Virus-Z: Supervivencia {The Walking Dead}

La persona permanecía oculta entre las sombras del centro comercial, mantenía una postura firme sin mover ni un solo músculo.

— ¿Quién eres? —pregunté.

Una carcajada tosca y amargada salió de la boca de aquella persona, aún sin responder mi pregunta, quité el seguro de mi arma acercándome a aquella silueta. Mika se aferró con fuerza a la parte trasera de mi camiseta jalándome hacia atrás.

—Contéstame —ordené. — ¿Quién eres?

La persona, sin dejar de apuntarme, caminó a paso firme acercándose. Cuando las sombras dejaron de ocultar su rostro la pude ver con claridad; era una chica, de cabello castaño largo y de ojos celestes. Tenía todo el rostro y parte del cuello manchado de sangre.

—La pregunta aquí es… —sonrió. — ¿Quién no soy?

Ella carcajeó y siguió acercándose, no dejó de sonreír en ningún momento y sentía las manos de Mikael aferrarse con fuerza a mi camiseta.

—Aléjate —murmuré.

Ella bajó su arma y la guardó por debajo de sus pantalones en la parte de su espalda. Levantó los brazos a los costados y rió burlona.

 —No seas idiota niña. ¿Crees que sería tan estúpida de matarte? Si quisiera hacerlo ya lo hubiera hecho.

Ella se acercó a mí y con su mano bajó mi arma, se acercó a mi rostro y susurró;

—Soy Skyler Raydmond.

Se apartó y camino hacia las tres mochilas en el piso, agarró una colocándosela en el hombro mientras que las otras dos las llevaba en mano.
Sentí los brazos de Mikael aferrarse a mi torso, Skyler me sonreía burlona desde una esquina y de repente corrió saliendo del centro comercial en un intervalo de tres segundos. La vi escabullirse –muy ágilmente- entre las residencias destruidas seguida de unos cuantos caminantes.

— ¿Volverá? —preguntó Mika mientras escondía su rostro entre mi brazo y espalda.
—No lo sé —contesté. — Pero, descansaremos aquí y mañana nos iremos hacia la granja que queda a unos cuantos kilómetros de aquí.

Él asintió y se separó de mí, me sonrió con pesadez y acomodó la correa del carcaj en su hombro izquierdo.

Agarré su mano y nos adentramos hacía el interior oscuro del centro comercial. Por la poca luz que había, notaba los vidrios rotos, caminantes muertos y sangre por todos lados. A pesar de que todo estaba destruido había varios negocios dónde podríamos escondernos para pasar la noche, quizá colocando algunos estantes contra la puerta podríamos proteger el pequeño local de algún caminante que quedaba en el centro comercial.

*

El sol comenzaba a salir de entre las montañas, coloreando el cielo de tonos naranjas y amarillos, una muy linda vista. Todo estaba muy tranquilo, casi ni parecía que la infección estaba acabando con todo el mundo. El viento corría lento agitando las hojas de los árboles y llevando una que otra botella vacía que se encontraba en el piso.

Mika se encontraba acurrucado en una esquina, su pecho subía y bajaba al momento de respirar y sus párpados cubrían sus ojos marrones. Tenía el cabello despeinado y uno que otro mechón sobresalía hacía su rostro.

Estaba debatiéndome en despertarlo o no; parecía tan tranquilo durmiendo, como un pequeño angelito indefenso.
Me acerqué lento y me arrodillé a su lado, pasé mi mano lento por su cabello acomodándolo un poco, quité mi mano y él se removió como pidiéndome que siguiera con las leves caricias. Volví a poner mi mano en su cabello observando su rostro; tenía las mejillas y los labios de un color rosado fuerte.

—Mika —susurré mientras seguía acariciando su cabello. — Mikael.

El balbuceo palabras incoherentes pero aun así no despertó, agarró mi mano y la puso debajo de su rostro, restregó su mejilla contra mis dedos y enrosco su brazo en el mío.

—Mika —murmuré sacudiéndolo levemente con mi otro brazo. —Tenemos que irnos.
—No —frunció el ceño, apretando su agarre en mi brazo.
—Mikael Edward Sousa, levántate —ordené.

El bufó y soltó mi brazo, se levantó lentamente refregando la yema de sus dedos contra sus ojos. Bostezó cansado y se puso de pie. Le sonreí apenada y acaricié su mejilla sonrojada.

—Tenemos que irnos Mika, perdóname —murmuré.

Él se encogió de hombros y se abrazó a mi torso.

*

Habíamos caminado alrededor de cuarenta minutos, en estos momentos agradecía que el sol este cubierto por las nubes grises.

Extrañaba la tranquilidad que nos brindaba nuestra residencia en las afueras del centro de Chicago. A pesar de que mamá y papá nunca estuvieron para nosotros, nuestra familia fue una de las tantas que se destruyó con el paso de los años. Nuestros padres nunca estuvieron para Mikael y mucho menos para mí. Quizá por esa razón yo debía de actuar como una madre y un padre para Mika.

Sentí mi brazo ser jalado con fuerza, sacudí mi cabeza observando las pupilas dilatadas de Mikael. Tenía una mueca de miedo en su rostro, miraba hacia atrás y luego hacia mis ojos.

—Amelie — agarraba mi muñeca, sacudiéndola — viene una horda, Amelie. Muévete.

Reaccioné de inmediato y corrí con todas mis fuerzas sin mirar atrás, Mikael se aferraba a mi muñeca y podía oír su respiración agitada. Nos acercamos a un árbol y ayudé a Mika a subirlo. Miré hacia atrás, era una horda de más de cincuenta caminantes, sabía que si no los matábamos no podríamos irnos.

Mikael se sentó en una rama y se estiró hacía abajo, tendiéndome su pálida mano. Suspiré y clavé mis ojos humedecidos en su rostro.

—Sube Mika. Llega a la copa.

Él negó y se estiró más hacía abajo. Reprimí un sollozo, agarré su pie y lo jalé hacía arriba. 
Cuando me cercioré de que él estaba lo suficientemente alejado del piso como para que los caminantes lo agarraran, me di la vuelta y saqué el cuchillo de mi bota. Me acerqué a la horda y sentí un escalofrío recorrerme la columna.

— ¡Amelie! —gritó Mika —  ¡Amelie, no me dejes! —sus sollozos desgarradores hacían que mi corazón se entumeciera.

Apreté los ojos reprimiendo el torrente líquido que ansiaba salir de ellos. Suspiré un par de veces y corrí hacía la horda, maté un par de caminantes clavándoles el cuchillo en sus cabezas. Las imágenes de mi hermano menor me llegaban a la mente y supe entonces que haría lo que fuera para protegerlo, si debía morir lo haría, estaba dispuesta  a todo.

Sentía los brazos débiles y cansados, tenía la vista borrosa y los sollozos de Mika se escuchaban tan lejanos.

Solté un grito cuando uno de los caminantes agarró mi cabello jalándolo hacía atrás, el cuero cabelludo me ardía. Llevé mi brazo hacia atrás clavando la hoja afilada del cuchillo en el cráneo del caminante, el zombie cayó y me llevó junto con él, mi cabeza impactó contra la acera y gemí de dolor. Un pitido se hizo presente en mis oídos y mi vista cada vez se volvía más borrosa, apoyé mis manos en el piso y me levanté como pude. Todo me daba vueltas, sentía que en cualquier momento me desmayaría.

Un caminante se abalanzó sobre mí haciéndome caer de nuevo, agarró mis hombros y puse mis manos en su rostro tirando su cabeza hacia atrás. Giré mi cabeza hacía el árbol dónde se encontraba Mika pero él ya no estaba ahí, comencé a hiperventilar, sentía mi corazón acelerarse cada vez más. Los ojos me ardían a causa de las lágrimas retenidas.

—¡Mika! —grité al ver la pequeña silueta de mi hermano menor.

Sus pálidas manos agarraron de los hombros al caminante y lo jaló hacía atrás quitándolo de encima mío. Clavó una flecha en su cabeza y se arrodilló a mi lado.

—Amelie.. —murmuró entre jadeos y sollozos. Sus manos acunaron mi rostro y su frente se pegó a la mía.
—Mika, vete. Escóndete en el bosque, por favor —rogué.

Él negó y sus lágrimas calientes comenzaron a caer en mi rostro.

—No, no te dejaré. —sollozó.

Me levanté como pude, agarré las manos de Mika retirándolas de mi rostro. Puse mis manos en sus hombros y reprimí las lágrimas.

—Mikael quiero que te vayas, ahora. —ordené.

Él volvió a negar e intentó abrazar mi torso pero no se lo permití.

—Mikael, vete ahora. Obedéceme.

Arranqué de mi cuello la cadena de plata que mamá me había regalado a los cinco años, la puse en la mano de Mikael y lo empujé hacía atrás levemente.

—Vete.

El retrocedió lentamente y soltó un sollozo desgarrador haciéndome temblar, articuló un “Te amo” con sus labios y corrió hacía el bosque, vi su silueta desaparecer entre los árboles.

Me di media vuelta y agarré con fuerza el cuchillo ensangrentado, todavía quedaban como treinta caminantes y sabía que no podría con todos. Hasta aquí había llegado, me había sacrificado por mi hermano y nunca me arrepentiría de ello. Corrí hacía la horda de caminantes, apretando los labios.

Lo único que esperaba era que Mikael estuviera bien y que sobreviviera, porqué él era mi mundo entero. 

 

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