The Stepmom || NC

Viernes, 7:30 pm. En estos momentos debería de estar arreglándome para salir de juerga con Tania, pero en lugar  de estar en mi casa, bañada y decidiendo que vestido usar, estoy metida en la pastelería tratando de acabar con este pastel, que digamos, no me lo ha puesto nada fácil.

Siempre me encantó todo esto de la repostería, razón por la cual decidí dedicarme a ello. Mi sueño se hizo realidad el día que abrí mi propia pastelería, y gracias a la vida, ha sido todo un éxito.
Si hace diez años me hubiesen dicho que tendría mi propio negocio, me hubiera reído a carcajadas. Supongo que nunca imaginé que llegaría tan lejos. Y todo yo sola.

SO-LI-TA.

--Maya, te quedarás mucho tiempo—Nina mi ayudante pregunta. Fuimos juntas a la universidad. Las dos estudiamos gastronomía pero decidimos especializarnos en repostería, desde entonces hicimos una gran amistad que nos llevó a trabajar juntas.

--Tengo que terminar esto Nina—le contesto mientras coloco el tercer piso del pastel—Quedé de entregarlo mañana

--Sabes que yo puedo terminarlo—se acerca y me da un empujón—Sé que quedaste con Tania de salir, yo no tengo problemas en quedarme a terminar, además te ves un poco estresada, y no queremos que eches a perder el trabajo—sonríe

--Gracias, acabas de decir que soy un desastre—tomo mi bolso y me voy antes de que me conteste.


Estoy lista en un tiempo récord. Lo primero que hice cuando llegué a casa fue aventar todas mis prendas al suelo hasta que elegí el mejor vestuario, después corrí al baño y tomé la ducha más rápida que alguna vez haya tomado. Ahora estoy frente al espejo, terminando los últimos detalles de mi maquillaje y esperando por Tania.

Me decidí por un vestido negro de encaje, con escote en la espalda. Si me viera mi padre me mandaría a que me vistiera de nuevo, diría que es muy corto, pero no lo es, me llega cinco dedos arriba de la rodilla. Pero ya sabes cómo son los padres.

El timbre de mi departamento suena y corro a abrir la puerta. Tania está del otro lado vistiendo literalmente. Nada.

--Wow, creo que hoy vas decidida a echarte un polvo—camino de regreso a mi habitación negando divertida. Lleva menos ropa que Miley Cyrus en wrecking ball.

--¿Qué?, Maya, me siento sexy, eso es lo que importa—sonríe y se acuesta en mi cama. Tania es la chica la cual tus padres te exigirían no juntarte. Pero bueno, digamos que mis padres no saben sobre su existencia y todo lo que me hace hacer.

--Aun así, creo que exageraste, digo, o sea, literalmente estás casi desnuda, ese vestido, si lo podemos llamar así, solamente te tapa, NADA—rio

--Me tapa las tres partes que tiene que tapar, aunque de verdad espero que no lo tape por mucho tiempo—se muerde el labio inferior.

Dios, creo que será una laaarga noche.


Siempre he sido una chica a la cual le gusta salir y divertirse, pero por alguna razón siento que esta noche no será muy grata para mí. Desde que llegamos al lujoso, porque de verdad, es un muy lujoso bar, Tania simplemente me abandonó para irse a bailar con un ejecutivo de más de cincuenta años.

Así que ahora estoy sentada en la barra. Sola. Bebiendo un Martini de manzana. Sola. No quiero ni pensar en cuanto me saldrá la cuenta, pero bueno, creo que me lo puedo permitir.

El bar es ostentoso, el dueño simplemente compró las cosas más lujosas y más caras que encontró y los puso donde pensó que se verían bien. Digamos que le funcionó, pero es una exageración. Solamente hay hombres con trajes, zapatos y relojes caros. Mujeres con vestidos extravagantes y bolsos Gucci. Simplemente no es lo mío.

--¿Primera vez en este bar?—el bartender pregunta mientras coloca otro Martini frente a mí. Lo miro confundida—El hombre de la mesa cinco se lo ha mandado—hace una seña con su cabeza hacia la mentada mesa cinco y giro para ver al tan amable hombre que me ha mandado una bebida sin siquiera preguntar si yo la quería. Vamos Maya, sabes muy bien que ningún hombre se arriesgaría a recibir un no. Mucho menos un hombre de su estatus social.

--Gracias, pero como que lo mío no son los hombres de sesenta años—tomo el Martini y lo bebo de un solo trago—Pero bueno, es un Martini gratis—el barman ríe

--Tendrá sesenta años, pero su dinero lo triplica en su edad—me cierra un ojo y bufo

--A mí no me importa que tenga dinero. De verdad, yo solamente estoy aquí porque inútilmente decidí acompañar a mi mejor amiga

--Soy Peter—extiende su mano y le doy un apretón

--Maya, ahora Peter sírveme otro por favor—Peter sonríe y se pone manos a la obra. Puede que después de todo no haya sido tan mala idea el haber venido. He conocido a un apuesto hombre, que no tiene sesenta años, y se gana la vida sirviendo tragos. Hermoso.

--Deja de beber y ven a bailar Maya—una sudorosa Tania se sienta  a mi lado—Chico, por favor dame lo que ella esté tomando—Peter asiente

--No quiero bailar Tania. Si hubiera sabido que me traerías a un bar donde solamente vienen viejos rabos verdes a encontrar una amante que esté necesitada de dinero. No hubiera accedido al plan—le agradezco a Peter por mi nueva bebida

--Maya… Maya, como lo digo para que lo comprendas—Gira hacia mí y toma mis manos—Tienes que encontrar un hombre que te dé un buen polvo—no puedo creer que haya dicho eso enfrente de Peter. Le doy un apretón a sus manos para que guarde silencio, pero obviamente no lo hace—Tienes 26 años, digamos que ya no eres tan jovencita como para seguir esperando a tu príncipe azul. Es hora de que te pongas las pilas y lo busques

Me suelto de su agarre y tomo mi copa. Sé que no soy una jovencita, pero tampoco soy tan vieja como para mostrarme desesperada. Mi trabajo no me deja mucho tiempo para estar buscando un hombre, y a decir verdad, creo que no lo necesito, siempre he sido una mujer independiente y lo seguiré siendo por mucho tiempo.

--Grita mi edad un poco más fuerte, en Australia no te escucharon—voltea los ojos. Los voltea tanto que tengo miedo de que no regresen.

--Solo digo—bebe de su trago y toma su cartera—Me iré contigo solamente porque el hombre con el cual estaba bailando fue llamado por su esposa. Obviamente no dijo que era ella, pero vamos, no soy tonta—deja unos billetes en la barra y se pone de pie—Vamos señora amargada

--No soy amargada Tania, simplemente pienso que podríamos ir a lugares en los cuales haya hombres de nuestra edad. Tú sabes. Hombres que estén en el rango de los veintes—me pongo de pie y bajo mi vestido

--Pues sí, pero esos lugares donde hay hombre de nuestra edad, no son tan lujosos y los hombres no tienen ni en que caerse muertos

--Sabes que el dinero no es lo más importante Tania

--Lo dices porque tú lo tienes, pero yo tengo que salir de pobre, y de trabajar—sonríe. Es imposible tratar de discutir este tipo de temas con ella

--Nos vemos Peter, fue un gusto conocerte—me despido y dejo algunos billetes en la propina

--Igualmente Maya, vuelve pronto—me guiña un ojo y va a atender a una mujer que llega a la barra

--Wow, veo que no te vas limpia, el mesero estaba coqueteando contigo. Segurísimo—enlaza su brazo con el mío y nos dirigimos a la salida.

--Claro que no, estás viendo cosas donde no las hay—rio. Me mira acusadoramente y suelta una carcajada.

Cuando estamos saliendo del aborrecible bar un hombre choca contra mí y hace que caiga de trasero. Tania rápidamente comienza a pelear con el hombre mientras yo estoy tirada viendo los zapatos del desconocido. Una mano es ofrecida hacia mí. La tomo y en un segundo estoy de pie nuevamente.

--Lo siento, no fue mi intención— esa voz. Tengo que darle una ojeada muchas veces. Es imposible que sea él.

--¿No fue tu intención idiota? Por poco y la matas—Tania ahora está gritando

--Estoy bien—balbuceo sin apartar la mirada del hombre del cual estuve locamente enamorada.

--Necesitan que las las acompañe a su coche, no me importaría hacerlo, es lo menos que puedo hacer después de haberla tirado—me mira a los ojos y dudo si se ha dado cuenta de quien soy yo.

--Es cierto, es lo menos que puedes hacer—Puedo oír a Tania hablar pero realmente no escucho lo que dice. Mis ojos no pueden dejar de verlo. Él me mira incómodo, digo, yo lo estaría si alguien se me quedara viendo de la forma en que yo lo estoy viendo.

--No, no hace falta estoy bien—vuelvo a tomar la mano de Tania y comienzo a caminar

--¿Qué pasa Maya? ¿Por qué caminas tan rápido?—Tania me para bruscamente. La miro a los ojos rogándole por irnos

--¿Maya?—volteo y lo miro. Sus ojos me inspeccionan de pies a cabeza. Esos ojos que una vez fueron todo lo que quería mirar--¿Maya Hamilton?—Tania lo mira confundida

--Hola Harry—trato de sonreír pero estoy segura que es más un mueca de incomodidad. Nunca en miles de millones de años imaginé volver a encontrarlo. Realmente los años le han favorecido. Es tan atractivo que podría mirarlo hasta que mis ojos se secaran.

--¿Se conocen? Maya, ¿De dónde lo conoces?—No quiero hablar de él, no quiero estar frente a él.  Simplemente quiero irme. Desaparecer. Morir. No sé, lo que sea que pueda hacer para que él no esté frente a mí.

--Fuimos novios en la preparatoria—Harry responde por mí

Me llevo un pellizco de reproche por parte de mi mejor amiga.

Y confirmo, venir fue una pésima idea.

Las gotas de agua que se deslizaban por la ventana, mostraba claramente que el cielo se estaba cayendo. Literalmente. Apoyé mi cabeza en la ventana del taxi, mis ojos veían con suma cautela las gotas cayendo, las cuales dificultaban mi visión para admirar los increíbles detalles de Londres,el   Palacio de Westminster,el Big Ben, los colores, las calles. Dos años, dos largos años fuera, pensé aun recostada de la ventana.

Mis pensamientos se esfumaron cuando de golpe el taxi se detuvo. La sonrisa gentil del  taxista me indicó que ya había llegado a mi destino.

Me dediqué a devolverle la sonrisa y tomar mi maleta. Respiré profundo, me tocaría correr, de la puerta del taxi a la casa que tenía al frente, jamás creí que se estamparía tremenda lluvia, cosa rara porque yo soy Neoyorkina, y el clima allí es ligeramente especial.

Es ahora o nunca. Salí del automóvil y empecé a correr, las calles estaban un poco asoladas, por obviedad, supuse, ¿Quién estaría en las calles con semejante aguacero?

Me detuve frente la casa de mi mejor amiga, Nicola. La había conocido cinco años atrás, cuando me mudé de New York a Londres, por una plaza en una importante universidad británica, ambas cursamos periodismo, nuestra amistad creció a tal punto que creo que me adueñe de su familia. Claro, después que la empresa de mis padres se le presentó un pequeño percance económico, tuve que regresar a los Estados Unidos, lo cual fue difícil porque estaba a punto de graduarme.

Pero ahora, estoy de regreso. Y totalmente empapada.
— ¿Vic?—una aguda y suave voz me hicieron reaccionar.
Mi vista se fijó en la reja semi-abierta de la puerta de la casa, dónde una mujer alta, delgada, blanca, con el cabello lacio, castaño y uno que otro mechón grisáceo, que de él desbordaban. Su rostro mostraba unas discretas arrugas en su frente.
—Hola—saludé con una sonrisa, lo cual no suavizaba nada el panorama, y mucho menos el hecho de agua corría por mi cabello, cara, ropa…
—Vamos pasa, no quiero que pesques un refriado—dijo con ternura abriendo la puerta.
No lo pensé dos veces y entré, tal cual la recordaba, amplia, pero muy acogedora, el singular living con ese hogareño toque, los muebles de madera, seguían allí, el olor a galletas que emanaba de la cocina e impregnaba la casa, todo absolutamente igual.
— ¡Oh Karen!, lo siento, lo siento tanto, estoy mojando todo el piso…y la alfombra, ¡Oh Dios es nueva!—empecé a disculparme tratando de apartarme del bordado tapete.
—Tranquila Victorie, no pasa nada, esta sigue siendo tu casa, ve a ponerte cómoda, ya sabes dónde está el cuarto de Nicola, ella volverá en unos minutos—Habló con ese toque de dulzura que sólo ella puede darte.

Asentí apenada, Karen Payne, la mujer más dulce que puedas conocer, la madre que siempre soñé.
Subí cautelosamente las escaleras, algo ridículo porque mis zapatillas estaban mojadas, y como era de esperarse, sonaban enormes zancadas.

Observé el interior del piso de arriba, sólo unas pequeñas cosas habían cambiado, sin embargo aquella puerta de madera, con una que otra marca, no estaba cambiada, me sorprendió pues ya estaba abierta, evidentemente no había nadie. Aún era sorprendente ventitrés años y Nicola seguía viviendo con sus padres, es comprensible si ellos son un amor, pero igual, sigue siendo raro.

Pasé, lancé mi maleta en el piso, al abrirla, me sentí aliviada la ropa no se había mojado, me cambié de forma fugaz, tomando lo primero que vi. Unas voces de la parte de abajo me indicaron que habían llegado más personas. Fijé mi vista en el inmenso espejo que estaba al frente de la cama de Nikkie. Todo andaba en orden. Le di una sonrisa al espejo y seguí mi camino a la salida, hasta que tropecé con una ¿niña?

— ¡Cuidado te caes nena!—exclamé agachándome, para estar a la altura de la bebita, tendría uno o dos años, de su rostro desprendía ternura, con su cabello  claro casi rubio, amarrado en dos coletas, cada trenza  tenía encima un lazo rojo, Sólo un detalle, empezó a llorar.
—No, no, no pequeña no llores, no te ha pasado nada—traté de hablar mientras la tomaba entre mis brazos. No me conocía, tenía todo el derecho de seguir llorando y pataleando.
—Alguien allá abajo tiene que conocerte—susurré
— ¡Papi!—llamaba entre lágrimas la niña
Caminé unos dos pasos.
— ¡Lily!— escuché. Alcé mi vista para encontrarme, con un castaño, alto, un poco esbelto.
— ¿Liam?—pregunté. Pero la niña de nombre Lily se abalanzó sobre él. Él sonrió y la tomó.
— ¿Quién es la princesa de papi? —decía con muecas y cambiando la voz. Haciendo reír a carcajadas a la beba.

Un momento, ¿papi?, ¿desde…desde cuándo Liam era papá?, conocí a Liam hace unos cuatro años, el hermano de Nicola, tres años mayor que nosotras, divertido, pero siempre con los pies en la tierra, sobreprotector, claro él tenía una novia, Camille, quizá era posible que…

— ¡Que cambiadas estás Vic!—habló Liam, sacándome completamente de mis pensamientos
—Lo mismo digo—atiné a decir con un sonrisa, pero mi vista se fijaba era en la bebe aun en sus brazos.
— ¡Claro, vienes a casa de tu mejor amiga y a ella es la última que saludas!—protestó la aguda voz de Nicola detrás de nosotros. Sonreí abiertamente, y me giré para abrazarla.
—Me...me… asfixias—articuló en decir
—Lo siento—me disculpe mientras la soltaba.
—Y...¿bajamos?, papá quiere verte, además ya está lista la cena—anuncio viéndonos a Liam y a mi.
—Vamos—afirmé con una sonrisa. Liam asintió y bajo con nosotras, no quería ser indiscreta pero necesitaba saber más acerca de esa monura de niña.

La cena,absolutamente deliciosa, me gustaba conversar con los señores Payne,ver a Nicola, a Liam, y Ruth, su otra hermana,en la mesa,era recordar viejos tiempos, sólo que ahora estaba agregada una silla alta de bebe, donde Lily,bueno,yo diría que jugaba con su cena.

Mis emociones se descontrolaron un poco,la forma tan cariñosa que Liam le dirigía a su hija,¡diablos, que me pasa!, nunca vi a Liam de otra forma, más que como un amigo y una especie de hermano,al ser hermano de mi mejor amiga, y lógicamente tenia novia, admito que me llego a gustar, pero sólo fue un año después salí con otros chicos,y lo olvidé.

Sí, creo que es el viaje, la lluvia, los recuerdos me tienen medio mal.Tengo que dejar de actúar como colegiala de 16 años. Y también dejar de verlo, pensara que estoy loca,pero es que está tan distinto.

—Vic...—
—¡¿Qué?!—grité de repente, sobresaltando a todos. Sonreí apenada
—Ehh...la sal, me pasas la sal—pidió Liam, con una cara de desconcierto.
—Claro—articulé a decir, pasandole la sal
—¿Te sientes bien cariño?—me preguntó desde su silla, el señor Geoff,padre de todos los "revoltosos" Payne
—Si...El viaje—contesté. Todos asintieron, aunque creo que no me creían del todo.

De aquí en adelante,mantener una vida,como la de hace dos años,no seria sencillo.