Happy Little Pill

My Happy little Pill

 El suelo es frío, incómodo; sin embargo, no puedo levantarme, no puedo moverme. No logro recordar muy bien donde me encuentro, tampoco sé cómo llegué aquí. El lugar da vueltas sin parar y no soporto el dolor de cabeza, cierro los ojos.

Y ahí está su recuerdo, su sonrisa vaga por mi mente, mi corazón se encoje un poco más.
Frunzo el ceño, insatisfecha, dándole otra calada más a mi porro. Todo se vuelve más y más borroso con cada minuto que pasa, cada vez siento menos conciencia. Eso es bueno, sin embargo. Me gusta dormir, al menos cuando duermo puedo verlo, me dice cosas bonitas: que soy preciosa y lo mejor que le ha pasado en la vida; me dice lo mucho que le gusta mi cabello y mi sonrisa. Toda yo.
Sonrío ante eso, al Alex real jamás le gustaría toda yo; él jamás aceptaría todo lo que soy. Por eso me gusta más en mis sueños.  
Escucho suaves risas y el sonido de una música resuena vagamente en mis oídos; no logro deducir de donde provienen pero me gusta esa canción.
— ¡Jane!—. Siento que alguien grita mi nombre, se siente lejano, como si estuviera sumida en un sueño, en una nebulosa. Quiero abrir los ojos, no lo logro— ¡Jane! ¡Oh Dios! ¿Qué hiciste? ¡Jane!—. Unas cálidas manos me rodean, intento levantar los brazos pero no responden—Jane, soy yo… Alex, responde por favor. ¡ANDREW, LLAMA A EMERGENCIAS!—. Alex... mi subconsciente susurra—Lo lamento princesa, esto es mi culpa—. Un sollozo ahogado sale de su garganta
Lucho por abrir los ojos. ¡No es tu culpa! Quiero gritarle ¿Cómo puede creer eso? ¿¡Por qué mi cuerpo no responde!?
—No me dejes Janie, por favor no lo hagas. Te amo, no puedes ¡No puedes! Tienes que quedarte… yo… yo te ayudaré a seguir adelante. Nunca debi haberme ido, lo siento tanto—. No llores, por favor no llores. No por mí, no lo merezco.
Mi garganta duele, no obstante, tengo que decírselo. Siento que algo me llama, como un canto de sirena y el repentino deseo de seguir esa voz me inunda. Pero… no me puedo ir sin decírselo.  
—Alex…—. Mi voz sale entrecortada y un susurro casi inaudible, pero sé que me escucha—No…—. Me interrumpo a mí misma para toser—No es tu culpa—Quiero abrir los ojos para verlo antes de seguir aquella melodiosa voz, Pero no se me concede el deseo—Te amo.
Y el dolor ya no está. 

Holi: