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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Pisando la misma suela de depresión. {novela.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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blow me one last kiss.
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vicious.
La alarma sonó y de golpe me levanté. Pensé si me olvidaba de algo mientras me cambiaba y me alistaba para la maldita escuela. Dios.. no recuerdo si me olvido de algo.. ¡Rachel! ¡Dios debo correr!
Salí corriendo y tomando lo que podía llamarse como desayuno. Mamá ni siquiera estaba en casa, seguramente en un trabajo nuevo o algo parecido.
Sabía perfectamente que debía apurarme, Arielle odia las visitas desconocidas y que tienen algo que ver conmigo y no con ella. Sí, muy patético. Toqué la puerta varias veces pero respuestas no recibí. Y es que me parecía muy raro, faltaba para la escuela y sí, Arielle siempre es puntual pero no tanto como para irse media hora antes, tal vez.
Comencé a escuchar música muy fuerte y risas. Oh dios, qué estará pasando. Rodeé la casa y me acerqué a una de las ventanas. Allí estaba el ángel rodándose un descontrol en la casa de, tal vez, mi novia. Había comida por todas partes, la música super fuerte y ella sólo reía y saltaba en el sillón de la gran casa.
Le grité por la ventana que me abriera, estaba enfadado, más que enfadado. ¡¿Dónde estaba Arielle a todo esto?!
—¡Rachel! ¡¿Qué estas haciendo?!—grité mientras ella me habría la puerta a puras risas.
—Sólo divertirme Sam.—
—Oh vamos, tenemos que ir corriendo a la escuela. Me he dado cuenta que Arielle te ha prestado hasta pijama y tu le agradeces así, esta mal, muy mal.—
—No tienes cara de ser responsable, no seas responsable, no finjas serlo.—rodeó mi cuello con sus suaves manos. Ella estaba en el sillón, sus rodillas sobre los almohadones y la mirada caía sobre mi. Delicada y tan tentativamente.
—Vale vale.. sólo ponte mi sacó de la escuela y anda, me acompañas y veremos que hago contigo.—aclaré la garganta.
—¿Nunca has estado en lo más profundo cierto?—
—¿A qué te refieres?—
—Nunca has tocado fondo, nunca lloraste por no saber qué hacer, por no tener ayuda. Pero algún día pasará, algún día la depresión te comerá vivo. Estarás una prisión en la que eres tanto el prisionero como el cruel carcelero.—
—Rachel, yo estoy muy bien, tengo todo, no entiendo a qué va esto.—pensé tal vez, de una manera cínica.
—No hay cosa más deprimente que tenerlo todo y aún así sentirse triste.—
Llegamos a la escuela y entramos sin pensarlo. Las miradas se sostenían en saber qué iba a hacer el gran Sam Beckham. Pero esta vez eran miradas interrogativas. ¿Qué hacia Sam con una joven en un diminuto pijama? Bizarro.
Arielle se volteó a ver qué pasaba junto a sus amigas, sí, soltaron esa mirada que duele, esas que parecen de películas de acción. La mirada del enemigo. Mientras que Hotton y mis amigos, silbaban y gritaban cosas para Rachel. ¿Los demás? Sólo reían. Rachel me preguntó varias veces qué íbamos a hacer, a dónde íbamos y cuándo nos íbamos. Me limite a responderle, pues ni siquiera sabía qué responderle.
Fui a la oficina de la entrenadora de las porristas, Ann. Tal vez me prestaría un uniforme para Rachel, que por cierto, eran horribles, anticuados. Lo único bueno era que no eran largos y eso beneficiaba a algunos aquí, incluyéndome, pero tenían una pinta de venir de películas cuarentonas. Oh vaya que sí.
La hizo feliz volver a lucir esa falda flamante y tener la obligación de llevar una coleta, la hizo muy feliz, verdaderamente.
No iba a dejar a Rachel sola, por lo tanto me siguió a todos lados, hasta cuando conversaba con mi grupo. No podía dejarla sola, debía ayudarla. Debe ser terrible estar tocando con la punta de tus dedos el vacio de todo. Lo único que quieres de la vida es que el dolor tenga un propósito. Caminas lento, y sientes que en cualquier momento paras y caes de rodillas, pero intentas que no pase.
—Hey Beckham, ¿pensando en chicas?—dijo uno de mis amigos, Eddie, sacándome de mis pensamientos.
—No no, es sólo que... pensaba en algo serio.—y todos soltaron risas, exclamando cosas como "¿serio? ¿Sam Beckham serio?
—¿Por qué se ríen?—preguntó Rachel, sin dudarlo.
—Linda, este tipejo que te trajo al cual debes considerar héroe, es un toca pelotas, pero te queremos Sammie.—soltó Cameron, otro idiota del grupo. Sí, estos son mis amigos.
—Venga venga, ¡no me dejen mal frente a una señorita!—y todos reímos y chocamos los cinco, nos golpeamos o sólo disfrutábamos de los malos chistes que hacíamos entre nosotros. Mientras que Rachel estaba a mi lado, pensando seguramente lo ignorantes y cavernicolas que solemos ser con mi grupo. Pero no la culpo, en su lugar estaría igual.
La escuela había terminado, Rachel se hizo pasar por una alumna que había faltado, las profesoras son tan tontas que ni siquiera se habían fijado en eso. De hecho, los adultos son tontos. Siempre quise ser adulto, o me considero adulto, pero hacen acciones tan tontas, que me quitan las ganas de ser uno. Tienen poca creatividad, poca mente colorida, no son libres.
Había llegado a casa, pero sin Rachel. Pudimos contactar a su padre, que no me cayó bien a primera impresión, pero mañana temprano recogería a Rach, sí, Rach. De todas formas debía buscarle un hogar, algo. Su padre parecía que iba a matarla en cualquier momento y no se por qué la dejé sola con ese tipo, pero lo pensé bien, y sí, iría a buscarla ahora mismo.
Antes que nada busqué a mamá, tendría que avisarle de mi situación. Puede que sea un niño rebelde y para nada responsable, pero con mi madre consultaría cualquier problema. Quise entrar a su cuarto, pero me encontré con el sonido de sus lágrimas. Ella sobre la cama, el teléfono de la casa y varios papeles también le hacían compañía.
—¿Mamá?—
—Oh Sammie, no sabía que estabas en casa.—limpió sus lágrimas y trato de fingir que no había ocurrido nada.
—Grité cuando llegue, tu sabes que siempre lo hago, es algo tedioso para ti y el abuelo pero, por lo menos saben que llegué.—reí y ella también.—Madre... ¿a qué van esas lágrimas?—
—Problemas de adultos Sammie, nada importante.—
—Pero mamá, soy adulto, puedo saberlo.—
—Oh Sammie-Boy, ser adulto es complicado, tu eres un adolescente.—
—Claro que no, soy grande.—
—Te falta tanto para ser grande bebe. ¿Pero sabes algo? El hombre es un niño: su poder es el poder de crecer.—y cerré los ojos otra vez, como de pequeño. Rachel tendría que esperar, pues me quede, una vez más, dormido en los brazos más fuertes e importantes de mi vida, los brazos de mi madre.
Salí corriendo y tomando lo que podía llamarse como desayuno. Mamá ni siquiera estaba en casa, seguramente en un trabajo nuevo o algo parecido.
Sabía perfectamente que debía apurarme, Arielle odia las visitas desconocidas y que tienen algo que ver conmigo y no con ella. Sí, muy patético. Toqué la puerta varias veces pero respuestas no recibí. Y es que me parecía muy raro, faltaba para la escuela y sí, Arielle siempre es puntual pero no tanto como para irse media hora antes, tal vez.
Comencé a escuchar música muy fuerte y risas. Oh dios, qué estará pasando. Rodeé la casa y me acerqué a una de las ventanas. Allí estaba el ángel rodándose un descontrol en la casa de, tal vez, mi novia. Había comida por todas partes, la música super fuerte y ella sólo reía y saltaba en el sillón de la gran casa.
Le grité por la ventana que me abriera, estaba enfadado, más que enfadado. ¡¿Dónde estaba Arielle a todo esto?!
—¡Rachel! ¡¿Qué estas haciendo?!—grité mientras ella me habría la puerta a puras risas.
—Sólo divertirme Sam.—
—Oh vamos, tenemos que ir corriendo a la escuela. Me he dado cuenta que Arielle te ha prestado hasta pijama y tu le agradeces así, esta mal, muy mal.—
—No tienes cara de ser responsable, no seas responsable, no finjas serlo.—rodeó mi cuello con sus suaves manos. Ella estaba en el sillón, sus rodillas sobre los almohadones y la mirada caía sobre mi. Delicada y tan tentativamente.
—Vale vale.. sólo ponte mi sacó de la escuela y anda, me acompañas y veremos que hago contigo.—aclaré la garganta.
—¿Nunca has estado en lo más profundo cierto?—
—¿A qué te refieres?—
—Nunca has tocado fondo, nunca lloraste por no saber qué hacer, por no tener ayuda. Pero algún día pasará, algún día la depresión te comerá vivo. Estarás una prisión en la que eres tanto el prisionero como el cruel carcelero.—
—Rachel, yo estoy muy bien, tengo todo, no entiendo a qué va esto.—pensé tal vez, de una manera cínica.
—No hay cosa más deprimente que tenerlo todo y aún así sentirse triste.—
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Llegamos a la escuela y entramos sin pensarlo. Las miradas se sostenían en saber qué iba a hacer el gran Sam Beckham. Pero esta vez eran miradas interrogativas. ¿Qué hacia Sam con una joven en un diminuto pijama? Bizarro.
Arielle se volteó a ver qué pasaba junto a sus amigas, sí, soltaron esa mirada que duele, esas que parecen de películas de acción. La mirada del enemigo. Mientras que Hotton y mis amigos, silbaban y gritaban cosas para Rachel. ¿Los demás? Sólo reían. Rachel me preguntó varias veces qué íbamos a hacer, a dónde íbamos y cuándo nos íbamos. Me limite a responderle, pues ni siquiera sabía qué responderle.
Fui a la oficina de la entrenadora de las porristas, Ann. Tal vez me prestaría un uniforme para Rachel, que por cierto, eran horribles, anticuados. Lo único bueno era que no eran largos y eso beneficiaba a algunos aquí, incluyéndome, pero tenían una pinta de venir de películas cuarentonas. Oh vaya que sí.
La hizo feliz volver a lucir esa falda flamante y tener la obligación de llevar una coleta, la hizo muy feliz, verdaderamente.
No iba a dejar a Rachel sola, por lo tanto me siguió a todos lados, hasta cuando conversaba con mi grupo. No podía dejarla sola, debía ayudarla. Debe ser terrible estar tocando con la punta de tus dedos el vacio de todo. Lo único que quieres de la vida es que el dolor tenga un propósito. Caminas lento, y sientes que en cualquier momento paras y caes de rodillas, pero intentas que no pase.
—Hey Beckham, ¿pensando en chicas?—dijo uno de mis amigos, Eddie, sacándome de mis pensamientos.
—No no, es sólo que... pensaba en algo serio.—y todos soltaron risas, exclamando cosas como "¿serio? ¿Sam Beckham serio?
—¿Por qué se ríen?—preguntó Rachel, sin dudarlo.
—Linda, este tipejo que te trajo al cual debes considerar héroe, es un toca pelotas, pero te queremos Sammie.—soltó Cameron, otro idiota del grupo. Sí, estos son mis amigos.
—Venga venga, ¡no me dejen mal frente a una señorita!—y todos reímos y chocamos los cinco, nos golpeamos o sólo disfrutábamos de los malos chistes que hacíamos entre nosotros. Mientras que Rachel estaba a mi lado, pensando seguramente lo ignorantes y cavernicolas que solemos ser con mi grupo. Pero no la culpo, en su lugar estaría igual.
La escuela había terminado, Rachel se hizo pasar por una alumna que había faltado, las profesoras son tan tontas que ni siquiera se habían fijado en eso. De hecho, los adultos son tontos. Siempre quise ser adulto, o me considero adulto, pero hacen acciones tan tontas, que me quitan las ganas de ser uno. Tienen poca creatividad, poca mente colorida, no son libres.
+++
Había llegado a casa, pero sin Rachel. Pudimos contactar a su padre, que no me cayó bien a primera impresión, pero mañana temprano recogería a Rach, sí, Rach. De todas formas debía buscarle un hogar, algo. Su padre parecía que iba a matarla en cualquier momento y no se por qué la dejé sola con ese tipo, pero lo pensé bien, y sí, iría a buscarla ahora mismo.
Antes que nada busqué a mamá, tendría que avisarle de mi situación. Puede que sea un niño rebelde y para nada responsable, pero con mi madre consultaría cualquier problema. Quise entrar a su cuarto, pero me encontré con el sonido de sus lágrimas. Ella sobre la cama, el teléfono de la casa y varios papeles también le hacían compañía.
—¿Mamá?—
—Oh Sammie, no sabía que estabas en casa.—limpió sus lágrimas y trato de fingir que no había ocurrido nada.
—Grité cuando llegue, tu sabes que siempre lo hago, es algo tedioso para ti y el abuelo pero, por lo menos saben que llegué.—reí y ella también.—Madre... ¿a qué van esas lágrimas?—
—Problemas de adultos Sammie, nada importante.—
—Pero mamá, soy adulto, puedo saberlo.—
—Oh Sammie-Boy, ser adulto es complicado, tu eres un adolescente.—
—Claro que no, soy grande.—
—Te falta tanto para ser grande bebe. ¿Pero sabes algo? El hombre es un niño: su poder es el poder de crecer.—y cerré los ojos otra vez, como de pequeño. Rachel tendría que esperar, pues me quede, una vez más, dormido en los brazos más fuertes e importantes de mi vida, los brazos de mi madre.
ceonella.
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