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Melissa «∆« Eighteen «∆« Dutch / Chilean
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✘cualquier cosa, MP
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Mess.
Relato de una mente Enfermiza
Broken mind.
"– Respira, Zuzane, respira –"
Se susurraba a si misma una y otra vez oculta tras el tacho de basura, hecha un ovillo meciéndose hacia adelante y hacia atrás buscando la manera de calmar los latidos de su corazón y quitarse el dolor en sus pulmones al respirar. Estaba claro que correr doce cuadras no era prudente para una chica asmática, pero definitivamente no tenía opción.
Por un momento aquel episodio vivido hacia solo unos minutos le provocó un profundo remordimiento que removió todo en su interior. Intentó sacarse de la mente aquella escena que había quedado grabada a fuego en su memoria. Se lleva las manos a la cara y aquel olor a sangre fresca le sobresalta. Ahoga un grito y aprieta los párpados con fuerza para no tener que ver a aquel hombre arrastrarse por el oscuro callejón hasta ella y recordarle su crimen, o incluso, cobrar su venganza. Sin embargo, recuerda que –a menos que le hombre no sea humano– es imposible que quede una gota de sangre en aquel cuerpo que seguramente ya estaba comenzando un leve proceso de descomposición y que aquel olor metálico provenía de sus manos, de su ropa, de su cabello... de ella. La chica estaba completamente salpicada por la sangre de aquel hombre, solo bastaba con mirarse en un espejo o un ventanal para observar su crimen, sin contar con el arma homicida que yacía tirada a su lado.
De momento ya no podía recordar a quien pertenecía la sangre que la teñía de color rojo dandole un aspecto espeluznante, aquel aspecto que podría asustar a todo el mundo pero no a ella. Sus recuerdos se vieron apocados por un placentero sentimiento de satisfacción que le envolvió de los pies a la cabeza.
"–¿Satisfacción? Por dios, Zuzane, has asesinado a un hombre –" Pensó. Había comenzado con los primeros destellos de lucidez que, por lo general, no duraban mucho tiempo.
De pronto todo se volvió más claro y todo se reveló ante ella.
Recordó como había llegado a aquel callejón de una pequeña y colonial ciudad de Bosnia en donde había asesinado a aquél hombre de un sin fin de puñaladas por todo su cuerpo. Frente a sus ojos pasó todo como si se tratara de una escena cinematográfica. Se vio acudiendo a la "cita" con el hombre que amaba y que supuestamente le amaba también. Llevaba un cuchillo oculto bajo su remera sujetado por la pretina de su pantalón. No podía correr riesgos. No quería volver a aquel prostíbulo en donde la mantenían prisionera y desde donde probablemente la buscaban incansablemente para devolverla a él.
En cuanto lo vio entrar por aquel callejón sin salida, salió de su oscuro escondite y se abalanzó a sus brazos buscando aquellos labios que tanto había extrañado, mientras él le acariciaba lentamente el cabello... una caricia dulce y sincera que hace tiempo no sentía. Se sentía completa.
Sin embargo, su alegría no duraría. Él la alejó y le tomó del brazo con fuerza para evitar que escapara, mientras que de sus labios traicioneros se escapaba la confesión del verdadero propósito de su encuentro amoroso: La entregaría devuelta al manicomio.
¿Manicomio? ¿Así se le llamaba a los prostíbulos hoy en día?
Entre tanto forcejeo, Zuzane logra golpear a Kennan en su entrepierna y se libera. En un movimiento rápido, saca el cuchillo y se abalanza hasta él cegada por el sentimiento de rabia mezclado con la desesperación y la angustia de volver a aquel lugar. Miedo a perder su libertad.
Ahora que todo está claro, la chica cae en la cuenta que aquél hombre, dueño de la sangre que baña su cuerpo, no es nada más ni nada menos que el hombre que más amaba en el mundo.
Se muerde la lengua para evitar que se escapen los gritos de dolor de su pecho. No quiere ser descubierta. No. Sin embargo, nada le impide llorar. Nada le impide desechar mediante lagrimas amargas aquel inmenso dolor que le desgarra por dentro.
¿Que le sucedía? ¿Como es que había llegado a cometer aquel crimen tan brutal contra la persona que amaba? De pronto ya nada tenía sentido. Su vida ya no tenía sentido. Ella misma había apagado aquella luz de esperanza que quedaba en su interior. Se había suicidado.
¿Suicidado? ¡Por Dios, ¿Qué tonterías eran esas?! ¡Ahora era libre! Ese hijo de puta no se perecía sus lágrimas ¡Había intentado devolverla al psiquiátrico de donde se había escabullido hace unos días atrás!
Esperen... ¿Psiquiátrico? ¿No que era un prostíbulo? Okay, en fin. Manicomio. Prostíbulo. Daba lo mismo. El muy gilipollas había intentado privarle de su libertar y la libertad era un derecho tal como lo era vivir ¿No? Estaban mano a mano.
Lo más chistoso había sido su expresión de terror y sus aullidos de dolor mientras recibía las puñaladas. Oh, aquellos gritos... Música para sus oídos.
No, Esperen, eso estaba mal. No podía sentirse tan bien haber asesinado a un hombre ni menos al hombre que amaba.
"–¡¿Y eso a quién le importa?!–" Se gritó la chica mentalmente mientras los gemidos de dolor que se escapaban con sus lágrimas eran reemplazados por carcajadas macabras, terminando con el breve momento de lucidez de la chica.
El sonido de las sirenas del carro policial comenzaron a sentirse a la lejanía. Seguramente vendrían con la patrulla psiquiátrica para devolverla a aquella habitación blanca, donde probablemente la volverían a envolver con aquellas camisas de fuerza que le impedirían moverse.
Se levantó mientras la última lágrima se deslizaba por su mejilla y se fundía con la sangre de su primera víctima mortal. Tomó el puñal del suelo y comenzó a encaminarse a paso firme hacia la salida del callejón.
"–Que venga la próxima ronda"– Pensó la chica sin quitar aquella sonrisa diabólica de su rostro.
¿Quién sabe? Quizá el alma de la chica había sido reclamada por el mismísimo demonio. Y esa idea le encantó.
Sin embargo, lo que Zuzane no sabía era que ni siquiera el mismísimo demonio podría reclamar una mente tan retorcida, macabra y enfermiza como la de ella. Ni siquiera en las filas de infierno había espacio para una esquizofrénica.
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Mess.
Re: ♛ Paper Towns ♛
Con un tacón roto y un corte en la mejilla.
Podía sentir la brisa primaveral jugar con mi cabello, el cuál seguramente quedaría hecho una maraña. Me había preocupado de cada detalle de mi vestuario y maquillaje. Estaba decidida a sorprenderlo.
Hace un par de días que no estábamos bien. Le molestaba el hecho de que estuviera demasiado preocupada del nuevo trabajo que había comenzado vendiendo ropa por internet.
De cierta forma tenía razón, estaba demasiado obsesionada con el hecho de emprender que me había olvidado de todo mi alrededor: Familia, amigos y novio.
Es por ello que tenía pensado sorprenderlo con una visita a su casa, así podíamos salir a comer, ver una película, o ¿qué se yo? Lo que a él se le antojara hacer. Después de todo lo que importaba era pasar un buen rato juntos. Éste sería un día dedicado exclusivamente para él y no escatimaría en gastos, ya que gracias a mi nuevo trabajo, contaba con capital suficiente para hacer lo que quisiera hacer.
Sin embargo, no logré imaginar que este día sería el peor de todos a lo largo de nuestros tres años de relación…
Los malos augurios de lo que sería esta desastrosa sorpresa comenzaron a aparecer desde el momento en que doblé en la esquina del pasaje en donde estaba su casa, donde uno de mis tacones se atascó en el pavimento levantado arrancando el taco.
– ¡Mierda! – Exclamé quitándome el tacón roto. Miré a todas direcciones para verificar que nadie había visto mi vergonzoso percance. Afortunadamente nadie mas circulaba por la calle así es que seguí mi camino cojeando con un solo tacón puesto por la calle.
Cuando iba por la mitad de la cuadra sentí que un auto venía tras de mí, así que volteé a mirar para corroborar y subir a la vereda. Sin embargo no había nada tras de mí.
Al volver la mirada hacia delante no alcancé a percatarme de un gran espino que seguramente no había sido podado en años, pues sus ramas impedían caminar erguido por ahí. Para mí fue demasiado tarde y no logré agachar la cabeza y evitar que una de las enormes espinas del árbol realizara un corte en mi mejilla. Aún recuerdo el dolor agudo que sentí, mas aún cuando el viento sopló aún mas fuerte y rozó con fuerza la herida. Las lágrimas se agolparon en mis ojos nublando la visión. ¿Qué estaba sucediendo? ¿De pronto toda la mala suerte del mundo se había acumulado en mí? Apresuré el paso para llegar a su casa para poder apreciar la magnitud de la herida y así poder curarla. Minutos después me daría cuenta que jamás debí haber llegado a la puerta de su casa…
Durante un instante temí que no se encontrara en casa, puesto que de lo cuatro autos que habituaban están fuera de la casa, solo se encontraba el de su hermano más pequeño que llevaba tres meses inutilizable.
Me acerqué a la reja y esta se encontraba abierta, solo era cosa de empujarla para poder pasar.
En el momento que iba a avanzar hacia la puerta de entrada, un movimiento a través de uno de los grandes ventanales que dan hacia la calle me detuvo. Me acerqué aún mas al vidrio para poder ver a través de éste.
En ese momento me di cuenta que el dolor que sentía en mi mejilla jamás había sido ni la mitad del dolor que me asaltó al sentir como algo se desgarraba dentro de mi pecho. Sus manos, esas manos que tantas veces se anidaron en mi cintura, que tantas veces acariciaron mis mejillas, que se enredaban en mi cabello, ahora vagaban salvajemente por un cuerpo ajeno, un cuerpo que no era el mío, sino que el de una de las chicas que más de alguna vez había visto.
En la imagen solo se plasmaba lujuria. No había ni una sola pizca de amor. Los labios de él ni siquiera rosaban los labios de ella, sino que danzaban por la zona de su cuello, envueltos en una pasión carnal, una pasión diferente a la que nos abrazaba cuando nuestros cuerpos se hacían uno.
Cerré los ojos intentando borrar la imagen de mi cabeza, rogando por que solo se tratara de un mal sueño del que despertaría apenas abriera mis ojos inundados en lágrimas. Sin embargo, un suspiro proveniente de la chica me hizo aterrizar nuevamente en la realidad. Abrí mis ojos y nuevamente las lágrimas rodaron por mi mejilla al momento que un sollozo se escapaba de mi boca.
Él se detuvo en seco y miró en mi dirección. Sus ojos se abrieron de par en par. Le había sorprendido después de todo. No de la forma en que esperaba hacerlo, pero lo había hecho de todas formas.
Retrocedí sin darle la espalda hasta chocar con la reja. Me giré y salí de esa maldita casa dando un portazo haciendo que el metal hiciera un ruido estruendoso. Caminé a paso rápido, olvidándome del tacón roto y del tajo en mi mejilla. Todo se vio opacado por la opresión de mi pecho y la palpitación de mi cabeza. Estaba herida, por dentro y por fuera, estaba furiosa, decepcionada, humillada, destartalada, estaba rota…
Me sequé con brusquedad las lágrimas pasando a llevar el corte en mi rostro, que dolió como los mil demonios.
Y entonces sentí como él pronunciaba mi nombre.
Me detuve en seco debatiéndome, tratando de decidir entre darme la media vuelta y permitirle el lujo de verme destruída o seguir mi camino y dejar el resto a su imaginación. Sin embargo me di la media vuelta. Busqué sus ojos. Quise que me viera. Quise que viera el resultado de su crimen, que apreciara el daño que me había hecho.
Sus ojos denotaban arrepentimiento y dolor. Al menos eso logró calmar un poco las puntadas en el pecho. Comenzó a avanzar hacia mí y la ansiedad me asaltó.
– No te acerques – Susurré al notar que mis piernas se quedaban estáticas, sin embargo no se detuvo. – No… – dije alzando un poco la voz. Pero ya estaba lo suficientemente cerca – ¡No me toques! – Grité cuando una de sus manos se alzó para tomar contacto con alguna parte de mi cuerpo. Se detuvo en seco.
– Yo… – Comenzó a decir, no obstante levanté una de mis manos y golpeé su mejilla con toda la fuerza que pude, no iba a permitir que un “lo siento” se deslizara por sus labios. No había forma que pudiera lamentar lo que estaba haciendo hace un rato. Si hubiera sido así no lo hubiera hecho.
No esperé a ver su reacción para darme la media vuelta y seguir mi camino de vuelta a casa. Con un tacón roto y un tajo en la mejilla.
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