Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Mi querida Bophary
O W N :: Actividades :: Actividades :: Concursos :: My Sweet St. Valentine
Página 1 de 1. • Comparte
Mi querida Bophary
Título: Mi querida Bophary.
Autor: Deby (margarita.)
Adaptación: No.
Género: Romance y Comedia.
Contenido: la difícil decisión de un chico entregándose a su más grande debilidad.
Advertencias: Alusión al sexo y algunas palabras vulgares, nada más y nada menos.
Otras Páginas: No.
Autor: Deby (margarita.)
Adaptación: No.
Género: Romance y Comedia.
Contenido: la difícil decisión de un chico entregándose a su más grande debilidad.
Advertencias: Alusión al sexo y algunas palabras vulgares, nada más y nada menos.
Otras Páginas: No.
Mi querida Bophary
Mason nunca había tenido una buena relación con el día de San Valentín. Por alguna desgraciada razón, él jamás había disfrutado de ese día. Es cierto que una considerable cantidad de personas pasan San Valentín solos (lo que según el significado del mismo implica no disfrutarlo demasiado) pero Mason le daba más énfasis al tema. Él no era como los demás chicos, tenía su personalidad, un temperamento colérico que casi siempre lo llevaba al borde de sus propios nervios. Se creía completamente autosuficiente y capaz de lograr sus objetivos sin una novia. Depender de alguien no era algo que le hiciera gracia, mucho menos sentimentalmente. Había tenido un pasado oscuro, en lo que a chicas respecta. Para ser más específicos, esa clase de situaciones en las que la cantidad de “ex’s” que te cruzas por el pasillo de la escuela sobrepasa el número de cinco (el cual es un numero alto si a relaciones amorosas se refiere) y no eran de esas relaciones que tienen un final feliz, donde los involucrados llegan al acuerdo de ser amigos. Por lo que finalmente decidió dejar esas cursilerías atrás.
Pero él, más allá de su valentía y confianza en sí mismo, también tenía miedos. Su más grande miedo: la debilidad. Un secreto que guardaba muy en lo profundo de su corazón. Para Mason, enamorarse era una señal de debilidad, una forma de dejar que otra persona ejerciera control sobre sus sentimientos, y no quería permitir que eso sucediera. Pero sin darse cuenta había estado dejándose arrastrar. Había conocido a alguien, quien al principio parecía inofensiva. Una persona dispuesta a alegrar sus días, y de quien nunca desconfió, pero que sin embargo lenta y progresivamente comenzaba a convertirse en su debilidad.
Según él, no necesitaba novias. Ni siquiera a los traidores de sus amigos, que lo abandonaban cada vez que en la pantalla del teléfono se leía un “Te extraño”. Él tenía a Bophary.
Bophary tampoco era como las demás chicas, y Mason se había dado cuenta desde el primer día que la conoció. Ella era un espíritu libre que no se dejaba enjaular, dispuesta a correr riesgos, si su felicidad era parte del premio. Con ella, no iba a tener que preocuparse de enamoramientos, él sabía que ambos pensaban igual respecto al amor y estupideces tales como conseguir novio o novia. Solían pasar horas enteras charlando, por mensaje o en persona. Bophary lograba hacer que Mason se olvidara de su manía controladora y disfrutara del momento.
—Mañana es San Valentín. —Comentó ella, con sus codos en las rodillas viendo caer la nieve. Él soltó un bufido.
—No me lo recuerdes. —Bophary rió por lo bajo. Él no sintió incomodidad alguna al mencionar ese tema con ella, más que la molestia que aquel día de por sí le otorgaba. En esos momentos él veía a Bophary como un amigo más.
—Había olvidado tu “Maldición del Día de San Valentín” —dijo imitando una voz grave y terrorífica provocando que Mason la mirara con una ceja en alto por estar burlándose de él. —Tranquilo, campeón. Si te sientes triste por estar solo el día de San Valentín recuerda: nadie te amó el resto de los días del año, tampoco. —Mason abrió los ojos de par en par y Bophary comenzó a reírse en su cara.
—Pues, gracias. ¿Sabes? Creo que ahora ya me siento mejor. —Comentó fingiendo dolor, con una risa amenazando por salir. Se puso de pie y limpió la nieve de su abrigo. Luego Bophary lo imitó.
—Sabes que no es cierto. —Le dijo ella, golpeando su hombro mientras trepaba la pequeña colina para llegar al estacionamiento.
—Espera, ¿A qué te refieres…? —paró en seco. —¡Bo, ¿qué haces?! —La castaña soltó una risilla por lo bajo y le indicó que se callara, miró a ambos lados y siguió con lo que estaba haciendo. —¡El dueño podría aparecer en cualquier momento! —Le advirtió mientras ella escribía sobre el vidrio de un auto que estaba estacionado al lado del suyo. Cuando se alejó, Mason leyó “Lavame (:” escrito en la nieve del parabrisas y reírse fue inevitable. —Serás bruta, ¿no ves que desde adentro lo leerá al revés?
—Tienes razón. —Rió ella. Comenzó a escribir de nuevo, esta vez como si fuera en modo espejo, pero no le estaba saliendo muy bien.
—Déjame a mí. —Mason la hizo a un lado e intentó escribir una “E” no tan chueca, cuando una voz a sus espaldas lo sobresaltó. El hombre que tenía las llaves abrió la puerta de su auto cuando Mason se hizo inmediatamente hacia atrás. Bophary intentaba contener su risa.
—¿Ah, sí? ¿Y ustedes, lavaron el suyo? —Gruñó bastante enojado provocando vértigo en el estómago de Mason, pero Bophary no dejaba de reír.
—Ehh… Pues la verdad es que está inmundo… —Dijo, mirando su propio auto.
—Pero el suyo nos gana. —Soltó la castaña desde atrás, y a continuación más risas. El señor se puso casi furioso.
—Fue su idea. Ella es la graciosa. —Mason se hizo a un lado exponiendo a Bophary por completo, mientras ella reía. La señaló acusadoramente pero ya no le quedaban fuerzas para contener su risa. Supo que era momento de escapar de ahí así que en un par de segundos ya se encontraba en la puerta de su auto, abriéndola y encendiendo el motor.
—¿Crees que nos persiga? —Preguntó ella, una vez que condujeron por el camino.
—Por supuesto que lo hará. Probablemente Raúl ya te está esperando en tu casa.
—¿Raúl? —Preguntó ella con una mueca de espanto.
—Sí, tenía cara de Raúl ¿No crees? —Bophary rió más fuerte, hasta que lágrimas salieron de sus ojos.
—¿Te veo mañana? Mi abuela vendrá de visita y necesitaré descansar del póker un rato. —Le preguntó él mientras la dejaba en su casa.
—Eh… No estoy segura. —Respondió bajando del auto, con una mano en la nuca. —Tenía planes, ya sabes, es San Valentin. —Mason puso una mueca de confusión. Pensó ¿Cómo no se le había ocurrido que quizás, alguien más podría querer pasar ese día con Bophary? Rápidamente la imagen de un extraño, pasando San Valentín con ella, como lo hacían el resto de las parejas (besándose, abrazándose, haciendo… otras cosas) invadió su mente en una milésima de segundo. Pero cuando iba a interrogarla por eso, se encontró con su sonrisa, burlona y altiva.
—Ajá, qué graciosa. —Bophary le guiñó un ojo. Se sorprendió al notar lo rápido que sintió ese arrebatamiento de ¿celos?
—Esperaré por ti, hermoso.
Le enseñó el dedo del medio, gritó: —¡Nos vemos! —Y se alejó de allí tocando la bocina. Casi sin darse cuenta, había hecho planes para San Valentín. Sería la primera vez que no la pasaría solo (en sus relaciones anteriores nunca le gustó festejar aquel día), sino en compañía de su mejor amiga. Bien, no era para nada extraño. Ir en contra de los ideales de la sociedad en un día en el que festejaban el amor… Podría con ello. Cuando llegó a su casa, encontró a su madre y a su abuela en la sala de estar.
—Qué tal, abuela. —Le dio un beso en la frente.
—Hola, querido. ¿Dónde estabas? —Su abuela era, según él, una de las mejores personas que conocía. Él la admiraba, especialmente por su sabiduría y la experiencia de sus noventa pirulos, y le molestaba que el resto de las personas no respetaran esas cualidades de los adultos mayores.
—Con Bophary, ¿Con quién más? —A menudo su madre solía responder por él y era algo que lo ponía de mal humor, en especial si era para cuestionar su amistad con Bophary. ¿Qué si disfrutaba su compañía, y pasaba el tiempo con ella? ¿Era tan malo?
—¿Bophary? Qué nombre tan extraño.
—Ya te la había presentado, abuela. —Dijo él, sentándose a su lado y recordando aquel día en el que la recibió en su casa y su abuela llegó en una visita sorpresa.
—Pero es que no me acuerdo. —Mason vio a su abuela intentando recordar, y esperaba que no lo hiciera…
—Abue, ella es Bophary. Ella es… mi mejor amiga. —Él le puso una mano en la espalda enseñándosela a su abuela casi con orgullo. La castaña recién nombrada sonrió y se inclinó un poco para estar a la altura de la señora.
—Es un gusto conocerte, Marta. —Le dijo, con toda la confianza y falsa tranquilidad mientras estrechaba su mano suavemente. La abuela rió.
—El gusto es mío, niña. —Mason admiró como Bophary controlaba sus nervios a la perfección. Cuando la abuela había llegado, se había puesto tensa al instante, y había manifestado su repentino temor de no agradarle. Mason le dijo que no se preocupara, que era una mujer comprensiva y que seguro sabría perdonar su torpeza. Bophary le había golpeado duro en el pecho luego de eso.
—¿Tomamos té?—La mamá de Mason, madre soltera de un único hijo, le había obsequiado como herencia su perfeccionismo y manía por el control. Le gustaba que las cosas salieran como ella deseaba, y aunque Mason detestaba admitirlo coincidía con su madre en todos esos aspectos.
—Yo la ayudo. —Bophary saltó al instante del sillón, sorprendiendo a todos.
—No hace falta, querida, yo puedo sol…
—No, no, insisto. —Comentó con una sonrisa forzada y Mason descubrió casi al toque su intento por escapar de la situación incómoda que su abuela ignoraba.
—Voy con vos. Por favor siéntate, madre, y disfruta de tu… eh…, madre. —Mason hizo una pequeña reverencia mientras empujaba a su amiga a la cocina. —¿Estás muy asustada? —Bromeó hincando sus dedos en sus costillas, provocando que ella se sobresaltara.
—No me molestes, Mason. —Contestó ella, cortante. Mason se rió de su actitud infantil y fue hasta donde se encontraba, de espaldas a él, preparando las tazas y la tetera con sus saquitos. La giró para que lo viera a los ojos, ignorando la cercanía con la que se encontraban.
—Solo recuerda no cometer ningún error, para que no te condene. —Casi pudo oír como el corazón de ella dejó de latir, hasta que se rió en su cara y Bophary soltó todo el aire. Lo empujó lejos y cargó la tetera con el agua caliente. Tomó la bandeja y se giró hacia él.
—Qué imbécil eres. —Soltó con altanería, sin percatarse de la presencia de alguien más detrás de ella.
—¡Cuidado! —Gritó Mason, pero era demasiado tarde, la abuela ya tenía su ropa empapada con té caliente (esperaba que no demasiado) gritando, quejándose y dando pequeños saltos en su lugar.
—¡Virgencita santa, está que arde! —Exclamó la abuela, pero Bophary parecía sentirse mucho peor que ella. Mason tuvo que contener una carcajada por respeto a su abuela.
—¡Dios mío! ¡Lo siento tanto! —Quiso dejar la bandeja en manos de Mason pero la soltó antes de que éste pudiera agarrarla, dejando que las tazas cayeran al suelo en un estrepitoso sonido. Saltó en su lugar y susurró un par de “¡Maldición!” y “¡Mierda!”, mientras la mamá de Mason ayudaba a la abuela a secarse. —¡Soy una tonta, lo lamento tanto! ¡No sabía que estaba detrás de mí! Debí ser más cuidadosa, lo siento. —Bophary no podía dejar de disculparse. Cuando Mason notó que lo de su abuela no era demasiado grave, comenzó a reírse muy animadamente.
—No te preocupes, querida. Estás viendo a una mujer muy fuerte. Un poco de agüita calentita no terminará conmigo. —La abuela de Mason sonreía tan apaciblemente que Bophary casi se calma. Casi.
—Como eres capaz de dudar de mi abuela y su capacidad de soportar grandes desgracias, qué irrespetuosa eres. —Mason jugó cruelmente con ella, con una voz acusadora que hizo poner a Bophary roja.
—Eres un… —Pero Mason impidió que terminara poniendo un dedo en sus labios y señalando a su abuela, que recién se estaba retirando a paso lento de la cocina para ir a cambiarse. Bophary y Mason tuvieron que pagar por los platos rotos. Literalmente, se descontó de la mesada de ambos (poniéndose de acuerdo con los Sres. Whites, padres de Bophary) por la vajilla rota. Mason disfrutó molestándola por mucho tiempo con aquella anécdota.
—¡Ah! Pero esa niña, ¿no era tu novia? —Le preguntó la abuela, inocentemente.
—¡Novia! —Rió Mason. —Abuela, sabes que ya he tenido suficiente con las novias. —dijo, consciente de que su abuela sabía de aquel asuntillo y su reputación.
—Oh, pero si me había caído muy bien. A pesar de aquel accidente. —Se tapó los labios al reírse. —Mucho más interesante que aquellas jovencitas que solías traer a casa los fines de semana, y con tu madre teníamos que fingir que no escuchábamos nada. ¿Cierto, Margarett? —Los ojos de Mason se abrieron en par en par y su cara se volvió del color de un tomate cuando cruzó la mirada con su madre.
—¡Abuela! —Gritaron ambos al unísono.
—Mason, ¡deja de ser tan tonto! Estoy vieja, pero no soy ciega. Y aun con mi pobre memoria, recuerdo bien los pajaritos que volaban alrededor de ambos.
—Abuela, no sabes lo que estás diciendo. Bophary es mi mejor amiga en todo el mundo, nunca podría… enamorarme de ella. Ni quiero enamorarme de nadie, tampoco. —incluir “Bophary” y “enamorarse” en una sola oración sonaba raro en su boca. Admitía que el cariño que le tenía era grande, pero esperaba no haberse vuelto completamente vulnerable por ella, aún.
—Ay, mijo. No se trata de lo que quieres. La línea entre la amistad y el amor a veces puede resultar muy clara y amplia, pero en otros casos no es más que un hilo débil esperando que alguien dé el siguiente paso para romperlo y encontrar la verdadera felicidad. Piénsalo, Masie.
Cuando se despidió de su abuela para subir a su habitación, ni siquiera se imaginaba que aquella inocente idea iba a instalarse en su cerebro para no irse jamás. Es muy difícil dejar de pensar en algo cuando todo lo que haces es ¡Pensar en eso! Y ahora que tenía planes con Bophary para mañana en San Valentín, no quería cagarla con su paranoia. No tenía de qué preocuparse, todo seguía igual que siempre. No es como si de repente fuera a mencionar en voz alta “¡Qué lindos ojos tienes, Bo!” o “¡Tu cabello brilla mucho esta tarde!” o “¡Adoro la manera en la que tu nariz enrojece con el frío de la nieve, pero aun más adoro que tengas frío bajo ella, así puedo abrazarte para darte calor!”
Mason se sorprendió a sí mismo con sus propios pensamientos y se dejó caer sobre la cama.
Al día siguiente, planeaba que todo saliera bien, así iba a ser siempre en cuando esté bajo su control. Aunque tratándose de Bophary, no estaba garantizado nada. Él iba a permanecer tranquilo y relajado si ella estaba tranquila y relajada, como cada vez que se juntaban, como todas esas veces que pasaron tiempo juntos. Pero para desgracia de Mason, la tensión en el auto se sintió desde el momento que Bophary estuvo sentada a su lado.
—¿Te maquilla…?—pero antes de que terminara, ella lo interrumpió.
—¿Starbucks? —Hubiera deseado que su sonrisa fuera de esas sonrisas cómplices, las que le otorgan tranquilidad, y su mirada de esas que le dicen en silencio: “¡Hey, Mason! Recuerda que soy un como un chico más.” Pero para nada era eso lo que le decía. O más bien, no era eso en lo que Mason estaba pensando al ver el azul de sus ojos.
—Starbucks. —Respondió, mareado por tantos sentimientos encontrados y pensamientos que los atormentaban, casi se sentía culpable por admitir que su amiga hoy se veía más linda de lo usual. Sin poder evitarlo soltó un suspiro que sonó más bien a un bufido fastidioso, algo que Bophary no pasó por alto. Por alguna razón, algo en el ambiente no era igual.
Cuando llegaron a Starbucks afuera había viento y sabían que pronto comenzaría a nevar de nuevo. Por suerte, adentro del lugar el calor era acogedor. Tomaron asiento en una mesa cerca de la ventana, ambos sabían que no iban a soportar mucho tiempo aquella incomodidad. Quizás salir en San Valentín había sido una mala idea, quizás aquello del amor era… contagioso.
—Escucha, Mason. Lo siento mucho. Sé que te has comportado raro en el camino hasta aquí porque yo estoy nerviosa y hago que todo sea más incómodo y ni siquiera sé porqué estoy nerviosa, pero más allá de eso espero que no te arrepientas de haber salido conmigo hoy porque a mí me agrada y prometo dejar de actuar tan... —Bophary tomó una bocanada de aire luego de hablar tan rápido.
—Tan… ¿Cómo una chica? —Ella esperaba ver su sonrisa burlona, pero en cambio encontró una comprensiva mirada de parte de Mason. Sintió cosquillas dentro suyo y pensó “Al diablo”
—Me conoces mejor que nadie. Sabes lo que pienso sobre correr riesgos, sabes lo impulsiva que soy, sabes que para mí eres esa conciencia que me mantiene a raya. Conoces todos mis defectos y aun así, por alguna extraña razón, estás aquí. —Ella estaba nerviosa, lo sabía por su tono de voz. —Hice lo único que me prometí que nunca haría: enamorarme de mi mejor amigo. Y ¿sabes? No me siento arrepentida, en realidad se siente genial, porque nunca confié tanto en alguien, y tu compañía es…—suspiró.— Me das una alegría que jamás sentí antes. —Los ojos de Bophary brillaban. Mason podía jurar que estaban brillando. Y allí estaba ese temor. Debilidad. Bophary, la singularidad de sus ojos, su sonrisa y su forma de ser, todo en ella era la debilidad de Mason. Pero sentirse vulnerable con ella no era como él esperaba. Quiso decir algo, quiso decir… “Intentemos”, pero nada salía de su garganta.
—Puedes… ¿puedes decirme algo? —Habló Bophary, mientras Mason estaba petrificado en su lugar.
—Yo… —Pensó bien sus palabras. —No puedo… es decir, no podría… —Los ojos de ella pasaron de tener esa luz esperanzadora a comenzar a cristalizarse casi en un segundo. Mason se dio cuenta de ello. —No, no, es que yo no podría…
—Está bien, entiendo. —Dureza. Echó los hombros hacia atrás y levantó levemente la barbilla, Bophary estaba intentando ser dura. —Tengo que irme. —Soltó de repente, tomando su bolso y saliendo del café, antes de que Mason pudiera siquiera reaccionar. Al cabo de unos segundos, al verla caminar bajo la nieve, alejándose de él, un sentimiento de decepción y vacío embargó a Mason, supo que era propio de la falta de alguien tan importante, como Bophary. Corrió inmediatamente tras ella, poniéndose su abrigo a las apuradas.
—¡Bo! —Le gritó, pero ella apresuró más su paso. Era orgullosa, lo sabía perfectamente. Porque la conocía. —¡Bophary! —La conocía mejor que nadie. —Detente, demonios. —La tomó del brazo, haciéndola quedar frente a él. Vapor salía de su boca cada vez que respiraba agitadamente bajo el frío. —No me dejaste terminar. —Ella arqueó sus cejas y lo miró expectante. Con su mirada preguntaba “¿Y bien?”. —Dije que, no podría… —Suspiró. —No podría tenerte lejos de mí, Bophary Whites. —Pasaron dos segundos enteros hasta que sus palabras fueron comprendidas por la chica en frente suyo. Una sonrisa comenzaba a asomar en sus labios, una sonrisa que le dio a Mason la convicción que necesitaba. Ella puso una mano en su nuca y plató un beso en sus labios. Al principio torpe, luego lento pero apasionado. Un beso bien dado que dejó a Mason medio mareado.
—No me lastimes, es lo único que te pido. —Le dijo él, de alguna manera sintiéndose a salvo de entregarse a ella, su única debilidad. Irónico, ¿verdad?
Bophary sonrió cuando Mason acarició su rostro. —Lastimarte a ti sería como lastimarme a mí misma.
Mason rió y esta vez la besó él, sin pedirle permiso. (Lo cual tratándose de ella, era algo arriesgado) pero ahora era diferente, diferente para bien.
—Feliz día de San Valentín, Mason. —Le dijo ella, cuando la nieve caía levemente.
—Feliz día de los enamorados, mí querida Bophary.
Pero él, más allá de su valentía y confianza en sí mismo, también tenía miedos. Su más grande miedo: la debilidad. Un secreto que guardaba muy en lo profundo de su corazón. Para Mason, enamorarse era una señal de debilidad, una forma de dejar que otra persona ejerciera control sobre sus sentimientos, y no quería permitir que eso sucediera. Pero sin darse cuenta había estado dejándose arrastrar. Había conocido a alguien, quien al principio parecía inofensiva. Una persona dispuesta a alegrar sus días, y de quien nunca desconfió, pero que sin embargo lenta y progresivamente comenzaba a convertirse en su debilidad.
Según él, no necesitaba novias. Ni siquiera a los traidores de sus amigos, que lo abandonaban cada vez que en la pantalla del teléfono se leía un “Te extraño”. Él tenía a Bophary.
Bophary tampoco era como las demás chicas, y Mason se había dado cuenta desde el primer día que la conoció. Ella era un espíritu libre que no se dejaba enjaular, dispuesta a correr riesgos, si su felicidad era parte del premio. Con ella, no iba a tener que preocuparse de enamoramientos, él sabía que ambos pensaban igual respecto al amor y estupideces tales como conseguir novio o novia. Solían pasar horas enteras charlando, por mensaje o en persona. Bophary lograba hacer que Mason se olvidara de su manía controladora y disfrutara del momento.
—Mañana es San Valentín. —Comentó ella, con sus codos en las rodillas viendo caer la nieve. Él soltó un bufido.
—No me lo recuerdes. —Bophary rió por lo bajo. Él no sintió incomodidad alguna al mencionar ese tema con ella, más que la molestia que aquel día de por sí le otorgaba. En esos momentos él veía a Bophary como un amigo más.
—Había olvidado tu “Maldición del Día de San Valentín” —dijo imitando una voz grave y terrorífica provocando que Mason la mirara con una ceja en alto por estar burlándose de él. —Tranquilo, campeón. Si te sientes triste por estar solo el día de San Valentín recuerda: nadie te amó el resto de los días del año, tampoco. —Mason abrió los ojos de par en par y Bophary comenzó a reírse en su cara.
—Pues, gracias. ¿Sabes? Creo que ahora ya me siento mejor. —Comentó fingiendo dolor, con una risa amenazando por salir. Se puso de pie y limpió la nieve de su abrigo. Luego Bophary lo imitó.
—Sabes que no es cierto. —Le dijo ella, golpeando su hombro mientras trepaba la pequeña colina para llegar al estacionamiento.
—Espera, ¿A qué te refieres…? —paró en seco. —¡Bo, ¿qué haces?! —La castaña soltó una risilla por lo bajo y le indicó que se callara, miró a ambos lados y siguió con lo que estaba haciendo. —¡El dueño podría aparecer en cualquier momento! —Le advirtió mientras ella escribía sobre el vidrio de un auto que estaba estacionado al lado del suyo. Cuando se alejó, Mason leyó “Lavame (:” escrito en la nieve del parabrisas y reírse fue inevitable. —Serás bruta, ¿no ves que desde adentro lo leerá al revés?
—Tienes razón. —Rió ella. Comenzó a escribir de nuevo, esta vez como si fuera en modo espejo, pero no le estaba saliendo muy bien.
—Déjame a mí. —Mason la hizo a un lado e intentó escribir una “E” no tan chueca, cuando una voz a sus espaldas lo sobresaltó. El hombre que tenía las llaves abrió la puerta de su auto cuando Mason se hizo inmediatamente hacia atrás. Bophary intentaba contener su risa.
—¿Ah, sí? ¿Y ustedes, lavaron el suyo? —Gruñó bastante enojado provocando vértigo en el estómago de Mason, pero Bophary no dejaba de reír.
—Ehh… Pues la verdad es que está inmundo… —Dijo, mirando su propio auto.
—Pero el suyo nos gana. —Soltó la castaña desde atrás, y a continuación más risas. El señor se puso casi furioso.
—Fue su idea. Ella es la graciosa. —Mason se hizo a un lado exponiendo a Bophary por completo, mientras ella reía. La señaló acusadoramente pero ya no le quedaban fuerzas para contener su risa. Supo que era momento de escapar de ahí así que en un par de segundos ya se encontraba en la puerta de su auto, abriéndola y encendiendo el motor.
—¿Crees que nos persiga? —Preguntó ella, una vez que condujeron por el camino.
—Por supuesto que lo hará. Probablemente Raúl ya te está esperando en tu casa.
—¿Raúl? —Preguntó ella con una mueca de espanto.
—Sí, tenía cara de Raúl ¿No crees? —Bophary rió más fuerte, hasta que lágrimas salieron de sus ojos.
—¿Te veo mañana? Mi abuela vendrá de visita y necesitaré descansar del póker un rato. —Le preguntó él mientras la dejaba en su casa.
—Eh… No estoy segura. —Respondió bajando del auto, con una mano en la nuca. —Tenía planes, ya sabes, es San Valentin. —Mason puso una mueca de confusión. Pensó ¿Cómo no se le había ocurrido que quizás, alguien más podría querer pasar ese día con Bophary? Rápidamente la imagen de un extraño, pasando San Valentín con ella, como lo hacían el resto de las parejas (besándose, abrazándose, haciendo… otras cosas) invadió su mente en una milésima de segundo. Pero cuando iba a interrogarla por eso, se encontró con su sonrisa, burlona y altiva.
—Ajá, qué graciosa. —Bophary le guiñó un ojo. Se sorprendió al notar lo rápido que sintió ese arrebatamiento de ¿celos?
—Esperaré por ti, hermoso.
Le enseñó el dedo del medio, gritó: —¡Nos vemos! —Y se alejó de allí tocando la bocina. Casi sin darse cuenta, había hecho planes para San Valentín. Sería la primera vez que no la pasaría solo (en sus relaciones anteriores nunca le gustó festejar aquel día), sino en compañía de su mejor amiga. Bien, no era para nada extraño. Ir en contra de los ideales de la sociedad en un día en el que festejaban el amor… Podría con ello. Cuando llegó a su casa, encontró a su madre y a su abuela en la sala de estar.
—Qué tal, abuela. —Le dio un beso en la frente.
—Hola, querido. ¿Dónde estabas? —Su abuela era, según él, una de las mejores personas que conocía. Él la admiraba, especialmente por su sabiduría y la experiencia de sus noventa pirulos, y le molestaba que el resto de las personas no respetaran esas cualidades de los adultos mayores.
—Con Bophary, ¿Con quién más? —A menudo su madre solía responder por él y era algo que lo ponía de mal humor, en especial si era para cuestionar su amistad con Bophary. ¿Qué si disfrutaba su compañía, y pasaba el tiempo con ella? ¿Era tan malo?
—¿Bophary? Qué nombre tan extraño.
—Ya te la había presentado, abuela. —Dijo él, sentándose a su lado y recordando aquel día en el que la recibió en su casa y su abuela llegó en una visita sorpresa.
—Pero es que no me acuerdo. —Mason vio a su abuela intentando recordar, y esperaba que no lo hiciera…
—Abue, ella es Bophary. Ella es… mi mejor amiga. —Él le puso una mano en la espalda enseñándosela a su abuela casi con orgullo. La castaña recién nombrada sonrió y se inclinó un poco para estar a la altura de la señora.
—Es un gusto conocerte, Marta. —Le dijo, con toda la confianza y falsa tranquilidad mientras estrechaba su mano suavemente. La abuela rió.
—El gusto es mío, niña. —Mason admiró como Bophary controlaba sus nervios a la perfección. Cuando la abuela había llegado, se había puesto tensa al instante, y había manifestado su repentino temor de no agradarle. Mason le dijo que no se preocupara, que era una mujer comprensiva y que seguro sabría perdonar su torpeza. Bophary le había golpeado duro en el pecho luego de eso.
—¿Tomamos té?—La mamá de Mason, madre soltera de un único hijo, le había obsequiado como herencia su perfeccionismo y manía por el control. Le gustaba que las cosas salieran como ella deseaba, y aunque Mason detestaba admitirlo coincidía con su madre en todos esos aspectos.
—Yo la ayudo. —Bophary saltó al instante del sillón, sorprendiendo a todos.
—No hace falta, querida, yo puedo sol…
—No, no, insisto. —Comentó con una sonrisa forzada y Mason descubrió casi al toque su intento por escapar de la situación incómoda que su abuela ignoraba.
—Voy con vos. Por favor siéntate, madre, y disfruta de tu… eh…, madre. —Mason hizo una pequeña reverencia mientras empujaba a su amiga a la cocina. —¿Estás muy asustada? —Bromeó hincando sus dedos en sus costillas, provocando que ella se sobresaltara.
—No me molestes, Mason. —Contestó ella, cortante. Mason se rió de su actitud infantil y fue hasta donde se encontraba, de espaldas a él, preparando las tazas y la tetera con sus saquitos. La giró para que lo viera a los ojos, ignorando la cercanía con la que se encontraban.
—Solo recuerda no cometer ningún error, para que no te condene. —Casi pudo oír como el corazón de ella dejó de latir, hasta que se rió en su cara y Bophary soltó todo el aire. Lo empujó lejos y cargó la tetera con el agua caliente. Tomó la bandeja y se giró hacia él.
—Qué imbécil eres. —Soltó con altanería, sin percatarse de la presencia de alguien más detrás de ella.
—¡Cuidado! —Gritó Mason, pero era demasiado tarde, la abuela ya tenía su ropa empapada con té caliente (esperaba que no demasiado) gritando, quejándose y dando pequeños saltos en su lugar.
—¡Virgencita santa, está que arde! —Exclamó la abuela, pero Bophary parecía sentirse mucho peor que ella. Mason tuvo que contener una carcajada por respeto a su abuela.
—¡Dios mío! ¡Lo siento tanto! —Quiso dejar la bandeja en manos de Mason pero la soltó antes de que éste pudiera agarrarla, dejando que las tazas cayeran al suelo en un estrepitoso sonido. Saltó en su lugar y susurró un par de “¡Maldición!” y “¡Mierda!”, mientras la mamá de Mason ayudaba a la abuela a secarse. —¡Soy una tonta, lo lamento tanto! ¡No sabía que estaba detrás de mí! Debí ser más cuidadosa, lo siento. —Bophary no podía dejar de disculparse. Cuando Mason notó que lo de su abuela no era demasiado grave, comenzó a reírse muy animadamente.
—No te preocupes, querida. Estás viendo a una mujer muy fuerte. Un poco de agüita calentita no terminará conmigo. —La abuela de Mason sonreía tan apaciblemente que Bophary casi se calma. Casi.
—Como eres capaz de dudar de mi abuela y su capacidad de soportar grandes desgracias, qué irrespetuosa eres. —Mason jugó cruelmente con ella, con una voz acusadora que hizo poner a Bophary roja.
—Eres un… —Pero Mason impidió que terminara poniendo un dedo en sus labios y señalando a su abuela, que recién se estaba retirando a paso lento de la cocina para ir a cambiarse. Bophary y Mason tuvieron que pagar por los platos rotos. Literalmente, se descontó de la mesada de ambos (poniéndose de acuerdo con los Sres. Whites, padres de Bophary) por la vajilla rota. Mason disfrutó molestándola por mucho tiempo con aquella anécdota.
—¡Ah! Pero esa niña, ¿no era tu novia? —Le preguntó la abuela, inocentemente.
—¡Novia! —Rió Mason. —Abuela, sabes que ya he tenido suficiente con las novias. —dijo, consciente de que su abuela sabía de aquel asuntillo y su reputación.
—Oh, pero si me había caído muy bien. A pesar de aquel accidente. —Se tapó los labios al reírse. —Mucho más interesante que aquellas jovencitas que solías traer a casa los fines de semana, y con tu madre teníamos que fingir que no escuchábamos nada. ¿Cierto, Margarett? —Los ojos de Mason se abrieron en par en par y su cara se volvió del color de un tomate cuando cruzó la mirada con su madre.
—¡Abuela! —Gritaron ambos al unísono.
—Mason, ¡deja de ser tan tonto! Estoy vieja, pero no soy ciega. Y aun con mi pobre memoria, recuerdo bien los pajaritos que volaban alrededor de ambos.
—Abuela, no sabes lo que estás diciendo. Bophary es mi mejor amiga en todo el mundo, nunca podría… enamorarme de ella. Ni quiero enamorarme de nadie, tampoco. —incluir “Bophary” y “enamorarse” en una sola oración sonaba raro en su boca. Admitía que el cariño que le tenía era grande, pero esperaba no haberse vuelto completamente vulnerable por ella, aún.
—Ay, mijo. No se trata de lo que quieres. La línea entre la amistad y el amor a veces puede resultar muy clara y amplia, pero en otros casos no es más que un hilo débil esperando que alguien dé el siguiente paso para romperlo y encontrar la verdadera felicidad. Piénsalo, Masie.
Cuando se despidió de su abuela para subir a su habitación, ni siquiera se imaginaba que aquella inocente idea iba a instalarse en su cerebro para no irse jamás. Es muy difícil dejar de pensar en algo cuando todo lo que haces es ¡Pensar en eso! Y ahora que tenía planes con Bophary para mañana en San Valentín, no quería cagarla con su paranoia. No tenía de qué preocuparse, todo seguía igual que siempre. No es como si de repente fuera a mencionar en voz alta “¡Qué lindos ojos tienes, Bo!” o “¡Tu cabello brilla mucho esta tarde!” o “¡Adoro la manera en la que tu nariz enrojece con el frío de la nieve, pero aun más adoro que tengas frío bajo ella, así puedo abrazarte para darte calor!”
Mason se sorprendió a sí mismo con sus propios pensamientos y se dejó caer sobre la cama.
Al día siguiente, planeaba que todo saliera bien, así iba a ser siempre en cuando esté bajo su control. Aunque tratándose de Bophary, no estaba garantizado nada. Él iba a permanecer tranquilo y relajado si ella estaba tranquila y relajada, como cada vez que se juntaban, como todas esas veces que pasaron tiempo juntos. Pero para desgracia de Mason, la tensión en el auto se sintió desde el momento que Bophary estuvo sentada a su lado.
—¿Te maquilla…?—pero antes de que terminara, ella lo interrumpió.
—¿Starbucks? —Hubiera deseado que su sonrisa fuera de esas sonrisas cómplices, las que le otorgan tranquilidad, y su mirada de esas que le dicen en silencio: “¡Hey, Mason! Recuerda que soy un como un chico más.” Pero para nada era eso lo que le decía. O más bien, no era eso en lo que Mason estaba pensando al ver el azul de sus ojos.
—Starbucks. —Respondió, mareado por tantos sentimientos encontrados y pensamientos que los atormentaban, casi se sentía culpable por admitir que su amiga hoy se veía más linda de lo usual. Sin poder evitarlo soltó un suspiro que sonó más bien a un bufido fastidioso, algo que Bophary no pasó por alto. Por alguna razón, algo en el ambiente no era igual.
Cuando llegaron a Starbucks afuera había viento y sabían que pronto comenzaría a nevar de nuevo. Por suerte, adentro del lugar el calor era acogedor. Tomaron asiento en una mesa cerca de la ventana, ambos sabían que no iban a soportar mucho tiempo aquella incomodidad. Quizás salir en San Valentín había sido una mala idea, quizás aquello del amor era… contagioso.
—Escucha, Mason. Lo siento mucho. Sé que te has comportado raro en el camino hasta aquí porque yo estoy nerviosa y hago que todo sea más incómodo y ni siquiera sé porqué estoy nerviosa, pero más allá de eso espero que no te arrepientas de haber salido conmigo hoy porque a mí me agrada y prometo dejar de actuar tan... —Bophary tomó una bocanada de aire luego de hablar tan rápido.
—Tan… ¿Cómo una chica? —Ella esperaba ver su sonrisa burlona, pero en cambio encontró una comprensiva mirada de parte de Mason. Sintió cosquillas dentro suyo y pensó “Al diablo”
—Me conoces mejor que nadie. Sabes lo que pienso sobre correr riesgos, sabes lo impulsiva que soy, sabes que para mí eres esa conciencia que me mantiene a raya. Conoces todos mis defectos y aun así, por alguna extraña razón, estás aquí. —Ella estaba nerviosa, lo sabía por su tono de voz. —Hice lo único que me prometí que nunca haría: enamorarme de mi mejor amigo. Y ¿sabes? No me siento arrepentida, en realidad se siente genial, porque nunca confié tanto en alguien, y tu compañía es…—suspiró.— Me das una alegría que jamás sentí antes. —Los ojos de Bophary brillaban. Mason podía jurar que estaban brillando. Y allí estaba ese temor. Debilidad. Bophary, la singularidad de sus ojos, su sonrisa y su forma de ser, todo en ella era la debilidad de Mason. Pero sentirse vulnerable con ella no era como él esperaba. Quiso decir algo, quiso decir… “Intentemos”, pero nada salía de su garganta.
—Puedes… ¿puedes decirme algo? —Habló Bophary, mientras Mason estaba petrificado en su lugar.
—Yo… —Pensó bien sus palabras. —No puedo… es decir, no podría… —Los ojos de ella pasaron de tener esa luz esperanzadora a comenzar a cristalizarse casi en un segundo. Mason se dio cuenta de ello. —No, no, es que yo no podría…
—Está bien, entiendo. —Dureza. Echó los hombros hacia atrás y levantó levemente la barbilla, Bophary estaba intentando ser dura. —Tengo que irme. —Soltó de repente, tomando su bolso y saliendo del café, antes de que Mason pudiera siquiera reaccionar. Al cabo de unos segundos, al verla caminar bajo la nieve, alejándose de él, un sentimiento de decepción y vacío embargó a Mason, supo que era propio de la falta de alguien tan importante, como Bophary. Corrió inmediatamente tras ella, poniéndose su abrigo a las apuradas.
—¡Bo! —Le gritó, pero ella apresuró más su paso. Era orgullosa, lo sabía perfectamente. Porque la conocía. —¡Bophary! —La conocía mejor que nadie. —Detente, demonios. —La tomó del brazo, haciéndola quedar frente a él. Vapor salía de su boca cada vez que respiraba agitadamente bajo el frío. —No me dejaste terminar. —Ella arqueó sus cejas y lo miró expectante. Con su mirada preguntaba “¿Y bien?”. —Dije que, no podría… —Suspiró. —No podría tenerte lejos de mí, Bophary Whites. —Pasaron dos segundos enteros hasta que sus palabras fueron comprendidas por la chica en frente suyo. Una sonrisa comenzaba a asomar en sus labios, una sonrisa que le dio a Mason la convicción que necesitaba. Ella puso una mano en su nuca y plató un beso en sus labios. Al principio torpe, luego lento pero apasionado. Un beso bien dado que dejó a Mason medio mareado.
—No me lastimes, es lo único que te pido. —Le dijo él, de alguna manera sintiéndose a salvo de entregarse a ella, su única debilidad. Irónico, ¿verdad?
Bophary sonrió cuando Mason acarició su rostro. —Lastimarte a ti sería como lastimarme a mí misma.
Mason rió y esta vez la besó él, sin pedirle permiso. (Lo cual tratándose de ella, era algo arriesgado) pero ahora era diferente, diferente para bien.
—Feliz día de San Valentín, Mason. —Le dijo ella, cuando la nieve caía levemente.
—Feliz día de los enamorados, mí querida Bophary.
bless.
Temas similares
» Querida Marie
» Querida Ana y Mia >>Niall y tu <<
» Querida Valentine.
» QUERIDA MAMÁ
» The Other Side.
» Querida Ana y Mia >>Niall y tu <<
» Querida Valentine.
» QUERIDA MAMÁ
» The Other Side.
O W N :: Actividades :: Actividades :: Concursos :: My Sweet St. Valentine
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.