farewell.

La mujer de ojos celestes tomo el manto y lo coloco en los hombros de su líder, mientras que este empuñaba la espada que acabaría con las vidas de los hijos de Durin. Acabaría con la vida de aquel hombre que amaba y no se tomaba el tiempo de aceptarlo. La mujer se volvió hacia dar con los ojos celestes de aquel que era su padre.

Ambos se miraron unos segundos, pero el hombre desvió su mirada y camino rápidamente, para luego correr y perderse de la vista de la mujer de ojos celestes. Una lagrima callo por su mejilla, para luego perderse entre las manos suaves de Giliel, el mismo nombre que había portado alguna vez  su madre.

Giliel tomo carrera hacia la herrería, donde yacían sus espadas y camino con sigilo hacia la montaña, donde la pelea tomaba ya su final. Thorin y Azog se movían en batalla, mientras que la chica montaba un caballo cualquiera que la llevara a Kili, aquel que amaba y su hermano, odiaba. Tomo las riendas con fuerza y cabalgo sin descanso, degollando, arrancando, y despedazando los cuerpos de los orcos. No tenía tiempo de ver si realmente estaban muertos o solo mal heridos. No había tiempo para nada.

Dejo el caballo al principio de las escaleras de la montaña empinada, y corrió como nunca. Sus piernas no eran las mejores y se sentía cada vez más débil, pero también presentía que Kili no estaba del todo bien y fuera lo que costara, ella quería mantenerlo a salvo de cualquier peligro, o luchar contra el junto al hombre que amaba.

Encontró unos pasadizos que la conducían hacia una batalla  cerca de una caída. El cuerpo de su amado era como un saco para el orco que media mucho más que ella y Kili juntos; pero sin importar todo el miedo que ella sentía, tomo carrera y salto sobre la cabeza del monstruo y le clavo su espada hasta que el mango se atoró y este, callo sin más. El cuerpo parecía un saco ahora y, como si fuera una piedra, lo tiro por el barranco hasta que vio que el cuerpo estaba en lo más profundo de la tierra.

Dio media vuelta para luego, quedarse sin aliento. El cuerpo de Kili mantenía una posición y no se movía casi nada, sus respiraciones eran forzadas, el enano sentía que eran sus últimos minutos con vida. Giliel corrió hacia el cuerpo de su amado y le tomo la cabeza, mientras que este sonreía. Ella había vuelto por él. La chica tomo la cara de Kili entre sus manos y le sonrió, mientras que le besaba.

—Cántame, Giliel. Cántame hasta que mis oídos ya no puedan escuchar tu dulce voz.

La chica le miro y sonrió. No podía hacer más que aceptar lo que él le decía y tomo un poco de aire, mientras que empezaba a entonar aquella canción que su madre le cantaba desde niña.

—“Vi la luz, desvanecerse desde el cielo 
En el viento oí un suspiro 
Como los copos de nieve cubren mis hermanos caídos 
Diré este último adiós.”

Kili iba cerrando sus ojos poco a poco. Todo le parecía bello, mientras que sus hermanos batallaban, el mantenía su sonrisa hasta el final.

—“Ahora la noche está cayendo 
Así termina este día 
El camino está ahora llamando 
Y debo alejarme 
Sobre la colina y bajo el árbol 
A través de las tierras donde nunca ha brillado la luz 
Por arroyos de plata que se extienden hasta el mar “

Kili suspiro y todo fue luz. Mientras que Giliel tragaba en seco y miraba el cuerpo sin vida del chico, sabía que no había sufrido, pero sentía que su dolor nunca iba a cesar, tenía por sabido que todo lo que había pasado, era real. 

—Es hora, Giliel. —Escucho a sus espaldas la voz de su padre—Tu madre te está esperando.
— ¿Eso significa que tengo que morir? —Suspiro, mientras que miraba a su padre.
—No, querida. Solo, ve con ella y Kili estará junto a ti, durante toda la eternidad. Nunca olvides que te amo.

La chica sonrió mientras acariciaba el cabello de Kili, y siguió cantando mientras que las luces se hacían cada vez más fuerte y el sol se levantaba sobre sus cabezas.

—“Muchos lugares en que he estado 
Muchos dolores que he visto 
Pero no me arrepiento 
Tampoco voy a olvidar 
Todos los que tomaron el camino conmigo”

Los cabellos dorados de la chica empezaron a salir volando, mariposas de color blanco salían de estos y se dirigían a un lugar en el que nadie moría y no existía la oscuridad. Los cabellos de Kili se fueron transformando en mariposas azules que seguían a las blancas, y fue así hasta que solo quedaban pocas cosas que olvidar de Giliel y Kili.

—“Les deseo a todos, una despedida con mucho cariño…”—Y su voz se desvaneció, junto con las mariposas blancas y azules.

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