Young again.

young again

Cuando éramos pequeños creíamos ciegamente porque no había nada que perder. Creíamos en nuestros propios cuentos de hadas. Creíamos que nuestros sueños se volverían realidad.

Cuando éramos pequeños temíamos a la oscuridad porque en ella habitaban todos nuestros miedos. Reíamos constantemente con euforia y gracia, esos sentimientos que poco a poco se desvanecen. 

Cuando éramos pequeños nuestro único dolor eran los raspones en las rodillas y los juguetes perdidos. Llorábamos cuando alguien más lloraba y reíamos cuando alguien más reía. 

Cuando éramos pequeños las amistades perduraban como el oro a través del tiempo y la confianza era un obsequio que nunca se devolvía. Aprendíamos a amar y a entregar nuestros corazones a los demás sin pedir nada a cambio.

Cuando éramos pequeños veíamos el mundo con ojos de la vida. Con esos ojos que otorgan y nunca quitan. Con esa alma que nunca se marchita. 

Cuando éramos pequeños queríamos crecer felices, queríamos llorar de alegría y reírle a la vida.

Cuando éramos pequeños la única guerra era contra los piratas que nos querían quitar el valor de ser felices por siempre. Éramos eternos, como los niños que nunca jamás lastimarían. Esos niños que al dolor le sonreían. 

Cuando éramos pequeños nunca imaginábamos que la vida nos conduciría al camino de hoy en día. ¿Cuánto desearías volver a ser aquél niño? ¿Cuánto darías por volver a ver el mundo con ojos de vida? 

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