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  El frio invernal se adueñaba de su cuerpo, envolviéndola entre sus gélidos brazos. El glacial viento soplaba, alborotando su larga y enredada melena. Ella cayó de rodillas al sucio suelo de granito, mientras silenciosas lágrimas resbalaban por sus enrojecidas mejillas. Sus sollozos eran ahogados por el ulular del viento a sus espaldas. Abrazándose a sí misma, la chica sufría en la soledad de la noche.

  Un desastre, su vida era un desastre. Promesas vacías llenaban su roto corazón, llenándola de sufrimiento. “Te queremos” ¿Realmente había creído que ellos lo hacían? ¿Realmente lo habían hecho? Ahora no importaba, estando sola nada importa. Contemplaba su propia muerte, como se derrumbaba pedazo a pedazo en el frio suelo de granito. Intentaba gritar, pero nada salía de su paralizada garganta. Lloraba a mares, lamentando sus desgracias.

  La soledad, aquello era lo único que siempre había permanecido a su lado. Sus marrones ojos, ahora enrojecidos, miraron al cielo buscando a su confidente. Ahí estaba, como siempre, observándola desde lo más alto, despidiendo su hermoso y pálido brillo.

  — ¿Cómo es que resistes tanta soledad? —murmuro con lágrimas en los ojos.
  —Tal vez porque no está sola, nadie lo está —respondió una voz tras ella.

  Un escalofrió recorrió su agitado cuerpo, haciéndola temblar. Su voz, su dulce y cantarina voz era lo único que provocaba sensaciones inexplicables en su ser.

  — ¿Qué es lo que quieres? ¿No ves que quiero estar sola? —murmuro entre dientes.
  — ¿Y dejar que sigas lamentándote de lo miserable que es tu vida? —gruño.
  — ¡SOLO DEJAME! —grito exasperada. Las lágrimas que corrían por sus mejillas eran lágrimas de furia, de ira.
  — ¡NO, ENTIENDELO! —le grito sujetándola con fuerza, levantándola del frio suelo—. No solucionas nada mostrando tu sufrimiento.
  —Solo así notas mi existencia —dijo soltándose del agarre del muchacho. Este le miraba confuso—. Solo cuando estoy sufriendo me vez.
  —Yo no sabía que…
  —No, lo entiendo —murmuro ella. Dándose media vuelta comenzó a caminar—. Nadie va a decirme que todo estará bien, estaría contándome mentiras.

  En un arrebato de locura, él corrió hacia ella. Tomando su brazo, la jalo en dirección a su persona. Ella forcejeaba sin embargo el muchacho la atrapo entre sus brazos, aprisionándola contra su cuerpo.

  —Yo quiero ser aquel mentiroso —susurro en su oído.