.  

El dolor, en cambio, existe a consecuencia del primero. Las personas que no se suben al primer tren que aparece ya se subieron en él tiempo atrás. Aprendieron  del error. Hubo dolor en ese tren, decepción. Por eso ahora esperan, no mucho, porque siguen teniendo miedo. Pero sí hasta  asegurarse de que el tren que aparece no les conduce a los mismos errores y decepciones. Cuando lo encuentran se suben, sin empujones ni precipitaciones. En busca de aquellos sueños, razones y anhelos que se perdieron en el primero. Con la esperanza de no regresar jamás al andén, aunque con la certeza de que probablemente lo hagan.  

En cambio, sólo hay un motivo para no avanzar. Aunque, siendo honesta, creo que es una mezcla de los anteriores. Se llama pasado. Nosotros, los que llevamos tanto tiempo en el andén que ya ni siquiera nos preocupa que se acabe, somos sus víctimas. Dejó de preocuparnos que fuera demasiado tarde porque ya es demasiado tarde. En el pasado se quedaron nuestros sueños, razones y anhelos.

Ningún tren parece el indicado porque el indicado pasó hace tiempo. Si lo dejamos pasar o subimos en él no es importante. Porque ahora estamos aquí, ésta o aquélla razón nos devolvió al andén. Ya pasamos por el miedo y el dolor; aquellos por los que cogimos los dos siguientes trenes. Irónicamente, es el miedo y el dolor lo que nos mantiene aquí en este momento.

Somos lo que a lo mejor le espera a algunos de los que se siguen subiendo a los trenes. Dejamos de avanzar porque todo lo que queremos es retroceder. Recuperar todas las oportunidades que perdimos para aprovecharlas, esta vez sí, de verdad. Necesitamos poder decir todo lo que no dijimos y que ahora sabemos que deberíamos haber dicho.

Soy Sara. Han pasado dos años, diez meses y veinticuatro días desde que regresé al andén. Una parte de mí está subida en un tren, avanzando hacia el futuro. Pero el 97% es la que está aquí sentada escribiendo estas líneas.

Al principio he dicho que no sabía qué o a quién esperaba. Era mentira, sé muy bien a quién espero. Es aquél por el que dejé de coger trenes y, por quién volvería a hacerlo de nuevo. Aquél por el que por muchas veces que me vaya siempre vuelvo aquí.

No lo sé. Puede que cada vez más porcientos se marchen con la Escasa Sara que avanza y no regresen. Quizá la Escasa Sara decida recluirse en el andén con la mayoría, cansada de avanzar a contracorriente.

Existen muchas posibilidades.

Supongo que algún día me animaré a explorarlas. Porque siempre será tan fácil como levantarme y subirme al siguiente tren. Y, tan difícil como hacerlo.

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