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Abuelos.

Caminé por el cementerio en busca de la tumba de mi abuelo quien había muerto tres años atrás. Mi abuelo, ¿qué puedo decir de él? Era un hombre increíble, no había día en el que no estuviera feliz, siempre dispuesto a ayudar a los demás; aquél hombre era una de las mejores personas de este planeta.

Los abuelos, ellos son las personas que siempre estarán orgullosas de nosotros y nos amarán por ser los hijos de sus hijos. Quizá tu madre o padre no te ama, tu abuelos estará ahí para recordarte que él te ama y va a estar siempre contigo. Ése no es mi caso, mi abuelo se ha ido para siempre dejándome sola en una vida que no quiero vivir sin él.

Siempre estuvo feliz, hasta su último momento, pero el cáncer terminó por vencerlo. Recuerdo su último día como si hubiera sido ayer, como si ayer me hubiera dicho que me amaba. Sigo triste, todos lo saben, fui la nieta más unida a mi abuelo.

Entré a la habitación 164 del pasillo A donde se encontraba mi abuelo. A pesar de estar muriendo me recibió con una sonrisa, una de esas que te hacia sentir la persona más feliz y afortunada del mundo. Sabía que estaba sufriendo, la enfermedad se había adueñado de todo su cuerpo; mi abuelo era más tumores que órganos.

Las lágrimas salieron de mis ojos y bajaron por mis mejillas lentamente al ver a mi abuelo así. No quería perderlo, no quería perder a la única persona que amo más que a mi propia vida.

Lo abracé por el cuello y él sólo consiguió tomar mi mano. La suya no estaba tibia como siempre, estaba fría y sin vida. No quería dejar de abrazarlo, quería estar con él así para siempre, abrazándonos hasta que él tuviera que irse.

—Susie —me susurró en el oído—, eres a la última persona que me permitieron ver hoy —comenzó a toser pero no me alejé de él ni de su cuerpo—; quiero que sepas que te amo, te quiero muchísimo, cariño y quiero que seas feliz. Quizá me vaya de esta vida, pero desde allá arriba te veré y sé que estaré orgulloso de ti.
—Te quiero mucho, abuelo.

La enfermera llegó para decirme que era hora de dejar a mi abuelo descansar. Solté un sollozo y salí de la habitación derramando lágrimas, como si hubiera querido drenar todo el agua que hay en mi cuerpo. Mi abuelo se había ido, para siempre.

En cuanto recuerdo aquella imagen las lágrimas caen por mis mejillas y dejo las flores en la tumba de mi abuelo. ¿Por qué se fue? ¿Por qué me dejó sola cuando más lo necesitaba? En mi vida había un vacío que no había conseguido llenar y que, quizá, jamás conseguiré llenar.

—Te quiero y te extraño, abuelo, jamás creí que me sentiría así cuando te fueras, no quería pensarlo. Pero es duro sin ti, ¿sabes? No dejo de pensar en el momento en el que nos volvamos a reunir y vuelvas a abrazarme. Te quiero muchísimo.

Me paro y me alejo de su tumba que ahora está cubierta de flores. Seré feliz, seré feliz porque él quería que lo fuera, siempre lo quiso. Jamás lo olvidaré, pero de ahora en adelante seré feliz.