Need to protect.

Princesaaaa<3333. Qué sensual sale Nina en la foto  ah, tenía que decirlo (?).
Me has sorprendido gratamente, una vez más. Digo, nunca ha sucedido lo contrario, y estoy en todo mi derecho de utilizar la palabra "nunca" porque es cierto. Jamás de los jamases has escrito algo no digno de leer (?). Me dio un poco de penita cuando Ariadne (me la imaginé como una yegua omg) trató así a Lou :( la pobre sólo se había quedado dormida, nO COMETIÓ NINGÚN CRIMEEEEN. 
Adoré todo de tu capítulo.  Sinceramente, siempre he admirado tu forma de narrar los sucesos, darles vida, la forma en la que dejas un parte de ti en cada cosa que escribes. Estuvo perfecto dfksdl.
Y perdón por este comentario kk, prometo ir mejorando<333 (se ha ido la magia que tenía para comentar cada detalle que me gustaba de los capítulos, quizás nunca la tuve TOT). 
Besos y abrazos.  

Capítulo 03

En el momento en que Vienna pisó aquel piso de cerámica, supo que los tiempos que se avecinaban iban a ser horrorosamente largos. Peor que una versión extensa de una ópera bajo el mando de alguien adicto a La Traviata.

Frunció el labio y arrugó su nariz, analizando posteriormente aquel entorno extranjero: Paredes "blancas" asquerosamente sucias, movimiento perezoso, el timbre del teléfono y el ocasional gruñido de los oficiales, como no, en la compañía de un café negro y dos docenas de Donas. 

"Predecible" pensó, no sin antes rodar los ojos. Pero claro, en un pueblo tan chico ¿Qué esperaba que hubiera? No era exactamente el lugar de locación de un asesino serial, al menos que fuera por retiro.

Después de que Winston Terrier, mano derecha de su progenitor, se presentara, las invitó a pasar a su despacho. Con un poco de resignación comenzó a caminar a la par de sus hermanas. Sus pasos resonaban por aquellos pasillos vacíos y huecos, el techo alto provocaba, además, un efecto de hueco que aburría y sazonaba al mismo tiempo la tensión casi palpable. 

Mientras esperaban a que su padre llegaran, todas comenzaron a dispersarse por el despacho. Lo peor es que cada una estaba por su lado. La pobreza de afecto le golpeó justo en el pecho. Abandonó todo por venir acá, y la ignorancia no era más que un aura negro que rodeaba a las McConnell. Segura del lazo que, por suerte, aún compartía con Louise, se acercó a ella y comenzó a observar un diploma en específico. 

Medallas doradas pulidas adornaban las paredes, marcos rellenos de diversos reconocimientos parecían encuadernar lo que parecía toda una biografía heróica y destacable. 

"Definitivamente no hay un premio al mejor padre. Uh-huh, igual de predecible" Vienna se río y, llamando la atención de su hermana, explotó aquel globo que había formado con su goma de mascar.

—¿Lo extrañaste?— preguntó, sin ninguna clase de remordimientos y casualmente. Sabía que era un punto débil cualquier tópico relacionado a su relación con él. Pero estaban acá, y no habría forma de evitar el tema, eventualmente. Louis suspiró, se cruzó de brazos y siguió observando el mural.

—No tengo idea...— susurró. Vienna frunció el ceño, ella conocía a su hermana. Sus palabras siempre eran exactas. No había gris alguno en su vocabulario. Por lo que a ver la duda interrumpir en su oracíon, pues, la dejó un poco confundida. En ese segundo, ambas se miraron a los ojos, y la menor de la dupla sonrió y negó con la cabeza, comprendiendo aquel desconcierto. —No sé como me siento. Quiero sentirme feliz, me 
siento feliz. Pero... hay una variedad de recuerdos y todo es tan... estresante. Me estresa no saber como me siento acerca de todo ésto, acerca de él...— "Papá" había faltado pronunciar, pero para Vienna fue suficiente. La laca de palabras nunca había sido un problema entre ellas dos. la comprensión llegaba a todo un nivel superior, el apoyo era mutuo y constante. Y no era algo de personalidad. No. Mientras que Louis era toda tranquila y la inocencia la acompañaba permanentemente, uno pensaría que Vienna, al tener toda una personalidad extrovertida y alocada, se llevaría mejor con la otra gemela. Pero no fue así. Era un lazo extraño, pero fuerte. Muy fuerte.

—Pues, yo también me siento parecida. Supongo que... lo averiguaremos juntas— Vienna tomó su mano y Louise sonrió, agradecida. El momento fue interrumpido por el incómodo chicle pegado a su nariz, consecuencia de un globo -anteriormente- demasiado grande. Ambas rieron.

—Hola, papá. Hemos regresado— el sonido de diversión se vio cancelado por la voz de Lyon, y la dificultosa voz que presentaba. Las dos se dieron vuelta para mirar a aquel hombre que no habían visto en años.  

Su rostro era impasible, su postura estoica, firme y algo distante. Pero en el brillo de aquellos ojos, pudo observar un atisbo de penumbra. Algo oculto. También pudo denotar aquel pasaje en su mirada de preocupación a alivio, y de alivio a preocupación. ¿Por qué no estaba conforme?

—Ugh, ésto es incómodo— a un costado, Olivia golpeaba su pie contra la alfombra del despacho. Ante tal queja murmurada, Vienna le proporcionó un pellizcó en su hombro, en señal de desacuerdo. 

Su papá suspiró y, en un movimiento muy inseguro, levantó sus brazos y los abrió.

Una invitación. 

La cabeza de Vienna comenzó a trabajar a mil por hora. Una invitación ¿A qué? ¿Qué significaba realmente? ¿Era... un abrazo ocasional? ¿De bienvenida? ¿De conformidad? ¿O acaso era una disculpa? ¿Podría sentirse culpable? Quizás querría pretender que todo el pasado había sido un pizarrón y ahora era momento de agarrar el borrador y comenzar de nuevo.

Estaba segura que éstos pensamientos dudosos no solo la atacaban a ella, porque ninguna McConnell se movía. Ninguna presentaba signos algunos de querer moverse, parecía que todas eran víctimas de una acinesia repentina. 

Nada.

"Dios mío" rodó los ojos y cruzó ambas manos detrás de su espalda. Un tanto vacilante, comenzó a acercarse a su padre, hasta que estuvo envuelta en sus brazos. Tenía temor, temor por ser la única que le diera ese gusto afectivo; pero en el momento en que sintió un cuerpo a su costado y otro del otro lado, supo que todas las McConnell se habían juntado.

—Mis niñas...— Vienna podía jurar sentir el temblor en su cuerpo, su voz era cruda y las palabras forzada. Tenía expectactivas acerca de que su padre las extrañara, y al parecer lo hacía, pero sus actitudes iban mucho más allá de la simple emoción de un reencuentro. Definitivamente.

Todos los cuerpos se dispersaron, mientras que -incómodamente- Stuard aún sostenía la mano de la hija del medio.

—Vengan, pasen a la otra sala— tirando de la castaño, sin embargo, quedándose ésta atrás, comenzaron a dirigirse hacia una sala continua a la oficina. La próxima locación era mucho más... atractiva que el resto de la comisaría. Piso de madera, mesa de madera, incluso unas cortinas que parecían estar limpias. La única sorpresa era que Winston ya estaba acomodado en una de las sillas, y al parecer en la espera de todas aquellas muchachas. 

—Oh, papá, si tienes que hablar sobre asuntos de negocios podemos irnos y volver después, no tenemos problema— no tenía dudas acerca de las palabras de Ariadne, en quien veía pura desesperación por salir de allí. Sin embargo, su padre solo podía ver pura cortesía.

—Oh... no, no. Él está acá porque yo se lo he pedido— aclaró, mientras tomaba asiento en la punta, al lado de Winston e invitando a todas a realizar lo mismo. Vienna se sentó en la punta opuesta, mientras que las gemelas se sentaron a su derecha, y Lyon y Olivia a su izquierda. Ésta última bufó en voz alta.

—¿Qué? ¿Acaso nos pondremos al día con nuestras anécdotas en su presencia? ¿Tendremos la charla de "reconciliación" junto a él? Sin ofender, Winston— Stuard negó con la cabeza y suspiró. A pesar de no haber dicho nada, todas las hermanas restantes tenían la misma expresión en su cara: Confusión, duda y ofensa. ¿Que tenía que ver Winston?

—Saben que me encantaría ponerme al día, pero desgraciadamente hay cosas más importantes y urgentes— Los ceños de las cinco se contrajeron en consecuencia del desconcierto. Antes de que Lyon se adelantara y preguntara, Winston comenzó a hablar. 

—Las cosas en el pueblo están un poco... alteradas.

—Temer es lo que menos quiero inculcarles, pero si están desinformadas temo que estarían aún más vulnerables— cortó su padre. La seriedad era el tópico principal, el desconocimiento presente era una herramienta que estaba torciendo sus nervios al extremo. No habían dicho más de una oración y ya estaban todas estresadas, ansiosas, más aún atemorizadas de aquella información que se les iba a brindar.

—Ya ésto no me gusta, simplemente... escúpelo, papá— Stuard se miró con Winston, Winston asintió con la cabeza. El progenitor y protector de su legado bajó la cabeza y suspiró con fuerza. Sus dedos, demacrados con el paso de los años comenzaron a entrelazarse entre sí, en un intento de aliviar la situación. Y las palabras próximas.

—Cosas extrañas han estado sucediendo en el pueblo. Si desean que me especifique, asesinatos— las McConnell contrajeron una bocanada de aire. Aguantando aquella sorpresa desagradable que las recibía —Estamos trabajando para atrapar al culpable, pero... hay algo más— anhelantes, pero alarmadas, todas las miradas posaron sobre su padre —El otro día recibimos una llamada, al parecer del propio asesino o un cómplice, no supimos deducir. Ésta... ésta tenía solo un motivo en específico— Stuard se detuvo y se pasó la mano por aquel cabello blanquecino. Vienna apoyó ambas manos en la mesa y se encogió hacia delante.

—¿Para qué era la llamada?— su padre la miró por primera vez y pudo reconocer una negación reprimida. La castaña suspiró y volvió a demandar  —Papá, dinos— ésta vez, Winston se aclaró la garganta y giró su cabeza hacia la derecha antes de dirigirse hacia ellas.

—El asesino las ha amenazado de muerte a ustedes— una conmoción inundó aquella sala tan tensa. Temor, terror, pocas conclusiones se formulaban en aquellas cabezas revueltas. Cuando el peligro es anunciado, pocas veces sabemos como reaccionar. Las McConnell hacían honor a eso.

—¿Cómo?— susurró, Olivia. —¿Están seguros que no es una estúpida broma de algún adolescente por acá? ¿Alguien que quizás no nos quiere de vuelta? ¿Un enemigo de Jardín?— La oji-miel hacía todo, al parecer, por negar aquella noticia. Por lo menos formulaba preguntas coherentes.

—No lo creo. Sería demasiado extremo realizar una llamada de muerte, ¿No creen?— a pesar de tirar toda esperanza de que aquello fuera incierto, o no fuera remotamente serio, todas asintieron con la cabeza, perdidas en sus pensamientos. ¿Quién podría realizar semejante estupidez? ¿Podrían llegar a esos extremos? ¿De lastimarlas?

Con el puño debajo de su barbilla, con su voz ahogada por los nudillos sobre su boca, Vienna habló por todas.

—¿Y qué es lo que van a hacer?, ¿Nos dejarán encerradas en un sótano con un litro de agua y un pan por día?— el humor claramente no estaba de su lado. Winston rió y simplemente negó con la cabeza. Ésta vez, fue Ariadne quien ingresó en la conversación. —Espero que no nos pongan unos estúpidos guardaespaldas como aquella película, eso sería realmente el nivel de ridiculez— espetó con gracia y sarcasmo. Un silencio se impuso dentro de las cuatro paredes, Winston miró a su padre y con un movimiento de la cabeza, lo incitó a aclarar. Pero Ariadne no era tonta, ni ajena a las señalas nítidas de incomodidad y antes de que hablara su padre, negó con la cabeza.

—Uh-uh. No pienso estar rodeada de un estúpido oficial novato la veinticuatro horas del día— Lyon se miró con Vienna. Vienna con Louise. Louise con Olivia. Y Olivia finalmente a quien implantaba la queja. Y, en realidad, hablaba por todas. Si ya era bastante ridículo el ambiente con la nota de muerte, aquellos cuidadores que presentaban era... demencial. Hablando mínimamente, claro. Aquellas noticias, en tan solo unos minutos, habían girado sus vidas en un ángulo increíble -y horroroso-. Cuando venían en camino, los planes simplemente se reducían a preparar la comida, pasear por su antiguo hogar y recitar memorias de su pasado. Pero ahora... nada, no podían imaginar otra cosa que no fuera un futuro próximo paranoíco y atemorizado. Y aunque quisieran salir corriendo, no podían; y al parecer no tendrían otra que quedarse atascadas con aquellos futuros "guardianes", porque cuando Stuard se levantó y sonrió de costado, no solo fue una acción casual. Sino que planeaba imponer nuevamente una regla. 

Una regla que, si querían vivir, no deberían romper.

—Oh no, Ariadne, superan por mucho a unos simples estúpidos oficiales. Tienen mi palabra.

juy: