Too late.

El aire soplaba cada vez más fuerte y la delgada chaqueta que portaba no era suficiente para calmar el temblor constante en su cuerpo. Ella podía sentir cómo las lágrimas que forzaba por no derramar se hacían presentes en mayor cantidad. Era horrible. Era horrible porque no podía volver a casa. No así, no ahí.
Su familia preguntaría el porqué de su condición y ella no estaba dispuesta a contar nada, eso derrumbaría la actuación en la que llevaba años trabajando, no así. Además, su habitación estaba llena de recuerdos, recuerdos de la persona de la que estaba huyendo, no ahí.
Pero a pesar de todo, es imposible escapar de los sentimientos, no podemos deshacernos nunca de lo que amamos, por más triste que parezca esa es la realidad. Y ella lo sabía.
Kiara dirigió sus manos hacia el barandal para sostenerse y miró el agua que corría debajo del puente. La luna se reflejaba en ella y se veía hermosa, nunca había estado tan brillante.
Era extraño que hiciese tanto frío y la luna siguiera brillando sin nubes molestas que ocultaron su esplendor pero en esos momentos Kiara tenía otras cosas más importantes en qué pensar. Y sin embargo, había solo algo en su mente. No un algo, mejor dicho un alguien. Su verdugo y solo él.
—Dime que no estás pensando en saltar –soltó con preocupación una voz detrás de ella. Sin necesidad de girarse supo quién era el dueño de aquella voz. Aquella voz que escuchaba hasta en sueños. Un escalofrío la recorrió y supo que no era cuestión del clima. ¿Iba a ser esa la última vez que pudiera escucharlo? El solo hecho de hacerse esa pregunta era doloroso.
—No, siempre he creído que el suicidio es para los cobardes –respondió negándose a mirarlo. Oírlo era difícil, verlo era peor.
—Pues una vez más estamos en desacuerdo –Ella supo que Adrián se acercaba. Sentía el calor que su cuerpo desprendía cada vez más cerca. Él se detuvo junto a ella y también se quedó mirando el reflejo de la luna-. Creo que en cierto modo es valiente adentrarse a un lugar en el que no sabes qué encontrarás.
—Vas a un lugar que no tienes la menor idea de cómo es solo porque no soportas el que ya conoces –bufó-. Puede que sea un poco, tan solo un poco valiente, pero no es muy inteligente. Además, nada es tan horrible como para merecer el honor de deshacerse de una vida.
—Eso piensas tú –comentó él mientras se giraba para verla, pero ella seguía ignorándolo.
Kiara podía sentir cómo sus ojos recorrían su rostro y deseó que no lo hiciera. Cada acción de él hacía las cosas menos soportables, incluso su respiración la ponía nerviosa.
—¿Viniste aquí solamente para hacerme cuestionar mis ideales? –ella notó cómo su aliento se manifestaba en forma de vapor y metió las manos en los bolsillos de la chaqueta, eso la obligó a recargarse del barandal únicamente con su pecho.
—No –Adrián balanceó sus pies hacia adelante y hacia atrás como si fuese un niño chiquito y sonrió-. En realidad, no tenía siquiera planeado encontrarte aquí, vine para pensar.
—¿Pensar?
—Sí, pero mis planes no salieron muy bien.
—Tranquilo –espetó ella repentinamente molesta a pesar de que no tenía motivo-, estaba a punto de irme de aquí…
—Oh no –dijo Adrián mientras la tomaba del brazo-. Por favor, quédate.
—Está haciendo frío.
—Eso no es problema para mí –dijo y se quitó el abrigo negro que portaba. Debajo llevaba un suéter gris, así que no dudó en entregarle el abrigo a Kiara-. En cambio, admitamos que salir de tu casa solamente con esa chaqueta no es la mejor decisión que has tomado, agradece que el destino me puso en tu camino.
Adrián lo había dicho solamente como un simple comentario, pero para ella fue como un golpe en el estómago. Amaba al destino por haberlo puesto en su camino y lo odiaba por quitárselo tan pronto.
Sin embargo, su maldita conciencia le susurró al oído una verdad que ella no quería admitir: El destino no te lo está quitando, tú nunca hiciste nada para mantenerlo a tu lado y en cuanto tuviste oportunidad decidiste huir.
Las lágrimas que había logrado controlar en cuanto supo que él estaba ahí nuevamente encontraron su camino y volvieron a caer. Un “gracias” casi inaudible fue lo único que dijo al tomar su abrigo y colocarlo en su cuerpo. Tenía su aroma, una mezcla entre brisa marina y bosque. Era una incógnita cómo esos olores podían estar juntos en él. Todo su ser era una incógnita que ella nunca logró descifrar.
—Espera un segundo, Kiara, ¿estás llorando? –Su voz tenía un pequeño matiz de preocupación. Ella negó con la cabeza.
—No, no, es solo el clima, ya sabes, el frío me reseca los ojos y es como si llorara, además, tengo gripe.
—No soy tan estúpido como para creer eso, ¿qué te pasa?
—Nada Adrián, no me pasa nada.
—Kiara… –empezó él pero la chica le interrumpió encarándolo por primera vez desde que llegó. Sus ojos castaños estaban brillando, más que nunca, casi tanto como la luna. Cuando se giró estaba dispuesta a gritarle que se marchara y que no se metiera nunca más en su vida, que no lo necesitaba y que quería estar sola, pero al mirar su rostro la valentía y bravuconería se había ido a la mierda. No podía renunciar a él todavía a pesar de que los minutos juntos estaban contados.
Su vuelo a Manchester salía en menos de 24 horas y ya no había vuelta atrás. Necesitaba alejarse de todo lo que la rodeaba porque era demasiado doloroso.
Sin embargo, a pesar de que se marchara al otro lado del mundo, sabía que ciertas cosas nunca las iba a olvidar, como el pequeño hoyuelo que se formaba en la mejilla izquierda de Adrián cuando sonreía, o el sonido de su risa, o la forma en que el flequillo tapaba su frente aun cuando él lo empujaba a un lado como dos minutos o la manera en que la estaba mirando justo ahora, con esa intensidad que la hacía derretirse y soñar con que quizás, algún día, habría un futuro para ambos.
—No, necesito irme Adrián, es tarde.
—Nunca es demasiado tarde, por favor, dime qué es lo que sucede Kiara, sé que algo tienes pero no puedo descubrir qué –su rostro suplicante hizo que algo en el interior de la chica se quebrara para no ser reparado nunca jamás.
—Mañana me voy a Manchester –dijo soltando un suspiro. Lo miró, esperando por su reacción pero el rostro de Adrián estaba en blanco.
—¿Por qué? –fue lo único que dijo.
—Bueno, el bachillerato terminó así que me ofrecieron una beca para la universidad y…
—No, no me refiero a eso –le interrumpió-. Sé que no has tomado esa decisión solo por la beca, estás huyendo.
—No estoy huyendo Adrián.
—Sí, sí lo haces y déjame decirte una cosa. Eso es ser cobarde, me acabas de decir que el suicidio es estúpido y cobarde y tú estás haciendo algo muy similar.
—¿Qué? No tiene nada que ver una cosa con la otra. El suicidio es quitarse la vida, yo no me estoy matando –dijo Kiara indignada.
—Estás abandonando una parte de ti, quieres matar tu pasado, para mí no hay mucha diferencia.
—¿En realidad quieres saber por qué? Bueno, deja que te cuente. Me voy de aquí porque ya no quiero verte Adrián, estoy cansada de ti.
—No puedes hablar en serio –dijo el chico negando con la cabeza.
—Lamento haber dañado tu ego, pero es la verdad.
Adrián la miró, sus ojos reflejaban dolor y ella sentía una pequeña chispa de satisfacción por eso. De pronto, el dolor fue sustituido por algo más que Kiara no logró determinar, y lo siguiente que supo fue que Adrián tenía sus labios sobre los suyos.
No era un beso apasionado, ni salvaje, sino todo lo contrario.
Al principio fue algo tentativo, solo boca contra boca y después ambos abrieron un poco sus labios, saboreando el uno del otro, conociéndose. Nunca antes se habían besado y a Kiara le dolía el hecho de que fuese un día antes de su partida. Estaba molesta con Adrián por haber sido tan idiota antes y nunca demostrar frente a su familia y amigos que quería algo con ella, pero también estaba enojada consigo mismo por no haber luchado por él. Adrián tenía razón en algo, ella estaba siendo cobarde.
Kiara rompió el beso y Adrián la abrazó mientras ambos derramaban algunas lágrimas. El frío seguía en aumento sin tener piedad de ellos. Temblaban, pero la chica no estaba segura del por qué.
Adrián la alejó lentamente de sí y la miró. En sus ojos había una pregunta, <¿Te quedarás?>
Kiara sorbió ruidosamente por la nariz y volvió la mirada al río. No podía quedarse, quizás algún día volvería, pero no estaba segura.
Amaba a Adrián, lo amaba con su alma, pero no había nada buena predestinado para ellos estando juntos y muy en el fondo ambos lo sabían.
—Debo irme –susurró sin atreverse a mirarlo-. Queremos cosas diferentes, Adrián. Yo quiero estudiar una carrera, una licenciatura o algo así, y tú quieres música, sueñas con ser cantante y no dudo que algún día lo seas, pero eso no es para mí.
—Entonces –dijo él. Su voz estaba gruesa y cargada de molestia y dolor-, ¿esto es el adiós?
Kiara lo miró y tragó duro, no era fácil.
—Adiós Adrián.
Los pies de Adrián comenzaron a moverse lejos del puente y marcó un adiós definitivo.
Cuando estuvo completamente sola, Kiara lloró hasta que quedó probablemente seca. Sus extremidades estaban entumidas por el frío, pero se las arregló para caminar de regreso a su casa para sacar sus maletas y dejar una nota de despedida a su familia. El abrigo de Adrián en lugar de traer confort traía dolor, desosiego y amargura, pero a pesar de eso decidió que lo llevaría a Manchester.
Cobarde o no, ella necesitaba una nueva vida, tal vez el abrigo la ayudaría a no matar por completo a su pasado.

Lo siento, al grano, ¡lo amé!, sin duda leería más cosas escritas por ti, ¡Felicidades!