silver eyes.

Muchos dicen que los ojos son las puertas del alma. Que lo que somos está reflejado en ellos. Que son una entrada a nuestros sentimientos. Que demuestran quién somos en realidad y no quién pretendemos ser. Que son nuestro mayor defecto y nuestra mayor virtud
Los ojos de él eran todo eso, y mucho más.
Se llenaban de varios sentimientos cada vez que yo le hablaba o me veía mirándolo. Curiosidad, anhelo y esperanza. Algo que en ese momento yo no entendía.
Para lograr que hicieran algo por él, abría sus orbes  lo más que podía, y de alguna manera lograba dilatar sus pupilas, haciéndolo casi irresistible.
Cuando estaba enojado, se nublaban cual tormenta y parecían despedir rayos de ellos, aniquilando a quien quiera que fuese el que él estuviese matando con la mirada.
Llenos de locura en los momentos menos oportunos, haciéndolo parecer culpable de cosas cuyo autor no era, ni podía serlo ni en un millón de años, él.
El brillo especial que iluminaba sus ojos de plata que permanecía a toda cosa era otra de las cosas que hacían su color tan especial.
La mirada fría como el hielo y dura como el acero era la que era usada para observar a la gente que no le caía bien, tan letal que al apenas verla, te daban ganas de desviar la mirada.
En los momentos en los que se quedaba mirando a la nada, pensando, sus ojos se despejaban y se asemejaban a esos espejos antiguos de plata pura, los mejores en su clase y en los que me podía ver perfectamente.
Porque, en realidad, sus ojos eran plata pura. Sus ojos eran de un gris tan definido que no se podrían confundir por ningún otro color, como el celeste. El color de sus orbes era argentum. Era plata. Platino. Gris. Tormenta.
Ojos grises, esperando el paraíso.
Nadie más que él tenía tales ojos, y estoy feliz de decir que yo era la única que podía admirarlos cada día al despertar. Cada día al dormir. Cada día.

Spoiler:

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