Dear Future Husband: [Harry Styes]

¡KAROL LLEGANDOOOOO!  :roll: aveces soy rara.
Ennnnnnnnn fiiiiiiiiiinnnnnnnnn... ¡PERO QUE PROLOGAZO! ¿se dice asi? e.e
Wuao debo admitir que me dio un poco de tristeza pues Abs perdio a su padre y se siente de cierta manera culpable por no aprovechar el tiempo con su padre, yo tambien me sentiria asi.
Pero tranquila todo te quedo perfecto, espero que la sigas prontisisimo.
Me encanto lo que hiciste con los 'personajes' y no te preocupes, quedo bien.
venganza a harry (?)


Bueno, cariño te dejo. Siguela

Karolxx

Oye! Amo tus ideas tan perfectas y tu forma de escribir tan hermosa *-*
Adoré el prólogo jsanjkcdjk
Bue eso kdlcnsd siguela n.n
Besos

→ Capítulo 001.

I'm back, bitches.  ✖

Estaba de vuelta en el colegio. Me sentía mucho más joven, más aniñada. Pero más que nada, enamorada de él. Estaba en el otro extremo del patio, y yo me encontraba caminando hacia él. Sostenía la correa de mi mochila y puse un mechón detrás de mi cabello como señal de nerviosismo. Las puntas de mis zapatillas eran lo más interesante del mundo en ese momento. No tomé en cuenta con quién estaba hablando, ni de qué. Estaba cegada, quería llegar hasta donde estaba y sentirlo cerca. Tenerlo cerca era la mejor sensación del mundo.

—Hola, Harry. —Su nombre sonaba dulce y causaba cosquillas en mi boca, era como un secreto que no quería contar. Harry, a mitad de un chiste, se giró para privilegiarme con esta brillante sonrisa. Unos hoyuelos ya muy conocidos para mí se formaron a los costados de su mejilla, me sonrojé inevitablemente casi al instante y sonreí aun más, si era posible. Yo misma podía sentir brillar mis ojos ante lo que veía, él es tan lindo…

—Hey. —Saludó. —Hola, Abby. —Sentí tantas cosquillas que quería soltar una carcajada. Quizás lo hice, no lo recuerdo. Verlo me hacía feliz, escucharlo decir mi nombre, mucho más. —¿Todo bien?

Diablos. Debía responder. Diablos. ¿Cómo era? —T-todo bien. —No tomé cuidado de mis tartamudeos. Quizás tardé demasiado en volver a hablar, o simplemente comencé a soñar despierta con su cabello rizado, deseando tocarlo alguna vez, porque pronto estaba haciendo señas delante de mí. Las risas de sus amigos me volvieron a la realidad. Rayos, seguro me veía muy estúpida.

—¿Todo bien? ¿Segura?

—Sí, solo me distraje. —Bien, deja de balbucear, ¡Por Dios! —Este… ¿Qué harás esta tarde? —Me tiré al abismo, era un riesgo que estaba dispuesta a tomar. Por él, era capaz de todo.

Pareció pensarlo y me miró dudoso. —Nada, ¿Por? —Genial, era mi oportunidad.

Tomé todo el aire que pude para llenar mis pulmones con valor, rogué a mis piernas que no me fallaran en ese momento, me estaban temblando demasiado. Finalmente, hablé lo más rápido que pude:  —¿Te gustaría ir al cine conmigo? —Totalmente ilusionada no aparté la mirada de sus ojos verdes y brillantes. Dios, amaba esos ojos. Tanto que ni siquiera me di cuenta en la incomodidad que Harry comenzó a sentir antes de decir lo siguiente:

—Mira Abby, nosotros somos buenos compañeros. —Pasó un brazo por encima de mis hombros y sentí cómo tambalearon mis piernas. —No debemos arruinar eso. —Ahora se separó para decírmelo a la cara. ¿A qué se refería?

—Creo que no comprendo. —Me atreví a decirle. Harry rascó su nuca y miró a sus amigos detrás. Ellos intentaban contener la risa y Harry puso una mueca de nincomodidad que me hizo enarcar una ceja.

—No estoy interesado en salir contigo, Abby. Busco a alguien más… femenina. Así que mejor, solo seamos compañeros ¿Está bien? ¿Sin rencores? —Palmeó mi hombro, no demasiado fuerte pero aun así me dolió. Todo aquello me dolía. El resto de sus amigos estalló en carcajadas cuando me abracé a mí misma y la primer lágrima cayó…


Me desperté muy sobresaltada, con un terrible mal estar en el estómago. Me senté rápidamente en la cama y sequé las lágrimas que inconscientemente habían mojado todo mi rostro. Me abracé a mí misma, como había hecho en el sueño. Me sentía profundamente avergonzada y humillada. Imágenes del recuerdo me atacaron e hice todo lo posible por quitarlas de mi mente. Todo había empeorado aquel estúpido día, en el cual pensé que él se fijaría en mí y aceptaría salir conmigo.

Me recosté nuevamente y me tapé hasta la garganta. Me sentía tan abatida que no podía dejar de llorar. Traté de tranquilizarme pensando en el hecho de que había sido hace mucho tiempo, de que ahora él estaba muy lejos y que ya no podría hacerme daño. Llené mi mente con pensamientos como “No lo necesitas” “Es un idiota, mereces algo mejor” “Deja de hacerte tanto drama por un rechazo” Y luego volvía a sentirme mal por haberlo querido. Lo peor de todo, es que aun lo quería.


El comienzo de mi tortura era el comienzo de mi día, un día habitué como cualquier otro. Ese despreciable momento en el que el despertador taladra mis oídos y la luz solar quema mis ojos. Como era casi de costumbre me había dormido con la computadora en el regazo, y mis ojos ardían más de lo normal por haberme quedado escribiendo hasta tan tarde, sin mencionar la pesadilla que había tenido. Con un manotazo y muy de mal humor, apagué el ruidoso aparato y me senté en la cama con cuidado de no provocar la caída de mi computadora. La dejé en la mesa de noche y toqué el frío suelo de madera con los pies. Me habré dormido por unos minutos, porque cuando mi madre vino a regañarme, había perdido mi valioso tiempo en la ducha. Aun así corrí al baño para asearme. Las ojeras fueron tapadas con maquillaje así también como cualquier otro rastro de desvelo. Aun no me gustaba maquillarme, pero sin duda me había acostumbrado. Peiné mi cabello todo el tiempo necesario antes de proceder a vestirme. Faldas, blusas, tacones, chaquetas. No escatimaba en nada a la hora de elegir mi atuendo, una clara prueba del gran cambio que había sufrido a los 15 años.

Mi mamá me esperaba con el desayuno, pero desistí de él, como solía hacer casi todas las mañanas. A excepción de la manzana roja que tenía preparada para mí, como un plan B. Antes de siquiera poder morderla, partí de casa. Mis mañanas eran aceleradas, solo porque tenía una inmensa prisa por salir de mi casa. Nada había sido lo mismo desde la pérdida de mi padre, con él se fueron todas las tradiciones y lamentablemente también aquel toque acogedor que tenía lo que yo antes podía llamar hogar. Por eso suspiré muy profundamente cuando estuve sentada en la tranquilidad de mi auto. Emprendí camino al lugar donde pasaba la mayor parte de mi día, con una perfecta sonrisa dibujada en el rostro. Me consideraba buena actriz y una aun mejor mentirosa. Desde hace tiempo había comenzado a fingir ser alguien más y sería una estúpida si no lo admitiera. Pero tenía mis razones validas, ¿o no? Al final del día no importaba porque en esto se había convertido mi vida: superficialidad. Y eso era porque yo lo había deseado así.


—Abby, Abby. —Karol asomó detrás de una multitud de gente agitando su mano a los cuatro vientos para que pudiera encontrarla. Le sonreí haciéndole saber que la había visto y luego escuché sus tacones resonar en el pasillo hacía mí. —Diablos, chica. ¿Cómo lo haces? —La miré confundida. Llegamos a mi casillero y lo abrí en busca de mis libros.

—¿Hacer qué?

Karol voltéo a ver al resto de los chicos en el pasillo y me miró pícara. —Ni bien entraste te llevaste las miradas de todos, como un chocolate andante. —Rodeé los ojos y me giré a ver, efectivamente, la cara de aquellos babosos que nos miraban como si fuéramos chocolate.

—Sabes lo que pienso de los chicos. —Contesté seca, mirando mal a un pelinegro que pasaba por ahí sin dejar de mirar a mi amiga.

—Que son unos idiotas. —Completó Karol, fiel a mi doctrina. —Idiotas muy lindos. —Sonrió tontamente cuando un joven de cabello castaño al otro lado del pasillo le guiñó uno de sus ojos miel. Karol soltó una pequeña risita para luego recibir mi mirada de desaprobación. —¿Qué? —Se excusó ella.

Negué con la cabeza sin decir nada y continuamos caminando, fui consciente de la mirada furtiva que Karolina le dirigió a aquel castaño. No tiene reparo. Me dije a mí misma.

Llegamos a la primer clase: Historia. Una hermosa manera de empezar la mañana. Ocupé el lugar del medio, al igual que siempre. Karol se sentó a mi derecha, a mi izquierda se encontraba un chico pelirrojo con el rostro lleno de pecas, a quien nunca había visto en mi vida. Lo miré rara, al igual que Karol. ¿Cómo se atrevía a ocupar ese lugar? Por suerte, una hermosa castaña de ojos azules entró al salón mostrándome una sonrisa coqueta la cual respondí.

—Muévete, gusano. —Heather Thompson, mi otra mejor amiga, ni siquiera tuvo que mirar al chico para que este huyera al banco en el final de la hilera. Nos guiñó un ojo y preguntó. —¿Me perdí de algo importante? —Una sonrisa de autosuficiencia se cruzó en mi rostro. Caí en la cuenta de que el muchacho con cara de muñeco sentado un banco más adelante estaba muy distraído mirando la poca longitud de mi falda, dirigiendo sus ojos a mi rodilla inquieta. Me crucé de piernas para permitirle desear algo que jamás podría tener. El profesor llegó y nos saludó, dando comienzo a la hora más larga y aburrida de todas.




—¡Harry! ¡Louis! —En medio de la multitud, intenté localizar la cabellera castaña de Mickeyla.

—¡Allá! —Señaló Louis, con un bolso en la mano. Keyla brincaba y brincaba, sin percatarse de las miradas de las personas. En sus manos sostenía un papel arrugado que decía con fibrón: Hazza & Lou. A sus costados, hombres vestidos con traje y gorro de chofer intentaban alejarse de ella lo más posible, esperando a sus jefes o a quien sea que debían transportar.

—¡No puede ser, están aquí! —Saltó al encuentro de ambos, sin dejarnos soltar las maletas. —¡Los extrañé demasiado chicos! —Dijo en medio de nuestro abrazo de tres, reí y palmeé su espalda.

—También te extrañé. —Dijo Louis, a lo que ella se separó para mirarlo raro. —Me refiero a que, te extrañamos también. —E hizo un ademán señalándonos a ambos, rodeé los ojos. Mickeyla me proporcionó un golpe en el brazo, aunque no me dolió, fingí que sí.

—¡Auch! ¿Y eso porqué? —Ella nos fulminó a ambos con la mirada.

—No vuelvan a irse a un internado sin mi, ¿Oyeron? —Reímos en respuesta.

—Prometido. —Le dije para luego tomar mis maletas y seguir camino.

—Tu madre estaba trabajando y me pidió que viniera a recibirte. —Explicó ella. —Tuve que saltearme la primera hora en el instituto. No sé si sabían, pero mientras estaban de vacaciones en Londres, aquí la vida continuó. —Dijo intentando sonar indiferente, pero los dos supimos que era solo un chiste, ella quiso venir con nosotros y no pudo.

—¿Vacaciones? ¿De qué estás hablando, mujer? —Louis suspiró, al igual que yo recordando los intensos cursos a los que fuimos sometidos en Inglaterra. Los cuales no duraron mucho ya que terminamos por no calificar entre los becados. Por suerte, porque yo no quería volver allá.

—Supongo que debemos continuar con el las clases del resto del día. —Suspiré con cansancio.

—Ese fue el trato, amigo. —Keyla sonrió con suficiencia mientras yo subía las maletas al taxi.

—Rayos.

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