Tormenta.

Tormenta

Solías ser mi tormenta, porque como una de ellas, te alejaste dejando estragos a mi alrededor, y a pesar de aquello jamás tuve la fuerza de voluntad para alejarme. Porque, como una tormenta, me trasmitías una sensación de terror que se mezclaba con mi adoración, y formaban una obsesión de la que nadie podría sobrevivir.

No obstante, sigo aquí, con mi dignidad por los suelos y con un sentimiento de culpa que parece no querer abandonar mi alma; que se apega y se expande por mi cabeza, dejándome triste y desolada como aquella nube que permanece en el cielo a pesar de que las demás se hayan alejado.

La sonrisa que permanece intacta en mi rostro, no es más que una máscara llena de sentimientos que me he forzado a sentir; las carcajadas, notablemente exageradas, no son más que una técnica para llamar tu atención, y a pesar de aquello, tú sigues viviendo, como si no te afectara, como si todo lo que ocurrió entre nosotros fuera un simple juego de niños.

Todas las noches miro a las estrellas y pido un deseo a quién sea que me esté escuchando; sin embargo, las estrellas parecen estar enojadas conmigo, dejándome en la ruina y no satisfaciendo mi deseo. Eres el sueño que alegra mis noches y las pinta de colores; eres la ilusión que hace a mis ojos brillar pensando en lo que podríamos llegar a ser; pero eres la tempestad que deja mi garganta seca y mi corazón apretado.

No sabes lo mucho que deseo acercarme, mirar a tus ojos y decir en un susurro lo mucho que lo siento, porque lo hago. Pero, ¿de que serviría? Si ya mis hechos están cometidos, mis palabras fueron expulsadas, y lo único que hiciste fue recibirlas y desecharlas al igual que hiciste con mis esperanzas.

Deseo culparte, hacer que todo ese orgullo o enojo que ocultas detrás de tus gestos se aleje de tu mente. Quiero que me pidas perdón por haber dicho tantas cosas sin aclararlas, por hacerme volar para luego dejarme caer en el vacío. Pero me es imposible. Me he tratado de convencer de que no mereces mi tiempo; no obstante, sigues en mi cabeza, atormentando todo pequeño espacio y haciéndome pensar en cosas sin sentido.

Tantas preguntas pasan por mi cabeza, preguntas que me agobian, me ahogan en la oscuridad y me dejan respirar únicamente para que pueda vivir, a pesar de ya no tener el corazón intacto. ¿Será tu orgullo, será que estás herido, o tal vez tu desinterés es tan alto como para no hablarme? Las vocecillas en mi cabeza dicen que es tu orgullo, pero los susurros que se producen rompen las ilusiones y borran mi felicidad.

¿Lo ves? Sigo ilusionándome. Soñando con algo que tal vez jamás se cumplirá, manteniendo mis falsas expectativas en alto, haciéndome daño a mí misma. ¿Qué más puedo hacer? Si tu nombre no deja de producirse en mi cabeza, tus palabras no dejan de golpear mi corazón, y tu ser no abandona mi alma.

Porque a pesar de que hablé en pasado, tú sigues siendo mi tormenta.