Porcelain doll.

Hoy era un día como cualquiera, Maddison se despertó a la hora de siempre, O7:OO am. Siempre se despertaba a esa hora, siempre, no había día en el que no lo hiciera, era algo totalmente involuntario en ella. Al abrir sus ojos esperaba encontrar a Nate a su lado, como cada mañana, aún durmiendo. Pero ese día no estaba. El ceño de la muchacha se frunció y simplemente soltó un bufido, de seguro había salido a correr como a veces lo hacía. . . ¿Pero tan temprano? No era común en él. Sin embargo, decidió no sacar falsas conclusiones y no preocuparse por su amado.

Madd se levantó de su cama y se dirigió a darse una larga ducha. Hoy no tenía nada que hacer, solo tenía que avanzar un poco en aquel libro que estaba escribiendo desde hace ya un tiempo. La chica de cabello anaranjado era escritora, y hace poco se había propuesto escribirle algo a su pareja. En aquel libro relataría su historia de amor, y también le dejaría ver cuánto le amaba en algunas ocasiones.

Se habían conocido hace un par de años, un veintiocho de abril. Se enamoraron casi al instante, pero no lo admitieron hasta seis meses después. Su relación siempre fue muy linda, demasiado, nunca habían peleado siendo que ya llevaban un año siendo una hermosa pareja. Antes de que Maddie conociera a Nate, era una chica con una autoestima demasiado baja, que no creía ser suficiente para nadie y que se enamoraba de aquel que la tratara bien, y por lo mismo salía bastante lastimada, ya que muchas veces, aquellas personas que la trataban bien al principio, le decepcionaban de una forma inimaginable.

Pero Nate no, Nate era diferente, Nate era lo que siempre había deseado, era lo que siempre había querido en su vida. Era ese tipo de chico que hace sentir bien a cada persona que se encontraba a su alrededor, y nunca le había tratado mal, es más, la trataba como a una princesa, era su princesa y siempre que podía se lo recordaba. Él la amaba tanto. . . Y ella lo amaba aún más. El moreno le había enseñado a confiar en sí misma, le había hecho sentirse querida por primera vez en toda su vida.

Todos los amigos de la muchacha le decían que debían casarse, y que estaban tan felices de verla a ella tan alegre finalmente. Maddison no podía ser más feliz, no podía estar más enamorada de aquel hombre.

Las horas pasaban, y Nate aún no aparecía. Debía haber salido del trabajo hace una hora, aproximadamente. Los nervios de Maddison crecían y crecían, y dispersaba éstos intentando concentrarse en su libro. Apretaba las teclas con más presión y fuerza que nunca, como lo hacía cuando estaba enojada, apurada o nerviosa. No estaba enojada, ni tampoco tenía ningún apuro, pero estaba sumamente nerviosa. ¿Y si le había pasado algo? Mas esos pensamientos desaparecieron en el momento en el que escuchó la puerta abrirse, y un «¿Amor?» se escuchó por casi toda la casa.

La sonrisa que en sus labios apareció fue casi por inercia, y rápidamente se puso de pie y salió de su habitación, prácticamente disparada, para ir a ver a su pareja. Una vez estuvo lo suficientemente cerca se colgó al cuello del muchacho y le besó las mejillas tantas veces que le llegaron a doler los labios. Él, por su parte, simplemente esbozó una pequeña sonrisa y abrazó a su chica con algo de fuerza por su delgada cintura, manteniéndole totalmente apegada a su anatomía.

—¿Me extrañaste? —cuestionó lo obvio mientras que reía a causa de que la muchacha no dejaba de darle aquellos besos.
—Sí, te extrañé mucho, cuando no te vi hoy me sentí muy mal, estaba demasiado asustada —respondió y escondió su rostro en el cuello del individuo de mayor estatura. Éste acarició el cabello de su chica y depositó un pequeño beso sobre su cabeza.
—Tuve que salir temprano, no volverá a pasar —tomó a la chica del mentón para que dejase de esconder su rostro y depositó un casto beso en sus labios, esbozando una leve sonrisa sobre los labios de su novia.— Pero, mañana tengo que viajar a Holanda, ya sabes, cosas del trabajo. ¿Quieres ir conmigo? —luego de hacer aquella pregunta dejó de abrazarle y tomó su mano para caminar con ella hasta la habitación de ambos. Una vez estuvieron allí, ambos se recostaron en la cama que compartían.

Rápidamente Maddison se abrazó a él y apoyó su cabeza en el fornido pecho de su adverso. Se quedó callada un momento, pensando en alguna respuesta. Ir con él podría ser lo mejor, pero quería terminar su libro ya que el cumpleaños de su novio se acercaba, y por lo mismo deseaba darle aquel libro como un regalo. Un hermoso regalo que sabía que le gustaría, a él le encantaban ese tipo de cursilerías.

—Sabes que me encantaría, amor, pero no puedo, estoy trabajando en un proyecto muy importante —luego de dar aquella respuesta formó un leve puchero y elevó su mirada para posar ésta en el rostro del contrario. Éste simplemente asintió, algo triste ya que no podría estar con su novia por un par de días, pero simplemente se acercó a ella y besó sus labios tantas veces como se le fue posible.


Eran las O8:OO am, Nate ya se había subido al avión que lo llevaría a Holanda, y Maddison lo había ido a dejar al aeropuerto, despidiéndose de una forma algo efusiva, como si no lo fuera a ver en diez años. Le había pedido que, por favor, se cuidara mucho, y él le prometió hacerlo.

Cuando Madd volvió a casa, decidió ver algo de televisión, el avión ya debería estar cerca de Holanda, pero tenía una rara sensación en su pecho. Encendió la televisión finalmente y comenzó a cambiar canales, buscando algo interesante para ver. De repente, apareció una noticia, un avión había chocado.

“Un avión que se dirigía a Holanda ha chocado contra una montaña, se cree que todos los tripulantes de éste se encuentran sin vida”. No. . .

El control del aparato cayó de sus manos y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Sus manos temblaban y su respiración fallaba. Esto no era posible, esto no podía ser posible.

Las palabras no lograban escaparse de sus delgados labios, lo único que salían de éstos eran sollozos. El amor de su vida se había ido para no volver.


Ya habían pasado dos días desde aquel trágico suceso, hacía unos minutos un hombre había dejado una caja con las cosas que llevaba Nate en sus maletas, la cual consiguieron recuperar. Estuvo mirando aquella caja durante varios minutos, pensando en qué podía haber allí. Luego de mirarla por un buen rato, la abrió y sonrió al ver su ropa allí. La tomó y olfateó ésta. Aún tenía su olor, su perfecto olor que tanto le enloquecía. Se abrazó a una de sus camisetas y la mojó con las lágrimas que no dudaron en salir.


“Segundo día sin ti; no logro conciliar el sueño, las ganas de comer son nulas y no he sonreído desde que te fuiste. Mis manos tiemblan, mi boca se encuentra seca, mis ojos están rojos y mi garganta duele. No creo lograr aguantar un tercer día”. Dejó caer aquella nota en aquel puente en el que se encontraba, viendo cómo el papel descendía a una velocidad tan baja que le desesperaba. Una vez cayó al agua, ésta misma se llevó el trozo arrugado de papel. Las lágrimas volvieron a salir, le extrañaba tanto, más de lo que hubiese podido imaginar. Sin pensarlo dos veces, se apoyó del barandal y se pasó por sobre éste, poniéndose frente a frente con el agua que estaba a tantos metros lejos de ella. Se afirmó del mismo barandal con bastante fuerza, esto debido a que las piernas le temblaban.

Ella era como una muñeca de porcelana, esto debido a que la porcelana tenía una fisura parecida a la de una línea, y esto causaba que se rompiera en mil pedazos. Ahora ella estaba rota, siempre se había caracterizado por ser alguien demasiado frágil, y eso era el límite, había llegado a su propio límite. No podía estar más destrozada.

“Perdí lo que siempre anhelé conseguir, perdí a la persona que más feliz me hizo, lo perdí para siempre” y, luego de pronunciar esas palabras, finalmente se dejó caer.