This is the end.

“Mierda” se maldijo mentalmente Emilia. Sus dos mejores amigas habían ido a buscarla en el aeropuerto, pero ni la dejaron adaptarse cuando una de ellas que portaba el nombre de Jenna le aviso que concurrirían a la “inauguración” —la cual Emilia se imaginaba llena de drogas y alcohol, más sexo asegurando toda la noche—de la casa de Franco, si, James Franco.

Desde hace ya mucho tiempo que pensaba en llegar a ver a sus mejores amigas, las cuales en el auto, se contaron todas y cada una de las cosas que habían echo durante esos últimos tres años. Sus ocupaciones no le dejaban tiempo libre para verse o visitarse tan solo unos minutos, así que decidieron que esa navidad la pasarían completamente entre ellas y nadie más. Por eso su enojo durante la conversación si irían o no a la fiesta del actor. Obviamente, terminó perdiendo y ahora no sabía realmente que ponerse.

Envidiaba a sus dos amigas. Jenna, siempre elegante y práctica; poco le importaba lo que le decían sobre que ropa utilizar o como maquillarse. Jenna era… Jenna. Luego estaba Shailene, su apariencia de jovencita le daba mucho que desear, así que cada vez que se vestía estaba apta para una fiesta de lo que sea. Pero por último estaba ella, Emilia era una chica bastante insegura de si misma y varias veces tenía que preguntarse frente al espejo si eso era apto para una gala, o una fiesta en un bar o una presentación en la alfombra. Muchas veces, se irritaba a ella misma.

— ¡Eso es muy ardiente! —exclamó Jenna—Perfecto para tu plan de esta noche… Déjatelo.

Emilia se sonrojó completamente. Durante meses había tenido el plan de conquistar a nada más y nada menos que a Armie Hammer. Si, ya saben, aquel que interpretó “el llanero solitario” o que hizo de príncipe en “espejito, espejito” ¿no? Bueno, la cosa era que Emilia tenía un plan en mente, y ese era llevárselo a la cama durante esa misma noche de navidad.

— ¿Armie, va a estar en la fiesta? —preguntó incrédula Emilia. Sus planes eran para el día siguiente, en el que se encontraría a solas con el como lo habían planeado.
— ¡Obviamente! —Chilló Shailene—Ese chico es tan ardiente que debe estar en una fiesta de Franco, ¡todos estarán ahí!

Repentinamente Emilia empezó a temblar. Estaba más que nerviosa y le dio más calor que nunca, aunque lo que portaba en ese momento era solo un vestido hasta el muslo blanco, con unas medias de su tono de piel y unos tacones negros, más altos que lo que podía soportar. Pero era mujer y tenía que aguantarlo.

Optó por tomarse un vaso de agua completo y preparar un pequeño bolso con otra botella de agua, su billetera, su teléfono y las pastillas que siempre tomaba cuando le daban ataques de ansiedad. 

Se puso aun más nerviosa cuando el coche de Shailene empezó a ponerse en marcha hacia la casa de su viejo amigo, James.

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—No sabía que Franco tuviera tanta pasión por la arquitectura—susurró Shailene.
—Yo menos—contestó Emilia.

Cuando llegaron hasta la casa del actor, las tres amigas quedaron con las bocas completamente abiertas. Habían escuchado que la casa en la que habitaba James, era un gran diseño hecho por el mismo y como siempre, se había lucido. La arquitectura era enorme y de paredes blancas, las luces y la música eran notables desde tres cuadran atrás y la casa de al lado—en la cual habitaba Channing Tatum— no era nada comparada con ella.

Caminaron unos cuantos pasos, no podían explicar cual nerviosas estaban las tres de volver a una fiesta juntas después de tanto tiempo. A la última que habían asistido, era para despedir a Emilia por su viaje a Europa o para ir a grabar una serie. Realmente, habían extrañado todo lo hecho. Pero ahí estaban, entrando en una casa repleta de viejos amigos o completos desconocidos. Pero juntas.

— ¡Emilia Clarke! —escucho a sus espaldas.

Gruñó. Su voz se le hacía conocida por mucho, aun así estuviera a tres metros de ella era como tenerlo más cerca de los deseado. Dio la vuelta con una de sus más sínicas sonrisas y casi se le escapa el aire. El joven estaba más guapo de lo que recordaba; castaño claro con unas pequeñas ondas formadas por si solas, ojos verdes completamente atrayentes, una sonrisa que mataría a cualquier chica y un cuerpo que estaba para comérselo.

— ¡Ashton “idiota” Holmes! —Trató de ocultar una cierta ráfaga de nerviosismo—Aun te queda el apodo…
—Años sin verte, Emi—contestó sínicamente—supongo que has cambiado un poco, puede ser que las vea más grandes ¿no?
—Si, aun te queda idiota—rezó para que el tiñe rojo no se notara mucho, pero fue en vano, parecía un tomate viviente—y creo que podríamos agregarle cerdo, pero no quiero herirlos.

La sonrisa de Ashton se mantenía intacta, como si nada hubiese salido de la boca de Emilia. Con un gesto, señaló hacia la derecha, apuntando a quien la joven buscaba. Por unos segundos se preguntó como mierda sabía a quien buscaba, pero luego obtuvo la respuesta “esa Jenna”.

—Adelante—susurró el castaño, antes de desaparecer.

Emilia suspiró. Sabía que solo era unos pasos, hablarle y insinuarse tan solo era una sola noche. Lo que no pensaba Emilia, es que habría varias mujeres atrás de ese hombre tan hermoso. Se aclaró la garganta y caminó con una pose elegante. El chico estaba sentado junto con James, así que no se le haría muy difícil de deshacerse de su mejor amigo.

Cuando por fin llegó delante de ellos, trató varias veces de darse la vuelta pensando en lo mal que saldría su plan de conquistar al príncipe de ojos azules. Gruñó al oler a su amigo. No había peor olor que el de James drogado y tomado. Lo juraba.

— ¡Emilia llegaste! —Dijo atropelladamente Franco— ¿quieres… unirte a tomar un…
—Trago—completó la morocha—claro ¿Por qué no?